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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

 

***14***

 

Era fácil moverse a lado de su compañero, lo conocía tanto como a sí mismo, o tal vez aun más, pero al principio no era de esa forma pensó Kardia saltando, cayendo detrás de su alfa y siguiendo su camino.

 

En ese momento atravesaban unas montañas, al ser santos dorados su velocidad era inhumana como su fuerza o su habilidad, así que ese viaje era equivalente a un paseo en un jardín.

 

Nada de qué preocuparse, por lo cual, aburriéndose por la tediosa tarea Kardia comenzó a recordar su pasado, la quinta carta que llego a sus manos, la que leía a escondidas de su compañero de entrenamiento.

 

Usando su uña como una vela, sonrojándose cuando le decían que sus técnicas eran hermosas, que le gustaría pelear a su lado por siempre y que generalmente le observaba en el campo de entrenamiento.

 

Hablaba de su belleza, comparándolo con Albafica pero de una forma extraña, era como si pensara que un escorpión venenoso era mucho más agradable que una rosa, que su aguijón era un tesoro, que su hermosura era incomparable.

 

Degel en ocasiones le observaba de reojo, preguntándose que guardaba con tanto esmero y porque en ocasiones comía una manzana después de admirarla como si estuviera hecha de oro.

 

Las flores del color de su cabello las colocaba en su cama, junto a su cabeza, cerrando los ojos tratando de imaginarse quien era él, su alfa, al que amaba sin siquiera haber cruzado una sola palabra, sin poder reconocerle, pero seguramente ya se habían visto en mas de una ocasión.

 

Se lo imaginaba como un joven amable, con ternura en las manos, de cabello azul y ojos resplandecientes, debía ser poderoso al poder ingresar en su habitación sin que lo viera, demasiadas veces había soñado con él cuando cerraba los ojos.

 

Ignorando que Degel, su compañero de armas era quien le daba esas cartas, escribiéndole poemas, buscándole flores y manzanas, sonriendo cada vez que sus ojos resplandecían comprendiendo que asi era feliz.

 

Cada noche levantándose cuando lo creía dormido, prendiendo una vela para poder escribir las palabras que no podía decirle, porque Kardia en ese momento no comprendía que su amado alfa no podía comunicar sus sentimientos como los demás.

 

Pero de día su alfa lo ignoraba enfocándose en su entrenamiento y en su lectura, leyendo aquellas viejas hojas que parecían ser mucho más interesantes que él.

 

Kardia escuchaba las palabras de Krest, hacia todo lo que le indicaban y al finalizar su entrenamiento se marchaba, buscando a sus hermanos de bendición, Manigoldo y Cid, siendo el santo de capricornio el mayor.

 

Sentándose junto a ellos esperando que esa ocasión Degel no lo siguiera, pero él, como lo hacía Albafica, generalmente estaba muy cerca de ellos, observándoles en silencio, uno enfocado en sus libros que no leía pero que usaba como un escudo.

 

La rosa sentada a lo lejos, demasiado deprimido por su maldición, aunque era un omega tan hermoso como la diosa del amor no podía estar cerca de nadie, así que solo estaban los tres charlando de sus entrenamientos, de sus logros y de sus regaños.

 

El contaba sus entrenamientos, Cid sus logros y generalmente Manigoldo se quejaba de los constantes regaños que su maestro le daba por ser demasiado violento con sus compañeros.

 

Esa mañana llevaba su carta en su ropa como todas las ocasiones que las recibía, le gustaba leer aquellas hermosas palabras durante varias veces, cerrando los ojos para imaginarse a su amor secreto, su alfa que no se atrevía a visitarlo porque seguramente Degel, su compañero de entrenamiento lo evitaba.

 

El había dicho en un principio que era su alfa, pero no lo era, o al menos eso pensaba porque su compañero no le interesarían más las viejas páginas de los libros muertos que su compañía.

 

Manigoldo de pronto le observo con una interrogación en el rostro y se acerco a él para ver la carta, la que al principio quiso ocultar, guardándola con rapidez.

 

Cid al ver que les escondía algo observo a Manigoldo de reojo y el cangrejo, que era más alto que el en ese momento quiso sostenerlo de las muñecas para que su cómplice tomara la carta con demasiada facilidad.

 

- ¡No! ¡Eso es mío!

 

Se quejo a punto de atacar a Cid con su aguja, pero no lo hizo al ver que tanto Aspros como Hasgard les observaban fijamente, así como Degel, sería mucho peor que todos de pronto supieran que recibía cartas de amor de su alfa.

