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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***20***

Cid se quedo profundamente dormido poco tiempo después, aun portaba casi toda su ropa, no le veía caso alguno a desprenderse de ella, eso no aliviaría su molestia ni su decepción.

 

Dejo la ventana abierta, la pálida piel de su pecho se asomaba entre la tela de su camisa, cuyos primeros cuatro botones estaban abiertos, sus mangas le llegaban hasta los codos y estaba descalzo, por lo demás, cualquiera podría entrar en esa habitación sin ver lo que esperaba sería la típica imagen de un omega en celo.

 

El celo no le afectaba como a Manigoldo, mucho menos como a Radamanthys, si es que lo conociera, para Cid pasaba desapercibido, era su única alegría una vez que Sisyphus, al que consideraba como su compañero en secreto, decidió ignorarle.

 

Las cortinas de su habitación de pronto comenzaron a moverse por sí solas, sin que nada ni siquiera el viento realizara ese extraño movimiento, como si le abrieran el paso a un cuerpo invisible, puesto que la noche era cálida, sin viento que pudiera agitarlas, mucho menos un intruso, nadie podía entrar al santuario de Athena, eso era imposible con Shion, Aspros y Dohko de guardia.

 

Pero de pronto algo, un sonido metálico pudo escucharse en esa habitación, demasiado oscura para que cualquiera pudiera vislumbrar la sombra que se movía en silencio, con demasiado cuidado, sus ojos fijos en la figura durmiente en esa cama.

 

El santo de capricornio en medio del celo, completamente dormido y ajeno a su alrededor, como si un velo demasiado grueso le impidiera ver con sus sentidos, como si su sueño fuera mucho más profundo aun de lo que fuera humanamente posible.

 

El intruso se detuvo a los pies de la cama portando una túnica negra con diseños dorados, su cabello blanco grisáceo estaba suelto, sus ojos de un color demasiado difícil de describir recorrían la figura durmiente con detenimiento.

 

Lentamente una sonrisa iba formándose, al mismo tiempo que cerraba las ventanas con ayuda de su cosmos o podrían pensar que por medio de alguno de sus hermanos, acercándose varios pasos más, siempre con demasiada lentitud, con demasiado cuidado de no despertar al joven durmiendo incomodo en su cama.

 

Con un celo sin atender y un corazón roto en mil pedazos, hermoso, inmaculado, quien no se percataba de su presencia, porque de haberlo hecho lo atacaría, destruiría su ilusión con un solo corte de su espada, demasiado afilada, demasiado fría, como lo era este hermoso hombre en esa cama.

 

El intruso relamiéndose los labios se sentó junto a la figura durmiente despejando el cabello de su rostro, sintiendo la fiebre, suponiendo que su malestar debía ir en aumento y que gracias a su padre, ese vanidoso arquero no sucumbió ante su deseo, mucho menos su cariño, él era demasiado poderoso, demasiado importante para dejarse manipular por la diosa de los nacimientos.

 

Aunque en ese mismo instante estuviera deseoso de regresar el camino hacia el santuario, rodear a su espada con sus brazos y fundirse en uno solo, un acto que no permitiría que pasara, la espada, después de todo, no debía ser de una flecha sin filo que ofrendaba su existencia a una diosa débil.

 

— ¿Te han dejado solo en otro de tus celos?

 

A este hombre hermoso le hubiera gustado quitarse la túnica, fundirse con su omega pero aun faltaba tiempo para eso, sin embargo, no veía ningún problema si tomaba un poco de lo que había ido a buscar.

 

— Como cada año…

 

Era pálido, fuerte y muy alto, tan alto como todos los semidioses o dioses lo eran en comparación de los mortales.

 

— Ese hombre es realmente cruel, pero no te preocupes, yo me encargare de ti de ahora en adelante…

 

Susurro, besando los labios de Cid con delicadeza, jadeando cuando aquel sabor que recordaba de otras reencarnaciones inundo sus sentidos, incrementando su deseo por este mortal, separándose apenas unos centímetros para percatarse que aun seguía dormido.

