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Paraiso Robado. por Seiken

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***36***
 
Manigoldo soñaba con su alfa, con su perfecto Albafica, con su suavidad, con su delicadeza y su voz, su suave voz llamándole entre sueños. 
 
Necesitaba de el, necesitaba de su omega a su lado, porque si había algo que compartían, era su miedo y su odio a la soledad.
 
Manigoldo caminaba en el templo de piscis, sus pisadas provocaban un eco que lo seguía, las paredes oscuras eran espectadores silenciosos de su búsqueda, de su deseo por ver a su alfa, quien lo esperaba enmedio de la cámara principal de Piscis, en silencio, observando sus manos que tenían un poco de sangre en ellas, resultado de las espinas de las rosas venenosas de su jardín, siendo él, sin duda la peor de ellas. 
 
-Cualquiera estaría muerto, menos yo... 
 
Manigoldo se acercó unos pasos a su alfa en silencio, tratando de tocarlo, pero se detuvo cuando retrocedió un paso, alejándose rápidamente, su angustia visible en su rostro. 
 
-¡No estás en celo, no debes acercarte a mi! 
 
Manigoldo suspiro desesperado, odiando al destino que únicamente le permitía estás con él durante sus celos y no lo que restaba del día. 
 
-¿Albafica? 
 
Pronunció con una hermosa sonrisa, deteniéndose a su lado, para fingir que acariciaba la mejilla de su alfa, que cerraba los ojos, mordiéndose los labios para no avanzar esos cuantos centímetros en dirección de su compañero.
 
-¿No quieres saber cómo me encuentro? 
 
Albafica sufría mucho, más que cualquier otro santo del santuario, quien asintió, tratando de tranquilizarse, controlar su temor de matar con su sangre a su omega, que le miraba emocionado, sus ojos brillando y sus mejillas levemente sonrojadas. 
 
-¿Porque no fui a esa misión de la que te había hablado antes?
 
Ahora que lo pensaba si me había dicho que estaba a punto de ir a una misión, la que era muy importante, pero allí estaba él, con su ropa de siempre, pero sin su cigarrillo. 
 
-¿Te encuentras bien? 
 
Manigoldo asintió, se encontraba más que bien y de ser otra pareja, tal vez, habría tomado las manos de su alfa para colocarlas en su vientre, pero al no ser ese el caso, apenas podía decírselo, pero se moría de ganas porque su alfa lo adivinada. 
 
-Despues de mi celo y de hacer el amor con mi alfa, no regreso mi cosmos... 
 
Había historias que todos los omegas habían escuchado, el cosmos no regresaba a tu cuerpo, no como en un celo normal, si estabas embarazado.
 
-Tuve que pedirle a Cid que me hiciera el gran favor de cubrirme. 
 
Trazas del aroma de tu alfa permanecían en tu cuerpo, y sentías tu embarazo, como si fuera un sexto sentido. 
 
-Tal vez no regrese en nueve meses y en ese momento tendrás que acerté responsable de mi... 
 
Podría ir con los sanadores del santuario, pero ellos no podrían decirle nada, aun estaba muy reciente el embarazo, deberían pasar al menos unas lunas para saber si estaba embarazado.
 
-Como mi alfa... 
 
Pronunció al final, observando con diversión como la incomprensión de Albafica se volvía incredulidad, después sorpresa, para convertirse en una inmensa alegría. 
 
-¿Estás embarazado?
 
Albafica sonreía como un loco, caminando rápido hacía el, para cargarlo de la cintura, sin tocar su pie, para dar vueltas con su omega entre sus brazos.
 
-¡Estás embarazado! ¡Voy a ser padre! ¡Vamos a ser padres! 
 
Grito entonces, dejandolo bajar al suelo, para llevarlo a su asiento, e inmediatamente sentarse a sus pies, colocando su cabeza en su regazo, para escuchar el corazón de su hijo imaginario. 
 
-Los voy a cuidar... su padre los cuidara mi niño o niña, seré un buen padre, estarán seguros conmigo a su lado.
 
