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Palabras por Claudens

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Notas del fanfic:

KOF y todos sus personajes perteneces a SNK respectivamente y son usados sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

 “ NO DESESPERES, NI SIQUIERA POR EL HECHO DE QUE NO DESESPERAS. CUANDO TODO PARECE TERMINADO, SURGEN NUEVAS FUERZAS. ESTO SIGNIFICA QUE VIVES”


Frank Kafka

 El sol se ocultaba como cada tarde, una vez más el hermoso astro culminaba aquel día como tantos otros su recorrido diario, los tonos dorados matizaban el cielo desde pálidos amarillos hasta rojos ardientes los cuales anunciaban y daban la bienvenida premeditada en un par de horas al nocturno.


   Una extraña lluvia otoñal había hecho presa a la ciudad aquel día, pero los únicos rastros de ella ahora solo eran cristalinos charcos que reflejaban el cielo en llamas y sobre los cuales solían caer esporádicamente las hojas secas de las plantas. Un joven que vestía larga gabardina negra caminaba apacible en la azotea de un alto edificio, sus pasos dejaban ver que no tenía prisa alguna, su vista fija en aquel hermoso horizonte, su respiración era débil una de sus blancas manos se encontraba sobre el pecho, el cual se movía rítmicamente por la respiración acompasada del chico.


   En los charcos aparecían sutiles ondas a cada paso que el joven daba y su delgada y bella figura era reflejada cada que pasaba a su lado. Un viento fiero agitó los rojos cabellos y lo mezclo con varias hojas que fueron desprendidas de los árboles sin la menor contemplación, aquel espectáculo tan hermoso para la mayoría de la gente, era para este chico en especial solo la visión de la muerte que trae el augurio de vida nueva...el otoño no era más que una estación más, él no comprendía por que las personas se maravillaban tanto de verle, era tan simple el milagro de la vida y la muerte, ¿acaso por qué el estaba tan cerca de eso le prestaba menor importancia?.


   Las manos se apoyaron temblorosas en un barandal metálico, los ojos grises fijos en las hojas muertas que caían desde las copas de los árboles, un hilo de sangre comenzó a escurrir de los pálidos labios, era delgado y fino, tan salado como el mar inmenso y tan rojo como un rubí, se deslizo despacio por el mentón hasta que una diminuta y bien formada gota carmín cayo sobre el frío metal. Entonces una sonrisa débil apareció en el rostro de aquel chico, su fría mirada dejaba entrever que su alma era atormentada de la más cruel y bestial de las formas, aquellos ojos profundos y perfectos evidenciaban un oscuro secreto, la vida de ese chico no había sido fácil y jamás lo sería, jamás,eso era claro, muy claro hasta para él mismo.


   Iori Yagami como cualquier otra persona había aceptado el camino de la vida y el precio que pago por ella era el sufrimiento, lo supo desde que era niño, el cruel trato de su padre y la indiferencia de su madre lo hicieron elegir desde su infancia y el realizo su elección a la perfección, prefirió quedarse conla sobrevivencia que con el amor, el cariño o todo aquello que hace que el camino de las almas por el mundo sea menos doloroso, desde el inicio hizo de los sentimientos algo superfluo e innecesario, no los comprendía, no los conocía y mas valía que así fuera por siempre.


   Las manos presionaron el tubo negro y helado, un agudo dolor que provenía de su interior lo estremeció, no sabía con exactitud de donde provenía, solo lo sentía tan claramente, tan quemante, tan veloz y raudo como el caudal fresco de un río, tal provenía de sus pulmones o quizá de sus entrañas o tal vez de su corazón. Eso no importaba, lo apremiante era que cada día aumentaba su frecuencia y constancia, pero ni siquiera el dolor lo doblaría, no, nadie le había sometido y no iba a darle el honor a él. Las manos empuñaron más el tubo tratando de soportar aquellas escalofriantes sensaciones, la mente concentrada en otras cosas para olvidar el sufrimiento.


  Un débil gemido surco los aires, la mente de Iori concentrada en una reflexión, en aquellos pensamientos alejados del dolor. Él ya era todo un hombre y tenía el control de su vida, era poseedor de un espíritu indomable, su fuerza y poder eran incomparables, poseía todo lo que deseaba y deseaba todo lo que podía, era elogiado por las mujeres y envidiado por muchos hombres, tenia dinero y disfrutaba de todos los placeres que se le ocurrieran, cada noche tenía en su lecho a un amante diferente, hombre o mujer le daba lo mismo, los hacia suplicar, humillarse por él, solo por él, la vida le enseño a ser autosuficiente e indiferente.


  De repente las manos del imponente y todo poderosos Yagami se desprendieron del barandal y rodearon su cabeza presionándola con fuerza, no sentía dolor agudo, era solo una voz suavey triste la que taladraba su cabeza.


