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Un alma rota en un cuerpo oxidado por chocolatyaoi

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Notas del fanfic:

Discleamer: los personajes que utilize en esta historia no son de mi propiedad y este fanfic solamente esta hecho sin fines de lucro para interezados en este pareja.

Quizas... Tal vez me pase con la violencia hacia Rigby xD tal vez

Notas del capitulo:

Como dije anteriormente quizas no fui muy suabe con el pero bueno, la relacion entre Mordecai e Rigby tardara en darse firmemente por obias razones, al igual o mas larga que la relacion que planeo crear de Chad y Jeremi en esta misma lina de tiempo.

Esos ojos miel, derretidos entre un destino de agonía y una felicidad inexistente. Apresados en la superficie de un glacial a unto de hundirse por completo. Sus manos ya desechas por el frio y su garganta desgarrada de tantos lamentos y gemidos de auxilios. Simplemente deseando que en cualquier momento llegase el ansiado momento en que su cerebro se apagaba y lo único que pidiera hacer fuese soñar a través de un pasadizo de imágenes devastadoras ignoradas olímpicamente. Pero ese momento no llegaba.

Otra embestida más sacudió su cuerpo al par que las cadenas que lo sostenían causaban un sonido oxidante, pero ya ningún sonido aparte de ese se escuchaba en el aire. Centenares de embestidas siguieron a la primera con un único propósito enmarcado en oro, destrozar todo dentro de él, hasta que la última lagrima se diese y todo fuera llenado con un blanco más impuro que aquel acto.

Sus ojos observaban al tipo sin observarlo realmente. Al parecer esto desquicio al tipo porque inmediatamente al percatarse que este no reaccionaba a una mueca de disgusto aproximo su mano hacia el cuello del más joven empezando a ejercer presión justo donde se encontraba la tráquea. Nuevamente ese brillo por vivir apareció en sus ojos y en un intento vano de separarse del tipo comenzó a forcejear por su tan preciado oxígeno. Las manos de él no se comparaban con las manos que lo sujetaban, estas eran más secas ásperas y grandes en comparación a las suyas que más que parecerse a las de un hombre eran tan delicadas como las de una joven. Las uñas de aquel hombre se clavaban en su piel como agujas dejando a su paso orificios de los cuales tinta roja fluía. Sus piernas zapateaban en busca de un escape solo logrando que el trozo de carne dentro de él se enterrase más, lentamente su rostro fue tornándose blanco y sus orbes se dirigían detrás de los parpados bañados en gruesas pestañas negras.

El Gorila dejo de ejercer presión y alejo su mano del delgado cuello comprobando que este ahora tenía cinco marcas moradas justo donde se denotaban las venas, además de ahora tener un collar de sangre rodeando y decorando las marcas. El tipo soltó un improperio ronco que Rigby no logro escuchar ya que este se encontraba muy ocupado intentando regresar con profundas bocanadas y gemidos quedos el oxígeno que se le había arrebatado. El blanco de su rostro se desvaneció regresando a su típico color moreno claro y sus orbes miel regresaron a su sitio solo con la diferencia de que ahora observaban con rabia y miedo reprimidos al hombre que tenían a centímetros.

—Oh ¿qué?, me vas a decir que el matarte no estaba en el trato—sonrió burlón el tipo el tanto daba profundos golpes en el interior del castaño.

Otra vez la mano se aproximó a su rostro y Rigby por naturaleza cerro fuertemente sus parpados. Esperando por un golpe, pero la mano acaricio suavemente su rostro, aunque a Rigby mas bien le pareció que a cada centímetro que tocaba se mejilla ardía en llamas. La caricia no se prolongó mucho porque la mano descendió hasta su barbilla obligándolo a voltear la cara y quedar de frente al monstruo.

—Mírame cuando te hablo, puta—lo último que dijo pereció más bien un escupitajo toxico lleno de malicia, pero aun así sus parpados se abrieron lentamente—no page toda esa cantidad de dinero para que te quedes callado— dijo haciendo un ademan con sus manos.

