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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

***16***

 

Al mismo tiempo Defteros ya no sabía qué hacer o que decirle a su hermano para que comprendiera que se estaba comportando como un demente, que debía terminar con esa locura, esa cacería.

 

Que no era del todo sabio que confiara en Hakurei, después de todo fue él uno de los que quiso separarlos, pero él no tenía mucho que decir, solo era una sombra que debía portar una máscara de madera sobre su rostro, mantenerse en las sombras, que lo llamaban de alguna forma que no alcanzaba a comprender.

 

Ya los había visto juntos varias veces, lo que veía era seguro, se amaban, sin importar lo que pasara su hermano estaba perdido desde un principio, Manigoldo jamás compartiría sus sentimientos, mucho menos serían recíprocos cuando Aspros trataba de forzarlos en el que decía era su compañero.

 

El estuvo presente cuando Albafica regreso al santuario utilizando su cosmos e ingreso en el templo para encerrarse con su omega, no sabía la razón, tal vez Manigoldo era inmune al veneno, o tal vez este cedía durante aquella época del año.

 

Lo que sabía era que cada ocasión desde que comenzó a vigilar al cangrejo para que su hermano mantuviera su honor, que no cometiera ninguna injusticia contra la persona que decía amar, se dio cuenta que compartían el tálamo, eran de hecho, un alfa y un omega.

 

Shion parecía diferente, era como la sombra del que solía ser, acosando al que suponía que fue su amigo, orillándolo a que se alejara de su alfa, como si eso fuera posible, suponiendo que cuando él tuviera la oportunidad de conocer al suyo, su compañero, no querría dejarlo ir, mucho menos tomando en cuenta que lo amaría a pesar de solo ser una sombra o del veneno en el caso de Albafica de Piscis.

 

Podía ver desde lejos como la oscuridad iba concentrándose en el santuario, pero no era de la buena, la que te ayudaba a dormir o descansar, sino de la que le erizaba los vellos de la nuca, suponiendo que había peligro, que nadie podía verlo.

 

Defteros se  interno entonces en el santuario, subiendo las ultimas escaleras que faltaban para responder al llamado de uno de los ancianos, tratando de despejar su mente, observando el cielo en dirección de los cinco picos, como si esperara que algo o alguien regresaría después de siglos de una larga espera que lo desesperaba sin saber porque o cuánto tiempo llevaba esperándole.

 

No solo la guerra, o el dios del inframundo, algo más, mucho más valioso, lo que añoraba con cada uno de sus sentidos, que le hacía desesperar como nunca antes, mucho más que la máscara que ya sentía como su propia piel.

 

— Te vez distraído.

 

No era la primera vez que este hombre de edad madura le hablaba y creía que no sería la única, su hermano desconocía que en ciertas ocasiones el propio patriarca Sage lo visitaba, tal vez a diferencia de su hermano se arrepentía por sus decisiones, aquellas que lo convirtieron en la sombra de Aspros, un ente sin rostro, sin pasado o futuro, un sombra carente de cualquier posesión, en especial aquella que era fundamental para todo ser humano, una identidad, a diferencia de los otros él no era nada.

 

— Siento que algo me llama, que debo ir por él y al mismo tiempo, se que no hay nada para mi, ni siquiera sé porque usted me habla, yo solamente soy la sombra de Aspros.

 

Sage suspiro, se arrepentía de su decisión, de haber escuchado a Hakurei de seguir las reglas, aun ahora, después de su nacimiento seguían creyendo que los gemelos, los segundos nacidos estaban malditos.

 

Ni siquiera entendía porque a ellos no los separaron, tal vez por su condición como un omega, sí lo convertían en una sombra el patriarca no hubiera logrado reclamarlo para él, de sobrevivir lo suficiente.

 

Tal vez porque no eran santos de géminis, a los únicos que los acusaban de ser un ente dividido en dos, un gemelo era intrínsecamente bueno, el otro malo, siempre al segundo lo relegaban a las sombras si es que no lo asesinaban, lo convertían en una cosa sin mente o voluntad, mientras que al primero lo trataban como si fuera la personificación de un dios, de la bondad pura.

