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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

 

***31***

 

Radamanthys apretó los dientes al verlo acercarse, sus hilos ondulando a sus espaldas, como una amenaza silenciosa, su sangre ya no era la misma pero en su alma siempre serian hermanos, sus recuerdos los unían desde su primera encarnación.

 

Minos era la misma imagen del hombre que lo traiciono en Creta cuando aun eran unos muchachos, al que trataba de conciliar con el hermano que por muchos años estuvo a su lado, protegiéndolo del peligro que significaba su maldicion y ser hijo del emperador, sin encontrar ningún parecido más allá de su físico, ni siquiera la expresión de su rostro era la misma.

 

— Necesito saber algo Minos.

 

El juez de los hilos, se detuvo a una distancia prudente al principio, conocía muy bien a Radamanthys, sabía que se trataba de una bestia acorralada, que trataría de lastimarlo si acaso realizaba un movimiento en falso, eso lo pondría en peligro, su omega estaba debilitado y no deseaba hacerle daño, sólo disfrutar de los placeres que tanto tiempo se le habian negado.

 

— ¿Desde que fuimos niños en Creta, tu deseabas esto?

 

La decepción en su hermano menor era dolorosa, porque parecía no entender que lo estaba protegiendo de cualquier daño realizado en las manos de un alfa, en especial uno que solo le buscaba por el poder que blandía, de qué forma uno de los traicioneros ángeles de afrodita decidió pelear por él en el inframundo.

 

— ¿Por eso me traicionaste?

 

Habían pasado vidas desde la última vez que Radamanthys le había hablado de aquella forma tan personal, él nunca más converso con él ni trataba algún asunto que no fueran las ordenes de su dios Hades, como si hubieran dejado de ser hermanos cuando lo derroco de su puesto en el trono de Creta.

 

— ¿Por qué tú querías convertirme en tu omega?

 

Minos dio un paso en dirección de su hermano menor, quien parecía aun dolido por su jugarreta, recordando aquel día, lo hermoso que pudo haber sido de no haberse marchado de su lado.

 

— ¿Por qué el exilio entonces?

 

Aquello recibió una sonora risa de Minos, su hermano seguía insistiendo en que lo desterró de su amada tierra natal cuando eso era lo menos que deseaba, cuando espero ese día preparando una fastuosa vivienda para ellos, la que después de algunos siglos llamaron el laberinto del supuesto Minotauro, un lugar hermoso en donde podrían criar a una familia, en donde su omega no podría salir nunca, así los alfas no podrían acercársele y hacerle daño.

 

En donde comenzo a buscar remplazos que aliviaran su dolor, encontrandolos como una simple sombra de lo que en verdad anelaba, lo que necesitaba para que pudiera sentirse completo.

 

— Yo había preparado todo para nuestra gran noche, pero los estúpidos omegas que mande a que te escoltaran a nuestras habitaciones nupciales, a mi laberinto, te dejaron ir cuando debían esperar pacientes por mi regreso…

 

Radamanthys de pronto revivió ese día perplejo, jadeando al entender la razón de que su celda no fuera una mazmorra sino una lujosa habitación que competía en belleza con los campos elíseos, estremeciéndose de tan solo pensar lo que eso significaba, siendo él una persona que se consideraba inflexible.

 

*********************

 

El golpe de estado que organizo su hermano fue brutal, los pocos soldados que le servían con lealtad yacían sin vida en charcos de sangre, el toro blanco regalo del dios Poseidón había sido sacrificado en la mañana con los preparativos que una deidad como esa exigían como pago.

 

Y Radamanthys escucho durante días que Minos estaba organizando algo grande, muchos decian en su contra, que había implorado al dios Poseidón por la fuerza necesaria para realizar los actos que llevaron a su derrota, pero aun así, el deseaba creer que no lo atacaría, que no traicionaría su lealtad ni su afecto por algo tan insignificante como el trono de Creta, el que comenzaba a ver como una pesada carga que no disfrutaba en lo absoluto, dispuesto a abdicar para que su hermano mayor, el que era más paciente, realizara su deber para la gente de su gran nación.

 

Pero con un dolor casi infinito se dio cuenta que tan solo fue un estúpido, porque de pronto se vio rodeado por una docena de soldados armados con lanzas y escudos, las mismas armas que se usaban en una guerra, Radamanthys al verlos supuso que su hermano deseaba el trono, pero el traidor era tan cobarde que no se atrevería a matarlo frente a frente, o que de alguna forma llegaría a sentirse culpable por su engaño.

