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Paraiso Robado. por Seiken

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—Debes regresar con los tuyos, y dile a Kardia, que su madre lo está esperando, que él, puede venir, con su alfa, con su hijo de Zeus.

 

Camus asintió, portando la misma armadura que Degel, lo sabía, porque era aquella que le había dado Hefesto, para poder matarlo.

 

—Eso haré mi señora.

 

Su paso era lento, ya no había dudas en su corazón, solo una terrible certeza de que, por su culpa, Milo seguiría sufriendo.

 

—Hera, la diosa madre los está esperando, quiere hablar con ustedes…

 

Kardia por un momento quiso preguntarle qué demonios le había pasado, pero guardó silencio, sólo, porque Degel se lo pedía.

 

—Lamento lo que hice, el haberte llevado conmigo y encerrarte a ti en ese ataúd.

 

Kardia podía ver que su arrepentimiento era genuino, y si lo pensaban bien, en realidad, no les había hecho daño, tal vez estaba tan desesperado como lo imaginaba su alfa.

 

—Yo no te guardo rencor.

 

Degel se quitó sus lentes, avanzando algunos pasos en la dirección de Camus, que tenía una apariencia extraña, como si estuviera listo para una batalla interminable.

 

—Soy yo… siempre he sido yo, y lamento lo que hice con tu compañero, pero, nunca le hice daño.

 

Camus esperaba recibir una burla, una risa de alguno de los dos, no un fuerte abrazo, del santo de oro que era menor que él, pero parecía ser más viejo que cualquier otro.

 

—Lo siento tanto…

 

Camus dejo que lo abrazaran, sintiendo una mano en el hombro, su hombro, viendo una mirada de profunda pena dirigida hacia él.

 

—Degel y yo, te ayudaremos en lo que sea, no estás sólo.

 

Camus sintió como si sus padres, aquellos que nunca conoció, lo abrazaran, de una forma diferente, no como lo hacía Milo, su Milo, que estaba seguro que él no le amaba y toda su vida, actuó de esa forma, demostrándoselo con sus constantes rechazos, con su frialdad, sus traiciones.

 

—Yo no me marcharé tan pronto, y ustedes deben ir a verla, desea conversar con ustedes.

 

Los dos compartieron una mirada, para marcharse, realizar la misión que pensaban era la más importante de sus vidas, dejándole sólo, para que pudiera pensar en todo el daño que había hecho a quien más le amaba en ese mundo.

 

—Ay Milo. He sido tan cruel contigo todo este tiempo… No te culpo si me he ganado tu rencor.

 

Camus llevo sus manos a su rostro, sintiendo aún el dolor que solamente llegaba con los recuerdos de todos los pesares que le hizo soportar a Milo.

 

—Pero aún así, no dejaré que nadie te lastimé…

 

Zeus despertaría y en ese momento, al primero que buscaría era a su omega, a su Milo, que yacía junto a Kanon, con sus gemelos siendo educados como sus hijos y su collar, aún colgando del cuello de su omega.

 

Dos niños pelirrojos, idénticos a él, sin un gramo de Kanon en ellos, aún en su actitud se parecían a él, lo sabía, porque en ciertas ocasiones se había aventurado a verles, para ese tiempo tendrían cinco años, eran unos prodigios, pero nunca vio su cosmos, seguramente también tendrían dominio del aire frío.

 

Camus recordaba haberlos visto jugar en el templo de géminis, corriendo de un lado a otro, Milo dormía en esas paredes, pero en ese momento, no estaba cerca, tal vez estaba con Kanon.

 

No sabía por qué razón tuvo que convencerse a sí mismo que ellos estaban juntos, aunque su omega no lo amara y le hubiera negado su collar, necesitaba ver la cama que comprobaba su abandono.

 

Encontrando que no era una cama, sino dos, en la misma habitación, separadas por completo de la otra, con un biombo como una pared, para darles privacidad.

 

Tal vez Milo estaba acostumbrado a dormir solo después de hacer el amor, ya que él siempre se marchaba sin decir nada, una vez hubieran terminado, creía necesitar privacidad.

 

Pero, comprendiendo que era su omega, tal vez, el solamente lo rechazó, pero no acepto a nadie más, porque decían, que un omega no podía amar a alguien que no fuera su compañero divino.

 

—Solo son tonterías, Ganimedes, debilidades creadas para herir a mis hijos…

 

El cuarto había cambiado de forma instantánea, como si fuera una pesadilla, o un mal sueño, haciendo que se levantará, aún vestido con su armadura, el regalo de Hera.

