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Paraiso Robado. por Seiken

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Manigoldo cuando por fin se quedó sólo en su habitación, en el momento en que Aspros acudió al estudio desde donde su maestro gobernaba el santuario, le abandonó, el día anterior había sido el último de su celo, su cuerpo ya se movería de forma natural, aunque su cosmos no brillaba con la misma intensidad, el podía hacer más que lamentarse.

Podía abrir y cerrar el Yomotsu a su antojo, su maestro le enseño cómo hacerlo aún en medio del celo, podía usar el menosprecio por los omegas, para escapar, pero primero visitaría a su maestro, a quien le pediría perdón, pero Cid lo necesitaba.

No tenía guardias porque Aspros no deseaba que nadie más que él se acercara a su conejito, pero este conejito tenía dientes, este comía carne y se prendía en fuego cuando se enojaba, así que eso haría, demostrarle al demente que lo secuestro que no era un inútil.

No le interesaban los consejos de Asmita, quien pudo evitar que lo violaran, pero no movió un solo dedo, mucho menos quedarse en ese cuarto hasta que se ganará la confianza de Aspros.

Eso no iba con él, y su alfa estaba en peligro, Shion lo estaba cazando, lo estaba persiguiendo, debía dar con él, advertirle, o escapar juntos, eso sería sumamente romántico, pensó, rascando su nariz, vistiendo ropa del propio Aspros, que le quedaba un poco grande, por lo que sería muy cómoda.

—Señor Manigoldo… piensa escapar.

Era Yato, el omega que pusieron como su ayudante de cámara, aquel que quiso escucharlo todo de su alfa, de su Albafica, llorando cuando pensó que ni siquiera en el santuario ellos eran libres.

— ¿Quieres venir conmigo?

No dejaría a un omega tan joven, o a cualquier omega en ese lugar, liderado por Shion, para que se le usará como un objeto, así que si deseaba escapar, se lo llevaría con él.

—Sí, no quiero quedarme en donde los omegas no somos apreciados.

Manigoldo sonrió, ese era el espíritu, así que dándole la mano se transportó a la habitación de su maestro, que estaba vacía, respirando hondo al ver que le habían mentido, tal vez, su maestro ya ni siquiera estaba vivo para ese momento.

—Maestro…

Sage los había cuidado a todos con cariño, con dedicación, pero siempre sintió un profundo afecto por él, casi llegando a considerarlo como su hijo, y él, su padre o su abuelo, por lo que, se vengaría de quién le hizo daño, de Aspros, por ocultarle la desaparición de su padre, por no dejarle estar con él sus últimas horas.

—Vámonos.

Era el momento de partir, antes de que Aspros se diera cuenta de que planeaba salir del santuario, llevándose a Yato con él.

—Si señor Manigoldo.

Manigoldo sujeto el hombro del niño omega, para partir con él, usando su telequinesis, su poder para transportarse a su antojo, por dimensiones de la vida y la muerte.

— ¡Manigoldo!

*****

Aspros esperaba que Manigoldo se comportará como debía, que dejara de buscar la muerte en los brazos de la sirena, de esa viuda negra, que mataba a sus parejas a cambio de una cría para postergar su veneno.

Trataba de concentrarse, pensar con claridad, pero no podía, un sexto sentido le decía que debió llevarse a Manigoldo con él, para tenerlo vigilado.

Cuando llegó a su habitación y vio que su conejito no se encontraba en ese sitio, lo supo, su cangrejo deseaba escapar, tal vez había visitado a su maestro, que aún se encontraba en coma, presa de sus heridas.

Usando su cosmos y su desesperación como un combustible, se movió tan rápido como podía, pero, no llego a tiempo, su conejito se había marchado, llevándose con él a su ayudante de cámara, el niño omega de cabello castaño.

— ¡Manigoldo!

*****

Shion al verles salir sonrió, al menos el joven pensando que ya era el momento de atacar al cangrejo, matarlo antes de que Aspros fuera con él, que le regresara a la seguridad de sus habitaciones.