 

Los soldados lo rodearon sin decir palabra, ellos estaban acompañados de dos muchachos demasiado jóvenes para ser ciudadanos, quienes le observaron de pies a cabeza con cierta sorpresa, tal vez no creían que fuera el emperador omega o creían que su apariencia sería idéntica a la suya, suponiendo que aquellos efebos fueran como él, omegas.

 

— ¿Van a ejecutarme?

 

Pregunto al mismo tiempo que los soldados leales a Minos lo rodeaban colocando una espada debajo de su barbilla, uno de ellos, un soldado de cabello largo de color dorado casi como el suyo, le indico que se moviera sin decir una sola palabra.

 

— Debe acompañarnos, será lo mejor…

 

Susurraron los muchachos, guiándolo a la fastuosa mansión que su hermano se hizo construir a las afueras de su ciudad, transportándolo en un carruaje tirado por dos caballos poderosos de color blanco, siendo escoltado por los emisarios de Minos así como sus soldados, quienes no le dijeron nada más.

 

Abandonándolo en una habitación con vista al hermoso paisaje de su antigua ciudad, en el cual había una cama fastuosa, varios muebles, comida a montones, vino y pájaros de plumajes blancos, el color favorito de su hermano mayor.

 

— Les pregunte si iban a ejecutarme.

 

Los muchachos no dijeron nada más, dejándolo solo en aquella habitación, en donde sintió el comienzo de su padecimiento, recargándose contra la puerta de madera que seguramente estaba custodiada por los mismos soldados que lo transportaron con tanta cortesía a su celda.

 

Radamanthys en ese momento respiro hondo, caminando en dirección de una jarra de agua cristalina que se vació en la cabeza, tratando de enfriar su cuerpo, recostándose poco después en la cama, en donde comenzaría la peor noche de su vida sino hubiera recibido ayuda de uno de los soldados de aquella ciudadela.

 

Hasta que a media noche la puerta de su cuarto se abrió y una sombra de largo cabello ingreso en su habitación, cuyo rostro no pudo ver por culpa de la oscuridad, le hizo unas cuantas señales para que se acercara a esa ilusión o esa criatura que por alguna razón le parecía etérea.

 

— Debes irte de aquí.

 

Radamanthys dio un salto de su cama, caminando con demasiada incomodidad, su ropa empapada en sudor, su aroma impregnando esa habitación oscura, en donde no sabía que Minos esperaba desflorarlo, hacerlo suyo por primera vez, aunque su pequeño hermano ya había tenido un amante del cual nunca dijo nada a nadie.

 

— ¿Quién?

 

Trato de preguntar pero el intruso lo empujo, llevándolo de prisa por una serie de pasadizos, sosteniéndolo de la mano para que corrieran en la oscuridad, hasta que llegaron a las caballerizas en donde un semental que parecía blanco, un percherón inmenso con adornos de oro en la crin, lo estaba esperando.

 

— Monte, y váyase de aquí emperador Radamanthys.

 

*********************

 

Radamanthys no supo que decir, pero escucho el consejo de aquel joven que casi le alcanzaba en estatura o tal vez era aun más alto, cuyo cabello largo ocultaba perfectamente su rostro con ayuda de las sombras, quien no era ninguno de aquellos efebos, pero no dijo nada, escuchando la demencia de Minos, dándose cuenta de lo estúpido que había sido al confiar en él.

 

— Y tú escapaste creyendo que te había derrocado para mandarte lejos de Creta, cuando de haber logrado mi deseo, tú jamás me hubieras abandonado.

 

Radamanthys negó aquello con un movimiento de la cabeza, apretando los puños con demasiado fuerza, tanta que corto las palmas de sus manos con ellas, de las cuales comenzó a brotar sangre roja, aquel día era aun peor de lo que lo recordaba.

 

— Sólo de imaginar los placeres que hubiéramos probado juntos en el tálamo de los amantes de no haber sido burlado por el dios Poseidón, dándome esa bestia blanca pero no lo que yo deseaba, me estremezco.

