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Déjame ser tus alas por Thirteen Wilder

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Les agradezco como siempre sus comentarios, me alegra mucho que continuen leyendo la historia :D

Habían quedado unas cuantas dudas que escribiré mejor aqui en caso de que otras personas pregunten.

Esta historia pasa despues de muchos años de lo que ocurre en "Lejos de altamar". 

Es la misma linea de tiempo! Asi que ya se imaginarán lo que pretendo hacer!

Sin mas preambulo, el capitulo :D

Había sangre esparcida por la pared como si fuera pintura, plumas tiradas en  un suelo igual de ensangrentado, gritos que no eran más que una señal del dolor punzante que estaba sintiendo en ese momento.

-¿A dónde mandaste al chiquillo?- jalaban entre dos su ala derecha.

-….- le miró con indiferencia, Hyoga estaba a salvo y era lo único que le importaba.

Su captor comprendió sin tener que insistirle más, ese pajarraco no le iba a decir absolutamente nada de sus planes, sin embargo aquel chiquillo les iba a proveer de plumas pequeñas, las más codiciadas entre los ricos enfermos de poder. No iba a tener ningún tipo de compasión por ese Alado, tomó un mazo y con ambas manos lo levantó para dejarlo caer con fuerza en el radio de la criatura la cual soltó un grito mucho más fuerte que los demás.

Los golpes parecían machacarle las alas, cuando estas solamente colgaban a sus costados, lo encadenaron, dejándolo sucio y herido por más de tres días. Se negaba a cualquier alimento que le dieran los cazadores, simplemente los miraba con calma, como si no hubiera sido maltratado por ellos, no les respondía, simplemente miraba a un punto fijo.

-¿En verdad es este el Alado que nos pidieron?- susurraban un par de hombres fuera de la habitación.

-No tiene nada de especial, lo más seguro es que se hayan confundido, de ser uno con magia ya nos hubiera atacado-

-Estaba recolectando cosas con el chiquillo, seguramente es una clase obrera, aunque tampoco se le ve un cuerpo que indique que trabaje mucho-

-Posiblemente es un hijo de líder, suelen ser unos inútiles cuando no tienen magia-

-Sus alas eran bellas, deberíamos arrancarlas para venderlas, a fin de cuentas el jefe solo quiere su cuerpo con vida-

Los hombres entraron con una mueca psicópata en sus rostros, las alas tan grandes y bellas de esa criatura los podría hacer dejar de trabajar al menos por 10 años. El color levemente rojizo que tenían, los contrastes que se podían apreciar a plena luz del día, otros que en lugares con poca iluminación dejarían impactados. El Alado no hizo mucho para defenderse cuando lo movieron, pudo sentir el primer corte en su piel, el calor de su sangre le iba recorriendo su espalda, tenían el mayor cuidado de que este líquido no ensuciara las plumas.

-¿Ya acabaron?- se dignó a hablar con un tono lleno de paz.

-Estúpido animal, no tienes nada en especial más que tus alas-

El agredido solamente cerró sus ojos, suspiró profundamente girando su herido cuerpo, haciendo a los hombres retroceder. Palpó su herida, llenándose su mano de sangre, la miró con repulsión y después les dedico esa mirada a los hombres.

-No tengo tiempo para esto- susurró, cerrando su mano la cual empezó a brillar

Los cazadores soltaron sus armas, dieron dos pasos hacia atrás. Se supone que ese Alado no tenía nada en especial para ellos, pero lo que veían se convertía en algo terrible; un hilo rojo iba creciendo detrás de la criatura, su sangre había sido cristalizada, junto con las demás gotas que aun yacían desde la anterior tortura hecha un par de días antes. No tuvieron tiempo suficiente para pedir refuerzos, un par de cristales le atravesó el cuello de lado a otro, matándolos al instante.