 

Sonriendo cuando una idea se formo en su mente, aun no era tiempo de llevárselo, pero era tiempo de tener más que una mirada de su hermoso omega, después de todo, el sueño infligido por los cuatro era mucho más parecido a un coma que a un simple sueño.

 

—Yo no soy tan cruel…

 

Susurro besando su mejilla con delicadeza, lamiendo su cuello poco después introduciendo una mano en el interior de su camisa, admirando la suavidad de la piel de su amado, el que era frío, sutil e indiferente.

 

Una bella obra de arte, creado para la lujuria más que para la guerra, tan hermoso que debía tenerlo al menos una vez antes de poner en marcha sus planes, convencerse que valdrían la pena.

 

Por momentos el carecía de la seguridad de su aliado, quien actuaria sin remordimiento alguno, confesándole sus descubrimientos y el dolor que compartía, ese dios menor, que le brindaría ayuda para que pudiera llevarse a su omega consigo, separarlo del arquero para poder protegerlo y tenerlo por más tiempo que una sola vida.

 

Por lo que lentamente, con demasiado cuidado empezó a desabrochar los botones de la camisa húmeda por el sudor, descubriendo de poco a poco más de aquella piel perfecta, sonriendo cuando su omega no se dio cuenta de sus movimientos.

 

Ni siquiera cuando su mano se poso sobre su vientre firme, con músculos dibujados en el, tan torneados como los adornos de una hermosa espada, relamiéndose los labios antes de besarle otra vez.

 

En esta ocasión tratando de introducir su lengua en el interior de su boca, lográndolo cuando su mano fue a parar en su entrepierna, presionando ligeramente para brindarle lo que esperaba fuera una sensación agradable.

 

Deseaba que aquella primera vez, de muchas que vendrían, los dos sintieran placer, aunque su amante no era más que un cuerpo inerte en una cama, muchos pensarían que asemejaba a un cadáver, pero estaba vivo, caliente, hermoso.

 

— Si tan solo pudieras despertar, sabrías que yo soy tu alfa y que ese arquero no es más que una ilusión.

 

Pero eso no importaba por el momento, dentro de poco sabría a quien le pertenecía y con la misma delicadeza comenzó a desabrochar su cinturón, así como los botones de su pantalón, descubriendo lentamente su cuerpo.

 

Resbalando la tela por sus largas piernas, dejándolo desnudo en cuestión de minutos, conociendo bien que no tenía demasiado tiempo que perder y que si cometía cualquier clase de error, su espada despertaría del transe impuesto por él junto a sus hermanos.

 

— Eres tan hermoso…

 

Susurro besando su hombro, recostándose a su lado para poder acariciar su cuerpo con ambas manos, disfrutando de su calor, del aroma que producía durante su celo, la forma en que aun medio muerto, porque esa clase de sueño eso era, producía sonidos imperceptibles con sus labios, gemidos que despertaban su hombría, la que clamaba por tenerlo.

 

— Tan perfecto…

 

Esta vez su mano se poso en su entrepierna, recorriéndola con el mismo cuidado, con un dejo de posesividad que muchos considerarían perverso, pero que no era más que la forma en que un alfa protegía a su omega.

 

La forma en que siempre había sido, desde el principio de los tiempos, por eso eran los regalos de Hera para los hijos de su esposo, para que ellos tuvieran compañía, para continuar su linaje, para ser recompensados por su poder, su superioridad.

 

Y aunque algunos omegas eran por mucho más excelsos que otros, como Cid era superior a los otros dos omegas del santuario, así como el que habitaba el inframundo, de todas formas habían nacido para complacerlos.

 

Eso no cambiaria nunca, su bella espada no era más que un adorno afilado, un arma de ornato, con cuyo filo podrías destruir a tus enemigos pero aun así, era hermosa, un trofeo que debía ser guardado bajo llave, de lo contrario otros, como el arquero querrían robárselo.

