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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***51***

Zelos, el desagradable espectro de la rana, una criatura que era tan fea por dentro como lo era por fuera, que gustaba de burlarse de los poderosos cuando caían, pero fingía respetarlos cuando aún ostentaban poder, estaba complacido de sobre manera al escuchar las noticias que se iban confirmando por el todo el inframundo.

El propio Cheshire las había confirmado después de que los espectros que servían bajo el azote de los hilos de Minos, comandados por Lune en persona se encargaron de proclamar la noticia que le parecía tan divertida como para pronunciarlo en voz alta, fanfarronear un poco de la caída del poderoso dragón que de no ser por Minos habría sido suyo, un omega, poco agraciado, pero un omega al fin y al cabo.

No cualquier omega, sino Radamanthys en persona, el perro guardián de la dama Pandora, cuya belleza solo era superada por sus venganzas, sin embargo, Minos había sido claro, quien se atreviera a mirar siquiera a su “hermano menor” se las vería con él y nadie quería hacer enojar al titiritero, ni siquiera llamar su atención.

— Cuando Valentine o Radamanthys escuchen tus palabras desearas haber muerto.

Le advirtió uno de sus colegas, quien si bien respetaba a Radamanthys, al saber que se trataba de un omega pensaba que no era digno de un espectro servirle a uno de los hijos de la diosa Hera.

Ese espectro solamente servía como un chaperón para la hermana del dios Hades, de esa forma su virginidad estaba intacta, porque sabían que los omegas masculinos siempre eran sumisos de sus alfas.

Lo extraño en aquella situación era que Radamanthys, el Wyvern, se trataba de un omega poco agraciado, demasiado grande y demasiado fiero, que compartía el lecho con su mayordomo, el espectro de la arpía, quien tenía la suerte de ser uno de sus más cercanos soldados, seguramente porque ese alfa se dedicaba a lamer los zapatos del segundo juez del inframundo.

— Qué más da lo que ellos piensen, ellos ya no importan, sólo Minos y sus órdenes, aunque habría sido divertido poseer a ese omega tan poco agraciado.

El que se había quejado de tener que servirle a un omega estaba a punto de preguntarle si él podía hablar acerca de la belleza de cualquier persona, tomando en cuenta que Zelos era un espectro que más que humano parecía una rana, en realidad se movía como una.

— ¡Miserable gusano traidor¡ ¿Cómo te atreves a insultar a nuestro señor Radamanthys? ¡Cuando tu como uno de sus soldados deberías sentirte asqueado por la afrenta que hemos recibido!

Aquel no era el espectro de la arpía, pero si del basilisco, quien se acercó a la rana a punto de darle un escarmiento, pero se detuvo cuando otro de los espectros, uno un poco más grande bufo, como si creyera que el insulto lo habían recibido por ellos al recibir las ordenes de un omega.

— Nosotros somos betas, somos superiores a los omegas y tu Sylphid seguramente eres un alfa, por lo que no debemos humillarnos a nosotros mismos ni a los dioses al servirle a un omega.

El basilisco apretó los dientes, deseaba saber quiénes pensaban de aquella forma, cuales espectros estaban hablando de darle la espalda a su señor y comenzar a servirle a Minos, creyendo que así, serían recompensados o que el castigo del grifo no los alcanzaría.

— ¿Quienes piensan de esa forma?

Pregunto avanzando en dirección de los espectros, quienes comenzaron a discutir entre ambos, sobresaliendo como los traidores aquellos que no eran tan fuertes, como lo era el mismo Zelos.

— ¿Quienes le darán la espalda a Radamanthys?

El basilisco había escuchado los rumores, los que Cheshire y Lune, junto a varios más estaban propagando, parecía que se trataba de la mitad de los soldados de Radamanthys quienes apoyaban esa dolorosa humillación, los que encontraban como un insulto personal que un omega los comandara, no solo eso, que ese omega en particular fuera mucho más poderoso que ellos, que eran betas.

— Veamos quienes piensan que tienen al poder para someter a mi amado señor, que dejare que lo insulten ahora que esa perra ha traicionado su confianza.