— ¡Es el momento!

El joven Shion empezó a moverse, pero su versión anciana negó eso, cuya apariencia demacrada le hacía comprender qué edad tenía él, en especial, sus ojos, que daban una sensación de antigüedad, que te hacía pensar en viejas guerras, en muerte, en desolación.

— ¡Debemos matarlo!

Shion el viejo, encerró a su versión más joven en una celda de cristal, negando eso, si dejaban escapar al cangrejo, su rosa no tendría porque regresar al santuario, por lo cual, debían mantenerlo vivo, a salvó, en los brazos de Aspros, hasta que su rosa, regresara por él.

—Si lo matamos, perderemos el anzuelo de nuestro hermoso pececillo, pero si lo mantenemos en su celda, Albafica terminara viniendo a nosotros.

Le ordenó, debían permitir que Aspros fuera por su conejito, que lo regresará al santuario, eso era lo que debía pasar y así, cuando su rosa regresara por él, podría capturarla, usando el Satán Imperial.

—De lo contrario, no sabremos cómo llegar a él y aunque me moleste admitirlo, Albafica perdería la razón, sin su cangrejo.

Le odiaba por sobre todo, pero necesitaban del cangrejo para capturar a su rosa, como necesitaba de un Camus sin sentimientos, para cuando Zeus fuera por él, y que mejor manera que mantener al esclavo de Zeus libre para él, que entregarle su omega a otro alfa, o en este caso un beta, que fingía ser su compañero, pero dormían en diferentes camas, únicamente, porque Milo fue el único que le aceptó en el santuario de Athena.

—Deja que las cosas pasen como deben, al final, nosotros tendremos a nuestra rosa, tú en el pasado, yo en el presente, el futuro para ti.

Aunque eso no pasaría, el no dejaría que su joven e inútil encarnación, poseyera a su rosa, él deseaba al hermoso y perfecto Albafica, cuyo rostro repararía con las espumas de la fuente de Afrodita, para que de nuevo fuera la criatura más hermosa de todo el mundo, mucho más hermosa que la misma diosa del amor.

—Albafica será nuestro.

*****

Regulus sintió el cosmos de Manigoldo no muy lejos de allí, parecía que estaba escapando del santuario, y no lo culpaba, aunque debía proteger a Cid, evitar que la serpiente naciera de su cuerpo, como un mandato divino de la diosa Hera.

—No puedo distraerme…

Pero, si su inspiración, si la espada sabía que había abandonado a su suerte a Manigoldo, jamás podría perdonárselo, y él no podría guardar silencio por mucho tiempo.

—Pero no puedo darle la espalda…

Regulus que aún no reconocía las feromonas de un omega, pero sabía que amaba a su inspiración, dio la media vuelta e intento llegar con Manigoldo.

Era un alfa joven, no había sentido la fuerza de un celo de un omega nunca, por eso era que no reaccionaba a las feromonas de Cid, la espada se lo había dicho en varias ocasiones, pero él no quería creerlo.

Después de la conversación que tuvo con la diosa de los matrimonios, supo que tenía razón, que no era su alfa, pero no le importaba, el amaba a Cid, con o sin vínculo y el querría que protegiera a Manigoldo.

— ¡Maldita sea!

*****

Manigoldo dejo ir a Yato sintiendo el aterrador cosmos de Aspros acercarse, moviéndose a la velocidad de la luz, por lo que supuso, era imposible huir como se lo imaginaba y tendría que enfrentarlo directamente.  

—Retrocede, no quiero que resultes lastimado.

Antes de que pudiera finalizar aquellas palabras, Aspros se detuvo a su lado, mirándole fijamente, con una sonrisa de medio lado.


—No te dejaré ir con él, no vas a morir…

En ese momento, con Aspros juntó a él, se daba cuenta de que tan alto era en realidad, qué tan poderoso era y qué tan difícil sería poder derrotarlo con el nivel de cosmos que tenía en ese momento, cuando el embarazo le debilitaba, aun así no se dejaría derrotar.