 

La sonrisa de Minos de nuevo era cruel con un dejo de locura, la misma clase de mueca que utilizaba durante la guerra santa, cuando descuartizaba  a sus enemigos con sus hilos, los que de pronto quisieron atraparlo, rodeándolo como si se tratase de unas manos gigantes, de las cuales pudo escapar volando, usando su cosmos, que aunque disminuido era suficiente para mantenerse alejado de su propio hermano.

 

—Tú y yo seriamos como Zeus y Hera, habríamos tenido hijos hermosos… tendremos hijos hermosos, tan fuertes como cualquiera de los héroes del pasado.

 

De pronto los hilos le rodearon apretando su cuerpo con fuerza, cortando partes de su armadura y de su piel, provocando que se precipitara contra el suelo, cayendo amarrado en el puente que atravesó Minos con demasiada lentitud.

 

— Pero tú me traicionaste, te fuiste sin siquiera mirar atrás, pensando que yo… tu querido hermano mayor, el único que se preocupa por ti, tu alfa, el verdadero y no esa inmunda avecilla, se atrevería a lastimarte.

 

Minos obligo a Radamanthys a levantarse con demasiada lentitud, llevando su mano derecha a su mejilla, acariciándolo con esta, relamiéndose los labios al notar su enojo, así como su sorpresa.

 

— Ha pasado tanto tiempo, he esperado por tantas vidas que se que cuando por fin te tenga en mis brazos, cuando te muestre los placeres que tengo preparados para ti, podre decir que conocí el paraíso.

 

Al verlo hincado delante de su cuerpo, a merced de los hilos recordó su pasado, los sacrificios que realizo al dios Poseidón, implorándole que respondiera a su llamado, que le entregara a su omega, a cambio, el se bañaría con la sangre de lo primero que saliera de sus aguas, ya fuera una sirena o una bestia mitológica, todo fuera por tener a su querido hermano menor bajo su cuidado.

 

*********************

 

— Lo que me estas pidiendo es un acto en contra de los dioses, el incesto es una traición a Zeus, el que gobierna los cielos y la tierra.

 

Minos lo sabía pero no le interesaba, el quería a su omega en sus brazos, de lo contrario la diosa Hera no lo habría puesto en su misma familia, no se lo hubiera presentado en la forma en que lo hizo, en el templo de la diosa del amor, dándole la fuerza y las herramientas para cuidarlo, si acaso su padre hubiera actuado de una manera justa.

 

— Por eso imploro al dios del mar, para que tú me concedas la fuerza que necesito para derrocar a mi querido hermano, para mostrarle los placeres que se merece y darle mi protección.

 

El silencio que provino del dios de las tempestades, del mar y de todos sus moradores le hizo pensar que no cumplirían su petición, sin embargo, de pronto, un toro de un blanco inmaculado salió del agua, era el sacrificio que Poseidón le pedía para cumplir su deseo, tener el poder para derrocar a Radamanthys, atarlo a su voluntad, encadenarlo a su cama.

 

— Destruye a esta criatura y yo te daré el poder para desposar a tu hermano, Emperador Minos de Creta.

 

*********************

 

Su esposa, Pasífae le suplico que no lo destruyera, pues aquella criatura era divina, mucho más hermosa que todo lo que alguna vez había visto, con ella podrían poseer rebaños como los de ningún otro mortal, aun así, Minos decidió cortar la garganta de su regalo al dios del mar, así podría yacer con su omega sin que su esposa pudiera decir nada.

 

— Poseidón me engaño, me dio el poder por el cual implore, pero no aquello que deseaba mi querido hermano, sin embargo, ahora ya no hay nada que me detenga en mi anhelo, del cual debes responsabilizarte.

 

Pronuncio, antes de besar sus labios con hambre, sintiendo la lucha encarnizada de su hermano por liberarse, escuchando como se rompían algunos hilos, que eran remplazados con rapidez, doce por cada uno que se rompiera.

 

— Porque si me he convertido en un pecador, es solamente culpa tuya, mi querido hermano menor.

 

Radamanthys gruño al sentir los labios demandantes de Minos en su boca, mordiéndola con fuerza suficiente para que se alejara por unos instantes, apretando los dientes, limpiando la sangre antes de escuchar como sus hilos cedían ante la fuerza del menor, quien inmediatamente lo ataco, golpeando su rostro y después propinándole una patada en el costado que lo lanzo fuera del puente, esperando que el viento que asolaba esa zona del inframundo lo descuartizara.