 

No era de extrañarse, de los gemelos Castor y Pólux, uno era un semidiós, el otro un simple mortal, uno era divino, el otro no, como si la humanidad debiera castigarse, tal vez, la misma persona que había decidido encerrar al segundo gemelo era quien a final de cuentas le hacía transitar un camino cubierto de sombras, aceptar la maldad que había en su corazón, la que ellos germinaban para demostrarle al mundo que no estaba equivocado.

 

— Separarlos fue un error y esconderte uno mucho peor.

 

La sorpresa en el rostro del menor de los gemelos no era de sorprenderse, después de lo que les había hecho, Defteros era un ser sorprendente, demasiado gentil al mismo tiempo que se trataba de una persona sencilla, muchos lo considerarían casi como un salvaje si lo comparaban con Aspros, el siempre controlado santo de géminis.

 

— El seguir las costumbres no siempre es lo correcto como puedes constatarlo.

 

Defteros no supo que responder en un principio, alejándose de la mano del patriarca que fue a toparse en su máscara, como si quisiera quitársela, pero esta era parte de él, de la misma forma que lo eran las llamas o el fuego.

 

—  ¿Para qué me hizo llamar?

 

Nunca antes había estado presente en la sala principal del santuario, en donde moraba el patriarca, quien estaba a su lado pero se sentó en su trono, parecía demasiado afligido así como cansado, él no podía suponer la razón, mucho menos adivinar que Hakurei se había marchado pocos minutos antes, creyendo como su hermano que podría separar a la rosa del cangrejo, no por las mismas razones, sino porque necesitaba al jardín de rosas y el portal hacia el Yomotsu abiertos.

 

— Mi hermano ha concedido que se realice una cacería, supongo que tu hermano no ha logrado su propósito, de lo contrario las rosas no se levantarían para defender a mi alumno.

 

Defteros asintió, el vio la desesperación de Aspros y la comprendía de cierta forma, creía que ese muchacho lo amaba, que lo deseaba hasta cierto punto, pero cuando trataba de acercársele, simplemente corría en dirección de la rosa, cuyo veneno enmascaraba su verdadero ser.

 

— No hubiera permitido que lastimara al cangrejo, mi hermano no es un monstruo y yo no dejare que se convierta en uno.

 

Sage asintió, pero no era de eso de lo que necesitaba hablar con Defteros, él también podía ver algo en el santuario, cierta oscuridad que Hakurei no percibía, era como sí los alfas, o algunos de ellos estuvieran perdiendo la razón.

 

— Me alegra escuchar eso, porque temo que eso es precisamente lo que está pasando, algunos alfas, parece como si hubieran perdido la razón.

 

Uno de ellos era Aspros, el otro Shion, Defteros los había visto, llevaba demasiados años observando el santuario desde las sombras, comprendía las acciones y los deseos de muchos de ellos.

 

Kardia quería tener un niño de su alfa, Degel temía perderlo durante el parto, para Manigoldo y su alfa era suficiente los cinco días al año que podían estar juntos, Dohko, Hasgard y Asmita preferían ignorar lo que ocurría a su alrededor,  Regulus deseaba a Cid, quien esperaba por Sisyphus, el que prefería ignorar cualquier sentimiento que tuviera por su amigo, todo por el supuesto bienestar de su diosa, aunque él creía que le temía al placer o el dolor que tener un compañero podía brindarle, al final estaban Aspros y Shion, ellos con cada día que pasaba se perdían un poco más en su oscuridad.

 

— Hay algo, una cierta oscuridad cerniéndose sobre el santuario y por más que me esfuerzo no puedo precisar que es.

 

Defteros no supo que decirle, sólo que podría tener razón, tal vez por eso su hermano se comportaba como todo un demente, porque algo o alguien lo había hecho cambiar, tal vez, aun el mismo Hades o la diosa de la discordia, existían tantas deidades que ni siquiera valía la pena tratar de señalar quien era el culpable.

 

— Pero temo que ha tomado a tu hermano y a Shion como herramientas.