Si, ese tipo había pagado una fuerte suma de dinero para que Rigby estuviera solo con él por todo el día. Rigby no era precisamente de los que encabezaban el menú para los más sádicos de aquella pequeña ciudad, no, él era más bien un trofeo. Solo los peces gordos en billetes verdes podían tocarle, no solo por el hecho de que su belleza era sobre medida y que aquellas facciones eran difíciles de encontrar en un joven, no, el mayor echo era que él tenía 20 años. Era mucho más joven que cualquiera que trabajase en ese lugar, bueno él y su mejor amigo Chad. Ambos compartían la misma edad, la misma estatura, el mismo color de cabello todo igual a excepción del color esmeralda que el otro poseía. Pero aun así todos dentro de aquel recinto insistían en decirles “los gemelos” a pesar que no compartían lazo de sangre alguno. Solo aquellos 2 seres se les consideraban como deidades y eran justamente la atracción principal dentro de aquel demacrado lugar. Pero como anterior mente dicho, se debía tener una gran cartera para poder comprar una noche con alguna de las dos divinidades.

Rigby comprendió entonces cuando aquella gruesa mano callo en su mejilla izquierda que si no empezaba siquiera a gemir fingidamente lo más probable seria que acabase lleno de golpes. Y no se podía dar el lujo de que eso sucediese, ya que si lo encontraban poco atractivo… acabaría muerto, por sus jefes o por la aplastante ciudad que pese a su diminuta cantidad de habitantes se desplazaba rápidamente como la más peligrosa del condado.

Gemidos inundados en dolor sonaban como una melodía dolida mientras que suplicantes gotas se resbalaban por su suave rostro. La música estruendosa de afuera empezó a sonar atravesando las puertas y toda superficie llegando a los oídos de los dos.

bien, solo le quedan 20 minutos” pensó Rigby

El hombre que hasta el momento estaba disfrutando del primer sonido que producía su acompañante, frunció el ceño al notar que solo le quedaban 20 minutos. El trato mencionaba muy bien que solo tenía hasta las nueve y media de la noche para con el muchacho y el espectáculo de afuera indicaba que el local había abierto a deducir las nueve y diez minutos. Soltó un gruñido profundo y salió a pasos apresurados de adentro del menor causando que este jadeara de dolor. Se movió hasta la cabecera de la cama de donde lo tenía sujeto y elevo su pierna hasta dejarla donde estaba el hombro contrario de Rigby, en un rápido movimiento quedo arrodillado frente a la melena castaña del menor.

—veamos si esa boca no es solo para quejarse— nuevamente esas manos recorrían su cuerpo esta vez situándose en su cabellera, estrujando con fuerza las hebras de cabello.

Empujo el rostro de Rigby contra la gruesa erección que este tenía enfrente. Por un momento Rigby pensó que el tipo habría gastado todos sus ahorros en follarle y por eso no habría de tener dinero para pagar el sistema de agua en su casa, porque el olor que desprendía el miembro no era para nada agradable a su criterio. Podía sentir como las venas rente a su mejilla rojiza se endurecían para permitir el paso de sangre. Nauseas empezaron a marear su sistema.

Renegándose a tragarse sus náuseas y enterrarlas lejos  en  algún lugar lejano, introdujo el pulsante trozo de carne en su cavidad mientras el sujeto arqueaba su espalda en satisfacción y suspiraba con gozo. La velocidad era definida por el mismo tipo después de avisarle a su acompañante que si se dignaba a morderlo le arrancaría los diente uno a uno mientras este aun estuviese consiente.

