Pesadilla de medianoche – Parte 1
Las campanas sonaban, quizás ya era media noche, sin duda todos estarían agotados a esa hora, pero el ruido, las risas, los gritos, las alabanzas, el constante bullicio le hacía saber A Dio que no era así, a su alrededor todos se animaban a caminar de manera eufórica al son de los novios, cuyos pasos seguían un compas lento a su mirar, y sus sonrisas no podían más que amargar al rubio, una pesadilla, sin duda, pues claro, Dio estaba soñando, al menos eso se repetía al observar como todos vestidos tan formales felicitaban y alzaban sus brazos como si de niños se tratasen, y entonces los pétalos comenzaron a caer imitando a esas repulsivas películas románticas que Dio se solía encontrar mientras cambiaba la televisión a las 10 de la noche, sin duda asqueroso, toda esa caravana no le provocaba más que un dolor de cabeza, ya solo quería despertar.
-¡Dio!- escucho ya casi al final del bullicio, volteó su rostro y se encontró con una figura alta e imponente, cuyo cuerpo lucía un traje blanco de cuyas costuras se adivinaba lo caro que era, y unos cabellos rizados de tenue azul que se veían estirados hacia atrás, y cuyos cielos alrededor de sus pupilas brillaban intensamente, Dio casi se queda sin aire.
-Jojo…- dijo lentamente, el hombre frente a él poso su mano sobre su hombro y sonrió amenamente- te agradezco que me hayas acompañado en mi matrimonio, a pesar de que tienes un caso tan grave sobre tus hombros, lograste hacerte un tiempo y venir a acá.
-Pues claro Jojo, después de todo eres mi hermano- ambos se observaron en silencio sonriéndole al otro.
-¡Señor Joestar!- un grito del frente distrajo ambas miradas y entonces un hombre con un desmesurado cabello rubio se abalanzó frente al más alto- ¡oh señor Joestar, todo fue tan precioso, la señorita Erina y usted se veían tan perfectos ahí en la iglesia!- gritaba mientras frotaba su rostro contra el pecho del más alto tratando de limpiarse sus lagrimas.
-Pues gracias Speedwagon- dijo con cierto tono de gracia, entonces alejo un poco al varón- no es necesario que llores.
-Es que todo fue tan hermoso señor Joestar, estas lagrimas son de alegría, ¡son de emoción!- mencionó orgulloso, y Jonathan solo respondió con una amable sonrisa.
Sus ojos carmesí se mantenían quietos, dibujando lentamente el perfil de Jonathan, cuyos rasgos macizos no podían ocultar la visible inocencia en esos vivos ojos azules, y esa sonrisa en ese momento remarcaban unas simpáticas margaritas, pero Dio desvió su mirada y observó a lo lejos una figura delicada, quien con una manos se elevaba con delicadeza sobre sus labios de manera nerviosa, y con sus ojos azules observaba a sus alrededores de manera nerviosa.
-Jojo parece que Erina te está buscando- pronunció Dio con tono desinteresado, en el instante el mencionado volteó con emoción.
-Lo siento chicos pero ya debo irme- dijo de manera apresurada- hasta luego Speedwagon.
-Que la pase bien en su luna de miel Señor Joestar- ambos se abrazaron.
-Hasta luego Dio- abrazó al mayor quien correspondió, las manos del rubio tocaron la fuerte espalda del otro y dibujo de manera disimulada su columna.
-Hasta pronto Jojo- dijo mientras sonreía, entonces observó como el otro corría de manera torpe hacia su mujer, vio unas cuantas inclinaciones de disculpas para luego observar como ambas figuras se perdían dentro de una alargada limusina, entonces el carro partió y ya nada más.
-Bueno me despido señor Dio, tengo que hacer unos asuntos- se inclino.
-Hasta luego- dijo con una expresión neutra.