 

Pronuncio de pronto, esperando que lo interrumpiera, que le dijera que su hermano era un hombre justo, pero era cierto que se comportaba como si estuviera enloquecido, como si estuviera hechizado.

 

— ¿No hará nada al respecto?

 

Sage se levanto de su asiento, había peleado con su hermano, se enfrento a él como nunca pensó que sería posible, le demostró que era mucho más fuerte, la verdadera razón por la cual su armadura lo eligió cuando era joven, porque era el patriarca, no solo era un omega, sino un guerrero y un hombre que si bien no era sabio, había sobrevivido suficiente tiempo para tener cierta experiencia donde los jóvenes no la tenían.

 

— He mandado a dos santos para que hablen con la diosa Hera, ella sabrá qué ocurre si acaso quiere responder a nuestras preguntas.

 

Antes de que pudiera preguntarle porque debían acudir a la diosa de los nacimientos, a la celosa matrona pavorreal, Sage se levanto, caminando en dirección de la ventana, observando el firmamento.

 

— Nuestra diosa es todavía una niña y no creo que eso cambie en mucho tiempo, por lo que no podemos acudir a ella por ayuda o información.

 

Defteros por un momento quiso saber que estaba pasando, sin embargo, escucho como las puertas que daban a esa habitación se abrían con cierta violencia, retumbando como tambores de gigantes, el intruso no se hinco, ni se anuncio, parecía que cualquier clase de respeto por el patriarca se hubiera esfumado.

 

—  ¿A qué debo esta visita tan inesperada Shion de Aries?

 

Defteros como por reflejo se escondió en los pilares, ocultando su cosmos, sintiendo que los ojos de Sage se posaban en él y que le daba la orden de no interferir, apenas susurrándola, parecía que el anciano patriarca esperaba aquella visita desde mucho tiempo atrás.

 

— Se que Albafica es un omega y aunque sé que nunca podremos tener descendencia, deseo que me conceda el honor de su compañía, yo lo protegeré y lo cuidare, seré un buen alfa como dicta nuestro deber, su santidad.

 

Sage no respondió en un principio, observando a Shion fijamente, había algo diferente con su comportamiento, este no era el joven que su hermano admiraba, ni el que estaba seguro se convertiría en su sucesor cuando tuviera un poco más de experiencia.

 

— Se de tu gran amor por él, pero no se cual es la respuesta de Albafica, así que te diré lo mismo que le dije a Aspros, si tu omega está de acuerdo, los dos pueden venir conmigo y con todo gusto les daré mi bendición, así como mi permiso para iniciar su vida juntos, pero antes de eso no puedo darla.

 

Shion al escuchar su respuesta no tuvo la resignación de Aspros, sino por el contrario respondió con una negación de su cabeza, cargaba su casco por debajo de su brazo, apretaba los dientes como si hubiera recibido un fuerte golpe, como si se tratara de uno de los espectros de Hades, un enemigo más que un aliado o su superior.

 

— Solo me dice esto porque Manigoldo ama a mi rosa, porque lo está recompensando por alguna razón que no alcanzo a comprender, pero esperaba que no fuera de esta forma, que no estuviera dispuesto a desperdiciar a dos omegas, únicamente porque su alumno quiere jugar a ser un alfa.

 

Defteros noto entonces que había algo diferente en las sombras que proyectaba Shion, era como si estas tuvieran una vida propia, como si fueran entes separados, pero a pesar de eso se mantuvo en silencio, oculto como se lo había ordenado el patriarca.

 

— Porque no entiende lo que es ver como tu amor se olvida de ti, del tiempo que le dedicas, de lo mucho que lo amas, todo porque ese engendro al que se le ha dado todo, un lugar en el santuario, una armadura dorada y ahora a una belleza como lo es Albafica, no acepta su destino.

 

Shion dio un solo paso en dirección del patriarca y Defteros pudo ver como las sombras no se movían un ápice, una de ellas tenía una estrella dorada, la otra plateada, esas sombras, sin duda alguna eran entes con vida propia.

 

— Usted no sabe lo que es perder a alguien como él, aunque lo único que me da cierta tranquilidad es que nunca podrá tenerlo, el veneno protege a mi amor.

