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Perhaps a happy ending. por Radioactive

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Notas del capitulo:

So, hey.~


Tiene un tiempo que no me pasaba por aquí. Vengo a dejar esta historia después de más me medio año de no publicar. 


Espero que la disfruten así como yo disfruté escribiéndola.


Todos los comentarios son bienvenidos, muchas gracias también a quienes leen desde las sombras. ^^

Iván, ese es mi nombre. Tengo veintiocho años y acabo de llegar a casa de mis padres. Casa… sin padres. Murieron hace un par de años. Mi viejo sucumbió por el cáncer de hígado y mi madre se fue un año después, seguramente por la tristeza. Tenía también un hermano que murió hace cinco años en un tiroteo. Es imposible imaginar cómo es perder a un hijo con su muerte, y poco después al otro, por encarcelamiento. Mis brazos están llenos de tatuajes y mi cara puede reflejar un poco más de años de los que realmente tengo.


Estuve cuatro años en prisión, cargos: tráfico de drogas. Me dieron 6 años pero salí antes por buena conducta. Tampoco fue una condena gorda porque yo era uno más de esos esbirros que sólo hacían el menudeo y el transporte. Los encargados de cada zona sí que estaban jodidos si los cachaban, algunos preferían ponerse un cañonazo en la boca o cometer suicidio policiaco antes que ir a la cárcel. Los peces gordos, bueno, esos está claro que tienen lo suficiente para sobornar y salir, o seguir manejando el negocio desde dentro.


Ahora que estoy aquí, se preguntarán por qué mi vida es interesante.


Pues bien. Ese hermano muerto estuvo involucrado en muchas cosas… sucias, podría decirse. Esas mismas a las que fui arrastrado una vez que tuve edad para que André me aceptara dentro de su mundillo. No era un gran jefe, tampoco disponía de mucho territorio y había cabecillas encima de él por supuesto, pero yo lo admiraba. Quería ser como él, tanto que me esforcé por complacerlo y terminar la escuela, sólo así me dejaría entrar y formar parte de la organización a la que estaba ligado. Pero todo comenzó a ir en picada. La droga desaparecía en los traslados, había malos días; terribles, el dinero faltaba y pronto los de arriba pusieron sus ojos en el territorio que dirigía mi hermano. Él como responsable estaba contra la pared, trató de arreglar todo pero fue demasiado tarde. Uno de sus hombres era chivato. Se iba con quien mejor pagara y otros carteles comenzaron a reclutarlo para robarse la droga que André debía administrar. Al final, cuando había ganado lo suficiente, lo mandó todo a la mierda, llevando a la poli a cada rincón operativo de la zona. André indispuesto a rendirse, murió defendiendo algo que ni siquiera era suyo.


Yo vivía con él poco antes de que todo aquello comenzara a fraguarse. Los problemas iniciaron cuando yo estaba en la escuela y al final no pude terminarla debido a que hacía falta gente de tiempo completo. André me aceptó a regañadientes como otro de sus subordinados. Pero me volví adicto. Con el tiempo servía menos para los trabajos, no podía concentrarme ni tener claridad para nada. Pasaba perdido la mitad del día y la otra me escapaba para ver a alguien. André no estaba contento con el camino que estaba tomando pero no pudo ocuparse de mi cuando tenía tantas pegas encima.


Aquel  día que falleció, algunos escapamos. Muchos se unieron a otros carteles, otros lo dejaron y yo tuve que valerme por mi mismo para conseguir algo que inhalar. Estaba tan fuera de mí que me vendí a la primera organización que se me cruzó. Solo pasó un año antes de que me atraparan.


Hoy en día estoy limpio. Pasé los peores años de mi vida rehabilitándome con base en golpizas y otras cosas violentas que hacen para que los adictos dejen de consumir. Claro que dentro de la cárcel podía comprarse un poco de droga, pero yo estaba tan necesitado y tan asquerosamente deteriorado que nadie quería follarme a cambio de una raya. Estaba jodido y no había más opción.


Eso fue al principio, después me decidí a dejarla no porque no pudiera tenerla, sino porque quería dejarla. Pude recuperarme en parte también, gracias a un tipo que fue mi compañero de celda. Un animal que olía mal casi todo el tiempo, pero siempre con buenas intenciones. Cayó por matar al esposo de su hermana, después de que la violencia domestica la dejara en estado vegetal. Era un buen tipo a quien le habían pasado desgracias. Pero me ayudó mucho, fue una figura paterna, más que mi padre, más que mi hermano, aunque claro, no por eso me volví un pan de dios.


Aún tengo formas de hablar vulgares, todavía me gusta follar traseros y todavía fantaseo con tener la plata suficiente para vivir cómodamente sin mucho esfuerzo. Pero los placeres mundanos adolescentes son una cosa, y pude hacerme consciente de la realidad, más allá de la vía fácil. Ahora que salí, debo madurar, tener en cuenta que no voy a lograr nada de forma sencilla e inmediata, y que el ejemplo de mi hermano no fue necesariamente un modelo exacto a seguir.


Martín tiene una condena que cumplir aún, pero con todos sus buenos deseos, tengo la esperanza de encontrar un cauce. Uno diferente esta vez, algo que me dirija por un camino diferente a la autodestrucción y la vida en un high de cinco minutos.


.. || ..


La abstinencia me tuvo incapacitado unos meses. Fueron los más largos y tristes. Extrañaba a mis viejos, a mi hermano, al pendejo de Marco. Quería volver a ver su cara siempre roja y también deseaba follarmelo frente a su noviecita. Pasé noches completas pensando en lo inútil que me sentía a su lado y cómo estar alejado de él era lo mejor, después recordaba su cara redonda y su nariz goteando cuando le rompía el culo con demasiada fuerza. Amaba sus pestañas güeras cuando dormía y sus ojeras ocultas tras sus gafas de nerd. Siempre que estuve a su lado, me enfrentaba a sentimientos contradictorios.


Él tenía una familia amorosa, una vida llena de metas, un futuro. Algo que yo nunca añoré pero que quizá debí hacerlo. A veces deseaba robármelo y vivir juntos, otras sólo golpearlo porque me daba envidia. Se había conseguido una novia, no quería arruinárselo, ni tampoco que terminara con ella. Pero la felicidad me jodió hasta el fondo cuando me dijo que terminó con ella porque prefería estar conmigo.


Trataba de no consumir los días que iba a verlo. Trataba de mantener el aliento fresco y la mente despejada. A veces no podía, pero siempre me esforcé por mostrarle a Marco la mejor parte de Iván.