- ¡¡¡Cállate!!!- ordeno la voz iracunda del pelirrojo, pero no fue obedecido, aquella voz y sus palabras lo torturaban de día y de noche


- ¡¡¡Maldita sea cállate!!! - bufó molesto y su mirada reflejo infinito dolor, pero era un sufrimiento diferente a algo físico, esa voz lo lastimaba en su interior, martirizaba su alma y trataba de resquebrajar su espíritu. Cayo de rodillas en el piso sujetando su cabeza, sus delgados dedos se hundían en su cabellera roja como la sangre con desesperación tratando de que todo pasara.


   Iori sabía muy bien lo que era, comprendía la causa de aquel sufrimiento y de esa desesperación. Desde siempre tuvo la conciencia de que no era feliz, y de que tal vez jamás podría serlo, pero aceptaba su efímera vida, no podía luchar con una maldición o contra su destino así que decidió hacer lo que deseaba sin importarle nada. Fue educado y entrenado para odiar a los Kusanagi y por decisión propia acepto matar al ultimo sucesor del clan de fuego escarlata, a partir de entonces su vida tuvo un sentido, cada día dejo de ser tan pesado y abrumador por que ya que tenía una meta, un fin, algo que hacer, algo por que vivir, sus noches de insomnio y preocupación aumentaron, pero eso no le importaba en lo absoluto y cada día las exigencias de su padre eran más estrepitosas y constantes, pero eso tampoco le interesaba, el mataría al Kusanagi cuando lo deseara.


   Iori era una persona tan normal y tan especial como cualquier otra, a veces se sentía solo, en ocasiones feliz y tomaba la guitarra y encerrado componía melodías y escribía letras que para el eran representaban como un bálsamo que purificaba su ser, también gustaba mucho de pasear por las noches ya que dormía muy poco, la vida era muy preciada para el pelirrojo ¿cómo poder desperdiciarla durmiendo? Se preguntaba siempre y la cercanía con la muerte lo orillaba a experimentar y conocer el mundo de todas las formas posibles.


   La voz que Yagami escuchaba en su cabeza se desvaneció de repente, el joven suspiro aliviado, sabía que volvería, estaba seguro de ello. Aquellas palabras no iban a dejarlo en paz tan fácilmente. Aquellas palabras no le dejarían descansar - ¡Demonios! – pensó malhumorado - ¿Por qué me sucede esto a mí?- en verdad el muchacho se veía confundido y consternado, por primera vez en su vida había surgido algo que no podía controlar, al fin Yagami Iori no sabía que hacer ante una situación y eso le producía un malestar inimaginable.


   Con brusco movimiento Iori limpio la estela de sangre que escurría de su boca, se incorporo de nuevo y fijo su vista en el parque


- Esa noche era como esta... - dijosuavemente al tiempo que el sol se ocultaba y en el cielo despejado aparecía la primera estrella, suspiro, nunca necesito de nadie, ¿por qué ahora algo tan estúpido lo abrumaba tanto? Si toda su vida fue soledad, ¿cómo solo un par de palabras lo estremecieron y lo hicieron sentirse así? Su corazón estaba abatido y su alma destrozada. Sentía dolor, pero era diferente a un sufrimiento corpóreo, era una punzada aguda, un malestar que percibía hasta en el aire, pero si eso nunca le había sucedido, ¿por qué ocurría ahora?,entonces sin querer una vez más comenzó a recordar lo que había acontecido hace unos días, el sol y la luna salieron y se ocultaron muchas veces pero Iori no sabía exactamente cuanto tiempo había transcurrido desde entonces, para el todo era tan claro como si hubiera pasado ayer, no, más claro y cercano aún, justo como si hubiera pasado tan solo hace un par de horas.


***


Era una noche tranquila y serena como cualquier otra, Iori realizaba uno de sus acostumbrados paseos nocturnos después de haber llevado a un lindo joven a la cama, en verdad lo disfruto mucho, ese jovencito si que lo había entretenido bastante, pero al final termino como todos cayendo seducido y lleno de deseo por el ser amado así que el pelirrojo pudo hacerlo suyo hasta el cansancio y de las mil maneras posibles ya que la voluntad de ese muchacho le pertenecía ciegamente, pero cuando se hubo cansado fue entonces cuando tomo la decisión de salir a caminar.


Personalmente al pelirrojo no le agradaba dormir con nadie, lo había hecho tantas veces como estrellas hay en el firmamento, pero jamás sus labios fueron tocados por otros por amor, nunca lo hizo por esa razón, algunas veces fue por deseo, otras por orgullo, unas más por diversión pero ninguna por un sentimiento, tal vez era cariño o quizá atracción febril, pero no amor, no, el solo era un nihilista que buscaba únicamente placer y lo conseguía siempre, solo bastaba una sonrisa, un sensual susurro, una mirada incitante y ¡¡listo!!.


