Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

***10***

 

Cid respiro hondo tratando de controlar sus temores de ser descubierto por su amigo, a quien deseaba desde mucho tiempo atrás, pero que sabía, sólo lo alejaría de su meta si se permitía enamorarse de él.

 

— No quiero tu ayuda Sisyphus, ya lo dejaste muy claro, tú no eres diferente a los demás.

 

Sisyphus de pronto sostuvo la muñeca de Cid, invadiendo por completo su espacio personal, mirándolo de pies a cabeza, descubriendo una verdad que estaba a simple vista, que nunca quiso ver.

 

Cid, por quien latía su corazón, su adusto amigo y compañero de armas, era uno de ellos, un omega, un tercer omega de la elite dorada, quien le había ocultado su don, como quien esta avergonzado de este.

 

— Eres… eres un omega, este aroma es tuyo…

 

Sisyphus se acerco un poco más, aspirando su cuello con lentitud, dándose cuenta que era cierto, él era un omega, Cid de Capricornio era un omega, uno cuyo aroma lo estaba enloqueciendo.

 

— Sí, lo soy.

 

Cid parecía molesto pero al mismo tiempo seguro de sí mismo, no retrocedió ni se sonrojo, únicamente espero por lo que tuviera que decirle, pero Sisyphus no tenía nada que decirle, su lengua estaba pegada a su paladar, sus ojos fijos en los de su aliado, su cuerpo respondiendo poco a poco a su cercanía, sin saber qué hacer, como reaccionar a esa bella criatura que lo tentaba tanto.

 

— ¿Por qué nunca me dijiste nada?

 

Porque nadie debía saberlo, Cid no quería que lo supieran, temiendo que fuera relegado como todos los demás, como Manigoldo o Kardia, o los omegas de niveles inferiores, creyendo que su misión jamás podría cumplirse si su amigo comprendía cual era su verdadero sexo.

 

— Nadie debía saberlo y si me hubieras escuchado, tú tampoco lo sabrías.

 

Sisyphus deseaba tocarlo, fundirse con su cuerpo, adorar cada recóndito pedazo de piel, sus dedos, su cuello, sus piernas, su sexo, enredar las sabanas blancas de su cama, mancharla con las impúdicas muestras de su deseo.

 

Sin embargo, respirando hondo, retrocedió suficiente pasos para dejarle un espacio por el cual pudiera moverse, caminar a su lado sin que lo tocara, Sisyphus dejo que Cid se marchara, recordándose que su deber no era cuidar de su amigo, que resultaba ser un omega, sino de su diosa, la que aun era vulnerable.

 

— No diré nada…

 

Cid le observo perplejo, sin entender porque se sentía tan decepcionado de verlo retroceder, porque pensaba que hubiera sido mucho mejor que Sisyphus tratara de ingresar en su espacio vital, evitándole que se moviera como lo deseaba, tal vez mostrando la misma clase de lujuria que presencio con Aspros, la dulzura de Degel, no esa indiferencia.

 

— Espero que no lo hagas.

 

Cid no regreso por donde vino, sino por el contrario, avanzo alejándose de la aldea, escuchando los pasos de Sisyphus retroceder para después, volver al pueblo, sin mirar atrás un solo instante.

 

Debía evitar que Aspros lastimara a Manigoldo, por eso se había alejado de la aldea, para seguirlos hasta el templo de piscis en donde seguramente el cangrejo se escondería, creyendo que las rosas podían detener a un alfa desquiciado de atacar a su presa.

 

El santo de capricornio avanzo con rapidez, seguro de que pronto su amigo sería lastimado, sin darse cuenta que algo le seguía muy de cerca, una sombra negra, un ente que siempre había estado allí, en sus pesadillas, observando, esperando el momento de atacar.

 

Quien sonrió complacido al ver que ese arquero no buscaba a su omega, tal vez no lo había reconocido como tal o mejor aún, sintió miedo al tenerlo tan cerca, creyendo que se comportaría como los demás, obsesionándose de su aroma o de su cuerpo.