 

Sage le observaba fijamente, notando un extraño objeto brillando sobre su pecho, una ínfima punta dorada, la cual se parecía a las flechas de Sagitario pero de color negro, la que con forme pasaba el tiempo iba incrustándose cada vez más, un milímetro por cada segundo que pasaba, hasta que por fin desapareció.

 

— Y de alguna forma esperaba que usted comprendiera mi dolor, pero parece que solo vela por Manigoldo, convirtiéndolo en un patriarca débil, lo que sólo puede esperarse de un omega.

 

Tras decir aquellas palabras, simplemente se marcho, dándole la espalda al patriarca sin esperar una respuesta, Defteros estaba seguro que había algo extraño en aquellas sombras, pero no sabía qué.

 

— Retírate, tengo muchas cosas que pensar.

 

Pronuncio Sage de pronto, sentándose en la silla como si estuviera muy cansado de repente o quisiera meditar acerca de lo que había visto, ese extraño brillo en el pecho del joven Lemuriano.

 

Eso era una de las flechas del dios Eros, pero esa deidad había desaparecido muchas guerras atrás, junto con su amor maldito.

 

***17***

 

El Alfa de cabello azul sonrió al escuchar su respuesta, separándose de golpe, escuchando un quejido del cangrejo, quien se recostó de lado, tratando de enfriar su cuerpo con el frio mármol del templo de Piscis, sonrojado, sin ninguna clase de pudor mirándolo de reojo.

 

Escuchando como su compañero se levantaba, tomándolo de la mano derecha para que lo siguiera, haciendo que se preguntara cuál de los dos era cruel, porque no le importaba que estuvieran a la mitad del templo de Piscis, lo que deseaba era el descanso de su cuerpo, ser uno con él.

 

— Ven conmigo, sabes que es mucho más dulce en una cama.

 

Manigoldo se levantó con lentitud, sus mejillas estaban pintadas de un hermoso color carmesí, su cuerpo bañado de sudor, su aroma era mucho más fuerte que antes, poderoso, atrayente, cautivante, invitándolo a poseerlo, su ser preparado para recibirlo, húmedo, caliente, dispuesto, clamando por sentirlo en él.

 

— Pensé que no regresarías a tiempo.

 

Se quejó sintiendo que sus piernas ya no lo sostenían, habían pasado varios días desde el inicio de su celo, ese sería el penúltimo y no lo soportaba más, ese sin duda era el peor de ellos, el que gustaba de pasarlo junto a esta hermosa criatura, quien siempre cuidaba de sus necesidades durante aquellos días.

 

— Yo quería regresar antes, pero la misión era muy importante Manigoldo, creí que al fin había conseguido una cura, pero no existe…

 

Era gracioso que su alfa nunca usara apodos con él, pero eso no le importaba demasiado, tampoco su tardanza, aquello ya no le molestaba porque había llegado, ni siquiera la cura de su enfermedad, como a veces le llamaba, si esta existía tal vez ya no lo desearía consigo, no cuando había muchos otros que le admiraban, que estaban prendados de su belleza y que sin duda eran mucho mejores partidos que él.

 

— No necesitamos una cura.

 

De pronto su alfa lo cargo entre sus brazos con delicadeza, llevándolo hacia la cama más cercana, sintiendo como Manigoldo restregaba su nariz contra su cuello, sosteniéndose de sus hombros para poder acercarse más a él.

 

— Eres tan lindo Manigoldo.

 

No era lindo, era fuerte y masculino, por lo que le molestaba ese apodo, además le recordaba aquellas ocasiones en las que Aspros logro acorralarlo, cuando gimió en sus manos, permitiendo que lo humillara, dándole la idea de que su cuerpo debía ser suyo, porque era un omega débil, sumiso, que le permitiría poseerlo a su antojo.

 

— No me gusta que me digas así. 

