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El último partido por Fullbuster

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Sasuke no podía dejar de mirar mientras aquel chico se quitaba el casco con cierta lentitud dejando ver su despeinado y sudoroso cabello rubio. En una de las dunas de arena, las chicas del pueblo que se habían reunido se sonrojaban y miraban atónitas a aquel rubio de permanente sonrisa. Había algo en él que le resultó extrañamente atractivo… aunque recordar su encontronazo en el baño consiguió sacarlo a la cruda realidad, a la vergüenza que había pasado aquella mañana.

 

- Naruto Namikaze, capitán del equipo – le explicó Fugaku.

 

- No me jodas – susurró Sasuke sin saber dónde meterse mientras veía cómo se acercaba Naruto hacia ellos.

 

Sasuke trató de disimular todo lo que pudo y sobre todo… intentó centrarse en quitar el sonrojo que seguro se le acababa de poner al recordar la escena del baño. Parecía que últimamente todo le ocurría a él. Este pueblo era un infierno y para colmo… ahora tenía a ese chico rubio mirándole con una sonrisa gigante en el rostro.

 

- Naruto – le llamó Fugaku cuando llegó a su lado – te presento a mi hijo pequeño, Sasuke Uchiha.

 

- Sí, ya he tenido el placer de conocerle esta mañana – comentó divertido mientras estrechaba la mano de un sonrojado Sasuke.

 

- ¿En serio? ¿De qué le conoces? – preguntó Fugaku a lo que Sasuke se sonrojó el doble y trató de hablar para impedir que Naruto dijera el motivo.

 

- Vino por el bar – comentó Naruto adelantándose a un sorprendido Sasuke.

 

- Bien, yo voy a ir a comentar un par de fallos que he visto en el resto de jugadores – comentó Fugaku empezando a caminar.

 

- ¿Sólo un par? – susurró Sasuke apenas inaudible aunque no pasó desapercibido para Naruto que sonrió viendo cómo se alejaba Fugaku por la playa hacia el resto del equipo.

 

- Quizá no seamos un equipo constante y de primera división – comentó Naruto al ver que Fugaku ya estaba a cierta distancia – pero nadie aquí ha pedido tu opinión, no eres nuestro entrenador, así que si tan mal te sienta ver los errores de los demás puedes quedarte en tu casa en vez de venir a vernos “arruinar tu deporte”. – comentó Naruto sonriendo cogiendo un trozo de bizcocho del papel de aluminio que llevaba Sasuke – Dale las gracias a tu madre por el bizcocho. Un día me pasaré a pedirle la receta.

 

- Ey – le llamó Sasuke de malas maneras – no era mi intención ofenderte pero se ve a la legua que vuestro juego no está a la altura de la primera división. No tenéis ni idea del nivel que hay actualmente en esa liga. Si entráis ahí os destrozarán.

 

- Confío en tu padre, es un buen entrenador. Llegaremos a primera división. Este año lo conseguiremos – sonrió Naruto marchándose.

 

Vio cómo Naruto se marchaba caminando por aquella arena blanca en dirección al pueblo. Ni siquiera le había agradecido por no decir nada de su encontronazo en el baño pero ya era tarde. Ahora mismo lo único que le preocupaba era que todo lo que siempre aprendió de su padre se estaba derrumbando. Siempre le había exigido ser el mejor en el deporte, siempre con estrategias firmes que había que seguir al pie de la letra, el deporte para Sasuke se había convertido en sacrificio y esfuerzo pero esos chicos eran un desastre, sólo jugaban y reían. Eso no era deporte para Sasuke, era un patio de colegio.

 

Se acercó hacia el resto del equipo, faltaba más de la mitad de la gente. Un equipo de Lacrosse se formaba con diez jugadores en el campo más el resto de suplentes, ahí ni siquiera estaban los diez reglamentarios para poder jugar. No entendía cómo su padre permitía que sucedieran esas cosas, que no tomasen la responsabilidad ni de llegar a un entrenamiento. ¿Qué había ocurrido con aquel hombre estricto que le hizo olvidarse de que el deporte podía ser divertido? No reconocía a su padre en ese momento sonriendo con los jugadores y compartiendo bizcocho con ellos.

 

-  ¿Qué te ocurre? – le preguntó Fugaku a Sasuke de camino a casa.

 

- Aún recuerdo cuando de pequeño me exigías ser el mejor. No estás exigiendo nada a este equipo. ¿Qué ocurre?

 

- Quizá me he dado cuenta de algo que perdí hace mucho tiempo – comentó su padre.

 

- ¿El deporte es sacrificio? – preguntó Sasuke sabiendo que era lo que siempre le había enseñado.

 

- Que puede ser divertido –le sonrió Fugaku.

