Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

******

— No es seguro que Albafica sea un Omega, podría ser un beta o un alfa, su veneno hace imposible distinguirlo.

 

Eso era absurdo, Shion sabía que se trataba de un omega, uno tan hermoso que había hechizado a su alumno de la misma forma que con el cangrejo, a quien le había suplicado que no se acercara a la rosa y él, al ser un alumno ejemplar, al tener la madurez necesaria para comprender su petición, se hizo a un lado, no así Manigoldo con su debilidad omega.

 

— Aunque fuera un beta, algo que lo dudo en demasía, su belleza lo delata como un omega, Shion ha visto su collar.

 

No como Manigoldo, que a pesar de ser mayor que Shion, aun seguía siendo excesivamente infantil, como si no comprendiera su deber para el santuario, o peor aún, que no le interesara.

 

— Eso no lo sabes, además, Manigoldo dice que ese collar era el suyo.

 

Ese pobre muchacho en más de una ocasión había dicho que ese collar le pertenecía, hubo un tiempo que trato de recuperarlo, probablemente para dárselo a su ídolo, quien no era otro más que Aspros.

 

— Ese muchacho está confundido, Sage, no hay forma que su collar llegara a manos de Albafica.

 

Pero era absurdo, ese collar estaba con Albafica mucho antes que Manigoldo siquiera llegara al santuario, simplemente el pequeño cangrejo lo perdió en su aldea, confundiendo el que tenía el omega venenoso por el suyo, tratando de recuperar algo de lo mucho que había perdido esa noche.

 

— Y si fuera Shion el omega, también me orillarías a tomar una decisión en contra de su voluntad.

 

Esta vez fue Sage quien quiso hacerlo retroceder, cambiar de opinión metiendo a Shion en esa discusión, su alumno que hasta el momento era intachable y que obedecería su orden, aunque esta no le gustara, porque él sabía lo importante de aquellos regalos, él no actuaria de forma egoísta como lo hacía Manigoldo.

 

— Yo le habría ordenado que aceptara el cortejo, como tú deberías hacerlo.

 

Pero su alumno no era el del problema, era Manigoldo, por lo que aquella respuesta para Sage no tenía demasiado valor, porque él sabía que no lo haría, Shion era tan importante para Hakurei, como su pequeño descarriado lo era para él.

 

— ¿Qué ocurre si Albafica es de hecho, un alfa?

 

De nuevo con aquella absurda noción, Albafica era hermoso, delicado, portaba el collar, su aroma era tan suave como el de las rosas y cada año el celo de Manigoldo se compaginaba con el suyo, la única lastima en su caso era que se trataba de uno de los santos de piscis.

 

— De todas formas Manigoldo morirá y lo necesitamos para la guerra que se aproxima, pero antes debe tener por lo menos un hijo sano.

 

Hakurei al darse cuenta que Sage no cambiaria de opinión cruzo sus brazos delante de su pecho, frunciendo el seño, especialmente molesto con la absurda actitud de su hermano menor.

 

— No voy a entregarlo como si fuera una cosa o una vaca, a ninguno de los tres.

 

La advertencia de Sage era divertida, porque ya lo había hecho.

 

— Entregaste a Kardia.

 

Tuvo que recordarle, mirándolo fijamente, retándolo a que le dijera que eso no era cierto.

 

— Yo no entregue a Kardia, esos muchachos se amaron desde el primer instante.

 

Como todos los omegas con sus alfas, eso no estaba en discusión, como Manigoldo estaba destinado a compartir su vida con Aspros.

 

— Cid terminara con Sisyphus o Regulus, tal vez Asmita podría ser un candidato adecuado para el…

 

Suponiendo que Sisyphus nunca actuara y Regulus, el sobrino del santo de sagitario, continuara con su muestra de respeto hacia su tío, manteniendo cierta distancia con el omega que deseaba.

 

— Cid decidirá por su cuenta a quien toma como compañero, si es que desea a alguien consigo, si no, su decisión será respetada.

 

Cid era humano después de todo, su alfa llegaría y en ese momento su meta sería intercambiada por una nueva, de eso estaba seguro Hakurei.

