Las sábanas fueron tiradas al suelo de manera efusiva, como si fuese algo de lo cual el pelinegro tuviese un miedo irracional.
—No, no, no
El de nacionalidad china rodó por su cama de apenas plaza y media, moviendo su cabeza frenéticamente.
—No, no y no
Yixing hundió su rostro en el colchón, puesto que sus almohadas habían ido a parar lejos de su litera desde hace ya varios minutos.
—No...
La mano del chico cayó rendida a un lado de su cama. El resto de su cuerpo quedó igual de desparramado en la superficie acolchonada.
Su corazón latía irregularmente, y no era por el hecho de haber tenido una pelea con todos los cobertores existentes en su colchón.
El joven de 23 años sufría una de las primeras fases del enamoramiento, bueno, tal vez no las primeras, pero las revivía cada vez que pensaba en ese nombre tan significativo.
Kim Junmyeon.
No evitó sentir ese revoloteo en su estómago y una sonrisa intentando escapar y surgir en sus labios.
—¡No!
Yixing no podía con esa emoción acumulada en su débil corazón, que cada día se hacía más grande y a la vez, más dolorosa.
¿Desde cuándo había empezado a suspirar como colegiala a la mínima mención de ese chico?
Realmente no tenía la respuesta de ello, fue algo que surgió. No tiene la fecha apuntada en un calendario como un hecho épico digno de contar, pues para el pelinegro, eso solo era parte de la estupidez humana.
Y él era tan estúpido que seguía enamorado de él desde tiempos inmemorables.
Aunque, muy en el fondo, deseaba tener en su calendario la fecha de cuando admitió sus sentimientos por su amigo de nacimiento en Corea del Sur.
Suspiró por incontable vez por culpa de esa persona especial.
Solo había una manera de resolver su pesar.
Se levantó de su lecho, caminando de puntitas fuera de su habitación, acercándose a la puerta contigua y tocándola levemente como aviso antes de empujar ésta ligeramente, asomando su cabeza dentro del cuarto.
—¿Yixing? —el chico de cabellos castaños se tallaba los ojos mientras se incorporaba en la cama
—Disculpa, ¿te desperté?
—No, solo que aplasté mucho mi cara en la almohada —rió
—¿Puedo dormir contigo, Junmyeon?
—Claro —el chino puedo ver su sonrisa a pesar de la falta de iluminación— ¿Tienes de nuevo miedo a la oscuridad?
—Algo así —el más alto prendió una lámpara que reposaba en su mesa de noche
—No importa
Yixing entró rápidamente en la litera de su amigo, acomodándose lo más cerca al cuerpo contrario, pero a la vez guardando la debida distancia.
Un solo centímetro de más y todo podría ser malinterpretado e ir en un rumbo diferente. O al menos así lo ve él.
Junmyeon revolvió los cabellos ajenos, abrazándolo levemente sin darse cuenta de cómo el contrario vibraba bajo sus fuertes brazos y se sonrojaba cual tomate.
—Aun no entiendo eso de tu temor a la oscuridad
El aludido se encogió de hombros, acunándose mejor en el pecho del coreano. Él le había dado permiso para que se acercara. O al menos así lo ve él.
Respiró hondo, inhalando la fragancia masculina que ese cuerpo emanaba.
No necesitaba de cervezas ni tequilas para embriagarse, pues el aroma del castaño le era suficiente. Además que no podía soportar ni el vino.
—Estoy mejor —susurró antes de quedarse dormido
Es mejor combatir fuego con fuego.
***
Un par de ojos se abrieron a primera hora de la mañana, poco tiempo después de que el gallo cantara.
Junmyeon despertó algo somnoliento, sintiendo un cuerpo entre sus brazos.
Sonrió embobado al ver como el pequeño cuerpo de Yixing dormitaba en su agarre.
Levantó el brazo del cual tenía más acceso, acomodando los mechones que cubrían el pacífico rostro del pelinegro.
Volvió a envolverlo con sus extremidades, acomodando su cabeza de nuevo en la almohada, la cual ya tenía marcada una forma circular por la siesta de la noche.
Su corazón golpeteó su pecho cual tambor, incitándolo a fortalecer más el agarre, pero no podía hacerlo.
Podía disfrazar un abrazo de amor en uno de protección, porque eso es lo que debía hacer: apoyar a su amigo con su temor.
Pero si estaba enamorado de él, era obvio que quería protegerlo.
Las palabras se confundían en su mente, siempre terminando en la misma conclusión, siempre buscando una relación con el amor, pero sabía que su amigo nunca correspondería.
Su corazón no dejó de latir fuertemente, pero cada vez que lo hacía dolía.
Zhang Yixing
Ese nombre era hermoso, pero a la vez dueño de muchas noches en vela, en consecuencia, muchas ojeras.
El coreano de 24 años solo se conformaba con poder compartir una amistad muy bien cosechada con el contrario, además de tener hace más de dos años un departamento compartido.
El menor comenzó a removerse un poco, abriendo los ojos pesadamente.
—Buenos días —saludó
—Buenos días —bostezó, viéndose aún más tierno a los ojos ajenos
Se quedó mirando como el pelinegro se acostumbraba a la luz mañanera.
Quitó su agarre lo más rápido posible, intentando disimular un poco la situación.
Pero no es como si él escuchara como su corazón retumba a mil por hora con solo ver su rostro.
Tampoco es como si el mayor escuchara el revolotear de mariposas provenientes del estómago de su amigo.
El castaño se levantó, caminando fuera de la cama para poder empezar el día, y alejar la tierna imagen de Yixing recién despertado con el cabello alborotado en diferentes direcciones.