   Iori caminaba apacible aquella noche, sus mechones rojos y sus ropas estaban empapadas, había terminado de llover hace poco y de las puntas de sus cabellos caían gotas que se deslizaban divertidas por su rostro y por su cuello. Los ojos grises miraron a su alrededor, estaba en un parque, le parecía un lugar sereno, estaba totalmente desierto y en penumbras ya que la luz del alumbrado público no llegaba hasta donde el se encontraba, entonces sonrío satisfecho y busco presuroso algo en su chaqueta negra, una caja de cigarros y otra de fósforos, al encontrarlas coloco con calma un cigarrillo en sus labios en tanto continuaba caminando y miraba las estrellas y la luna llena, el cielo estaba muy despejado después de aquella cálida lluvia.


   Intento varias veces encender el fósforo, pero este estaba húmedoasí que decepcionado lanzo la caja al piso y esta cayo justo en un charco. Entonces lentamente estiro su dedo índice y lo coloco en la punta del cigarro, una flamita púrpura apareció juguetona y encendió el cigarrillo y el pelirrojo fumo con placer, para luego dejar escapar una gran bocanada de humo, ahora era cuando la vida le parecía feliz y especial, le gustaba tanto disfrutar de un momento de tranquilidad, solo eso le pedía a la vida tranquilidad y paz, ¿acaso eso era demasiado?.


   Los pasos de Yagami se perdían en las penumbras de la noche hasta que al fin cansado de caminar entre los árboles y la hojarasca decidió sentarse en una banquilla del parque, extendió sus brazos apoyándolos sobre la banca. En su mano derecha aun estaba el cigarrillo y con un sutil movimiento los dedos blancos lo agitaron haciendo caer la ceniza al aire, el cual se la llevo lejos en un parpadeo y la fresca y húmeda brisade la noche estremeció al pelirrojo de pies a cabeza, con eso recordó que a veces la vida tenía bellas cosas y sonrió.


   De repente Iori se sintió incómodo, alguien lo observaba, el cigarro cayo de su mano y Yagami se levanto de golpe, su mano derecha se hundió en el largo mechón de cabello rojo que caía sobre su rostro y lo hizo aún lado, sus ojos grises resplandecieron en la oscuridad al estar ambos descubiertos y entonces frente a él, muchos metros adelante pudo ver a alguien, una silueta recargada en una pared, esta solo le hizo una señal con la mano indicándole a Iori que se acercara.


   El pelirrojo comenzó a caminar y la tenue luzdel alumbrado público le permitía distinguir la silueta de un joven que el ya bien conocía y que le miraba con ojos amenazantes y justo cuando estuvieron cara a cara, separados solo porun par de centímetros se miraron a los ojos, no hubo palabras, no hubo amenazas, un par de palomillas nocturnas pasaron entre ellos dirigiéndose a la luz, buscando su calor y atraídas infaliblemente por el resplandor que las seducía a tal grado que a veces perdían la vida por el deseo de fundirse con ese brillo cegador. Ambos chicos sonrieron, sabían perfectamente lo que el uno buscaba del otro y entonces la pelea comenzó.


   Oleadas de sangre y fuego se mezclaban en el apacible nocturno, sudor, lagrimas y gritos se entretejían en las solitarias calles, las flamas escarlata peleaban furiosas contra el fuego púrpura iracundo, los dos muchachos que combatían se encontraban heridos, bastante lastimados, pero ambos sentían en su ser los borbotones de adrenalina y emoción que cada segundo los recorrían de pies a cabeza y los hacían estremecerse y vibrar.


  Entonces ambos se detuvieron de golpe, una mirada profunda de los ojos avellana de Kyo, una sonrisa maliciosa de los labios delgados de Iori y el rito de lucha se torno en persecución, a Kusanagi le encantaba hacer enfadar a Yagami Iori, así como le producía una especial fascinación él saberse perseguido y deseado aunque fuese solo para ser entregado a los brazos fríos y gélidos de la muerte, así que decidió correr hacía el parque con todas sus fuerzas experimentando la fuerte sensación de ser perseguido y al verle huir un iracundo pelirrojo le siguió mientras pensaba en lo cobarde que era su rival al escapar de esa manera tan infantil, pero muy en el fondo a él también le resultaba emocionante estar tras los pasos de Kyo.


   Un pequeño claro en el bosque era iluminado por la tenue y delicada luz de luna, el futuro líder del clan Kusanagi se detuvo, su respiración era agitada, se sentía cansado, pero aún así se le veía feliz y satisfecho.


   Iori le dio alcance con rapidez y al verle ahí sonriente esperándole, no lo dudo, le ataco con todas sus fuerzas, el fuego púrpura se deslizo por el pasto quemándolo y devorándolo a velocidad impresionante para después levantarse del piso hacia el cielo formando gruesos pilares de llamas violentas, los ojos grises de Iori centellaron, Kyo había errado un movimiento, ahora era el momento de atraparle. Veloz como el rayo y raudo como el viento el ágil pelirrojo corrió hacia su presa con violento golpe lo hirió y lo tomo del cuello con una sola mano corriendo con él y azotándolo en un árbol, manteniéndolo presionado contra este.


