“-El primer beso sabe a lluvia. El ultimo sabe a oxido...-
Recuerdo que alguna vez vi aquella frase en uno de los tantos libros que he leído. Creo que fue en una novela de amor dramática. Una historia que solo podía existir en la imaginación de alguien solitario que, encerrado en su cuarto, deja volar sus ideas cursis y fantasiosas corrompiéndolas para dejar sufriendo a sus lectores con espíritu débil… de ese tipo de personas que realmente cree en ese sentimiento llamado amor.
-Amor…-
Una palabra llena de distintos significados, pero ninguno claro.
Alguna vez leí que era tratado como un problema mental ¡Ja! Creo que eso es lo más acertado. Una enfermedad que te quita los sentidos y te hace alucinar llevándote al borde de la locura… ¿Qué hacer para no enfermarse de algo tan común?
Yo… no pude encontrar la respuesta…
Aquel magma dentro de su hermoso iris fue lo que me contagió. La enfermedad se propagó por mi cuerpo haciendo que mis ojos lo siguieran. Mi mente se llenó de recuerdos y sueños cada vez más extraños. Día tras día lo anhelaba e imaginaba mil formas de tenerlo, pero cada una era más imposible que la otra.
Mi primer día de universidad fue el decisivo. Sus inesperadas palabras fueron simples y salieron a tropezones, pero logró que la enfermedad se apoderara de mí.
-Me… ¡Demonios esto es difícil!... ¡Me… me gustas!... ¡Se… se mi novio!...-
Después de mi respuesta, descubrí que el sabor de la lluvia es real y quedé totalmente enfermo de amor…
Comenzamos a vivir juntos dos meses después. Dejé mi casa, mi comodidad, mi futuro, todo para estar junto a quien me llenaba de cariño.
Me enseñó a entender la belleza del cielo visto desde la ventana de nuestro cuarto. Me mostró lo débil que podía ser entre sus brazos. Descubrió como hacer que mi cuerpo vibrara con solo el rose de su aliento sobre mi piel.
Yo era feliz ¡Realmente feliz! Entonces… ¿Qué hice mal?...
Al comenzar a trabajar, la distancia apareció…
Siempre uno llegaba mas tarde que el otro y pasaban semanas sin que pudieran conversar. También el teléfono dejó de sonar. Los mensajes ya no aparecían en mi correo por mucho que los esperara.
-¿Esto se está terminando?-
Recuerdo que esa fue la pregunta que detonó todo lo que pasó después…
Aquel brazo mucho más largo que el mío me tiró a la cama. Mi ropa desgarrada quedó sobre el cobertor gris oscuro. Las protestas murieron en mi garganta para dar paso a un grito seguido de lágrimas involuntarias… lo único que recuerdo bien, fueron las marcas rojas y moradas que mostraban lo que pasó después que me desmayé.
Mi cuerpo aun siente el dolor de ese día, los demás que vinieron no se compararon a ese. Debe ser porque ese fue el único que me tomó por sorpresa, yo sabía que no había vuelta atrás.
¿Cuántas veces pasó lo mismo? Prefiero no intentar contarlas.
¿Debería haber dicho la verdad cuando me preguntaban sobre las marcas? Lo mas probable es que sí.
¿Por qué les mentía a mis amigos? No lo se, tal vez porque estaba enfermo… enfermo de algo tan grave como el amor.
-Lo siento… perdóname… perdóname…-
Mis oídos ya comienzan a fallar. Miró tus labios, pero no se lo que intentas decir. Alucino pensando que me pides perdón… ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Esas palabras son imposibles para ti! De la persona llena de ternura que llegué a admirar, no queda nada. Ahora solo eres los restos de esta maldita enfermedad que aun me hace creer en fantasías… fantasías como que tu hermoso iris volvió a brillar mientras me miras…”
El hombre acostado de espaldas en la espaciosa cama de cobertor gris, levantaba una de sus manos para acariciar la mejilla del hombre sobre el. Las lagrimas bañaros sus delgados dedos manchados con el líquido carmesí que brotaba de su propio vientre y manchaba todo a su paso.
-Taiga…- su voz era débil y una sonrisa se dibujó en sus finos labios mojados con la sangre que escurría por ellos -… ¿Po… podrías besarme?...-
Sin contestar, acercó su boca para depositar un suave beso. Un beso lleno de arrepentimiento. Culpa y desesperación. Sus labios temblaban mientras se separaba y lo volvía a mirar.
Rió muy bajo mientras sus ojos se cerraban –Así que… era mentira…- sonrió exhalando lentamente -… mi ultimo beso… también supo a… lluvia…-
-¿Seijuro?- el mas alto lo movió repetidamente, pero no recibió respuesta alguna –Yo… yo lo hice…- comenzó a reír escandalosamente mientras el llanto llenaba todo su rostro -¡¡Lo hice!! ¡¡¡Soy un maldito bastardo!!! ¡¡¿Por qué no me pude detener?!!- tomó el cuchillo que había dejado al lado del cuerpo inerte vestido con un ligero pijama y cortó sus muñecas dejándose caer a un costado en la cama.
Miró por última vez al que había sido su amante durante todos esos años y puso la cabeza sobre uno de sus brazos acurrucándose mientras su conciencia se perdía…
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Un hombre de cabello azabache y ojos grises, vertía agua clara sobre aquella piedra con dos nombres tallados. Prendió un incienso mientras un muy alto hombre de cabello y ojos violeta llegaba junto a el y ponía un platito con dangos en medio de las varitas que se quemaban.
Ambos juntaron sus manos y rezaron en silencio un largo tiempo antes de despedirse con una reverencia y salir juntos de aquel lugar.
-Muro-chin…- el azabache lo miró -… ¿Crees que podríamos haberlo evitado?-
-Tal vez…- observó el cielo –Tal vez si hubiéramos insistido mas en vez de conformarnos con lo que nos decían todo sería distinto- suspiró y volvió la vista al mas alto que lo observaba –Ahora solo nos queda lamentarnos por no evitarlo y extrañarlos-
Miraron hacia el frente para seguir su camino. El mes siguiente, como ya era su rutina desde hace varios años, volverían al mismo lugar para repetir los mismos rezos frente a aquella piedra que contenía los nombres de sus amigos mas queridos… los amigos que no pudieron ayudar.
Fin