 

Dentro de poco la semilla de Cid cubrió su mano, sus labios hambrientos devorando su boca, robando parte de su aliento con ese suave tacto, separándose cuando creyó que había sido suficiente, pensando por momentos que si su espada despertara, desearía que eso mismo hiciera con él, que le brindara placer con sus manos y labios, que lo adorara como su alfa.

 

Pero si abría los ojos, lo único que haría sería atacarlo, estaba entrenado para servir a la diosa Athena, sin importar la conexión que ambos tenían, sin importar que fuera su alfa, actuaria como un arma, cuyo único deber era destruirlo.

 

Así que debía esperar, permitirle pasar ese último celo en esas tierras verdes, alejado de sus brazos, pero el siguiente, ese lo pasaría en su cama y no lo dejaría apartarse de su lecho hasta que le hubiera preñado, después de todo, que era un omega si no podía dar a luz.

 

Ese era después de todo su deber, complacerlo y darle hijos, cuidar de su esposo, de su alfa y compañero, amarlo en cualquier momento de su existencia, Cid era su omega, él era su alfa, así debía ser.

 

— Pero aun falta tiempo mi hermosa espada, sólo un poco más.

 

Sólo un poco más y se marcharían se dijo en silencio, limpiando con cuidado el cuerpo de su omega, cubriéndolo con su ropa igual que lo haría cualquier con una muñeca, relamiéndose los labios cuando el aroma natural del celo aun impregnaba el ambiente.

 

Entumeciendo sus sentidos, nublando su juicio, ese era el poder que tenían sobre sus alfas, al menos, eso era lo que había pasado durante cada una de sus vidas, el deseo por tenerle en sus brazos le obligo a cometer demasiados errores.

 

Una vez Cid estuvo presentable, las manchas de su pasión borradas de la cama y de su ropa, Oneiros se obligo a soltar su mano, la que sabía era una filosa espada que podría destruirlo, aquello por lo que le deseaba aun más.

 

El intruso se levanto de la cama con la misma ceremonia, desapareciendo de pronto cuando Cid logro vencer el sueño impuesto por su poder, el suyo y el de sus hermanos, quienes deseaban ayudarle, los cuatro tenían una misión que cumplir.

 

— Sólo a ti te salvare.

 

Cid llevo su mano a sus labios, demasiado agitado para continuar durmiendo, levantándose de pronto, debía tomar un baño, enfriar su cuerpo con el agua helada de su tina, sólo así podría conciliar el sueño.

 

— ¿Un beso?

 

Se pregunto cerrando los ojos, recordaba que lo habían besado y podía sentir un aura en esa habitación, como un intruso que se deslizaba como una alimaña en las sombras, observándolo fijamente, sin perder uno solo de sus movimientos.

 

Al que busco por unos momentos, sus instintos gritándole alarmados que corría peligro, pero regañándose poco tiempo después, diciéndose que no era nada, solo una alucinación provocada por el celo, nada de qué preocuparse porque estas ocurrían desde el primer año que se presento su malestar.

 

Por alguna razón que no alcanzaba a comprender se sentía sucio, debía darse un baño, otro más de los muchos que vendrían, solo así podía controlar su celo, el que según le decía Manigoldo, era muy pequeño.

 

Sólo porque el si tenía un compañero, que si bien nunca podrían estar juntos, sabía que lo amaban, que lo necesitaban, no que su amor era unilateral, como el suyo por Sisyphus.

 

***21***

 

Minos no actuaba como los demás, el nunca demostraba su furia o decepción, así que en vez de ir a uno de los círculos del inframundo y descargar toda su cólera en contra de las almas de los débiles de corazón que moraban el inframundo, como Aiacos y Radamanthys hubieran hecho, ingreso a la sala del juicio a realizar sus deberes.

 

Juzgando a las almas, actuando como si no los hubiera visto, como si no pudiera verlos aun en esa alcoba, a esa arpía tomando a su hermano, quien se entregaba sumiso ante sus deseos, dejándole cortar su piel, disfrutando de sus odiosas manos tocándolo, su cuerpo recibiéndolo, gimiendo, retorciéndose como si fuera un animal en celo.

