Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

 

***25***

 

— Degel… préstame atención.

 

Degel inmediatamente se detuvo al escuchar que su escorpión se quejaba de que no le hacía caso, como si eso fuera posible se dijo en silencio, con una hermosa sonrisa adornando su rostro.

 

— Como si pudiera dejar de mirarte en algún momento.

 

Fue su rápida respuesta, robándole un beso de pronto para mostrarle que estaba hablando en serio, jamas podría dejar de mirarlo, ni siquiera cuando eran unos pequeños entrenando por sus armaduras pudo lograrlo y eso lo sabía muy bien su compañero.

 

— Ya te lo he dicho Kardia, tu eres quien me domina.

 

Kardia se sonrojo inmediatamente al ver que Degel sonreía, rodeando su cintura para recargar su frente contra la suya, haciendo que esta vez quien pareciera molesto y hasta cierta forma cohibido fuera él.

 

— Eres un pervertido.

 

Se quejo llevando sus manos a las de su alfa, que curiosamente de su cintura pasaron a sus caderas y sabía que pronto viajarían a sus nalgas, escuchando una risa satisfecha del juicioso Degel, quien se encogió de hombros, no era la primera vez que lo tocaba de esa forma.

 

— Contigo no puedo controlarme.

 

Quiso usar como una excusa, que Kardia acepto, a punto de asegurarle que era mejor de esa forma, no quería tener que lastimar a cualquiera que pensara que le dejaría robarse a su alfa, su compañero de hermosos ojos y mente brillante, cuya sonrisa solo le pertenecía a él.

 

— Más te vale que no.

 

Aquella más que una amenaza sonaba como una dulce promesa, justo como la que le hizo Kardia cuando se acurruco a su lado esa noche que descubrió que su admirador secreto era él, después de lastimarlo con su aguja escarlata.

 

************

 

— ¿Cómo es que supiste que era yo?

 

Le pregunto Degel cuando su escorpión dejo de temblar en su regazo, acurrucado a su lado, su cabeza recargada contra su pecho, sus ojos cerrados, llenos de lagrimas al pensar en lo cruel que había sido, como casi lo mataba por una absurda muestra de poder.

 

— Tus cartas, leí tu borrador y tu letra, es la misma que la de mi alfa, eso te convierte en mi alfa.

 

Degel comenzó a recorrer las hebras de su cabello con delicadeza, sonriendo con tanta dulzura que podrían pensar que no existía esa hermosa expresión en su rostro, sintiendo ternura por su omega, cuyo arrepentimiento le dolía, porque no le gustaba verlo triste, ni pensar que lo hacia llorar, aunque las heridas las portara él.

 

— Como lo dijiste cuando nos conocimos, parece que siempre tienes razón en todo Degel, no como yo que soy un idiota.

 

Degel inmediatamente frunció el ceño, eso no era verdad, su escorpión no era un idiota, era una criatura magnifica con tanta vitalidad que solo verle o escucharle, tan siquiera saber que existía le hacia sentir vivo.

 

— ¡No es verdad!

 

Kardia le observo al escuchar esa molestia, preguntándose que había dicho para hacerle enojar, porque le gritaba, tal vez quería que se apartara de su cama, no lo culparía, él casi lo mata.

 

— Te hice mucho daño, seguramente no quieres tenerme cerca...

 

Degel fue quien se aferro a su omega esta vez, rodeando sus hombros con fuerza para que no se apartara de su lado, limpiando su rostro de las lagrimas que lo manchaban, no quería verlo llorar por culpa suya,

 

Ningún alfa, jamas, debía lastimar a su omega, eso era un pecado en contra de los dioses y ellos mismos, así que besando la frente de su escorpión quiso tranquilizarlo, esperando que Kardia dejara de llorar.

 

— Tu no eres un idiota, tu eres vida, tu eres a quien amo y no quiero que vuelvas a pronunciar nada como eso jamas, me escuchaste Kardia, ademas, yo creo que fue mi culpa el que actuaras como lo hiciste.