 

Como muchos otros antes que el habían caído presas bajo el influjo de los omegas, aun él, que se creía inmune lo hizo, así que como no caería un mortal como ese, el que le tenía miedo a sus propios sentimientos, aun a los que tenían los demás, que no era más que un cobarde ante sus ojos.

 

Sin embargo, aun no era el momento de presentarse, el pequeño omega se asustaría y los demás santos, aun el patriarca se darían cuenta de su presencia, atacándolo en el instante en que lo vieran.

 

Probablemente, debía esperar hasta que pudieran estar solos, sin desagradables intrusos que lo condenaran por la armadura que usaba, sin importarles que el amaba a ese omega y que siempre lo protegería.

 

Cid se detuvo unos instantes al sentir una energía familiar, el eco de un recuerdo resonando con su cosmos, algo o alguien que conocía bien, tal vez mejor de lo que el mismo se conocía.

 

Pero debía ser su imaginación aquel sentimiento tan particular, por lo que avanzo con prisa, creyendo que eso era lo mejor por el momento, deteniéndose de vez en cuando al sentir de nuevo aquella presencia.

 

La que parecía no dejarlo esa noche con el inicio de su celo de tres días, esperando que solo fuera su imaginación, escuchando de pronto unos pasos rápidos, observando una figura alta, la que reconocía pero estaba oculta en las sombras de uno de los templos.

 

— Cid.

 

El santo de capricornio arqueo una ceja, no esperaba encontrarse con nadie a esa hora en esa parte del santuario, pero aquí estaba este intruso, como si el destino quisiera impedirle que realizara su misión.

 

— ¿Te sorprendes de verme?

 

Cid no dijo nada, observando como el intruso caminaba en su dirección con paso rápido, deteniéndose a unos cuantos centímetros de distancia, mirándolo de pies a cabeza con una sonrisa, demasiado complacido de verlo esa noche en particular.

 

— Porque te he estado buscado por mucho tiempo.

 

El intruso sin pedirle permiso, usando su sorpresa de pronto lo rodeo con sus brazos, recargándose en su hombro, parecía que lo que decía era cierto, lo había extrañado demasiado, su alegría, la fuerza de su abrazo, cada movimiento de su cuerpo lo demostraba.

 

— Esta noche…

 

Su intruso también era un alfa y distinguió su aroma natural, la fragancia que su cuerpo despedía para llamar a su pareja, el que al olfatear su cuello suspiro a causa del placer que eso le causaba, logrando que se tensara un poco.

 

— ¿Por qué estas afuera de tu templo en una noche como esta?

 

Pregunto de pronto alejándose de él apenas unos centímetros, causándole gracia que se preocupara tanto por su bienestar, cuando él era mayor y podía cuidarse solo, pero este chiquillo desde que descubrió su secreto, o debería decir mucho antes de eso, trataba de seducirlo con el mismo empeño con el que entrenaba o peleaba contra sus enemigos.

 

— No soy yo quien corre peligro esta noche, así que no debes preocuparte por mí.

 

Su respuesta fue segura, alejándose algunos pasos del joven santo que lo admiraba desde su adolescencia, quien además de ser un alfa era uno de los guerreros más fuertes de todo el santuario, uno que era tan hermoso como su mejor amigo, ese que decidió regresar al pueblo cuando se dio cuenta de su maldición.

 

— Tal vez tengas razón, pero eres un omega y corres peligro estando solo, déjame acompañarte hasta tu templo o a donde sea que vayas.

 

Cid asintió con una sonrisa en los labios, apenas perceptible con aquella luz, permitiendo que su joven intruso lo escoltara, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, no quería insultarlo, ver sus ojos resplandecientes manchados con la decepción le dolería mucho.

 

— Debemos ir a Piscis.