   La boca de Kyo se abrió, hubo un grito y luego un borbotón de sangre escurrió por los labios y el cuello del trigueño muchacho, al ver la sangre derramada el pelirrojo sonrío satisfecho al tiempo que sus dos manos se cerraban como fuertes grilletes alrededor del cuello de su presa


   -Hn, ¿tú ultima voluntad?...- pregunto Iori al tiempo que sus manos presionaban más el frágil cuello de Kusanagi ocasionándole poco a poco un gran dolor y una rápida perdida de aire. Siempre era lo mismo pensó el pelirrojo en tanto contemplaba el rostro dolido de Kusanagi, en cada pelea él era superior y en cada ocasión realizaba exactamente la misma pregunta y siempre recibía la misma respuesta, una fiera mirada de aquellos ojos avellana y después un inesperado forcejeo y Kusanagi lograba liberarse y la pela continuaba hasta que ambos caían exhaustos, sin fuerza alguna para seguir, solían pelear hasta desfallecer, eso los hacía sentirse bien. Pero esta ocasión no sería así.


   Los ojos grises de Yagami estaban fijos en Kyo, el chico amo de las llamas escarlata miraba a su rival fijamente, todo era silencio solo se escuchaban de vez en cuando los débiles gemidos de dolor de Kyo, la agitada y cansada respiración de ambos y el alegre cantar de los grillos. Iori no comprendía por que de pronto su rival se había quedado así, pasmado, inmóvil, era muy extraño así que sonriente suponiendo que Kyo no lo escucho volvió a repetir lo que había dicho.


   - Vamos Kusanagi no tengo toda la noche, ¡¡¡dime tu última voluntad!!!, o ¿acaso prefieres morir sin ella? - la risa de Yagami hizo eco en todo el parque, Iori sabía que Kyo se sentía humillado nuevamente y una vez que termino de reír hasta el cansancio volvió a presionar el cuello de su rival, varios hilos de sangre comenzaron a deslizarse y a recorrer los dedos delgados y blancos del pelirrojo, el cual comenzó a molestarse ante el obstinado silencio del otro joven, así que le miro con fiereza, esa era su ultima advertencia y Kyo lo sabía, pudo leer en aquello ojos grises que Yagami había perdido la paciencia.


   El amo de fuego escarlata entonces sonríe débilmente y después vuelve su rostro hacia un lado evitando la mirada fría de aquellos ojos grises, violentos y agresivos que parecía trataban de perforar su alma.


   Iori pudo ver poco a poco como la sangre de Kyo escurría de sus manos hacía el piso y entonces noto de repente como varias gotas cristalinas y transparentes como el más puro cristal se desprendían suavemente del rostro de Kusanagi


- “¿Lagrimas?”...- pensó al instante al verlas, pero no lo podía creer, aunque era verdad, estaba muy asombrado por que Kyo lloraba en silencio. Por reflejo y sorpresa Iori disminuyo la presión que sus fuertes manos ejercían sobre el cuello del otro joven, hubo silencio y de súbito, el rostro lleno de lagrimas de Kyo enfrento al de Yagami.


   Los bellos ojos avellana recorrían el rostro del otro como si fuera la ultima vez que le mirara, sin querer el pelirrojo se estremeció ante la mirada profunda y penetrante de su rival, luego Kyo sonrío dulcemente y con voz apagada y gesto triste hablo.


-Mi ultima voluntad... solo es decirte algo...- al escuchar aquello Yagami parpadeo un par de veces, ¿solo eso?, si a él le hubieran hecho tal pregunta la hubiera aprovechado de otra forma, pero ni hablar, no iba a discutir eso –“Es el ultimo deseo de Kyo” – pensó y sonrío con altanería al tiempo que con voz firme se dirigía a su derrotada presa


- Pues habla, ¿qué diablos esperas? - el tono grave del pelirrojo estremeció al chico de cabello castaño, este cerro los ojos por un momento, suspiro, levanto su mano izquierda y temblorosa la acerco a Iori, con delicado movimiento Kyo hizo aún lado el cabello largo y rojo de Yagami, deseaba mirarle, necesitaba verse reflejado en ambos ojos grises, fríos e insensibles.


   Los ojos avellana se encontraron con los ojos grises y entonces Kyo hablo quedamente -... Yo... - dudo por un momento, su mano derecha entonces roza la blanca mejilla de su rival y continua hablando quedamente ante la perplejidad de Yagami que no comprendía que demonios le sucedía a Kusanagi - ...Yo... te amo...- fue todo lo que dijo, los ojos grises se abrieron llenos de sorpresa y poco a poco las manos delgadas y blancas fueron soltando el cuello prisionero dejando caer al chico de rodillas al piso. Silencio todo pareció detenerse, una ráfaga de viento meció las hojas de los árboles e hizo caer varias de ellas al piso.