El rostro del Alado estaba lleno de calma ante el dolor de sus enemigos, esperó pacientemente por otra ración de sangre proveniente de ellos, no le gustaba tener que usar ese método, pero sin la energía necesaria, no podría crear un hielo propio. Paso a paso iba arrastrando el par de alas destrozadas, su espalda no sangraba por haber congelado sus heridas, su visión estaba ligeramente borrosa, pero sus sentidos restantes lo ayudaban para defenderse de cuanto cazador se le aproximara, tenía esa necesidad de salir, sentía que debía ir al exterior, como si ya lo hubieran capturado una vez, una que jamás había pasado en su vida. El dolor era indescriptible, no tenía tiempo para ir a buscar vendas en ese lugar pero, se sentía agradecido que en aquellas circunstancias donde se encontraba solo, el número de cazadores no sería un problema en lo absoluto. ¿10 personas? Era un juego de niños para él. Los 30 que estaban en esa pequeña base fueron cayendo uno por uno, haciendo que la sangre congelada lo siguiera por donde fuera, sirviéndole de escudo y arma al mismo tiempo. Cuando la cantidad había sobrepasado lo que consideraba apropiado, la utilizó para congelar el lugar, destruyendo poco a poco cada arma, cada cadáver, mapas e información extra que llegaran a tener. Vislumbro una salida a unos cuantos metros, estaba aliviado. Suspiro de alivio al alejarse más del lugar, haciendo acopio de la energía que había acumulado durante esos días de captura.

Caminó y camino por el bosque, perdiéndose unos metros al sentirse mareado, caminó sin rumbo cuando escucho una voz.

-¿Hyoga?- susurró, no, no podía ser ese niño.

De nuevo escuchó su nombre aún más fuerte, no reconocía la voz, pero esta le daba una sensación de calma a su espíritu, podía sentirse a salvo si solo la escuchara a ella. Quería a su protegido de regreso, saber que ese niño estaba seguro, y esa voz era una señal.

-¡Camus!- gritó Milo, quien tenía un día de haber seguido las indicaciones de Hyoga, se sentía incómodo gritando ese nombre, oír su propia voz le llenaba de angustia, pero no podía hacer otra cosa.

Había dejado su auto atrás cuando escuchó una explosión en dirección a donde iba, seguramente el tal Camus había escapado, y no iba a perder la oportunidad de ir a buscarlo. Cuando se acercó a donde se había escuchado el estruendo, sus ojos se abrieron de par en par; habían al menos cuatro pilares de hielo atravesando el techo de lo que parecía ser una base, no entraba ni salía nadie y una pequeña cortina de humo se escapaba por una ventanilla.

-¡Camus responde!- volvió a gritar, repitió la misma acción hasta que su garganta le dolía, se daba por vencido segundo a segundo.

-¡Aquí!- le respondió por fin, era una voz débil, cansada.

-¡No dejes de responder!-

-¡Aquí estoy, aquí estoy!- repitió, no tenía energías para seguir, se sentó apoyándose en un árbol, esperando a que ese otro “Alado” viniera en su rescate.

¿Qué sucedía con la acústica del lugar? La voz del Alado le estaba llegando de una manera muy extraña, no solamente la oía una y otra vez, podía jurar que sus gritos de auxilio se volvían peores, pudo oír entre ellos su nombre aunque realmente no lo dijo. Se detuvo tomando su pecho, su espalda le dolía y sus piernas temblaban una sin detenerse.

-¡Aquí estoy!- volvió a escucharlo.

¿Sentía angustia? Probablemente era eso, cada vez que escuchaba la voz del Alado que buscaba, sentía que sus piernas no querían moverse del miedo, pero ansiaban correr para verlo, esa voz, esa voz. Le gritó más veces hasta que el sonido se iba haciendo más cercano, un aroma a sangre y un par de plumas tiradas en el suelo le indicaron que estaba a punto de llegar. Un par de arbustos era lo que se interponía entre ambas voces, corrió con fuerza siguiendo el ruido hasta que por fin se vio libre de ellos, y vio al pobre ser que respondía a cada uno de sus llamados.

Camus estaba sentado, con el cuello extendido hacia arriba jalando el mayor aire posible, sus rostro se perdía entre la sangre y el polvo, su ropa rasgada igualmente manchada de color rojo. Las alas yacían como un vil adorno a punto de caerse con el mínimo movimiento.

-Ya estoy aquí- susurró al ver como el otro abría sus ojos lentamente

-Estuve…esperándote…-respondió de la misma manera, temblando un poco por el increíble esfuerzo que parecía ser el mover sus parpados.

Al momento de abrir sus ojos vio a su salvador, posiblemente estaba ocultando sus alas, así debía de ser. Aquel hombre que estaba ahí no podía ser un humano, le daba una paz absoluta verlo a unos metros de distancia, inclusive su voz le acarició los oídos y, si podía exagerar, el alma.
Milo se acercó con sigilo hasta ese árbol, no quería hacer un movimiento en falso tras las indicaciones que Hyoga le había dado, si su protector había escapado solo de esa base, era porque tenía una fuerza increíble y no iba a contenerse contra un humano cualquiera como él. Al verse más cerca se dio cuenta de la mirada penetrante que recibía, se quedó pasmado al ver que detrás de aquella expresión de temple había una mirada que podía incendiar aquel bosque de un momento a otro. Una expresión que era la mezcla de muchas emociones, entre ellas, la confusión del momento.