Otras noches deseaba volver en el tiempo y arreglar mis errores. Quedarme con mi madre, ayudarla a sobrellevar la enfermedad de mi padre, no permitir que perdieran a ambos hijos. Porque André estaba bien metido en mierda pero yo pude haber seguido un camino diferente. Luego me daba cuenta que esas fantasías no valían un pepino porque igual me habían encerrado e igual ellos eran huesos dentro de una caja. Mi hermano había sido un pendejo que murió con apenas honor y yo peor; un esperpento de hombre que no valía un churro de maría.


Al final nunca superé mi melancolía. Hoy en día aún me lamento de muchas cosas. Pero aprendí a hacer algo más que eso, a no dejar que me consumiera.


Me rehabilité con más rapidez una vez que puse esfuerzo en ello. Gané masa muscular y también algunos kilos. Comenzó a crecerme el cabello y las marcas de las agujas desaparecieron. Tengo el tabique maltratado pero mi cara parece más la de un hombre que la de un zombie. Eso es una ganancia grande considerando que nunca tuve nada por lo cual luchar, y después de verme en el espejo tuve ganas de presumirlo a todos, a todos los que me conocieron en el exterior. Presumirlo y después encontrar otra cosa que pudiera enorgullecer a alguien, por mínima que fuera, incluso trabajar en un Mc Donals con un sueldo miserable.


Entre ellas, ansiaba que estuviera Marco. Lo ansiaba más de lo que podría aceptar en su cara, más de lo que nunca pude expresarle.


.. || ..


A veces en el gimnasio pensaba en él. En las duchas o cuando Martin me hablaba de su fallecida esposa. Una mujer que murió de alguna cosa degenerativa y que nunca pudo darle hijos. Él estaba seguro que la vida lo quería así. Que estaba destinado a matar al desgraciado por el que lo habían condenado, y que sin una esposa ni críos en casa, no tendría nada que lamentar.


Yo no sé si creo mucho en el destino, pero lo cierto es que Marco me hacía creer a veces. Estoy dispuesto a encontrarlo, sea destino o no. Sin casualidades.


La casualidad nos hizo encontrarnos muchas veces en el pasado, y yo me aprovechaba de eso de forma maliciosa para poder invadir su vida de la única forma que podía. Pero esta vez no iba a esperar para encontrármelo en la calle, o suponer que algún día apareceríamos en el mismo lugar como si alguien hubiera movido los hilos.


No es que crea tampoco que Marco va aceptarme de la nada, ni siquiera como amigos o viejos conocidos. Estoy seguro que una parte de él me odió desde el principio y nunca desapareció ese sentimiento. Podría haberse hecho más fuerte después de que me metieran preso, podría estar tan enojado conmigo por abandonarlo… o quizá, podría llegar, pararme enfrente de él y entonces su carilla roja no haría más que mirarme con cierto interés, preguntándose de dónde me conoce, pero al final, después de buscar en su memoria y no encontrar nada, se voltearía y se alejaría de mí.


Pero… es algo que tendría bien merecido ¿no?


.. || ..


No tengo plata pero quizá consiga algo después de vender la casa y las cosas allí. Es una propiedad no demasiado vieja, con buenos cimientos y algunas cosas de valor. Demasiado espaciosa para mí, mucho polvo, muchas cosas que mantener limpias. Muchos recuerdos, la mayoría difusos que no me gustaría remover.


Sin demasiados dramas, me dispuse a sacar las cosas que podría vender en chacharas o lugares de reciclaje, otras a los vecinos (no sin cierta desconfianza de que un exconvicto pueda estafarlos), y las más valiosas para ebay o casas de empeño si acaso.


No tengo idea de cómo manejarme en la vida, cómo se mantiene una casa en buen estado, cómo se hacen las deducciones de impuestos o cosas parecidas, pero Martín me dio consejos para sacar un valor justo de la propiedad y venderla en el menor tiempo posible sin malbaratarla.


En serio, alguien debería darle un premio a ese hombre. Pero como es un viejo sentimental, lo único que me pidió fueron algunas visitas, supongo que un anclaje al mundo exterior, algo que lo haga sentirse humano en medio de tanta mierda. No podría ofrecer menos. Él me salvó de cierta forma.


 Fui capaz de conseguir un departamento y de abrir una cuenta en el banco. Quien iba a imaginarse que se necesitaba un acta que confirme tu identidad y un papelucho que diga dónde vives para poder ser parte de la base de datos de una institución bancaria. ¿Ustedes sí? Yo no lo sabía, la vida es demasiado complicada.


No creo poder sobrevivir así.


.. || ..


La vida es sencilla, perfecta y práctica. Amor vivir.


Cocinar es tan simple como hervir agua y ponerla dentro de un envase de sopa instantánea. Mantener limpio… bueno, a veces echo la basura bajo la cama, pero nadie lo nota, nadie en absoluto porque ser soltero es lo mejor del mundo.


Tengo un trabajo de 6 am a 6 pm en una librería de esas, donde entras y te crees súper intelectual, miras libros, los compras y entonces llegas a tu casa para acomodarlos en un librero y nunca leerlos. Ahí nadie tiene problema con ser atendido por un sujeto con los brazos tatuados, porque viven en con ‘tolerancia’ en la modernidad. El uniforme es una camisa polo barata que no necesita plancharse, y tampoco lavarse muy seguido.


Amo los colores oscuros, deberían promover que toda la ropa para vagos holgazanes como yo sea oscura, así nadie nota que está sucia hasta que huele un poco mal. Y bueno, sí lavo mi ropa cada semana eh, a veces a las 10 de la noche porque trabajar todo el maldito día no es algo que te deje con los pies súper relajados o las ganas de moverte y poner a trabajar la lavadora vieja de tu madre. Por cierto, ¿han intentado subir tres pisos con una de esas mierdas? Deberían de dar premios por esos actos de voluntad.


En fin. Estaba con lo de la vida es bella y…


Sí claro. Es bella a veces. Por lo menos tengo un sueldo y algo qué hacer a diario. No he gastado el dinero que sobró de la casa ni de lo demás que pude vender, porque bueno, es como…  extraño. Siento como si estuviera usando algo que no es mío. Soy un tipo reformado, el bien es lo mío ahora.


Y una mierda.


Odio tratar con sujetos pretenciosos todo el tiempo. Me caga mi supervisor en jefe y también la comida instantánea. Y no he sido capaz de ver a Marco todo este tiempo.


