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El último partido por Fullbuster

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Naruto se levantó del suelo dispuesto a marcharse. No había dado ni dos pasos alejándose del otro chico rubio cuando volvió a girarse. Aún le costaba asimilar algo como aquello. Cinco puñaladas no eran un simple accidente y estaba convencido de que ese chico no le había contado todo, ni siquiera había indagado en lo que pasó tras aquel atraco. Prefirió dejarlo estar por el momento, quizá en otro momento más tranquilo podrían hablar de todo lo ocurrido. Ahora su principal preocupación era disculparse con Sasuke pese a tener un segundo problema… ninguno del equipo excepto Deidara le quería como entrenador.


Resopló antes de seguir caminando. Todo se había vuelto complicado desde la aparición de Sasuke en aquella isla. Se detuvo de nuevo. ¿Era eso cierto? Por un momento pensó que sí pero no era cierto, su vida ya había sido complicada desde antes de que ese chico apareciera, él sólo era otro acontecimiento más en su vida que debería superar como hizo con los anteriores problemas. Solventaría el problema que ahora se cernía sobre su equipo, necesitaban un entrenador y debería tragarse su orgullo si quería que ese chico les ayudase.


- Maldita sea – susurró Naruto con una ligera sonrisa en su rostro.


Caminó nuevamente saliendo de la playa. Las nubes que se aproximaban por el mar no tenían buena pinta y Hidan se lo confirmó cuando le vio llegar con una caja de pescado. Volvía de trabajar en alta mar, uno de los trabajos más duros y pesados que se podían realizar en esa isla, pero a él le venía de familia. Su tío era pescador, su padre lo fue y hasta su abuelo, era lo único que Hidan sabía hacer perfectamente y con la caída de su madre en aquella enfermedad, no le quedó más remedio que echarse la casa a la espalda y salir adelante como pudo.


- ¿Dónde vas, Naruto? – preguntó con una agradable sonrisa Hidan.


- A la casa del entrenador.


- ¿Ha salido ya de quimioterapia?


- Ni idea, pero no creo – comentó Naruto – iba a intentar hablar con Sasuke.


- ¿Hablar? Espero que no estés pensando en disculparte. Nos ha tratado como estúpidos los últimos días que ha estado aquí.


- Lo sé. Aun así, necesitamos un entrenador.


- Ya tenemos uno. Fugaku.


- No sé si estará en el siguiente partido y sin entrenador nos darán el partido por perdido. No podemos perder otro. A veces nos toca tragarnos el orgullo.


- Discúlpate si quieres, pero espera a ver si Fugaku puede volver a entrenarnos. Hablemos con él.


- De acuerdo.


- Naruto… vuelve pronto a casa, se está levantando una gran tormenta. No tardará en llegar a la costa.


- ¿Cuánto crees que tardará?


- Un par de horas, tres a lo sumo.


- Tengo tiempo suficiente para hablar con Sasuke – sonrió.


Hidan sonrió al verle. Su capitán siempre era así, nunca perdía aquella sonrisa por nada del mundo. Tenía una vitalidad y un optimismo que muchos allí envidiaban. Por algún motivo, Hidan supo que la historia de Sasuke no terminaba ahí, más bien, empezaba en este momento. No sabía si Fugaku aceptaría volver como entrenador pero lo que estaba claro era que si él no iba a serlo, necesitaban a alguien para el sábado y con urgencia. Naruto tan sólo trataba de no cerrar la puerta a ninguna opción.


- Ay, Naruto… - sonrió Hidan viéndole marcharse – en qué lío te estás metiendo ahora.


Extrañamente, las calles estaban vacías exceptuando alguna mujer que había salido a por el pan. Era posible que la tormenta que acusaba con llegar hubiera creado esa alarma general. Mirase a la casa que mirase, las contraventanas estaban cerradas o las cerraban en aquel momento esperando la tormenta. En aquella isla, las tormentas solían ser violentas y todos las conocían demasiado bien. Naruto miró el reloj, aún tenía un par de horas para ir a disculparse con Sasuke y volver corriendo a casa a encerrarse hasta que el temporal amainase.


La casa de los Uchiha siempre estaba arreglada y llena de flores que Mikoto cuidaba con esmero y dedicación. Aún recordaba con nostalgia aquellos días felices en los que su madre se pasaba horas en el jardín. Mikoto y ella siempre fueron grandes amigas. Disfrutaban de trabajar juntas el jardín y ponerse al día con sus cosas. Ahora aquellos tiempos parecían demasiado lejanos.