Cada vez sentía que ese miembro no parecía tener final, llegaba hasta el fondo de su garganta con un sonido húmedo de ahogamiento y regresaba hasta su lengua donde encontraba el sabor a sangre de su misma entrada que anteriormente había sido abusada. Solo bastaron unas cuantas estocadas profundas para que el tipo gimiera guturalmente y toda su semilla se derramase dentro de la humada cavidad. El asco nuevamente lo detuvo pero al levantar la mirada exhausta se encontró con los negros ojos del sujeto que le miraban expectantes—sabía lo que pasaría si no se tragaba eso— y matando a su orgullo de un solo tiro, trago toda la sustancia.

El hombre sonrió complacido y fue entonces que se bajó de la colchoneta improvisada, recogiendo cada una de sus pertenencias y anotando un número en un pequeño papel que luego se lo lanzo al castaño. Cuando el hombre al fin se encontró vestido saco de su chaqueta una llave y abrió las cadenas que ataban a Rigby—teniendo en cuenta que este no podría moverse en un largo rato— le sonrió con sorna y se dirigió a la salida dejando como último recuerdo el olor impregnado en el cuerpo del moreno y un chirrido al metálico de una puerta vieja y carcomida cerrándose.

“¿Por qué?” se preguntó Rigby.

Intento sentarse, pero un inmenso dolor en su parte trasera se lo impidió inmediatamente. Reparando en el hecho de que no había siquiera visto su cuerpo de la cintura para abajo, agacho lentamente la cabeza encontrándose para su desagrado un gran charco rojo bajo suyo. Paso uno de sus antebrazos por su boca escupiendo con desagrado el resto de aquel líquido. Sin poder contenerse lagunas de agua empezaron a bañar sus hermosos ojos en un frenético arranque de ira. Aun en esa posición sujeto con fuerza el borde del colchón para luego subir su mano cerrada en un puño y precipitarla sobre el mismo, incluso la madera bajo suyo crujió ante el golpe repentino al cual le siguieron pequeños quejidos silenciosos.

Solo en ese momento Rigby se percató de lo solo que estaba.

Luego de estar en esa posición como alrededor de diez minutos, un chirrido se hiso presente nuevamente captando solo un poco la atención del lloroso muchacho. Era Chad quien lo observaba desde el umbral con una expresión de tristeza. Más que nada por ver a su amigo así. Todavía recordaba la primera vez que le vendieron, pero recordaba aún más a Rigby que lo acompaño hasta el último momento. Se aproximó rápidamente y cuando se hallo lo suficientemente cerca como para poder ver los rastros de sangre que llevaban a su amigo lo sujeto de una muñeca y lo atrajo hacia el abrazándolo con fuerza.

— ¿por qué?...—aunque la pregunta no tenía pies ni cabeza, Chad la entendió justo como la primera vez.

—no lo sé— el tono de Chad no era del todo dulce pero lograba tranquilizar al castaño a su manera.

—Por favor llévame al baño—

Chad asintió y sujeto a Rigby por debajo del hombro y apoyo una de las manos del contrario por sobre su cuello. El piso estaba frió y Rigby pudo sentirlo ya que se encontraba descalzo, las baldosas mal colocadas escondían bajo sus cimientos pequeños hormigueros que se confundían con la mugre del lugar. El trayecto al baño se concluyó como se inició en silencio total y como único recordatorio de vida aquella estruendosa música del tipo que contiene letras indecentes y nada cultas.

Rigby se apoyó del lavabo con ayuda de Chad—el cual ya suponía lo que vendría—  se observó en el espejo sucio y roto colgado con un simple tornillo en la pared. Sus ojos miel no eran más que dos fosas bronces y negras, abandonando cualquier brillo y color natural que antes tenían y lizos tramos de cintas rojas se encaminaban a su pupila desde lo blanco del ojo. Agacho la cabeza y se llevó dos dedos al final de su garganta, empezando así las horcajadas repetidas. El sabor ácido del bilis en su lengua elimino rápidamente los rastros que el amargo tipo había abandonado en su ser.

Chad desvió la mirada a un punto oculto en la habitación tras de él, concentrándose en la música y no en los sonidos vomitivos que dejaba su amigo a cada segundo. A Chad le desagradaba ver a su amigo en ese estado cada vez que pasaba por eso.

