Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

—La verdad, no pensé que sobrevivirías a la noche de bodas...

Pandora quiso tocarlo entonces, pero repentinamente, unos hilos invisibles cortaron su mano, al menos la piel de su muñeca, separándola de su cuerpo, era Minos, quien aparentaba estar furioso, por verla junto a su omega, porque intento tocarle.

— ¿Qué es lo que ha dicho señorita Pandora?

Pregunto, sus ojos grises fijos en los intrusos, con una expresión fría, distante, vestido como lo hacía para juzgar a las almas de los condenados, preguntándose si lo que había dicho era cierto, que esa pequeña bruja esperaba que el dañara a su omega mucho más de lo necesario, que lo mataría.

—Vine a traerles un regalo, un vestido y unas cadenas, que combinaran perfectamente con el color de piel y cabello de este omega.

Radamanthys no pudo decir nada en un principio, observando con el mayor de los terrores que en un maniquí había un vestido de omega a la vieja usanza, unos lienzos que acentuaban su desnudes, acompañados de unas cadenas doradas.

—Nadie le ha dicho que es de muy mala educación ingresar al cuarto de una pareja recién formada, que nadie más que yo puede ver a mi omega desnudo, ni percibir su exquisito perfume durante su celo.

Trataba de ser amable, de ser juicioso, pero no podía hacerlo, cuando Cheshire se rio entre dientes, al ver la expresión de Radamanthys, una que era parecida a la que portaba cuando Pasifae lo humillaba en el palacio, cuando vio a esos omegas del senador que quiso violarlo, cuando le dijeron que desposaría a Gracchus, la misma clase de expresión que decía que se pensaba un esclavo, más que un compañero.

—Veinte vidas, durante veinte vidas estuve planeando nuestro futuro, esperando por el día en que mi pequeño hermano por fin estuviera entre mis brazos, construyendo esta habitación para que estuviéramos cómodos y usted piensa que le dejare dañarle, que permitiré que siga humillando a mi omega.

Sus ojos comenzaron a cambiar de forma, convirtiéndose en dos pequeños puntos, una sonrisa formándose en su rostro, una que helo la sangre de Pandora e hizo que Cheshire se colocara como un escudo humano entre ellos, para proteger a la pequeña bruja.

— Soy su alfa señorita Pandora y él fue mi hermano, encargarme de su seguridad es mi deber, así como realizar todo aquello que nunca hice cuando estábamos en Creta, por lo que le advierto, si vuelve a insultarle, la matare.

La pequeña bruja negó eso, nadie la humillaba, ninguno de sus espectros podía insultarla, así que supuso, debía darles una lección e intento castigar a Minos, de la forma en que lo hacía con Radamanthys cuando realizaba alguna acción sin su permiso, aunque en muchas de esas ocasiones el tuviera la razón.

— ¡Como te atreves a insultarme!

Ella grito, pero después de la visita de su padre, Minos sentía que su cosmos de cierta forma era superior al del pasado, sintiéndose un semidiós en todo su derecho, con todas sus ventajas, así que los relámpagos no eran más que cosquillas molestas, pero le hicieron recordar los gritos de dolor que su omega pronunciaba cuando era castigado por esta mujer.

—Tú tan solo eres la hermana de Hades, que adopto para que pudiera abrir las cajas de los dioses gemelos, empezar la guerra, pero yo soy uno de los hijos favoritos de Zeus, sino es que su favorito, sangre de su sangre, imagen y semejanza del dios del rayo, regente del Olimpo.

Minos elevo una de sus manos, para darle una advertencia, sin embargo, su hermano, como por reflejo intento detener ese castigo a la pequeña bruja, deteniéndose cuando su semilla espesa, empezó a recorrer sus muslos, saliendo de su cuerpo.

—Minos...

Cheshire al ver esa patética apariencia comenzó a reírse, relamiendo sus labios, sin comprender lo que Radamanthys si, como Minos estaba dispuesto a matar a su señora por insultarlo, actuando como él pensaba que debería actuar un buen alfa, cuando su omega era humillado.

— ¡Como te atreves maldita basura!

Rodeando cl cuerpo del ayudante de cámara de Pandora con sus hilos, sonriendo al ver su terror, para repentinamente, romper uno por uno de sus huesos, escuchando sus gritos, riéndose al ver su dolor, para al final, después de una agónica eternidad, quebrar su cuello.

— ¡Nadie, nadie jamás volverá a insultar a mi hermano!

Pandora fue cubierta por la sangre de su soldado, viendo como Radamanthys, parecía perdido en su propia mente, sus piernas manchadas con la semilla de Minos, haciéndola enfurecer, se suponía que era su guardaespaldas, en ese momento debía protegerla, no quedarse allí, en la cama, como un inútil omega haría después de ser poseído por su alfa.