   Kyo se encontraba con sus manos apoyadas en el pasto, su mirada fija en el suelo, despacio las lagrimas brotaban de sus ojos y caían humedeciendo los verdes, dorados y delgados tallos, ya que el otoño había apenas iniciado el parque era un lienzo cuyo suelo parecía mezclado entre los verdes intensos de algunos árboles y la trigueña muerte de hojas y pasto.


  Iori miraba absorto a su rival, y después pasos se escucharon entre las hojas secas, el pelirrojo se había dado la vuelta y comenzaba a alejarse de aquel lugar, sin saber que hacer, sin saber que decir, sin saber que pensar, sin saber que sentir.


   Kusanagi alzo la mirada y pudo ver como Yagami se alejaba, cerro los ojos y sus dedos presionaron la tierra, arrancando el pasto, no había más nada que hacer, lo sabía, solo debía resignarse y respetar la posición del pelirrojo, respetar lo que decidiera hacer.


   Entonces sucedió, un fuerte ruido obligo al amo de fuego escarlata a mirar hacia el frente de nuevo, la delicada luz de luna le permitió al muchacho de melena castaña ver a Yagami en el piso de rodillas con una mano en el pecho y la otra apoyada en el pasto. Sin pensarlo dos veces y al escuchar al pelirrojo toser y quejarse dolorosamente Kyo se levanto y a toda prisa corrió hacia donde Iori se encontraba. Para esos instantes una mano del pelirrojo marcaba surcos en la tierra el Rito de sangre había dado inicio, la maldición de Orochi comenzaba a robarle la vida nuevamente y no había nada que hacer, era imposible evitarlo.


   Iori mantenía lo ojos cerrados, podía sentir la calidez de su propia sangre recorrer su pecho humedeciendo su ropa, ahogando su garganta, cegando sus sentidos, todo era oscuridad y agonía, cada segundo se sentía más cerca de la muerte y cuando estuvo a punto de dejarse vencer, justo cuando creyó que ya no podía más y que estaba por desfallecer experimento algo que en la vida había sentido. Una dulce calidez lo envolvió, intento abrir los ojos para mirar lo que pasaba pero no pudo hacerlo, su agitada y dolorosa respiración lastimaba a Kusanagi quien ahora le abrazaba lleno de angustia y mantenía la cabeza del chico recargada en su pecho justo cerca de su corazón.


   La cercanía de Kyo, sus brazos rodeando su cuerpo le daban a Iori tranquilidad, el Riot no era nada fácil de soportar, pero en esta ocasión Yagami tenía a alguien con quien compartir su exaltada agonía y su angustioso martirio. Kyo se sorprendió al sentir las manos de Yagami sujetarle con fuerza, prendiéndose de su pecho y luego rodearle con firmeza, para esos momentos el pecho de Kyo comenzaba a cubrirse de una estela carmín, el joven de ojos avellanas se sintió abatido hasta lo más profundo y solo atino a hundir una de sus manos en la ardiente cabellera roja al tiempo que acercaba su rostro al del otro y le susurraba al oído con tono apacible, suaves y melodiosas palabras cuyo único fin era tratar de tranquilizarle.


- Esta bien... Iori no te preocupes todo estará bien... yo estoy a tu lado - el pelirrojo quiso decir algo, pero su propia sangre lo ahogaba, manteniendo su voz prisionera y entre esa agonía solo atino a tomar una mano de Kyo entre las suyas, estaba por llegar al clímax de su estertor en vida, podía sentirlo, sabía que la cúspide de su martirio estaba muy cerca y por eso se aferraba con fuerza y creciente desesperación a Kusanagi y este le contemplaba dolido sintiéndose muy mal al verle en tan deplorable estado. Kyo se sentía como un pequeño que se encuentra en medio de la guerra y observa aterrado la sangre, el dolor y la muerte, observa impotente como todo lo que ama es destruido y desaparece para siempre ante sus propios ojos y sin que él pueda hacer algo para evitarlo.


   Poco a poco Iori comenzó a recuperarse de aquel horrendo sufrimiento, Kyo lo estrechaba aún contra su cuerpo con un abrazo frenético y una de sus manos acariciaba el pálido rostro del joven pelirrojo que mantenía sus ojos cerrados.


   Yagami podía percibir a otra persona a su lado, respiro profundamente aspirando el aroma, era algo dulce, intenso y a la vez delicado, fuerte y sutil al mismo tiempo, ese olor le relajaba, le tranquilizaba y el calor de aquel cuerpo y el sonido del corazón de este eran como un suave arrullo que calmaba su dolor, despacio una vez que hubo recuperado el control de sus sentidos, una vez que poseía de nuevo el dominio de su cuerpo y de su mente se atrevió a abrir los ojos, sus pupilas grises se quedaron absortas cuando pudo reconocer a quien estaba a su lado.