— ¡Aléjate de mi maldito bastardo!

Aun así le importaba poco y respondió propinándole un puñetazo tan fuerte como podía, el que partió su labio, haciéndole retroceder unos cuantos pasos, sorprendido, al mismo tiempo que se maravillaba por esa fuerza que mostraba.

— ¡No soy un animal y no me mantendrán encerrado como si fuera uno!

Aspros limpio su sangre, sin saber muy bien cómo responder, si debía usar todo su cosmos en contra de su conejito, o sólo una parte, porque estaba obligado a pelear con él, para evitar que fuera con la sirena, que le mataría como hacían con todos los marineros.

—No eres un prisionero, conejito, eres el esposo del patriarca.

Respondió Aspros respondiendo con dos puñetazos en el costado de Manigoldo, quien le propino una patada en la rodilla y después, una más en el torso, lanzándolo lejos, usando la fuerza de sus piernas, que siempre había sido superior, a la de sus brazos.

— ¡No soy tu esposo, ni soy tu omega!

Respondió convocando sus fuegos fatuos, para incendiar el cuerpo de Aspros, que a su vez utilizo su explosión de galaxias, la que pudo esquivar, elevando su cosmos mucho mas, saltando tres ocasiones, esquivando los puños de Aspros, para de nuevo patear la cabeza de su enemigo, que sostuvo su tobillo, para lanzarlo lejos.

— ¡No me obligues a lastimarte!

Manigoldo limpio la sangre de sus labios y en ese momento, uso sus ondas infernales, para arrastrar a Aspros al Yomotsu, que usando su otra dimensión esquivo su golpe, propinándole un puñetazo en la espalda, que lo lanzo lejos, haciendo que chocara contra varios árboles, escupiendo sangre, que limpio con el dorso de su mano, arrojándola al suelo.

— ¿Vas a provocarme un aborto Aspros?

Aspros por un momento se petrifico, pensando que tal vez era cierto, pero no creía que con ese pequeño daño su omega perdiera a sus pequeños, lo que si sabía era que si regresaba con la sirena, perdería la vida, y eso, no podía permitirlo.

—Podremos intentarlo en el siguiente celo, pero yo sé que no morirán, pero si se que, si te dejo regresar con la sirena, tu perderás la vida por culpa del veneno de su sangre.

Esa respuesta hizo que Manigoldo apretara los dientes, recibiendo una nueva explosión de galaxias, pero la esquivo, usando el Yomotsu, notando como Aspros elevando su cosmos, les encerraba en una burbuja, en una dimensión alejada de Yato, de cualquier otro, no deseaba que su cosmos llamara a cualquiera, mucho menos, la sirena, que aun estaba viva, libre, buscando a su conejito.

— ¡De eso estoy seguro!

Le grito tratando de propinarle un puñetazo en el rostro, pero su mano fue detenida por las de Aspros, después la otra, dejándolo inmóvil, a lo que Manigoldo apretando los dientes hizo lo impensable, rodearlo con sus piernas, en una postura que podría considerarse erótica, si no comenzara a apretar con fuerza su cintura, como si deseara partirlo a la mitad.

— ¡Maldito!

Se quejo Aspros, tratando de soltarse, pero Manigoldo lo sostuvo de su espalda, evitando que pudiera liberarse de sus piernas, recibiendo varios puñetazos en su espalda, quejándose cuando un poco de sangre broto de sus labios.

— ¡Porque no te mueres!

Le exigió, casi rompiendo el corazón de Aspros, que simplemente ignoro sus palabras, pues, la flecha que el dios de fuego, Eros, le disparo le hacía imposible comprender la realidad, le hacía perdonarle e ignorar, que no era correspondido.

— ¡Porque solamente yo te protejo de la sirena!