De pronto Valentine, quien seguía buscando a su amado señor avanzo con lentitud, sabía que muchos espectros le darían la espalda y que muchos otros querrían someterlo si no le tuvieran tanto miedo a Minos.

Lo que no supuso fue que también decidieran ignorar su poder, creer que podrían insultarlo o lastimarlo cuando estaba debilitado sin que él hiciera cualquier cosa por defenderlo, que simplemente le daría la espalda.

— Repitan los insultos que han vociferado en su contra.

Valentine no se había molestado en escuchar los rumores que los espectros de Lune habían propagado, porque de hacerlo su creciente furia le haría cometer errores, pero escuchar una pequeña parte de lo pronunciado por soldados que debían servir a su señor, que le seguirían al fin del mundo hasta que supieron se trataba de un omega le hizo detenerse.

Sylphid le veía perplejo, siendo el basilisco el otro espectro que conocía su secreto, quien lo había guardado celosamente, suponiendo que eso era lo mejor, su lealtad por Radamanthys se debía al agradecimiento que sentía por él, por la libertad que obtenía de su señor, la paz que sabía que de servirle a otro amo no existiría.

— ¡Los reto a eso!

El basilisco trato de posar una de sus manos en su brazo, pero Valentine dio un paso más, su atención fija en la rana, quien parecía ya no tenerles miedo, seguro de su victoria.

— ¡Tú no eres un espectro, eres uno de los ángeles de la diosa afrodita, un intruso en el inframundo!

Valentine no dijo nada, el Basilisco esperaba su violenta respuesta, se atrevía a sonreír pensando en lo que pasaría con la odiosa rana, una criatura desagradable que estaba presumiendo las ordenes de Pandora como si se tratase de un idiota.

— ¡Tú ya ni siquiera cuentas, pronto morirás y ese omega tendrá un alfa que logre mostrarle su lugar, que le haga gemir como el animal en celo que es!

El Basilisco esperaba que sus compañeros de armas más cercanos respetaran a Radamanthys por lo que era, ya que no deseaba pelear en contra suya, ni usarlos como ejemplo de lo que le pasaría a los soldados de Minos, o al propio grifo una vez que su amigo, Valentine, decidiera vengarse por las ofensas recibidas de quienes debían ser sus aliados.

— Los espectros de Minos han pronunciado esas horribles palabras por miedo, pero tú Zelos, simplemente lo haces para sentirte superior, pero nadie es mejor que mi amado señor y yo mismo te lo haré pagar.

El Basilisco desvió la mirada cuando Valentine comenzó con su venganza, los espectros que veían aquella escena tragaron saliva, algunos otros que se atrevieron a cuestionar el poder de Radamanthys comenzaron a temblar, pero solo Zelos recibió su ira.

Un escarmiento que esperaba se escuchara en todo el inframundo, un mensaje para Minos de lo que pasaría si se atrevía a tocar a su omega, pero por si los miserables traidores no hablaban, abandonaría los restos del cuerpo de Zelos en el Fleguetonte, el mensaje era claro.

Sangre y Fuego.

— Ya no prenunciara más odiosas mentiras.

Susurro, escuchando unos pasos a su espalda, el Basilisco le había seguido y no estaba para nada asustado por lo que había presenciado, en realidad, creía que ese castigo era lo que Zelos o cualquier otro se merecía por pensar en lastimar a su señor.

— Minos le envió una carta, cree que solo soy un mayordomo y un cobarde, que le daré la espalda a mi amado señor para que pueda romperlo.

El basilisco asintió, Cheshire estaba encontrando ese desagradable incidente demasiado divertido, hablando a las espaldas de Radamanthys, riéndose por la posibilidad de que lo entregaran a Minos o a cualquier otro, como el gusano o el escarabajo.

— ¿Que haremos?

Pregunto de pronto, su lealtad era de Radamanthys, no de su señor Hades, quien le había dado una razón para vivir era el segundo juez, uno de los pocos seres que habían soportado el veneno que vagaba en su cuerpo, que había descubierto su secreto y guardado absoluto silencio.