 

— ¡Alguien como tú no puede hacer nada más que darme asco!

 

Pronuncio Radamanthys elevándose en el aire, convocando su arma, la lanza dorada que usaba como una espada de energía, una lanza poderosa que cortaba cualquier superficie, cualquier armadura.

 

— ¿Me culpas por tu pecado?

 

Minos logro regresar al puente, esquivando apenas el siguiente golpe de Radamanthys, maldiciendo en voz baja el don que su dios le había otorgado, aquel que lo hacía casi inmune al dolor.

 

— ¿Por tu depravación?

 

Radamanthys aterrizo junto a él, propinándole un rodillazo en la espalda para después tratar de cortarlo con sus garras, movimiento que Minos esquivo usando sus hilos, aventando a su hermano en contra de la pared del castillo de Hades, pero no choco contra ella, en su lugar, uso la distancia para volar en picada en su contra, apretando los dientes, usando esa expresión de furia incontrolable que lo excitaba tanto, aquella que le hacía dudar si en realidad era un Wyvern.

 

— ¡Haré que te arrepientas por haberme traicionado, por pensar siquiera en lastimar a mi alfa y sobre todo, por subestimarme!

 

***32***

 

Sage les había advertido todo lo que necesitaban saber para estar seguros, esperando que nunca pasaran por lo que muchos omegas tenían que sufrir, pero el sabio patriarca no pudo adivinar que Aspros traicionaría al santuario para poseer a su alumno, que Shion mentiría por alguna razón que no alcanzaba a comprender aun y que él sería secuestrado por un espectro que se decía ser su alfa, el que lo había dejado solo, quien decía siempre había estado a su lado.

 

Cid cerro los ojos perdiendo el conocimiento, de nuevo dormía en la cama que Oneiros había utilizado como una cómoda jaula de oro, en donde sus sueños le hacían imaginarse a si mismo en un tálamo, con una túnica blanca que le llegaba  a los muslos.

 

*********************

 

Una extraña pieza de vestir, acompañada de joyería cubierta de hermosas piedras, su cabello era largo peinado en una trenza y aun tenía ambas manos, lo sabía porque unas esposas de oro colgaban de ellas.

 

El paisaje no era ese extraño mundo de nubes surcadas por relámpagos, sino un cielo soleado que iluminaba esa habitación de paredes de mármol, cuyo silencio era interrumpido por las aves que cantaban fuera de su celda y por el sonido del mar cuando chocaba contra la costa.

 

De pronto escucho los pasos del dios del sueño a sus espaldas y en vez de alejarse, se mantuvo quieto en aquel sitio, sentado en una cama de sabanas carmesís, sus ojos fijos en sus manos esposadas, las que estaban sujetas a la cabecera del tálamo que ya había presenciado con anterioridad sus encuentros de pasión.

 

El dios del sueño al verle sonrió, sentándose a su lado para comenzar a tirar de los lienzos que conformaban su túnica, desvistiéndolo con demasiada lentitud, relamiéndose los labios cuando desvió la mirada, sin pelear con el ni moverse siquiera.

 

— Quien te haya dicho eso es un mentiroso, tu creas el vinculo con tu alfa, a quien tu deseas a tu lado, pero las leyes atenienses le dan libertad a monstruos como Aquiles para que tengan lo que desean, a cambio, ellos siempre pelearan por su diosa que es  benevolente solo con los alfas.

 

Las palabras de Oneiros calaron en lo más profundo de su alma, Sisyphus le rechazo, en cambio Aspros tomaría a su amigo para su diversión y Hakurei no haría nada por evitarlo, se preguntaba si lo darían por muerto, o si acaso lo buscarían, ya que al tratarse de un omega, creía que no era tan valioso en una guerra.

 

Sólo les usaban como yeguas de cría, para sus aliados no eran nada más y eso le hacía preguntarse si quizá, de ser verdad las palabras de Sage, si en verdad era Sisyphus su alfa acaso no debió rodearlo con sus brazos, acariciarlo con sus manos delicadas, tratar de fundirse con su cuerpo.

 

— Pero es cierto lo que insinúas, en el inframundo los omegas son escasos, los únicos que lo moran son criaturas desagradables, uno opta por un alfa débil, la otra por un juez consagrado al dios Hades.