 

El joven asintió, no sabía la razón de su premura pero se contentaba con hacerle compañía, aunque supiera que su atención no era ni remotamente suya, siempre había deseado ganarse a este santo, que parecía frío pero en el fondo era amable y gentil.

 

— Como tú lo ordenes Cid.

 

Al mismo tiempo los sentidos de Sisyphus aun estaban excitados, su corazón y su alma le suplicaban dar la media vuelta, acompañar a Cid a donde él quisiera, custodiarlo, protegerlo con el mismo ahincó con el que cuidaba a su diosa.

 

Porque no soportaría perderlo, nunca podría perdonarse si algo le pasara a su mejor amigo, al que sabía en el fondo de su alma que se trataba de su compañero, pero su mente consiente, el santo más leal a su diosa, no estaba dispuesto a retroceder, su lealtad debía ser de su Athena, ella lo necesitaba más que su posible compañero.

 

Cid no era más que una distracción y él, si él se entrometía en sus entrenamientos, si declaraba sus intenciones, le impediría realizar su sueño de perfeccionar la espada que portaba en su mano.

 

No era justo para él, ni para su diosa, que se comportara como un alfa primitivo, que no pudiera controlar sus deseos carnales, sin importar el éxtasis que sintió al oler su fragancia o la forma en que su corazón se detenía cada vez que le observaba, o el estremecimiento de su cuerpo cuando, por alguna razón, lograba tocar esa hermosa piel.

 

Sin importar que tan difícil fuera, se daba cuenta que debía alejarse de Cid, eso era lo mejor para los dos, aunque creyera que estaba arrancando una parte de su alma, negando los designios divinos y los deseos íntimos de su corazón.

 

Su deber, su honor, era servirle a su diosa, no correr detrás de un omega, aunque este fuera la persona que amaba y por quien sabia, daría su vida entera, un acto que muchos calificarían como traición, porque se daba cuenta que su deseo era mayor que su lealtad.

 

Para otros alfas era mucho mas sencillo, habían tejido una maraña de reglas que les permitían tener una familia, cuidar de un omega si tenían la suerte de hallarlo, aun existían reglas que le permitían a los patriarcas elegir entre los habitantes del santuario al que ellos desearan.

 

Esa regla le daba la posibilidad a su buen amigo Aspros de buscar como un demente al omega que había elegido como su compañía, el que decía era de la elite dorada, lo que fuera que significaba eso, ignorando que ese deseo por una pareja que lo cuidara en época de paz, que lo acompañara en su destino, era sin duda aquello que lo alejaba de su diosa.

 

Por quien ellos debían consagrarse, el amor de una pareja te hacía temer perderla, ese mismo temor te hacia cometer cualquier acto para protegerle, esos actos a veces te llevaban a realizar injusticias y aquellas, te hacían olvidar a tu diosa, darle la espalda.

 

Aun el mismo Sage se olvido de cualquier clase de compañía, se consagro en cuerpo y alma por su diosa, aunque esta había perecido en la última guerra santa, de tal forma que ahora, con la pequeña Sasha creciendo en el santuario, no podía olvidarse de ella por su propia felicidad, eso iba en contra de su honor, de sus principios, de su juramente de siempre estar a su lado.

 

Si tan solo su corazón y sus instintos lo escucharan pensó con tristeza, regresando a la mesa en donde momentos antes había estado sentado en compañía de su amigo, cuyo amor seguía intacto, pero que si quería cuidar a su diosa debía olvidarse de él, al menos, hasta que hubiera pasado la guerra santa, si sobrevivían, en ese momento le diría lo que sentía por él, antes de eso, debía ser fuerte, apartarse de su camino.

 

***11***

 

— ¿Por qué lo hiciste Shion?

 

Pregunto de pronto Dohko, parecía molesto y hasta cierto punto decepcionado, como si pensara que su actuación en aquella taberna había sido equivocada, cuando él, aunque nadie más que su maestro apoyaría esa decisión, le recordó a Manigoldo cuáles eran sus deberes.