 

Se quejó contando los pasos, el tiempo que faltaba para que llegaran a su recinto, fundiéndose en la propia fragancia de su alfa, quien caminaba con paso lento, sin apresurarse, no le gustaba hacerlo nunca porque pensaba que no cuidaba de las necesidades de su omega, que Manigoldo no lo disfrutaría tanto de permitirse dejarse llevar por sus instintos, aquellos que le decían tomarlo en ese instante, en cada posición posible, contra cada una de las superficies de aquel templo, hasta que ya no supiera nada más que su nombre.

 

— Pero lo eres, eres tan lindo Manigoldo...

 

Su Alfa, el que lo cargaba en ese momento entre los brazos lo deposito con mucho cuidado en la cama, alejándose lo suficiente para poder admirarle e intentar desabrochar el pañuelo de su atuendo de civil, sintiendo inmediatamente como Manigoldo escapaba de la cama para jalarlo hacia ella, besando sus labios con hambre, demasiado deseo, abrumándolo con él.

 

— Y tú eres hermoso, demasiado hermoso.

 

El tampoco disfrutaba de aquel elogio, el que le recordaba a su prisión en  el jardín de rosas, la cual creyó nunca tendría fin si este testarudo cangrejo hubiera cesado en sus intentos por llegar a él, por lo cual siempre estaría agradecido.

 

— No lo soy.

 

Respondió sintiendo que Manigoldo besaba su rostro, una y otra vez, sus labios, sus mejillas, sus parpados, lamiendo su labio inferior, al mismo tiempo que destrozaba su corbata y parte de su abrigo, una acción que encontraba fastidiosa, pero excitante al saber lo mucho que le deseaba.

 

— Pero lo eres, lo eres, eres más hermoso que la diosa afrodita.

 

Muchos mortales habían sido castigados por semejantes blasfemias, se preguntaba porque a ellos la diosa de la belleza o la diosa del matrimonio no los castigaban por sus herejías, pero seguramente debían comprender que su amante era demasiado vocal, no conocía esa facultad que llamaban sentido común, tampoco la del silencio, al menos cuando estaban juntos.

 

— Eres un blasfemo.

 

Se quejó cuando Manigoldo abrió su abrigo, arrancando uno que otro de los botones, tratando de abrir la camisa con la misma delicadeza, escuchando pronto el sonido de la tela desgarrándose, sintiendo los labios de su omega recorriendo su torso desnudo, el que usaba su cosmos para moverse con ese ímpetu, porque de otra forma, el celo que preparaba su cuerpo para la concepción le debilitaría tanto que le sería difícil moverse o usar su fuerza para algo más que no fuera retorcerse entre sus brazos.

 

— ¿Te encuentras bien?

 

Pregunto de pronto, deteniéndose de golpe, genuinamente preocupado, recibiendo una risita satisfecha de su alfa, quien sujetando sus muñecas volvió a recostarlo en la cama, con su peso deteniendo el suyo, sólo porque Manigoldo lo deseaba de esa forma, sonrojándose con un precioso color carmesí que competía con el de las rosas de ese templo.

 

— Te veías tan entretenido que no quise interrumpirte.

 

Su alfa era un hombre cruel que gustaba burlarse de su desesperación, pero que lo trataba como si fuese su más grande tesoro y volvió a demostrárselo, desanudando su pañuelo con delicadeza para dejarlo caer en el suelo de aquel templo, justo a los pies de aquella cama, logrando que Manigoldo terminara de desesperarse, sosteniéndolo del cabello azul, jalándolo en su dirección, esta vez demasiado molesto.

 

— Después lo haremos a tu modo, ahora necesito algo más…

 

Respondió girando ambos cuerpos, sentándose en la cadera de su alfa quien jadeo ligeramente por aquella muestra de brusquedad, a punto de quejarse, pero se detuvo al ver la mirada de completa seriedad del cangrejo, quien con demasiada rapidez se deshizo de la ropa que aun traía puesta, quitándose la camisa y el abrigo, lanzándolos lejos, sin importarle en lo absoluto en donde caían o que tan destrozados quedaban.

 

— Fuerte… y si no me lo das tú, se de alguien que si lo haría a mi modo.