 

—O separar a mi amante favorito de mí.

 

Reconocía esas habitaciones de una pesadilla recurrente, de varias vidas encerrado en ese sitio, cuando el Olimpo se levantaba, y lo regresaban a su calabozo.

 

—Los omegas únicamente son criaturas patéticas, sin utilidad alguna, creaciones de mi esposa para poner a mis hijos en mi contra.

 

Camus retrocedió algunos pasos, escuchando las pisadas de Zeus, como retumbaban en sus oídos, como si fueran martillos de tambores monumentales.

 

—Te van a destruir, no podrás despertar a tiempo.

 

Le advirtió, haciendo que se riera, porque otro más estaría corriendo de su lado, pero este humano carente de sentimientos, cuando caía en sus manos, porque nunca había logrado quebrarlo, le hacía sentir invencible.

 

—Esa vaca que tengo como esposa no podrá ayudarte, tu eres mío, y en algunos siglos, volveremos a estar juntos.

 

Zeus trato de tocarlo, pero no pudo, pues unas plumas le rodearon, pero no solo eso, también parecía que una criatura invisible llena de tentáculos, le protegía, logrando que la expresión del regente del Olimpo cambiará por una llena de furia.

 

—El no nacerá, mi hijo se ha encargado de eso, así que si tienes piedad en ese corazón muerto que posees, matarás a tu otra mitad, antes de que yo lo encuentre.

 

Anuncio el dios Zeus, riéndose al ver que Camus negaba eso, no podía matar a su omega y no le permitiría lastimarlo.

 

—O puedes dejarlo vivir, eso siempre te ha dado tiempo para intentar escapar de mis manos, Ganimedes.

 

Su nombre no era Ganimedes, su nombre era Camus y no importaba que se tratara del regente del Olimpo, su omega no sería lastimado, sus niños le necesitaban a su lado.

 

—¿Niños?

 

Preguntó el dios del rayo, con una sonrisa macabra, como si estuviera sorprendido, petrificando a Camus, quién, apretó los dientes, furioso.

 

—Nunca has tenido niños y ellos deben ser idénticos a ti, tus gemelos…

 

Camus incendio su cosmos, atacando al dios Zeus, quien respondió dándole un manotazo que lo lanzó al suelo, su boca y su nariz sangrando debido al golpe.

 

—Un bonito regalo de bienvenida, dos efebos y su padre, para poder calentar mi lecho, pero no temas, tú siempre serás especial.

 

Zeus avanzó hasta donde él se encontraba, sosteniendo su cabello rojo entre sus manos, para lanzarlo a esa cama monumental, escuchando como crujía bajo el peso del gigante de cabello blanco, como sus ojos y su barba, un anciano musculoso, que intentaba violarlo.

 

— ¡Déjalo ir! ¡Deja en paz a Camus!

 

Zeus simplemente se rió, sosteniendo a Camus del cabello, para que pudiera ver un cuerpo malherido, cubierto de cadenas, con cabello azul ensortijado.

 

— ¡Déjalo ir! ¡Déjalos ir!

 

Camus reconoció a Milo inmediatamente, negando eso, seguro que era un sueño, tal vez una premonición, lo que fuera, era demasiado real y lo llenaba de terror, mucho más al ver a lado de su omega ensangrentado, moribundo, dos muchachos, de unos trece años, vestidos con paños blancos, miradas pérdidas, cadenas en sus brazos, eran sus hijos, sus gemelos que no sabían que él era su padre.

 

— ¡No! ¡Ellos no! ¡No te metas con mi familia!

 

No era su familia, aún no, pero eran sus hijos y su omega, a los que deseaba recuperar, o al menos, ser parte de su vida, enseñarles a usar su cosmos congelado, sus técnicas, hacerlos unas personas de bien.

 

— ¿Qué piensas hacer al respecto?

 

Le pregunto burlón, arrancando su ropa con sus manos, destrozando su coraza, como si de la piel de un animal se tratara, riéndose de sus intentos por liberarse.

 

— ¡Te mataré! ¡Yo te destruiré!

 

Zeus abrió sus piernas con sus rodillas como en respuesta, relamiendo sus labios, e intentó besarle, acercándose a él, su miembro erecto, escurriendo un líquido blancuzco que lleno de asco a Camus.

 

— ¡Camus! ¡Deja ir a Camus!