— ¿Acaso no vas a defenderme? ¿No eres más que un estúpido omega? ¿Un maldito traidor?

Radamanthys se preguntaba que había hecho para merecerse aquel trato, no deseaba pelear, ya no le veía el caso, su arpía estaba muerta, su alfa ahora era Minos y su señora, quien debió cuidar su espalda en agradecimiento por ser un soldado leal, era la culpable de todo su sufrimiento, de toda su desgracia.

— Responde de una buena vez omega...

Omega, eso era lo que era, al fin y al cabo, nada más, nunca sería nada más, su padre se lo había dicho, no había mencionado que de no ser un omega habría sido un emperador ejemplar, acaso no Gracchus le dijo que lo único que le deparaba era un alfa que lo desearía por ser hijo del emperador, que lo mejor era tener un alfa que lo conociera como el hacía, no lo dijo ese senador, que los omegas únicamente gemían para los alfas y en este momento, Pandora pensaba lo mismo, era un omega, era un esclavo, nunca sería otra cosa, aunque Valentine le hizo creer que si podía serlo.

—Solo soy un omega...

Respondió, permitiendo que unas cuantas lagrimas resbalaran de sus ojos, con vergüenza, sintiéndose desesperado, al saberse débil, al pensarse un inútil que solo servía para concebir, que no sería utilizado para nada más que darle hijos a Minos.

—En eso tienes razón si dejas que Minos me amenace, solamente sirves para darle crías a un alfa, no eres más que una vergüenza que mi hermano tiene en su ejército para complacer a Zeus, para calentar el lecho de tu alfa...

Minos al verle llorar, al escuchar las crueles palabras de Pandora, apretó los dientes, le había dicho que no soportaría que insultaran de nuevo a su omega, pero aquí estaba bruja, esta niña monstruo, gritándole, insultándolo, haciéndole llorar, como sucedió cuando le dijeron que se realizaría una cacería, cuando le dijeron que Gracchus sería su esposo, cuando ese senador quiso violarlo, haciendo que su sangre se incendiara a causa de la furia, y sus hilos rodearan a Pandora, tirando de sus extremidades.

—Aún recuerdo los gritos de su ultimo castigo, aún resuenan en mi mente y al pensar en ellos no hago otra cosa más que desear vengarme, proteger el honor de mi hermano, mi pequeño hermano, que es un omega, mi omega, una bendición, un regalo de los dioses, no una calamidad para los humanos, como usted, pequeña bruja.

Pandora trataba de liberarse de los hilos de Minos, pero no podía, bañando esa habitación con su sangre, al propio Radamanthys, que apenas comenzaba a reaccionar, sentado en la cama, recargado en las cobijas, desnudos, con la semilla de su hermano en su cuerpo, tal vez gestándose vida en su vientre, solo, sin su arpía, sin su honor, rebajado a ser el consorte de Minos, por toda la eternidad.

—Probablemente no recuerda lo que le dije cuando pedí la mano de mi omega, usted ya no tiene ninguna utilidad para el ejercito del dios Hades y es por eso, que será condenada al peor de los círculos, para que sufra por todas las humillaciones que le hizo pasar a mi pequeño hermano, a mi omega.

De un momento a otro, la sangre de Pandora baño esas baldosas, su grito reverbero en el Inframundo, y sus pedazos, fueron lanzados a los círculos del abismo para que alimentara a las almas vagabundas, a los condenados, con lo que quedaba de esa mujer, que no era más que una herramienta, seguro que Zeus le protegería de la ira de su hermano.

—Nunca más volverá a insultarte y en la siguiente vida, se lo pensara dos veces, antes de tocar uno solo de tus cabellos...

Radamanthys estaba bañado con la sangre de la mujer que había jurado proteger, pero aun así, no se movía, permaneciendo inmóvil en esa cama, sus ojos húmedos, haciendo que el alfa en Minos, el instinto de cualquier alfa, pero en especial, aquel elegido por la diosa Hera para proteger a su compañero despertara.

—Y cualquiera que intente insultarte, que tan siquiera se atreva a mirarte de una forma que no me guste, sufriera una pena mucho peor que esta.

Minos sostuvo la mano de Radamanthys, para llevarlo a la tina, caminando todo ese tiempo a su lado, para sumergirlo en el agua caliente, escuchando como las monjas sin rostro del Inframundo, se dedicaban a limpiar el reguero necesario que había hecho en sus habitaciones.

—Déjame ayudarte a lavar tu cabello, está muy sucio.

Radamanthys no respondía como debía hacerlo, apenas se atrevía a moverse, o a mirarle, llorando en silencio, para rodear sus rodillas con sus brazos, haciéndole recordar aquella ocasión cuando le dijo que su hermano mayor deseaba organizar una cacería a cambio del trono, la primera vez que tuvo que proteger a su omega del peligro.