 

— Aspros ha solicitado la mano de Manigoldo en más de una ocasión, desde hace varios años ya, deberíamos concedérsela.

 

Esta vez trataría de explicar su decisión, ya que no soportaba ver al amable santo de géminis padeciendo una pena que podía ser evitada si Sage tomaba la decisión correcta.

 

— Aspros ya escucho mi respuesta, cuando Manigoldo diga que si, en ese momento con mucho gusto bendeciré su unión, pero antes, lo prohíbo.

 

Aspros había aceptado esa condición a regañadientes porque obviamente seguía acosando a Manigoldo, pero al recibir la misma respuesta por última vez, decidió ignorarlo a él y fue con su hermano para que lo hiciera cambiar de opinión, creyendo que podría lograrlo.

 

— Sabía que dirías eso.

 

Hakurei ya no pensaba seguir con aquella discusión inútil, después de todo él era el hermano mayor, era su deber, como el de su hermano, velar por las nuevas generaciones del santuario, no solamente los omegas, sino los betas o los alfas por igual.

 

— Solo estoy velando por ellos.

 

O tomando una decisión injusta por su cuenta, convenciendo a esos jóvenes que era mejor permanecer castos, sin usar su don, que permitirse la dicha de ser amados por su alfa.

 

— Sin importar lo que diga parece que no quieres entrar en razón…

 

Susurro, demasiado contrariado, tratando de retirarse de aquella habitación, seguro que para ese momento Aspros había logrado alcanzar a su cangrejo.

 

— ¿Qué has hecho?

 

Sage camino en su dirección con prisa, deteniéndolo de uno de los brazos.

 

— Lo que tenía que hacerse, Sage, he tomado el asunto del alfa de Manigoldo en mis propias manos.

 

Hakurei se soltó, seguro de que había hecho lo correcto, horrorizando a Sage, quien lo soltó de pronto.

 

— ¿Qué le has dicho?

 

Esperaba que no le hubiera dado permiso de lastimar a su alumno, de lo contrario, jamás podría perdonárselo.

 

— He permitido que se realice una cacería.

 

La sola idea petrifico a Sage, quien recordaba ese rito, un alfa, cualquiera, de alcanzar al omega podría tenerlo, domarlo de tener la fuerza suficiente, lo que no era otra cosa más que una violación, la que terminaría con su alumno uniéndose con Aspros, de una forma que demostraría que el supuesto amor del santo de géminis, que decía sentía por Manigoldo, no era más que lujuria.

 

— ¿Una cacería?

 

Esta vez fue Sage quien susurro, sosteniéndose del brazo de su silla, si le habían permitido realizar una cacería, eso significaba que desde las primeras horas de su celo Manigoldo estaba en peligro, esas eran las reglas.

 

— Le dije a Aspros que si lograba domar a Manigoldo durante su celo sería suyo, después de todo, es a sus hijos a los que tendrá si en verdad quieres que viva.

 

Hakurei sabía que esa opción era demasiado violenta y que Manigoldo no lo pasaría bien, sin embargo, Sage no le había dejado otra alternativa más que eso, dejar que lo domara antes de que algún otro lo hiciera, la guerra santa estaba a punto de estallar, él no quería que un espectro lo tomara en contra de su voluntad, estaba haciendo lo correcto.

 

— ¿Cómo pudiste hacerlo?

 

La decepción en la voz de su hermano por un momento le hizo dudar, creer que había cometido un error, pero no lo hacía, Hakurei creía fervientemente que sus reglas, las que habían hecho grande a Lemuria, debían cumplirse, estaban hechas para proteger a los omegas, darles compañeros, aunque fuera muy duro para ellos en un principio, sus alfas comprendían sus necesidades, los protegían y mantenían seguros.

 

— Porque no dejare que un regalo de la diosa Hera se desperdicie.

 

Debían dar a luz antes de que la guerra santa iniciara, de lo contrario, cualquier pequeño fruto del amor de un alfa y un omega perecería en el cuerpo de sus padres, un terrible desperdicio que no podía permitir que ocurriera.