 

Kardia negó aquello con fuerza, sentándose ahora en sus piernas, besando sus labios con delicadeza, parecía que ahora quien carecía de las capacidades para confesar su amor era él, porque nada salia de sus labios, que uso para intentar mostrar con su cuerpo lo mucho que le quería, lo mucho que significaba el amor que sintió era plasmado en esas cartas, la belleza y los sentimientos profundos de su alfa, aquellos que le hicieron enamorarse de aquel escritor que le veía como un magnifico tesoro, como un igual, el que por fin tenía rostro, cuerpo mortal que adorar con sus manos, su boca, su corazón

 

— ¡Odio que me ignores!

 

De pronto dijo aferrándose a las cobijas, sorprendiendo a Degel, quien le miro con una interrogación en su rostro, sin recordar alguna ocasión en la cual hubiera logrado apartarse de su omega, siquiera dejar de mirarle, por lo cual, usaba sus libros como un escudo, para que no le tuviera miedo y pensara que se trataba de un acechador.

 

— ¡Odio que le prestes mas atención a esas viejas hojas empolvadas que a mi!

 

Así que eso era lo que le hacia enojar a su escorpión, que pensara que no le prestaba atención, que no lo consideraba hermoso y que prefería leer esos viejos libros a verlo a él, cuando se dio cuenta al verle de una verdad dichosa, comprendiendo que era su omega, que estaba hecho para amarlo.

 

— Yo... aunque tenga un libro en mis manos, siempre estoy pendiente de lo que haces o dices, se que Manigoldo te parece muy divertido...

 

Kardia arqueo una ceja, Degel de pronto parecía muy serio, tanto que lo tomó de las muñecas para que no intentara marcharse, mirándolo fijamente con una expresión de molestia, no hacia él, sino en contra de su amigo, su alfa estaba celoso de su relación con él.

 

— Pero yo se que amas mis cartas, se que puedo hacerte feliz y que no podre vivir si tu no estas a mi lado, yo te pertenezco Kardia, lo juro, jamas podre amar a nadie si no te amo a ti, lo se, porque yo te amo.

 

Kardia cubrió de pronto su rostro cuando pensó que sus mejillas se incendiarían a causa de la vergüenza que sentía, riéndose poco después con una alegría que nunca había sentido, recibiendo un gesto de molestia de su alfa, quien estaba a punto de pedirle que no se burlara de su promesa, que podría cumplirla si acaso le dejaba intentarlo.

 

— Manigoldo y Cid... ellos son omegas... no son alfas, y yo no los deseo.

 

Le informo de pronto, aun sonriéndole, notando como Degel parecía aliviado al escuchar esa respuesta, pero seguía ansioso por escuchar que deseaba darle la oportunidad para hacerlo feliz, ser su alfa.

 

— No quiero pertenecer a un alfa, pero si quiero estar contigo, si somos iguales...

 

Degel asintió, aferrándose al cuerpo de Kardia con fuerza, escondiendo su rostro en el hueco de su hombro, su escorpión no le pertenecería, ellos eran iguales, o en todo caso, él se entregaría a su escorpión, pondría su vida y su corazón en sus manos.

 

— Yo me entrego a ti entonces... yo soy tu alfa y tu eres mi omega, los dos estaremos juntos por siempre.

 

Kardia asintió, esa promesa la gustaba, ser uno con su alfa, estar a su lado por siempre, como sus signos, como sus cosmos y como la dupla que ya formarían en el futuro, su hermoso compañero era muy listo, porque adivino lo que pasaría apenas estuvieron juntos, él vio lo que se negó a comprender, lo acepto, como lo perdonaba por ser tan agresivo, tan cruel, separándolo de su cuerpo creyendo que no lo necesitaba.

 

— Debes descansar.

 

Le informo de pronto al ver que de nuevo sangraba de su pecho, llevando las puntas de sus dedos a sus vendas, de nuevo sentía ganas de llorar, pero no lo hizo, su alfa no quería verlo triste.

 

— No podre dormir sólo, quédate conmigo y se que curare más rápido.

 

Kardia se sonrojo, pero asintió, ingresando a la cama de su alfa con delicadeza, con demasiada lentitud para después ser cubierto por las cobijas, sintiendo que su compañero lo rodeaba con ambos brazos como si se tratase de un muñeco de peluche, de pronto utilizando su cosmos con delicadeza, enfriando su cuerpo con su amada presencia.

