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El último partido por Fullbuster

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La yema del dedo se deslizaba con suavidad delineando la columna vertebral de aquel chico que dormía plácidamente agarrado a la almohada. La sonrisa del moreno no se hizo esperar. Después de un año prácticamente estando juntos, finalmente habían decidido vivir juntos, aunque esa era una decisión que preocupaba a Minato. Más que nada, porque nunca sabía cómo se lo tomaría su hijo, pese a que hacía un par de meses, vivía más en la casa de Sasuke que en la suya.


- Podría despertarme así todas las mañanas – susurró Minato.


- Y lo haremos – aclaró Madara con una sonrisa en su rostro – puedo despertarte así siempre que quieras.


- Nunca creí que volvería a sentir nada – comentó Minato al notar aquellas suaves yemas recorrer su columna.


- Ya te dije que la rehabilitación te ayudaría.


- Aún llevo bastón – comentó Minato algo frustrado.


- Pero ya no necesitas la silla… y además… puedes sentir todo lo que hago en tu espalda, vas mejorando – sonrió.


Minato sonrió levemente antes de girarse hacia aquel moreno y observarle con detenimiento, pasando sus dedos por la mejilla del chico que también le miraba con ternura. Aun no podía creerse que hubiera accedido a salir con él después de lo de su esposa, pero no podía negar que se sentía feliz a su lado. A veces se preguntaba si eso estaba bien o estaba mal, si haberle hecho caso y haber accedido a la rehabilitación había sido lo correcto, pero Madara siempre le animaba a mejorar. Ahora podía caminar, aunque aún con un bastón.


- ¿Qué te preocupa, Minato? – preguntó Madara preocupado, al ver esos ojos confusos del rubio.


- Ya sabes… lo de siempre, supongo.


- No te preocupes Minato. Estoy convencido, que Kushina estará feliz de volver a ver tu sonrisa.


- A veces recuerdo su sonrisa – comentó Minato – era una gran mujer pero… eso hace que me sienta culpable de estar aquí, en la cama contigo, compartiendo mi vida una vez más con alguien y encima con un hombre… yo… nunca lo habría imaginado pero… es que a veces tienes algunas manías idénticas a Kushina y no puedo evitar verla a ella.


- Y no es malo. Me hace feliz que hayas vuelto a recuperar un poco de tu vitalidad de antaño. Creo que todos echaban de menos tu sonrisa.


- ¿Y tú? ¿Cómo estás? – preguntó Minato con una leve sonrisa.


- A veces aún echo en falta a mi hermano, pero es algo normal – aclaró entrelazando sus dedos con los de Minato.


- ¿Puedo hacer algo para ayudarte? – preguntó Minato enredando también sus dedos con los de Madara.


- Ya lo haces, estás aquí a mi lado. Eso me ayuda mucho. Tú haces que no me sienta solo, haces que mi corazón siga latiendo como siempre y aunque me duele el corazón como no te puedes hacer una idea por la pérdida, te tengo a ti y sé que no estoy solo y que estarás aquí cuando necesite consuelo.


- ¿Cómo no voy a quererte? – preguntó Minato sonriendo – Eres perfecto. Siempre sabes cómo animarme y sacar una sonrisa. Aunque debería hacerlo yo en este caso.


- Te quiero Minato, y eso no va a cambiar.


- En estos momentos estoy pensando… que es el momento perfecto.


- ¿El momento perfecto? – preguntó Minato.


- El momento perfecto para nosotros – comentó Madara colocándose encima de Minato, besando con suavidad los labios de su chico mientras éste enrollaba los brazos al cuello del moreno.


Haber recuperado su movilidad era algo que ahora Minato podía disfrutar. Tras la muerte de su esposa, nunca se había vuelto a plantear nada respecto a su vida personal, ni siquiera sobre el sexo, era algo que simplemente… pensaba que ya no tendría, porque nadie podría sustituir el doloroso vacío que su esposa había dejado, pero allí estaba Madara. Él había conseguido que recobrase las ganas de vivir.


Para Madara el cambio había sido duro. Debía acostumbrarse a estar en un pueblo, a bajar gatos de los árboles y escuchar a los pobres granjeros de la zona quejarse sobre trivialidades. No es que fuera el trabajo soñado de Madara, pero tampoco le disgustaba. Muchos años se enfrentó a criminales, a estafadores, tenía enemigos por todos lados y por primera vez, se sentía tranquilo y relajado en un sitio. Estaba bien con Minato Namikaze así tuviera que custodiar ovejas el resto de su vida.


Las manos de Madara pasaron tras la nuca de Minato, acariciando aquel cabello rubio que tanto le gustaba, perdiéndose en los labios el uno del otro. El despertador sonó en la mesilla de noche sacándoles una leve sonrisa.