 

- Esto es…

 

Cid comenzó a leer la carta en silencio sonrojándose conforme avanzaba en su lectura, Manigoldo de pronto lo soltó para ver que hacía que su amigo se cohibiera de aquella forma, recargándose en sus hombros.

 

Kardia quería escapar, esconderse debajo de una piedra como lo haría un escorpión y no salir nunca, en especial cuando Manigoldo le arrebato a Cid su carta sin cuidado alguno, preguntándose si su amigo ya sabía que decían esas palabras.

 

Sage era muy estricto y le había enseñado a leer, a escribir, aun trataba de enseñarle paciencia, pero ese no era su estilo.

 

Cid siempre supo, no sabían mucho de su pasado pero decían que venía de una familia de alta alcurnia, pero por alguna razón termino en el santuario de Athena bajo el cuidado de su maestro, tal vez por la espada de su mano o porque huyo de los preceptos que esas personas tenían sobre los omegas.

 

Kardia no sabía leer al llegar al santuario, pero Degel había sido un maestro paciente, mostrándole la forma de hacerlo y de escribir también, pero su letra era demasiado fea a comparación de la de su compañero de armas, la suya parecían garabatos sin sentido, pero no tenía tiempo de pulir esas habilidades cuando se esforzaba por ser el santo de escorpión.

 

Manigoldo al tener la carta en sus manos tosió como si estuviera aclarando su garganta, sentándose frente a él, observándolo fijamente con una mueca picara que resaltaba el moretón en el pómulo derecho de su rostro, el cual había sido causado por Albafica, otra vez le ataco para quitarle el que decía era su collar de nacimiento.

 

- ¡Te amo! ¡Te amo!

 

Comenzó a leer Manigoldo sonrojándose de pronto, haciendo que Kardia quisiera de nuevo recuperar su carta, pero no hizo nada, porque no deseaba que nadie más supiera de qué estaban hablando.

 

- Esas dos palabras suenan tan bien en mis labios, pero no puedo decirlas, porque sé que no me creerías cuando lo hiciera…

 

Kardia tuvo suficiente con eso y salto en contra de Manigoldo, golpeando su otro pómulo para emparejar su rostro, arrebatándole la carta con fuerza, quitándole poco después unas arrugas imaginarias, doblándola poco después con cuidado para guardarla entre los pliegues de su ropa.

 

Estaba a punto de irse, pero Manigoldo se lo evito sosteniéndolo por la muñeca, Cid apenas sonreía por su absurdo, pero eso era el equivalente a una risa en su amigo.

 

- Me gustaría que mi alfa me escribiera eso.

 

Pronuncio relamiéndose los labios, Cid asintió avergonzado, haciendo que se abochornara y después sonriera con orgullo, era cierto, solamente él recibía esa clase de cartas, ni Manigoldo ni Cid lo harían nunca, por lo cual, comenzó a sentirse superior a sus compañeros omegas.

 

Ignorando la mirada perpleja de su compañero de entrenamiento, quien estaba demasiado alejado de ellos para escuchar que se decían, pero si pudo ver como se acercaba a Manigoldo para susurrarle algunas palabras en su oído.

 

- Aspros no es un poeta, mi alfa sí lo es…

 

Después acaricio su cabello con una sonrisa en el rostro que podrían decir era resplandeciente, movimiento que logro que Degel se marchara de pronto llevándose su libro.

 

Kardia al verle marchar no le prestó atención, así era mejor se dijo molesto, sin saber porque le molestaba que el otro chico se marchara sin siquiera hablarle, era como si después de decidir que se trataba de su alfa, de pronto, ya no quisiera saber nada de su persona.

 

- Degel es un fastidio.

 

Se quejo, recargándose en su mano derecha, notando como sus dos amigos le observaban para después acosarlo con preguntas, más bien, Manigoldo, Cid sólo asentía, querían saberlo todo sobre sus cartas, las manzanas y las flores.

 

Kardia recordaba ese día con mucho afecto, era el mejor día de su vida, él tenía un admirador, un hermoso alfa que le veía como un tesoro, el mismo que de pronto se detuvo al ver que su rastro les llevaba a un barranco.

 

Un sitio extraño, pero debían seguir escalando y Kardia salto sin mirar atrás, Degel siguió a su omega, esta vez sus recuerdos estaban fijos en aquel día que su escorpión lo ataco, esta vez lastimándolo de gravedad pero no quiso decirle.

 

Krest lo llevo con los sanadores, ignorando a su omega problemático quien recogió las hojas con lentitud o eso vio Degel por el rabillo de su ojo, antes de perderle de vista, herido en lo más profundo de su alma, no porque le doliera la cortada hecha por su compañero, sino porque pensaba lo estaba perdiendo en los brazos de alguien más.