 

— Quítate de mi camino, debo proteger a mi alumno.

 

Sage no permitiría que su alumno pasara por esa experiencia, ninguno de los omegas a su cuidado, por lo que intento buscarlo, detener al primero de los gemelos, evitar que cometiera una locura, de esa forma lo único que pasaría era que Manigoldo le odiaría.

 

— La cacería empezó desde la mañana, ya es tarde, si vas lo único que lograras es que la unión de esos muchachos sea mucho mas accidentada de lo que ya lo es.

 

Hakurei abrió entonces los brazos delante de la puerta, no lo dejaría salir de allí hasta la mañana siguiente, esos dos debían tener tiempo para conocerse, si llegaba Sage para interrumpirlos, nada podría lograrse, sólo que Manigoldo se mantuviera firme en su negativa, ahora culpando al santo de géminis de ser un monstruo sin corazón, cuando el, aquel omega tan masculino, lo había seducido desde no sabía cuánto tiempo atrás y no se apiadaba de su sufrimiento.

 

— ¿Accidentada?

 

Una violación era todo menos el inicio accidentado de una relación, su hermano jamás había usado esos términos, creía que comprendía el terror que ellos sentían cuando los acorralaban, que el sintió cuando el patriarca le dijo que sería su compañero y el creyó que no tenía otra opción más que rendirse.

 

— ¿Así le dices a una violación?

 

Hakurei no creía que fuera de esa forma, los que habían nacido como alfas sabían que a los omegas se les debía convencer antes de ser aceptados, pocas eran las ocasiones en que una pareja actuaba como Kardia y Degel, entregándose mutuamente mucho antes de sentir el primer celo.

 

— Tu debiste tomar la mejor decisión para Manigoldo, si su primera noche con su alfa es desagradable, eso solo es culpa tuya Sage.

 

Sage no pelearía con su hermano, pero no quería que Manigoldo pasara por eso, no cuando les juro que nunca tendrían que aceptar un alfa que no deseaban, que clase de patriarca sería si no cumplía sus promesas.

 

— ¿Si fuera yo quien padece la cacería de un alfa que no acepto harías lo mismo Hakurei?

 

Sage apreciaba al patriarca, el era un gran líder, pero no deseaba ser su compañero y cuando se lo dijo, le insinuó que cuando pasaran los primeros celos aprendería a quererlo, que solo le tenía miedo a su don su aprecio se convirtió en temor, sin embargo, el patriarca antes que él no se atrevió a cazarlo, tal vez, porque la decisión estaba tomada desde antes de que el comprendiera la razón detrás de aquella mirada en el hombre que hasta ese momento respetaba.

 

— En el pasado no lo hubiera hecho, pero si eso ocurriera en el presente, con lo que se ahora, no hubiera interferido entre tú y tu alfa.

 

Hakurei lo protegía, se aseguraba de que el viejo patriarca no se le acerca durante los celos, pero ahora, pasados los años, cuando ellos eran viejos, parecía que de pronto compartía su visión, los omegas debían ser sometidos si no aceptaban a su alfa, el que no era el verdadero, sino al que deseaban para ellos.

 

— Pon a Shion en su lugar y dime que harías lo mismo, Hakurei, que lo traicionarías como has traicionado a mi alumno.

 

Esta vez casi imploro, o lo que era lo más cercano a eso en su caso, esperando que Hakurei se hiciera a un lado, pero se mantuvo firme, sabía que su hermano no quería pelear con él, pero al mismo tiempo comprendía que no lo dejaría pasar a menos que usara la fuerza en su contra.

 

— Ya te lo dije, aun en el caso de que Shion fuera el omega, dejaría que la voluntad de la diosa Hera se cumpla.

 

La diosa Hera no los odiaba, ella era su madre, de alguna forma que iba más allá de la sangre, era imposible que permitiera que los cazaran como animales, que cada unión fuera dolorosa, que fueran transformados en esclavos de la lujuria de un alfa, era simplemente injusto.

 

— La voluntad de la diosa Hera o la tuya.