-...¿Kyo?...- pregunto débilmente Yagami, el muchacho de melena castaña y ojos avellana sonrió y asintió en silencio. Yagami llevo una mano a su frente, todo había sido tan rápido, tan intenso, tan extraño. Al ver su expresión desconcertada Kusanagi abrazo a Iori contra él, el pelirrojo no supo que hacer, luego los ojos avellana se clavaron en los suyos.


- Te amo Iori... - afirmo Kyo suavemente y después le robo un beso al sorprendido pelirrojo, la caricia fue tierna y dulce, Iori de ningún modo había experimentado un beso como aquel, hermoso, delicado cargado de ¿amor? Se entrego a la caricia del chico, dejo que Kyo llevara el control, le permitió estremecerlo con cada sensual toque de su lengua con la suya, podía sentir el deseo ardiente de Kyo, podía sentir su desesperación y se dejo llevar hasta que perdió el aliento.


***


   Yagami sacudió su cabeza y el recuerdo de aquella caricia se disolvió, como si se tratara de un puño de arena depositado en el mar, desapareció quedando en el pasado y las palabras de Kyo volvieron a su cabeza.


- Te amo Iori... - el recuerdo, aquellos ojos, aquella débil y triste sonrisa, aquella calidez lo embriagaron, lo hicieron experimentar algo que en absoluto había poseído. Iori había sido sacudido por la más grande y bella emoción, el más puro y real sentimiento que hay en todo el universo y no podía olvidarlo, por más que lo intentaba no conseguía derrotar ese recuerdo, no alejaba el aroma de Kyo de su ser, no separaba de su mente aquellas palabras que ahora lo martirizaban de día y de noche por igual.


- Amor... - musito con tristeza y sus dedos se posaron en sus labios añorando aquella dulce caricia que había sido la más intensa de su vida.


   La noche había caído ya, hace mucho que la primera estrella había aparecido en el firmamento, Iori hundió sus manos en las bolsas de la gabardina y comenzó a retirarse, se dirigió a las escaleras y comenzó a descender.


   Y esa misma noche en su habitación Kyo había salido de la bañera, una diminuta toalla se ceñía en su cintura, se miro al espejo, paso contemplándose varios minutos en silencio, hasta que hablo en voz alta con tono de reproche- Soy un perfecto imbécil, no debí decirle, el no tenía porque saberlo - se dijo y sus dedos se deslizaron por el cristal marcando un camino de agua en el, luego sonrió con desgano, con otra toalla comenzó a secar su cabello castaño y algo lo impulso a mirar por la ventana, ya era de noche, despacio se acerco al vidrio para observar el exterior, sus ojos se fijaron en la luna y de sus labios se escapo como suave murmullo un nombre


    -Iori... - ya habían pasado tres días desde aquella noche en que se atrevió a decirle al pelirrojo lo que sentía, no había sido fácil para él admitirlo, pero después de varias semanas de pelar contra el mismo, contra sus prejuicios, contra los demás, tuvo que reconocerlo, Iori Yagami era más que su rival, no era tampoco su amigo, pero de algo estaba completamente seguro y era que sin el no podía vivir, el joven suspiro al recordar aquel audaz beso y sonrió.


 - “Si tan solo pudiera amarme como yo lo amo” - pensaba Kusanagi cada que aquellos ojos fríos venían a su mente, era muy difícil, su situación era demasiado para él, ¿cómo pudo sentir eso por Iori? No lo sabía, el sentimiento solo nació por si mismo y creció apoderándose de su corazón y ahora pedía salir y Kyo no había sido capaz de retenerlo.


   Un escalofrío recorrió al muchacho que aún contemplaba la hermosa y fulgurante luna - ¿Y si no volviera? y si Iori se aleja de mí...- a Kyo no le importaba que Yagami no pudiera amarle, era lo más lógico y lo más “normal”, pero el había aceptado ese loco y absurdo sentir y se habría resignado ante el rechazo del pelirrojo, solo se conformaría con seguir peleando, con mirarle en cada batalla, con rozar su cuerpo en cada ocasión, pero si lo que le dijo lo hacia alejarse, eso no se lo perdonaría nunca.


   Leves toquidos en la puerta sacaron a Kusanagi de sus tortuosos pensamientos, desganado se dirigió a ella mientras continuaba secando su cabello, abrió despacio, el rechinido de la puerta de madera retumbo en el silencio, la toalla con la que Kyo secaba sus lacios cabellos cayo al suelo, el joven trigueño dio varios pasos atrás, los ojos avellana casi salen de sus órbitas al ver quien estaba en el umbral.


   Solo dos pasos se escuchan y la puerta se cierra tras la persona que acaba de entrar, Kyo se estremece ante aquellos ojos grises que le miran con hostilidad y lo examinan de pies a cabeza. Kusanagi desea volverse, insultar a Iori o simplemente hacer algo, pero únicamente se ha quedado ahí de pie contemplando al otro chico.


