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Amor pasajero por Deidara Sempaii

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Notas del fanfic:

El nombre del fic es mas bien con doble sentido, como otro significado;es como decir amor-pasajero, no por ser un amor pasajero. No se si me entiendan xD bueno, si leen el fic se daran cuenta o eso espero (?

Notas del capitulo:

Es el primer fic original que hago. Estuvo dando vueltas hace rato en mi cabeza hasta que decidí subirlo. ( a pesar de que tengo fics sin actualizar xD)

 

Eeespero que sea de su agrado :)

Hazuki se caracterizaba por su entrecejo fruncido y por sus grandes orbes color miel. Era considerado por sus compañeros de clases, un chico callado y reservado; con un carácter firme, al igual que sus claras ideas.

Su mamá era lo más preciado para él, pues ella siempre estaba allí presente; aunque debía admitir que en ocasiones lo consentía mucho, en demasía.

 

 

 

El sonido de la alarma de las seis, lo despertó de forma abrupta. Frunció el entrecejo y gruñó al sentir el sol sobre su rostro. Se llevó ambas manos a él y se refregó los ojos; se incorporó y, luego de adaptarse a la luz, se levantó.

Bajó a tientas las escaleras, aún con las luces apagadas, y se dirigió al baño.

Su madre aun dormía; tenía la costumbre de levantarse cinco minutos antes que su hijo se fuera, solo para asegurarse que tomara bien el autobús.

Salió y se dirigió a la cocina a prepararse el desayuno.

Antes de irse preparó las tostadas y un café sobre una bandeja que dejó sobre la mesa. Tomó su mochila y se dirigió a la puerta, cuando un bostezo se oyó; era su madre quien recién levantada, con su pelo castaño alborotado, estaba posada sobre el marco de la puerta de su habitación.

—¿Ya te vas? — Se refregó un ojo — ¿Qué hora es? — frunció el ceño.

—Las siete. — Luego señaló la mesa — ya te preparé el desayuno — ante eso, ella sonrió durante largo rato, hasta que tomó en cuenta la hora.

—¡¿Las siete?! ¡Ay no puede ser! ¡Ya voy, ya voy! — dio un respingo, para luego correr al baño.

—Suspiró— No te preocupes, mamá; puedo tomar el de las siete y diez. Llego temprano.

—¿Y cómo sé yo, que él no es un secuestrador de niños? — Se podía oír el cepillado de su dientes —¡olvídalo! —- salió con el peine enredado en su cabello, directo a su cuarto.

—Si quieres puedo ir solo.

Ella siseo.

—Como si fueras tan hábil como para llegar a la parada tú solo —salió de la habitación taconeando con un pie hasta lograr ponerse el otro zapato. — ¡Vamos, vamos!— tomó las llaves y cerró la puerta.

Caminaron apresurados hasta la parada, donde aún había gente esperando bajo el pequeño techo grisáceo. Su madre inclinó la cabeza y luego miró el reloj.

—Ya viene. — comentó Hazuki con completa serenidad.

—Pues yo no lo veo — arqueó una ceja su madre.

Al terminar de decir eso, el sonido bullicioso del motor de un autobús se oyó aproximarse. Se detuvo a toda velocidad justo en la parada. Su madre miro extrañada al chofer, por la velocidad con que había llegado.

—Nos vemos, mamá— Se acercó a ella, antes de subirse.

—Adiós, amor — sonrió, dejando de lado el otro tema. — ¡Pórtate bien, eh!

Hazuki subió, siendo el último. Pagó su boleto, y, antes de irse a sentar dio una fugaz mirada al conductor, quien de seguro no lo vio.  Se sacó la mochila y se sentó en el tercer asiento a la derecha del conductor. Le restaba atención a su acompañante, solo le importaba sentarse en ese lugar por una razón: era el ángulo perfecto donde podía observar tranquilamente al conductor. Sin saber el porqué, era una tarea que había empleado hace tiempo; con varias personas.

Al llegar a los diez minutos, la gente comenzaba a acumularse, tapándole la vista. Sin poder verle más que un simple mechón rubio rizado, bajo su gorro correspondiente de chofer, desvió la mirada a la ventana.