 

Sage elevo su cosmos de momento, notando que Hakurei hacia lo mismo, no lo dejaría salir de aquella habitación, Aspros debía tener a su omega, como Shion tendría al suyo, si Albafica no fuera venenoso.

 

— La diosa Hera es quien los creo.

 

Era ella la que había causado ese ciclo de celos y cacerías, pero los omegas les culpaban de su suerte, acusando a los hijos de Zeus de su destino, cuando ellos lo único que deseaban era protegerlos.

 

— Yo solo permitiré que se unan.

 

***7***

 

Aspros salió de aquella taberna con un paso rápido, maldiciendo en voz alta cuando el escurridizo cangrejo logro marcharse sin que supiera en qué dirección lo hizo, pero seguro de que trataría de llegar al doceavo templo, para esperar por ese afeminado al que seguía como un perrito faldero.

 

 Shion insistía en que Albafica era un omega, que su belleza lo delataba, pero el ya no estaba del todo seguro, podría ser un beta o un alfa, aunque la mera idea de que ese santo fuera un alfa le parecía ridícula, no así la barrera de la que se trataba su veneno, la que lo separaba de su omega elegido.

 

Pero Manigoldo lo rechazaba desde que recibió su primera propuesta, siendo él quien descubrió su nuevo estatus, pero quiso darle tiempo, permitir que se acostumbrara a él, descubriendo demasiado tarde que fue un error, su cangrejo rechazaba su propio cuerpo y a él como consecuencia.

 

El santo de géminis llevo sus manos a la cintura, enfocando su vista en el suelo, suspirando al recordar los buenos viejos tiempos en los cuales Manigoldo no lo esquivaba como a la peste, cuando lo admiraba y pasaban la mayor parte de su tiempo libre juntos en los campos de entrenamiento.

 

No estaban solos, pero a pesar de que Sisyphus y Hasgard los acompañaban, junto con los aspirantes a santo dorado o aquellos como Albafica que ya portaban la túnica dorada, el que debía recordar heredo su armadura cuando aún seguía siendo un adolecente después de asesinar a Lugonis con su veneno, su atención era indiscutiblemente suya.

 

Ni siquiera el hermoso santo de piscis podía competir por ella, por lo que ahora mismo se preguntaba qué era lo que paso, porque de un día a otro su querido cangrejo decidió negar su amistad y elegir la del hermoso Albafica.

 

Se preguntaba al mismo tiempo como dejo que la rosa se acercara tanto a él, cuando en un principio se mantenía lejos, a una distancia segura para que sus compañeros no sufrieran ningún peligro, pero poco a poco fue ingresando en su territorio, en el de su cangrejo, hasta que de pronto, el que se sentía como un intruso era él y no Albafica.

 

Por quien todos decían latía el corazón de Manigoldo, el que seguía a la rosa como si se tratara de una abeja, llamándolo con nombres ridículos, ingresando en su espacio personal sin pudor alguno, recibiendo de vez en cuando quejas o coscorrones cuando su comportamiento era demasiado efusivo, otra actitud que no entendía.

 

Como muchas otras, pero esta vez no estaba dispuesto a dejar que se marchara, que le diera la espalda, seguro de que si lo esquivaba durante el celo era porque también lo deseaba y temía que no pudiera negársele más tiempo de sentir sus manos o sus labios en su cuerpo.

 

Manigoldo debía ser suyo, era poderoso, era inteligente y sería un buen compañero con la educación adecuada, una que Sage no había aceptado darle a los dos omegas de las doce casas del zodiaco, ni Kardia ni su cangrejo sabían cómo tratar a su alfa, una muestra era la violencia con la que respondía el escorpión a Degel cada vez que discutían.

 

Un omega debía ser obediente y sumiso, consagrado a la voluntad de su alfa, dispuesto a complacerlo y atenderlo con entusiasmo, a él junto a sus futuros hijos, así como un alfa debía proteger a su pareja, cuidarlo, ser su guía, así como debía complacerlo durante los celos.