Manigoldo era feliz en ese momento, como no lo había sido desde que obtuvo su armadura, pudo sobrevivir al veneno de su alfa durante su celo y ahora, que descubría, que probablemente estaba embarazado. 
 
-¿Porque no me lo dijiste antes? 
 
Manigoldo penso en decirle que apenas lo había descubierto, pero sería una mentira, porque ya se pensaba embarazado desde que terminó su celo, unas semanas atrás. 
 
-Queria que fuera una hermosa sorpresa... 
 
*****
 
Llegar al templo de la diosa del amor no fue difícil para el, las mariposas azules le enseñaban el camino, ayudándole a encontrar el sitio en donde su nueva señora esperaba por el, esperaba que con la orden de atacar el santuario, para que pudiera recuperar a su omega de los brazos de su enemigo. 
 
Ella estaba sentada en un trono y cubrió su hermoso rostro con una de sus manos al ver sus heridas, su rostro, la mitad de este no era más que un tajo sanguinolento. 
 
-¡Tu rostro bella criatura! 
 
Pronunció acercándose a él, intentando tocarlo, pero Albafica se lo evitó, desviando la mirada, enfocándose en algo más, sin importarle el veneno de su sangre o el daño que está podía provocarle a cualquiera. 
 
-Mi rostro no importa, es mi omega el único que lo hace, Manigoldo. 
 
Pronunció seguro, rechazando toda ayuda, toda atención médica, quitándose su armadura cuando por fin me dieron su cuarto, donde podría dormir, en donde podría descansar. 
 
-Manigoldo... 
 
Albafica se veía en el espejo con una expresión fría, distante, la belleza que tanto odiaba por fin había desaparecido, pero con ella se habían llevado a su omega. 
 
-Manigoldo... 
 
Repentinamente golpeó el espejo, llorando su frustración, odiandose mucho más de lo que ya lo hacía, porque no se veía como un alfa, no podía complacer a su omega y ahora, tampoco protegerlo. 
 
-Manigoldo... 
 
Sus manos se cortaron con los vidrios, la sangre comenzó a manchar el piso, la de su rostro y la de sus manos, cayendo de rodillas, para rascar con desesperación su tajo, el corte de su rostro, abriéndolo un poco más.
 
-¡No soy más que un inútil que odia verse en el espejo! 
 
Mirándose entonces en el piso de mármol, su belleza corrompida al fin, pero su cabello largo lo cubría, borraba su falló cómo alfa, su inutilidad, así que debía mostrarla al mundo, sin importar lo que pasará.
 
-¡Un inútil que no pudo proteger a su omega! 
 
Nunca había dejado que sus sentimientos se apoderarán de su cordura, pero esta vez, en esta ocasión ya no podía soportarlo más. 
 
Pero debía controlarse, debía mantener el control, de lo contrario, su amado cangrejo se angustiaria mucho más, y el ya había sentido demasiado aquella terrible sensación.
 
Lentamente fue tomando cada mechón de su cabello y fue cortandolo, dejando trozos irregulares de cabello celeste, que le llegaban hasta la mandíbula, a la altura de la oreja, que dejaban su rostro al descubierto. 
 
-Asi... así todos sabrán la clase de hombre que soy... la clase de falla que soy... 
 
Se dijo rasgando la piel de sus brazos, diciéndose que de matar a Aspros nada de eso habría pasado, un poco de su sangre envenenada, un poco de su maldición habria servido para liberar a su omega de la persecución de ese demente, pero pensaba que existia bondad en el santuario, que había honor, que las reglas serían respetadas, pero no lo fueron y su Manigoldo, su único lazo con la humanidad, su regalo de los dioses había sido arrebatado de sus brazos, entregado a su enemigo, solo porque fue débil, porque fue un iluso.
 
Sasha le había prohibido buscar a su omega, el arquero peleo con el para evitarlo, todos estaban en su contra y de estar cerca del santuario liberaría los pétalos venenosos de sus flores, de su polen, unicamente para poder vengarse de quienes le robaron su paraíso.
 