—Eres un guerrero poderoso, aun eres el segundo juez de las almas y serás mi segundo al mando durante este reinado en el Inframundo, si me das una oportunidad, seré el mejor de los alfas, porque al fin te encuentras en mi nido.

Minos beso su frente, ayudándole a salir de la tina, secando su cuerpo con unas toallas de color blanco que había preparado para su pequeño hermano, a quien cubrió de pies a cabeza, para buscar unas cuantas prendas que pudiera ponerse, junto a su túnica de juez, aunque su mirada aún estaba perdida.

—Me enorgulleces Minos, has embarazado a tu omega, ya lo tienes en tu nido, será un buen omega y el primero que peleara por nosotros, no en esta vida, pero si en la que viene, aunque, no esperaba nada menos de un hijo mío.

Minos al ver a su padre sonrió, sintiéndose orgulloso, su omega estaba embarazado, después de compartir su celo con él, uno que aún seguía su curso, dos días más, pues el celo de su omega era especialmente largo.

—Pero, te daré mi sangre para que seas mucho más fuerte que en el pasado.

Zeus le entrego un vial, para que Minos lo usara, era su sangre, con ella seria por mucho más poderoso que en cualquiera de sus vidas, podría hacer su voluntad, pues, le necesitaba a su lado, ya que su hijo favorito había resultado poco menos que un inútil, en cambio Minos era un digno heredero de su poder, de su sangre y de su dominio sobre los mortales.

—Por realizar tu deber, justo como te lo encomendé.

Minos al ver el vial lo uso inmediatamente, bebiendo la sangre de su padre, sintiendo como el poder del mismo Olimpo se le era concedido, escuchando unos movimientos de su omega, quien le veía con una expresión casi muerta.

—Lo vez, por fin cumplí mi promesa, me he convertido en un semidiós, tengo el verdadero poder y a ti a mi lado, como mi compañero, como mi dulce omega, mi pequeño hermano.

Radamanthys desvió la mirada, permitiendo que lo abrazara por la cintura, besando la mordida en su cuello y después sus labios, gimiendo al sentir el sabor de su amado compañero, su omega, quien le siguió a la sala del juicio, en donde se encontraba Aiacos, a su lado estaba Violate, quien llevo una mano a su boca, al ver la apariencia de su omega, supuso.

—Pandora ha muerto y ahora yo seré quien gobierne el Inframundo en ausencia de nuestro dios Hades, tienes alguna queja al respecto, Aiacos.

El tercer juez de las almas por un momento guardo silencio, observando fijamente a Radamanthys, quien le veía con una expresión distante, vestido con su túnica de juez, pero, no parecía que estuviera presente en esa conversación.

—Que ganaría con eso, parece que estás acostumbrado a realizar tu voluntad.

Respondió, apartándose del trono en donde se sentó Minos, el que estaba detrás de un escritorio, escuchando los pasos de Aiacos alejándose de ese salón, su hermano se mantuvo de pie, observando el interminable desfile de almas condenadas.

Minos siempre había encontrado ese trabajo aburrido, le gustaba que Lune se encargara de ese trabajo, o sino, su otro subalterno, ese tipo de cabello rubio y ojos negros, otro de los muchos betas de ese reino.

—Ven Radamanthys, quiero que te sientes en mis piernas.

Al principio no le obedeció, tal vez estaba muy lejos para escucharlo, así que tomándolo delicadamente con sus hilos le hizo acercarse a él, que se sentara en sus piernas, en donde cabía perfectamente.

—Nunca me ha gustado este trabajo, es tan aburrido, pero contigo aquí, sentado en mis piernas, sé que podre entretenerme con facilidad.

Minos entonces llevo sus manos al interior de la túnica de su omega, abriendo su ropa negra con suficiente rapidez, pues, había tenido esa fantasía en demasiadas ocasiones, imaginándose a su hermano siendo poseído en la sala del juicio, sentado en sus piernas, gimiendo para él.

— Desnúdate, pero déjate la túnica puesta, quiero sentir tu cuerpo.

Por un momento Radamanthys casi reacciona, casi pelea con él, negándose a realizar sus perversos deseos, pero, al recordar que solo era un omega, que no era otra cosa, obedeció al alfa en esa habitación, a su hermano, doblando sus prendas, caminando descalzo en la dirección de Minos, para sentarse en sus piernas de nuevo, esta vez de lado.

—No pensé que fueras tan dócil...

No lo era, supuso, generalmente no era un omega dócil, al menos, no con cualquier otro que no fuera su alfa, cuando se trataba de su alfa, le dejaba colmarlo de caricias, hacerle el amor, aun brindarle un poco de dolor, que aumentaba el placer que sentía cuando estaba a su lado.