 

Era injusto pero él carecía de las palabras y el valor para hacerle ver lo mucho que lo amaba, cuanto significaba para él, tratando de ignorar la sangre, la preocupación de los mayores, perdiéndose en la inconsciencia cuando comenzaron a curar su pecho.

 

Despertando a media noche buscando sus hojas de papel, observando por el rabillo de su ojo un punto luminoso, era la aguja de Kardia, quien supuso estaba en ese cuarto para acusarlo de burlarse de él, o decirle que no era su alfa sino Manigoldo, aunque pensaba que sus cartas llegaron a gustarle.

 

En efecto Kardia no debería estar presente en aquel sitio, pero se escabullo para ver a Degel, aun tenía las cartas en sus manos, sin poder creer lo que decían, pero seguro que era la misma letra, maldiciéndose en silencio porque no se dio cuenta de aquella verdad mucho antes.

 

Preocupado por lastimar a Degel, no era la primera vez que lo atacaba pero si la primera vez que su aguja lo hería de gravedad, la primera vez aun estaba fresca en su memoria, fue cuando recibió su segunda carta.

 

- Degel…

 

Susurro sin saber que más decir, observando como Degel se removía en su cama, tratando de no mirarle siquiera, escuchando como caminaba en su dirección para sentarse en su cama, llevando una de sus manos a su mejilla, pero lo rechazo, no quería que su ilusión terminara.

 

- Lo siento, de verdad lo siento, no quise lastimarte…

 

Pronuncio de pronto, esperando que Kardia le creyera, que no pensara que esas cartas eran una broma o una treta, porque le mostraba su corazón con ellas, esperando que su amado escorpión correspondiera a su deseo, a su amor, a su desesperación por ser aceptado.

 

Comprendiendo que la única razón por la cual su corazón seguía latiendo, que aun era humano era por su amor a Kardia, quien le miraba sin decir nada, apartando la mano con lentitud, observando las cartas con detenimiento.

 

- Quien te ha hecho daño soy yo, esas deberían ser mis palabras.

 

Se quejo, aferrándose a sus cartas, Degel volteo en otra dirección esperando escuchar que no lo amaba, que no lo deseaba y que no era su compañero, pero en vez de eso sintió unos labios calientes en su boca, el peso de Kardia en sus piernas.

 

- Eres tu… siempre fuiste tú…

 

Pronuncio recargándose en su pecho, sin soltar las cartas, con esa luz pudo ver que no eran sus hojas, sino cada una de sus cartas, las que estaban en perfecto estado, era después de todo el tesoro de su escorpión.

 

- Mi alfa… tú eres mi alfa.

 

Degel sonrió al escucharle, sintiendo como sus ojos comenzaban a llenarse de lagrimas al ser reconocido por su omega, quien permaneció a su lado durante toda la noche, en aquella postura, acurrucado a su lado para recibir sus caricias o sentir su calor.

 

- ¿Por qué no me dijiste nada?

 

Pregunto al sentir que sus manos acariciaban su cabello, con demasiado miedo de asustarlo, removiéndose para ver su rostro, esperando escuchar una respuesta, la que fuera que quisiera darle.

 

- No puedo… simplemente no puedo… no sé cómo hacerlo.

 

Degel abrió los ojos escuchando que Kardia pronunciaba su nombre, sonriendo al ver que su omega confiaba en su conocimiento.

 

- Degel… préstame atención.

 

***15***

 

Radamanthys no era ningún idiota como muchos llegaban a pensarlo, en especial Minos, él comprendía que si su señor, aunque en ese momento aun careciera de cuerpo, se negaba a verle, significaba que tenía que buscar al otro ser que gobernaba el inframundo.

 

Valentine le diría que era inútil verla, ella no era más que una niña, una adolescente mimada que apenas comenzaba a madurar, su cuerpo redondeándose, sin duda sería realmente hermosa cuando fuera una mujer, si ya lo era como una joven adolescente.

 

Lo que no comprendía era porque odiaba a su alfa, ni la razón por la cual ese odio insano con cada vida aumentaba un poco más, era gracioso, porque su lealtad era incuestionable, así como la de su arpía, que si bien jamás había demostrado afecto por la hermana de su dios, seguiría sus órdenes hasta el final.

 

- Señorita Pandora.

 

Ella dejo de tocar al verlo hincarse delante suyo, Cheshire sonrió de medio lado, esperaba que su señora le enseñara unos cuantos modales a su perro guardián, quien suponía, para ese momento empezaba a comprender que no tenía escapatoria.

 

El grifo estaba obsesionado del guardián de su señora y sería divertido ver como trataba de vencer al primer juez del inframundo, tal vez suplicar por la vida de ese pajarraco, pero Pandora le odiaba, podría decirse que la decisión estaba tomada.