 

- Oh, por favor… no me digas chorradas de esas. Eso no te lo crees ni tú. Sabes perfectamente que el deporte es trabajar duro todos los días para ser el mejor, es levantarse temprano para entrenar, es sacrificar muchas cosas de tu vida para llegar a lo más alto. Esos chicos ni siquiera llegan al entrenamiento.

 

- Tienen una vida aparte de esto, Sasuke. Siento que este equipo no sea tan entregado como el tuyo pero son buenos chicos y si te quedas lo suficiente… entenderás lo que vi en ellos.

 

Sasuke no conseguía entender nada de lo que le hablaba su padre, sólo veía un puñado de chavales intentando jugar a un deporte sólo por pasárselo bien, no veía nada de sacrificio y entrega tras ellos. Decidió dar el tema por zanjado ya que le prometió a Itachi nada de discutir con su padre. La verdad es que ambos eran tan parecidos que no podían evitar que sus caracteres chocasen constantemente. Al llegar a casa, su hermano estaba tomando una taza de chocolate caliente en la cocina junto a su madre. Ambos sonreían y seguramente era por alguna conversación que tenían de los antiguos recuerdos de la isla.

 

- ¿Aún se puede hacer kayak? – preguntó Itachi.

 

- Sí claro, aunque te aconsejo que mejor vayas mañana cuando levante el sol y haga algo más de calor.

 

- ¿Vas a hacer kayak? – le preguntó Sasuke a su hermano.

 

- Sí, lo he echado de menos. Quiero volver a salir de aventuras con el kayak.

 

- Te acompañaré entonces.

 

- ¿No prefieres dormir? Hoy no has pegado ojo en todo el día.

 

- Me iré pronto a dormir y mañana te acompañaré – comentó Sasuke a su hermano.

 

Todos se extrañaron un poco ya que Sasuke no era de los que se marchaban pronto a dormir, claro que con un día entero sin dormir, tampoco le dieron importancia a que quisiera irse enseguida.

 

Fugaku, como de costumbre tras un entrenamiento, se sentaba en su viejo sillón tapado con la manta y frente a la chimenea… anotaba algunas jugadas y errores técnicos en una libreta. Sasuke le observó hacerlo. Seguía siendo su padre y eso le hacía sonreír, había visto todos y cada uno de los fallos de esos chicos pero no los había dicho todos, tan sólo un par de ellos. Quizá no quería presionarles pero seguía buscando estrategias factibles que ocultasen un poco aquellos fallos que veía incorregibles en poco tiempo. La liga se les echaba encima, tenían que ganar dos partidos y no podían corregir todo eso en el tiempo que tenían entre los partidos.

 

- Deberías probar una presión defensiva – comentó Sasuke mirando por encima del respaldo del sillón – o incluso un empuje, tienes buenos defensas pero les falta entrenamiento. Quizá si les enseñas un par de trucos roben antes la pelota o bloqueen al menos al ofensivo que trate de marcar en su portería. Si consiguen robarles la pelota podrían pasar la bola.

 

- ¿Has visto sus pases? – preguntó Fugaku sonriendo.

 

- No son muy buenos, pero eso es fácil de mejorar, en cambio una buena defensa llevaría más tiempo. Creo que te convendría entrenar los pases, que aprendan rápido lo básico y dedicar el esfuerzo restante a trabajar en la defensa, al menos si no marcan ellos, que tampoco marque el rival.

 

- Es un buen planteamiento, Sasuke – comentó su padre – pero como habrás visto…  este equipo aún se está iniciando en este deporte. Va a hacer falta algo más que una buena defensa si quieren ganar.

 

- El capitán parece bueno en ataque.

 

- Comete errores de posicionamiento de manos.

 

- Lo he visto, pero tiene velocidad, agilidad… si recibe una buena pelota es capaz de llegar al otro campo y marcar. Ya te encargarías más delante de corregir sus manos – comentó Sasuke sonriendo.

 

- No es mala idea. Intentaré fomentarle la velocidad y la agilidad entonces.

 

El olor a carne guisada se hizo presente en la habitación. Sasuke observó a su padre relajarse, recostar la espalda contra el respaldo y cerrar los ojos dejándose envolver por aquel aroma. Por primera vez empezaba a entender lo que ocurría en aquella casa llena de silencios y falsas sonrisas que escondían el miedo aterrador a lo que sucedería en unos días… en unas semanas… quizá en unos meses. Su padre intentaba quedarse con cada detalle de la vida como si jamás pudiera volver a sentirlo. Sasuke miró a su madre dando vueltas con la cuchara de madera a la carne del interior de la olla y luego vio a su padre sonreír.

 

- Tu madre es la mejor cocinera de la región – comentó su padre con una agradable sonrisa sin abrir los ojos.

 

- ¿Esperamos a alguien más? – preguntó Itachi sorprendido al mirar por encima del hombro de su madre y ver tanta comida.