 

Llevando poco después sus manos a su ropa, destruyéndola con demasiada rapidez, con una sonrisa que le indicaba que estaba divirtiéndose demasiado al hacerlo, para poco después, deslizar las yemas de sus dedos en su piel desnuda, en cada uno de los músculos marcados de su cuerpo grácil, los que nadie más que su cangrejo conocían y muchos menos aun habían logrado tocar.

 

— Debo buscar a ese alguien o tú serás un buen alfa y me darás lo que te pido.

 

La mera idea de Manigoldo en los brazos de alguien más le causaba dolor, uno como nunca antes hubiera imaginado y aunque sabía que no estaba hablando en serio, que su omega no lo abandonaría por cualquier otro, mucho menos aquel cuyo nombre no menciono, la seriedad de sus palabras, su enojo, eran más que obvios, después de todo de no usar su cosmos, no hubiera logrado llegar a él, tendrían que esperar un largo año para tenerse, todo por una tarea que podía esperar pero Hakurei no creyó que pudiera.

 

— No me abandonarías, sabes que te pertenezco… yo soy tuyo, solo tuyo…

 

Las manos del cangrejo se detuvieron en su pantalón y comenzó a desabrocharlo lentamente, sintiendo como se retorcía, tratando de sentarse sin tirarlo de su cómodo asiento sobre su cuerpo, llamando su atención cuando una de las manos de su alfa se posó en su mejilla.

 

— No lo digas, por favor, no lo digas más.

 

Manigoldo se detuvo en seco, permitiendo que su amante se sentara con él aun en sus piernas, besando sus labios con delicadeza, de la única forma en que podría tratarlo siendo él su único tesoro, su lazo con la humanidad, el único que le hacía compañía en el santuario que por un momento creyó sería una prisión perpetua.

 

— Sé que no hablas en serio, que no te entregarías a él, pero por favor, no lo repitas, sólo no lo digas…

 

Se daba cuenta de lo mucho que le dolía a su compañero aquellas palabras, pero estaba tan molesto por su retraso que deseaba castigarlo a su manera, arrepintiéndose inmediatamente por ello, respondiendo a los delicados besos con ímpetu, llevando las manos de su alfa a su cintura, dispuesto a pedirle perdón, pero no logro hacerlo, no podía cuando su alfa se encargaba de recorrer su cuerpo.

 

— Dime que tú también eres mío, que no te marcharas y que deseas esto tanto como yo.

 

Manigoldo sabía que si trataba de comunicarse con palabras lo único que lograría seria herir mucho más a su alfa, por lo que no respondió con ellas, sino con su cuerpo, con su ímpetu, introduciendo una de sus manos en la abertura de sus pantalones para brindarle placer a su amante, recorriendo su pecho con sus labios.

 

— Lo dices como si hubieras sido tu quien realizo la cacería, porque recuerdo muy bien que tú no me querías cerca, hasta llegue a pensar que me odiabas.

 

Su Alfa cerró los ojos al sentir las manos de Manigoldo recorrer su hombría y como su lengua se detenía en una de las pocas cicatrices de su torso, jugando con ella, delineándola con lentitud, para seguir un camino en dirección de sus piernas, las que libero con demasiada rapidez de sus pantalones, así como de sus sandalias, teniendo esta vez el cuidado de no destruirlas.

 

— Era la única forma en que me aseguraba de no caer en la tentación.

 

Dejándolas caer en el suelo, para recorrer una de las piernas de su amante, comprendiendo mejor que nadie lo mucho que le gustaba que lo tocaran, que lo mimaran con sus manos, sus dientes o su lengua, una tarea que el encontraba sumamente erótica y estaba seguro, que el solo tocar esa delicada piel de porcelana era suficiente para sentirse en el cielo.

 

Su Alfa se dio la vuelta en la cama para que ahora cuidara de su espalda, de sus muslos, de cada parte de su cuerpo, notando nuevas heridas, las que aún estaban rojas, las que estaba seguro debían dolerle, por lo cual, retirándose unos pocos centímetros busco una pomada para cubrirlas con ella, con movimientos delicados, cadenciosos, sentándose sobre su cuerpo, riéndose cuando un quejido, mitad jadeo mitad gemido, fue pronunciado por su amante, cuando trato de guardar aquel bálsamo.