   Cautelosamente el pelirrojo se acerca más a Kyo, cada paso que este da hace que Kusanagi de uno hacia atrás hasta que al fin el sofá le impide retroceder al amo de fuego escarlata, esta atrapado, ya no puede huir. Yagami se inclina y levanta la toalla del piso, se acerca a Kusanagi y la coloca sobre el sofá, se queda inmóvil con su mano recargada en el mueble mirando a Kyo directamente a los ojos, entonces sonríe. El joven de piel trigueña parpadea un par de ves, ¿es cierto lo que ve?, Iori Yagami le sonríe sin altanería, mueve su cabeza de un lado a otro y se queda petrificado al sentir como dos dedos de la blanca mano derecha de Iori rozan una de sus mejillas.


- “Por dios si esto es un sueño ya quiero despertar” - piensa Kyo al tiempo que su mano izquierda cubre la mitad de su cara y cierra los ojos – “No puede ser cierto que el este aquí” - se repetía a sí mismo mientras pensaba que su inconsciente era muy cruel al poner al pelirrojo en sus sueños


    Yagami hundió sus dedos en sus mechones rojos y los hizo aún lado, después tomo el rostro de Kyo con una de sus manos, apoyo delicadamente sus dedos en la barbilla del otro joven y lo obligo a mirarle, transcurrieron varios segundos en los que ambos sólo se contemplaron en silencio, entonces Iori tomo a Kyo de la cintura, le dio un tirón acercándolo a él y le beso apasionadamente. Kyo se sorprendió ante aquella rápida acción, su cuerpo estaba lleno de tensión, sus ojos abiertos a mas no poder y poco a poco la caricia del pelirrojo y su insistencia lo hicieron dejarse llevar -”Que más da si es un sueño” - pensó Kusanagi y correspondió con urgencia el beso de Yagami, ambos vibraban de emoción en cada toque, cada que sus labios se rozaban, cada que su lengua tenía contacto con la del otro, cada que sentía la calidez y la cercanía de la persona amada experimentaban algo sublime e indescriptible, su corazón a mil por hora, su mente concentrada en el otro, su ser y su alma entregados en esa caricia.


   Una vez que Iori rompió el beso Kyo le miro en silencio, no hubo necesidad de que ninguno hablara, la mirada de los ojos avellana pedía una explicación y los ojos grandes y hermosos del pelirrojo ya no le miraban más con odio o con frialdad, Kyo esbozo una tierna sonrisa y acaricio la mejilla de Iori, luego la beso y el otro chico estrecho a Kusanagi contra el volviendo a tomar sus labios entre los suyos, se había rendido, Iori había perdido contra un simple y estúpido sentimiento.


   Volvieron a separarse, cada uno percibía el aliento del otro, escuchaba su acelerada respiración, Iori volvió a respirar el exquisito aroma de Kyo, cerro los ojos tratando de que aquel dulce olor se quedara en él por siempre. Kusanagi en tanto desabrochaba con manos temblorosas la gabardina negra, Iori besaba el cuello de Kyo como si se tratara de una delicada criatura, un ser divino, celestial y Kusanagi en tanto desabotonaba la camisa blanca, sus dedos recorrieron el bien formado pecho del color de marfil, el pelirrojo gimió al delicado contacto de las yemas de los dedos de su amante con su cuerpo.


   El chico de melena alborotada se estremeció cuando sus labios tocaron los pezones de Iori y este dejo que por sus brazos se deslizara la gabardina y la camisa cayendo al piso, la añoranza del amo de fuego escarlata estaba haciéndose realidad, la sangre de Kyo parecía hervir cada que sus manos recorrían el torso de Iori y este también había comenzado a llenar de caricias al perfecto cuerpo del chico trigueño. De repente Yagami tomo a Kyo entre sus brazos y lo levanto, este rodeo la cintura del pelirrojo con sus piernas y paso a paso entre besos y audaces caricias Yagami se dirigió a la alcoba de Kusanagi.


    El pelirrojo sonreía satisfecho al escuchar los gemidos de placer que emitía su compañero cada que rozaba su sexo con sus dedos, de golpe el chico arranco al joven de ojos avellana la diminuta toalla que le cubría, por varios segundos el pelirrojo se quedo admirando a Kusanagi completamente desnudo, este no pudo evitar sentirse abrumado y poco a poco un débil color carmín pinto sus mejillas. Kusanagi adoraba la forma en que Yagami le miraba, pero al mismo tiempo lo hacia sentirse indefenso y eso no le agradaba así que ante la satisfacción y la expresión victoriosa de Iori el chico trigueño tomo una decisión dio un empellón a Iori y este cayo en la cama, los ojos grises expresaban desconcierto, Kusanagi sonrió con expresión traviesa, sus manos su posaron en el pantalón de Yagami y comenzó a desabrocharlo para después arrancárselo con todo y ropa interior y con avidez que el pelirrojo jamás imagino Kyo tomo su miembro con sus labios, un dulce gemido tardo en ser emitido, Iori no pudo evitarlo, sus dedos se enredaron en la castaña melena y su amante disfrutaba sobremanera el tenerlo sometido de esa manera tan exquisita.


