Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***19***

Degel seguía tratando de comprender lo que había pasado hasta esos momentos, sin saber a quién debía creerle, a la máquina de Hefesto o al santo que decía venia del futuro, uno de ellos le había brindado ayuda, el otro deseaba a su omega, pero, aun así, no estaba seguro de a quién debía escuchar.

Pero por alguna razón que no alcanzaba a comprender, creía que a quien debían escuchar era al que se decía llamarse Camus, quien secuestro a su Kardia, uno de los pocos seres a los cuales su escorpión odiaba.

—Podrías quitarle esa cosa de la boca, parece sumamente incómodo.

Kardia le observo sorprendido, claro que lo era para no tener que escuchar sus mentiras a toda hora, pero si se veía doloroso, sin embargo, no debía dolerle tanto como el daño que le hizo a esos omegas, en especial el primero, quien le dio su cuerpo, su juventud, su vida y, aun así, no lo aprecio.

—No dejaremos que los corrompa con sus mentiras.

Fue la respuesta automatizada del gigante mecánico, quien se levantó para seguir con su camino, pero Degel se detuvo en ese momento, colocando una mano en el pecho de Kardia, para que no se moviera, necesitaba escuchar la respuesta el autómata a su siguiente exigencia.

—Si quieren que vayamos, deberán quitarle esa cosa del rostro al pelirrojo, el no dañara a mi Kardia y aunque no me agrade, no me comportare como alguien cruel, esa no es nuestra forma de ser.

El escorpión no parecía estar de acuerdo, pero le haría caso a su alfa, siempre tenía sus motivos para tomar ciertas decisiones y aunque no estuviera de acuerdo, le escucharía, no tenía nada que perder.

La máquina no respondió, no creía que tuviera alma ni mente propia, así que Hefesto era quien pensaba que responderle, pero con un solo brillo de sus ojos, el bozal que le habían colocado a Camus cayó al suelo, sorprendiendo a Kardia.

—¿Por qué has hecho eso?

Quiso saberlo, sentándose a su lado, recargándose en sus piernas con delicadeza, como si fueran una almohada, porque necesitaban descansar, sin importar que el autómata quisiera seguir su camino, eso era lo mejor para su omega y para cada uno de ellos.

—No debemos fiarnos en ninguno y cuando estuve en el templo de nuestra madre, ella estaba dormida, así que me parece extraño que Hefesto decida llevarnos de regreso al templo, cuando pudo ayudarnos con esto, con tu rescate.

Kardia abrió los ojos, y trato de levantarse de nuevo, pero Degel se lo evito, debía descansar, había pasado por mucho, además, no quería que se cansara de más, era su omega después de todo, así como él tenía que meditar.

—Yo no te pedí tu ayuda, así que no te daré las gracias.

Le informo Camus, rodeando sus rodillas con sus brazos, los acompañaría, solo para proteger a Kardia, no dejaría que lastimaran a su omega solo porque Degel era un alfa incompetente, observando de reojo a su escorpión, de vez en cuando, esperando que no se diera cuenta de sus actos.

—No lo hice por ti, lo hice por Kardia, mi deber como su alfa es protegerlo de cualquier daño, mantenerlo vivo, y tu no podrás evitarlo.

Camus no respondió nada, pero si Kardia, levantándose de pronto, le molestaba demasiado esa actitud posesiva en los alfas, mucho más en su Degel, quien le siguió muy cerca, caminando a su paso, deteniéndolo cuando creyó que ya se había alejado lo suficiente.

—¿Qué ocurre?

Le pregunto, angustiado, pero el no quiso responderle, era la misma actitud que tuvo al enseñarle su cabaña, el lugar en donde tendrían a sus hijos, su futuro, pero que no le había considerado para elegirla, no le importo su opinión en ese momento.

—¡No soy tu propiedad y me estas tratando como eso!

Degel negó aquello, no lo hacía, pero el solo pensar que otro alfa deseaba a su omega era demasiado para él, tanto que deseaba destruirle, pero su intelecto le decía que debía ignorar a sus instintos, a su corazón, a cada parte de su ser, dejando vivir a Camus.

—Sin ti mi vida ya no tendría sentido, yo te protejo y tú me proteges, sin ti, yo sería Ganimedes, yo estaría maldito, como ese pobre infeliz.

