11.Encuentro íntimo.
Los labios de Yukito tenían un no se que adictivo que le volvía loco, pensaba el príncipe mientras besaba al peligris y de repente descubrió que no podía detenerse. Llevó al sorprendido Yukito contra la puerta cercana que abrió mientras le besaba y por el que lo hizo penetrar a la habitación contigua que era un estar para usarse cuando se tomaba el café en la sobremesa, se utilizaba mayormente cuando tenían invitados de alto rango.
¿Touya… que estás haciendo?—fue la tímida pregunta entre besos del peligris.
Lo siento… ya no puedo detenerme…lo siento—dijo el ojos chocolate mientras devoraba sus labios y su muslo se interponía entre los del otro rozando su parte más sensible.
Touya…--fue todo lo que el otro pudo decir mientras sus labios eran devorados sin misericordia.
El cuerpo del ojicanela tembló mientras la mano del príncipe masajeaba su trasero y el otro brazo empujaba su cuerpo de modo que estuvieran sin un poco de aire entre los dos.
El príncipe sabía que no tenía derecho a comportarse así tan repentinamente pero su cuerpo se movía por si solo y de pronto tenía a Yukito sobre una mesa bajo suyo, sintiendo su calidez y solidez entre sus brazos mientras desprendía al otro de sus ropas cintura para abajo y seguía explorando su boca.
Yukito se sentía nervioso eso se dejaba ver, sus manos temblaban cobre la ropa de su príncipe.
Esto no está bien—trató de objetar el ojicanela y sus ojos se encontraron con los chocolates que le miraban de una manera muy distinta a la de siempre más profunda y con un aire totalmente sensual. Las caricias del pelinegro prendieron fuego a su piel y no fue capaz de resistirse.
No había pensado en hacer tal cosa con el príncipe pero visto el momento solo podía dejarse llevar por sus atenciones y fue así que los dos se unieron indefectiblemente.
15 minutos después Yukito estaba parado en medio de la habitación terminando de acomodar su corbatín cuando Touya, acercándose por atrás le abrazó—No puedo dejarte ir—dijo en tono edulcorado, haciendo que el otro volteara para mirarlo a los ojos—Vamos a mi habitación, nadie nos perturbará y mañana tenemos el día para nosotros—añadió.
Yo no puedo… mañana iré a la academia—dijo el peligris.
Pero yo soy el príncipe si yo les digo a los de la academia…--trató de convencerlo Touya pero el otro se alejó un tanto de su lado.
Yo no quiero… Si alguien nos viera…--dijo Tsukishiro.
Pero a mí no me importa—trató de calmarlo el príncipe.
Tendría que. Tú mismo lo dijiste hace un rato. Eres el heredero de este reino, tu imagen es la de tu padre y tu hermana. Debes honrar a tu familia y no dejarla por los suelos. Ahora es cuando todos los ojos se fijan en ti. No quiero ser yo el que te haga caer. No me pongas en esa difícil situación—le recriminó el peligris mientras se le enfrentaba y el príncipe tuvo que ceder a sus deseos dejándolo ir.
Muy bien. Entiendo tus razones. Disculpa. No es propio de mi comportarme de esa manera-dijo el pelinegro mientras sus ojos perdían brillo por la vergüenza de su comportamiento.
Presto a calmarlo Tsukishiro se le acercó y le dijo—No tomes esto como un rechazo o quizás el que esté arrepentido de lo que hicimos. Es solo…--
Entiendo lo que dices—exclamó el príncipe antes de tocar con sus dedos la bella cara preocupada del otro—Pero si no te vas ahora no puedo garantizar el poder seguirme conteniendo—
Yukito se alejó despacio y cerró la puerta con cuidado al dejar la habitación.