Subió los peldaños de la casa y tocó a la robusta puerta con los nudillos. Sabía que tenían timbre, pero quizá sólo era la costumbre de llamar de esa manera puesto que él no tenía. Fue Mikoto quien abrió la puerta sorprendiéndose de ver allí a Naruto.


- Buenos días, jovencito – sonrió Mikoto - ¿Qué te trae por aquí?


- Yo… quería ver al entrenador.


- Pues… Fugaku está ahora mismo descansando. La quimioterapia le deja hecho polvo.


- Perdona – sonrió Naruto – quería decir que venía a ver a Sasuke.


-  Oh, haber empezado por ahí. Sasuke no está.


- ¿No está? ¿Y dónde está?


- Dijo algo de que quería despejarse. Cogió una mochila con algo de ropa, agua y comida y se marchó a caminar.


- ¿A caminar? ¿Qué ruta ha cogido?


- La del monte Rebun – contestó Mikoto – Quería ver las vistas desde allí.


- Joder.


- ¿Qué ocurre?


- Que se acerca una gran tormenta y no le dará tiempo a regresar. ¿Hace mucho que se ha ido?


- Hace más o menos una hora.


- Vale, cogeré la moto e iré a buscarle.


- Sí, por favor. Él no sabe cómo son las tormentas de aquí.


- Lo encontraré. Cierra todo a cal y canto. Si no me da tiempo a bajar, lo llevaré a la caseta que está en la falda del monte Rebun.


- Llámame cuando lo encuentres – dijo Mikoto preocupada – No me separaré del teléfono.


- De acuerdo.


Naruto salió corriendo cruzando la calle hacia su casa. Podía ver a través de la ventana el rostro de su padre calmándose al verle aparecer. Nadie estaría tranquilo hasta que la tormenta pasara y eso lo tenía claro. De hecho… iba a preocupar a su padre y aunque era lo peor que iba a decirle, no podía dejar a Sasuke en aquel monte solo. Maldijo el día en que Sasuke decidió irse precisamente hoy de excursión. ¿Es que no veía las noticias locales?


- Menos mal que ya estás aquí. La tormenta se está acercando – comentó Minato al verle aparecer por casa.


- Lo sé, papá. Voy a cerrar todo. ¿Vale?


- Te ayudaré desde dentro.


Naruto cogió una chaqueta que abrigase más y salió a cerrar las contraventanas. El aire empezaba a levantarse con fuerza pero él estaba decidido a buscar a ese arrogante Uchiha que tantos problemas le iba a causar. Mientras Naruto cerraba por fuera las ventanas, Minato por dentro empezaba a apuntalarlas. Al entrar en la casa, suspiró un segundo apoyándose contra el marco de la puerta. Para Minato, ver que su hijo no se quitaba la chaqueta y que sus ojos se desviaban hacia la bandeja donde siempre dejaba las llaves de aquella vieja moto de cross que a veces utilizaba para ir con Gaara al monte, le dio mala espina.


- ¿Qué ocurre? –preguntó Minato preocupado.


- Tengo que salir.


- ¿Salir? ¿Sabes la tormenta que se está formando? Nadie en su sano juicio saldría ahora.


- Es Sasuke. El hijo pequeño de los Uchiha. Es un imbécil de la capital – se quejó Naruto – Debe ser el único que no tiene tiempo para mirar las noticias locales y ver que venía una gran tormenta. No se le ha ocurrido otra mejor idea que salir de excursión al monte Rebun.


- No me jodas, está a 20 minutos de aquí en coche.


- Lo sé, y lo peor es que salió hace una hora, debe estar ya en el monte, por eso iré con la moto. Me sé un par de caminos por los que puedo atajar y le encontraré más rápido.


- No os dará tiempo a bajar.


- Tenía pensado quedarme con él en el refugio que está a la mitad de la ruta.


- Vale – se resignó Minato, ya sabía que cuando a su hijo se le metía algo en la cabeza era imposible hacerle cambiar de idea, había salido igual de cabezota que su madre – ve con cuidado y dime la ruta exacta que vas a seguir. Si cuando amaine la tormenta, no has bajado en dos horas, llamaré a la policía.


- De acuerdo – dijo mirando a su hijo y abrazándole con una gran sonrisa. – Te quiero, enano. Esta noche duermes con el abuelo, ¿vale? Volveré por la mañana y te leeré todos los cuentos que quieras.


El pequeño Kaito sonrió abrazando con fuerza a su padre, sin entender nada de lo que ocurría. Era todavía muy pequeño para entender la situación que se podría vivir fuera de aquellas cuatro paredes de la casa. Naruto besó la frente de su hijo antes de volver al pasillo.


