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Inocente Amor por Camuscita de Aquario

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Notas del capitulo:

Este fic es inspirdo en la canción Dulce locura de la Oreja de Van gogh, si quieren que les pase la letra de esta bellísima canción solo agregenme camus_dory_broly@hotmail.com

 

-“soy el vicepresidente de la empresa”-anuncio por fin el pelirrojo, cortando con ese silencio casi sepulcral.


-“¿por eso seré gerente de finanzas?”-comento en un tono de pregunta. Camus sonrió haciendo que las mejillas atezadas del helénico instantáneamente se tiñeran de carmín.


Asintió, virando después su blanco rostro tratando con ello de ocultar ese tiznen en sus mofletes.


Pero una mano no le dejo…


Y después de aquello se rindieron ante el amor…


Los dedos índice y pulgar de Milo, se aferraron de la quijada del francés. Y sin darse cuenta el griego tenía casi toda su anatomía en la mesilla.


La vela, que antes proporcionaba una luz, se vio acallada por el fornido abdomen del rubio.
Tal vez había logrado quemar su traje, pero con ello había obtenido sin querer el corazón del francés.


Lo inocuo de Camus, estaba a flor de piel. Saliendo con vehemencia de cada uno de sus poros.
Destilando cualquier otro sentimiento que no sea de la candidez y el erotismo.


Encaro al griego, sonrió vencido…


Y el helénico con sus azulinas pupilas acuosas, pronuncio:-“esto esta mal, ni si quiera me conoces”-pero Camus, negó ante lo dicho, logrando a su vez deshacer el agarre del rubio.


-“e ido a todas sus conferencias, e leído cada uno de sus libros, por eso soy quien soy en el campo profesional, gracias a usted pude sobrellevar con el cargo de la vicepresidencia”-las mejillas de Milo, se encendieron un poco mas de lo que ya estaban.


-“gracias”-dijo sentándose y colocando un servilleta sobre sus muslos. Y quien lo diría tratando de sosegar esa erección.


-“sus pedidos”-dijo un mozo de gallarda presencia-“esperamos su grata concurrencia en un próxima”-dicho esto el chico de traje elegante, giro en sus talones y se encamino a la cocina de la cafetería.


El griego trato de anunciar lo que su corazón le dictaba, cuando sin haberlo predicho su móvil vibró.
Molesto, saco dicho artefacto y lo llevo hasta su cavidad auditiva-“alo, si el habla”-las pupilas del griego se abrieron hasta sus confines-“Mu, dime que no es una mentira…”-y feliz asintió-“entonces mañana...”-afirmo mas para si, que para el receptor-“pero…”-trato de replicar; mas sin embargo se corto la llamada.


Después de aquella inoportuna llamada. Milo opto por agarrar el utensilio y clavarlo en su apetitosa comida. El francés por su parte, arrugó sus bífidas cejas y espeto por lo bajo.


-“¿sucede algo?”-el aludido movió su cara en forma negativa-“entonces, ¿Por qué estas tan callado?”-pero no obtuvo respuesta y sin ella, se limito a imitar a su compañero.


Los minutos fueron fieles al silencio; mas sin embargo una melodía hizo que aquel tedioso silencio fuese gradualmente desapareciendo. Un violín, si…un preciado instrumento de cuerdas del cual, salían las mas prodigiosas y perfectas notas.


Camus soltó el utensilio sobre el traste y subió su caoba mirada a las zarcas del griego-“es muy linda esa tonada”-dijo afirmando su propia teoría.-“personalmente gusto mas de esta clásica música, a la que, nuestros menores actualmente escuchan”-el rubio asintió, aun degustando su plato de comida.


-“¿dejaría de comer ante mis palabras?”-y el rubicundo se mantuvo sumiso en su actuar.-“por favor señor Milambaros, no pienso preguntar la razón de su exagerado ensimismamientos; no obstante quisiera que al menos cuando le hablo me devolviera aunque sea la mirada”-esta vez, el griego no tuvo otra opción; lenta y parsimoniosamente se puso al nivel del gallardo pelirrojo y soltó una injuria inaudible, para los oídos adyacentes.


-“disculpe…”-pero un níveo dedo de un francés acallo la frase avenir; esta vez el cuerpo franco estaba por encima de la mesilla, como hace algunos minutos estuvo la faz de Milo.


-“no se disculpe, debe tener cosas en que pensar. Después de esta comida, gustaría de acompañarme a mi casa…o ¿no?”-el helénico, percibió a sus pómulos tan calcinados…incinerados en el rojo carmín


Las orbes de Milo, se fijaron en los carnosos labios del francés; mas viro el rostro, negando con ello alguna prueba de amor inocente…ese sentimiento que lograba mover montañas, lograba cambiar conceptos y hasta lograba las muertes más extraordinarias del planeta.


-“el chico es hermoso…tiene una cara de ángel, con esos cabellos rojos y esos ¡Por Dios! Que piensa este corazón…no, no, no me puedo enamorar y menos de un muchacho que ni días de conocido”-se reprimo en cavilaciones. Ciertamente el chico a quien su cabeza señalaba, tenía menos de tres horas de acreditado y ya de por sí, su vitalicia había escogido.


Se odio por dentro, por ser tan cándido. Por demostrar una índole inocuo. Fue entonces que cayo rendido a esa vibración en su estomago, fue aquel momento que decidió levantarse de la mesa, deshaciendo el gesto del pelirrojo. Último que, al ver los pasos de Milo, prosiguió en calcar a los mismos.