Le aseguro, creyendo cada palabra que era pronunciada, recordando bien lo que su maestro le había dicho, sus últimas acciones, aquellas que le hacían pensar que su diosa no era tan bondadosa, que ninguno de los dioses lo era en realidad, pero como podría decirlo con ese gigante de acero custodiándolos.

—Hay algo que no me gusta en ese gigante, algo retorcido y me pregunto si nos está protegiendo o custodiando, si somos sus invitados o sus prisioneros.

Kardia jadeo, su madre no les haría daño, eso era imposible, así que no le creyó a su alfa, esas suposiciones no eran más que desvaríos, la diosa Hera los amaba, por lo que su hijo favorito, había mandado esa cosa para protegerlos.

—Debemos tener cuidado.

Le aseguro, antes de besarle con delicadeza, rodeando el cuerpo de su temperamental escorpión, a quien no le gustaba lo que había dicho, pero aun así lo aceptaría, su Degel era el hombre más inteligente del mundo entero, a quien amaba, a quien deseaba, a quien seguiría sin importar lo que pasara.

—Te escuchare, pero solo porque confió en ti, pero si ese Camus hace algo raro, le corto el cuello.

***20***

Hasgard al ver que Sage no se encontraba en su habitación, notar que algo se lo había llevado, quiso por un momento hablar con Hakurei, visitarle en su habitación y cuando lo hizo, descubrió una escena que no pudo creer.

El anciano maestro estaba sentado en una silla enfrente de una mesa empolvada, como si nadie hubiera estado allí en mucho tiempo, sus herramientas estaban regadas por el suelo, sin ser utilizadas, ese no era el venerable anciano que conocía.

Tal vez por eso dejo que violaran a Manigoldo, porque no estaba presente, se dijo, moviendo una de sus manos enfrente de su rostro, notando que no reaccionaba, como si durmiera con los ojos abiertos, perdido en su propio mundo.

Algo estaba mal, muy mal, y su deber le decía que tenía que evitar que lo que hubiera atacado al santuario siguiera controlándolos, pero también, su instinto de alfa le dijo que se fuera de allí, que buscara a su omega, porque él se reconocía como el alfa de aquel venerable anciano, no el que estaba sentado enfrente suyo, sino el que guiaba hasta hacia unos días el que era un paraíso para los omegas, pero le habían arrebatado la salud, así como le habían robado de su cama.

Sabía que Sage no creía que sus deseos fueran más allá de la amistad, pero él amaba al anciano, lo hizo desde que llego a ese lugar, con un amor platónico, un deseo por estar a su lado, que fue modificándose cuando al pasar de los años, su cuerpo, al menos físicamente, se veía parecido al de su patriarca, dentro de poco podría tener la misma edad y tal vez allí, el venerable anciano, el líder justo le aceptara consigo, pero si no lo hacía, se conformaba con servir bajo su mando.

Pero en todo caso, si le aceptaba como su alfa o no, debido a su traumático pasado, él tenía que buscarle, su lazo le llamaba como el fuego lo hacía con una polilla, su compañero estaba en peligro.

Así que abandono ese cuarto en el momento justo en que Shion regresaba a la habitación de su maestro, para ordenarle que hicieran que Manigoldo se pusiera un hermoso vestido de bodas, que le arreglaran para la Luna de miel que tendría con Aspros, la que esperaba fuera mucho peor que su celo, ya que su cuerpo no actuaria con deseo, únicamente con desagrado.

—Manigoldo es un demente, es un peligro para el mismo maestro y Aspros le cuidara bien, así que debe disfrutar del bello cangrejo ataviado para su noche de bodas, la que durara los días que el gentil santo de géminis así lo desee, no serán interrumpidos.

Su maestro asintió, llevando una mano a su cabeza, como si tratara de luchar contra su orden, pero no pudiera hacerlo, levantándose para cumplir con los decretos de su discípulo, un muchacho obsesionado y demasiado desequilibrado, el que se veía siendo despojado de aquello que más amaba en ese mundo, su adorada rosa.

—Mi Rosa no estaba en donde me dijiste, logro escapar antes de que pudiera darle alcance.