-¿Camus?- inclinó su cabeza con suavidad

-¿Quién eres?- lo detuvo con su voz

-Soy Milo…vine por ti-

-Ah…ya veo…-se tranquilizó con su cercanía, hasta que vio en su cuello un colgante lo suficientemente familiar- ¿De dónde sacaste eso?

-Hyoga me lo entregó

-¡Lo robaste! ¡Humano repulsivo!- de algún modo se las ingenió para forcejear con el moreno, le quitaría el colgante de uno u otro modo.

Milo no sabía qué hacer en ese momento, atacarlo sería una pésima idea, no quería terminar convertido en un pedazo gigante de hielo rojo, así que solo se dedicó a esquivar cuanto manotazo le diera. La mirada había cambiado drásticamente, ahora solo expresaba furia y odio.

-No tengo tiempo para esto…lo siento- con un par de movimientos agiles logró noquearlo.

Ahora con un pájaro gigante herido e inconsciente tenía la tarea mucho más difícil, debía arrastrar con él hasta su auto e ir directo a casa de Aioria sin que alguien más los viera. Estaba agradecido infinitamente con la suerte que había nacido, no tenía ningún plan de contingencia en caso de que tuviera que entrar a la base. ¿Qué iba a decirles? “Señor cazador ¿Podría liberar al Alado por favor?” Posiblemente aun tenia demasiada confianza en que la gente cambiaria de bando con un par de palabras amables.
Lo miró varias veces en el asiento trasero, lo cubrió con una manta lo suficientemente grande para esconderle las alas, su rostro estaba sereno, no se despertaba ni se molestaba cada que pasaba por un mal camino, ese descanso forzado era lo que necesitaba y quizá muy en su interior se sentía seguro por estar con alguien que su protegido había enviado.

Tratar de sacar al Alado de su coche fue la peor parte, las enromes extremidades volvían a colgar y Aioria estaba espantado, lo bueno era que el pequeño pajarillo estaba dormido para no ver esa situación tan incómoda para todos. Con cuidado lo recostaron en la mesa y limpiaron cuanta herida tenia, algunos huesos estaban a pocos golpes de ser destrozados, unas puntadas por aquí otras por allá, su rostro por fin volvía a su forma normal al pasarle agua tibia a su cuerpo.

-¿Qué vas a hacer con sus alas?-

-Hay que sedarlo primero- sacó una jeringa con la droga suficiente para dormirlo como por dos días

-¿No crees que es demasiado?

-No quiero reflejos y es lo mejor de todo, si duerme no se moverá y podrá sanarse más rápido, además lo que viene no va a gustarte-

-Vamos a tener que acomodar todo en su lugar ¿cierto?- Aioria asintió- Está bien…. ¿Vas a hacerle un entablillado enorme?

-No creo…los huesos grandes fueron los únicos que están mal

-Y hace dos días dijiste que no eras veterinario

-Milo, sé leer a diferencia de ti. ¿Sabes qué hacer con Hyoga? ¿A dónde vas a ir a dejarlo?

-Él va a querer quedarse aquí hasta que sane-

Tras acomodarle los huesos, poner los medicamentos y vendar a la criatura, lo llevaron entre ambos a una habitación de huéspedes, su cuerpo era increíblemente pesado con todo lo que le pusieron encima.

Pasaron los días y aquel hombre seguía durmiendo profundamente, había paz en su rostro, una que ni el propio Hyoga había visto antes. Sin embargo en sus sueños algo lo estaba perturbando, podía verse a él mismo rodeado de una sensación fría, como si estuviera siendo observado por otros que no podía ver.

“Milo…Milo vino por mi…”

Pudo escuchar su propia voz, posiblemente con un tono de alegría, uno que hace tiempo no había escuchado en sí mismo.