 

Escucho que Milo gritaba, tratando de soltarse, pero no pudo cuando Zeus le lanzó una centella, matándolo en ese instante, riéndose al ver su dolor, su desesperación.

 

— ¡Milo! ¡Milo!

 

Reaccionó cuando escuchó unos pasos en esa habitación, observando a Kardia, que junto a Degel, llegaron pronto en su auxilio.

 

— ¿Te encuentras bien?

 

Camus no se encontraba bien, cómo podría estar bien, si era Ganimedes, si su omega sufría únicamente por ese hecho, por no tener sus sentimientos claros, y por los celos del dios del rayo, del Olimpo.

 

—Soñé con él, tenía a mi omega, a Milo, y a mis hijos, mis gemelos… estaba sobre mí, iba a violarme, pero, mi familia, el destruirá a mi familia.

 

Kardia guardó silencio, encontrando esa descripción horrible, no necesitaba detalles, para saber que cualquier hombre perdería la razón de pensar en eso, Degel se quitó los lentes, intercambiando una mirada con su omega, para después tratar de pensar en una forma de ayudarle a Camus.

 

—Nunca conocí a mis padres, todos en el santuario somos huérfanos, estamos solos y Shion, él no es un patriarca benevolente, nunca lo ha sido…

 

No sabía porque les contaba todo eso, tal vez, por lo que había dicho Hera, de que el descendía de ellos.

 

—Quisiera sentir el abrazo de un omega, el cariño maternal que jamás tuve, sé que no es justo con lo que ha pasado, pero, eso es lo que pienso, me ayudaría a tranquilizarme.

 

Kardia había conversado con Hera, y sus palabras aún resonaban en su mente, en la de Degel también, que se sentía responsable por ese guerrero, dejado a su suerte en las garras de Shion, que en el futuro seguía siendo un monstruo, justo como en ese momento lo era.

 

—Hera nos lo ha dicho todo, sabemos que no fue tu culpa y yo me retracto de lo que dije sobre Zeus, nadie se merece eso, ni siquiera tu, que trataste tan mal a esos omegas, en especial al primero, pero aprendiste de Shion, y ese perro asqueroso, no debería ser patriarca del santuario, ni siquiera un santo dorado.

 

Camus abrió los ojos, al sentir los brazos de Kardia rodearlo, acariciando su cabello, como si quisiera que se quedará dormido en sus brazos.

 

—Todo va a estar bien, y si ese escorpión es tu omega, no creo que haya podido serte infiel, ni que pueda olvidarte, nuestras uniones fueron su creación, fueron designios de la diosa Hera, están predestinadas.

 

Camus al escuchar eso comenzó a llorar, dejando que Kardia, que sería lo más cercano que tendría a un omega, una madre, lo abrazara, dejándose arrullar por él, sintiendo una mano en su espalda, era Degel, que también le veía con ternura.

 

—Ella ha encontrado la forma de salvarte y Kardia le ha suplicado, que no te deje solo, nuestra madre lo cumplirá, ella no nos abandonará, mucho menos a ti, o a tu familia.

 

Camus se quedó dormido en el regazo de Kardia, que seguía acariciando su cabello con delicadeza, tarareando una canción de taberna, que Degel también conocía, quien le veía en silencio.

 

—Serás una excelente madre Kardia, un omega ejemplar…

 

Kardia mantuvo la cabeza de Camus en sus piernas, riéndose en silencio al ver que era cierto lo que pensaba, el era casi idéntico a su alfa, como dos gotas de agua, tal vez por eso le desagrado tanto, por qué pensaba que no tenía sentimientos, que no era normal, pero solo estaba condenado, tenía una maldición y pronto, está terminaría.

 

—Se parece mucho a ti…

 

Degel asintió, eran casi idénticos, pero él no era Ganimedes, el era libre, pero no por eso, dejaría que ese pequeño sufriera en las manos de Zeus.

 

—Es apuesto, no lo dudo.

 

Kardia negó eso, únicamente con él, Degel mostraba sus sentimientos, con los demás era frío, pero, se preguntaba si esas pesadillas, esos recuerdos no eran la razón de su frialdad y de su desesperación, porque su amado estaba seguro que la cacería de Zeus terminaba cuando entraba a su omega, pero eso no era así, al menos, no fue así con Camus.

 

—Pobre niño, y pobre escorpión idiota, acaso nadie le ha dicho que ustedes son fríos en casi todos los momentos.

 

Suponía que no, tal vez Shion solo le veía como carne de cañón, y servía a los designios de Zeus, así como de Athena, el que no reconociera a su omega.

