Era un día caluroso, demasiado caluroso, pensaba él. Aunque debería sentirse acostumbrado, pues hace tres días arribaron a ese lugar; el hecho de que estuviera irritado al extremo lo decía todo acerca de su deseo por irse de aquel horrible lugar.
Ya falta poco, sólo unos días más…
Al sentir el sudor descender por su sien, de alguna manera se convencía.
Cuatro días más, no lo soportaré…
Porque quería irse de allí, regresar a la ciudad, tener aire acondicionado 24/7, reiniciar con la rutina de componer música y presentarse en conciertos frente a la audiencia; pero sobre todo, porque deseaba poder comer una jugosa sandía en verano, que es lo normal. ¡Joder! Que en Japón lo más común, a medio verano, es comer esa grande, deliciosa y dulce fruta… por el contrario comer cerezas es, si no inverosímil, atípico.
− Casi no haz comido, tu tazón está medio lleno. ¿Acaso saben mal?− Yutaka, como siempre, recibía el verano alegre y realizaba aquella actividad como si nada. Sin queja alguna vació el tazón.
− Preferiría una sandía.− diferente a Akira, quien con la cabeza agachada mira casi con desprecio el recipiente posado encima de sus muslos, repleto de bolitas rojas.
Los dos hombres se encontraban afuera de una cabaña, sentados uno al lado del otro en la misma hamaca colorida, meciéndose al suave ritmo de los vientos frescos y algo cálidos de la playa; refugiados bajo la sombra de un techo compuesto por ramas de palmera y sintiendo la arena escurrírseles entre los dedos de los pies. Más allá, las olas rompían contra la orilla y el sonido del mar tranquilo viajaba hasta sus oídos.
− Yo también, pero ya no hay. De haber supuesto que Takanori y Yuu atacarían la nevera consumiendo cualquier fruta, hubiese traído reservas como para un mes.− suspiró, sin despegar la vista del sereno paisaje, comió la última bolita roja sobrante.
Su acompañante asintió. No reclamó, puesto que no era culpa del batero, sino de sus amigos; quienes hace más de media hora habían tomado curso hacia el mercado cercano de donde estaban situados, para abastecerse de más alimentos. Debido a la desconfianza, Kouyou se ofreció a vigilar que el vocal y segunda guitarra no despilfarraran el dinero, así Yutaka y Akira permanecieron solos en la cabaña.
Tanto trabajo merece vacaciones, gracias al trato que el líder y el manager acordaron, para descansar rentaron una propiedad privada. Yutaka no encontraba problema alguno en comer cerezas y como si aquella noción tomara más fuerzas, este comenzó a agarrar cerezas del tazón de Akira y a devorarlas como si no se hubiese comido las suyas minutos antes; el mayor no le dio importancia.
− Aki.− el aludido giró la cabeza hacia él.− ¿Haz intentado hacer un nudo al palito de la cereza?
− No. ¿Por qué habría de hacerlo?− jamás había escuchado algo como eso, en todo caso, no le hallaba lógica. Yutaka sonrió, como si esperara aquella pregunta.
− Porque, según leí en cierta revista, es un gran logro.− comentó entusiasmado.
− Cualquiera que sea esa revista, deja de leerla. No puede ser ‘logro’ hacer un nudo, es demasiado sencillo.− se recostó por completo en la hamaca, haciéndola mecerse.
− ¿Con la boca?− elevó una ceja, sonrió de lado al captar la atención de su compañero. Akira le dirigió una mirada escéptica.− Si logras realizarlo, te diré cuál es el significado de esto.
No muy convencido por tal invitación pero a merced del aburrimiento, el rubio bajista, tomó una cereza de las que el otro no comió y la introdujo en su boca. El batero de cabellos en dos tonos de rubio, le observaba divertido y expectante.
Luego de comer la pequeña fruta, Akira, contempló el palito que sostenía entre sus dedos, lanzó una mirada al impaciente Yutaka y lo metió a su boca. El bicolor examinaba las muecas de su pareja, mientras este llevaba a cabo una lucha entre su lengua y el trocito de madera.
