17-Grandes descubrimientos
Estás pálida querida. ¿Quizás algo te ha sorprendido?—dijo el rey a Julieta y entonces Romeo comprendió que ellos se conocían y por algún motivo su compañero temía.
Siento si su presencia le molesta pero...—empezó el actor pero fue interrumpido.
Lo siento pero no creo que esto sea de su incumbencia. ¿O si, Fye?—preguntó el rey levantándose de su asiento—Es gracioso encontrarte en un lugar así después de todo lo que hemos buscado—
¿Buscado?—preguntó sorprendido el ojos rojos tratando de coordinar sus pensamientos.
Los ojos azules no expresaban nada y todo al mismo tiempo mientras dentro de su mente Fye repasaba recuerdos de un lejano pasado donde él disfrutaba de la confianza de ese rey y de un día en que tuvo que escapar.
¿A qué…?—preguntaba Fuko mientras uno de los directores se acercaba con rostro preocupado.
Esto no es nada en lo que tengas que ver—dijo el rubio viendo llegar a varios guardias a los que el rey habló.
Este hombre era mi vasallo y está siendo buscado por traición. Aprendedlo a menos que queráis que mi reino tome esto como un acto en nuestra contra por parte de él—dijo el ojos azul profundo mientras apuntaba con una mano hacia Fye y los soldados tanto de él como del reino en que estaban se ponían formando un arco en frente del escenario.
Entonces algo sorprendente pasó. Algo oscuro se interpuso en la visión de Fye, un hombro, levantó la vista para ver el perfil de Kurogane, quien se había interpuesto entre ellos y él.
¿Qué? ¿Piensas defenderle? ¿No sabes lo que ha hecho? Ni siquiera creo que sepas la clase de persona que es. ¿Por qué le defiendes?—preguntó el rey a Romeo.
Sigo mis instintos. Y algo me dice que aunque él aparente ser una persona poderosa te teme por una genuina razón y no es por recibir un castigo—dijo el ojos rojos recibiendo una mirada de sorpresa de su protegido.
Touya con solo verlo sintió que toda la tensión que sentía se desvanecía. Incluso el atentado de la noche anterior no hacía eco en su mente. De mañana lo había visto para el desayuno pero casi no habían cruzado palabra por la gente que lo rodeaba diciendo cosas de su agenda.
Solo hubo un tímido momento en que el peligris se acercó y le dijo sutilmente un feliz cumpleaños.
Usaba una camisa blanca con bolados al costado de los botones y un pantalón gris perla y esa sonrisa tímida y gentil que acompañaba sus ojos canela en los que solía perderse. Estaba acercándose hacia su padre. Tal vez con la intención de saludarlo cuando por quedarse a mirarlo un hombre chocó con él y derramó su copa de champagne sobre el brazo de Yukito.
Con preocupación el pelinegro vio como la mancha se extendía volviendo transparente la tela blanca y dejando ver una herida cercana al hombro que no podía ser otra que la que la noche pasada el príncipe infligió en la persona que intentó matar a su dormido padre.