 

— Krest me castigara por esto.

 

Le anuncio de pronto, pero Degel supuso que no sería de esa forma, porque su maestro les observaba a través del rabillo de la puerta, parecía que complacido por su descubrimiento, cerrándola poco después para que pudieran descansar, su mera presencia curando su cuerpo cansado, seguro que ya no volverían a pelear como hasta ese momento habían estado haciendo.

 

— No, yo creo que él ya sabe la razón de tu molestia y ademas, yo te perdono, por eso no debes preocuparte.

 

************

 

Después de aquel día aun seguía regalándole manzanas a su corazón, buscando hermosas flores del color de su cabello, pero las cartas, los testigos fieles de su amor dejaron de ser escritas o al menos, entregadas, Kardia prefería escuchar esas palabras de sus labios, aunque carecieran de cualquier grado de elocuencia.

 

Sin embargo, aun seguía describiendo su amor y su pasión por su omega, acumulando diarios que relataban su vida juntos, los que acomodaba junto a los primeros que escribió cuando era tan solo un adolescente enamorado perdidamente del que sabía se trataba de su omega, tomos que se iban apilando en su biblioteca privada en su propio templo, que no le mostraba a su compañero porque pensaba que se molestaría con él, creyendo que se interesaba más por sumirse en aquellas paginas muertas que fundirse en su cuerpo caliente, su cosmos envolviendo el suyo, haciendo que su corazón siguiera latiendo con fuerza.

 

— ¿Que deseas preguntarle a la diosa Hera?

 

Kardia al escuchar esa pregunta no le respondió en un principio, tratando de acomodar sus pensamientos y lograr que sus preguntas tuvieran sentido, primero quería saber porque no podía dar a luz, para después comprender como supo que Degel sería lo que necesitaba a su lado, también quería pedirle que le bendijera con un hijo sano de ambos, pedirle la oportunidad para cuidar de su descendencia.

 

Quería saber tantas cosas, hacer tantas preguntas que no supo que responderle a su alfa, quien arqueando una ceja espero una respuesta, respirando hondo, confiando en que le compartiría su secreto, porque ambos eran uno y jamas podrían ocultarse nada.

 

— Quiero agradecerle tu existencia, ademas, tal vez ella me deje tener un pequeño de los dos, si se lo pido en persona.

 

Respondió al fin, esperando por la reacción de su alfa, quien le miro con ternura, él sabía que se culpaba por su perdida, seguía firme en que se trataba de su cosmos aquello que le evito dar a luz, que le hizo abortar a su pequeño.

 

— No fue tu culpa, los abortos a esa edad siempre pasan, no debimos apresurarnos.

 

Pero Kardia negó aquello, seguro que solamente la diosa Hera podría brindarle ese milagro, por el cual suplicaría, haría lo que fuera, pero lo único que deseaba era cargar a un pequeño fruto de su amor, tener su propio paraíso, un pequeño deseado con los ojos de su padre.

 

— No perdemos nada con intentarlo, pero si tu no lo deseas, esta bien. 

 

Degel negó aquello con un movimiento de la cabeza, si eso era lo que su omega deseaba, podrían pedirle a la diosa de los nacimientos que los bendijera con uno, era muy poco lo que le pedirían si llegaban a verla.

 

Los dos estaban agradecidos, enamorados, querían un pequeño fruto de su amor y sí estaba predestinado que su pequeño o pequeña naciera, en ese caso, Kardia tendría que aceptar que no fue culpa suya, sino de su juventud, eran apenas unos niños, su cuerpo no estaba desarrollado, era solamente obvio que perderían a su retoño.

 

— Pero si la diosa Hera te dice que no fue tu culpa, podrás creerlo.

 

Kardia asintió, porque sabía que eso no era cierto, perdieron a su pequeño por culpa de su cosmos, por el fuego de su corazón, aunque su alfa no quería aceptarlo porque eso significaba cargarlo con la culpa de su perdida y eso nunca lo haría, Degel jamas le reprochaba cualquier cosa, pero si Manigoldo podía soportar el veneno de su rosa durante sus celos, entonces, tal vez, su pequeño podría soportar el fuego de su cosmos unos cuantos meses.

