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Roma por Samu

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Notas del capitulo: Excitante episodio en el que las cosas comienzan a ponerse  interesantes. Dejenr eviews

Desde que Alejandro se fuera en la casa se vivía un ambiente algo tenso.  Julio le había contado a su dueña, la mujer de Alejandro, todo lo ocurrido en el callejón. Esta no apreció inmutarse para nada, es más, desde que su marido se fuera ella era diferente, utilizaba un tono mas duro con los empleados y llevaba casi todas las noches un hombre a su lecho. Julio no sabía si debería decírselo a Alejandro aunque Penélope le había dicho que si se lo contaba sería azotado hasta la muerte.

Alejandro, solo pensar en su nombre le hacía sentirse raro, Alejandro, el recordar su rostro momentos antes de su despedida... su cuerpo desnudo, pues en mas de una ocasión había tenido que bañarlo con sus propias manos aunque nunca había sentido nada ahora era diferente, el estar separados para Julio era ahora como si le faltara un pedazo de si mismo.

De repente noto algo. Se aparto uno de los dobleces de la falda a un lado mostrando su pene erecto. Era increíble que pensando en Alejandro le hubiera ocurrido eso.  De repente alguien toca a la puerta.

-Julio, abre, tengo que hablar contigo-dijo una voz desde fuera.

-Un momento-contesto el aludido sin saber que hacer, la falda era demasiado fina y se vería todo así que decidió calmarse. Comenzó a acariciárselo con la idea de que tal vez si se relajaba aún más aquello se le bajaría pero fue todo lo contrario, aquellas caricias excitaban aún mas al joven sirviente  a quien aquello le parecía tan placentero que no pudo parar. Lo acarició lentamente rodeando con sus dedos el pene y acariciándolo de arriba  abajo, pensando en Alejandro. De repente una pequeña contracción hizo que Julio estuviera a punto de gritar de puro placer pero consiguió contenerse y continuar, de nuevo otra contracción y otra vez, se repetían cada vez más rápido hasta que Julio no pudo evitar ahogar un gemido mientras un éxtasis recorría todo su cuerpo.

Cuando volvió en si mismo miro hacía donde antes se había estado acariciando y observo que estaba todo manchado por un líquido blanco. Aquella había sido una experiencia nueva para él y le había gustado.  Al momento volvieron a llamar a la puerta-¡Julio abre!-dijo de nuevo la voz.

Rápidamente Julio limpio todo lo manchado incluido parte de su ropa y abrió la puerta.

-¿Qué es lo que estabas haciendo?-inquirió Penélope- Cuando yo te llame me abrirás al momento ¿Entendido?-

Julio asintió torpemente.

-Bien, sube a mi habitación, rápido-

-¿Qué es lo que debo hacer?-

-Sube arriba y desnúdate-dijo Penélope quien se enfureció por la tardanza del muchacho en entender sus palabras-¡Vamos! Y recuerda, no deberás decirle esto a nadie ¿Entendido?-

-Si-contesto Julio quien comenzó a ascender lentamente por las escaleras seguido de una lujuriosa Penélope.

Entraron en el dormitorio y la mujer no perdió tiempo en quitarse la ropa. Se abalanzo sobre el tímido muchacho y comenzó a besarle y acariciarle.

Desde abajo las demás criadas escuchaban los estridentes gemidos de su señora acompañados de vez en cuando por algún leve jadeo de Julio.

La luz de la luna entraba por la ventana del dormitorio, Julio la observaba y pensaba en Alejandro, lo tenía claro, cuando él llegase le contaría todo lo que había pasado en su ausencia.