 

Se preguntaba que tendrían, Grifos o Wyverns, tal vez grifos de plumaje dorado, o dragones blancos, lo que fuera, esperaba que Radamanthys abandonara su deseo de libertad, uno del que no se daba cuenta, pero que existía, su señora lo reconocía, estaba presente en el momento en que no acepto a Minos como su alfa, sino que se aferro a Valentine.

 

- Si es el perro en celo, pensé que no te atreverías a venir tan rápido cuando te atreviste a desobedecerme.

 

Pandora se levanto de su asiento, caminando algunos pasos en su dirección, mirándolo de una forma extraña, casi ausente, para después sonreírle con dulzura, casi de una forma maternal, transformándola de una muchacha a un pequeño monstruo en el cuerpo de un adolescente.

 

- Aun te faltan unos cuatro días para que tu “perfume” se apague, Radamanthys, deberías estar con tu alfa.

 

Radamanthys no la interrumpió, aunque supuso que su alfa no era Valentine, sintiendo como ella lo sujetaba del mentón con sus delicadas manos, él era mayor que su señora, al menos por diez años, casi le duplicaba o triplicaba en tamaño, pero aun así, esta pequeña bruja era la dueña de sus vidas cuando su señor Hades aun dormía.

 

- Minos te espera en sus habitaciones, no deberías hacerlo aguardar tanto.

 

Había prometido protegerla de cualquier daño y obedecerla en todo, aun así, había sacrificios que no estaba dispuesto a realizar, que no tenían nada que ver con la futura victoria de su dios Hades, como entregarse a Minos, cuando le había prometido a su dulce harpía que sería suyo.

 

- Es sobre eso que necesito hablarle mi señora.

 

Pandora se cruzo de brazos pensando que siempre ocurría lo mismo, una vez que Radamanthys tomaba a Valentine como su alfa, que reafirmaba su vinculo con ese traidor se atrevía no a cuestionar sus ordenes, sino a pasarlas por alto como si no las hubiera escuchado, desobedeciéndola.

 

- ¿Suplicas por ese perro rabioso?

 

Radamanthys trago un poco de saliva, no tenía derecho alguno a cuestionar las ordenes de su señora, pero siempre y cuando estas órdenes tuvieran que ver con la guerra, este no era el caso, su placer, el deseo que sentía por Valentine, que no era un perro rabioso sino un guerrero honorable, jamás había sido un obstáculo, por lo cual se atrevía a pedirle que se retractara, si es que deseaba escucharlo.

 

- Antes de anunciar este decreto, escuche lo que tengo que decirle.

 

Pandora ya había tomado una decisión, pero aun así trataría de escuchar lo que Radamanthys trataba de decirle, tenía que comprobar hasta qué punto ese traidor había corrompido al segundo juez, quien se atrevía a desobedecerle, implorar por la vida de su arpía.

 

- Adelante, supongo que no perdemos nada al escucharte.

 

Cheshire se rio entre dientes al escuchar esas palabras, su ama se estaba divirtiendo con la desesperación del Wyvern, quien le observo fijamente por unos momentos, como si le prometiera un destino doloroso, pero antes de que pudiera dañarlo, seguramente Minos le arrebataría esa insolencia de sus ojos.

 

- Se que no aprecia a Valentine, mi señora, él no es un soldado respetuoso de su mando y acepto que su lealtad hacia mi parece mayor que la que siente por nuestro señor Hades, eso no puedo cambiarlo, pero si puedo prometerle que mi alfa obedecerá cada una de mis órdenes.

 

Radamanthys no trataría de mentirle, comprendía que su lealtad era suya más que de su dios, pero su corazón, su espíritu estaba ofrendado a su dios Hades, por lo cual Valentine pelearía esa guerra, solo por mantenerse a su lado.

 

Aquella había sido su promesa y justo como él, su amado alfa nunca rompería su palabra, Valentine era un soldado con honor, un hombre en el cual podía confiar.

 

 El era después de todo uno de los ángeles de afrodita, o lo fue hasta que destruyeron el templo de la diosa de la lujuria y él, su arpía, traiciono a su matrona para servir bajo su mando, algunos días después de su captura.

 

Aun recordaba ese día, el comandaba un pequeño grupo de espectros y su señor, después del insulto recibido por Eros, o Cupido, como desearas llamarle, quien era el hijo bastardo de la lujuria y la guerra, el que se atrevió a aterrorizar los campos elíseos apenas unos meses antes, les había comandado demoler el templo de la diosa del amor, destruir a sus ángeles, quienes pelearon con honor pero no pudieron detenerlos.