Se quejo, hablando con una sombra alta, que irradiaba poder, pero que aparentaba la edad que los gemelos, un hombre mayor, con cabello verde, lleno de arrugas, un hombre sabio que se suponía era su aliado.

—Debió sentir tu cosmos, estabas tan excitado que yo mismo pude sentirlo, ni siquiera el más inútil de los santos de cobre podría ignorarlo, Albafica es poderoso, de no ser considerado un omega entraría en la elite dorada, será aspirante al puesto de patriarca.

Shion volteo a verse, como un hombre viejo, un hombre poderoso, pero que nunca tendría a su rosa, o eso le había dicho, pero eso estaba por verse, podían arreglarlo, reparar el daño que ese inmundo cangrejo había provocado.

—¿Mi rosa?

Pregunto Shion, sin querer creer que tan poderoso podía ser su rosa, a quien solo le veía como una hermosa criatura, no algo poderoso, a quien debía temerle, mucho menos un ser violento, pero eso debía ser culpa también del cangrejo.

—Nuestra rosa, porque de triunfar tú, yo también lo hare.

***21***

Minos mantenía el regalo de su padre en su mano, sentado en su escritorio esperando el momento en que por fin amaneciera, la respuesta de Aiacos había sido como se lo propuso en un principio.

No arriesgaría a esa mujer por Radamanthys, como nada en el mundo de los vivos o de los muertos le haría detenerse en su empresa, recuperaría a su omega, le haría el amor por primera vez durante ese celo.

Y con forme pasaran los celos, cuando por fin diera a luz a su Aquiles, comprendería cuanto lo amaba en realidad, lo mucho que se había esforzado por mantenerlo seguro en su juventud y después de su muerte, que siempre debieron estar juntos, esa arpía era solo un obstáculo, un intruso en su mundo perfecto.

Lune ingreso en su salón, descubriendo a su señor sentado en su escritorio, leyendo un libro al mismo tiempo que colocaba la daga en el escritorio, esperando porque se anunciara ante su señor, el primer juez de las almas.

— Mi señor Minos.

Minos dejo el libro en el escritorio, aún estaba abierto, sus ojos fijos en los de Lune, quien trago saliva de pronto, estaba nervioso al ver que su señor de nuevo mantenía la calma, algo había pasado que le daba la victoria o eso pensaba su señor.

— ¿Qué deseas?

Pregunto con calma, recargándose en sus nudillos con una amplia sonrisa, esperando que le diera su respuesta, Lune se enfocó en el suelo, lo primero que debía decirle era la respuesta a las cartas que envió a su hermano, así como su amante, esperando que recapacitaran.

— Radamanthys no recibió su carta mi señor Minos, Valentine lo evito.

Minos asintió, no parecía preocupado por eso, sus planes habían cambiado, ya no deseaba darle una oportunidad a ese mentiroso ladrón de nidos, ahora, lo único en que pensaba era en matarlo, vengar su honor para mantener seguro a su omega.

— ¿Cuál fue su respuesta?

Lune aun lo recordaba, así como los restos de Zelos, que colgaba de un árbol llameante manchado de la sangre de ese espectro tan desagradable, un mensaje para su señor Minos, quien esperaba paciente por lo que tenía que decirle.

—Sangre y Fuego.

Respondió casi con miedo, esperando que su señor enfureciera de pronto al escuchar esas dos palabras, pero en vez de molestarse como supuso, de entrar en un estado de cólera como había pasado en las últimas ocasiones, simplemente comenzó a carcajearse, elevando la mirada al aire.

— ¿Así que me amenaza?

Lo dijo con demasiado interés, pensando que ese sería un gran escarmiento para esa criatura, la sangre y el fuego, una vez que la daga dorada se clavara en su cuerpo, destruyéndolo de una buena vez, haciendo que jamás volviera a caminar entre ellos.

— Piensa que puede burlarse de mí, que yo lo permitiré, pero no lo hare por más tiempo y después de la justa, Radamanthys comprenderá a quien le pertenece.

Lune asintió, no se atrevía a más, pero, aun así, suponía que debía decirle que había pasado con Zelos, lo que le había hecho Valentine en lo que parecía ser un ataque de furia, como su cosmos había cambiado convirtiéndose en una poderosa barrera psíquica y las palabras que intercambiaron poco después los dos soldados más leales de su omega.