Naruto caminó por el pasillo con prisa cogiendo las llaves de la moto y buscando los dos cascos en el armario que utilizaba como trastero. Todo estaba allí, hasta el mono para no pasar frío. Se cambió con rapidez colocándose la chaqueta encima y salió hacia el garaje en busca de la moto.


Abrió el candado de la puerta sacando la moto de color azul oscuro fuera y volvió a cerrar todo. Trató de arrancarla un par de veces pero como siempre, le costaba. Aquella moto hacía años que debería haberla cambiado pero no tenía dinero para otra, ni siquiera para las reparaciones del mecánico y eso que Lee a veces le hacía alguna reparación gratuita.


- No me toques las narices hoy – gritó hacia la moto pegándole una leve patada a la rueda trasera – arranca de una vez.


-  Tú siempre tan impulsivo – le dijo Gaara - ¿Quieres llevarte la mía?


- ¿Qué haces aquí, Gaara?


- Me llamó Mikoto preocupada porque ibas a ir al monte Rebun a buscar a Sasuke. Supuse que irías en ese viejo cacharro que suele dejarte tirado cuando más lo necesitas.


- Sólo necesito que arranque.


- Te he traído las rutas y te he trazado el recorrido que creo que ha debido hacer. Deberías encontrarle por uno de estos caminos si mis cálculos son correctos.


- De acuerdo – dijo Naruto cogiendo el mapa – Gracias, Gaara.


- No hay de qué. Si no vuelves cuando pase la tormenta, saldré con todo el equipo de excursionismo a por ti.


- No esperaba menos del guía local.


- No me bromees. Encuéntrale. Confió en ti porque hemos recorrido esos caminos muchas veces.


- Me los sé de memoria – sonrió Naruto tratando de calmarle.


Gaara aún no muy conforme y queriendo ir con él, le arrancó la moto a la cuarta vez que lo intentaba. Naruto sonrió, no sabía cómo conseguía Gaara arrancar ese trasto siempre que él no podía. Naruto vio en el rostro de Gaara esa expresión de preocupación, era su mejor amigo, habían ido al instituto juntos, prácticamente habían estado juntos desde la guardería.


- No te he dicho que vengas no porque no confíe en ti. Lo sabes, ¿verdad?


- No quieres involucrarme.


- No quiero que nos pille la tormenta a los dos. Volveré, te lo prometo.


- Ten cuidado ahí arriba. Esta noche hará frío. ¿Has cogido lo necesario?


- Llevo todo en la mochila.


- Vale. Ten cuidado – le repitió viendo cómo Naruto ataba un casco al manillar y se colocaba el otro subiéndose a la moto para marcharse.


La muñeca de Naruto se movió ligeramente acelerando la moto y saliendo a la carretera. Algunas ramas de los árboles se estaban partiendo y el viento empezaba a arrastrar cosas, sin embargo, en cuanto salió del pueblo, pronto encontró la primera pista por la que atajaría. Poca gente subía por las pistas, principalmente porque no estaban diseñadas para los coches, pero una moto podía subir, al menos una de cross como la suya y la de Gaara.


Se detuvo tan sólo un par de veces cuando tuvo a la vista el monte Rebun para echar un vistazo a los caminos que Gaara le había señalado. Empezó a investigar el primero pero no encontró a Sasuke, era posible que hubiera cogido otra ruta, así que siguió conduciendo por el siguiente. Aún no había dado con Sasuke cuando la lluvia empezó a caer. Aquello hizo que Naruto chasquease los labios en señal de frustración, la tormenta ya estaba allí, antes incluso de lo previsto, pero así era aquella maldita isla, salvaje, inhóspita e impredecible. Volvió a probar suerte en otra ruta hasta que finalmente, lo encontró caminando con lentitud por culpa del intenso aire y la fuerte lluvia al final de la ruta.


Sasuke se giró al escuchar el intenso rugir de una moto y se detuvo. No iba a confesarlo jamás, pero se alegraba de que alguien estuviera allí con aquel mal tiempo que se había levantado. Su sorpresa fue aún mayor cuando vio el rostro de Naruto cuando éste se quitó el casco.


- Por fin te encuentro. Sólo a un cabeza hueca como tú se le ocurre salir con este tiempo – gritó Naruto para que Sasuke pudiera escucharle por el intenso ruido de la tormenta.


- Hacía buen tiempo cuando salí de casa – gritó Sasuke elevando la voz por encima del ruido de la lluvia.


- Estás empapado. Sube, te llevaré a un lugar seguro hasta que amaine la tormenta.


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