“-Camus…aquí estoy-“

¿Era la voz del humano? ¿De qué trataba ese sueño? No podía ver absolutamente nada, la voz, la voz la escuchaba por primera vez, pero esas palabras parecían un recuerdo. Trató de despertarse más de una vez, estaba desesperado, sentía una sensación helada recorriéndole el pecho, arrebatándole el aire, poco a poco esa extraña oscuridad de su sueño pretendía llevarlo lo más profundo, pero se resistió y por fin pudo abrir los ojos.
Miró a su alrededor, la habitación era lo suficientemente grande para la cama y un par de muebles más, una ventana cubierta por una gruesa y pesada cortina de diferentes tonalidades en marrón, dos sillas al lado derecho de la cama le indicaban que había estado siendo atendido al menos por dos personas, miró sus brazos llenos de vendas, su pecho apestaba a una loción de eucalipto, con mucha dificultad logró sentarse, palpó su espalda con horror al no sentir sus alas tirantes, aún seguían ahí, pero no podía sentirlas, seguramente aquel humano lo había drogado para ahorrarle un poco de dolor. Ese humano lo había ayudado, nada de eso tenía sentido.

-¿Maestro?- la puerta se abrió, el pequeño Hyoga traía una pequeña charola con agua fría, sus ojitos le brillaron al verlo por fin despierto- ¡Esta despierto!- manteniendo un poco la compostura dejó aquel recipiente con agua en una mesita, corrió directo a la cama y sin pedirle permiso le dio un abrazo.

-¿Por qué le pediste ayuda a ese humano?- se quejó un poco por el dolor.

-No tuve de otra, él estaba cerca y me ayudó-

-Cualquier otro te hubiera ayudado ¿Qué tal si era un cazador?

-No vi que fuera peligroso y…

-¡Ten más cuidado la próxima vez!- normalmente no le gritaría, pero había estado terriblemente preocupado- Ellos te hicieron cosas horribles, y por poco mueres

-Estaremos bien maestro- seguía con la mirada baja, la reprimenda no se la esperaba tan pronto.

-Polluelo, tengo tu pomada y… ¿Ya despertó por fin el pingüino?- Milo disfrutó de ponerle nombres de aves.

-¿A quién le llamas pingüino, animal?

-Obviamente a ti- le sonrió con malicia- Aparentemente estas mejor, de nada

-No necesito de tu ayuda, nosotros podemos usar magia para recuperarnos

-Maestro, por favor- se interpuso entre ambos –Milo y su amigo han hecho muchas cosas por nosotros-

-Solo quiere que estés a su favor, los humanos son así, sé bien lo que va a hacer contigo si se lo permites, o lo que pretenda hacer conmigo-

-Pingüino puedes creer lo que tú quieras, ser paranoico, odiarme  y verme feo a la hora de la cena, pero me deben la vida- en un día normal Milo no diría tales palabras, pero ese Alado no tenía ni 5 minutos despierto y ya lo irritaba- Los dejaré solos…- dicho y hecho, se dio la vuelta para estar lejos del mayor.

-Maestro, Milo no es una mala persona-

-Hyoga, el niño con el que jugabas tampoco lo era en un principio,  y nos tendió una trampa con los cazadores. ¿No aprendiste nada con eso?

-Lo siento-

-Recuperare energía y cuando eso suceda voy a sanar mis alas, nos vamos a ir de este lugar sin decir nada-

-Pero…

-Ya te lo dije, son humanos, ninguno tiene buenas intenciones

-¿Lo dice por su hermano Degel?- miró a otro lado en la habitación.

-Sabes bien lo que pasará con nosotros si fraternizamos con ellos por más tiempo- suspiró- mi hermano cayó en manos de un humano también, se enamoró y por eso seguramente está muerto ahora.

- ¿Por qué debería de estarlo?

-Aun eres demasiado pequeño para saberlo, pero sé que eres un niño muy precavido- le dedico una mirada menos dura- Nosotros somos criaturas que podemos amar, es obvio, pero este amor que nos caracteriza no es bueno. Solo podrás enamorarte una vez, lo harás con locura, te perderás en el ser amado y solamente desearas vivir con él y para él. Si uno de nosotros llegase a enamorarse de un humano, moriremos junto a esa persona, no importa la situación, tu vida dejara de tener un sentido y la muerte va a ser tu única opción-

-¿Por eso debemos alejarnos de los humanos? ¿Por qué mueren fácilmente?-

-Los cazadores aprendieron eso, se dice que hace muchos años atrás, una flotilla que navegaba, se topó con una sirena, esta se enamoró profundamente de uno de los pescadores, el humano aprovechado de su amor incondicional la traicionó, poco a poco se fue haciendo popular esa sucia estrategia, y con nosotros es increíblemente efectiva. Aquel hombre vivió lleno de lujos, aprovechando los deseos que aquella sirena estúpida le concedió.

-¿Tampoco podemos ser amigos?

-Es mejor no crear un solo lazo…

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!!

Hasta el proximo capitulo!!


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