Suspiro con pesadez, la inevitable vejez por fin había alcanzado al gran escritor Usami Akihiko, quien no podía más que irse a acostar a una cómoda habitación donde apenas si entraba una cama y un escritorio con unos cuantos libros.
¿Quién diría que terminaría de esa manera tan deplorable?
No era que no tuviera dinero para comprar un departamento más que decente, pero prefería un estilo de vida más común para alguien de su edad.
Era más cómodo así, solo tenía un piso aquel asilo, y podía trasladarse con facilidad de la cocina a su humilde cuarto. Siempre soñó eso, que al estar viejo tuviera una vida como la de los demás, tranquila y próspera.
Solo faltaba una cosa: él
Su amado Misaki, lo que más anhelaba era poder envejecer juntos, y poder platicar de todo lo que había sido de su vida, tomarse de la mano y pasear juntos por un tranquilo jardín, eso lo soñó tanto y siempre se esmero por que su más grande meta se cumpliera.
Pero el destino era amargo, y tras un terrible accidente, su amado castaño había muerto mientras intentaba protegerlo de unos individuos que entraron a robar en su antiguo departamento.
Ya habían pasado 30 años desde aquel fatal día, y nunca pudo amar a nadie con la misma intensidad con la que amo al oji-esmeralda. Su pequeño había muerto a los 25 años, justo después de que Takahiro se enterara de su relación.
¿Por qué no lo habían matado a él? El mundo había perdido más al no tener a Misaki vivo, una persona tan buena como el merecía toda la felicidad del mundo, una felicidad que nunca pudo tener.
Miró al cielo y pensó en todos los proyectos que tenía con Misaki y nunca pudieron realizar: adoptar a un hijo, comprar una pequeña casa, ir de campamento y casarse legalmente; esos y muchos sueños más nunca se realizaron.
Apretó sus ojos cuando notó que pequeñas lágrimas comenzaban a salir, ya estaba cansado, lo mejor sería descansar e imaginarse el tacto de su pequeño, solo eso lo podía calmar en días como ese, cuando la frustración lo invadía.
Se recostó sobre la cama y cerró sus ojos imaginadose la cara sonrojada de su adorado castaño.
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Abrió los ojos al detectar un dulce aroma que inundaba su habitación.
Se levantó con cuidado, a la vez extrañado de no sentir las dolencias habituales que experimentaba en las mañanas. Eso no era normal, estiró su cuerpo y comprobó que tenía mucha más energía que antes.
Casi de inmediato noto que no estaba en su habitación, estaba más bien, en un prado, en el cual había solo ciertas personas, entre ellas su querido amigo de infancia, Kamijou Hiroki quien por cierto, se veía de 28 años, y junto a él, un azabache con ojos de intenso color azul.
Ambos estaban debajo de un amor y el azabache de vez en cuando le robaba besos a su amigo, quien estaba sentado acurrucado a él, este solo se podía sonrojar ante aquella acción, a la vez que le devolvía el beso con su típico ceño fruncido.
Akihiko río al ver esta escena, cuando se percató de algo importante, hacia 3 años, que su amigo había muerto en un accidente junto a su pareja.
Se frotó los ojos para ver con claridad, y observó a más personas a su alrededor; la mayoría eran hombres, y casi todos estaban con sus parejas; un rubio colegial y un señor algo mayor, un tipo con lentes y cabello castaño oscuro junto con un avergonzado castaño de ojos verde, y así habían más parejas.
— Usagi-san — lo llamo alguien atrás, esa voz era inconfundible para él
Con un rápido movimiento volteó su cuerpo, que parecía otra vez de 28 años, y pudo ver a la persona que amo durante todos estos años, y a la cual nunca pudo olvidar.
— Te extrañaba Usagi-san, perdón por irme tan rápido — y ante estas palabras, noto que sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas
Salió de su trance, y fue hasta el castaño fundiendose en un gran abrazo. Lo apretó con fuerza, esta vez no dejaría que ni el mismo diablo se lo quitará, en ese momento solo estaba el y Misaki, después de 30 años de una larga espera.
— Misaki, por favor, no te separes de mi, ya no lo soportaría, ¡Te amo! Mi Misaki, no me vayas a dejar otra vez, te lo ruego, no otra vez — lágrimas salían de sus ojos sin parar, no podía creer que al fin se encontraba con el, con su Misaki
El castaño solo correspondió al abrazo con los ojos nublados, al sentir la amenaza de que salieran lágrimas de sus ojos, se oculto bajo el pecho de su amante y por fin, después de tanto tiempo, se besaron.
Fue un beso dulce y pasional, lleno de amor, desesperación y ternura, Usami tenía miedo a que todo se tratará de un sueño, por lo que disfruto el beso mientras abrazaba la cintura de su oji-esmeralda, quien solo pudo aferrarse al cuello del peligris.
Las demás parejas, al ver la escena sonrieron, no todos los días veías reencuentros tan sentimentales y dolorosos.
— Vamos, Usagi-san, pasearemos por el jardín, to..tomados de la mano.. — Misaki estiró su brazo mientras volteaba su sonrojado rostro a otro lugar, y Akihiko no pudo más que sonreír ante esta acción
— ¿Ya nunca nos separaremos, Misaki?
— No, estaremos siempre juntos, Usagi-san....