— Tu no harás nada Sylphid, es a mí a quien corresponde proteger a mi señor Radamanthys, a nadie más.

Sylphid asintió, pero aun así no le gustaba sentirse como un observador, después de todo había presenciado el milagro del amor en sus dos superiores, Radamanthys y Valentine, quienes eran perfectos el uno con el otro, se amaban tanto que a veces deseaba tener un poco de ese afecto para él, no de ellos, sino de cualquier otro, conocer a quien pudiera ofrecerle su cariño y recibir el suyo a cambio, en el supuesto de que resistiera su veneno.

— Radamanthys ha hecho lo posible por esconder a los omegas del inframundo, pero ahora que él ha sido sometido a una orden tan injusta que pasara con ellos, perderán la esperanza de ser libres de las cacerías, del dolor, que hay de Violate...

Valentine se dio la media vuelta, sabía quiénes eran los omegas del inframundo, a quienes Radamanthys había ocultado muy bien, seguro de que tarde o temprano las guerras santas, algunas veces sus derrotas, les entregarían en manos de sus enemigos.

El santuario después de todo, el que era comandado por la diosa de la sabiduría, hija favorita de Zeus, había sido el culpable de escribir con sangre, fuego y dolor las reglas que hacían pagar a los omegas los resultados de las guerras o las alianzas de antaño.

— ¿Qué hay de ti?

Le pregunto con calma, logrando que Sylphid retrocediera jadeando, sin creer que Radamanthys le hubiera contado aquella información a su alfa, cuando le prometió no difundirla, mantenerlo seguro en el inframundo, siendo él uno de sus hermanos.

— Mi amado señor no me lo dijo, pero llegue a esa conclusión porque mi omega te deja permanecer en sus habitaciones algunos días al año, la misma fecha en particular, como si fuera un ciclo, tal vez un celo.

Eso era verdad, Radamanthys trataba de esforzarse por mantener seguros a los omegas del inframundo, Violate era la compañera de Aiacos, pero él no tenía pareja dentro del tártaro, lo que significaba que cualquier otro podría atacarlo.

— No hay lugar en que los omegas estén seguros Sylphid, ni siquiera mi omega lo está, sin embargo, tu veneno te protege, a mi amado nada más que yo lo hace.

Las llamas del paisaje eran un espectáculo en sí mismo, como lo que había dejado de Zelos, unos restos colgando de un árbol, un castigo adecuado para un traidor, sin embargo, suponía que aquel mensaje sería ignorado por Minos, quien en su locura seguiría insistiendo en que Radamanthys fuera suyo para que pudiera destruirlo.

— Por eso estas aquí, soportando los insultos de esa bruja, para poder cuidarlo de sí mismo.

Valentine parecía sorprendido al escuchar esas palabras, él no era el único que observaba cosas, que estaba pendiente de su señor, pero no por las razones por las cuales lo hacia su amante, Sylphid lo admiraba, era la clase de guerrero que deseaba ser, el amor que sentía por su arpía era lo que añoraba sentir en algún momento de su vida, tener un compañero, un alfa que pudiera estar a su lado, que lo amara sin restricciones.

— No eres el único que ha visto cosas, últimamente has abandonado tu puesto en demasiadas ocasiones cuando piensas que nuestro señor no se dará cuenta y las he visto, te he visto, pero no he dicho nada a nadie, Radamanthys no se merece lo que le están haciendo.

Sylphid pronuncio tratando de ser tan vago en su información como le fuera posible, seguro que Valentine comprendería su mensaje, lo que había visto y ni siquiera su amado señor sabía, logrando que el alfa de cabello rosa se descolocara un poco, tan grande era su sorpresa que no sabía que decirle.

— Radamanthys tampoco lo sabe, en ocasiones el no desea darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor, el deseo de Minos, el desprecio de Pandora o la indiferencia de Hades, tal vez es mucho más fácil así.

Valentine asintió, Sylphid tenía razón, su amado señor en ciertas ocasiones no comprendía las acciones de sus superiores, como no entendió el deseo en los ojos de Minos, su amado era un guerrero no un filósofo, cuyo honor y nobleza le sedujeron al instante.