—Mi pequeño hermano... mi dulce omega...

Minos introdujo entonces sus manos en la túnica de su omega, cuyas piernas desnudas resaltaban en la oscuridad de esa habitación, sus delicados gemidos, besando su cuello, para morderle de nuevo, dejando la marca de sus dientes en su piel desnuda.

—Gime para mí, quiero escucharte.

Radamanthys mantenía los ojos cerrados, sus manos en las muñecas de Minos, como si quisiera que se detuviera, pero no se atrevía a usar fuerza contra él, gimiendo cada vez más alto, cuando las manos del que decía su alfa, le rodearon con mayor fuerza, ingresando sus dedos en su humedad, volteándolo de tal forma, que sus codos quedaron recargados en el escritorio, su túnica cubriendo la parte delantera de su cuerpo, mientras que sus glúteos, parte de su espalda, sus piernas y su humedad, estaban al descubierto.

—Quiero escuchar tu placer.

Le ordeno, separándose de su cuerpo, para descubrir su entrepierna, bajando sus pantalones hasta la mitad de sus muslos, su hombría despierta, erguida, lista para empalarse en ese cuerpo delicado, en esa humedad perfecta, caliente, ansioso por sentirlo alrededor suyo.

—Siempre soñé con esto, siempre quise hacerte el amor en el salón del juicio.

Radamanthys sintió entonces como abrían sus piernas con las de Minos y este empujaba en su cuerpo, para ingresar en el de un solo movimiento, gimiendo, gritando su placer, deteniéndose para poder apreciarle a su antojo.

—Y por fin lo estoy haciendo.

Radamanthys cerró los ojos, encajando sus dedos en la superficie de mármol, sintiendo como los embistes de Minos empezaban a sucederse, cada vez más fuertes, cada vez más rápidos, gimiendo al sentir como sus cuerpos se convertían en uno solo, maldiciendo su sexo, maldiciendo el ser un omega, que gemía únicamente porque un alfa le poseía.

—Mi señor Minos...

Radamanthys abrió los ojos, aterrado, al sentir como los embistes de su alfa empezaban a volverse incontrolables, casi subiéndolo en el escritorio, sosteniendo sus caderas y una de sus manos, gimiendo con mayor fuerza, viendo a los dos subalternos de Minos, de su hermano, Lune con una expresión de sorpresa, el otro, el de los ojos oscuros, con desagrado, de la misma forma en que Pasifae lo veía cuando estaba en compañía de quien fuera su esposo.

— ¡No ven que estoy ocupado!

Minos sabía que no podían ver su cuerpo desnudo, pero no era necesario para saber qué era lo que estaban haciendo, para comprender que lo estaban poseyendo en ese salón del juicio, sobre ese escritorio, y que el gemía como lo que era, como un omega en celo.

—Algunos espectros se han levantado, dicen que la señorita Pandora ha muerto, que su alma estaba vagando en el Yomotsu.

Minos seguía moviéndose sin piedad alguna, jadeando cada vez con mayor fuerza, sin poder detenerse, porque ese era el celo de su omega, a quien había esperado por más de veinte vidas, por tantos años que no deseaba pronunciarlos y nadie le evitaría hacerle el amor cuantas veces pudiera, tal vez, Radamanthys, pero únicamente si era necesario y si se lo pedía de una forma muy agradable.

—Maten y encierren a los traidores, no quiero que esta revuelta se salga de control, además, no dejen que ni el Basilisco ni el pollo negro regresen al Inframundo, ellos no hacen más que estorbar y si vuelven a interrumpirme cuando estoy con mi omega, yo los matare.

Sus soldados asintieron, marchándose de aquel sitio, dejándolos por fin solos, para que Minos volteara a su omega, recostándolo en el escritorio de piedra para seguir poseyéndolo en ese lugar, sin poder detenerse, no cuando su omega gemía tan dulcemente.

—Soy capaz de enfrentarme a los dioses por ti, pequeño hermano.

***39***

Al fin llegaban al castillo de la diosa Hera, donde habían encerrado a su alfa, Camus no había dicho nada más, únicamente avanzado en silencio, con una sumisión que Kardia decía era una mentira, porque estaba planeando la forma de acuchillarlos por la espalda, de forma literal y figurativa, no era más que un traidor.

La diosa Hera estaba dormida cuando llegaron, así que la máquina de Hefesto los llevo con su creador, quien les otorgo unas habitaciones, un lugar cómodo, en donde podrían dormir sin temor a sufrir cualquier daño.

Aun Camus, quien temía cerrar los ojos, porque las pesadillas cada vez eran peores, con cada día que pasaba las imágenes de ese gigante de cabello blanco y ojos de trueno eran más vividas, como si fueran reales.

—No soy Ganimedes... no lo soy...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).