 

La rosa sin importar su belleza o su condición, al portar ese veneno en su sangre nunca podría complacer a su cangrejo, eso era imposible, por lo tanto, su omega debía ser inmaculado, virgen para ser desflorado por él, en el momento en que por fin pudiera llegar a él, para cuidarlo como necesitaba que lo hiciera.

 

Esa misma noche, sin importar lo que sus dos amigos le dijeran, las amenazas de capricornio o las advertencias del patriarca, el esquivo cangrejo sería suyo aunque tuviera que obligarlo.

 

Ya se había imaginado ese momento varias veces, lo había repasado en su mente y sabía que si en un principio su cangrejo trataría de escapar, después, se aferraría a su cuerpo justo como se supone que debía hacer cada omega.

 

Primero trataría de alejarse, le pediría que se detuviera con voz ronca, plagada de deseo, pero al final, terminaría entregándose a él, retorciéndose debajo de su cuerpo, gimiendo su nombre, olvidando a esa rosa que insistía en robarle a su omega.

 

A cambio Aspros lo amaría y protegería por el resto de sus vidas, al menos el tiempo que durara siendo patriarca del santuario, aunque en realidad esperaba vivir la misma cantidad de años que Sage, todo ese tiempo junto a su sensual omega de cabello azul oscuro.

 

Pero para que eso pudiera ocurrir, tenía que darle alcance a Manigoldo y sabía exactamente hacia donde debía dirigirse, suponiendo que de nueva cuenta buscaría a esa rosa, pero según sabía, no llegaría hasta dentro de dos días.

 

O eso era lo que Shion le había dicho esa misma mañana, información que su maestro le había compartido, la cual provenía directamente de los labios de Sage, quien se lamentaba que la misión de aquel afeminado fuera mucho más larga de lo que esperaba.

 

Como si quisiera que Albafica tuviera la oportunidad para robarle a Manigoldo, pero no entendía la razón de ello, porque aceptar a esa débil criatura como la pareja de su alumno, cuando él, quien sería el patriarca, estaba enamorado del cangrejo y más de una vez había prometido ser bueno con él, protegerlo, cuidarlo, adorarlo como su más valioso tesoro a cambio de su lealtad, de su amor, de su sumisión.

 

— ¿Quién te ha dicho que serás patriarca?

 

Susurro, aquella voz que no se callaba nunca, que jamás dejaba de hablarle cuando estaban solos, convencerlo de actuar en contra de sus principios, los que cada día se volvían más borrosos.

 

— ¿Sí no te da a ese omega como sabes que serás patriarca?

 

Aquella pregunta lo torturaba cada día que pasaba, creyendo que sin importar sus acciones o sus sacrificios, ni siquiera su poder, Sage actuaría como lo hizo en aquella visión, negándole su merecido puesto, su gloria, como le negaba la mano de su omega.

 

— El será mío, no me importa como sea, aun sí tengo que obligarlo.

 

Si aquella voz tuviera un rostro hubiera sonreído antes de dejarlo solo, observando el suelo, tratando de localizar el rastro de Manigoldo, encontrándolo casi perdido en el aire que circundaba el santuario, agitando su largo cabello, el cual ondulo cubriendo su rostro de momento antes de reiniciar su cacería.

 

— ¿Por qué no te detienes Aspros?

 

Parecía que esa noche los santos dorados querían interponerse en su camino, porque Degel, de pronto, como si adivinara sus intenciones trato de hacerle cambiar de opinión, cuando él, de todos los santos dorados conocía la dicha de tener compañía de su clase, con su poder, aunque su omega fuera incontrolable.

 

— No creo que estés en posición de decirme cualquier cosa Degel, no cuando tu omega ha vuelto a cortar uno de tus libros, seguramente porque no desea darte herederos.

 

En ciertas ocasiones Aspros era excesivamente cruel con sus palabras, sin comprender lo duro que era para Kardia suponer que había sido culpa suya la pérdida de su pequeño, cuando se negaba a creer que aquello era normal, que muchos embarazos no llegaban a término y que nada de lo que él hubiera hecho tuvo que ver, mucho menos su enfermedad.