— ¿Qué es lo que deseas?

Aquella pregunta llamo la atención de otro espectro que les había seguido en silencio, aprovechando su distracción y los gritos de Zelos, el que observaba esa conversación con detenimiento, seguro que su señor Minos estaría interesado en lo que tuvieran que decir.

— Ofrecerte mi lealtad Valentine, a ti y a Radamanthys.

Lune no podía creer lo que se decía a las espaldas de su señor Hades, como los traidores se aglomeraban bajo la protección de Radamanthys, mucho menos que Sylphid, el basilisco fuera otro omega.

Creía que con el ya eran cuatro los hijos de Hera que moraban en el inframundo, Radamanthys, Kagaho, Violate y ahora Sylphid, tal vez por esa razón su lealtad estaba comprometida, porque se trataban de débiles omegas.

— La cual acepto con gusto.

***52***

Aspros permitió que su conejito fuera a darse un baño, lo necesitaba, después de sus actividades nocturnas debía estar muy cansado, no había sangre en la sabanas, pero eso no le importaba demasiado, aunque se hubiera entregado de alguna forma a esa rosa, su omega ya estaba en donde pertenecía.

Suspirando, pensando que aquel día no podía ser mejor tomo un asiento en la cama que compartirían todas las noches desde aquel glorioso momento hasta el final de sus días, escuchando de pronto que tocaban a su puerta.

Al principio pensó que se trataba de Hakurei, quien los visitaba para darles su bendición, no obstante, quien estaba al otro lado de la puerta no era otro más que Shion, quien parecía sumamente consternado.

— Se ha ido...

Susurro buscando al cangrejo, quien en ese momento se sumergía en el agua caliente de aquella tina, pensando en aquel día en que pensó su alfa era un demente y no le importaban sus deseos, él mismo que lo había mandado a ducharse como si se tratase de una criatura sin mente propia.

Cubriendo su rostro con ambas manos comprendiendo que ese momento había llegado, no que Aspros fuera su alfa, sino aquel día en que se lo entregaran porque él era un omega y no un alfa.

Obligándose a no llorar, aunque de todas formas las traicioneras gotas comenzaron a recorrer su rostro pensando en su maestro, en su amigo y ahora en su alfa, preguntándose por su seguridad, creyendo que tal vez Aspros le habían hecho daño.

Usando la misma postura que utilizo cuando Aspros trato de tomarlo a la fuerza, rodeando sus rodillas preguntándose qué podía hacer, como podría evitar que su amigo, no su amigo, ese alfa pidiera su mano.

De pronto transportándose a ese momento, cuando comprendió quien era su alfa y ahora, su destino era incierto, como el de su maestro, como el de Cid, quien pensaba no pudo morir tan fácil.

********

En ese momento estaba seguro que no le negarían su mano, sin importar lo que sintiera no lo castigarían por ello, Aspros era su alfa y debía acostumbrarse a ello, sin embargo, lo único que agradecía era que ese ladronzuelo aun conservara su collar, de esa forma tal vez podrían tardarse más tiempo en juntarlo con Aspros.

Preguntándose al mismo tiempo porque la diosa pavorreal le odiaba tanto, porque Kardia tenía a ese dulce alfa que adoraba el suelo que pisaba y él, a quien pensaba era su amigo, pero ya no estaba tan seguro.

Un alfa que no quiso escucharlo, que le hizo sentir enfermo y sucio, tanto miedo como en su aldea, en donde tampoco la vida había sido justa con él, seguro que no se trataba más que de un trozo de basura, que no habría otra cosa más que dolor en su destino.

Aunque Sage le dijera que eran parte del universo, que ser un omega se trataba de una bendición, que sería un momento dichoso cuando por fin conociera a su alfa, quien estaría encargado de su seguridad, quien lo amaría y quien le respetaría, porque de eso se trataba su vínculo.

No del sentimiento que le agobio cuando Aspros le toco sin su permiso, él deseaba algo como lo que Kardia tenía, un amor sincero, un alfa que le amara, no solo le deseara y se dejara influenciar por la fiebre del celo.