 

Le explico alejándose un poco para poder admirar su cuerpo desnudo en su cama, relamiéndose los labios al encontrarlo tan hermoso encadenado a ella aunque solo fuera un sueño, un recuerdo de otra vida, dispuesto como un banquete.

 

—  Dos omegas que han decidido entregarse al dolor, como tú que añoras a ese arquero que no te ama, que ni siquiera te desea.

 

Oneiros entonces volvió a acercarse a él, recorriendo sus piernas con delicadeza, escuchando un gemido y un estremecimiento de su dulce espada, la que trato de separarse de sus manos, pero no pudo moverse, porque para ese momento su amado ya se había acostumbrado a su cuerpo, a su cosmos y ya lo deseaba a su lado, aquella fue una hermosa existencia, se dijo el dios del sueño recorriendo la cadera de su espada con delicadeza.

 

— En cambio yo adorare tu cuerpo, te brindare placeres con los cuales solo has soñado, porque debo decirte un secreto, es a mí a quien sueñas como en este momento, soy yo quien te ha dado ese placer, nadie más que tu dios.

 

Oneiros beso su cuello con delicadeza, recorriendo sus muslos con lentitud hacia sus caderas, acercando su rostro al suyo para besarlo con fuerza, escuchando un gemido de su espada que se retorció ligeramente, pero no intento escapar.

 

— Eso es una mentira.

 

Cid estaba desesperado al sentir las manos de Oneiros en su cuerpo, casi estaba sentado sobre él, su rostro a centímetros del suyo, sus ojos fijos en los suyos, su boca entreabierta, con la expresión que siempre soñó tendría Sisyphus al verlo, no un espectro, nunca ese dios menor.

 

— ¿Eso crees?

 

Pregunto rosando su erección, riéndose al ver su estremecimiento, besando su cuello con delicadeza, como si temiera que de un momento a otro desaparecería o su cosmos volvería a brillar con fuerza.

 

— ¡Tu solo me provocas nauseas!

 

Oneiros se rio entre dientes al escuchar esas palabras, obligándose a recostarse en la cama, pero en realidad no lo forzó, simplemente lo llevo a su tálamo con delicadeza para continuar con sus caricias, recorriendo su humedad con dos dedos, escuchando un suave gemido junto a un estremecimiento de su omega, que apretó los dientes, cerrando los ojos, sus mejillas pintándose de un hermoso color rojizo.

 

— Entonces porque gimes cuando yo te toco, porque me bañaste con tu semilla cuando te visite la primera noche de tu celo, cuando ese cachorro de león guardaba la puerta de tu templo creyendo que así estarías seguro.

 

Le explico Oneiros aun delineando el tesoro entre sus piernas, la hendidura por donde podría acceder a su cuerpo, ser uno con él, sintiendo como las piernas de su omega se apretaban, intentando de esa forma cerrarle el paso, pero ya era tarde, nada le detendría de apoderarse de su amado, al menos en uno de sus sueños, los que nunca recordaba para su mala fortuna.

 

— ¿Regulus?

 

Oneiros asintió ingresando entonces dos dedos en su cuerpo, escuchando el gemido de su omega con deleite, lamiendo la sangre de sus labios cuando trato de silenciarse, sus ojos cerrados cuando su cuerpo era conquistado con lentitud, hundiéndose de a poco cada vez.

 

— Así que ese es el nombre de ese alfa que intenta ganarse tu cama con su dedicación, cuando esta me pertenece a mí, Oneiros, tu dios.

 

Pronuncio Oneiros tratando de ensuciar las intenciones de Regulus, torciendo sus dedos en busca de su próstata, notando la humedad de su cuerpo, la cual servía como un lubricante, excitándolo con su aroma, con lo apretado de su cuerpo.

 

La mirada cargada de odio disfrazando el deseo que en verdad sentía por él, diciéndose que a pesar de tener que contentarse con un sueño infligido por su cosmos, debía contentarse con que ya no tendría porque perderlo, la muerte no se lo arrebataría, nadie más podría tocarlo y él siempre lo mantendría seguro.

 

— ¿Crees que puedes negar que me deseas?

 

Le pregunto separando sus dedos de su cuerpo volteándolo de pronto para abrirlo para él, levantando sus caderas con ambas manos, Cid abrió los ojos antes de sentir la lengua de Oneiros recorrerle, gimiendo cuando de nueva cuenta el espectro empezó a tocarlo en esa parte, en su intimidad, un sitio que estaba deparado para su amado arquero, no para ese dios cuya lengua lo probaba.