La razón de buscar un trabajo en esa zona, de continuar allí y tragarme la bilis cada día con el pendejo a cargo de la tienda es porque está ubicada justo enfrente del edificio donde trabaja Marco. Estuve investigando un poco sobre él. Fui a visitar a su familia, pero sus padres no se acordaban de mí. O al menos eso fingieron. Se portaron bastante fríos y no quisieron darme la dirección del güero idiota. Así que pregunté a los vecinos. La mayoría ancianos fáciles de engañar que ansían contar historias y hablar con la gente porque se sienten demasiado abandonados. Soy todo un acosador, debería de dedicarme a eso, tal vez investigador privado. Bueno, vale, voy a parar ahora con esta idiotez.


Supe que Marco se graduó en alguna cosa de finanzas y ahora trabaja en la empresa que tiene su sede justo frente a la jodida librería donde paso mis días infernales. También que se casó con Grecia y que viven juntos en el centro. Nadie supo decirme si tienen hijos o no, pero me propuse no dejar que eso me desanimara.


 Después de todo, no pretendo volver con él ni nada parecido, sólo quiero que sepa qué sucedió conmigo y que no lo dejé por sólo porque sí.  


A quién engaño, tengo tantas posibilidades como un cangrejo de volar, pero mis esperanzas aún se depositan en que Marco vuelva a mirarme como antes. Como cuando podía encontrarme con algo de cariño en sus irises claritos y perfectos, tan transparentes y hechizantes.


Demonios, no sé si podré superar lo patético que me siento ahora. Puto amor. Por qué no mejor me muero, odio vivir.


.. || ..


Sé que dije que no estaría sujeto a las coincidencias. Que buscaría a Marco por mis medios sin esperar encontrármelo. Pero cómo hacer para ir y buscarlo cuando trabajo todos los días todo el maldito día, y el único día de descanso es precisamente para eso. ¿Saben cuanta voluntad hace falta para no rendirse? Después de pasar tu vida como un parasito, sin preocuparte por cuentas o tener que comprometerte a algo seriamente, sin ninguna motivación de por medio.


Ahora entiendo por qué los hombres asalariados se suicidan, por qué no encuentran sentido a continuar así durante los mejores años de su vida.


Pero con todo y todo, logré ver a Marco un día.


Sabía que su vida medio pretenciosa (que sienta un poco de amor por él no quiere decir que no me haga juicios respecto a algunas cosas) lo llevaría un día a entrar por la puerta de cristal de la librería, y entonces podría llegar y atenderlo. No fue tan sencillo. Primero me costó reconocerlo, porque su cara estaba completamente despejada de anteojos. Su cabello demasiado corto y un poco lacio. Aun tenía una predisposición a sonrojarse por el clima, pero sus facciones eran más maduras y más sofisticadas. Vestía de traje y además iba acompañado por otros dos de su clase.


No miraron detenidamente los libros, ni preguntaron por nada. Además yo ese día estaba acomodando mercancía, ni siquiera pude acercarme. Los tres cuellos blancos fueron directamente a finanzas, tomaron cada quien un ejemplar del mismo título, pagaron y salieron, cuchicheando cosas técnicas entre ellos. Marco nunca volteó a verme, y creo que aunque lo hubiera hecho, no se percataría de que el empleado de la librería fue alguna vez su amante, que desapareció de la nada y lo dejó botado peor que a un perro.


Sin embargo, no permití que eso me detuviera. Dejé lo que estaba haciendo y salí corriendo para alcanzarlo.


Cuando lo detuve del brazo y dije su nombre, pude ver la transparencia de sus sentimientos. Desde la sorpresa, la tristeza y la ira. Quedé paralizado por un momento, aunque estuve preparándome para ser odiado, no pude reaccionar ante el ceño fruncido de Marco que antes me provocaba tanto placer y ahora me agujeraba el estómago.


Le pedí un poco de su tiempo. Que el día que pudiera, yo pediría mi descanso y entonces podríamos hablar. Estaba dispuesto a rogarle, incluso a ponerme de rodillas. Pero no fue necesario. Él me sonrió diplomáticamente y sacó una pluma y una pequeña libretita de su saco. Anotó su número y me dijo que lo llamara para quedar de acuerdo. Entonces se despidió con voz suave y volvió a lo suyo.


Me tomó un par de minutos más reaccionar y volver a la librería.


El supervisor estaba esperándome para regañarme, pero yo estaba preparado. Le dije que la cartera de uno de los clientes se había caído y corrí para devolvérsela. Que fue mi culpa no avisar antes de salir y que no volvería a pasar. Como había más clientes cerca, escuchando disimuladamente, no tuvo más opción que ser indulgente.


Ese mismo día al salir del trabajo, llamé. Los nervios hacían que se me trabara la lengua y me temblara la mano. Estos momentos era cuando extrañaba una raya para darme valor y sentir que podía con cualquier mierda que la vida me pusiera enfrente.


.. || ..


Que ambos tuviéramos oportunidad de tener un día de descanso el sábado, era como un gran logro. Generalmente los días libres en los asalariados son entre semana, seas de clase media o media alta.


Yo pensaba que Marco me citaría en algún restaurant o en alguna cafetería. Incluso comencé a pensar en ahorrar dinero para no verme tan jodido. Pero él quiso venir a mi departamento y eso fue peor. Me pasé la noche anterior limpiando y tratando de que se viera decente. Como el lugar era nuevo, pues no había grietas en la pared para ocultar, o baldosas sueltas, pero el suelo estaba hecho un asco, los trastes amontonados y la ropa tirada por todos lados. No sé cómo logré acabar de lavar todo y quitar el mal olor sin morir en el intento.


Compré comida preparada porque realmente no soy bueno con la cocina. No quería que Marco muriera envenenado el segundo día de vernos después de tantos años.


—¿Cuánto tiempo tiene que saliste entonces?


—Cuatro meses.


—Y en ese tiempo, te has establecido, tienes trabajo y un departamento. Eres increíble Iván —en ese momento quise sonreír con petulancia, pero me ganó la emoción y me reí como estúpido.


—No creo que hubiera sido tan fácil si no hubiera tenido la casa de mis padres, o algo de dinero. Nunca he conseguido nada por mí mismo Marco, estoy en pañales en esto de ser adulto.


—Lograste superar tus adicciones, estás en condicional y ahora tienes un salario, creo que tu departamento se lo debes al dinero de tus padres, pero todo lo demás lo conseguiste tu sólo.