 

—No creo que sepa, pero yo creo que puede perdonarlo, si Camus demuestra de que está hecho.

 

Kardia suspiro al recordar que Camus le dijo, que su omega le había visto con otros, que él había escapado con un alfa, pero, tal vez, solo era una fachada, una mentira.

 

—Dijo que le abandono por alguien más, pero si ya existía el vínculo, si ellos lograron encontrarse, no creo que ese escorpión pueda amar a nadie más, yo no lo haría, y esos niños que dice tener, tal vez son la razón detrás de su mentira, dos niños necesitan crecer en un hogar lleno de afecto, de cariño… pero quién sabe, solo son simples conjeturas.

 

Degel pensaba que Kardia tenía razón, pero cómo saberlo, al menos, ellos no podrían, ni siquiera ayudarle con eso, lo que si podían hacer, era evitar que Zeus despertara, volver a sellar la urna, para que pudieran vivir en paz, otros doscientos años.

 

—En doscientos años podrán hacerle frente, pero si despierta en este momento… todo estará perdido.

 

Kardia asintió, llevando una de sus manos a su estómago, que no tenía vida, al menos, no durante ese año, pero después, podría dar a luz, tener niños sanos, con su alfa, con la persona que amaba y a quien le pertenecía, porque el también le pertenecía de la misma forma.

 

—Tenemos que defender el futuro, ese es nuestro deber máximo…

 

Kardia cerró los ojos, recordando cómo iban acercándose a la diosa Hera, que les veía en absoluto silencio, con una expresión amable, encerrada en su prisión, donde su esposo la había encadenado.

 

*****

 

—Solamente mis hijos, una pareja forjada por mí, para la guerra que se aproxima con mi esposo, pueden liberarme, por favor, ayuden a su madre.

 

Kardia por un momento, quiso gritarle, maldecirle, porque él deseaba tener hijos y creía que jamás los tendría, pero Degel deseaba agradecerle por ponerle en su camino.

 

— ¿Por qué no puedo tener hijos?

 

Hera ladeó la cabeza, sin entender muy bien de qué le hablaba, porque hasta donde sabía, todos sus hijos daban a luz, todos ellos eran fértiles, algunos perdían a sus bebés, otros no vivían suficiente tiempo para darle a luz, sin embargo, siempre podían traer más de ellos a ese mundo, tantos, como hijos de Zeus existieron.

 

— ¿De qué estás hablando mi niño?

 

Degel se puso de rodillas frente a ella, en forma de agradecimiento, pero Kardia la atacó, pensando que solamente se estaba burlando de él, pero su madre, no le respondió con violencia, por el contrario, transformó sus agujas en plumas de pavorreales, para acariciar la mejilla de su hijo.

 

—Eras un niño, tu cuerpo no estaba listo para dar a luz, además, una criatura poderosa tomó cabida en ti, ibas a dar a luz a Tifón, pero no lo soportaste, porque tú diosa, decidió finalizar tu embarazo, creyendo que así, no vendría a este mundo la única criatura que puede matar a mi esposo.

 

Kardia detuvo su pelea, y Degel de nuevo recordó la advertencia de su maestro, que le dijo que la diosa Athena era mucho más parecida a su padre, de lo que le gustaba admitirlo.

 

— ¿Mi hijo? ¿Mi hijo habría nacido? ¿Yo no lo mate?

 

Hera como única respuesta negó eso con un simple movimiento de la cabeza, no había muerto por culpa de Kardia, tampoco debido a su edad, aunque eso no le sirvió a su favor, en cambio, su pequeño murió, porque la diosa de la sabiduría, decidió que debía morir, para que Tifón, no existiera.

 

—Athena solo protege las tierras de su padre, no es una diosa benevolente, porque ella ha creado las guerras, solo para divertirse, ella es su enemigo, no su aliado.

 

Degel cerró los ojos, creyéndole a la diosa de los nacimientos, Kardia cayó de rodillas, llevando sus manos a su vientre, pensando en su hijo, el que lo libero de los barrotes de la jaula de Camus, aquel que cuido, que esperaron ilusionados.

 

— ¿Por qué haría eso?

 

Hera lo sabía, pero ya no soportaba más, debía ser liberada, así que señalo los sellos que debían ser separados al mismo tiempo, por el alfa y el omega.

 

—Por favor, les diré todo lo que sé, pero deben confiar en mí, liberarme, para que su siguiente hijo nazca en una tierra segura, en libertad, porque si lo hace en el reinado de Zeus… únicamente el dolor y la desesperación lo aguardará.