 

Radamanthys sentía curiosidad por ver el interior de aquella blasfemia de mármol blanco e inmaculado, una vez había estado en aquel sitio, eso fue junto a su hermano, ellos eran tan solo unos muchachos, casi unos niños, pero se atrevieron a ingresar en esas paredes, encontrándolas especialmente aburridas, fue allí que tuvo su primer celo.

 

El templo era exactamente igual a como lo recordaba, con una diferencia, en su interior había un joven ataviado con una de las armaduras de la diosa del amor, quien le miraba fijamente, sus ojos rosas al igual que su cabello, fijos en su rostro, en sus dientes apretados cuando  vio que se mantenía firme delante de la estatua de la diosa afrodita.

 

- No dejare que destruyas la estatua de mi querida madre.

 

Radamanthys observo la estatua de mármol que portaba un cinturón dorado de tamaño colosal, encontrando ridícula esa amenaza, no le interesaba destruir unas cuantas rocas, sino que venía por cada uno de los ángeles de la diosa del amor y de ser posible, por la vida del propio Cupido, quien aparentemente no se atrevió a enfrentarse a ellos en combate, pero si ese ultimo ángel, cuya armadura era por mucho mas complicada que las anteriores.

 

- No vine por esa estatua, vine por tu cabeza, como pago al insulto que mi dios Hades recibió a manos de Cupido.

 

El guerrero de cabellera rosa no mostró ninguna clase de terror, sus garras eran afiladas, pero era muy pequeño, Radamanthys lo encontró de cierta forma hermoso, demasiado agradable a la vista, sintiendo como su cuerpo empezaba a calentarse, un síntoma que ignoro en ese momento para elevarse en el aire tratando de terminar con ese soldado con su Gran Caución.

 

- ¿Y qué culpa tiene Afrodita de las acciones de Cupido?

 

Pregunto su enemigo protegiendo la estatua abriendo las alas con forma de corazón que tenía a sus espaldas, convocando su cosmos, del cual comenzaron a formarse mujeres hermosas con alas de mariposa que parecían acompañar al guerrero en su pelea, las que casi eran solidas.

 

- Es como decir que ella debe vengarse de la diosa Hera porque uno de sus hijos ha ensuciado su templo con sangre.

 

El hombre de cabello rosa logro empujarlo con algo de esfuerzo, sosteniendo su cuerpo por los hombros de su armadura contra una de las paredes de aquel templo después de atravesar otras más con un estrepitoso estallido que logro distraerlo el tiempo suficiente para que colocara su brazo en su cuello, inmovilizándolo de momento.

 

- ¿Cómo lo sabes?

 

Susurro, gruesas gotas de sudor mojaban sus mejillas, su cabello rubio comenzaba a pegarse a su cabeza debajo de su casco, estaba ruborizado y el calor de su cuerpo comenzaba a molestarle, hacerle sentir demasiado incomodo.

 

- No sé como no lo sabes tú, es obvio que ha iniciado tu celo, espectro de Hades, aunque me pregunto si acaso eres el único de ellos bajo su mando, o tiene muchos más y por eso te manda en compañía de aquellos Alfas para que intenten hacerte daño usando tu momentánea debilidad en contra tuya.

 

El guerrero de armadura rosa en ese momento se atrevió a respirar sobre su cuello, admirando el perfume de su cuerpo con un suspiro, recibiendo dos poderosos golpes en su costado, lanzándolo contra el suelo de aquel templo, logrando que al destruir el piso de mármol, su enemigo cayera en un riachuelo que recorría las entrañas de aquella blasfemia de inmaculado blanco.

 

- Eso que importa cuando tengo el poder para mantener a cualquier sucio alfa lejos de mi cuerpo.

 

Respondió Radamanthys, buscando a su enemigo, preguntándose si acaso era tan fuerte como para esquivar sus golpes, para resistirlos, recordándose que su cosmos debía estar disminuyendo considerablemente con el comienzo de su padecimiento.

 

- ¿Sucio alfa?

 

Preguntaron a sus espaldas, su enemigo sangraba por la boca y parecía cansado, aun así, era un insulto que un ángel de afrodita soportara sus mejores técnicas, todo porque la diosa Hera deseaba castigarle con su supuesto don.

 

- No dejare que me dominen.

 

Radamanthys pudo reconocer la flama del deseo en aquellos ojos rosas, en la forma en que no se atrevía a dañarlo realmente, como si solo estuviera jugando con él, un insulto aun peor, que le haría pagar demasiado caro.

 

- El amor puede dominar a cualquiera, aun el mismo Hades tiene una esposa, tu no serás diferente cuando él pueda alcanzarte.

