Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pacto de Sangre por Rawrer

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Nuevo capítulo. Creo que eso es obvio. Espero que a aquellos que estén leyendo y se hubiesen interesado por la historia lentamente vaya colmando sus espectativas. 

Han pasado tres días desde la promesa de Henry de que hablaría con Alistair. No he tenido noticias del dueño ni del empleado. Lentamente siento que voy a ponerme loco, en un sentido figurado claro está.

 

Me desespera que a nadie, salvo a mi, le esté importando el saldo de la deuda. Es que se supone mi estadía gira en torno a ello y es lo que menos he averiguado. Además me está preocupando el hecho de que trabajo día y noche, incluso asisto a clases, y cada noche caigo muerto rendido en la cama. Ni siquiera me dan las fuerzas para tener un vago sueño de mi hogar como los dos primeros días.

 

Sé que estoy haciendo lo correcto y eso lo que me da fuerza a seguir día a día… aunque al casi empezar mi tercera semana estoy notando una especie de impotencia que no puedo calmar ni solucionar.

 

¡Odio estar así!

 

Y no tiene nada que ver el que esta mañana hubiera gritado a Henry algo que no debí haber dicho. Noté por su mirada que había traspasado los límites. Lo curioso es que no me asestó un golpe en la nuca. O ha perdido el interés por ello o simplemente le he dejado en jaque y no supo como reaccionar.

 

Debería darme miedo su posible revancha. Y lo hace, aunque claro, no quiero que lo note.

 

Sin embargo ahora me encuentro en mi habitación, a media tarde, terminando las tareas de la escuela. Sé que Henry entrará pronto a decirme que debo tomar la merienda y claramente me mandará a algún trabajo de última hora antes de cenar. Es lo que ha hecho toda la última semana que ha pasado.

 

Hasta ya estoy cogiendo ritmo a mis trabajos hogareños.

 

Antes de mi llegada a la residencia yo no hacía mucho en mi casa. Ayudaba a mis padres con el tema de la panadería y esas cosas, pero ellos me decían que yo debía divertirme, aprovechar mi vida que ya luego tendría tiempo de asumir responsabilidades. Dudo que la idea que ellos tenían se asemeje a la realidad.

 

Cada segundo que muere en vano es un segundo que pierdo de tiempo en este lugar.

 

Detuve mi escritura sobre la guerras de secesión. Ya no me interesa saber sobre la unión y los confederados a decir verdad. Mi mente no puede ocuparse de un conflicto histórico cuando aún tengo el mío personal a medio resolver.

 

Cierro los ojos un momento. El cálido sol de otoño que vagamente se filtraba a través de la arboleda y llegaba a mi ventana apenas calentaba mis mejillas. He perdido color de estar siempre cubierto el sol y el poco que llegaba a mi apenas daba para nada.

 

En mi clase me han preguntado si en el verano he estado escondido en una nevera. Sé que el clima del pueblo es nublado, aunque la presencia del calor solar se hace sentir y cuando este aparece en un cielo despejado es de aprovecharse. En mi caso no es tan así. Apenas pasé medio mes y siento que estoy aislado de todo y de todos. Es extraño, no estoy secuestrado y lo sé; pero llego a sentirme como uno. Dudo que si un día me da la gana pueda simplemente irme caminando al pueblo como si nada.

 

Una risa tonta se escapa de mis labios antes de que pueda detenerla.

 

Sin embargo al sentir pasos en el pasillo que conduce a mi habitación rápidamente tomo el bolígrafo y continúo con la escritura de los deberes.

 

Henry ha llegado y curiosamente carga una bandeja con la merienda con él.

 

Mi mirada claramente le ve asombrado. Hasta me ha tenido que llamar la atención dos veces porque no respondí su tos típica, la que solo usa para acaparar la atención de los demás.

 

—Haz lugar, tomarás la merienda aquí. —Indica como si no fuera bastante obvio.

 

Asiento y hago a un costado mis cosas – en el escritorio – para hacer lugar a la bandeja.

 

Nuevamente le estoy mirando con curiosidad.

 

—¿Por qué no bajo a la sala a tomar la merienda como cada día, Henry? —Pregunto curioso.

 

—Porque el señor no quiere verle en la sala ahora. —Dice como si nada.

 

¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ?! Intento procesar lo más aprisa que puedo sus palabras. “El señor no quiere verle en la sala”… Y las mismas se repiten, como un mal eco sintonizado, una y otra vez. Seguro mi rostro lo dice todo, porque me han dicho que soy transparente en ese sentido. Y yo no tomaría eso de mi como una virtud sino como una desventaja.

 

—Y no pongas esa cara. —Me reta. —Ha decidido que hablará contigo esta noche en la cena. —Termina de mencionar y siento que el globo que oprimía mi pecho lentamente se va desinflando quitando presión.

 

Ahora me puse nervioso. ¿Cenare con él? No sonaba mal, a decir verdad… pero tampoco sonaba a algo sencillo. Yo como mucho pensé que ocuparía su despacho y charlaríamos sobre el acuerdo sin rodeo alguno. ¿Por qué necesita la cena? ¿Acaso esto lo considera una reunión de “negocios”?

 

Henry me mira, como el primer día, con esa mirada que no logro procesar del todo. La he asociado a que estuviera oliendo estiércol, pero empiezo a sentir que es más que eso.

 

—Gracias. —Apenas gesticulo con cierto aire nervioso.

 

Me recuerda que volverá en media hora y allí me dirá indicaciones que debo tener en consideración para la cena. Si su intención simplemente era “tranquilizarme” no ha conseguido el objetivo.

