15.Palacios y secretos
Yukito llegó temprano ese día a la academia real. En su clase solo faltaba el príncipe y todos sabían el porqué. Las chicas estaban algo infelices con su ausencia como cabía esperar. Pero había una que estaba en diferente situación. No sentía solo la típica tristeza de quien extraña a su ser amado. Ella deseaba ver al príncipe si pero también eso empeoraba su humor y más al notar la presencia de cierta persona que hacía que su bilis fluyera sin control.
Ese joven de cabellos grises y mirada canela que ella sabía había captado el corazón de quien ella esperaba hacer suyo. La susodicha era de las más encumbradas en la sociedad de Hybiscus y desde que se convirtió en compañera de clase del príncipe tuvo en mente enamorarle pero todos sus avances fueron evitados, no por Yukito sino más bien por otras chicas de las quien ella se cuidó muy bien de enseñarles su lugar.
Como era de una familia poderosa todos los chicos que conocían su procedencia buscaban de muchas maneras ganar su favor y es así como esos chicos estaban sometidos a sus caprichos cuando estos llamaban a su puerta.
Es por eso que ese día cuando Yukito fue desde la biblioteca hacia el aula se encontró con un grupo de chicos en un pasillo que lo miraban molestos y entre los cuales estaba una chica rubia. Intentó rodearlos pero uno de ellos se interpuso en su camino. Era grande y fuerte, robusto como un caballo y el joven retrocedió un paso.
En ese momento la chica habló.
¿Te ha sido fácil ganarte el favor del príncipe y por eso caminas por ahí sin cuidado?—preguntó desconcertando al ojos pardos—Escucha bien, soy Caterina Sorosova, mis padres manejan un imperio del cual tú ni puedes lustrar los zapatos, pero vienes aquí y te acercas a nuestro príncipe e intentas hacerte su familiar. Eso es algo que los auténticos habitantes de Hybiscus y menos los de nuestra clase nunca dejaremos que pase. No eres digno de su alteza y eso es algo que vamos a dejarte bien en claro—los chicos al lado de ella sonrieron de manera sombría mientras se acercaban a la enjuta figura del joven Tsukishiro.
Fye miraba el palacio en el cual estaban penetrando con la mirada de quien no está muy sorprendido. Sus amplios jardines todo adornados para la feliz ocasión lucían vistosos y elegantes pero el solo les daba el vistazo que se le da a una manzana en un cajón.
¿Así que estás familiarizado con los palacios, eh?—dijo una voz un poco detrás suyo.
No sé porque dices eso ni me importa. Pensé que había dejado en claro que quería que me dejaras en paz—dijo sin aparentemente inmutarse el rubio mientras por dentro se estremecía ante la claridad con la que lo veía el pelinegro.
¿Acaso te estoy molestando al aseverar tal cosa?—preguntó Fuko con un tanto de sorna.
Tienes razón—dijo el ojos azules para su sorpresa—Es más que evidente que te sientes fuera de lugar en este palacio y tienes toda la razón. Yo cuadro en este lugar mientras a ti no te queda—exclamó tratando de molestarlo y mirándolo con risa socarrona.
Tal vez porque aquí solo son apariencias y secretos escondidos que te queda tan bien—contestó Kurogane haciendo que Fye se estremeciera de nuevo.