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ESCLAVO por Amaya Kurau

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Notas del capitulo:

Historia corta KanamexZero.

 

 

 

ESCLAVO

 

 

Le odiaba, en verdad le odiaba.

Ese desagradable sentimiento invadía su ser y lo hacía vibrar enloquecedoramente, casi como a un animal. Jamás había sentido eso por alguien ni jamás creyó llegar a sentirlo. Pero desde siempre le había odiado y justo ahora le odiaba más que nunca…

-   Ahhh… aahhh… ahhh…

Verlo así, completamente doblegado a él, provocaba que sus pupilas se dilataran y contrajeran al ritmo de sus estocadas.

La imagen del cuerpo bajo el suyo lo hacía sentirse poderoso, invencible. Ese hermoso cuerpo bañado en sudor; temblando y retorciéndose entre sus brazos, con su rostro colmado de placer y excitantes sonidos de delirio brotando de sus deliciosos labios entreabiertos; con esos hechizantes ojos amatista mirándolo sólo a él; con esas perfectas  piernas abrazándose cada vez más fuerte a sus caderas y espalda mientras sus manos se empuñaban aferrándose a las sabanas en un vano intento de autorrepresión. Era perfecto, totalmente perfecto y lo odiaba. Pero tenerlo así, a su merced… suyo, sólo suyo para siempre… era increíblemente glorioso.  

Zero le pertenecía… jamás podría escapar de él, jamás se iría de su lado, jamás lo dejaría marcharse. Después de todo las cadenas habían terminado doblegándolo en esa jaula donde lo había puesto hacía años. Esa voluntad férrea se había desvanecido como voluta de humo en el aire y sus deseos de escapar se habían disuelto como dulce miel en la boca; con cada beso, con cada caricia, con cada descarga de semen en su interior.

Pero era obvio que eso sucedería tarde o temprano después de tantos años de paciencia y encierro. Aunque dentro de él aun fantaseaba con volverlo a poseer como entonces. Encadenado, restringido y desando huir sin poder hacerlo. Fantaseaba con hacerlo gritar de nuevo de dolor y placer como cada vez que entraba en su interior de golpe, con fuerza; como con cada embestida que lo hacía temblar y gemir. Fantaseaba con bañarlo de su semen o hacérselo beber hasta saciarse, y dejar de nuevo marcas en su piel originadas de la lucha por defenderse y huir.

Zero lo merecía todo, absolutamente todo. Él fue lo que quedó al perderla a ella… su único papel era protegerla y no pudo hacer eso siquiera. Si hubiese cumplido con su deber ella aún estaría aquí. Sin embargo también sabía que fue su propio error por confiar en él cuando nunca había confiado en nadie. Pero ahora podía hacérselo pagar día a día, noche a noche y así seria por toda la eternidad.

Y sabía que el otro lo sabía también. Ya no era humano, tampoco un cazador. Ya no era nada ni tenía a nadie, sólo a él. Era su esclavo y le pertenecía únicamente a él y estaba solo, completamente solo a su merced.

Quizá Zero era consciente de ello y también del tiempo transcurrido; por eso dejó de luchar, de intentar escapar y se había doblegado finalmente a él. Ahora las cadenas físicas habían desaparecido, pero la correa invisible de su cuello permanecería para siempre. Ya no tenía que estar atado, su nueva jaula era mucho más grande; podía pasear  por la casa y los jardines. Y él había satisfecho sus más oscuras fantasías en cada rincón de esa mansión donde sólo habitaban los dos, hasta saciarse, hasta quedar exhausto. Pero de todos, su cama era la que más conocía de su pecado.

Golpeó con más fuerza su pelvis contra Zero y éste gritó y tensó su cuerpo. Entonces su miembro fue estrechado deliciosamente un poco más y descargas eléctricas volvieron a recorrer intensamente su cuerpo. Él también quería gritar; quería gritar con fuerza mientras embestía más rápido. Pero Kuran Kaname no gritaba; por lo que en cambio se aferró a las caderas del joven y lo atrajo más hacia sí. Quería marcarlo nuevamente, quería partirlo, destrozarlo, porque lo odiaba; odiaba a Kiryuu Zero, el hermoso ex cazador, la envidia y el objeto de deseo de más de un noble.