- Odio ese despertador – le dijo Minato.


- Lo sé.


- ¿Tienes que irte ya?


- Llegaré tarde al trabajo si no lo hago pero… te prometo que esta noche seré todo para ti – le aclaró – voy a darme una ducha.


- Iré contigo – le aclaró Minato.


- ¿Estás seguro? ¿No prefieres dormir un rato más? Aprovecha que tienes toda la cama para ti.


- No vale la pena sin ti – le dijo con una gran sonrisa.


Madara se giró hacia su mesilla observando el bastón de su novio apoyado contra una de las paredes. Se levantó para ir a cogerlo y se lo pasó para que se levantase. Por un momento, quiso coger y llevar a Minato hasta la ducha, pero por otro lado, le gustaba cuando él caminaba por su cuenta.


- ¿Por qué sonríes? – preguntó Minato al taparse con la sábana y ayudarse del bastón para incorporarse.


- Por nada… es sólo que me gusta verte de pie.


- Te espero en la ducha – le sonrió Minato mientras le guiñaba un ojo y empezaba a  caminar hacia el aseo privado de su dormitorio.


***


La caja de cartón tocó el suelo de la cocina frente a la intimidante mirada de un Sasuke que tomaba un sorbo a su café. Con un leve movimiento de su mano, Sasuke movió la taza contigua ofreciéndosela a ese rubio que parecía cansado y empapado… sólo a ellos se les ocurría hacer la mudanza ese tormentoso día y pese a que ambas casas estaban cerca y más aún el coche con el que habían traído las cosas… ninguno de los dos se había salvado de aquella implacable lluvia.


- Así que tomándote un café mientras yo muevo cajas… ¿Te parece bonito? – sonrió Naruto.


- No seas tan quejica – sonrió Sasuke – sólo quedaba la última caja, yo he metido todas las demás y encima… te he preparado un café. No puedes quejarte de novio.


- ¿Y tú móvil? – preguntó divertido Naruto sabiendo que él siempre lo perdía.


- Debe de andar por algún lugar de la casa. Ya lo buscaré. Nadie tiene que llamarme.


- Eres todo un caso aparte con los móviles. No sé para qué lo tienes. ¿Dónde está Kaito?


- En su nuevo cuarto, sacando sus juguetes e imagino… que abriendo su regalo.


- ¿Su regalo? Oh no… ¿no me digas que al final le compraste el stick?


- Pues entonces no te lo digo.


- Voy a matarte Sasuke – le comentó Naruto – es muy pequeño.


- No lo he apuntado a un partido, sólo le he comprado una pelota y un stick para que vaya practicando. Quiero que sea mejor que tú en un futuro y para ello hay que empezar pronto. Además… te mueres de ganas por jugar con él a lacrosse. No puedes engañarme.


- Odio cuando te pones en plan psicoanalista conmigo.


- No es cierto, me adoras igual que yo a ti.


Naruto se acercó hacia Sasuke quitándole la taza de café de las manos y tomando un sorbo de forma sugerente. Para nadie era un secreto cuánto le excitaba a Sasuke que hiciera aquellas cosas, que ese rubio siempre prefiriese las cosas del moreno pese a tener las suyas.


- Ya estás tomando mi café.


- Está mejor que el mío.


- Es de la misma cafetera – le añadió Sasuke con una sonrisa.


- Sabe mejor de tu taza – le susurró con cierto toque sugerente Naruto.


- Sabe mejor de tu boca – le dijo Sasuke besándole con dulzura mientras dejaba la taza del café en la encimera.


Tras ese año de continuos cambios, todo parecía estar asentándose. Finalmente, Kaito conseguía aceptar que Sasuke era su padre, aunque al ser tan pequeño todavía, no había resultado muy complicado introducir aquella idea en el pequeño sin que hiciera demasiadas preguntas. Su problema respecto al habla, ahora sí era todo un problema y es que ahora no había forma de hacerle callar ni bajo el agua. Por otro lado, la pérdida y ausencia de Fugaku en sus vidas había sido lo más complicado a solventar. Sasuke tuvo sus peores días, pero con paciencia y comprensión, poco a poco fue recuperando la normalidad.


Sasuke ya estaba metiendo las manos bajo la mojada camiseta de Naruto, cuando escuchó el pataleo de las escaleras. Kaito estaba bajando a gran velocidad, así que ambos se separaron al instante disimulando que seguían tomando su café.


- Papá, papá… vamos fuera a jugar, quiero probarlo – dijo Kaito con el stick en una mano y la pelota en la otra.


- Pero… si está lloviendo – comentó Naruto.


- Venga papá – susurró hacia Sasuke – quiero jugar.