— Manigoldo...

Susurraron de pronto, Manigoldo se abrazó con mayor fuerza, cubriendo su rostro con sus rodillas, lo único que deseaba era estar sólo, no que ese ladrón se presentara, quien al ver que no le prestaba atención se hinco a su lado, tocando su hombro con delicadeza, tratando de llamar su atención.

— ¡Lárgate!

Le dijo, sin dejar de cubrir su rostro, escuchando el sonido de Albafica moviéndose a su lado para sostener sus muñecas, obligarle a mirarlo a los ojos, mostrando una fuerza que pensó era inaudita para su apariencia.

— ¡Quiero estar solo!

Le grito, desviando la mirada al mismo tiempo que trataba de limpiar sus lágrimas, Manigoldo se veía tan acongojado, tan triste que de poder abrazarlo, rodearle con sus brazos Albafica lo haría, no obstante, era peligroso hacerlo.

— Yo te seguí...

Manigoldo le observo entonces con terror, preguntándose si lo había visto, si de pronto se burlaría de él, si les diría a todos lo que había pasado, pero Albafica, apretando los puños parecía muy enojado.

— Si quieres podemos decirle a Sage, el castigara a Aspros por lo que te ha hecho, de eso estoy seguro.

Manigoldo negó aquella noción, creía que no sería castigado y no deseaba que le dijeran a su maestro que Aspros era su alfa, suponía que lo entregarían a él, lo casarían en cuanto tuvieran sus armaduras o mucho antes.

— ¡No!

Pronuncio de pronto, estaba tan asustado que se abalanzo sobre Albafica, para sostenerlo de las muñecas, esperando que no le dijera a nadie, no quería que lo supieran y le quitaran la posibilidad de tener una armadura, decían que solamente los alfas eran tan fuertes para tener armaduras doradas y él quería enorgullecer a su maestro.

— ¡Sabrán que es mi alfa y no quiero que lo sea!

Albafica no pudo contenerse en ese momento y limpio las lágrimas del rostro de Manigoldo, nunca lo habían visto llorar, siempre estaba alegre, nunca mostraba temor, era ese aquel que amaba, su omega que no se asustaba por nada, ni por su veneno.

— Quería darte tu collar, por eso te seguí.

Le informo, quitándoselo, tratando de que Manigoldo lo viera ahora que por fin tenía su atención, tal vez no podía tocarlo ni jamás entrarían al paraíso por culpa de su veneno, pero aun así, él se dedicaría a proteger a su cangrejo durante los celos.

— Ya no lo quiero, ya no lo necesito.

Albafica frunció el ceño, parecía como si hubiera recibido un golpe físico, pero no era de esa forma, lo que pasaba era que le dolía demasiado que Manigoldo ya no deseara un alfa, porque en ese caso, no lo desearía a él.

— Por favor, míralo...

Susurro, logrando captar la atención de Manigoldo, quien al ver su collar jadeo, no era el mismo de antes, aún estaba presente su calavera, la que asustaba a su madre cuando aún estaban vivos sus padres, pero tenía un ligero cambio, un detalle único que nunca había visto.

— ¿Que le paso?

Pregunto, demasiado sorprendido por esa nueva imagen, las rosas protegiendo a la calavera, las zarzas, los pétalos y las espinas, aquellas que estaba seguro simbolizaban su unión, ya que él se trataba de una rosa, una rosa con espinas afiladas y pétalos venenosos.

— Cuando lo encontré, un ave lo llevaba y murió en el campo de rosas, eso fue unos años antes de que tú llegaras a mí, pero no me reconociste, tal vez el veneno ha cambiado mi aroma o estabas enamorado de Aspros...

Manigoldo recordaba la desesperación de Albafica, como se aferraba a su collar, el que siempre pensó lo quería para conseguir un compañero, no porque pensara que era un alfa, no cualquier alfa, sino el suyo.

— Yo no deseaba perderte, sé que no me veo como un alfa, que no soy lo que tú estabas esperando como un compañero, que ni siquiera podre atenderte durante los celos, pero tu si eres lo que yo deseo... al que yo amo.

