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El último partido por Fullbuster

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Minato no podía creerse al llegar al hospital, que las noticias hablasen del cierre de todos los ferris a la isla Rebun. Aquel día cuando salió de casa para ir a rehabilitación a la ciudad, no esperó tener que pasar la noche allí lejos de su hijo, porque encima… se había dejado convencer por Madara para que le acompañase, puesto que su hijo necesitaba descansar tras aquel intenso partido.


Ahora sentía un peso enorme en su pecho sin saber si su hijo y su nieto estaban bien en casa. Seguramente no tenía nada de lo que preocuparse, habían vivido allí toda su vida, las tormentas en estos meses del año eran frecuentes y violentas en Rebun, pero todos estaban acostumbrados a ellas. Se encerraban hasta que pasase y nada más, todos sabían cómo afrontarlas.


- Cálmate, Minato – escuchó a Madara a su lado – sigue con los ejercicios, ellos estarán bien.


- No puedo estar tranquilo sabiendo que se encuentra solo.


- Naruto se ha criado con esas tormentas, sabe lo que tiene que hacer. Es posible que continúe durmiendo y ni se haya enterado – sonrió Madara.


- Espero que sí, porque tendrá que cerrarlo todo.


- ¿Por qué no le llamas y te quedas más tranquilo? – preguntó Madara sacando su teléfono móvil del bolsillo.


Minato lo miró un segundo. Apenas conocía a ese hombre, tan sólo había pasado un par de veces por su casa a tomarse un café cuando estaba patrullando por la zona y habían estado hablando más que nada, sobre casas que pudiera alquilar Madara y que Minato pensaba que estaban bien para él. Cuando Madara insistió tanto en acompañarle a rehabilitación, intuyó enseguida que habría un motivo, posiblemente que su hijo le hubiera contado las pocas ganas que tenía por hacer los ejercicios. Tras mirar varios segundos el teléfono en completo silencio, acabó cogiéndolo para llamar a su hijo y para su sorpresa, ya estaba despierto y había cerrado todo por la tormenta, ni siquiera sonaba preocupado.


Madara no dijo nada más durante el resto de la rehabilitación pese a comprobar con sus propios ojos, que era cierto lo que decían, Minato no parecía tener interés alguno en volver a caminar. Por lo menos, ahora Madara tenía la oportunidad de comprobar qué estaba ocurriendo con ese chico rubio que se negaba a salir de casa, ése que había perdido las ganas de volver a caminar pese a poder hacerlo. Les esperaba una larga noche en un hotel de la ciudad hasta que abrieran de nuevo el puerto y pudieran regresar a Rebun.


A Minato, no le quedó más remedio que pasar ese día tormentoso en un hotel de la ciudad junto a Madara. Pidieron una habitación para los dos pese que el rubio no tenía precisamente ganas de compartirla. Aun así, entendía que Madara se sintiera responsable por su seguridad y más, siendo inválido.


Cuando lo levantó de la silla para tumbarle en la cama, Minato se agarró al cuello de aquel hombre, dejándose embriagar por su extraña fragancia a menta. Era un olor extraño que le llamaba la atención.


- ¿Qué ocurre? – preguntó Madara al notar lo quieto que se había quedado Minato tras dejarle en la cama.


- Hueles a menta – dijo.


- Es la crema que utilizo – dijo Madara sin muchas explicaciones.


- Mi mujer utilizaba esa crema también.


- Sólo es una coincidencia. No le des mucha importancia.


- ¿Por qué decidiste acompañarme? – preguntó Minato con ciertas dudas aunque en realidad… suponía la respuesta - ¿Te convenció mi hijo?


- Hablé con él y está preocupado porque tu rehabilitación no avanzaba.


- ¿Y has venido a ver por qué no avanza?


- Imagino que es por las pocas ganas que le pones.


- No sabes nada de mi vida.


- Sé que no es fácil asimilar una muerte, créeme… lo he vivido, pero no puedes encerrarte en ti mismo. Aún tienes personas por las que luchar, no puedes olvidarte de tu hijo, ni de tu nieto, ellos te necesitan. Lamento lo de tu esposa, sé…


- No sabes nada – le gritó Minato – murió por mi culpa. ¿Crees que tengo derecho a caminar? ¿Crees que tengo derecho a estar vivo cuando ella murió por mí? – lloró Minato.


