4-Palabras hirientes
¿Se sentía fatal como mirar a la cara del otro y decirle sus verdades luego de que ambos hubieran hecho lo que hicieron?
Se preguntaba Kurogane. Entonces le vio entrar y espero un momento a que llegara a su altura para decirle los buenos días pero se quedó con el “Bu” porque lo otro no llegó a pronunciarse debido a que el otro haciendo gala de su desdén habitual paso por su lado sin mirarle siquiera.
Después de ponerse en actitud de doncella en el balcón del decorado esperó a su Romeo. Kurogane era fácil de llevar por el camino de la impaciencia y la ferocidad, pensó el ojos azules mirando con alegría como el ingenuo le miraba furioso desde abajo. Dijeron sus frases y en el rostro del rubio una sonrisa condescendiente se mantuvo todo el rato terminando de sacar de quicio al otro.
Cuando estaba en su camerino la puerta fue abierta con rudeza y Fye que le daba la espalda sonrió con diversión.
Dime que está pasando contigo—le dijo el pelinegro a sus espaldas.
Lelac sonrió más pues todo iba según lo planeado—No sé a que te refieres—contestó.
Me refiero a tu actitud de hoy—dijo el ojirrojo pero fue cortado a mitad de lo que iba a decir.
El otro volteó y exclamó--¿Ah?—luego rio levemente mientras se levantaba—Lo que pasó ayer no fue nada especial. No me digas que fuiste tan ingenuo que pensaste que eso tendría impacto en nuestro relacionamiento—añadió levantando una ceja después de acercarse hasta que quedaran parados frente a frente.
El más grande lo empujó y le dijo mientras lo apretaba contra la pared--¡No me engañas! ¡Sé que anoche fue especial para ti!—dijo el ojos rojos.
Después de un momento de seriedad Fye soltó la risa y luego de parar le contestó--¿En serio te has comido el cuento de la obra, no es cierto? Respondiendo a la cuestión galán, claro que lo sentí. El sexo es una cosa en que nadie que lo disfrute pasa mal. Pero eso no tiene que ver con la relación puertas afuera. Fue una cosa de momento. Yo tenía ganas y tú estabas ahí. Además admito que te veías adorable de tan ingenuo pero yo no soy un tipo que caiga por eso y menos por un hombre vulgar como tú—luego empujó el hombro del pelinegro para salir de la encerrona y pasar por su lado rumbo al bureau donde tenía sus elementos de limpieza y polvos.
¿Vulgar, eh?—preguntó Kurogane herido en su orgullo.
Así es—contestó el rubio regocijándose en su malicia.
Ya me habían dicho que te creías la gran cosa porque antes eras noble—dijo Fuko.
No antes, aún lo soy. Se nace y muere noble no importa el dinero—contestó Lelac.
Por primera vez el pelinegro a espaldas del rubio sonrió pero era una sonrisa torcida de burla y con paso grueso se acercó al otro para obligarle a voltear—Veo que se vive de ilusiones también. Porque ahora tú eres uno de nosotros, un miembro del vulgo que tiene que ganarse el pan trabajando. No sé que te habrán enseñado en tu niñez pero una vez perdiste tu fortuna perdiste todo derecho a creerte la gran cosa. Ahora tu categoría la da tu forma de verte y admito que eso te hace poder hacer señoritas aristócratas ante los ricos pero en el fondo solo eres una ramera con suerte—
El orgullo de Fye hizo que temblara la comisura de la boca y su mirada se oscureciera pero nada dijo. Kurogane intentó presionarlo más—No contestas porque es cierto—y luego se fue por la puerta sin decir más.
Debía aceptar que el otro le había lanzado un buen contrataque, se dijo el rubio ante el espejo intentando recomponerse de las hirientes palabras oídas. Si bien su ataque había buscado perjudicar hondamente su ego dudaba en cual de los dos había salido mas perjudicado pues el eco de las palabras que Fuko pronunciara quedaban en su mente como lancetas clavadas en la carne.
No dolían por las palabras en sí sino que era porque la charla hecho reaccionar a los recuerdos en su mente que intentaba dejar atrás. En un segundo todas las velas que iluminaban el carromato se apagaron.