 

— Manigoldo debe comprender su deber, ya no puede seguir esquivando por más tiempo a su alfa.

 

Dohko no creía que fuera por esa razón que actuó de aquella forma tan cruel, revelando un secreto que Sage les ordeno guardar, poniendo en peligro no solo a Manigoldo, sino al santo de Piscis al mismo tiempo.

 

— ¿Qué pasa con Albafica? ¿Cuántos no comenzaran a perseguirle ahora que saben que es un omega?

 

Shion se detuvo en ese instante, respirando hondo, la mitad del pueblo suspiraba por su amigo, la otra mitad estaba enamorada de él, por eso Albafica nunca lo visitaba, porque era venenoso y no deseaba lastimar a nadie, mucho menos a uno de los aldeanos que se le acercara sin comprender el verdadero alcance de su veneno, la única razón por la cual, él no le había prometido lo mismo que Aspros le juraba a los ancianos brindaría a Manigoldo, una vez que fueran uno.

 

— Manigoldo no deja de acosarlo, no comprende que no está hecho para él, que debe seguir las reglas del santuario y tomar un compañero ahora que todavía puede, antes de que la guerra santa estalle.

 

El santo de libra respiro hondo, creyendo firmemente que Shion había cometido una injusticia y que Aspros debería comprender que no era deseado, que su amor no era correspondido.

 

— Yo creo que tú amas a Albafica y que piensas que si logras reunirlo con Aspros, de alguna forma, podrás estar a su lado.

 

Eso no era cierto, él creía firmemente que Aspros era la mejor opción para Manigoldo, el que Albafica de pronto estuviera disponible no tenía que ver, mucho menos el que pareciera que correspondía a su amor, eso era simplemente absurdo.

 

— Los dos son omegas, es incorrecto que Manigoldo trate de seducirlo, mucho más cuando Albafica solo le tolera.

 

Dohko negó aquello con la cabeza, para él y para muchos otros, como Hasgard, era más que obvio lo que ocurría entre esos dos santos, que se miraban en las sombras, ocultos del patriarca, de Shion y de Aspros.

 

— Shion, tal vez deberías olvidar el amor que sientes por Albafica y dejar que Manigoldo tome sus propias decisiones.

 

Y tal vez Dohko debería guardar silencio, él era su amigo, era cierto, pero no al nivel que su amistad había crecido con Albafica, quien por órdenes de su maestro realizaba una misión muy larga, justo durante el celo del alumno de Sage.

 

Ese bastardo que se interpuso en su amistad con Albafica, quien osaba perturbarlo a cada hora, a cada instante, sin importarle realmente que su destino estuviera en la cama de Aspros, como su omega.

 

— Aspros me da pena, Sisyphus, sin importar lo que le he dicho no me escucha, es como si no comprendiera lo mucho que su “cangrejito” ama a esa “rosa” y no pudiera ver que le corresponde.

 

Shion al escuchar aquellas palabras de Hasgard guardo silencio, Dohko estuvo a punto de ordenarles que guardaran silencio, pero su amigo lo detuvo, deseaba escuchar lo que los mejores amigos, los que tenían casi la misma edad que Aspros pensaban de su caso, tal vez compartían la errónea noción del oriental, quien decía, Albafica también estaba interesado en el cangrejo.

 

— Le sugerí que le diera su espacio, que permitiera que se acostumbrara a él, pero no me escucho, simplemente fue como si hablara con la pared, pareciera que no comprende lo que todos nosotros hemos visto.

 

Sisyphus no dijo nada, sumido en su mar de arrepentimiento, deseoso de ir con su omega, pero seguro que aquella era la mejor opción, no podía abandonar a su diosa, ella lo necesitaba mucho más que Cid, la lujuria no podía ser más poderosa que su honor.