Hazuki no era alguien de muchos amigos, más bien tenía tres, pero de los verdaderos. Sabía que aguantar su genio no era de humano, y por ello, conservaba muy bien esa amistad. Le gustaba observar a las personas en silencio, estudiar sus actitudes, sus palabras y gestos. Y así, se había ganado varios enemigos, pues se había dado cuenta, de tanta hipocresía. Y no estaba de más estudiar al tipo que lo llevaba a la escuela hace casi dos años. Siempre trataba de hallar algo en su mirada que le dijera algo; pero nada. Eran pocas, escasas, las veces que lo había oído hablar; si quiera sabia su nombre.

Desde el año anterior, cuando comenzó tercero de secundaria, comenzó a viajar solo; por esa razón su madre se aseguraba que tomara siempre el mismo autobús. El de las siete y cinco.

 

 

 

Sin percatarse del correr de los minutos llegó a la escuela, y lo primero que se encontró fue a su –más alborotado- amigo corriendo hacia él.

—¡Hazuki! — Gritó Kichiro a lo largo del pasillo, con una sonrisa esplendida de oreja a oreja — ¿estudiaste para el examen?

—No hay examen. — frunció el entrecejo.

—¿Ehh? Claro que hay examen, mira — apunto al pizarrón que yacía dentro del salón, — allí dice que el lunes 14 de abril habrá examen.

—Kichiro, hoy no es lunes. — suspiró.

—Arqueó una ceja— ¿ah no? — Revisó su celular —¡Ahá! tienes razón... —dijo siguiendo al otro.

Ambos entraron y se sentaron juntos como tenían de costumbre; en la fila de la izquierda casi al final. Era el lugar preferido de Kichiro, ya que de ahí no podrían verlo copiarse. Al sentarse el celular de Hazuki vibró en su bolsillo, lo tomó y leyó el mensaje.

—¿Quién es? —preguntó su acompañante tratando de husmear.

—Mi mamá

—Y... ¿qué quería?

—Que le compre unas cosas. — lo guardó. —  ¿Puedes acompañarme? — lo miró.

—¡Ah, genial! ¿a qué hora? ¿a la salida? — Sonrió mostrando la fila de dientes.

El otro asintió.

Las primeras dos horas resultaron bastante tediosas para aquellos que no tenían ni un ápice de idea de la materia, se la pasaron quejándose del examen sorpresa que había traído consigo el profesor de literatura. Había sido uno de los días más pesados, tenían doble turno y no saldrían sino hasta las cinco de la tarde. En la hora de gimnasia habían quedado agotados o por lo menos Kichiro. Llegada la hora de salida Hazuki y Kichiro fueron al lugar donde comprarian el pedido de su mama, unas telas. Caminaron un par de cuadras, un par... que se convirtieron en quince cuadras. Al llegar abrieron la puerta de vidrio; Kichiro corrió hacia una de las bancas azules del lugar y soltó un largo y pesado suspiro, mientras que Hazuki cogió un numerito.

—Oye... ¿qué numero tienes? — preguntó rascándose la cabeza, al ver la inmensa cantidad de personas que habían en el lugar.

—13, ¿Qué numero va?

—Ay... — se deslizo sobre el asiento — 83, pero bueno, ¡ha de ser rápido! — sonrió tratando de convencerse.

Pero tan solo pasó una eternidad cuando el número de la pantallita cambió.

Lograron salir de allí solo una hora y media después. Llegaron a tientas a la parada de autobuses, apresurados; el cielo amenazaba con la llegada de la lluvia.

—Bueno... —dijo Kichiro sosteniéndose de una barra — hasta aquí...  te sigo, yo tomo el otro — señaló con el dedo la parada que estaba a unos metros. — Nos vemos, suerte con la tela — sonrió, alejándose.

Hazuki se unió al montón de gente que estaba allí esperando el autobús. Revisó la hora en su celular y luego lo guardó. Eran ya, las siete y diez de la tarde; solo esperaba no haber tardado tanto.