 

— Kardia aún sufre por nuestra pérdida, piensa que fue su culpa y le duele, por eso no acepta darnos otra oportunidad.

 

Aspros cruzo sus brazos delante de su pecho, esperando porque Degel dijera aquello que deseaba, sumándolo al montón de santos que deseaban separarlo de Manigoldo, probablemente una de las razones por las cuales su querido omega no lo aceptaba en su cama ni en su vida.

 

— Manigoldo ha mencionado que realizara un duelo, sabes lo que eso significa.

 

Significaba que Manigoldo quería ordenarle que se detuviera, pero al mismo tiempo, le daba la oportunidad de ganar aquella disputa, en la cual podría pedir la mano del cangrejo como pago, si esta noche no lograba hacerlo suyo como esperaba.

 

— Que terminara entregándose a mi cuando eso pase, supongo que te lo dijo Kardia y a su vez Manigoldo se lo dijo a él, por lo que tal vez esperaba que yo lo supiera de tus labios.

 

Así era, Kardia le había dicho que de una buena vez Manigoldo se había decidido a enfrentarse con Aspros, que le partiría la cara en muchos pedazos o que lo quemaría con sus llamas demoniacas, encontrando divertida aquella noción.

 

El pensaba que Aspros ganaría, que aquello le daría la oportunidad de exigirle que se entregara a él, que lo domesticara como al santo de géminis le gustaba decirlo, por quien sentía de cierta forma lastima, al ver que no se permitía entender lo que era obvio para todos los demás, la relación oculta entre la rosa y el cangrejo.

 

— Es una advertencia, deberías dejarlo ir, Manigoldo no te desea y yo no lo culpo.

 

Aspros no necesitaba escuchar sus palabras, aun así se mantuvo en silencio, observándole fijamente con una mueca de molestia, incitándolo a que terminara con sus ridículos discursos, él no se detendría en uno de sus sueños.

 

— ¿No lo culpas?

 

Pregunto Aspros, un tanto confundido, Degel tenía a su omega, los dos estaban juntos desde muy tierna edad, casi desde el primer día en que Sage lo puso a su cuidado, por lo que se preguntaba que ganaba interponiéndose en su camino, porque evitar que su omega fuera suyo cuando el santo de cristal ya poseía el suyo, uno demasiado salvaje, que no había logrado domar, pero ya era dueño de aquella dicha, compañía, amor, afecto, cuidados, lo que él deseaba para sí mismo.

 

— Te comportas como un depredador en su compañía, de esa forma Manigoldo jamás lograra aceptarte.

 

Aspros encontró divertida aquella noción, imaginándose a Manigoldo como una presa, como un tierno e indefenso conejito y a él como un lobo hambriento, una imagen que no distaba demasiado de la realidad, porque a decir verdad, se estaba muriendo de hambre, aunque él no se veía como un lobo, sino, más bien como un tiburón.

 

— Si yo soy un depredador, en ese caso, Manigoldo es un conejo… le queda el nombre.

 

Finalizo dándole la espalda, alejándose de aquel sitio, dejando a un muy preocupado Degel, quien sin embargo, debía encontrar a Kardia, antes de que hiciera alguna locura o que el calor de su corazón, le hiciera perder el sentido.

 

— Aunque no creo que le divierta que haya sido culpa tuya que nazca este nuevo apodo.

 

Manigoldo tendría que cuidarse solo, pensó Degel con preocupación, temiendo encontrar a Kardia inconsciente después de que su temperatura subiera de nuevo, tanto que terminara friendo su corazón y su cuerpo, algo que pasaba cuando estaba molesto como esa noche.

 

— Cangrejito, Conejito… los dos se parecen.

 

***8***

 

Kardia se movía deprisa utilizando su cosmos sin cuidado alguno, recorriendo el camino de regreso a su templo, no le importaba lo que Degel dijera, él sabía que su pequeño había muerto por culpa suya y no sería tan egoísta como para matar a otro fruto de su amor, ni quería imaginarse a un pequeño con los ojos de su padre que al final no nacería.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).