    Luego de que Kyo terminara de extasiar al pelirrojo y despertar en el aún más el ardiente y pasional deseo, lo miro incitadoramente, busco sus labios y Yagami no se los negó, correspondió el beso con ansia abrumadora al tiempo que tomaba a Kyo de la cintura y lo sentaba sobre él, el sexo de ambos se rozaba y los dos vibraron de pies a cabeza.


- Yo...- Kusanagi intento hablar, necesitaba decir algo pero su impetuoso amante de fuego le cayo la boca con otro ardiente beso, la lengua de Yagami poseía cada rincón de la boca de Kyo ambos lo disfrutaban tanto, pero la intención del pelirrojo era mantener al chico trigueño ocupado, el placer del beso disminuyo el dolor del amo de fuego escarlata, Iori había introducido en el un dedo, el gemido de dolor fue apagado por el beso y despacio Yagami movía con cuidado aquel intruso en el cuerpo de Kyo.


    Cuando el beso se rompió Kyo estrecho a Iori oculto su rostro en la cavidad que une el cuello con el hombro, el pelirrojo besaba el cuello de Kyo y no dejaba de mover el dedo, lentamente el dolor fue desapareciendo y cuando Iori lo noto con su otra mano introdujo dos dedos a la boca de Kyo, la mirada de los ojos avellana le indico al blanco y perfecto pelirrojo que no le agradaba nada la idea que estaba cruzando su mente. Iori sonrió, miro fijamente a los ojos de su amante, despacio saco los húmedos dedos y con voz tierna le dijo


- Confía en mí... - Kyo lo contemplo absorto, aquella faz tan hermosa, los rojos cabellos de Iori cayendo sobre su rostro, el sudor en su cuerpo marfilado, aquella luz de sus ojos grises, la suavidad de su piel su aroma excitante y único, ¡¡Por dios!! El pelirrojo volvió a besarle, y sucedió, Yagami introdujo ahora los dos húmedos dedos, Kyo gimió de nuevo y sus uñas se clavaron en los hombros de su amante, este presiono más los ojos al percibir el dolor pero continuo besando a Kyo y con su única mano libre comenzó a jugar con el sexo de Kusanagi


    Los minutos transcurrieron, todo se volvió placer para Kyo, era embelesante cada toque, era único y excitante, y él ya no podía continuar más con el juego de Iori, ya no, lo necesitaba, deseaba fundirse con el ya mismo


- Por... favor... - suplico Kyo al tiempo que hundía su lengua en el oído de Iori, este sonrió


- ¿Estas seguro?..- pregunto al tiempo que sus manos continuaban recorriendo el cuerpo de Kyo sin cesar, cada caricia acercaba más y más al amo de fuego escarlata a la locura, al éxtasis y la plenitud total.


- Te amo...- susurro Kyo y tomo los labios de Iori nuevamente, pero esta vez el beso fue diferente, el pelirrojo pudo sentir la entrega total, experimento la sensualidad mezclada con el deseo, la pasión y el amor. El beso se rompió, Iori tomo el rostro de Kyo entre sus manos y le dijo


- Yo... también te amo...- Kusanagi sonrió al escuchar eso, era lo más maravilloso que podía sucederle, en ese instante al escuchar a Iori tuvo la impresión de que su vida ya no necesitaba nada más, solo aquellos ojos grises tan hermosos y aquella calidez embriagadora de Yagami.


    Iori hizo que Kyo se volviera, el joven trigueño tomo las sábanas blancas entre sus manos y mordió una de ellas justo cuando Yagami se introdujo en él, el dolor y la dicha se combinaron en el alma frágil de Kyo y poco a poco la alcoba se lleno de gemidos ardientes, los cuerpos llenos de sudor moviéndose al compás de una rítmica danza, aquel pleno sentimiento que ambos jóvenes experimentaban termino de concretarse cuando los dos alcanzaron el éxtasis juntos, se amaron hasta el final, hasta el cansancio, se entregaron mutuamente, sin barreras para terminar el uno en brazos del otro con la felicidad rebozando en sus corazones.


    La noche arrullo a los amantes, protegió sus bellos y eternos sentimientos, era el guardián de aquel fugaz y febril deseo y testigo de la promesa de amor que había nacido en aquella habitación.


    El tiempo transcurrió y Kusanagi y Yagami continuaron unidos, profesándose mutuamente el amor que sentían el uno por el otro y ni el fuego, los clanes, los lazos de sangre, nada pudo separar lo que ya había sido unió por el destino, lo que se complemento y creció en los años y fue sellado por una promesa eterna que sobreviviría a todo por que ella fue traducida en palabras, palabras que galoparían en las eras del tiempo, palabras que intentaron traducir toda la gama de emociones, todo el sentir de almas que habían encontrado el mas maravilloso y único sentido de todo, aquello que vale su peso en oro y que pocas almas encuentran.


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