 

- Tu tío Madara debe estar al caer – comentó su madre – me llamó esta mañana desde Hokkaido, dijo que vendría hacia aquí. Ha pedido un traslado.

 

- ¿En serio? – preguntó Itachi – Creí que le gustaba su trabajo en la ciudad.

 

- Ha dicho que no le vendrá mal un lugar más tranquilo – sonrió Mikoto aunque todos sabían que era mentira, Madara se trasladaba únicamente por estar al lado de su hermano en los últimos momentos de su vida. Nadie se atrevió a decirlo en voz alta por miedo a que se hiciera realidad una situación que ya era demasiado real.

 

El ruidoso motor del coche de Madara aparcando a la entrada de la casa hizo que todos salieran de aquel pensamiento y volvieran a fingir las sonrisas, volvieran a fingir que nada de esa enfermedad era real. Mikoto fue la primera en secarse las manos con un trapo de cocina y salir a recibirle, seguida de cerca por Itachi, quien le dio un cálido abrazo a su tío.

 

- ¿Y dónde está mi otro sobrino? – preguntó sonriendo Madara.

 

- Estoy aquí, tío – le alzó algo la voz Sasuke para que se fijase en él.

 

- Ven aquí y dame un abrazo. Sí que has crecido. Hace años que no te veo pero he seguido tus éxitos por las noticias. Tu hermano suele hablar de ti en su canal de radio – comentó Madara orgulloso de sus sobrinos.

 

- Sólo a veces – se excusó Itachi – no quiero hacerle mucha propaganda a mi tonto hermanito – sonrió llevándose una mirada no muy agradable de Sasuke.

 

- No seas mentiroso, Itachi – sonrió Madara – no paras de hablar de él y de lo bueno que es en su trabajo. ¿Dónde está mi querido y entrañable hermanito?

 

- En un cómodo sillón – comentó Fugaku sonriendo recibiendo el cálido abrazo de su hermano mayor.

 

- ¿Cómo estás? – le susurró al oído y Fugaku sonrió asintiendo con la cabeza.

 

Madara entendió que aquel tema no era bien recibido por la casa aunque su hermano se alegraba de tenerle allí con ellos. Sus padres hacía ya años que habían fallecido y de todos los hermanos, tan  sólo Madara seguía en contacto directo. Todos habían hecho sus vidas, algunos de ellos en otros países. Con el tiempo… fueron perdiendo el contacto. Quizá nunca fueron una familia demasiado unida pero al menos… a Fugaku siempre le quedaría su hermano mayor como el gran apoyo.

 

Aquella noche todos cenaron la excelente carne guisada que Mikoto había preparado. Fugaku le insistió a su hermano para que se quedase allí un par de días hasta que encontrase alguna casa confortable que pudiera alquilar para el tiempo que iba a quedarse en Rebun. Tras la cena, Itachi salió al porche a disfrutar de su café recién hecho mientras veía al fondo la luna salir en aquel angosto océano. Desde luego era el mejor lugar en el que jamás había estado, le encantaba esa isla y sus paisajes, esas vistas que parecían sacadas de una revista de paraísos.

 

Observaba la luna saliendo e iluminando el océano cuando ante él, apareció un chico rubio de cabello largo. Era tan inusual ver a chicos rubios en Japón. La mayoría venían de familias extranjeras que en algún momento se asentaron en la isla. Sólo una vez él conoció a un chico rubio y fue en la Universidad. Ni siquiera sabía qué había ocurrido con aquel chico del que una vez se enamoró y al que jamás pudo decirle lo que sentía.

 

Por unos segundos, su corazón se ralentizó pensando en ese chico. ¿Era posible que estuviera en aquella diminuta isla alejada de la mano de Dios? No podía ser, aquel chico desapareció un día sin más y jamás volvió a verle. Restregó su puño derecho por los ojos y cuando los volvió a abrir, aquel chico había desaparecido de la vista. Tan sólo Sasuke estaba tras él.

 

- ¿Qué ocurre? – preguntó preocupado por su hermano que parecía haber visto un fantasma.

 

- Me había parecido reconocer a alguien.

 

- ¿Aquí? Imposible – empezó a reír Sasuke.

 

- ¿No has visto a ese chico rubio que caminaba por la calle?

 

- El único chico rubio es ése de ahí – comentó Sasuke mirando a la casa de al lado donde Naruto les miraba desde su porche.

 

- Tenía el cabello largo.

 

- Te habrán engañado los ojos, Itachi. Estamos cansados del viaje, es normal ver cosas que no están.

 

- Es posible – dijo Itachi aunque seguía sintiendo esa extraña sensación, esa culpabilidad por lo que una vez ocurrió en el pasado. Ver a aquel chico rubio le había puesto el vello de punta.


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