El helénico de crespa cabellera, se acerco hasta un cubículo pequeño pero bien disimulado con el ambiente. Extendió la mano, con algunos billetes y murmurando cosas inaudibles; entrego el verde papel a una joven de risueño rostro y sedoso cabello púrpura.


El francés le observo con cautela, divisando en su corta lejanía los pasos a seguir del apuesto y bronceado Milo. Esté, después de dar una fingida sonrisa a la jovencilla, viro su anatomía por completo encarando al pelirrojo-“será mejor que vuelvas a tu casa”-y dicho esto, estrecho su corpulento brazos; Camus con las mejillas tenuemente tiznadas correspondió el gesto.


Quedaron abrazados…
Un tierno roce amistoso…
Una tierna caricia inocente…


.o.o.o.


Un cúmulo de nubarrones se ensimismó en la ciudad de Paris. Prontamente copiosas y cristalinas gotas cayeron desesperadas en el suelo, humedeciendo al mismo…; el rubio, había rodeado la faz de Camus, último que aun mostraba un rubor en sus níveas mejillas.

Un cúmulo de nubarrones se ensimismó en la ciudad de Paris. Prontamente copiosas y cristalinas gotas cayeron desesperadas en el suelo, humedeciendo al mismo…; el rubio, había rodeado la faz de Camus, último que aun mostraba un rubor en sus níveas mejillas.Un cúmulo de nubarrones se ensimismó en la ciudad de Paris. Prontamente copiosas y cristalinas gotas cayeron desesperadas en el suelo, humedeciendo al mismo…; el rubio, había rodeado la faz de Camus, último que aun mostraba un rubor en sus níveas mejillas.


Faltaba tan poco para llegar a su morada; deseaba que el paseo se prolongara un poco mas, solo un poco más; no obstante eso ya era casi imposible.


Si el pelirrojo observaba su reloj, quedaría sorprendido por la hora que daría a conocer el artefacto; tanto tiempo había pasado desde aquella fiesta, que los consejos de su progenitor quedaron en el olvido, como lo hizo con el tiempo.
Con una sonrisa melancólica adornado su rostro; el francés se deshizo del agarre, para por último ponerse en frente del rubicundo.


Sus cejuelas se arrugaron, producto de su desconcierto-“me canse de parloteos formales”-y decidido Camus, se abalanzó al cuerpo helénico.


Las mejillas del tostado muchacho prácticamente estallaron, por tal roce. Sin embargo ese acercamiento no basto para el cuerpo galo.


Lentamente acercaba su rostro, anulando a su vez la cercanía entre estos. Y cuando por fin hubo conseguido la distancia correcta. Camus fundió sus labios…


Las cavilaciones del griego, quedaron en una anarquía total. Y es que ese beso produjo un desorden en su ser; las manos del pelirrojo vehemente ciñeron su cintura, y el dueño de aquel achicado talle se limitaba a tener sus orbes tan abiertas, como sus confines sugerían.


Sus esternones tan juntos estarían, que ambos lograron sentir la respiración agitada del otro; ese infle y desinfle que los corazones humanos ejercían cuando estaban alterados…


Y las gotas de Morfeo, tan oportunas arreglaron esa escena; como lacios y crespos cabellos, yacían humedecidos por el llanto de las nubes; sin embargo aquello no inmuto ni al francés, ni al blondo de crespas hebras.


La brisa acentuó el ambiente, con aquellas corrientes que de vez se presentaba. Los cabellos del francés se tupían en el rostro levemente bronceado de Milo, último que, percibiendo esa picazón por parte de las puntas de las hebras del galo, prefirió besar con más ahínco al mismo.


o.o.o.o


-“cuando volverás…”-dijo el chico de cabellos lacios y cuencas caobas-“todo fue un sueño inverosímil”-y dicho esto, asintió, aceptando la realidad de sus días…

-“cuando volverás…”-dijo el chico de cabellos lacios y cuencas caobas-“todo fue un sueño inverosímil”-y dicho esto, asintió, aceptando la realidad de sus días…-“cuando volverás…”-dijo el chico de cabellos lacios y cuencas caobas-“todo fue un sueño inverosímil”-y dicho esto, asintió, aceptando la realidad de sus días…


El griego, aquella noche fue sincero o al menos eso supuso;-“debo irme a Inglaterra…ten calma volveré”-gota tras gota, recorrió tranquilamente los pómulos del galo-“amor, en un día me enamore de ti y muy pronto cuando le diga a Mu, que no acepto su trabajo volveré por ti…”-y nunca volvió.


Los años traspasaron cada vez, con más vehemencia-aunque alguna vez ese lapso término siendo soporífero-. Los días tan monótonos se habían convertido, pues admirar las revistas o videos del rubio-en sus conferencias-; había sido una regla del día.


El recuerdo del roce, que una noche cuando la cuantiosa lluvia los veía; era lo único que sostenía su esperanza.
Y de apoco esa llamativa llama en su corazón enmudeció, ante el cruel e imponente tiempo…


Ahí estaba, sentado en su cama, hojeando como ya de costumbre, esa revista donde las fotos del griego eran el atractivo principal del artículo.


Y soltando un suspiro, Camus, lanzo al aire dicha miscelánea para luego en un intento de apeo; subir sus manos hasta su rostro y tapar el último. Impidiendo a las cristalinas gotillas, su recorrido al cual ya estaban acostumbradas…


Nunca volvió y todo quedo en el olvido…
Él, dio un roce perfecto y nunca reclamo por otro…
Y solo quedo; solo con su persona…


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