 

— Se hará la voluntad de la diosa Hera, no es como si pudiera hacer algo más que eso, pero estoy seguro que ella comprenderá nuestro deseo y lo hará realidad.

 

Degel asintió, su escorpión tenía razón, si alguien podía cumplir su sueño era la diosa de los nacimientos y matrimonios, ella que los había unido en uno, que los selecciono para estar juntos, amarse, respetarse, cuidarse y comprenderse.

 

Hera podría bendecirlos con un pequeño de su sangre, pero sobretodo, podría lograr que su Kardia se sintiera tranquilo, que por fin pudiera perdonarse, porque su perdida no fue culpa suya, sólo fue un desafortunado evento del que no tenían control.

 

— Pensé que no querías intentarlo de nuevo.

 

Kardia asintió, no quería intentarlo de nuevo porque sabía que volvería a matar a su pequeño, pero si la diosa Hera les daba su bendición, su bebé sobreviviría y eso era lo que mas deseaba en ese mundo.

 

— Ese valle era hermoso, justo como lo que siempre hemos soñado y si Hera nos bendice con nuestro fruto, me gustaría vivir en ese lugar a tu lado, pero no soportare perder a otro, no quiero sufrir lo mismo de antes.

 

Finalizo su escorpión dándole la espalda, siguiendo con su camino, Degel no quería otra cosa que no fuera la felicidad de su omega, porque de eso vivía su corazón, de verle sonreír a su lado.

 

***26***

 

Radamanthys no regreso a sus aposentos en donde lo esperaba Valentine, en vez de regresar con rapidez como lo hubiera hecho durante cualquier otro celo se detuvo a la mitad de uno de los puentes del castillo flotante del dios Hades, recargándose en uno de los barandales, tratando de tomar una decisión.

 

Su señora había sido clara, pero ella tenía catorce años, no tenía la menor idea de lo que le estaba ordenando, de lo injustas de sus palabras, después de todo sólo era un arrebato que le costaría demasiado caro.

 

Tanto como su pérdida de control durante aquel primer celo juntos terminaría costándole a Valentine, el único alfa que alguna vez había deseado, quien perecería si no lograba encontrar la forma de protegerlo, no de Pandora ni de Minos, sino de su propio dios Hades.

 

Porque bien sabía que si su dios no estuviera de acuerdo con esa condena, Minos jamás se habría atrevido a realizar semejante petición, el incesto era un acto que aun los mismos dioses condenaban o al menos, las mismas reglas que su señor había creado para poder permanecer a lado de su esposa cuando ganaban la guerra santa, no se aplicarían con ellos.

 

Minos al ver que su hermanito trataba de acudir con Pandora lo siguió preguntándose qué diría la pequeña bruja que los comandaba, sonriendo cuando dijo exactamente lo que prometió, Radamanthys ya era suyo, sólo era cuestión de que realizara su deber o en todo caso, le obligaran a aceptarlo.

 

Estaba cansado de los reemplazos, de verlo entregarse a ese espectro inferior vida tras vida, ignorando su deseo, tentándolo con su visible desagrado, preguntándose cuando sería el día que él recibiera su merecido descanso en sus brazos, hundiéndose en su cuerpo, brindándole los placeres que tanto añoraba, el dolor que siempre se confundía con el éxtasis.

 

No recordaba un día que no lo hubiera deseado, ya fuera como su amante o como su única compañía, pero sin duda alguna su recuerdo más antiguo se trataba de aquella ocasión en la que ingresaron sin permiso en el templo de Afrodita, con su monumental estatua con un cinturón dorado que decían procuraba el amor de la persona que se deseaba.

 

************

 

Radamanthys no tenía más de doce años, corría detrás de él tratando de convencerlo de no entrar en ese templo, no tenían derecho ni era correcto insultar a los dioses, sí lo hacías siempre terminabas pagándolo muy caro.

 

El tenía algunas horas de diferencia entre los nacimientos, lo que le hacia el mayor de los dos y el segundo en nacer, pero Sarpedón jamás fue demasiado cercano a ellos, él jamás participaba en sus expediciones prohibidas por su padre adoptivo, el emperador Asterión, tal vez porque era el mayor, tal vez porque siempre se creyó demasiado importante.