 

Aquellas palabras le parecieron una amenaza que no estaba dispuesto a soportar y de nuevo, con mayor ímpetu se lanzo en su contra, atacándolo con fuerza, cortando sus alas, azotándole contra las paredes, todo ese tiempo el guerrero lo mantenía alejado de la estatua de la diosa afrodita, casi como si fuera un ente vivo.

 

- ¿Tienes las agallas para intentar domesticarme?

 

Le pregunto sosteniéndolo del cuello, dispuesto a eliminar a su enemigo, quien se sujetaba de sus muñecas, observándolo con una expresión extraña que le trajo recuerdos borrosos, como la sombra de un sueño, los que se borraron tan rápido como la fuerza con que sostenía el cuello que por un momento quiso quebrar de un solo movimiento.

 

El templo estaba destruido, el guerrero había sufrido demasiado daño y aun así, trataba de mantenerse en pie, tal vez hasta pensaba en tomarlo, como si se lo fuera a permitir, aunque lentamente comenzaba a encontrar a este soldado demasiado inquietante, demasiado atrayente como para poder ignorar su cercanía.

 

- No quiero domesticarte, eso sería un insulto a tu belleza, pero si te ofrezco santuario durante los días que dure tu padecimiento, no me gustaría que alguno de tus aliados intentara tomarte ahora que tú cosmos ira debilitándose.

 

Eso era cierto, su cosmos iba debilitándose conforme avanzaba el tiempo, sin embargo, aunque todos ellos eran alfas, todos soldados poderosos, sabía que no se atreverían a levantar una sola mano en su contra, cada uno de aquellos espectros le temía con justa razón.

 

Mucho más cuando Minos estaba presente, su hermano mitológico le había ofrecido sus más sinceras disculpas, recordado su juramento de antaño, le había prometido que evitaría que cualquier alfa se le acercara y quería creer que podía volver a confiar en él, aunque no podría perdonarlo con tanta facilidad.

 

Aun estaba molesto por su treta, por jurarle lealtad a Poseidón a cambio de su trono, por crear el laberinto del Minotauro, creyendo que podría mantener consigo al supuesto toro blanco que el dios del mar le envió como sacrificio, antes de su traición le miraba con genuino afecto.

 

Aunque suponía que el terror que sentían por él no era para menos, sabían que les arrancaría la piel si tan solo se atrevían a imaginarse como sus amos, mucho más aun, el que trataran de tomarlo sería un insulto tan grave como insultar a su dios Hades o a su hermano mayor, cuando aun eran sólo unos chiquillos.

 

- Los retó a que lo intenten, nadie jamás se ha atrevido a pensar en aquella posibilidad.

 

El ángel de afrodita le miro entonces con algo parecido a la lastima y de cierta forma con demasiada incredulidad, como si no creyera que sus palabras fueran ciertas o por el contrario, creyera que su soledad fuera algo de lo que podían arrepentirse.

 

- Eso me parece triste porque eres magnifico, demasiado hermoso como para que seas ignorado y demasiado fuerte para que seas domesticado por un alfa que no te merezca, tu deberías subyugar a tus amantes, no al revés.

 

Radamanthys por un momento no supo cómo responder a esas palabras, por un lado parecía que lo encontraba hermoso, una palabra que nadie jamás había utilizado con él, sin embargo, también creía que era él quien debería mandar a sus amantes, dándole la facultad que tendría cualquier alfa, cuando él era solamente un omega.

 

-  Piensas lograr lo que dices que harán mis aliados con una charla inútil, crees que soy tan idiota como para escucharte, ángel de afrodita.

 

Respondió relamiéndose los labios, esperando que aquel mentiroso guerrero de la diosa de la lujuria contradijera sus palabras o demostrara que solamente le mentía al pronunciar ese extraño alago, tratando de ablandar su corazón para que bajara la guardia.

 

- Mi nombre es Valentine, no ángel de afrodita, Radamanthys de Creta.

 

Ese nombre era demasiado extraño y de alguna forma que no alcanzaba a comprender, la belleza de ese soldado le atraía, parecía que no podía separar su mirada de su cuerpo, de su armadura, imaginándose a sí mismo como el dueño de semejante criatura que le veía con la misma intensidad, que le prometía someterse a sus deseos, aunque suponía que no comprendía lo que le estaba ofreciendo sin siquiera proponérselo.

 

Valentine parecía conocer su nombre, cuál era su pasado mortal, pero suponía que era de esperarse, eran sus enemigos, no debía sorprenderse por semejante conocimiento.