Al cabo de unos diez minutos el autobús llego y paró abriendo automáticamente sus puertas, dejando entrar la fila de gente, que por suerte no era tanta como para viajar de pie.

Subió las tres pequeñas escalinatas y dijo el boleto a pagar. Al levantar la vista sus ojos quedaron posados en los del conductor que, con la misma sorpresa lo miró. Era él; el sujeto de las mañanas.

—¿Vas a pagar o no? — se quejó una mujer que estaba subiendo.

Hazuki sin hacer caso a la mujer, se dirigió a un asiento cualquiera, puesto que el “suyo” estaba ocupado, pero por suerte el de adelante estaba libre. Se sentó y se limitó a observar por la ventana. Se refregó inevitablemente uno de sus ojos. Por alguna razón ese día había sido agotador, y pasar a recoger esa tela le había hecho caminar... bastante.

Luchó consigo mismo por mantener sus ojos abiertos, pero la incesante lluvia que golpeaba tenue el vidrio, solo lo hacía desear llegar de una vez a casa y echarse a dormir.

Miro al conductor a través del espejito que estaba en frente de él, y pudo ver sus notables ojeras bajo sus ojos verdosos. Al parecer no era el único que estaba cansado.

Suspiró largamente y trató de mantenerse firme. Sin poder reprimir un segundo más sus ganas de echarse a dormir, sus ojos se cerraron lentamente, contra su voluntad, hasta caer en un profundo sueño.

 

 

 

 

 

—Hey, hey — oyó esa voz en algún rincón de su cabeza.

Entreabrió con pesadez sus ojos y notó que estaba en.... ¿el autobús? Se incorporó rápidamente y notó que este estaba vacío, luego levantó la vista y vio que el chofer lo estaba mirando a través del espejo.

—¿Bajas? Mi recorrido ya está por terminar y no quiero llevarme un pasajero a casa — bromeo, reflejándose su sonrisa por el espejo.

El de ojos miel diviso a través de la ventana y notó que el autobús estaba parado. La calle estaba oscura, al acercarse más vio que ya habían pasado una cuadra de su casa y que la lluvia hace cesado.

—Lo siento — murmuró. Estaba algo extrañado, ¿es que acaso el chofer sabia donde vivía? No era probable. De cualquier manera, estaba agradecido que se hubiera tomado esa molestia. Estaba seguro que cualquier otro lo hubiera dejado dormir hasta llegar a quien sabe dónde y luego botado.

Acomodó su mochila al hombro y se levantó, asegurándose de no olvidar nada. Se dirigió a la puerta de atrás y lo miró de reojo.

—Gracias — masculló, casi inaudible, y bajó.

El autobús comenzó a andar solo cuando el de ojos miel llegó a la esquina. Suspiró cansino y sin apuro llegó a su casa, donde su madre posada en la puerta, lo estaba esperando. Arqueó la cejas sorprendido que ella estuviera allí, se preguntó entonces que hora era.

—¡Hazuki! ¿Dónde estabas? —  se acercó a el — ¡me tenías preocupada! ¡Mira la hora que es!

—Yo.... — murmuró— Había mucha gente.

Ella suspiró aliviada y luego agrego:

—¿Y por qué no me llamaste? — frunció el entrecejo.

—No me di cuenta, mamá. Perdón.

—Suspiró — está bien, pero la próxima no será igual, eh.

Dejó su mochila y se fue a cambiar de ropa. Mas tarde cenó con su mama y, cuando terminó lavo los platos rápidamente; tenia algunos deberes que hacer de la escuela.

Subió a su habitación y se echó en la cama boca abajo; pensó que dormir un rato antes de hacer su tarea no le haría mal. Miró la hora y vio que ya eran las ocho y veinte de la noche. Cerró sus ojos y, en medio de la oscuridad, los ojos verdes de aquel sujeto habían aparecido, junto con esa sonrisa que hace un rato había visto reflejada en el espejo. Frunció el entrecejo, abrió sus ojos y se levantó; mejor se ponía a hacer sus tareas.

 

 

 

Notas finales:

Espero que hayan podido comprender como funcionan las cosas (?

Nos vemos!


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