 

Ese no era un problema en sí, esperaba que lo recibiera de esa forma en su cama, que disfrutara de todos los placeres que le tenía preparados, su decepción radicaba en que no era él quien aliviaba su dolor, al que se le entregaba como era su derecho de nacimiento.

 

No le importaba que los dioses castigaran el incesto, que Electra y muchos otros sufrieran penas incomprensibles por el mismo acto que el ansiaba cometer, Minos sabía que era un hombre justo, un hombre mucho mejor que los demás, que nunca había cometido un error de juicio, por eso Hades lo eligió como uno de sus jueces, por su estricto sentido de la justicia.

 

Hades comprendía la verdadera extensión de su deseo por Radamanthys, el que fue su hermano en su primera encarnación, quien actuaba como si no comprendiera un ápice su deseo y permitía que esa arpía saciara sus bajos instintos con su cuerpo, aquella traicionera criatura que no hacía más que usar su lealtad a su favor, la inocencia de su hermano.

 

Pandora estaba en lo cierto, desde su primera vida deseaba poseerle, pero los dioses se burlaban de su anhelo porque le dieron las herramientas para alejarse, para que desposara a una mujerzuela, la bruja madre de Heracles, una bestia con la que no quería tratar.

 

Otro de los muchos hijos de Zeus, su preferido, como ellos lo fueron en su primera vida, no así en la siguientes, en las cuales seguían beneficiando a Radamanthys, quien siempre nacía en una familia en particular, en la cual, ese bastardo que pensaba tenia la victoria en sus manos le seguía, utilizando el cuerpo de uno de los múltiples hijos de los sirvientes de su querido hermano.

 

Mientras que el nacía de unos simples humanos, de unos cualquiera que no comprendían su valor, quienes suponía eran devotos de su señor Hades, de otra forma, no había razón para que él, el hermano mayor, quien era sin duda más sabio, naciera separado de su querido Radamanthys.

 

— ¿Acaso no soy un hombre justo?

 

Pregunto de pronto a la figura que le observaba con recelo, quien odiaba el sonido de los intrusos en las cámaras del juicio, quien siempre mantenía el orden, el que llevaba tanto tiempo sirviéndole a Minos como Valentine a Radamanthys.

 

O tal vez, el mismo tiempo que esa arpía llevaba montando al segundo juez del inframundo sin que nadie lo supiera, supuso Lune, tragando saliva al ver que Minos lo había descubierto, mirándole de reojo.

 

Tal vez de allí nacía su incuestionable lealtad, al perro rabioso le daban carne en vez de huesos para comer, su propio amo actuaba como su perra, una noticia que por lo que podía ver afectaba demasiado a su superior, cuya molestia se percibía en su expresión seria, en su carente sonrisa de tiburón.

 

— ¿Mi señor Minos?

 

Minos le observo de medio lado, de tal forma que Lune por un momento temió por su seguridad, escuchando como en esta ocasión lanzaba con mucha más fuerza a las almas torturadas del inframundo al círculo en que pertenecían.

 

— ¿Acaso no soy superior a los demás?

 

Su señor estaba seguro que para ese momento Radamanthys estaría en sus manos, gimiendo su nombre, recibiendo su afecto, les había ordenado que dieran la noticia de que le pertenecía.

 

— ¿No soy virtuoso?

 

Asegurándose que esa arpía lo supiera, esperando que le diera la espalda a su señor, pero lo que hizo aparentemente fue proteger la entrada del cuarto de su señor, buscarlo para brindarle sus caricias, adelantarse a su señor.

 

— Usted es un gran hombre, mi señor Minos, su hermano tiene suerte al ser su elegido.

 

La respuesta de Lune fue rápida, pronunciando lo que Minos quería escuchar, para sus soldados Minos era un hombre justo, un guerrero sádico en la guerra, invencible, sereno, era la clase de criatura que todos ellos aspiraban a ser, hermoso, poderoso y sin piedad alguna con sus enemigos o las almas que condenaba con justicia.