 

Radamanthys era un muchacho flacucho pero alto, sus cejas eran objeto de burla en algunas ocasiones, pero a Minos le gustaban, le agregaban cierto aire distintivo a su rostro, cuyos ojos amarillos, del mismo color de su cabello siempre le habían fascinado.

 

No eran como los suyos, demasiado aburridos, de un color grisáceo oscuro, su hermano tampoco sonreía con demasiada facilidad, siempre era serio, algo formal para su edad, pero suponía que no todos podían imprimir una sonrisa en sus rostros, aunque distaran demasiado de la felicidad.

 

Aun así, las pocas sonrisas que tenía siempre eran suyas y en ese momento, aunque Radamanthys creía que no era una buena idea irrumpir en el templo de la diosa afrodita, que su padre los castigaría por ello, lo siguió, indeciso pero a pocos pasos de distancia.

 

Podía escuchar los pasos de su hermano seguirlo muy cerca, deteniéndose cuando llegaron al altar que tenía varias flores y una flecha dorada, Minos por un momento quiso tomarla, pero Radamanthys lo detuvo colocando una mano en su hombro.

 

— No, no es correcto molestar a los dioses.

 

Minos al escuchar esas palabras solamente sonrió, riéndose entre dientes, los dioses no los dominaban, los dioses existían porque ellos les adoraban y la diosa afrodita para lo único que servía era para despertar lujuria en personas débiles de voluntad.

 

— No tengas miedo Radamanthys, sabes que yo te cuido.

 

Radamanthys se molesto un poco al escuchar esa respuesta, frunciendo el ceño, toda esa mañana se había sentido enfermo, demasiado agobiado por un calor que decía le molestaba pero no existía, pero aun asi, lo siguió como era su costumbre.

 

— No necesito que me cuides.

 

Esa necedad siempre le había parecido agradable, pensó, notando como Radamanthys de pronto se recargaba en el altar de mármol de la diosa del amor, sus mejillas estaban rojas y sudaba como si hubiera hecho mucho ejercicio, respirando hondo.

 

— ¿Te encuentras bien?

 

Pregunto tocando su frente, limpiándola de las gotas de sudor que mojaban su cabello, pero su hermano movió su cabeza, no se sentía bien, preocupando demasiado a Minos, quien vio poco después como su pequeño hermano menor caía de rodillas al suelo, llevando una de sus manos a su pecho como si no pudiera respirar, jadeando de pronto.

 

— Minos… yo no sé qué me pasa.

 

De pronto al acercarse a su hermano para ayudarle a levantarse y llevarlo con su padre Asterión, noto que aquella fragancia que inundaba el ambiente, la que por un momento confundió con las flores o el incienso del templo de afrodita, era de hecho, proveniente de su hermano.

 

— Te llevare con nuestro padre, el sabrá que hacer.

 

Susurro cargándolo en sus brazos, notando lo ligero que en realidad era Radamanthys, sonriendo al pensar que podía llevarlo en los brazos y que solamente él podía cuidarlo, después de todo, era su hermano, los dos eran descendientes de Zeus, su madre había sido una de sus múltiples amantes, lo que les hacia semidioses en todo su derecho.

 

Pero se detuvo un instante admirando la fragancia de su cuerpo, la belleza que siempre había estado presente, los deseos abrumadores de apoderarse de esos labios, besándolo con delicadeza, sintiendo que todo su cuerpo se estremecía, llenándolo de gozó y de paz, todo ante la mirada muerta de la estatua de afrodita, que parecía en ese momento su matrona, un ente que le mostraba su deseo por tanto tiempo dormido.

 

************

 

Cuando llego con su padre las noticias no eran buenas, al menos para Minos no lo fueron, para su padre el que uno de sus hijos, el tercero, fuera un omega parecía una bendición de los dioses, un tesoro demasiado valioso, convirtiendo a su vez a Radamanthys en una rareza en Creta.

 

Al ser un omega y el hijo del emperador su querido hermano de pronto se vio con múltiples pretendientes, algunos demasiado viejos para un muchacho como lo era Radamanthys, por muy agradable que fuera.