 

— Esos dos se aman, es más que obvio, los celos los pasan juntos, uno tiene un collar y el otro no, Albafica lo protege…

 

Los signos estaban presentes, la única duda era cual era la verdadera naturaleza de Albafica, la que Shion sabía se trataba de un omega, uno especialmente bonito, demasiado dulce, el que le había robado tantas noches de sueño, muchas más cuando dudaba si su afecto era correspondido, o tal vez, el amor de su amigo le pertenecía a Manigoldo.

 

— Pero Albafica es un omega…

 

Pronuncio Sisyphus, quien estaba bebiendo demasiado rápido, como si tratara de ahogar sus penas en aquel tarro, sin escuchar realmente lo que Hasgard estaba diciéndole, quien estaba a su vez demasiado preocupado por la salud mental de Aspros, justo como Dohko, quien se limitaba a observar aquella discusión en silencio, esperando que eso le hiciera reaccionar.

 

— ¿Cómo puedes estar seguro?

 

Pregunto el santo de Tauro, el enorme guerrero de corazón amable, que protegía a los huérfanos de Rodorio, dándoles un hogar, no solo eso, quien había encontrado un collar negro, el que colgaba en su cuello por debajo de su armadura esperando el día en que pudiera regresárselo al pobre omega que lo vendió por algunas monedas.

 

Seguro que esta era la única forma en que pudo conseguir algo de dinero, ya que los omegas, en general cuando comprendían su condición escondían su piedra, otras veces eran dados en matrimonio mucho antes de tener la capacidad de hablar o por el contrario, comprendiendo el valor de su collar, consientes del peligro, no les quedaba otra opción más que vender su regalo.

 

Una joya costosa, que te daría para alimentarte un mes o un poco más, la que debían vender, porque algunas veces, a ellos no les dejaban realizar ningún trabajo rudo, eran tratados como débiles criaturas, que no les quedaba otra opción más que aceptar la protección de un alfa, esconder su naturaleza o vender su piedra, quedando a merced de cualquiera que la encontrara o dándole la oportunidad a un alfa de conseguir por su cuenta uno de los collares y pretender que este era el de su amado, aquel omega que encendía su deseo.

 

— Además… ¿Qué hay de malo en eso? ¿Qué pasa si dos alfas o dos omegas se desean? Nada, sólo son dos personas que se aman.

 

Shion de pronto se levanto, saliendo de la taberna con un paso rápido, ignorando las palabras que Dohko pronuncio para evitar que se marchara, quien a su vez no tuvo la valentía para seguirlo, suponiendo que una vez que comprendiera lo mucho que se querían, advertiría que no era justo que los separaran, Aspros y el debían hacerse a un lado.

 

El santo de Aries supuso que Hasgard podía estar en lo cierto, al menos, creía que Manigoldo amaba a su amigo, la forma en que lo miraba, como le sonreía, el tiempo que trataba de pasar a su lado, era seguro que su amor le pertenecía.

 

Pero Albafica lo rechazaba, le evitaba estar a su lado, llegaba a utilizar la fuerza para separarlo de su cuerpo, era como si no quisiera que lo tocara, pero al mismo tiempo, tal vez en el fondo de su corazón, se sentía alagado de ser el centro de atención del cangrejo.

 

— ¿Por qué lo cuida en los celos si no es por amor?

 

Susurro una sombra en su oído, un espectro con sombrero de copa, quien veía con alegría como no solo existía un santo fácil de manipular en ese santuario, sino que este lemuriano, el digno sucesor del santo de Aries de la última guerra santa, también sería tierra fértil para germinar la semilla oscura de los celos.

 

— ¿Estas tan seguro que no lo ama?

 

Shion lo estaba, quería creerlo, pero, de pronto varios momentos privados de aquellos dos amantes pasaron delante de sus ojos, sus visitas a Rodorio, la forma en que Albafica compraba panes para Manigoldo, salía a buscar rosas que carecieran de veneno, no solo para Sasha o el patriarca, sino para el templo de cáncer, cuyo habitante no era otro más que Manigoldo.