 

— Usted es el primer juez del inframundo, es un hombre justo y virtuoso, no es como los demás, mucho menos como la horda de espectros que domina su supuesto hermano mitológico, mi señor, usted es por mucho superior a Radamanthys.

 

Minos detuvo su tarea en ese instante, respirando hondo, dando media vuelta para encarar a Lune, quien parecía impávido, fingiendo que no estaba preocupado por su seguridad y tal vez eso era cierto, porque no dejaba que sus emociones le dominaran, él nunca cometía semejante error.

 

— Entonces porque ese bastardo siempre se me adelanta, porque Radamanthys consigue una barrera infranqueable que me aleja de él, como si adivinara mis pensamientos, como si me tentara con esta larga espera.

 

Los hilos de Minos se elevaron para rozar la mejilla de Lune, quien sabía el primer juez del inframundo generalmente nunca tocaba a sus semejantes encontrándolos sucios y mezquinos, como basura que debía ser destruida.

 

— Su hermano, Radamanthys, no podrá negársele por más tiempo.

 

A menos que estos fueran uno de sus proyectos, un joven hermoso de cabello dorado y ojos claros, a quien por un tiempo limitado, porque no duraban demasiado en sus brazos ni bajo el azote de sus tormentos desechaba lanzándolos al círculo de la lujuria.

 

— ¿Por qué veo su imagen cuando cierro los ojos? ¿Su piel brillando bajo la luz de las llamas del inframundo cuando entrena?

 

Muchachos rubios como el segundo juez, quien no era tan hermoso como ellos, ni tan joven, esas pobres almas nunca cumplían más de quince años, por lo que era difícil saber si al llegar a la madurez mantendrían su andrógina belleza o por el contrario, serían tan fuertes como Radamanthys.

 

— ¿Por qué sus ojos me atormentan? ¿Por qué tuve que verlos a los dos fornicando como animales?

 

El que seguramente en alguna etapa de su vida fue como ellos, delgado pero alto, cabello rubio ondulando, una mirada inocente o al menos, no esa mirada que te hacia retroceder con temor, un cuerpo delicado, apenas embarneciendo con el paso de los años.

 

— ¿Por qué siento que me quemo al verlo junto a ese bastardo?

 

Poco a poco Lune comprendió la desesperación de su señor, el primer juez del inframundo deseaba con locura a Radamanthys, Minos había solicitado la compañía del que decían era el único omega del Inframundo, quien sin duda alguna era lo suficiente astuto como para esconder su secreto con demasiado éxito hasta que su señor decidió que ya no esperaría más.

 

Pero usando a ese pequeño espectro de la arpía, a su hombre más leal, trataba de alejarse de Minos, quien lo destruiría sin duda, haciendo que los compadeciera de pronto.

 

— El  me vio y me amenazo, a mí, a su hermano mayor, sin importarle lo que había visto ni mi advertencia… o tal vez, uso a ese omega disfrazado de alfa como un escudo contra mí. 

 

Minos de nuevo regreso al círculo para seguir juzgando a las almas de los mortales, de nuevo había controlado su frustración, Pandora estaba de su lado, habría una justa por el omega y esa arpía no tenía una mínima oportunidad contra él, no podría mantener su dominio sobre su hermano, ni siquiera reencarnaría en la siguiente guerra si él tenía algo que decir.

 

— Radamanthys cree que solo así me detendré, que lo dejare cumplir otra de sus absurdas promesas, pero como su hermano mayor, yo me encargare de liberarlo de ella, no tendrá porque dormir con esa avecilla por más tiempo, en su lugar, él tendrá un grifo.

 

Lune guardo silencio, sin entender muy bien la razón de su deseo por Radamanthys, quien era todo lo contrario a los efebos que tomaba para su diversión, preguntándose si acaso todos ellos habían sido un sustituto del original y de ser así, porque tan jóvenes.

