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Mariposa por aries_orion

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Notas del capitulo:

Espero os guste. 

 

Hastiado, frustrado, enojado, todas, menos o más emociones invadían su cuerpo como si fueran hormigas en busca de los granos de azúcar. Kagami detestaba como el demonio recibir reclamos y sobre todo órdenes de parte de su padre o de cualquier persona. ¿Con qué cara le pedía algo bajo el título de padre cuando nunca lo ejerció? Como lo purgaba cada vez que aquel hombre parecido a él osara intentar dirigir su vida a esas alturas de su vida. Vale aceptaba que había tenido un par de años pésimos en los cuales hizo cosas de las que no se enorgullecía, pero no era para que se lo estuviera recordando cada segundo o a cada paso decidido a dar.

Era lo mismo cada vez que se enfrentaban o hablaban por teléfono pues su padre no siempre tenía tiempo para dejar la oficina e ir a verlo. Sin embargo, siempre hallaba la manera de traer a colación ese par de años desastrosos y locos. Afortunadamente se podía sentir orgulloso y bendecido de tener amigos leales que no se rindieron y mucho menos lo dejaron durante ese tiempo.

Ahora de sólo pensar que entraría en aquel edificio le daba urticaria y no era porque no le gustaba a lo que se dedicaba sino por quien la dirigía. Suspiro. Con sonrisa fingida saludo a quienes se le atravesaran en su camino, deseo que su madre se encontrara en aquel lugar así tendría un poco de apoyo, pero había sido requerida en México por los próximos eventos que se realizaban en el país. Al mal paso darle prisa.

Al entrar se topó con un pequeño caos de oficia, raro para la personalidad de su padre, pero lo dejó pasar pues no era de su incumbencia –aún no–, varias carpetas se encontraban abiertas y dispersas a todo lo largo y ancho del escritorio, la pantalla de la computadora tenía varios papelitos de colores pegados a ella, el ratón apenas se veía, su padre se encontraba en un pequeño ir y venir mientras hablaba por teléfono en alemán. Un idioma que le gustaba pero que hablado por su padre sentía una opresión en su ser pues sentía hablar con un militar que con su progenitor.

Sus miradas se encontraron. La sostuvo. Un par de palabras y el teléfono fue colgado.

–Veo que la puntualidad no es tu fuerte ¿cierto?

–Vine ¿no? – Ante su respuesta su padre le dio una mirada intensa, chasqueo los dientes, camino ante aquella mirada hasta sentarse frente a él. – ¿Para qué me has llamado?

Los sonidos constantes de las cadenas y los golpes contra un saco de boxeo era lo único que se escuchaba en aquella habitación acompañados de las fuertes respiraciones de parte del atacante. El olor a sudor y sexo mezclados en el ambiente era asfixiante. El dolor en sus nudillos no le impedía estrellarlos contra el saco, las palabras de su padre retumbaban en su cabeza como si de un pinchazo constante se tratara. No supo cuánto tiempo estuvo frente a la muralla de arena hasta que su celular sonó.

Uno, dos, cinco, seis veces timbro hasta que Kagami más irritado de lo que ya se encontraba contestó.

– ¿Qué mierda quieres?

­–Moo, Kagami ¿Por qué no contestas? Llevo varias veces marcándote.

–Será porque no quiero. – Tomó una toalla para quitarse el exceso de sudor, movió un par de veces ambos hombros pues los sentía entumecidos por estar en la misma posición. Escuchó una risilla del otro lado y supo que se lamentaría de haber contestado. – ¿Qué se te ofrece Takao?

– ¡Cierto! – Ante el grito decidió poner el altavoz. – Te encuentras libre esta noche ¿cierto? – Un gruñido fue su respuesta. – ¡Genial! Te espero en el Redfox.