 

— Porque yo creo que esa rosa y ese cangrejo ya son uno.

 

No podían ser uno se dijo en silencio, el veneno se lo evitaba, pero y si no lo hiciera, si Albafica no fuera venenoso, no fuera el santo de piscis, estaría a su lado o con el cangrejo, el que sin duda alguna, con forme pasaba el tiempo cada día que pasaba tomaba más de su tiempo libre, quien ahora mismo dormía en el suelo del templo de Piscis, esperando que las rosas le protegieran de su deber, como su dueño, el santo más hermoso de la historia, quien era mucho más hermoso que Afrodita, la diosa del amor, haría de no salir a esa misión encomendada por su maestro.

 

— ¿No te cansas de que se burlen de ti?

 

Preguntaron de pronto, una figura alada a sus espaldas, a la que quiso atacar si otro más, el espectro con el sombrero de copa no se lo evitaba sosteniéndolo de los brazos de momento, para evitar que atacara al dios del sueño, quien estaba seguro este santo les brindaría ayuda, porque después de todo, ellos lo comprendían mejor que sus colegas.

 

— Porque yo si estoy cansado de que se burlen de mi, de que los dioses me alejen de mi omega, cuyo collar porto en mi cuello como tu deberías poder presumir el de tu rosa.

 

Youma al mismo tiempo, trataba de implantar la semilla de la discordia en el corazón del santo de Aries, quien era tan poderoso como los dos hermanos de Lemuria juntos, los dos gemelos de la vieja guerra santa.

 

— No ese cangrejo, quien solo vino para entrometerse en el santuario, alejarte de tu amado y hacer su voluntad, quien dicen es uno de los santos de elite, uno de los posibles candidatos a Patriarca, solo porque fue el alumno de Sage, otro débil omega.

 

Shion trato de liberarse con muy poco empeño, permitiendo que Youma tocara su cabeza, de cuyos dedos broto un cosmos oscuro, implantándose en su cuerpo, en su mente y su alma, haciendo mucho mas vividos los privados momentos que había espiado, los que de pronto tenían otro sentido, convirtiéndolos en algo sucio y enfermo, dándose cuenta que ese cangrejo le estaba robando a su rosa.

 

— El te ha robado todo, aun a tu amado Albafica de Piscis, quien solo juega contigo, haciéndote creer que puede amarte, cuando en realidad se entrega a ese Manigoldo, ese bastardo que dijo ser tu amigo, que se pregunta porque lo empujas a tomar la decisión correcta, porque deseas separarlo de tu omega.

 

Shion cerró los ojos, tratando de resistir aquellas palabras, la influencia de Youma, pero sus celos, el saberse rechazado era un sentimiento demasiado fuerte, tan doloroso como creer que nunca podría ser amado por Albafica, porque Manigoldo, desde el momento en que llego, lo había desplazado.

 

—  Cuyo collar aun cuelga en su cuello, el que debería ser tuyo, como la espada debería ser mía.

 

Shion abrió los ojos, sin decir nada pero sin intentar soltarse, escuchando todo lo que aquel extraño espectro tenía que decirle, creyendo cada una de sus palabras, las que lo orillaban a tomar una decisión dolorosa pero necesaria, germinando las semillas plantadas con demasiada rapidez, tanta que Youma se sintió lleno de júbilo, creyendo que tal vez se había equivocado al escoger al otro santo.

 

— Tú y yo sufrimos el mismo dolor, Shion…

 

Youma se marcho en ese momento, ya no le interesaba pasar más tiempo en la compañía de Oneiros, había cumplido su promesa, esperaba que el dios menor del sueño cumpliera la suya.

 

— ¿Acaso no quieres que pare?

 

***12**

 

Manigoldo maldijo de nueva cuenta el nombre del santo de Piscis, sosteniendo un cigarrillo entre sus labios, así como maldecía que su templo estuviera tan alejado del suyo, era como si el mismo santuario quisiera negarle la dicha de su compañía.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).