Entonces se acabó, él se quedo ahí estático, reposando su espalda en una de las tantas paredes de la iglesia, observando como aquel montón de personas finalmente se despejaba, entonces el silencio lo rodeó y pudo sentir sienta tranquilidad, resolvió a revisar uno de sus bolsillos y de ahí saco un cigarrillo, con elegancia lo encendió y dejo que aquel humo se deslizara por su boca hasta sus pulmones de manera rápida y profunda, su expresión calma contrariaba todo lo rápido que iba su corazón, el cual latía con violencia y velocidad.
En su mente se produjo una imagen mental que solo le podía causar asco, las más profundas nauseas, ya que la idea de la noche de bodas de Jojo no se le hacia agradable, sabiendo que se revolcarían como cerdos, con expresiones de niños con retraso mental ante la inexperiencia en esas actividades, y actuando como infantes al descubrir algo nuevo sobre el mundo, sin duda el imaginar a Jonathan completamente sudado sobre Erina no le era agradable, solo le causaban ganas de vomitar, y ante eso no podía quitarse el amargo sabor que se había formado en su boca, entonces al terminar de dar la ultima colada a su cigarro, lo botó contra el suelo y lo piso violentamente, y con paso calmado se retiró.
El tiempo pasaba y pasaba, pero Dio se mantenía impasible, esperando a que en algún momento sonara la alarma, tenía que despertar, pero parecía que la pesadilla no lo quería dejar ir, entonces posó sus ojos frente a los papeles de su caso, tenía que defender a un sujeto que estaba siendo acusado de la violación de su hermana menor, sin duda un sujeto para nada inteligente, pero a Dio le importaba poco, el sujeto le estaba pagando bien así que no importaba.
Entonces comenzó a caminar por su habitación, dando múltiples vueltas ante cada esquina mientras sostenía en su mano una copa de vino, ante cada sorbo agitaba su cabello nerviosamente, el tic tac de fondo armonizaba cada uno de sus pasos, y su expresión con una creciente excitación mientras que sus dedos rodeaban con furia la copa. Las imágenes de Erina gritando al mismo tiempo que Jonathan la penetraba sin cesar, eran algo que no abandonaban a Dio, Jonathan susurrándole dulces palabras a la rubia, sujetándola con delicadeza, besando su espalda, besando sus mejillas, bebiendo las lagrimas de esa mujer, embistiéndola sin parar mientras la grita incesantemente te amo, repulsivo, asqueroso, repugnante, inconcebible, Dio no tenia palabras para terminar de describir lo denigrante que era él al pensar todo ello, al destinar su mente en pensamientos tan absurdos y que no venían a cuenta para él, ¿qué le iba a importar que Jonathan mantuviera relaciones con su mujer?, o si quiera, ¿qué le iba a importar lo que hiciera Jonathan?
Se sentó y trató de calmarse mientras se servía otra copa de vino, de manera apacible bebió, pensando y rememorando todo lo del día, como las muecas nerviosas de Jonathan mientras jugaba con sus dedos, o como la puerta se abrió al final de la iglesia y el rostro del menor se iluminó como nunca antes, o como Erina caminaba de manera impaciente y con una sonrisa entusiasta, como ambos se sujetaron de las manos como si la vida se les fuera en ello, o como ambos estaban siendo iluminados que pareciese que el mismo dios estuviera contento de esa unión, o como ambos al final del sermón se besaron de forma casta y después se observaron con total devoción, o como todos observaban anonadados ante tanto amor, si, un día asquerosamente hermoso para ellos, por eso Dio en ese instante los maldecía, por eso se vio sin control y comenzó a destrozar todo a su alrededor, y sin darse cuenta escucho como su copa se quebrantaba en miles de pedazo contra la pared, como el vino estaba impregnado ahora en la pared y el suelo acompañado del montón de vidrios de lo que alguna vez fue una botella. Dio respiraba agitadamente observando hacia el frente con sus ojos casi desorbitados, entonces se calmó y volvió a sentarse, no había que volverse impaciente, tarde o temprano despertaría.
Continuara…