Marco se acercó a mí y me tomó la mano. Las suyas seguían siendo algo delicadas, no femeninas pero sí muy blancas y suaves, con unos pocos vellos rubios. Se me revolvió el estómago y el mundo completo. Pero al encontrarme con sus ojos, no había nada de aquello que yo buscaba. Después de despedirse con una sonrisa y salir por la puerta, argumentando que podía bajar solo, me quedé sentado como una hora en el sofá, mirando a la nada.


Ahora que tengo su teléfono podemos hablar y quedar cuando sea, pero de alguna manera siento que estoy más lejos de Marco que nunca. Le expliqué de forma detallada lo que pasó, por qué lo dejé sin decir nada y que ahora que estoy de vuelta, quiero llevar mi vida de una forma diferente. Él fue comprensivo y me mostró su apoyo, pero no fui capaz de decirle sobre los malditos sentimientos que aún me carcomen, que me dan felicidad e infelicidad al mismo tiempo. Sólo con verlo  me confirmé a mí mismo que nunca pude deshacerme de su recuerdo y de lo que me causaba.


Después de todos esos años sin verlo, una persona como yo lo dejaría ir y buscaría un polvo, después otro y después de un tiempo podría decir que un nuevo alguien le causa lo más cercano al amor. No es bueno aferrarse a un amor juvenil ¿verdad? Sobre todo cuando no fue precisamente el mejor romance de telenovela, o película cursi y con final feliz. Sobre todo cuando ni siquiera estábamos seguros de lo que sentíamos el uno por el otro, cuando todo parecía sexo, cuando no veíamos hacia el futuro. Un futuro juntos.


.. || ..


En tres meses salimos varias veces. Dejamos de vernos en mi casa, porque sinceramente era demasiado íntimo. Intimo para él supongo, si por mí fuera, lo tendría contra el piso todo el tiempo, le daría una connotación sexual a cada rincón de mi departamento.


Marco nunca me invitó al suyo, nunca hasta ahora.


Desarrollamos una amistad extraña que nunca tuvimos cuando éramos poco más que unos mocosos, ni siquiera cuando dejó a su novia por mí. No hablábamos realmente de muchas cosas, no compartíamos nada más que el sexo y lapso después de este. Ni siquiera estoy seguro que a eso pudiera llamársele una relación. Pero ahora había una diferencia importante. Sabíamos muchas cosas de nuestra vida. Así como yo fui capaz de sincerarme, él también lo hizo. En algún momento él confesó las razones de por qué se casó con Grecia y también por qué se divorciaron hace un año.


Ella encontró un amor, uno verdadero que le hizo cambiar de parecer sobre dejar que la opinión de sus padres rigiera todos los sentidos de su vida. Se hizo más independiente y decidió que quería vivir abierta y libremente con esta pareja. Marco se alegró por ella y yo también… un poco, quizás.


Así que yo, en mi ingenuidad, pensé que estaba dentro del momento perfecto, la oportunidad deseada para reconsquistarlo y comenzar una relación que valiera la pena.


Sí, Marco me había dicho todas las cosas importantes en su vida hasta ahora, excepto una.


Resulta que la cena en su casa no iba a ser preparada por él, por mí tampoco, naturalmente, ni pedida a domicilio. Un chef de alta categoría preparó casi un banquete para tres, se sentó a la mesa con nosotros y sostuvo la mano de Marco mientras ellos se miraban como si pudieran derramar miel de los putos ojos.


Quise golpearlos con un mazo.


Resulta que el güerito que yo consideré por tanto tiempo como el único amor en mi miserable vida, ahora tenía una relación estable con ese estirado cabrón de ojos azules y acento de mierda. Aún no vivían juntos pero estaban considerándolo seriamente, y bueno, yo tuve que sonreír usando todas mis reservas de por vida de hipocresía. Sólo me sentí aliviado cuando el tipito se largó, argumentando que tenía trabajo al día siguiente y debía llegar a “tomar un baño de burbujas para descansar bien”.


Después de eso vinieron un par de comentarios forzados y las cosas se pusieron tensas. Lo siento Marquito, ¿pero qué mierda esperabas?


“¿Felicidades?” ¿Qué me ponga a saltar? Estúpido imbécil.


—No entiendo por qué me presentaste a tu novio.


—Somos amigos ahora, creí que debías saberlo.


Silencio mortal.


—No soy más listo que tú, y probablemente las drogas mataron muchas de mis neuronas, pero hasta yo me doy cuenta que estás consiente de lo que siento por ti, después de todos estos años, no te busqué para que fuéramos amigos nada más —me levanté de la mesa y tuve que contenerme demasiado para no gritar de frustración—. Creo existen formas menos crueles de rechazar a alguien indirectamente, Marco.


 —No sabía si ibas a creerme sólo con decírtelo, tal vez hubieras pensando que mentía o…


—Basta —su cara estaba volviéndome loco. Había dolor, un dolor parecido a la lástima.


Otro silencio.


—Gracias por decírmelo, y dile a tu novio que gracias por la cena.


Tomé la chaqueta que había dejado colgada en la silla y me dirigí a la puerta. Pero él me alcanzó antes de que pudiera salir.


—¿Por qué estás huyendo? —me encaró pero yo no pude verlo a los ojos, ni siquiera tenía ganas de tenerlo cerca.


—No tengo nada más que hacer aquí.


—Dí lo que te estés guardando Iván, no seas cobarde, no podremos avanzar si no hablamos, tenemos que…


—¡No es tu tipo! Es un maldito afeminado, tiene los dientes chuecos y su acento da risa. Lo odié. Ni siquiera puedo entender qué es lo que viste en él. Por qué elegir a una persona así —me deshice de su agarre con un jalón que lo hizo trastabillar.


Silencio. Odio los silencios.


—Él es completamente mi tipo. Es sociable y extrovertido, tiene una fascinación por las películas y lee mucho, podemos hablar de cualquier cosa, es verdad que no es un adicto al sexo ni tampoco un salvaje que me somete contra la mesa del comedor, pero la vida con él es pacífica, me gusta la tranquilidad Iván, pero nunca te diste el tiempo de saber eso sobre mí. Que no se parezca a ti no quiere decir que no sea mi tipo. TÚ no eres mi tipo.