No pudo ni preguntar por qué cuando ya le estaba gritando que no aceptaba réplicas y que si no llegaba a la hora acordada él mismo iría hasta su casa para sacarlo y llevarlo, amarrado o arrastrado, pero lo llevaría. Chasqueo los dientes cuando el tonito de término de llamada se escuchó, miró varias veces el aparato como si este le fuera a decir que había sido todo aquello, pero de este no salió nada salvo la pantalla en negro quien le regresaba su reflejo. Aventó el celular, estiro todos los músculos del cuerpo para caminar a su cuarto, gruño al ver las sábanas de su cama revueltas y las almohadas tiradas por doquier.

El aire irrumpió en la habitación cual bomba. Detestaba el olor a sexo en sus dominios, aún más el hecho de haber roto su regla de oro: No llamar a sus nocturnos.  La ira creció al ver la ropa interior de la chica de anoche en su baño, contó hasta mil en un intento vano de menguar su ira, pese a ello no podía enojarse con la chica pues él la había llamado y tratado durante el sexo de tal forma que dio a mal interpretar su accionar. Sabía que llamar en busca de sexo no era la mejor solución para sus problemas, pero en esos momentos lo único que deseaba era una mente en blanco, perderse en el éxtasis, en la nebulosa del orgasmo y en el calor del post. Lo hizo tan salvaje y animal que llegó a pensar en haber lastimado a la chica pero para su sorpresa esta pidió más.

A la mañana siguiente pensó en ya no sentirse tan irritado ante las acciones pasadas pero fue todo lo contrario, un mensaje de voz bastó para que todo aquello desechado regresa cual animal embravecido. Corrió a la chica con un beso salvaje y brusco, dio tal portazo que pensó que la chapa se rompería. Cambió sus ropas por unos shorts, se vendo las manos para no moverse del saco hasta haberse calmado pero el acto no hizo mella en su humor.

Maldiciendo a diestra y siniestra, a todo ser habido y por haber mientras cambiaba las sábanas, aventó las sucias en el cesto, de un portazo cerró las puertas de la ducha para sentir el agua fría recorrer su cuerpo cual caricia de flor. Pegó su frente a la pared y cerró los ojos, se concentró en las acciones de su cuerpo bajo el agua, el palpitar de su corazón le arrullo de tal forma que el sueño le golpeó. Se golpeó un par de veces para disipar el estado somnoliento en el que se encontraba, terminó de ducharse para salir con sólo una toalla en su cadera. Prendió el estéreo y la música de AC/DC se extendió por toda su casa.

No se preocupó de nada pues las ventajas de vivir sólo y en una zona media-alta le daban la privacidad que necesitaba. Su madre en varias ocasiones le había pedido que regresara a casa pero la negativa era irrevocable. ¿Para qué regresar si nunca estaban en casa? ¿Para estar solo acompañado de los empleados? No gracias, prefería su soledad que la compartida por el pasado.

Cambiado y con algo en el estómago salió de su departamento, con paso lento y manos en los bolsillos se encaminó al bar citado. Uno donde había vivido las mejores fiestas de su vida en compañía de sus amigos, las borracheras de desamor, de alegría por el término del semestre o parciales, el amor y el comienzo de alguna estupidez de sus vidas. El alcohol en compañía de la música era una adicción a la que no estaba dispuesto dejar ir tan fácilmente. Entro sin la necesidad de decir quién era pues los guardias ya le conocían.

El golpe de la música le aturdió por unos momentos, sus ojos se cegaron ante el cambio tan repentino de luces, su cuerpo vibro al sentir el asfixiante calor producido por todos aquellos cuerpos que se movían al ritmo de la música y actuaban al mandato del alcohol. Bendito sea la oscuridad que los cubría cual velo ante los mirones. Se subió a la barra en busca de sus amigos mientras le gritaba al barman su pedido, escaneo el lugar de arriba abajo marcando a las posibles presas; una cabellera en una mesa del fondo sirvió como faro para él. Bajo, tomo su copa y camino.