- Vas bien, grita, llora – le dijo Madara abrazándole – saca todo eso que te está hundiendo. ¿Crees que tu mujer te salvó para ver a un cobarde como tú que se sienta en esa silla de ruedas todos los días rindiéndose cuando tiene la posibilidad de caminar? ¿Crees que ella querría verte así? No, Minato, ella dio su vida por ti porque te amaba, porque quería verte bien y tú… no estás honrando su memoria.


- No puedo caminar – le gritó Minato aún llorando.


- Sí puedes – le dijo Madara – porque yo no dejaré que caigas, porque vendré a todas y cada una de tus sesiones hasta que vea que consigues correr. ¿Te queda claro?


Por un instante, Minato no veía a Madara, veía el carácter de su mujer, a todo un guerrero que trataba de sacarle de ese agujero en el que caía sin remedio. Mezclado ese sentimiento con el olor, no pudo evitar lanzarse a sus labios, uniéndolos a los suyos y disfrutando de aquel contacto que pronto rompió al darse cuenta… de que no era su mujer, era un hombre y ahora… se sentía aún más culpable.


- Dios… no debí hacer eso.


- Ey… está bien – intentó calmarle Madara.


- No, no está bien… mi mujer murió por mi culpa y yo estoy aquí deshonrando su memoria, besándote a ti, no puedo besarte a ti – le dijo enfadado dándose la vuelta para tratar de dormir. No quería ver a Madara, no tras lo que acababa de hacer.


***


La casa estaba a oscuras, tan sólo la leve luz que entraba entre las rendijas de las contraventanas bien cerradas conseguían iluminar un mínimo mientras las dos personas del interior buscaban los interruptores de la luz. No había duda alguna que la tormenta les había pillado por sorpresa a más de la mayoría de la gente. Para Deidara… aquello era un desastre total, estaba encerrado en su casa con Itachi Uchiha. Esa idea le hizo resoplar.


- Si te molesto, me iré a casa – dijo Itachi al ver su resoplido.


Deidara al ver que ese moreno hablaba en serio y se dirigía hacia la puerta, le retuvo cogiéndole de la muñeca. Era una locura salir en aquel momento con esa tormenta y todos lo sabían. Ahora ya no tenía más opción que soportar a Itachi hasta que el temporal amainase.


- No salgas, es peligroso.


- Mi casa no está lejos.


- Una vez suena la alarma de emergencia, nadie puede salir de sus casas hasta nuevo aviso. Por muy cerca que esté.


- No entiendo cómo pueden formarse estas tormentas en tan poco tiempo.


- Es el Pacífico – aclaró Deidara – y estamos en los meses de los monzones, esto es lo normal. En un mes más o menos tendremos el mejor clima de la isla. En estos meses es habitual tener estas tormentas fuertes. Se pasará en unas horas. Prepararé algo de comer – dijo Deidara al final soltando la muñeca de Itachi.


Al sentir que el roce se perdía, Itachi cerró los ojos tratando de disfrutar hasta el último contacto de su piel, pero cuando aquel placentero calambre empezaba a difuminarse con la lejanía de los dedos de Deidara a punto de perder el contacto, fue Itachi quien agarró su mano evitando que se separase.


- No te alejes de mí, Dei – le susurró Itachi acercándole hasta él en un cálido abrazo, besando la clavícula en dirección hacia el cuello.


- No me hagas esto, Itachi – escuchó susurrar a Dei.


- ¿Por qué? Tu cuerpo tiembla cada vez que me acerco a ti. Sé que me quieres tanto o más de lo que yo te quiero a ti. ¿Por qué sigues negándote a estar conmigo?


- No puedo, Itachi – escuchó que le decía llorando – no puedo caer otra vez en esto.


- ¿En el amor? Yo no soy Kabuto, yo no te haré daño, Dei. Te quiero a ti.


- Por favor, Itachi… déjame.


- No puedo. Ya hemos perdido demasiado tiempo porque no te confesé mis sentimientos antes, no volverá a pasar.