Cada movimiento que Akira hacía con su cabeza, Yutaka lo imitaba. Si se movía a la derecha o izquierda, Yutaka también. Era como si el batero estuviera en trance.
− Se supone que debes verte sexy, mientras lo haces.− murmuró ausente, sonriendo, debido a los gestos carentes de sensualidad que mostraba el bajista.
Akira miró curioso a su novio, quien abanicó una mano, indicando que no le prestara atención y continuara la actividad.
Después de casi diez minutos, que parecieron infructuosos, el bajista se detuvo y sus ojos refulgieron victoriosos. Sacó la lengua y mostró el palito, antes liso, con un nudo en medio.
Yutaka asombrado, se acercó a agarrar el palillo, directamente de la lengua del rubio.
− Vaya, está bien hecho.− para comprobarlo, tiró levemente de ambos extremos y regaló un guiño de ojo a su novio.
− Bien, ya viste que sí puedo. Ahora, ¿me dirás qué significa?
El batero sonrió, remarcando el precioso hoyuelo en su mejilla izquierda, antes de acercase y sin previo aviso unió sus labios con los del bajista. Impaciente, rozó su lengua contra los labios de Akira, quien al sentir el húmedo contacto olvidó la sorpresa inicial y entreabrió sus sonrosados labios para dar paso a la intrusa que buscaba recorrer su cavidad bucal. El ósculo se prolongó durante un par de minutos, se separaron con la respiración un poco agitada y un ligero sonrojo tiñendo sus pómulos; Akira tenía el ceño fruncido, posó una mano sobre su pecho, ya que su corazón latía acelerado, eso… eso causó que Yutaka riera en tono bajo.
− ¿Qué?− cuestionó molesto.
− Acabo de comprobar que no es mentira.− se relamió el labio el inferior. La expresión seria de Akira fue suficiente para que empezara a dar explicaciones.− Leí que si puedes anudar el palillo de una cereza utilizando sólo la lengua, definitivamente, debes ser muy diestro al besar.− mordió su labio inferior, mirando insinuante al rubio.
− Eso no tiene sentido, al menos no se aplica a nosotros. No es la primera vez que nos besamos, tampoco es como si yo necesitara hacer algo tan ridículo para que sepas que beso excelente.− cruzó los brazos e irguió la espalda, elevó la barbilla con orgullo.
− Lo sé, perfectamente.− lo tomó de la mandíbula, conectaron sus miradas y dio corto beso que fue respondido.− Sólo quería entretenerme.
Volvieron a recostarse a la hamaca viendo el paisaje. Ambos quedaron en silencio, comiendo las cerezas que habían dejado olvidadas en el tazón del rubio, como si nada de lo anterior hubiese ocurrido; en cuanto Yutaka tomó la última fruta roja, sonrió y con aire despreocupado agregó:
− Si quieres más cerezas, podemos ir a traerlas. Digo, es que están deliciosas.
Akira le observó impávido.
− Ve tú, yo no quiero. Tuve suficiente de esas cosas.− hizo una mueca de asco y cerró los párpados ignorando al bicolor.
Bien, no salió como esperaba, pero no se daría por vencido. Cumpliría lo que estaba pensando.
La mano del menor tomó la del mayor e hizo que se levantaran simultáneamente.
− Entonces, vamos a la recamara a traerlas.− empezó a caminar llevando al otro consigo.
− ¿A la recamara?
− Eso dije. Akira se sorprendió al notar dos cosas:
1- No le importaba ir a buscar cerezas imaginarias a la recamara que compartía con su pareja y líder de banda con tal de poder continuar dándole uso a su hábil lengua.
2- Los demás integrantes de la banda no habían vuelto, ya casi pasaba la hora y media.
Un jadeo escapó de su garganta, descolocándolo por completo. Ya habían llegado a la recamara y, sin darse cuenta, estaba acostado sobre la cama semidesnudo; Yutaka ubicado entre sus piernas besaba su abdomen, descendía cada vez más, mientras con sus manos acariciaba cada tramo de piel expuesta.