Un golpe de calor recibió mientras los cuerpos contrarios se movían a su alrededor, unos seductores, otros sexuales, otras sensuales o algunos otros tensos o nerviosos ante el ambiente que reinaba en el lugar. Se burló en su interior. Gruño al saber que pronto se encontraría entre aquellos demonios. Fue jalado tan bruscamente que la mitad de su bebida se derramó, dispuesto a golpear al osado se encontró con su grupo buscado.

– ¡Kagami idiota! ¿Por qué no llegabas?

La pregunta le exaspero tanto que de un trago se terminó lo poco que quedaba de su bebida. Observó a sus amigos que le regresaban la mirada con burla. Takao, Kise, Himuro, Kuroko e incluso Murasakibara –novio de su hermano– se encontraban en el lugar y, el responsable de tremenda jalada fue Takao.

–No era necesario que me jalaras y mucho menos que me gritaras Takao. – El pelinegro a punto de responder fue callado ante la cercanía del vaso del pelirrojo, un tanto aturdido lo recibió. Elegante caminar, ropas caras, pose seductora en compañía del derroche de testosterona entendieron que no se encontraban con el Kagami de siempre sino el empresario, frío e hijo de puta que abría piernas sin importar el género. Algunos rieron y otros negaron en resignación pues el pelirrojo entraba en aquella actitud cuando entraba al lugar, sin embargo también sabían que algo le sucedía pues no había besado a Tatsuya, Takao o Kuroko como solía hacerlo.

Prefirieron no mencionar nada y esperar hasta que este decidiera mencionar algo. Silenciosamente el pelinegro se fue en busca de más bebidas. Los demás comenzaron una charla para distraerse.

Kagami les escuchaba a medias, no había preguntado el porqué de su presencia y mucho menos les había saludado como siempre. Suspiro frustrado. Observó a Kazunari llegar, se levantó quitándole su vaso para beberse todo de un golpe. Camino a la barra en busca de más.

Diez tragos después ya se encontraba bailando tan malditamente sexual junto a una chica que si no fuera por las ropas que aún portaban seguro ya la estuviera penetrando tan duro que sus gemidos o alaridos se escucharían por todo el lugar pero, para su propia sorpresa lo único que deseaba en esos momentos era bailar. Perderse en las sensaciones producidas por la mezcla de alcohol y música transitar su cuerpo. Se movía con maestría, contorsionaba las caderas con sutileza, sus piernas y brazos con suavidad. Sus ojos cerrados en busca de sentir con mayor intensidad cual orgasmo hechizante, su sistema respiratorio era invadido con agresividad por el sexo, drogas, alcohol y sudor.

Sin embargo cayó de su nube de embriaguez al sentirse aún frustrado y ansioso, por alguna razón estar en aquel lugar no le absorbía del todo, el sexo propuesto por la chica moviéndose a su alrededor no lo ansiaba. Su cuerpo fue perdiendo movimiento al mirar a su alrededor. Sus ojos cayeron en su hermano y pareja, ambos en su nube de seducción, las sonrisas genuinas, los ojos inundados de pasión y embelesamiento por el contrario, pero sobre todo el amor profesado con sus movimientos, las sutiles caricias le crisparon tanto los nervios que la pronta idea de salir corriendo del lugar le asaltó el pensamiento.

Sin aviso salió del bar, se alejó lo más que pudo del edificio como si este se encontrara en llamas, se recargo en una pared de callejón mientras jalaba aire. Su corazón golpeaba con fuerza contra su pecho, sus piernas se volvieron gelatinas. Maldijo al entender que sufría de un ataque de pánico, como pudo caminó. Paso tras paso sentía el aire circular por sus pulmones, cuando se sintió mejor paro, miro a su alrededor encontrándose solo en la calle. Dio una profunda exhalación. Segundos después la lluvia dejaba caer sus mantos.