-No temas mi cangrejo, yo regresare por ti, sin importar lo que pase, yo regresare por ti. 
 
Albafica se puso entonces de pie, tomando un poco de las vendas que estaban en una mesita de noche, para cubrir sus heridas, las de sus brazos y la de su rostro, sin ponerse ningún ungüento, ninguna medicina, solo quería dejar de sangrar.
 
-Me volveré el alfa que necesitas, aunque me maldigan en el proceso. 
 
No le importaba nada mas que eso y un alfa, en Creta ya había pasado por esa clase de pensamiento, el emperador Minos, antes de su lento descenso a la locura, cuando fue separado de su omega, de su pequeño hermano, y como este hombre del pasado, Albafica llego a la misma conclusión, podía arder en el infierno, pero recuperaría a su omega, recuperaría su paraíso.
 
-Te maldigo diosa Athena, te maldigo por esto. 
 
*****
 
Manigoldo se levanto de su cama de un salto, sintiendo la desesperacion de su alfa al otro lado de su lazo divino, sosteniendo su cabeza, respirando hondo, Albafica estaba sufriendo, lo necesitaba y el estaba encerrado en la camara del patriarca, con Aspros al otro lado de la puerta, quien ingreso en ese cuarto con una expresión de sincera preocupación, sentándose a su lado, para acariciar su cabello, o al menos, para intentarlo.
 
-Te encuentras bien mi cangrejo. 
 
Pregunto siendo rechazado por Manigoldo, que se hizo hacia atrás, hasta pegarse a la cabecera de la cama, abrazando sus rodillas, desviando su mirada, seguro que esa actitud lograría la furia de su alfa obligado, que simplemente suspiro, llevando ahora su mano a su tobillo, acariciandolo con delicadeza.
 
-Dime que te pasa, por que tienes esa expresión de angustia. 
 
Acaso había perdido la razón, acaso no comprendía que lo había forzado a entregarse a el, que estaba angustiado por la seguridad de su alfa, que lo necesitaba con el, que su vinculo le pedía su presencia, su cariño y sus caricias.
 
-Tu lo sabes mejor que nadie, mi alfa esta perdido, esta siendo cazado por Shion para convertirlo en su omega, yo estoy encerrado en esta celda y tu me violaste... 
 
Respondió, sus ojos llenos de lágrimas, angustiado por su amado compañero, escuchando los movimientos de Aspros a su lado, quien de pronto se levanto, mirándole fijamente con una expresión de molestia, odiaba a su alfa, odiaba que le perteneciera, y eso era lo que podía ver en su mirada.
 
-Dejame solo, me prometiste unas horas a solas, tu me lo prometiste... 
 
Aspros avanzo hasta colocarse enfrente de Manigoldo, sosteniendo sus muñecas con las suyas, besando sus labios con delicadeza, aunque lo forzaba a recibirlo, usando su cosmos para lograrlo, ignorando sus esfuerzos por soltarse, su mirada del más profundo desagrado, de odio, sus dientes apretados, sus ojos llorosos. 
 
-Deja de decir eso, Albafica, aunque se trate de un alfa, él no es tu alfa, soy yo, aunque haya logrado mancillar tu cuerpo, no es mas que veneno, es tu muerte, tu no puedes sobrevivir a esa ponzoña y por eso, tu cuerpo, sus hijos, cualquiera que pudieron tener, están muertos. 
 
Manigoldo no podía entender que alguien fuera tan cruel, en especial una persona que decía que lo amaba, que había intentado seducirlo desde su adolecencia, pero tambien, debia aceptar, que este hombre no era aquel que conoció en el pasado, aquel que deseaba ser su héroe, ese hombre había muerto y solo había dejado al enloquecido Aspros. 
 
-A veces los dioses se equivocan y estoy seguro de que este es uno de aquellos casos, cuando los dioses no han hecho lo correcto. 
 
Manigoldo negó eso con una sonrisa de medio lado, para escupir su rostro, tratando de propinarle una patada en el pecho, alejarlo de su cuerpo, pero le era imposible, su cuerpo no reaccionaba como debería, lo había traicionado. 
 