— Escuche a Valentine y a ese otro omega conversando en el inframundo, después de lo que le hizo a Zelos.

Minos arqueo una ceja, no sabía que le había pasado a Zelos, por lo cual Lune tuvo que explicárselo, la manera sádica en la cual esa arpía destruyo al espectro de la rana, y poco después busco al gusano y al escarabajo, los que según dijo su primera víctima eran unos de los candidatos a gobernar a su hermano.

— No puedo culparlo por actuar de esa manera, esos espectros no debieron imaginarse a sí mismos como los amos de mi querido hermano, pero era mi deber darles un escarmiento, no de esa arpía.

Minos se sirvió entonces un poco de vino tan rojo como la sangre, revolviéndolo con lentitud para después beberlo con calma, notando el creciente nerviosismo de Lune, quien comenzaba a mostrar temor en su presencia.

— No me gustan los cobardes Lune, no tolero los lloriqueos ni las suplicas, así que no te conviene actuar de esa forma tan débil, porque después de todo la sangre siempre llama la atención de los cazadores y nosotros somos alfas.

Lune asintió de nueva cuenta, tragando un poco de saliva, tratando de controlar su temor creciente, al mismo tiempo que Minos continuaba bebiendo su vino, imaginándose a su hermano en la cama de sábanas blancas, aunque podría cambiarlas por unas de color carmesí, sin duda alguna, contrastarían con la belleza de su omega.

— Pero al menos me ahorro trabajo al destruir a esos betas y afortunadamente, no tendré que romper mi promesa de perdonar su vida, si acaso mi hermanito aceptaba mis condiciones.

Minos siguió bebiendo su vino, estaba seguro de que pronto tendría la victoria y en otro momento hubiera esperado que Lune, simplemente desapareciera, pero al ver que no se marchaba, le observo de reojo.

— ¿Que los escuchaste vociferar?

Pregunto, sirviéndose un poco más de vino, Lune al ver que le ofrecía un asiento frente a su escritorio, lo ocupo, sabía que la noticia no le gustaría a su señor, pero era mejor que lo supiera cuanto antes, parecía que los traidores reinaban bajo la protección de las alas de su omega.

— Valentine quiere sustraer a Radamanthys del Inframundo, mi señor Minos.

Esa noticia no era nueva y en pocas horas, cuando el amanecer del Inframundo se presentará, lo haría la justa, con ella su victoria, e inmediatamente después o al menos, lo que se tardara en llevar a su omega a sus habitaciones, ambos conocerían el paraíso.

— Deja que haga sus planes, yo ya tengo la victoria.

Pronuncio con demasiada seguridad, Pandora estaba perdiendo tiempo valioso y en poco tiempo, amanecería, pero que podría hacer si su amado hermano decidía escuchar a esa criatura, el que lo convencía de su amor por él, su deseo y su respeto, pero aun así le mentía.

Ocultaba su verdadera apariencia, dejándole sufrir la incertidumbre de su futuro, escuchando sus mentiras, imaginándose la forma de huir de nuevo de sus brazos y ahora su destino, por lo que adelantaría el duelo, no era como si tuviera que pedirle permiso a esa mocosa malagradecida y estúpida, ella le temía.

— Dile a Aiacos que ya es hora de atacar, no estoy dispuesto a perder más tiempo.

Lune asintió, seguro que esa orden condenaría a Radamanthys a un futuro lleno de dolor, el segundo juez era un hombre admirable, que parecía de nuevo había perdido todo cuanto poseía por culpa de su alfa, quien más que como su guardián, actuaba como su verdugo.

— La justa será como lo dicto Pandora, al amanecer del Inframundo, pero no dejare que esa criatura se robe a mi omega, no esta vez.

Lune asintió y se marchó, escuchando como otro espectro visitaba el salón del juicio, este era la mariposa, quien según creía le servía a Radamanthys, el que pronuncio algunas palabras en el oído de Minos.

Cuyo semblante fue oscureciéndose, probablemente estaba diciéndole lo obvio, mientras el desesperaba en su habitación, sumiéndose en sus libros, los dos amantes se entregaban a sus caricias.

— Márchate, cuando mi omega este entre mis brazos, tendrás tu recompensa.