No le importó mojarse. Camino despacio en compañía de varias exhalaciones más, pensó en las palabras de su padre, el mensaje de su madre, la ira, la frustración, la noche con la chica, los golpes pero sobre todo en la forma de mirarse entre su hermano y pareja. No entendía como las acciones de ellos le habían provocado un ataque, no comprendía, no vislumbraba contestación alguna ante las reacciones de su cuerpo. Suspiro. No deseaba indagar en su subconsciente para obtener la respuesta.

Sus razonamientos fueron cortados por un golpe demasiado doloroso en sus piernas. Al mirar a su atacante por poco se le sale el corazón.

La mirada tan azul que le regresaba la suya le causó un estremecimiento tan sublime como el pensar en aquel par de iris, se parecían tanto a cierto chico que… aquello sería imposible pues a él se le había dado por desaparecido.

–Por favor… por favor señor ayude a mi mami.

El niño de no más de diez años le miraba con suplica, su cuerpo sufría los espasmos del llanto, su labio inferior era mordido en gesto nervioso. Una de sus manos se cerraba con fuerza en su camisa mientras que la otra se encontraba laxa a un costado. Tan parecido a él.

– ¿Señor? – El pequeño jalo su playera en busca de una reacción o respuesta ante su petición. – Señor por favor ayude a mi mami.

Kagami le escaneo nuevamente. Suspiro ante la absurda idea que había cruzado por su mente y se lamentó por lo que iba a decir.

– ¿Dónde está tu mami?

– ¿La ayudará?

–Si.

– ¡Gracias! Muchas gracias señor… – Kagami corto al pequeño con sus palabras.

–Deja de hablar y guíame con tu madre.

El pequeño le tomó de la mano para jalarlo un par de calles. Escaneo el lugar por donde lo llevaba para poder ubicarse y encontrar a la madre del pequeño; unos pasos más y sus ojos se encontraron con un cuerpo arrodillado en el suelo, con una mano se aferraba al poste de luz, a su lado una niña pequeña llorando mientras se aferraba a un ¿peluche? Conforme se acercaba podía escuchar el llanto de la pequeña y balbuceos de la madre que trataba de calmarla pero era tal el dolor que apenas podía hablar.

– ¡Mami, Atenea! – La niña al verlo corrió a su encuentro, el pequeño la cargo con facilidad para su edad. – Deja de llorar Nea-chan, mami nos necesita fuertes. – La niña ante las palabras se limpió las lágrimas, el llanto no cesó pero sí se volvió silencioso. – Señor, ayude a mami.

Kagami sólo le revolvió los cabellos al pequeño para acercarse a la figura cubierta en una gabardina negra, escuchaba los pequeños jadeos dados ante –lo que él suponía era dolor– sin embargo, al acercarse se petrificó, su corazón se paró y el aire dejó de circular.

–A-ay-ayúdame… por favor…

La voz era tan tenue que apenas pudo entender lo que decía, como pudo salió de la impresión inicial para –sin pensar– cargar al hombre entre sus brazos. El gemido alto ante tal acción le indico que su gesto había sido demasiado, le examinó para nuevamente casi presentarse ante la muerte. El chico se encontraba ¿embarazado? ¡Joder! Aquello tenía que ser una broma, una maldita broma.

–Por… por favor ayu… dame…

El cuerpo contrario cayó lapso entre sus brazos. Los gritos de los niños no ayudaban a su cerebro a procesar del todo, los callo con tal mandato que incluso la pequeña dejó de llorar, ambos le veían en espera de cualquier orden como soldados. Les pidió tomar sus cosas y seguirlo, no muy lejos de donde se encontraban se localizaba el hospital donde trabajaba Midorima.

Al llegar gritó por ayuda, un par de enfermeras le recibieron, en compañía de la camilla venía Midorima. Miradas bastaron para comprender que Kagami no sabía nada del hombre inconsciente.