 

Los dos tomaron el sello entre sus manos, para arrancarlo con un movimiento conjunto, destruyéndolo como si fuera un simple trozo de papel, liberando a Hera, que cayó de rodillas, llevando sus manos al suelo, respirando hondo.

 

—Gracias mis hijos, ahora vayan con Camus, que también tiene su sangre y los necesita a su lado, porque él es Ganimedes.

 

*****

 

— ¿Nos hemos convertido en unos traidores?

 

Pregunto Kardia, dejando ir a Camus, que parecía tenía un sueño pacífico, tal vez, recordando el calor de su omega, su cariño.

 

—No, porque nosotros somos los guerreros de la esperanza y nuestro deber máximo es defender a la humanidad.

 

Kardia asintió, recargándose en la ventana, mirando el paisaje, preguntándose si la dulce Sasha, su diosa, podía ser lo que Hera dijo, quien mato a su bebé, únicamente porque pensaba que se convertiría en Tifón.

 

— ¿Quién piensas que sea el siguiente omega que esa criatura elija?

 

Sintiendo como Degel colocaba ambas manos en sus hombros, besando su mejilla, cerrando los ojos, pensando en lo que podría responderle a su omega.

 

—No lo sé, puede tratarse de alguno de nuestros amigos, Manigoldo, tal vez Cid, o un espectro, tal vez un atlante, un guerrero de cosmos brillante, para que pueda sobrevivir su parto, o al menos, el tiempo suficiente para darle a luz.

 

Kardia tenía miedo por la seguridad de sus amigos, pero, cómo podría averiguar qué estaba pasando en el santuario.

 

— ¿Deberíamos regresar?

 

Camus los escuchaba conversar, pues, sus buenos sueños eran contados con los dedos de la palma de su mano, y sabía que muchos omegas perderían la razón, o eso dijo el patriarca, entre ellos, Manigoldo, y Albafica, quien era el alfa del cangrejo al que obligaron a aceptar a Aspros como su alfa.

 

—No es seguro que regresen al santuario…

 

Los dos intercambiaron una mirada preocupada, esperando una respuesta de Camus, que volvía a ser ese guerrero frío, de una mirada dura y de pocas expresiones.

 

—Shion ha tomado el santuario, piensa que así es mejor y que así le traerá orden al mundo que fue gobernado por un omega, se dará el puesto de patriarca, todo, para que Albafica pueda amarle y Aspros tenga a su omega antes de que pierda la razón.

 

Kardia sabía que Shion estaba planeando algo, pero nunca pensó que fuera algo como eso, algo tan demente, Albafica amaba a Manigoldo, y este no correspondía el afecto de Aspros, que no dejaba de acosar a su amigo.

 

—No deben marcharse, lo que sea que ocurra en estos momentos, no importa, lo que importa, es que la urna de Zeus no sea abierta por su hijo favorito, aquel que fue Hércules.

 

De nuevo el autómata, pero esta vez, estaba acompañado de Hera, que ya se había recuperado, quien se veía como una emperatriz, con una armadura de plumas de pavorreal.

 

—Si Zeus despierta en esta guerra, sin la serpiente y sin la tormenta, estamos perdidos.

 

*****

 

Manigoldo comía en silencio en compañía de Aspros, que trataba de actuar como un buen alfa, como si ese momento fuera la cumbre de su vida en conjunto, y eso no era así, él estaba muerto de preocupación por la seguridad de su compañero.

 

Pero trataba de ser fuerte, cuando su amigo había sido vendido a un alfa, para que Aspros pudiera poseerle, su maestro estaba en coma, y él embarazado, en compañía de géminis, que trataba de fingir que no era su prisionero, o que no amenazó a su alfa y a su maestro, para hacerle obedecer.

 

—No tengo apetito…

 

Intento disculparse, pero Aspros, sosteniendo su muñeca, le señalo el plato, que apenas había tocado, tomando pequeños pedazos de carne, y algo de verduras.

 

—Debes comer por tres, Manigoldo, termina lo que tienes en tu plato, es lo que los sanadores dijeron que debías consumir, para tener un embarazo saludable.

 

Lo dijo con suficiente amabilidad, pero, al mismo tiempo, sin darle la oportunidad a negarse a obedecer.

—Es lo mejor para los cuatro…

*****

Ahora, hagan sus apuestas… ¿Quién creen que dé a luz a Tifón?


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