En esos momentos era cuando Chad pensaba que después de todo no hubiera sido mala idea atragantarle esa pastilla a Rigby cuando pudo.

Esa misma pastilla que lo alejaba del mundo por ciertos instantes, aunque solo fuese para ignorar lo que le ocurría en ese estado y regresar peor que antes.

Se preocupó cuando los sonidos cesaron y solo se escuchaban pequeños sollozos. Su amigo era muy coraza dura como para llorar solo por algo que ya no era coincidencia ni espectáculo especial.

—¿Rigby?—pregunto en un susurro mientras sus pies se desplazaban con pesadez adentro de aquel cuarto.—¿todo bien?.

—…si… yo solo…pensaba— su mirada no abandono el manchado lavabo en ningún momento, pero Chad puedo notar claramente como una gota resbalaba por su mejilla y caía dentro de la taza de cerámica.

—sé que me mientes— dijo Chad esta vez en serio.

—No te miento— dijo observándolo con el rabillo del ojo, sin abandonar su posición.

—Ok…está bien si no quieres decirme— soltó un bufido molesto y se recostó del umbral dándole la espalda a su amigo.

—es…es mi madre—dijo el joven en un susurro melancólico.

—¿Qué sucedió con ella?— pregunto Chad ahora un poco más preocupado y dando una vuelta, a sabiendas que su amigo había empezado a trabajar en eso en primer lugar por ella y por su hermano. Y no es que la señora le callera mal, al contrario. Pero debía admitir que vivir del cigarro no conllevaba a nada bueno después de todo.

—Empeoro— levanto su cabeza y sintió como sus ojos se inyectan en lágrimas y venas rojizas.  Y como unos suaves brazos lo sujetaban alrededor de su espalda con fuerza compartiendo su dolor.

                                                                -*- . -*- . -*- . -*- . -*-

El ajetreo en ese lugar no podría ser más escandaloso si no fuese por aquel subordinado intentando calmar las cosas. Sus ojos azules viajaron por cada compañero que se deslumbraba a través del vidrio de poliéster que lo separaba del ajetreo central que al parecer fue causado por un accidente con un café, el cual parecía estar caliente, que de seguro cayó sobre unos papeles aparentemente importantes. A pesar de su cargo como jefe no podía evitar aunque fuese una risita socarrona, a observar sin ser observado, como un pequeño niño que causa una gran travesura y  observa todo sin ser descubierto desde las sombras  del más profundo y frondoso arbusto con un cartel sobresaliente que cantaba el nombre de  “inocente”

Su melena  azul se encontraban recogida con una muñera negra que hacia juego con los pocos mechones negros que sobresalían hacia afuera de está dando la ilusión de lienzos desembarcados. Su rostro perfilado pero firme mantenía una mirada sobre los archivos misteriosos que se decoraban con tres fotografías  de tres sujetos que conocía muy bien por experiencia propia.

Rolwids Alwais.

Miracles Andres.

Y Roxen Jaden.

Tres sujetos que no tenían nada económico por lo cual preocuparse. Tres sujetos que tenían su vida resuelta, una esposa fina y más de un heredero al banco. Tres sujetos que conoció personalmente durante su condecoración como Jefe oficial, y los mismos sujetos que le brindaron su bendición para su nuevo ascenso apenas conseguido a sus 25 años. Y por lo que oía fieles cristianos.

Ahora la pregunta que no dejaba de hacer se era, por qué aquellos sujetos se encontraban en su gran mesón de investigación en ese momento. Sonrió amargamente y se masajeo las sienes para después sorber de su café hirviente.

“¿Por qué siempre son los que luces menos culpables?”