El pelirrojo intentó seguirlos para saber qué sucedía pero una enfermera se lo impidió, antes de marcharse le apunto donde se encontraban el par de niños. Les miro. El niño intentaba consolar a la pequeña. Suspiro cansado ante lo que vivía. Se acercó a los pequeños tomando entre sus brazos a la niña quien se aferró a su pecho, al niño lo atrajo por el pecho a su cuerpo, a ambos les dio palabras de consuelo. Minutos después tenía a ambos llorando cual magdalenas sin control por su… ¿madre?

No supo cuánto tiempo pasó pero afortunadamente los niños se quedaron dormidos después de recibir un baño, comida y ropa de parte de las enfermeras. Él sólo se quitó la chaqueta para mostrar su ropa seca; los niños se encontraban mojados porque ellos habían corrido mientras él sólo se había quedado inmóvil.

Cerró los ojos. El alcohol en su sistema al parecer se había ido después de las impresiones sufridas, se perdió en el cielo a través de la ventana, el tiempo no lo siento hasta que le llamaron. Los niños despertaron. Midorima le llevó hasta la habitación donde se encontraban, antes de entrar este le dijo que después vendría pues el chico apenas podía mantenerse despierto, pero le había pedido verlo junto con sus hijos.

Los gritos de los pequeños se escuchan por todo el pasillo pues la puerta se encontraba abierta, sin darse cuenta una pequeña sonrisa se instaló en sus labios por aquella muestra infantil. Cerro la puerta, se armó de valor para girarse.

– ¡Mira mami, mira! Ese señor te trajo aquí.

–Shh, baja la voz Orión recuerda donde estamos.

–Pechdom mamich. – El pequeño había puesto las manos en sus labios para disminuir el sonido.

–Sólo habla bajito, vale. – Orión asintió. – Perdone a mi hijo pero tiene mucha energía, gracias por ayudarnos ¿Cuál es su…? – Las palabras del chico se cortaron de un golpe al mirar al hombre que le había ayudado. – Kagami.

El pelirrojo se acercó lentamente, en ningún momento dejó de mirar los ojos contrarios, aquellos que más de una ocasión se volvieron su delirio. Sus ojos fueron desde sus piernas cubiertas por las sábanas, la pequeña abrazada a su costado, el otro sólo sentado mirándolo, en sus brazos descansaba un bulto envuelto en una manta amarilla. Subió por aquel cuello acaramelado delgado. Detalló el rostro contrario, su cabello más largo de lo usual atado en una coleta que se deslizaba por su hombro izquierdo, varios mechones enmarcando el rostro, un par de labios blancos que en el pasado fueron la manzana prohíba, nariz pequeña y… ¡Dioses! Ese par de gemas hipnotizantes cual mar profundo.

–Hola Aomine.

–Mami él es el señor que aceptó ayudarnos… mami ¿verdad que él es genial?

Un mundo de pánico se presentó a sus ojos; un mundo inquisitorialmente frenético, de locura sin cauce, y Kagami no pudo estar más de acuerdo con las palabras de Revueltas, pues ante sus ojos se abría un mundo que quizá nunca dejó de existir, sólo se encontraba oculto bajo una oscuridad que él mismo había colocado y para su asombro este venía acompañado de misterios por descubrir.

 

 

Pero, ¿no es así como suceden los eventos más importantes de la vida? Nadie que busque realmente encuentra. La búsqueda es producto de la neurosis. Los encuentros, en cambio, son producto de una ley universal que rige cada movimiento y nos conduce hacia donde tenemos que ir. Nada es casual.

Juvenal Acosta – El cazador de tatuajes

 

Notas finales:

Chan, chan chan ~

¿Qué os ha parecido? ¿Qué tal la vida de Kagami? ¿Y Aomine? Espero les guste esta histroia medio loca nacida de mi laca imaginación. 

Perdonen las faltas ortográficas.

Hasta la próxima.

Yanne.

 :D

 


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