Manigoldo no supo que decir al escuchar esas palabras, ese era su primer celo, se suponía que reconocería a su alfa y aun así, durante mucho tiempo pensó que se trataba de Aspros, sin embargo, Albafica portaba su collar, las rosas acompañaban a su calavera.

No solo eso, podía sentir el dolor de Albafica como si fuera suyo, por un momento pensó que algo se encajaba en su pecho, pero no era de esa forma, sino que la rosa estaba desesperada, tratando de ser fuerte y no llorar cuando su omega no parecía reconocerlo.

— Tú me haces sentir normal, me haces sentir vivo, aun la primera vez que me golpeaste, estaba tan contento de verte, de sentirte, de saber que no eras una ilusión que por eso me aferre a nuestro collar, porque no quería que tu eligieras a otro que sin duda sería mucho mejor que yo.

El pequeño cangrejo guardaba silencio, pensando en que decirle, como responder a esa declaración de amor, recorriendo el rostro de Albafica, su nariz, su barbilla, aun su cabello, tratando de comprender lo que se le decía, todo eso sin tocar a su amada rosa, tal vez de haberlo hecho una sensación parecida a un estremecimiento, una descarga eléctrica que se apoderaría de sus sentidos le mostraría que era él con la desesperada necesidad de ser amado de su alfa.

— Sé que es injusto... pero por favor, dame una oportunidad y yo te protegeré, jamás podremos estar juntos, no quiero matarte, pero nunca dejare que vuelvan a lastimarte, Aspros no te tocara de nuevo, no mientras yo viva.

Manigoldo comenzó a reírse, era tan absurdo se dijo, la rosa y el cangrejo, eran como la bella y la bestia, pero él era la bestia, tal vez tenía razón, el veneno de Albafica no le dejaba reconocerlo, pero su cosmos era cálido y la forma en que le hablaba le hacían sentirse hermoso, seguro.

— Tú guárdalo.

Le dijo, dejando el collar en sus manos, tratando de limpiar su rostro de las lágrimas que aún seguían recorriéndolo y aunque le hubiera gustado sentir a su rosa, comprobar que lo que decía era cierto, ni siquiera podía tocarlo, así que seguramente aunque no fuera su alfa, estaba seguro en sus manos.

— Shion dice que eres un omega.

Le informo, tratando de levantarse, sintiendo que Albafica le ayudaba inmediatamente, colocando con demasiado cuidado su mano detrás de su espalda apenas unos segundos, el tiempo suficiente para que sintiera un pequeño hormigueo, demasiado pasajero para distinguirlo, podía ser su lazo que se reavivaba o el veneno.

— Que los omegas deben obedecer a los alfa y que estos deben protegernos...

Albafica también lo había escuchado, una idea bastante absurda, porque no siempre el omega era más débil que su alfa, su padre era por mucho más fuerte que su compañero, Manigoldo era más fuerte, además, suponía que era mejor si los dos usaban sus puños y los dos cuidaban de su amado.

— Ven conmigo, en mi templo estarás seguro...

Le imploro cuando vio que Manigoldo dudaba si debía ir al santuario de los omegas, o a sus habitaciones, o tal vez con su maestro, quien asintió, lo mejor era dormir acompañado.

— No dejare que Aspros se te vuelva a acercar.

********

El baño termino muy pronto, pero nada ganaba escondiéndose en aquella habitación, lo mejor era estar preparado para cuando Aspros quisiera acercarse a él de nuevo.

Manigoldo se limpió la cara, preguntándose qué estaba pasando, porque Albafica no llego a él, si estaba a salvo, seguro de que no le abandonaría a su suerte, se lo había prometido y su alfa nunca le había fallado.

Se vistió con rapidez, no quería darle la oportunidad a Aspros de verlo desnudo y cuando regresara su cosmos, no dejaría que lo tocara de nuevo, así que al salir, tuvo que controlarse al ver que Hakurei estaba sentado en la mesa donde parecía estaba preparado un desayuno abundante, a su lado estaba Shion, con sus brazos detrás de la espalda.

— Manigoldo... Hakurei quiere hablar contigo.