 

— No sé a qué se debe esto, pero siempre estaré agradecido por ello.

 

Los dos comprendían perfectamente a que se refería y Manigoldo creía que se trataba de su química, de su atracción por el otro, del simple destino, el cual deseaba que estuvieran juntos, sin importar las barreras, pero si lo decía tal vez su amante creería que era demasiado cursi, demasiado soñador y por el momento, quería mantener un poco de su fachada de tipo rudo, aunque sabía que su alfa lo amaba por cómo era en realidad,  un santo insolente que nunca mostraba respeto por los demás y que parecía carecía de sentido común, no por lo que los demás pensaran de él.

 

— Athena debe querernos demasiado.

 

Pero su amante negó aquello con un movimiento de la cabeza, no creía que esa bendición fuera una obra de Athena, sino de otra diosa, la misma que decidió que su cangrejo fuera un omega y él un alfa.

 

— ¿Quién entonces?

 

Manigoldo sintió repentinamente que su alfa se movía, tirándolo en el colchón, subiéndose ahora él sobre sus piernas, sujetando sus muñecas con fuerza, relamiéndose los labios cuando su cangrejo simplemente lo permitió, después de colmarlo de caricias delicadas.

 

— Tal vez la misma diosa que impuso este círculo.

 

Con ellos nunca era de dominio, de sumisión, de obedecer el uno al otro, de eso no se trataba su relación, sino de amor  y comprensión, de ver por el bienestar del otro, por lo que necesitaba, comprenderlo para así poder hacerlo feliz, porque el amor se trataba de la felicidad de tu compañero tanto como la tuya.

 

— ¿Hera?

 

Había cierta incredulidad en el tono de su voz, Hera no se trataba de una diosa bondadosa, porque de serlo, él no tendría que soportar el constante acecho del santo de géminis, pero no quería contradecir a su alfa, porque aquello le haría revelar lo que paso en Rodorio y tenían asuntos mucho más placenteros que discutir, como porque estaban perdiendo tanto tiempo en charlar sobre matronas celosas.

 

— Como tú lo digas…

 

***18***

 

Kardia esquivo a su amante la primeras dos veces que intento tocarlo, pero no la tercera, siendo él quien lo capturo en ese momento, sosteniendo sus manos por encima de su cabeza cuando con un ligero empujón cayeron en la cama que compartían, llevando su aguja a la yugular del santo de acuario que le observaba con deseo.

 

 

***

 

No sé que opinen de quienes son los alfas y quienes los omegas, pero me gustaría saberlo.

 

Ahora, algunas explicaciones, primero que nada me gusta la pareja de Manigoldo y Albafica tanto como la de Radamanthys con Valentine, la primera porque fueron ellos mis dos santos favoritos en Lost Canvas.

 

Pero tengo un ligero problema con ella, cada vez que trato de leerla ponen al santo de piscis como una doncel en desgracia completamente inútil, está bien que sea uke pero porque tiene que ser tan… débil. Peleo con el juez más poderoso del inframundo y lo mato, eso habla de su gran poder, además, en los gaiden se ve que le gusta pelear cuerpo a cuerpo, aunque su sangre no se lo permite.

 

Sobre la segunda pareja, Radamanthys es el uke/sub perfecto, sólo lean como lo trata Pandora, hasta besa su zapato, lo malo es que no se me da escribir Hetero, ya que prefiero el Slash, pero Valentine esta sin duda enamorado de su querido señor Radamanthys, que es una forma que usa para dirigirse a él en el manga.

 

Ahora, comenzare a usar algo de mitología griega y un poco de la divina comedia de Dante, basándome en los círculos del infierno, si alguien tiene alguna duda de cómo son, para que no tengan que leer la obra, pueden ver algunos videos de youtube  de un juego llamado El Infierno de Dante, que esta basados en ese clásico.

 

Cualquier pregunta, duda o sugerencia estoy a sus órdenes.

 

Agradecimientos especiales a Seenae, Yugo Hichihara, Yami Kagamine, Caronte y Miei.


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