—Tienes razón… tal vez no en todo —esta vez sí que lo miré—. Te conozco, sí que te conozco. Quizá más de lo que te conoces a ti mismo. Aún tienes muchos hábitos, los recuerdo todos, como morderte la mejilla interior cuando estás nervioso. Te vi hacerlo hace un momento, seguro que las tienes bien lastimadas. Tu forma de abrir y cerrar el frasco de café, tus expresiones, tu forma de caminar, la manía de tocarte el lóbulo de la oreja cuando te incomodas, y lo hiciste después de que te tomó la mano, no sé a quién quieres engañar Marco.


—No trato de engañar a nadie…


—Es un arremangatido, un imbécil finito, ¿En serio la haces de activo? Porque no me imagino al francesito dándote por culo mientras se hierve la sopa. ¿Cuántas veces te lo hice suavemente, cuantas traté de ser gentil? Y luego ibas tú a pedirme que fuera más rápido, que te la metiera más duro, cuantas ¿eh? ¿De verdad te conformas con él? O es que también cambiaron tus hábitos sexuales? Eso sí que estaría de lujo verlo, por qué no me invitaste a ver cómo follan por las noches, hubiera sido igual de hiriente que verlos tomados de la mano mientras a mí me hervía la sangre.


—Estás siendo un canalla Iván.


—¿Sí? Pues lo siento, quizá no he cambiado tanto.


—No tienes derecho a reclamarme nada, no tienes derecho a decir que me conoces. ¡Tú te largaste! Tú me abandonaste sin ningún aviso, ¿sabes cuánto sufrí por ti? —se echó para atrás y se tapó la cara con las manos. Por un momento me nació el impulso de abrazarlo, arrodillarme y pedirle perdón, pero se esfumó en un segundo. Mi orgullo y mi cólera estaban haciendo bulla dentro de mí, más que en toda mi vida—. Ahora estoy rehaciendo mi vida Iván, que hayas aparecido está tratando de romper con todo lo que logrado mantener con mucho esfuerzo, no voy a permitir que vuelvas a mi vida y la llenes de caos como antes, que hagas tu voluntad como se te antoje, estoy en mi derecho de elegir, y lo elijo a él, porque tú Iván, arruinaste tu vida, dejaste que se fuera a la mierda, y no pienso lamer tus heridas.


En ese momento tuve paso libre para salir y largarme de ahí.


No dudé ni un segundo.


.. || ..


Ya va un mes después de eso.


La primera semana gasté todo mi suelo en alcohol y no paré hasta que fui a dar al hospital. Marco fue a recogerme en su coche cuando salí pero no hubo manera que yo entrara con él en un espacio reducido, mucho menos donde seguramente había compartido muchos momentos con el puto francesito. Por eso me fui caminando a mi casa y me dejé caer en la cama después de subir tres pisos de escaleras.


Nunca me había sentido tan hundido, ni siquiera cuando me encerraron.


Perdí toda la motivación de seguir como hasta ahora y me di cuenta que una vida de santurronería no era lo mío. Acusé a Marco de engañarse a sí mismo pero la verdad es que yo no soy tan diferente. Pretendiendo ser un tipo normal, queriendo ir por un camino que claramente no fue trazado para mí. Qué sentido tenía trabajar en un lugar que me sacaba bilis, sólo para obtener un sueldo quincenal ¿y luego qué? ¿Acaso era algo memorable para contar cuando estuviera viejo?


¿Realmente podría sentirme orgulloso por fingir algo que no soy?


Al final tener el corazón roto sirvió para darme cuenta de esas cosas. Pero darte cuenta de la mierdera que es la vida incluso cuando te estás esforzando no es un buen método de recuperarte y volver a sonreír.


Por eso preferí beber. Eso es algo en lo que soy bueno.


Y aquí estoy de nuevo. Gastando dinero en un vicio que no me llevará a ningún lado, pero igual me importa un culo.


La vida me odia, eso es seguro. Porque al salir del supermercado, justo tengo que encontrarme con el puto francesito. Él no pareció reconocerme porque bueno, no es que mi aspecto estuviera tan bien como el de aquella vez. Ni siquiera trató de disculparse cuando casi me arroya con el carrito. Llevaba varias bolsas con verduras, pan y otras cosas que no alcancé a distinguir. Esa noche le cocinaría a Marco seguramente, también tendrían sexo y se dirían lo mucho que se aman.


Le seguí por el estacionamiento con la botella vacía de whisky en la mano. La última para la que tuve dinero suficiente, después de eso compré licor barato. Pero la haría valer. Con toda la intención de estrellarla en su cabeza, fui escondiéndome y tambaleando detrás de los autos estacionados.


No pude hacerlo. No iba a volver a la cárcel por un bastardo como ese, y después de todo, era el hombre al que Marco le entregó lo que yo no supe obtener de una forma decente.


Sólo me quedé mirando mientras abría la puerta de atrás de una camioneta familiar. Después de eso salió una mujer a ayudarle. Del mismo tipo que él. Alta, rubia y de porte elegante. Qué hacían dos especímenes como esos comprando en un Walt Mart, ni idea. Pero lo sorprendente no fue que se dieran un beso, o que hablaran en fránces entre ellos, lo que me quitó la borrachera de golpe fue ver salir a una niña y decirle papá al que supuestamente es el gran amor de Marco.


Me fui a casa con la sensación de que todo aquello había sido un sueño. Una alucinación creada por mí no tan vasta imaginación, reflejando solamente mi deseo de que algo pudiera separar a una pareja tan feliz, de ser capaz de tener un pretexto para ir y tocar la puerta de Marco y reclamarlo como mío.


.. || ..


Trabajar en un taller mecánico es mejor de lo que puede pedir un ebrio como yo. Ahí nadie te dice nada si hueles a sudor o si vas con la ropa manchada de otras mierdas aparte del aceite para motor. Puedo emborracharme y también puedo tener dinero como de costumbre, sólo para mantenerme a mí mismo, sin demasiados lujos.


Llevo sólo un mes aquí, pero es suficiente para asegurar que este trabajo me gusta. Nunca tuve oportunidad de encontrar algo para lo que realmente sirvo, y esto vino a decirme que incluso yo tengo un poco de inteligencia para avanzar rápido en un empleo.


Por lo menos es mejor que soportar jefes insufribles.


Es una vida simple y confortable, donde tengo más tiempo libre y más horas de sueño.


En cuanto a Marco. A veces pienso en él, unas me dan ganas de ir a buscarlo y decirle en la cara que tiene una enorme y bonita cornamenta, otras simplemente son recuerdos que llegan a mí sin que yo lo pida. Pero no tiene nada de malo. Es menos doloroso pensar en cosas relacionadas con la langosta de cuello blanco, cada vez menos. Eso debería ser bueno, supongo.