Los labios de Itachi rozaron los de Deidara en un dulce y romántico beso que hizo temblar aún más el cuerpo de Deidara. Aquel beso, Deidara sabía que terminaría en algo más, porque ni siquiera él era capaz de parar a Itachi, le deseaba desde hacía años y tenía razón, habían estado tanto tiempo distanciados, que ya no aguantaba más, no podía seguir reprimiendo su deseo. Amaba a Itachi Uchiha, nunca había dejado de amarle desde que se conocieron en la universidad.


***


En la casa de los Uchiha, todos se mantenían atentos a las noticias. Tan sólo algún barco pesquero en la zona de la tormenta trataba de proporcionar información por si divisaban el barco perdido. Mikoto cogía con fuerza la mano de la madre de Hidan tratando de pasarle calma y paciencia.


Al ver todo aquel panorama, Kakuzu decidió ir a la cocina a preparar algo de comer para todos. Estaba nervioso y cuando eso ocurría, necesitaba hacer cosas para sentirse útil, no podía simplemente sentarse a pensar en las peores cosas que podían haber ocurrido, no era nada saludable. Sólo esperaba y rezaba para que Hidan estuviera bien.


Cuando dejó los platos de sopa encima de la mesa, todos comieron en silencio, pero escuchar el “gracias” de la madre de Hidan, mientras le cogía la mano en señal de gratitud por la preocupación por su hijo… le rompió el corazón. Ni siquiera sus padres eran así, pero esa mujer era dulce y agradable. Por un momento, sintió que podía formar parte de la vida de esas personas, que podía llegar a amar demasiado a Hidan.


Cuando terminaron de comerse la sopa, Mikoto preparó unos cafés, todos sabían que sería un largo día. Neji despertó tarde ese día y ni siquiera se enteró de lo que estaba pasando, de lo que sí se dio cuenta, fue de que ni Itachi ni Sasuke se encontraban en la casa.


Al ver a Kakuzu preocupado en un rincón y tras enterarse de lo que había sucedido con el barco pesquero, algo acabó encajando en la mente de Neji. Se acercó a su preocupado compañero que limpiaba la cocina y aprovechó para susurrarle sin que nadie se enterase.


- No irás a enamorarte de un pobretón, ¿verdad? – le preguntó Neji, algo a lo que Kakuzu resopló.


- ¿Quién dice que estoy enamorado? Ya te dije que yo jamás me enamoraría, estoy muy bien como estoy.


- Pues no es lo que parece. Ese chico te atrae, te vi discutir con el otro equipo por él.


- En vez de preocuparte tanto por mi vida amorosa… ¿Por qué no te preocupas más por la tuya? Estás perdiendo a Sasuke y si sigues actuando así, acelerarás el proceso. Sasuke odia a los chicos celosos y manipuladores – sonrió Kakuzu.


- No sabes nada de Sasuke.


- Es posible, pero no soy yo quien debo conocerlo, sino tú que por algo eres su novio. Al ritmo que vas, ese chiquillo rubio va a levantarte al novio – sonrió Kakuzu – y en parte me alegraré. Y por cierto… está en casa de Naruto, algo sobre la rehabilitación de la mano, creo que por la tormenta no volverá en unas horas y además… si mal no recuerdo… el padre de Naruto no estaba en casa – sonrió Kakuzu insinuándole algo que no le gustó en absoluto a Neji.


- No quedará esto así, Kakuzu, se lo diré a tu familia, no permitirán que te enamores de un pobretón como ése.


- Te facilitaré las cosas, toma y llámales – dijo lanzándole el móvil para que los llamase.


Neji se quedó paralizado viendo cómo Kakuzu volvía hacia el salón y se sentaba junto al resto de la familia agarrando las temblorosas manos de la madre de Hidan, tratando de darle su apoyo. No se separaron de la radio pero por suerte para todos, a media tarde aclararon que habían encontrado el barco. Los tripulantes estaban bien aunque el barco había encallado en unas rocas al suroeste de la isla. Por suerte, todos suspiraron aliviados cuando informaron que los traían a todos de regreso en el helicóptero de salvamento.


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