 

Minos vio entonces como Radamanthys de pronto elevaba la vista para observarlo, descubriendo que le había seguido, que lo estaba espiando, usando esa expresión que era tan común en él, aquella que hablaba de decepción, resentimiento y antipatía por su persona, por su hermano mayor que le consiguió un puesto en el ejercito del dios Hades, como uno de sus jueces.

 

Favor por el cual debería estarle agradecido, no furioso, ya que ser un juez de las almas era por mucho más valioso que ser un emperador, sin embargo, estaban hablando de Radamanthys, quien no se daba cuenta que su arpía lo estaba usando por su poder, que su deseo jamás podría ser real porque no tenía el poder para apreciarlo de verdad, ese oportunista era idéntico a los alfas que trataban de seducirlo y domarlo cuando era tan solo un muchacho, cuando por fin cumplió quince años.

 

************

 

Radamanthys aun seguía aprendiendo las artes que todo posible futuro emperador sabía, lucha cuerpo a cuerpo, equitación, esgrima, estrategia, las mismas artes que a él se le enseñaban, aunque algunos alfas decían que no existía ningún caso en enseñarle aquellas materias, al ser un omega, lo único que debía comprender era como hacer feliz a su alfa.

 

No obstante, una vez por semana un omega de apariencia distinguida  le enseñaba lo que decían debía comprender todo omega, clases de las cuales su hermano siempre lograba escapar, no estaba dispuesto a dejar que le utilizaran para llegar al trono, no se entregaría a nadie y si él tenía algo que decir, jamás permitiría que utilizaran a su hermano por el poder que podrían ostentar al tenerlo como su omega.

 

Aun recordaba ese día con demasiada claridad, Radamanthys se encontraba sentado contra un pilar, estaba abrazando sus piernas y su rostro estaba oculto en sus rodillas, parecía sumamente angustiado, por lo que tuvo que acercarse a él, para ese momento estaba próximo a cumplir los diecisiete años, cinco años después del primer celo de su hermano menor.

 

— ¿Radamanthys?

 

Radamanthys había crecido demasiado, era alto y algo musculoso, pero seguía siendo esbelto, su piel pálida había tomado un tinte bronceado al pasar tanto tiempo bajo el sol del campo de entrenamiento, nadie practicaba tanto como él ni se esforzaba tanto para conseguir el respeto de sus maestros, su cabello rubio siempre estaba corto, a diferencia del suyo que ya le llegaba casi a la cintura, pero le hacían vestir los ropajes de cualquier omega cuando no estaba entrenando, ropa que trataba de resaltar su belleza.

 

— ¿Por qué no te vas y me dejas solo Minos?

 

Minos se agacho a un lado suyo, recordando un tiempo en el que podían pasar todo el día de cada semana juntos, eso fue antes de que su querido hermano fuera nombrado como un omega, que le dijeran que cada año entraría en un estado que se llamaba celo, que durante aquel estado actuaria como bajo el embrujo de la lujuria provocada por una de las flechas de Cupido, pero sobre todo que un alfa, cualquiera, lo reconocería como uno de los regalos de los dioses, e intentaría hacerlo suyo, por eso debían tener cuidado, para poder elegir a su futuro compañero entre todos sus pretendientes antes de que cualquier alfa tomara a su hermano en una cacería.

 

No sabía porque, pero ni siquiera él podía acercarse ya a Radamanthys durante sus celos, mucho menos cuando su estatus como alfa se manifestó, cuando reacciono ante un perfume maravilloso que lo tentó a buscarlo para bañarse en él, saciar el hambre que no sabía que tenía.

 

Un perfume de un omega que no conoció nunca, pero estaba allí cada año, justo como los celos de Radamanthys, quien después del tercer intento por llamar su atención, descubrió su rostro para mirarlo fijamente.

 

— ¿Qué ocurre? ¿Por qué estas así?

 

Radamanthys no respondió en un principio, respirando hondo, para después relajarse un poco en su presencia, mirándolo fijamente con esos hermosos ojos amarillos e inmediatamente desviando su mirada en otra dirección frunció el ceño, posando su vista poco después en el edificio que sabía era el de gobierno, donde su padre comandaba a sus súbditos.