El taller es pequeño y humilde, sin embargo no tiene problemas de clientes. Todos en la comunidad confían en el dueño, por lo que la mayoría trae sus autos aquí. A veces también sus motos, y otras tantas los niños a que les inflen las llantas de las bicicletas a cambio de una botella de coca cola.


Pero jamás en la vida pensé en encontrarme con una Grecia madura que no me reconoció a primera vista. Cuando lo hizo me invitó un café al terminar mi turno. De cualquier forma ella tenía que esperar una hora para la cotización de su recién abollado auto, y parecía que la vida ajetreada no coincidía con su estilo de vida.


Demasiado relajada y demasiado feliz.


Nunca la odié a pesar de lo que pudieran pensar. Ni siquiera sentí un poquito de rencor cuando me enteré que le propuso un matrimonio falso a Marco. Al contrario, al verla, todavía me provoca algo de culpabilidad.


No hay cafeterías o restaurants finos por aquí, lo mejor que encontramos fue un parque con una máquina expendedora cerca. A ella no pareció importarle que la banca estuviera llena de hojas secas, tierra y otras cosas difíciles de definir. Como toda buena extrovertida mujer, comenzó a contarme su vida, incluso algunas cosas de su infancia. En algún momento dejé de prestarle atención, pero ella, aunque lo notó, no se molestó ni nada. Después de eso, tuve que comenzar a cooperar, y en algo parecido a un interrogatorio del FBI, logró sacarme todo lo que sucedió desde que salí de la cárcel, hasta aquella vez que discutí con Marco. No le dije lo de la familia del francesito, porque aún hacía mella en mí la duda, de si fue real o producto de mi alcoholizada conciencia.


—Creo que fuiste un poco brusco, pero es que Marco se volvió algo especial, el trato con sus clientes le formó un vocabulario refinado y su estilo de vida también es ahora más como…


—Es un puto estirado.


—Algo así –ella rió de una forma natural que me hizo sentir cómodo—. Pero te voy a decir algo Iván, tu desapareciste, él no supo si quiera si estabas vivo o no, no te despediste, y bueno, esas cosas dejan cicatrices, no sé si te haya perdonado en todo este tiempo o si simplemente eso que te dijo fue como la fuga por todos los reclamos que no pudo hacerte mientras estuviste lejos.


—¿Como que una fuga? —me miró con la ceja alzada. Joder, lo siento si soy corto de entendimiento.


—Pues… que en ese momento pudo explotar, dejar salir todas esas cosas como un desquite por haberte ido, igual lo hizo sin darse cuenta, por lo herido que se sintió todo este tiempo. ¿No crees que todo era perfecto? Demasiado bueno para ser cierto, que su reencuentro fuera felicidad y charlas cuando dejaron un montón de cosas pendientes, cosas sin decirse, sin cerrar círculos.


—Pero si eres igual de fanfarrona que Marco mujer, hablan como guión de telenovela —suspiré y Grecia me dio un empujón amistoso—. Pero bueno, qué quieres que haga, no soy bueno en estas cosas, quería recuperarlo y la cagué, es más, ni siquiera me dejo intentarlo.


Guardó silencio un rato mientras se terminó sus galletas de máquina expendedora.


—Iván, no sé si te sirva mi opinión, pero estoy segura que Marco te amó más que a nadie, no pude verlo tan perdido ni contento con otra persona, ni en nuestros mejores tiempos de relación lo vi tan radiante como cuando estuvo contigo.


—¿En serio? ¿Cómo puedes estar segura de eso?


—Que sí, déjame hablar, hombre desesperante —bah, mujeres—. Lo cierto es que también, en tu ausencia, trato de establecer relaciones de nuevo, nuestra situación era complicada por lo del matrimonio fingido, pero muchos hombres estuvieron dispuestos a hacer sacrificios por él, a pasar por alto ese detalle y aunque lo intentó con ganas, no funcionó. Después decidimos divorciarnos y aún hablamos a veces, pero… antes de mudarme, todavía lo escuché en algunas noches llorar. Habla dormido ¿sabes?


—No lo sabía, nunca…


—Nunca lo hizo hasta que tú te fuiste. Siempre era Iván, Iván, Iván. En tres años eso no cambio. No sé si lo haya hecho en estos tantos meses, y no sé si valga la pena luchar por recuperarlo, yo traté después de que te fuiste, solo un poco la verdad, más por ego que por amor real, pero fue imposible. Marco no ha amado tan intensamente de nuevo, pero la vida da giros, las personas cambian y un par de años es tiempo suficiente para ello. Marco podría haberte olvidado o no, podría funcionar con su novio actual o no, podría volver a estar contigo o no. No vas a saberlo si no te lanzas por él. Nada vas a lograr oliendo a cerveza con ese aspecto lamentable, siempre te envidie porque parecías despreocupado, muy a tu modo, como si nada te afectara o mandara sobre ti. Y saber que tienes angustias, inseguridades y dramas como todos me hace feliz, quiero que muestres más ese lado humano, que seas honesto y dejes el Iván de antes donde debe estar. Marco nunca va a saber lo que piensas y sientes si no se lo dices, si no lo intentas.


Las mujeres dan miedo. ¿Será que en verdad vienen de Venus? Podrían ser algo así como una avanzada civilización, nosotros los hombres, seguro que somos monos estúpidos a sus ojos.


—Gracias… Grecia.


.. || ..


Me tomó varios días más decidirme a plantarme afuera del edificio donde Marco trabaja. Dejar el alcohol puede parecer pan comido después de rehabilitarte por heroína y cocaína, pero la verdad es que cualquier cosa que sea éxtasis para el cuerpo es difícil de abandonar. Igual me mantuve sobrio dos días y planeaba hacerlo más tiempo si no lograba ver a la langosta el mismo día, de lo cual había pocas probabilidades. Dicho y hecho. No pude encontrármelo, pero no era de extrañarse. Igual estuve trabajando meses en la librería de enfrente y sólo una vez la casualidad lo llevó hasta mí.


Traté de entrar al edificio, pero ni con mis mejores galas, ni con el pretexto del repartidor, pude colarme, ni siquiera conseguir un poquito de información.