Suspiro pesadamente y observo la fotografía que yacía al lado opuesto de uno de los grandes estantes que contenía su ordenado cuarto. Eran él y su perro un Husky siberiano tan blanco como la nieve y justo en su hombro un Azulejo glamuroso se lucia para la foto. Volvió a sonreír  y comenzó con su olvidado papeleo. Pero justo cuando se dedicaba a firmar algo de suma importancia a puerta de vidrio golpeo el extremo de una pequeña maceta indicando que lo que sea que lo hubiera abierto tendría sus motivos importantes.

Alzo la vista con el ceño fríamente fruncido en negación, dirigiéndole una mirada voraz al que había osado entrar sin permiso en aquel recinto.

—D-Disculpe jefe, pero, nos acaban de notificar que el señor Miracles acaba de salir de la ciudad— dijo el subordinado jugando nerviosamente con sus dedos.

—Aja…¿y?—pregunto Mordecai aún más enojado.

—su esposa nos indicó que el iría a una reunión al sur del condado, pero… se dirige al norte en este momento.

La ira contenida desapareció dando paso a una oportunidad de oro, para incriminar o des-confabular a los señores que más de una sola vez habían causado dolores de cabeza dentro de su ya muy ajustado papeleo.

La sonrisa en su rostro confundió y asusto a su subordinado quien lo miraba expectante desde el umbral.

—preparen los autos y carguen sus armas, nos vamos de casería—

                                                                   -*- . -*- . -*- . -*- . -*-

Luego de llorar desconsoladamente sobre el hombro de su amigo, este último le informo que si no se daban prisa no podrían cubrir adecuadamente el moretón que tatuaba la mejilla de Rigby. Este al recordarla acerco su mano con delicadeza y sintió como la piel de aquel sitio todavía ardía y escocia.

Hoy era día de bailarinas exóticas. Precisamente de la india.

Y ellos como siempre serian la actuación principal.

Se aproximaron a los “camerinos” los cuales contaban de dos espejos y dos sillas que tenían enfrente solo los maquillajes básicos. Base, polvo, rubor, sombra…

Sin importar cuantas veces lo hicieran, todavía ninguno de los dos se acomodaba a la sensación de tener mascaras en polvo cubriéndoles el rostro a plenitud. Más aun cuando tenían que contenerse los estornudos.

El traje contaba únicamente con cuatro piezas de ropa. Típicas de las bailarinas de la india. Prácticamente transparentes. Y unos zapatos brillosos de tela.

El atuendo de Chad era gris con lentejuelas, mientras que el de Rigby era un tono más bien amarillento e igual que el de Chad con muchas lentejuelas.

No saldrían hasta el final, y su coreografía— a palabras de Rigby—  sería como un par de serpientes ciegas buscando agua. Lo cual tenía algo de cierto en ello ya que los movimientos eran demasiado flexibles para el gusto de ambos. Aunque no es que ellos fuesen del todo rígidos.

Un pitido les indico a ambos que ya era su turno para entrar en escena. Subieron con pesadez las escaleras roídas hacia el escenario, se observaron son un suave suspiro y entraron en aquel espacio de veinte minutos en donde todo era paz y compañía mutua. En donde los silbidos y alaridos de los hombres quedaban a segundo plano.

Sus cuerpos  danzaban como flamas movidas por la brisa. Dos almas sin rumbo que luchaban por mantenerse en pie apoyándose  la una encima de la otra. Las telas que ambos sostenían con as manos flotaban en el aire como si el tiempo se detuviese. Sus piernas se alzaban con elegancia  y se alargaban por encima de sus hombros. Sus pequeños cuerpos jugaban con el espacio que se les entregaba e  Insinuaciones creadas por el mismo coreógrafo se llevaban a cabo entre aquellos dos “gemelos” solo con el rose de sus cuerpos. Y justo en el último paso, en donde ambos rozaban sus labios sin llegar a tocarse la entrada principal se abrió de golpe con un sonido seco.

Una bota militar se hiso ver seguida de una melena azulada y varios otros personajes que empezaban a aglomerarse en la entrada.

—quedan todos bajo custodia—

Notas finales:

ojala les guste. Recuerden reviews igual a vida :,v


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