 

¡Maldigo a Henry y todos sus parientes! No podía esperar a volver para darme la noticia. No he podido probar bocado alguno de la merienda. Apenas probé un poco de todo sintiendo que el nudo que se ha formado en mi estómago lo ha estrujado al punto de que ni el aire parece tener cabida.

 

Cuento los minutos. Henry siempre vuelve media hora más tarde y me había acostumbrado a casi devorar la merienda. Ahora está todo apenas tocado lo cual seguro acarreará el que me rezongue por no alimentarme bien. Pero él no está en mi posición. Él no entiende los nervios y presión que siento.

 

«—¡Respira! —Me grita mi cerebro». Le hago caso porque lo último que quiero es desmayarme por falta de aire. Y nuevamente río, pero esta vez nervioso, flojo y sintiendo que claramente no iba a salir tan bien como en mi infantil mente había imaginado la charla.

 

No trato de pensar en el regreso del hombre ni lo que me dirá porque hacerlo potencia mi nudo en la boca del estómago.

 

Pero regresa denotando claramente lo poco que le importa mi estado de nervios. Incluso pasé por alto el hecho de un paquete

 

—Debes comer, lo sabes perfectamente. —Sabía que lo diría. Todo su postura indica el disgusto de que yo no comiese. Me dieron ganas de decirle que iba a ser yo quién se desmayaría no él, pero me contuve. Ya le había gritado una vez, no necesitaba repetir y tentar a la suerte. —Ahora, obviando el hecho de que parece que estás por sobre las básicas reglas que se te han dado, debo informarte de algunas cosas.

 

Noté como estaba en su momento. Disfrutaba cada segundo con autoridad y lo había notado casi desde el primer momento que nos conocimos. Así que ahora estaba como si fuera Dios mismo.

 

Yo solo le miré.

 

—La cena se servirá a las 19:30, puntual. Deberás estar allí ni un minuto antes ni hablar de uno después. El señor von Effert te estará esperando. No hables a menos que te lo indique y no hagas nada torpe. Responde lo que se te pregunta y nada más. ¿Está todo claro? —Preguntó al final, con énfasis, buscando que yo aceptara “las condiciones” recibidas.

 

Lo hice. Asentí.

 

—Ah, cierto, el señor quiere que uses estas prendas. —Deja el paquete que había pasado desapercibido para mi hasta ese momento en mi cama. —Y por favor, repito, no hagas nada tonto. —Me recuerda como si yo viviera haciéndolo… aunque mejor es no pensar en ello. —Y como último detalle el hecho de que no lo hagas enojar. Ahora me retiro y ten una grata velada. —Me desea aunque su tono pareciera decir todo lo contrario.

 

Le miro irse con la bandeja de la merienda y yo me quedo en silencio unos cuantos minutos.

 

Por un momento volví a reírme. Esto parecía sacado de una mala historia. Me costó casi quince minutos tranquilizar mi risa idiota, la que me había atacado, antes de ver que me habían traído.

 

Miré las prendas varias veces. Incluso pestañee. Pensaba que era algo estrafalario, raro o lo que fuese. Simplemente eran una camisa blanca de mangas largas, un pantalón negro y zapatos del mismo color. Incluso había un cinto completamente negro y lo que más llamó mi atención eran dos objetos que no había visto en mi vida antes. Eran como dos botones, de color dorado y con una piedra diminuta blanca. Les miré de un lado a otro y me encogí de hombros… en algún momento averiguaría su funcionamiento… estaba seguro de ello.

 

Intenté no ponerme nervioso.

 

No había motivos.

 

Necesitaba que todo saliera de maravillas, aunque claro, mis nervios e inseguridades no estaban colaborando demasiado con ello.

 

Quise no pensar en la cena, en la presencia de aquel hombre, ni siquiera en que pronto debería reunirme con él. Pero a cada momento que la hora se iba acercando más nervioso estaba. Me llegué a retar hasta en voz alta pareciendo un loco.

 

Me vestí con la ropa indicada. Aunque nuevamente tuve un problema. Las mangas de la camisa no tenían botones ¿Quién compraba camisas así? Intenté solucionarlo de alguna forma pero fue en vano. Por un momento me quedé pensando que claramente que mi presencia no iba a ser la mejor. Pero tampoco tenía tiempo para nada. Metí los dos botones dorados en el bolsillo del pantalón y bajé hasta la sala.

 

Según mi reloj aún faltaban dos minutos cuando llegué.

 

Intenté acomodarme un poco, incluso “luché” con las mangas de la camisa.

 

Pero cuando fue la hora puntual abrí las puertas de la sala.

 

Mi aliento se congeló.

 

Allí se encontraba el hombre. Su expresión seria, su mirada severa. Intenté no pensar que la expresión en su rostro fuera producto de mi aspecto, aunque algo me decía que por ello era. Quise no parecer tan nervioso como me sentía pero una vez dentro de la sala me quedé cual si me hubieran estacado al suelo.

 

Por un segundo el silencio se hizo insoportable.

 

Él no hablaba. Yo no me movía.

 

Solo bastó un gesto de su mano para que ocupara el asiento en el lugar opuesto al extremo de la mesa que él se encontraba.

 

 

Había llegado el momento.  

Primero que nada, gracias. Por tomarse su tiempo, por leer y por seguir la historia. Sé que aún me falta mucho para ser un gran escritor, pero prometo trabajar en ello para que esta historia sera lo más grata posible. 

Notas finales:

¡Y hemos llegado al final del capítulo de hoy! Espero que fuese de su agrado. Nuevamente agradecer a aquellos que leen la historia y como tal lentamente se van interesando por la misma.  Próximamente actualizaré la historia.

 

Nos estamos leyendo. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).