 

Mientras tanto a miles de kilómetros Alejandro se encontraba sentado junto a su tienda de campaña observando la luna sobre el mar, pensando en que sería lo que estaría ocurriendo en su hogar. Mientras estas dudas recorrían su cabeza un amigo suyo, Emaias, se sentó junto a él y le observo unos momentos-¿Qué es lo que piensas?-

Tras unos momentos de silencio Alejandro contesto-Pensaba en Pénelo pe y en todo cuanto esta ocurriendo en mi hogar-

-¿Para qué pensar eso? Deberías aprovechar ahora que tu mujer no te molesta para acostarte con cuanta mujer se te ponga en medio-

-Ese es tu estilo no el mío. Yo soy hombre de una sola mujer-

-Considero esa idea una estupidez, ¿Para que tener que estar meses e incluso años enteros sin poder copular con ninguna buena moza?-

-Cada uno piensa de una manera diferente-contesto simplemente Alejandro mientras entraba en su tienda.

 

Los meses pasaron, se paso caluroso verano a un frío invierno en el que las personas se resguardaban en sus casas para no pasar frío.

Las cosas en la casa de Alejandro seguían igual que siempre que se ausentaba, su mujer le era infiel cada noche mientras que Julio escuchaba todo desde su pequeña habitación.

Un día de lluvia Julio tuvo que salir a hacer unos cuantos recados al mercado. Corría por las mojadas calles con cuidado de no caerse.

Al realizar las compras se dirigió a su hogar. Mientras corría una mano le cogió del hombro y le empujo al interior de una taberna.

-¡¿Quién...?!-dijo Julio algo asustado-Señor.... me alegro de veros-dijo inclinándose, se tuvo que contener para no lanzarse a sus brazos.

-Hola, Julio. ¿Quieres comer algo?-

-Gracias señor pero no querría que gastara su dinero por mi-

-Tranquilo, no es ninguna molestia...-dijo Alejandro sonriendo.

Comieron y charlaron durante un rato hasta que la lluvia paro.

-¿Por qué no os habéis presentado en la casa?-

-Pensaba darle suna sorpresa. ¿Ha pasado algo durante mi ausencia?-

Aquí es donde se pondría a prueba la lealtad de Julio.

-Vera señor yo... le aseguro cuando le miento si le digo que... su esposa... es penetrada por otros hombres-

-¿Qué?-Alejandro no daba crédito a lo que oía. Un arrebato de furia le carcomió por dentro-¡No oses destruir mi familia estúpido esclavo! ¡¿Cómo se te ocurre inventar tal mentira?!-Se levantó y abofeteo al sirviente quien, con la mejilla ardiente le dijo una última cosa antes de marcharse.

-Si no me creéis juzgad vos mismo. Os invito a que vayáis a lo que vos llamáis hogar y encontréis a vuestra mujer copulando con otro hombre-ahora el que estaba furioso era Julio. Normalmente abría callado y abría pedido perdón pero en este caso las cosas eran diferentes, el hecho de que Alejandro no se diera cuenta de que su esposa le engañaba le ponía furioso, el hecho de que una zorra como era Penélope tuviera un hombre tan bueno le sacaba de sus casillas.

Cogió sus cosas y se largó de la taberna sin pedirle siquiera perdón a su señor arriesgando así, la vida.

Al llegar a su casa Julio dejo las cosas en la cocina y se encerró en su pequeño cuchitril.

La mejilla aún le ardía, ya le habían pegado antes pero ahora era diferente, ahora le había pegado alguien que significaba algo.

Un gran silencio inundo la casa, solo se escuchaba el chocar de las gotas de agua contra el suelo. De repente se escucho el gran portón de la entrada. Alejandro había vuelto.

Julio se preparo para la muerte, había faltado el respeto a su amo, eso significaba la muerte.

Pero no fue hacía su pequeña habitación, subió las escaleras lentamente y dudo en abrir la puerta o no pero se decidió y la abrió de un golpe, se encontró a su esposa en el lecho totalmente desnuda y sola pero había algo raro,  su esposa no solía dormir desnuda ni mucho menos. Se acerco hacía ella y la observo unos instantes. No podría demostrar el que la hubiera engañado aunque tampoco era seguro el que se hubiera acostado con algún otro hombre.

Ahora se le planteaba un dilema ¿Quién tendría la razón?. Aunque se hubiera equivocado no mataría a su sirviente, le gustaba demasiado como para hacerlo. Ahora venían días turbios de los que todos no escaparían demasiado bien.

 

                                   

 
 

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