 

- También se que eres uno de los jueces del inframundo, e insisto en que debes permanecer en este templo los siguientes cuatro días, no me gustaría que un alfa inferior tomara a una criatura como tú, sólo porque no tienes el poder para defenderte.

 

Valentine limpio la sangre de sus labios pero no se movió, no se acerco a él, manteniendo su distancia, sin embargo, su mirada, el deseo que reflejaba en aquellos ojos afilados, casi inhumanos, erizaba su piel, logrando que un poco de la lujuria asociada con el celo se apoderara de su sentido común.

 

- ¿Quién ha dicho que no lo tengo?

 

Aquello era un insulto a su poder, mucho más aun la tentadora promesa de tener algo de descanso, pero debía recordarse que era uno de sus enemigos, que tenía que destruirlo, no aceptar su promesa oculta de placeres como los había soñado, regañándose inmediatamente, diciéndose que no debía caer en la trampa de un alfa cualquiera, sin importar que tan atractivo le pareciera.

 

- Es obvio que ha iniciado el celo, desde hace unos minutos tu cuerpo te ha traicionado, el sudor cubre tu frente y tu cuerpo arde a causa del deseo, tu cosmos, este se ha dividido a la mitad y supongo que cuando se cumpla el primer día, tu mente se habrá nublado con la potencia de tu celo, dejándote indefenso para que puedan someterte a la voluntad de una sucia bestia.

 

Valentine pronuncio aquellas palabras con demasiado odio, como si en verdad despreciara la idea de que lo sometieran, Radamanthys no lo comprendía, pero esta era la primera vez que sentía esa clase de deseo por cualquier otro, por un alfa durante su celo, era como si este guerrero fuera aquello que necesitaba.

 

- No deseo que te sometan, por alguna razón encuentro esa idea monstruosa, antinatural, así que te prometo darte santuario para que ningún alfa pueda lastimarte, ni siquiera yo, Radamanthys de Wyvern.

 

El espectro trago un poco de saliva, ese combate no debería ocurrir como estaba sucediendo, ese pequeño alfa no debería incendiar su cuerpo como lo hacía y la idea de recibir santuario en ese templo no tendría que ser tan tentadora, pero aun así, suponía que con forme avanzaran las horas, si este guerrero le proponía aliviar su dolor, simplemente se lo permitiría.

 

- Habla todo lo que quieras, no estoy dispuesto a escucharte, Valentine.

 

Enfureciendo inmediatamente por eso, por querer que Valentine, uno de sus enemigos, cumpliera su promesa de darle santuario, a cambio el dejaría que tomara su cuerpo cuantas veces lo deseara, que le colmara de caricias y a cambio, el sometería a su pequeño alfa, una idea que le pareció extraña, demasiado inquietante al mismo tiempo que tentadora.

 

Radamanthys trataría de evitar un enfrentamiento con Minos, pero de no poder evitarlo, no le daban otra opción más que pelear por el, por la seguridad de su alfa, aunque aquello significara desobedecer a su señora, en una orden que ajena a la guerra o a la gloria de su dios Hades.

 

Probablemente ese fuera el caso, porque Pandora le interrumpió, haciendo que sus recuerdos y las palabras que estaba pronunciando fueran desperdiciadas en esa chiquilla.

 

- ¿Acaso no comprendes que estoy haciendo esto por el bien de mi hermano y el tuyo Radamanthys?

 

Pandora no parecía interesada en escuchar lo que tenía que decirle porque lo interrumpió a la mitad de su discurso, la decisión estaba tomada, después de todas sus vidas, tendría que someterse a la voluntad de un alfa, pero no cualquiera, sino Minos, su hermano mitológico, traicionando a su guerrero emplumado

 

Cuando fue él quien le mostró aquello que necesitaba en un amante, que lo siguió al inframundo y que se sometía a su voluntad, todo por unas cuantas noches compartiendo su lecho, complaciendo a su amado omega al brindarle el sufrimiento que tanto añoraba.

 

- Mi señora, por favor.

 

Susurro, comprendiendo que no estaba dispuesto a obedecer las órdenes de su joven señora, Valentine era su alfa y no le daría la espalda, ni en esa ni en las demás vidas, sin importar lo que tuviera que hacer para mantenerlo a su lado.

 

- ¡Cállate!

 

Pandora volvió a abofetearlo, esta encarnación era sin duda la más violenta, la que menos le respetaba, furiosa por su desobediencia y por el amor que sentía por Valentine.

 

- El amor que sientes por Valentine es mayor al que le profesas a mi hermano, de lo contrario en este momento Minos disfrutaría de tu cuerpo, cuando tú hubieras acudido a su cama, obedeciendo las órdenes que yo te he dado.