Mi último recurso, después de quedar con pie plano por estar dos semanas parado como idiota en la entrada, fue ir al único lugar que no juré no visitar nunca más. Esa noche Marco llegó hasta casi las 12. Tenía una cara paliducha y el ceño fruncido, incluso antes de verme. Nunca hay que pensar que las cosas no pueden empeorar, es una vil falacia de autoengaño.


Fui completamente ignorado y también casi pierdo la nariz contra la puerta. Pero Marco no es una persona de mal corazón. Me dejó entrar después de una hora de tocar su timbre cada diez minutos. Sus ojeras me convencieron que realmente no debía molestarlo. Pero ya estaba allí. Sería completamente idiota conseguir una oportunidad de hablar con él y no usarla, sólo porque se veía realmente cansado y me daban ganas de mandarlo a dormir y acostarme a su lado para cuidar que durmiera bien.


Coño de la… Fuera, pensamientos cursis.


Nos sentamos en el sofá para cuatro personas en su estancia. Estuvimos así, mirando a la nada y  completamente quietos durante varios minutos que se sintieron como una eternidad. Comencé a hablar porque al final era yo quién tenía cosas que decir y por lo que fui a invadir su casa. Muy tarde me di cuenta que mientras yo parloteaba disculpas y cosas tontas para justificarme, Marco que había quedado profundamente dormido. Sólo sus ronquidos me sacaron de mi ensimismamiento y no supe si reírme o sentirme enfadado.


Pasó un poco de ambas. Tampoco me quejo porque fue una oportunidad perfecta de satisfacer mi demanda interna y quedarme a dormir con él, como en los viejos tiempos. Sin permiso, haciendo lo que me diera la gana y aprovechándome de su generosidad.


Sólo dormí unas cuantas horas porque me quedé pensando en toda la maraña dentro de mi cabeza, porque no tenía deseos que el momento se acabara, y aunque Marco roncara como un maldito camión viejo, no habló dormido. Esperaba corroborar las palabras de Grecia, saber si aún decía mi nombre en sueños. Nunca sucedió, no al menos mientras estuve despierto y eso no ayudó a mi descanso.


La mañana no fue encantadora ni con un aura brillante o rosa como en esas películas románticas que últimamente pasaban en todos los malditos canales. Estaba lloviendo y la ausencia de sol no dejaba adivinar la hora. Marco siguió durmiendo, aunque el hecho de que ya no estuviese roncando me hizo dudar de ello. Aun así, fue una grandiosa oportunidad de permanecer junto a él como en los viejos tiempos, aunque sin nada entoxicando mi cuerpo, con una vista fija y una conciencia despejada.


Suspiré un par de veces y me atreví a acariciarle la mejilla, sólo un instante. Recibí un mensaje de mi jefe a las 7:30. La hora en que abrimos el taller cuando hay mucho trabajo pendiente. Por suerte no era para regañarme de por qué no estaba aún allí, sino para decirme que el día era muy malo y seguramente no llegarían muchos clientes por ser domingo del futbol, y mejor me lo tomara libre. Generalmente esos días la gente se la pasa en casa y no hay mucho movimiento en los suburbios. Quizá un poco más en la ciudad.


A las nueve en punto, Marco se despertó sobresaltado y sin mirarme se levantó y fue directo al baño. Tardó quince minutos y salió disparado a vestirse mientras repetía maldiciones nivel jardín de niños. No me dio tiempo de admirar su trasero enrojecido porque se puso la ropa interior y el pantalón de vestir como un rayo. Al final me volteó a ver cuándo, con su cara toda roja y el ceño fruncido, me dijo que me fuera, pero que antes le pasara su maletín y su reloj de la mesita de noche.


—Debiste prepararme el desayuno ya que te quedaste a invadir mi casa, estúpido idiota, maldición.


Estaba completamente exasperado y hecho un desastre.


—Aún tienes las agujetas desamarradas, y esa corbata de verdad que no combina.


—¡Cállate!


Terminé riéndome mientras le ayudaba a abotonarse la camisa mientras él se peinaba, y a amarrarse las agujetas mientras él la corbata.


Se fue corriendo como un energúmeno.


Y regresó media hora después con la cara más roja que nunca.


Yo estaba por irme. No es que me hubiera quedado para espiar en su vida, para nada. Por eso no tengo idea de qué cosas hay en su closet ni cómo están ordenadas, o las películas que compra en DVD… o los álbumes de música…


 —Tú, jodido hijo de… —me lanzó el maletín, y aunque lo atrapé, si me dio un golpe amortiguado en el estómago.


—¡¿Qué te pasa?! —lancé la maldita cosa en la cama y me acerqué con intenciones de intimidarlo. Pero él estaba muy enojado, y muy mojado.


—¡¿Por qué no me dijiste que estaba lloviendo?! —me empujó con una fuerza que no hubiera sospechado en él—. Y que es domingo. ¡Hoy no trabajo! ¡Es mi día libre, tú infame canalla, granuja, estúpido!


Traté de no reírme cuando hizo lo más cercano a un puchero en su cara de adulto, y se fue a tirar a la cama como el niño berrinchudo que parecía. Y aunque he aprendido mucho autocontrol, Marco es capaz de romper mis defensas y mis habilidades con un solo gesto, como siempre.


—Oh, vamos, yo no tenía idea, estás siendo injusto ¿sabes? —me acerqué a sentarme en la orilla de la cama y como respuesta obtuve qué se tapara la cara con la sabana y se hiciera un ovillo. No dijo palabra más, y decidí molestarlo un poco, igual y conseguía una respuesta, aunque fuera sólo para pelear—. Eres lo más parecido a un Gremlin que he conocido, primero eres adorable, pero te mojas y te vuelves malvado.


Y funcionó.


—En primera, cuando se mojan se multiplican, se vuelven malos si los alimentas después de medianoche, estúpido –refunfuñó y yo por fin pude reírme, más aliviado y enternecido.


—¿En serio? Yo recuerdo que cuando mojan al bonito, sale el Gremlin malvado, me pregunto si el verdadero Marco quedó perdido por ahí y tú eres el villano de la película.


—Tienes mala memoria… —por fin se asomó su corta melena y después esos ojos acompañados de unas ojeras menos pronunciadas que la noche anterior.


—Entonces vamos a ver la película de nuevo, y descubriremos quién tiene la razón —jalé la sabana un poco más y lo descubrí tratando de no sonreír.


—¿Estuviste espiando en mis cosas?


—Ups, delatado.


—Idiota, debiste usar una referencia de una película que no tuviera en mi colección.