-¡No eres mi alfa maldito loco! ¡Es Albafica, no tu, no tu! 
 
Aspros limpio la saliva que escurría de su mejilla con lentitud, apretando los puños con fuerza, apretando los dientes, antes de golpearlo con fuerza, impactando su puño en contra de su omega, observando la sangre de su nariz y de sus labios, para inmediatamente después subir a la cama, jalandolo en su dirección, abriendo sus piernas con sus muslos.
 
-¡No vas a hablarme de esa forma Manigoldo y no me importa que tenga que quitarte esa insolencia a golpes, tú me respetaras como tú alfa! 
 
Le grito, desgarrando la ropa que tenía puesta, riéndose de sus inútiles intentos por detenerlo, besando sus labios para recibir una mordida que logró hacerlo sangrar. 
 
-¡Esa furia me gusta, pero debo aplacarla! 
 
Manigoldo seguía luchando con el, empujando su cuerpo, su pecho con sus manos, pensando en lo peor, en la peor posibilidad de todas, porque sentía lo mismo que sintió aquella vez, sentía que había vida formándose en su cuerpo, vida que estaba seguro se trataba de la semilla de Albafica, no la de Aspros.
 
-¡Estoy embarazado! 
 
Grito, antes de que Aspros lo violara, llorando, empujando los hombros del mayor que le veía con una expresión de sorpresa, deteniendo todos sus intentos por hacerle suyo de nuevo. 
 
-¿Qué has dicho? 
 
Aspros se apartó, e intento limpiar la sangre del rostro de Manigoldo con sus nudillos, quien se apartó, llevando sus manos a su vientre. 
 
-Lo siento... siento que estoy embarazado... 
 
Aspros entonces llevo su mano a su vientre, tragando un poco de saliva, emocionado por esa noticia, por saber que el milagro se había realizado, que su omega estaba embarazado.
 
-Lo he logrado... 
 
Susurro, viendo la sangre, la ropa destruida de Manigoldo, comprendiendo que se estaba comportando como un monstruo, que había golpeado a su omega, que intento forzarse en su cuerpo, pensando que así dejaría de ser tan desobediente, tan irrespetuoso. 
 
-Estas... 
 
Aspros cerró los ojos entonces, como si comenzará a despertar de un pesado sueño, sosteniendo las manos de Manigoldo para besarlas con delicadeza.
 
-Lo siento... lo siento tanto... 
 
Manigoldo le dejo entonces limpiar la sangre de su rostro con su lengua, le dejo besar sus labios, sus mejillas, restregar su rostro contra el suyo, su nariz contra la suya, haciendole estremecer, sin saber que hacer o cómo responder a esas caricias delicadas. 
 
-Siento haberte hecho daño... siento ser tan duro, pero cuando escucho el nombre de esa sirena venenosa pierdo el control, no pienso con claridad y el odio que le tengo, lo he utilizado en tu contra... 
 
Aspros beso sus labios, con delicadeza, llevando la cabeza de Manigoldo a su pecho, para que acunarlo. 
 
-Pero no volverá a pasar... no volveré a hacerte daño... 
 
Trato de convencerlo, sin ver que el solo tocar su cuerpo le lastimaba, le hacía añorar a su rosa, que estaba abandonada a su suerte, lejos del santuario. 
 
-No te lastimare... nunca más. 
 
*****
 
Albafica se preparó para visitar a la diosa de la belleza, su rostro deformado, la mitad de este una fea cicatriz, su cabello corto, desordenado, sus brazos cubiertos de vendas y portando la armadura azul de la diosa Afrodita, que le veía con demasiada tristeza. 
 
-Tu bello rostro quedó arruinado... 
 
Susurro, tratando de tocarlo, pero Albafica no lo permitió, sosteniendo a la diosa de la muñeca, nadie más que su omega tenía el derecho a tocarle, nadie más lo haría. 
 
-Asi ya ningún blasfemo se atreverá a compararme con usted, mi diosa Afrodita...
 