 

Su señora estaba decidida, segura de su deslealtad, todo por cuidar a su alfa, no por defenderlo, sino por no acudir por su propia voluntad a la sala de tormentos de Minos, cuyos placeres demenciales eran demasiado aun para él, Radamanthys gustaba del dolor pero no al grado en el cual su hermano lo administraba.

 

- Con cada momento que pasa esa sucia arpía corrompe tu lealtad, en cambio Minos, él hará que sea mucho más fuerte, él te devolverá tu orgullo, sin Valentine, tu amor será solo de mi hermano y te prometo que en la siguiente vida, si demuestras tu nobleza y gratitud en esta, sometiéndote a los tormentos que tu hermano tiene preparados para ti, el grifo no podrá tenerte, pero si no lo haces, te juro que desde el primer momento en que uses tu surplice serás su perra en vez de mi perro guardián.

 

La mera idea de dormir, de someterse a Minos, de convertirse en su ramera le enfermaba, eran hermanos, o lo fueron en una de sus vidas, lo traiciono cuando aun estaban vivos, ahora quería torturarlo hasta que perdiera la razón como pasaba con sus efebos, quienes compartían algunas de sus características en la insana imaginación del grifo.

 

En ese momento podía verlo y Radamanthys le temía al día en que llegara a verse como esos pobres infelices, débil, patético, sus ojos muertos junto con su fuerza, suplicante a los pies de Minos, su señor Hades necesitaba de un guerrero no de una marioneta destrozada.

 

- Valentine es un guerrero poderoso y leal, no comprendo a que se debe su odio, pero yo le prometí que estaría a salvo en este ejército mi señora, a cambio yo le permitiría tenerme.

 

Pronuncio Radamanthys, aun mostrando sumisión, pero al mismo tiempo cuestionando sus órdenes, encontrándolas desagradables, demasiado difíciles de seguir, era un sacrificio que no estaba dispuesto a realizar.

 

- Sí en verdad amas a tu arpía, lo harás a un lado y aceptaras el dominio de Minos, después del mío y el de mi hermano, pero si no, tu amor por Valentine no es más que una ilusión, como tu lealtad por nuestro dios Hades.

 

Así que se convertía por su propia voluntad en el juguete del grifo, rompiendo su promesa de antaño, dejando solo a su alfa para que Minos lo destruyera, o se convertía en un traidor ante la mirada de su señora, tal vez aun para los ojos de su dios Hades.

 

- Mi señora…

 

Trato de pronunciar de nueva cuenta, pero Pandora no lo escucho, dándole la espalda como si estuviera demasiado cansada, bostezando con pereza, alejándose con pasos delicados, demasiado ondulantes para una pequeña de catorce años.

 

- Me aburres Radamanthys, tienes cuatro días para complacer a Minos, si lo haces, tal vez el perro rabioso conserve su vida, sí no lo haces, me encargare de que Valentine se pierda en el abismo una vez que tu alfa logre destruirlo.

 

Minos no era su alfa, no podía serlo, se dijo en silencio antes de marcharse, no deseaba contradecir a su señora, pero tampoco estaba dispuesto a entregarse a su hermano mitológico, a destruir la cordura de su arpía, por lo que por primera vez en todas sus vidas después de portar la surplice no sabía qué hacer.

 

- Y a ti te mandare envuelto como regalo a los aposentos de Minos, unas cadenas de oro combinarían con tu cabello.

 

***16***

 

Cid sostuvo su brazo del cual brotaba demasiada sangre, levantándose con mucho esfuerzo sin demostrar cuanto le dolía que su camarada lo abandonara en esa precaria situación sólo por un collar.

 

***

 

Me gustaría saber que opinan de la historia, como va hasta el momento que Oneiros ha capturado a su espada y Aspros marcha en dirección de su conejito para reclamarlo, mientras tanto Minos ya se deshizo de su remplazo y espera tener a su hermanito en su cuarto de juegos, ademas, que parejas prefieren de las que mencionare y porque razón lo hacen.

 

Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica.

 

Aunque por el momento Minos, Aspros, Oneiros y Regulus tienen muchos votos a su favor.

 

Pero que hay de los otros alfas, Albafica, Degel, Sisyphus o Valentine, ellos haran lo que sea para proteger a sus amados, pero lo lograran...

 

Bueno aquí les van unas cuantas preguntas que decidirán el rumbo de la historia, o modifiquen algunos puntos de la misma...

 

¿A quien prefieren?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Conocen algo del universo Alfa/Beta/Omega o les gustaría que fuera explicando algunas cuantas cosas del mismo?

 

Muchas gracias, bonito principio de mes y nos vemos el próximo jueves.

 


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