 

— Nuestro padre Asterión pronto decidirá quién será su sucesor.

 

Eso había escuchado también Minos, quien se prometió que no permitiría que nadie alejara a su hermano de Creta, sin importar que fuera un omega o no, de ser posible jamás le permitiría tener un alfa, era su hermano, él sería el emperador, era su deber proteger a todas sus personas queridas.

 

— Sarpedón está seguro que lo elegirán a él.

 

El mayor siempre había sido demasiado vanidoso, pero Minos creía saber que lo elegirían, era un alfa y era mucho más sabio que Sarpedón, su poder era mayor, así como el dominio de sus emociones, la prueba estaba en que no rodeaba los hombros de Radamanthys con fuerza hasta que ocuparan el mismo lugar en la creación.

 

— Le escuche decir que realizara una cacería con todos los alfas que deseen tenerme y que lo apoyen para que él sea coronado, después de todo solo soy un omega, los dioses me han condenado a la esclavitud…

 

Minos se petrifico al escuchar esa noticia, nadie sometería a su hermano menor a una cacería, mucho menos sucios alfas que no lo merecían, nadie lo merecía, sólo él, nadie más lo amaría con tanto ardor como su futuro emperador.

 

— No se para que me enseñaron todo eso si es obvio que jamás lo pondré en práctica, es como sí sólo hubieran estado jugando conmigo.

 

Minos no dijo nada más, sólo se quedo a su lado hasta que pudo tranquilizarse y cuando pudo separarse de su hermano menor, a quien dejo durmiendo en su cama, se alejo buscando la forma de hacerle pagar esa afrenta a Sarpedón, no le quitarían el placer ni el honor de ser el emperador,  quien podía elegir a cualquier omega como su compañero, necesitaba ese poder para llevar a Radamanthys a su cama, en donde siempre estaría seguro de los sucios alfa que trataran de lastimarlo y utilizar su poder en su contra, así como su inocencia, la nobleza de su espíritu.

 

************

 

Sarpedón pago con el exilio su intento de golpe de estado, pero mucho más aun su deseo por entregar a su hermano menor a un alfa mediante un acto tan ruin como una cacería, sus aliados con la muerte después de escuchar la marcha de sus soldados por toda Creta, matándolos uno por uno.

 

Sin embargo, su querido hermano estaba en un error, porque su padre le pago con traición el haber protegido su imperio, dándole a Radamanthys el titulo de emperador, haciéndolo a un lado, después de todo su querido omega era su favorito y su heredero.

 

— Minos…

 

Un susurro lo despertó de su ensoñación, una sola palabra que pronto sería pronunciada no con desagrado, sino con pasión, una vez que destruyera a ese alfa delicado, esa odiosa avecilla que se atrevía a robarle a su omega.

 

— Radamanthys.

 

***27***

 

Oneiros libero su barbilla llevando una mano a su entrepierna, sintiendo un ligero estremecimiento de su espada, quien trato de alejarse de su verdadero alfa, el dios del sueño que le había visitado desde siempre, protegiéndolo, entendiéndolo durante su celo, evitando que este pudiera ser doloroso, recibiendo como recompensa el olvido, que su omega no lo recordara, pero ya no estaba dispuesto a esperar más, ya no le dejaría a ese arquero destruir a su amado.

 

— Eres tan hermoso…

 

***

 

Hola, espero que este capitulo les haya gustado y hasta el momento las parejas originales van ganando, con dos excepciones, Oneiros y Aspros, aunque Minos tiene varios votos a su favor, junto a Regulus.

 

Les tengo las mismas preguntas de antes, las que estoy tomando en cuenta para los sucesos que vienen, pero debo decirles que por el momento, todos tienen las mismas posibilidades de vencer.

 

Así que...

 

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Cuantos de ustedes desearían que hubiera dos capítulos por semana en vez de uno?

 

E intentare actualizar dos veces por semana, una el lunes, otra el jueves, dependiendo de la recepción que siga teniendo la historia.

 

Como saben, sus comentarios me animan a seguir escribiendo.

 

Muchas gracias, nos vemos el próximo capitulo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).