 

— Ya no me conformare con marionetas, con pequeños mocosos que se le asemejen… esta vez Radamanthys tendrá que comprender su lugar a mi lado, sólo yo lo comprendo y solo yo debo tenerle.

 

Minos volvió a sonreír en ese momento imaginándose todos los placeres que tendrían juntos, él como sería tenerlo por fin suplicante a sus pies cuando su deseo nació en Creta, cuando ambos tenían la tierna edad de sus marionetas, su hermano menor ya no podría negársele por más tiempo.

 

— Mi señor… no lo entiendo, Radamanthys no se parece en nada a esos efebos…

 

El primer juez del inframundo volteo a verlo de tal forma que Lune retrocedió un paso, aquella sonrisa cruel adornando sus facciones, pero sus ojos, aquellos eran lo que de verdad lo asustaron, estos no tenían ni siquiera un asomo de cordura.

 

— Mi hermano se veía como ellos cuando tenía esa edad…

 

Aun lo recordaba, era hermoso y demasiado inocente, tanto que no entendía el deseo detrás de las miradas que muchos de los alfas le dedicaban, a quienes él tenía que alejar de su querido hermano, porque de que otra forma podría protegerlo.

 

— Radamanthys también fue un efebo…

 

La sorpresa de Lune le pareció graciosa, tal vez creía que Radamanthys había nacido siendo un adulto tan fiero como lo era en esos momentos, un guerrero leal, que mostraba sumisión por una bruja insolente, con una avecilla insignificante y a él, a su hermano mayor lo despreciaba.

 

— Y estos, por triste que sea.

 

Realmente había sido triste, cuando su hermano alcanzó la madurez no solo se alejo de su cuidado, sino que fue nombrado emperador de Creta, lo traiciono al aceptar ese honor, como su padre al dárselo a un omega que no debería ser su superior, sino su compañero, tal vez Asterión, creyó que así podría protegerlo de su deseo.

 

— Con el paso de los años todos crecen.

 

Como lo hizo su hermano que pensaba fue desterrado de Creta cuando lo derroco, ignorando que no deseaba que se marchara, sino por el contrario, ya tenía lista su habitación, su hogar del cual no podría salir nunca jamás, entre ambos tendrían semidioses, al ser ellos hijos del mismo Zeus.

 

— Pero ninguno alcanza la belleza de Radamanthys.

 

Pero ahora no podría marcharse de su lado y cuando convenciera a la arpía de hacerse a un lado sería suyo, después destruiría a esa odiosa criatura, para que esta fuera un escarmiento de lo que pasaba cuando se interponían en su camino.

 

— Mi deseo es como una maldición que se come mi alma y mi cordura…

 

Minos había dejado de recordar una época en la cual no deseara a Radamanthys, el primer día que se mantenía firme en su memoria era cuando pisaron el templo de afrodita y pudo robarle un beso, el único de toda su historia hasta ese momento.

 

— Y Radamanthys…

 

El tenía la culpa de su maldición, al negarle su merecido descanso, sus placeres, su cama.

 

— El tiene que responsabilizarse por ello.

 

***22***

 

Cuando estaban juntos, en su lecho Manigoldo perdía casi todas sus inhibiciones, pero al mismo tiempo era un amante delicado y amable, sin mucha imaginación en realidad, lo único que le gustaba era que lo tocaran, que le mimaran, que le hicieran ver que tan importante era para con quien compartía su lecho, tal vez, deseaba convencerse que eso no terminaría, que ese pequeño paraíso robado en medio del santuario existiría por siempre, que no volverían a abandonarlo.

 

***

 

Hola, ya sé que dije que actualizare los jueves y eso hare, sin embargo, los primeros de cada mes, agregare un capitulo extra como agradecimiento a sus lecturas, comentarios y kudos.

 

Además, les tengo unas preguntas.

 

¿Hasta el momento cual es su pareja favorita?

 

¿Por qué les gusta o no el omegaverse?

 

 


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