Hoy mismo habían venido Ichijou y Kain. En verdad odiaba la manera en que veían a Zero. Lo sabía, en el fondo ellos también lo deseaban. Zero era tan tentador que lo deseaban, pero era suyo ¿Qué es lo que querían para entenderlo?, ¿Qué lo poseyera frente a sus ojos?... podría hacerlo, por supuesto que podría hacerlo; pero eso implicaría que lo desearan más.

-   ¿Te gusta?... sé que sí, te gusta que ellos te miren… te gusta que te deseen… pero tú eres mío… creí que te había quedado claro…

-   Ahh… No… No sé de qué habla… Kaname-sama… aahh… aahh…

¿Kaname-sama?

Oh, sí, lo había olvidado, éste niño sólo era el cascarón de quien fuera Kiryuu Zero. Poseía su mismo cuerpo, su misma voz, pero ya no era el mismo. No podía serlo después de tanto tiempo. No podía serlo después de arrancar su alma.  Él se había encargado de acabar con él. Sus ojos no tenían ni el brillo ni el fuego que los de aquel cazador. Su timbre de voz no tenía el mismo coraje. Esos amatistas habían dejado de brillar. Esa voz sumisa lo enfermaba.

Se levantó con el cuerpo entre sus brazos, aún dentro de él, y el muchacho dejó escapar un sonoro gemido. Comenzó entonces a elevar su pelvis con más fuerza permitiendo que su miembro entrara aún más profundo mientras era apretado por los músculos de esa deliciosa y ardiente cavidad. Los sonidos morbosos del choque de sus cuerpos era la melodía que inundaba la estancia y los gemidos de Zero el complemento.

Quería más, más, mucho más. Lo quería todo y por eso odiaba a Kiryuu Zero, le odiaba. Ichijou le había dicho que si tanto le odiaba, ¿Por qué no se deshacía de él?, ¿Por qué no lo convertía en cenizas o en el mejor de los casos, lo dejaba libre?. La respuesta era sencilla, porque aunque ya no fuera el mismo, el niño entre sus brazos era suyo; le provocaba los más maravillosos orgasmos, sacudía su cuerpo y lo excitaba al punto más indescriptible. Ningún amante en toda su existencia le había provocado lo que él. Cada vez que lo tomaba sentía que su lado animal se apoderaba de su razón y se transformaba en una bestia deseando aparearse hasta el cansancio con su pareja.

-   Hugh…

-   Ahhh… ahhh… Kaname…

Se abrazó con más fuerza a aquel cuerpo; acercó su rostro al esbelto cuello y lo besó y lamio con devoción, y luego, casi al instante clavó sus colmillos. El placer que le producía la piel desgarrándose era equiparable al placer que experimentaba al penetrarlo y eso en éste momento se multiplicaba al punto de enloquecerlo.

Zero… Zero… Zero….

La sensación de plenitud lo embargo y una ráfaga de energía lo recorrió y se acumuló en su vientre hasta hacerlo venirse con fuerza, con furia, con tanta intensidad como intenso era lo que sentía por Zero.

Por ese motivo tenía al muchacho con él; para él, para castigarlo y para satisfacerse. Pero quizá la verdadera razón; la más importante de todas, era que cuando estaban en el punto máximo del éxtasis, éste niño mostraba en sus ojos nuevamente una ligera sombra del fuego de su pasado y él podía verse reflejado en ellos de nuevo; eso no tenía comparación. Por eso no lo dejaría ir jamás. Zero era su esclavo. Le pertenecía y estaría a su lado por toda la eternidad, sólo para complacerlo, sólo para él. Era únicamente suyo.

Aún así, cuando tenía a Zero entre sus brazos, amoldado con una maravillosa perfección a su cuerpo; temblando y aferrándose a él como si no hubiera un mañana y mirándolo a los ojos como si lo fuera todo en su mundo. No podía dejar de preguntarse en silencio ¿Quién realmente era el esclavo?

 

Notas finales:

Un pequeño One Shot que surgió de manera espontanea y por tanto sin pies ni cabeza. Espero que lo hayan disfrutado. Hasta pronto.


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