Manigoldo se detuvo en seco, respirando hondo, sus instintos le decían que su alfa estaba en peligro, que por eso estaban esos dos bastardos en ese sitio, aunque tan bien, ese anciano querría darle su bendición, decirle lo afortunado que era después de haber sido sometido por Aspros, quien solo cumplía con su deber.

— ¿Que hacen aquí?

Pregunto, era obvio que había llorado, que estaba visiblemente afectado por su primera noche con su alfa, la cual fue demasiado accidentada, los destrozos que ocasiono Manigoldo en su necedad eran pruebas visibles de aquello para los dos Lemurianos.

— Manigoldo...

Trato de reconfortarlo Aspros, sujetándolo de ambos brazos, sin embargo, Manigoldo se alejó con rapidez, respirando hondo dándole un manotazo, no dejaría que lo tocara, la noche anterior había sido prueba suficiente de su locura, de su desagradable deseo por hacerlo suyo.

— ¡No me toques!

Hakurei suspiro, Shion sonrió de medio lado, parecía complacido por su reacción, haciendo que Manigoldo se preguntara porque le odiaba tanto, que le había hecho para ganarse su rencor.

— Manigoldo, tal vez por el momento aún no estés conforme con dejar de vivir esa mentira, como Albafica tampoco lo estuvo, pero espero que tú seas más fuerte, ya que tu deber es darle hijos sanos al santuario con tu alfa, ese es Aspros.

Manigoldo negó aquello, estaba seguro que Hakurei podía ver las marcas del amor sincero de Aspros, las que no portaba la primera noche que tuvo la oportunidad de amar a su rosa, al menos pensaba tenía el pómulo y su labio hinchados por culpa de las caricias de su alfa impuesto, quien no volvió a acercarse a él, manteniendo su distancia.

— Sin embargo, la traición al santuario, el que abandonen estas tierras sin un permiso del patriarca o una razón de vital importancia, es penado con la muerte, eso lo saben muy bien.

Hakurei llevo entonces sus manos a su barbilla con un gesto que le recordó a su maestro cuando estaba preocupado, tratando de comprender que se le decía, él no había abandonado el santuario, a menos que su rosa lo hubiera hecho, pero eso era imposible.

— ¿Que le han hecho a mi alfa?

Pregunto llevando una mano a su cabello, primero habían lastimado a su maestro, dañado a su amigo porque no deseaba creer que hubiera muerto, después lo habían entregado a su acosador para que lo violaran y ahora decían que su alfa era un traidor, que había abandonado el santuario.

— Albafica abandono el santuario, necesitamos saber a donde fue, Manigoldo, así que si lo sabes responde inmediatamente o de lo contrario, tendré que mandar a Shion en su búsqueda.

***53***

Degel yacía inmóvil en su ataúd de cristal en el interior del pasaje al templo de la diosa Hera, el cual fue cerrado por el propio Zeus cuando su amada esposa decidió darle la espalda en la última guerra santa.

******

Hola, muchas gracias por sus comentarios, me hacen sentir muy agradecida y con ganas de seguir adelante con esta historia, espero les siga gustando tanto como a mí, mil gracias, además, en el siguiente viene el capítulo especial de Cid.

Después habrá otros especiales, Kardia, Radamanthys y el mismo Sage, de esos tres cual quieren leer primero.

Muchas gracias a los que me dejaron comentarios, aunque no pueda leerlos, así que las votaciones siguen, cuál será el siguiente en tener su propio capitulo, ustedes deciden.

Y continuando con las mismas preguntas de siempre:

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

Aunque según parece los alfas del principio van ganando, con algunas excepciones, estas son Oneiros y Regulus, pero, no se preocupen, dentro de algunos capítulos empezara a brillar Sisyphus, como Albafica ya lo hace.

Y ahora una nueva, de los posibles villanos.

¿Quién es su favorito?

Sí les gusta la historia y las parejas, déjenme saberlo, ya saben que sus comentarios, kudos, favoritos y todo eso me anima a seguir con esta locura.

Muchas gracias, nos vemos el próximo capítulo.


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