 

Cid al principio trato de separarse, tratando de silenciar sus gemidos, moviendo sus caderas pero el dios era demasiado fuerte, estaba usando su cosmos para mantenerlo quieto, introduciendo su lengua brindándole placer al mismo tiempo que sus dedos se hundían en su piel pálida, dejando marcas rojizas que serian visibles por mucho tiempo.

 

Escuchando lentamente como su voz le traicionaba junto a su cuerpo que se bañaba de sudor, pequeñas gotitas recorriendo sus músculos, el placer era demasiado para comprenderlo, tal vez porque llevaba demasiados celos sin sentir las caricias de un amante, jamás lo había hecho, él era inmaculado hasta ese momento o porque en ese momento, la persona que fue en el pasado ya se había acostumbrado a su dios, ya comenzaba a desearlo a su lado.

 

Oneiros lo sabía y disfrutaba del poder que tenía sobre su cuerpo, cambiando su lengua por sus dedos en un movimiento de tijeras, apretando sus próstata con fuerza, escuchando mas gemidos de su espada, que trataba de soltarse, mordiendo su labio para no gemir su placer, cerrando los ojos, tratando de pensar en algo más pero era inútil, los dedos del dios sabían exactamente como llevarlo al paraíso.

 

Cid no suplicaría, no le diría que se detuviera, pero aun así trataba de imaginarse a su arquero en su lugar pero era imposible, Oneiros besaba su cuello, mordía su hombro, al mismo tiempo que otro dedo hacia su aparición, invadiendo su cuerpo al igual que lo haría un ejército enemigo una vez que la puerta fue derribada.

 

— Gime para mi, mi omega, no quiero que te guardes tu placer.

 

Cid negó aquello con un movimiento de su cabeza sintiendo con horror que otro dedo se abría paso en su cuerpo, que la mano que hasta el momento estaba firme en su cadera viajaba a su sexo, rodeándolo, aumentando su placer.

 

— Oneiros…

 

Susurro entonces cuando Oneiros mordió su cuello por la espalda, como si se tratase de un gato, obligándolo a pronunciar mas gemidos, deleitándose en ellos mientras que él se decía que eso no debería ser así, que su alfa era su arquero, que sólo el tenia derecho a tocarlo.

 

Deseando como nunca antes que al ver que se trataba de un omega, su omega, se hubiera abalanzado sobre su cuerpo como lo hacia este dios del sueño, el que seguía brindándole placer cuando su mente le pedía que se detuviera.

 

— Ese orgullo me fascina, esa fuerza…

 

Oneiros al ver que Cid ya estaba listo para recibirlo, que lo estaba desde el inicio de su celo volvió a voltearlo abriéndolo de piernas, relamiéndose los labios cuando vio la expresión de deseo, miedo y expectación de su omega al ver su sexo palpitante, deseoso de ser uno con su amada espada.

 

— Todo tu me vuelves loco mi amada espada, mi omega…

 

Susurro besando sus labios de nuevo, obligándolo a rodear su cintura con ambas piernas, todo ese tiempo encadenado a su cama, sin darle oportunidad alguna para separarse de su cuerpo, ni poder evitar que su sexo pudiera hundirse en su carne, virgen o no, dependiendo cual de las dos encarnaciones era la que recibía aquellas caricias, siendo la del pasado aquella que lo hizo, pero su presente la mente consciente en ese momento que terminaría por perderse.

 

— No te querría de otra forma, mi dulce omega.

 

Cid al ver que Oneiros llevaba su sexo a su cuerpo, que lo sostenía de las caderas apretó los dientes cerrando los ojos, pidiéndole a todos los dioses que eso fuera una pesadilla, que despertara en su cama después de otra dolorosa noche de malos sueños.

 

Oneiros al ver que cerraba los ojos sólo continuo con los embistes de su cadera hundiendo cada vez un poco más, ingresando en ese hermoso cuerpo, jadeando cuando ese calor le rodeo.

 

Deleitándose con los gemidos de Cid, quien seguía tratando de fingir que eso no estaba pasando hasta que de pronto, con un último embiste, ingreso por completo en su cuerpo con un jadeo gutural, cerrando los ojos al recordar el placer de ser uno con su omega.