Así lo hizo la mariposa, al mismo tiempo que Minos extendía sus alas, volando rumbo las habitaciones de su omega, después le explicaría a Pandora lo que deseaba, esa mujer debía adelantar la justa, no estaba dispuesto a que ese oportunista le volviera a robar uno de sus celos.

***22***

Oneiros se alejó para despojarse de cada una de sus ropas con demasiada lentitud, ignorando el horror en el rostro de Cid, quien, convocando su cosmos, usando su fuerza, trato de liberarse, jalando de las cadenas que lo sostenían contra la pared, pero no podía soltarse, a pesar de sentirse recuperado, le era imposible moverse.

—No hagas eso, puedes lastimarte, mi espada.

Le advirtió, su cuerpo desnudo, permitiendo que Cid admirara su anatomía, sus ojos violetas recorriéndole con terror, deteniéndose en su sexo, el que nacía de una mata de vello del mismo color que su cabello.

—Y no queremos que vuelvas a sangrar.

Pronuncio, recostándose a su lado, recorriendo su pecho con las puntas de sus dedos, dibujando una extraña marca que Cid no pudo identificar, relamiéndose los labios antes de besar su cuello, lamer su oreja, un movimiento insinuante que fue imitado por su mano, que de su pecho se dirigió a su vientre, y de allí a su entrepierna, recorriéndola con delicadeza, apenas como las alas de una mariposa, escuchando un gemido, un gruñido, observando un hilo de sangre de aquella boca divina.

—No quiero que silencies tus gemidos mi espada, no me robes ese placer.

Le ordeno, sentándose sobre su cuerpo, para besar sus pezones, primero el de la derecha, el que con el frio de aquella habitación estaba erecto, una deliciosa fruta dispuesta para su lengua, la que recorrió con delicadeza, saboreando su cuerpo, escuchando más de aquellos gemidos apagados.

—No…

Sintiendo como el celo de Cid le ayudaba con su tarea, porque al retorcer la otra, movió sus piernas de tal forma que casi lo tira de su cuerpo, pero como le reconocía, como había descubierto cada parte de erógena de su ser, hermoso y perfecto, como únicamente su espada lo era, le brindaba un placer absoluto.

—Sisyphus.

Pronuncio, como si tratara de llamar la atención de su alfa, pero este no estaba presente, no lo buscaría, jamás lo hacía, se dijo con una amplia sonrisa, escuchando más gemidos, lamiendo la sangre de sus labios, para seguir su camino sobre su pecho.

Sintiendo el cuerpo caliente de su omega debajo suyo, retorciéndose bajo sus manos, sus gemidos y su aroma incrementándose, relamiéndose los labios para besar su ombligo, sin atender a sus intentos por soltarse.

Cid seguía tratando de soltarse, sintiendo la lengua de Oneiros recorrer su torso, su lengua ingresar en su ombligo imitando aquel desagradable acto, escuchándose a si mismo gemir, reconociendo esas manos como viejas amigas, como aquellas que le tocaban durante sus celos, las que pensaba eran apenas un sueño, pero eran reales, eran esa criatura visitándolo en la noche, durante sus sueños, haciéndole suyo de formas que solamente Sisyphus podía, solamente su arquero tenía ese derecho.

—Gime para mí, mi dulce espada, deléitate con mis caricias.

Oneiros siguió avanzando en su conquista, escuchando sus gemidos, sus quejidos apagados por sus labios fuertemente cerrados, encontrándose con unas piernas fuertemente cerradas y un sexo erguido, el que rodeo con sus manos, acariciándole de arriba abajo, de abajo arriba, esperando escuchar más gemidos, sintiendo como su aroma inundaba esa habitación.

—Eres tan hermoso.

Cid intento patear a Oneiros cuando se alejó, pero eso fue un terrible error, ya que, sosteniendo su tobillo, lamio la planta de su pie, riéndose al verle retorcerse ante sus caricias, restregando su rostro con su pantorrilla, para voltearle de pronto, haciéndolo girar con fuerza.

—No…

Susurro Cid, quien había logrado lastimar sus muñecas al seguir tirando de ellas, al tratar de liberarse, haciendo que algunas pocas gotas de sangre comenzaran a manchar la cama, sintiendo las manos de Oneiros en sus caderas, en sus nalgas, elevándolo para exponer su humedad.