Pronunció con una voz fría, ante de agacharse a sus pies, hincarse frente a ella con un deseo en mente. 
 
-Yo juro lealtad a su belleza, a su poder y a su sabiduría, si usted me jura regresarme a mi omega, a mi cangrejo... 
 
Afrodita llevo su mano al cabello celeste del antiguo santo de Athena, que ya no era hermoso por fuera, pero, por dentro seguía siendo sublime, con la clase de amor incondicional que Ares no sintió nunca por ella, mucho menos su ingrato hijo. 
 
-Y la inmunidad que posee durante nuestros celos, se ve ampliada por toda nuestra vida, para que no tenga que esperar un año para poder poseerle. 
 
Afrodita también era la diosa de la lujuria y comenzó a reírse, de una forma pícara, al comprender el deseo absoluto de ese alfa por su amado cangrejo. 
 
-Yo a diferencia de la egoísta Athena, si cumplo mi palabra y tu feo cangrejo será tuyo como lo deseas.
 
Albafica sonrió por primera vez en todo ese tiempo, seguro que ya podría ser el alfa que su cangrejo necesitaba, podría salvarlo y mataría a quien fuera tan estúpido como para meterse en su camino. 
 
-Es por eso que el veneno de la diosa Athena y sus rosas, han regresado a usted, mi bellísima diosa, Albafica de Piscis se somete a su voluntad. 
 
La guerra ya había empezado y el deseo era una de sus mayores causas, exactamente como sucedió en Troya, tantos años atrás. 
 
-No te arrepentirás mi hermosa rosa, tendrás a tu cangrejo. 
 
***37***
 
Cid abrió los ojos después de darle la respuesta a esa serpiente que se arrastraba en las sombras. 
 
No reconocía la habitación, pero sabía que se trataba de algún templo del dios menor del sueño que había decidido convertirlo en su omega. 
 
La entidad llamada Oneiros, que estaba sentado a su lado, observándolo vigilante, con una expresión serena. 
 
Protegiéndolo en su inconsciencia, como nunca lo haría su arquero, que amaba mucho más a la diosa Athena que a él. 
 
-Tendre a tu descendencia y seré tu omega, a cambio, tu serás un buen alfa, serás mi esposo y no mi amo... 
 
Cid lo que más deseaba era escapar de ese circulo de dolor, de su lazo con Sisyphus, que lo condenaba a la soledad, si esa criatura cumplía su palabra, entonces, el sería libre, el dejaría de ser un omega y dejaría de amar al arquero. 
 
-¿Un esposo? 
 
Pregunto inseguro, con una expresión fría, casi tanto como la de Cid, que se limitó a asentir con un movimiento de su cabeza, mirándole fijamente. 
 
-Un esposo, tu y yo seremos iguales, no me ordenaras nada, yo intentaré quererte, pero no te negare el acceso a mi cuerpo. 
 
Oneiros trato de pensar en una respuesta, eso era lo que deseaba, por lo que vendió a sus padres a ese dios de fuego, sin embargo, no se sentía como una victoria, mucho menos con las lágrimas del rostro de su espada. 
 
-Es lo único que puedo darte... 
 
Oneiros asintió entonces, eso era más de lo que había tenido en varias vidas, esa rendición, que le daba la oportunidad de poseer a la espada, para siempre. 
 
-Y lo tomo con gusto... 
 
*****
 
Sisyphus se sostuvo del pecho, con un terrible dolor que quemaba cada una de sus células, al sentir su lazo cediendo un poco, al otro lado Cid había dejado de buscarlo.
 
-¿Te encuentras bien mi caballero? 
 
Sasha preguntaba con delicadeza, llevando sus pequeñas manos a las suyas. 
 
-No lo sé... 
 
*******
 
Yo sé que me he tardado horrores en actualizar esta historia, y que los capítulos son más cortos, pero, este es el tamaño ideal para actualizarla seguido. 
 
Espero que aquellos que aún la siguen me dejen saber lo que opinan. 
 
Les deseo un hermoso inicio de año y muchas felicidades. 
 
Nos vemos pronto. 
 

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