 

De cuyos ojos comenzaban a brotar lágrimas como pequeñas cuentas brillantes, elixir salado que bebió con su lengua, sosteniendo sus caderas con ambas manos para iniciar la más vieja de las danzas, buscando el ángulo adecuado para que sintiera el mismo placer que él al hundirse en su calor, en la humedad de su cuerpo.

 

— Mi espada, mi omega… al fin somos uno.

 

Oneiros empezó a moverse con sus ojos fijos en el rostro de Cid, el cual de pronto al encontrar el ángulo adecuado cambio por algunos segundos, de dolor  a placer para ser de nuevo una máscara fría, pero no importaba eso, porque de nuevo ataco ese punto al saber que era su próstata.

 

— Al fin te encuentras con tu alfa, tu dios, tu amo.

 

Susurro empujando una y otra vez, recibiendo gemidos de los labios magullados de Cid, quien sólo se limitaba a sentir el placer que ese dios le brindaba, su sexo golpeando su próstata, el calor de su cuerpo incrementándose, deseoso de conocer a su alfa, suplicándole a los dioses que no se derramara en su interior, que ese dios no deseara embarazarlo.

 

— Eres tan hermoso…

 

Esas eran las palabras que Sisyphus debía decirle, no este espectro, pero aun así su alfa no lo deseaba, no lo amaba, sólo este monstruo que se movía sobre él, arrebatándole un poco de su alma cada ocasión, que mordía su piel, que encajaba sus dedos en sus caderas, pero aun así su cuerpo lo traicionaba, su maldición presentándose con mayor fuerza cada vez.

 

De pronto su sexo que era rodeado por la mano de Oneiros por fin en un estallido que nublo su vista de momento se derramo en su mano, manchándolos con su semen, haciendo que sus ojos se posaran en los del dios del sueño, quien parecía estaba a punto de alcanzar el clímax.

 

— No…

 

Susurro esta vez, tratando de retorcerse pero su cuerpo no le obedecía, Oneiros mucho menos, porque con un último golpe, una última estocada se vació en su cuerpo, jadeando su placer cuando su orgasmo vino con fuerza, arqueando su espalda, cerrando los ojos escuchando su pequeña suplica.

 

— No…

 

Pero era tarde, su semilla lo había inundado y el dios del sueño, al ver que Cid apenas comenzaba a recuperarse de su orgasmo se alejo de su cuerpo, recostándose a su lado, llevando su frente a la suya.

 

— Mi hermosa espada… mi omega…

 

*********************

 

Repentinamente Cid despertó de pronto, bañado en sudor, temblando, jadeando al sentir el frio de aquel templo, al notar que era solo un sueño, una pesadilla, el dios que decía ser su alfa no había regresado, no lo había poseído, pero no se engañaría, solo era cuestión de tiempo para que intentara domesticarlo, hacerlo suyo y no podría detenerlo.

 

***33***

 

— ¿Por qué?

 

Pregunto Albafica dándole la espalda a la barrera de energía, sin entender porque Shion odiaba tanto a su compañero, que había pasado para que su buen amigo, el gentil alumno de Hakurei se comportara como lo hacía.

 

***

 

Hola, perdón por la tardanza, pero les juro que esta historia no sera abandonada pero el trabajo no me ha dejado actualizar, en fin, espero que este capitulo les haya gustado y hasta el momento las parejas originales van ganando, con dos excepciones, Oneiros y Aspros, aunque Minos tiene varios votos a su favor, junto a Regulus.

 

Les tengo las mismas preguntas de antes, las que estoy tomando en cuenta para los sucesos que vienen, pero debo decirles que por el momento, todos tienen las mismas posibilidades de vencer.

 

Así que...

 

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Cuantos de ustedes desearían que hubiera dos capítulos por semana en vez de uno?

 

E intentare actualizar dos veces por semana, una el lunes, otra el jueves, dependiendo de la recepción que siga teniendo la historia.

 

Y en festejo por haber publicado el capitulo 30, escribiré un capitulo especial dedicado a una sola pareja... ¿pero cual quieren que sea?

 

Ya que las opciones pasan a dos:

 

Aspros/Manigoldo o Sisyphus/Cid y este capitulo lo decidirá.

 

Como saben, sus comentarios me animan a seguir escribiendo.

 

Muchas gracias, nos vemos el próximo capitulo.


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