—Detente…

Estaba asustado, estaba aterrado, no deseaba sentirse así, no quería sentir placer con las caricias de este dios, pero no podía lograr nada más, no era más que un omega, gimiendo como una zorra cuando un alfa le tocaba, el que debía ser el suyo, de esa forma su cuerpo reaccionaba así, con ese ímpetu, contradiciendo a su mente que le pedía que se detuviera.

—Apenas hemos empezado.

Escucho que le respondían riéndose entre dientes, justo en el momento en que una lengua se sumergía en su humedad, con un movimiento lento, pero profundo, escuchando un gemido sonoro de sus labios, así como un quejido lastimero y unas lágrimas mojando su rostro, como si estuviera llorando.

—No, Sisyphus…

Oneiros al escuchar el nombre de su alfa simplemente continuo con sus caricias, abriendo sus nalgas, para sumergirse en su humedad, en el tesoro entre sus piernas, por lo único que valían los omegas, pensó Cid con desesperación, maldiciendo a las cadenas que lo mantenían quieto, a esa falta de cosmos que le aquejaba desde que despertó.

—Te matare, juro que te matare.

Pero sus palabras carecían de cualquier sentido, mucho más cuando Oneiros seguía bebiendo de la humedad de su cuerpo, manteniendo sus caderas fijas, abierto para él, como una fuente inagotable de éxtasis.

—No lo harás, tú me darás hijos hermosos, preciosas joyas que se parecerán a ti.

Oneiros se alejó de Cid, volteando el cuerpo de su omega para que supiera a quien le pertenecía, que le viera a los ojos mientras se venía en su cuerpo, pero, sobre todo, que comprendiera que era al a quien debía jurarle su lealtad, él era su dios, su dueño.

—Y pensar que este es el primero de tres gloriosos días.

Susurro, antes de besarle, apoderándose de sus labios con hambre, con un fuego que no se apagaría nunca, porque nunca lo había hecho desde que le vio siendo forjado por su padre, por el dios creador de la nueva vida, el que al mismo tiempo era el más subestimado.

—Sientes eso, eso es mi sexo, el sexo de tu alfa, de su señor.

El rostro de Cid estaba húmedo, su cuerpo caliente y sus labios mordidos, pero sus ojos, estos seguían siendo fríos, seguía consciente, comprendiendo bien que pronto seria poseído por su señor, el que portaba su collar.

Cuyo sexo empezó a hundirse en su humedad, la que le recibió dispuesto, como si de viejos amigos se trataran, recibiendo más gemidos, jadeos, una delicia de sonidos que no hacían más que excitarlo, de tal forma, que pronto empezó su vaivén, uno desenfrenado, apoderándose del cuerpo de su omega, de su espada.

Quien volteo en otra dirección, gimiendo y jadeando con su mirada perdiéndose poco a poco, justo como llegaba su clímax, el primero de muchos más, sintiéndolo moverse en su interior, sus movimientos acelerándose sin control, hasta que de pronto, con un sonido gutural sintió la semilla del dios inundar su cuerpo, llenarlo con su esencia, logrando que otras lagrimas resbalaran en su rostro, comprendiendo que era lo que significaba esa intrusión, la primera de tres días, podía quedar embarazado.

—Mi espada.

Pronuncio el dios, que parecía no tenía suficiente y cambiando su postura, elevando sus caderas en esta ocasión, volvió a empezar esa endemoniada danza, golpeando su próstata, usando su celo para hacerle suyo sin que se le enfrentara.

—Mi dulce espada.

***23***

Defteros observo el camino que le llevaría a encontrar a la rosa, debía apresurarse sin duda, porque sus enemigos eran demasiado poderosos y ellos pudieron evitar que Manigoldo fuera lastimado, pero, aun así, su corazón seguía pidiéndole que buscara algo, algo que no comprendía del todo, pero creía que le necesitaba.

*****
Mil perdones por la tardanza, pero no he logrado tener tiempo para seguir con esta historia, que no será abandonada, ahora, sé que hice una votación, pero esto fue lo que pienso es mejor para continuar con la historia, que ahora será actualizada dos veces a la semana, una de ellas, el lunes o martes, otra el jueves o viernes, espero que aun sigan conmigo, les deseo lo mejor y nos vemos pronto.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).