—No soy muy inteligente, ya sabes.


.. || ..


Una semana después, me sentí como en un Deja vú.


Marco y yo pasamos aquel día lluvioso en su casa, haciendo cosas para relajarnos como dos adolescentes después de la escuela: ver películas, jugar videojuegos y comer comida chatarra. Entonces me despedí con la promesa de volver, porque aún había cosas que tenía que decir. Él sonrió y me citó el siguiente domingo por la tarde.


Ni sus ojos bonitos ni sus manos blancas me recibieron en la puerta. Sino el francesito con su sonrisa de dientes chuecos. No pude responder al gesto por mucho que lo intenté, y luché para no darme la vuelta, o para estrellar el puño en su cara.


La mesa estaba servida, y para mi desgracia olía muy bien. Marco apareció con ropa informal y un delantal puesto. Un cliché jodidamente estúpido que me alborotó el corazón. Tampoco me pasó desapercibida la sonrisa que puso el francesito.


Era increíble como mi cuerpo podía pasar de un absoluto enamoramiento a escupir bilis por todos los orificios existentes.


—Iván… hay que hablar —él se sentó frente a mí, lejos de su noviecito.


Tuve que respirar profundo para soportar la presencia del tipo ese. Por lo menos la comida estaba buena. Marco me dijo que no me preocupara, que cada cosa la preparó él. Odié que se me notara en la cara mi renuencia a comer sólo porque pensaba que el señor chef se había encargado de la cena. Se supone que el libro abierto es Marco, no yo.


Al finalizar, el francesito miró su reloj y le hizo una seña a su novio. Ambos me miraron y me sentí más incómodo todavía.


—Iván, sé que has estado aguantándote todo este rato, pero quiero que dejes de odiar a Jean Luc, tenemos… tengo algo que decirte —se miraron y el francesito soltó una carcajada—. Es verdad que salimos, pero fue hace mucho, y terminamos años antes de que tu volvieras… —le miré con el ceño fruncido, sin entender todavía—. Le pedí que fingiera ser mi novio porque tenía miedo que quisieras intentar algo y… No sé cómo explicarlo, sólo sé que estaba muy asustado.


Me levanté y salí disparado sin decir nada. Pero a mitad de las escaleras, me detuvo un agarre fuerte. Quién hubiera imaginado que el puto francesito tuviera suficiente testosterona en los huevos para arrastrarme de nuevo hacia arriba. Me aventó dentro del departamento y cerró la puerta, aún con esa maldita sonrisa.


—Iván…


—Deja de decir mi nombre —me giré dispuesto a decir un par de cosas, no muy decentes. Pero mirarlo con esa cara afligida me paró en seco.


—Si me dices que no vas a perdonarme nunca, no volveré a dormir bien en toda mi vida.


—Qué chantajista…


—Lo sé.


Lo abracé y me quedé así un rato, esperando y suplicando que esta no fuera una broma o un sueño.


—Todavía no entiendo por qué me lo dices.


—Pensé que iba a ser obvio.


—Deja de asumir que soy igual de listo que tú, cerebrito.


Suspiró.


—Me di cuenta que hice mal. No sólo fue porque tenía miedo, sino en cierto modo también fue una venganza por abandonarme, por todo lo que lloré por ti.


—Maldito rencoroso, no voy a perdonarte todavía.


Silencio.


—¿Qué tal ahora?


—No.


Silencio.


—De acuerdo, sólo si me preparas más comida porque me quedé con hambre.


La risita de Marco me obligó a soltarlo y mirarlo. Estaba sonriendo como nunca, y también llorando.


—Lo siento Iván.


—Shh, no lo arruines, si te disculpas más de dos veces, también tendré que hacerlo yo y no quiero.


.. || ..


El periodo en que estuve metiéndome alcohol al sistema como si fuera una competencia, también me acosté con varios tipos que eran un poco pareciditos, no demasiado, a Marco.


Pero el amor tiene que ser una cosa muy cabrona, porque tener sexo con la langosta después de tanto tiempo, después de desearlo tanto, es como un elixir que no sé si quiero dejar de tomar. Al final sus hábitos sexuales patrocinados por su servidor, siguieron siendo los mismos. Aún le gusta gemir mientras más duro le doy, y otra cosa, es que tiende a querer comer algo dulce después de una ronda.


—Estoy seguro que vas a engordar si continuas comiendo después de un orgasmo.


—Cállate, no me juzgues.


—No lo hago.


—Además, si tanto te importa, deberías hacerme perder las calorías en vez de mirarme como si quisieras que te diera un poco.


—De eso me encargo muy bien y lo sabes.


Ambos sonreírnos, y sus labios con sabor a dulce de nuez se dedicaron a volverme loco durante la siguiente hora.


—Te amo Marco, en serio lo hago.


—Yo también, Iván.


.. || ..


Después de diez meses de comprobar que realmente podíamos estar juntos sin querer matarnos el uno al otro, y que nuestras personalidades “adultas” eran lo suficientemente compatibles, decidimos vivir juntos.


El problema ahora, es que ambos estábamos muy cómodos en nuestros espacios. A mí me gusta lo reducido donde puedo ser feliz sin sentirme en medio del vacío, y a él le gustan los lugares grandes donde poner todos sus muebles pijos sin ninguna función más que la de ser parte de la decoración.


Así que compramos un departamento nuevo.


Tampoco es como si me agradara la idea de vivir con Marco en el mismo lugar donde folló con otros tipos, ni tampoco donde vivió con Grecia.


—¡Iván! Estás poniendo mi colección de DVD’s edición limitada debajo de las ediciones normales. Van al revés ¿entiendes?


—¿Y por qué carajo no lo haces tú si tanto te importa el orden?


—¡Te dije que lo haría yo! Te pedí que ordenaras cualquier cosa, por qué no encuentras algo más para ordenar?


—Cómo quieres que ordene más cosas si el 80% de las cajas que están arriba de las otras cajas son todas tus malditas películas.


—No quiero que se maltrate nada, deben estar arriba.


—¡Entonces dejaré que ordenes tus cosas solo! —aventé sin darme cuenta una caja y el disco salió rodando hasta detenerse en medio de la habitación.


—… —Oh no, ahí viene—. ¡No habrá sexo para ti esta noche!


—Marco por favor…


—No.


Bueno, eso de no querer matarnos el uno al otro no aplica exactamente para todos los días en que estamos juntos.


Fin.

Notas finales:

Nos leemos, en esta vida o en la otra. 


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