- ¿Qué os parece si os invito a comer al bar del pueblo y así esperamos a que deje de llover? Luego podemos jugar todo el rato que quieras en la playa. Seguro que la tormenta no durará mucho – sonrió Sasuke.


- Genial, voy por una chaqueta – aclaró Kaito volviendo a subir con rapidez las escaleras.


- Está en la caja del pasillo, Kaito – le gritó Naruto para que le escuchase – ni siquiera sé por qué nos estamos mudando hoy a tu casa – aclaró hacia Sasuke.


- Porque iba siendo hora. Tú padre está bien, feliz junto a Madara, era hora de dejarles la casa para ellos solos y que tú y yo… disfrutemos de la nuestra junto a Kaito. Además, te hace feliz venirte a vivir conmigo.


- Aun así me preocupa dejar a mi padre solo en casa.


- No está solo y no está inválido – sonrió Sasuke – venga… se está recuperando a pasos agigantados y vive enfrente, si necesita algo nos avisará. Hasta puedes saludarle por la ventana, estás a menos de veinte metros de él.


Naruto sonrió al sentir los brazos de Sasuke rodearle, al notar aquellos sensuales labios besar su nuca y subir por el cuello. Era imposible evitar las cosquillas, esos escalofríos que su novio y futuro esposo le daba.


- ¿Cuándo vamos a decírselo a mi padre? – preguntó Naruto.


- ¿Lo de la boda? Aún queda tiempo, pero si quieres… quedamos esta noche a cenar con él y se lo contamos.


- Sé que aún queda y que seguimos con los preparativos pero… sí me gustaría decírselo, pero no hoy – sonrió – Quizá un día cuando Madara tenga libre y podamos quedar con todos. Me gustaría decírselo a todos.


- ¿Una fiesta de pedida? – preguntó Sasuke – no me parece mala idea. Lo organizaré.


- Eres el mejor – le ofreció un dulce beso Naruto, aunque tuvo que cortarlo cuando escuchó de nuevo a Kaito que bajaba.


- Ya estoy listo, vamos a comer algo.


- Pues vayamos – sonrió Sasuke cogiendo un par de paraguas de una de las cajas.


Naruto sabía que aún faltaba casi un año para casarse con Sasuke, que los preparativos llevarían su tiempo y más con la nueva temporada de lacrosse en marcha, pero no le importaba en absoluto. Quería a su chico y sobre todo… quería ganar ese año al equipo de Neji con su nuevo entrenador. Este año lo lograrían y más… porque ellos tenían a Sasuke Uchiha como su entrenador y aunque era un incordio y demasiado meticuloso con las cosas, todos sabían que era el mayor perfeccionista de todos y les llevaría a la final.


En el bar pidieron un par de hamburguesas y Kaito las disfrutó como nunca sin dejar de mirar por la ventana. Sólo deseaba que dejase de llover para ir con sus padres a jugar. Quería probar el stick, quería jugar con ellos y es que… sólo había algo que a Kaito le hiciera tanta ilusión y era compartir la misma pasión por el deporte que sus padres. El tiempo con ellos le encantaba, siempre estaban al pendiente y no podía evitar sentirse afortunado de que Sasuke hubiera vuelto a sus vidas. Cuando dejó de llover, finalmente pudieron ir a la playa a buscar al resto del equipo.


Todos se reunieron allí y mientras entrenaban, Sasuke enseñaba algunos trucos a su hijo. Al final… el pensamiento del equipo estaba siempre puesto en el mismo objetivo… ese año sería el suyo, ganarían al resto de equipos y tomarían la revancha del año pasado.


Sasuke sonrió al ver a Naruto en el campo observándoles. Ese chico siempre había estado preocupado por su hijo… ahora tenía todo lo que quería. Quizá nunca hubiera podido ir a la universidad, era posible que ya ni siquiera pensase en eso o puede que prefiriese dejarlo para un futuro, pero al menos… eran felices en su vida. Tenían todo lo que deseaban. Iban a empezar a vivir juntos desde ese preciso día y ambos sabían, que pese a las malas situaciones o algunas discusiones, siempre iban a ser felices, porque se amaban.


Naruto sonrió al ver a su hijo, riendo y pasándoselo en grande junto a su padre, aprendiendo ese deporte que había unido a ambos chicos. Para Sasuke… sólo había sido un viaje con un único objetivo, visitar a su padre enfermo, pero ahora se daba cuenta que había sido mucho más, porque había encontrado todo lo que siempre había deseado. Hasta su padre sabía lo que necesitaba… a Naruto y a su hijo. Por fin… Sasuke Uchiha podía gritar a los cuatro vientos, que amaba a su familia y que pese a ser un aburrido pueblo… deseaba estar en Rebun.


Fin


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