Un último golpe en su espalda con los dos puños cerrados lo derribo, lanzándolo al suelo, pero Aspros sabía que no era suficiente, así que sosteniéndolo de la muñeca, azoto su cuerpo varias veces contra el suelo, escuchando varios quejidos, viendo más sangre, maldiciéndose por tener que lastimar a su conejito, pero no le dejaba otra alternativa.

—No quiero tener que lastimarte, por favor, no me hagas herirte…

Manigoldo respiraba hondo, ya fuera de la barrera que Aspros había construido, sosteniendo uno de sus brazos, con sangre en la boca, de rodillas, mirándole fijamente con una expresión de furia, deseando que pudiera matarlo, sin embargo, no era tan fuerte y tampoco deseaba lastimar a la vida que se gestaba en su cuerpo, pues, estaba seguro, al menos eso era lo que deseaba creer, que era la semilla de Albafica.

— ¿Tampoco querías violarme Aspros?

Estaba siendo cruel, quería lastimar a géminis, tal vez de esa forma no le obligaría a regresar y comprendería que no era su omega, que no lo deseaba, que jamás lo haría.

—Como supongo que tampoco quisiste mentirme, ocultar que mi maestro no se encuentra en la cama donde lo encerraste, o que no vendiste a Cid por ese collar que cargas como si fuera el mío.

Aspros sintió el cosmos de la sirena acercarse, dos de ellos, el primero del sobrino de quien fuera su amigo alguna vez, el segundo el de la viuda negra, que al sentir el cosmos de su omega, acudió en su auxilio, por lo que debían regresar, eso era lo mejor.

—Regresaremos al santuario, no quiero que la sirena mate a mis gemelos.

El santo de géminis antes de que Manigoldo pudiera decirle cualquier cosa, o convocar algunas de sus técnicas, o responder con la violencia acostumbrada en el, juntando toda su fuerza en su puño, le golpeo en el rostro, logrando que perdiera el conocimiento, para después regresar al santuario usando la otra dimensión.

— ¡Deja en paz a Manigoldo!

Justo en el momento en que Regulus por fin, alcanzaba a verlos, notando como dejaban solo a Yato, que solo se limitaba a observar ese combate, a quien, abandonaron en ese claro, como si no valiera nada, quien a su vez, al verle le reconoció en ese instante, era el prodigio, Regulus.

— ¿Por qué dejaste que se lo llevaran?

Le pregunto, respondiendo como lo haría Manigoldo, golpeando el rostro del joven león, quien a su vez ni siquiera recordaba de quien se trataba, solo que era un omega, uno de los posibles santos de bronce, nada más.

—Vine tan rápido como pude.

Yato estaba furioso, sin saber que más hacer, escuchando unos pasos, viendo como un hombre de piel blanca, cabello corto de color azul y una muy fea herida en el rostro se detenía en ese claro, viendo los estragos de aquella batalla, la sangre, reconociendo el aroma de su omega.

—Manigoldo…

El aspirante al verle de alguna forma le reconoció y corrió hacia él, deteniéndose a unos cuantos pasos, podía ver en su mirada el profundo amor que le tenía al cangrejo, en su desesperación y en parte de su rostro, se apreciaba una belleza sin igual, como la de los ángeles o la de las mismas flores.

— ¿Tu eres Albafica?

El ahora ángel de afrodita asintió, mirándole fijamente, no lo conocía, pero por la forma de verle, parecía que Yato le admiraba, no por su belleza, que ya no existía, sino por algo mas, tal vez por algo que le había dicho Manigoldo a ese niño.

—Lo soy.

Yato entonces se relamió los labios, admirando al que según Manigoldo era un alfa de verdad, un compañero amable y dedicado a su bienestar, un hombre amable, una persona que era todo lo que un omega podía desear en un compañero.

—El señor Manigoldo trato de huir, pero Aspros lo alcanzo antes, él esta embarazado y teme lo que ocurrirá cuando dé a luz, aun falta mucho, pero, piensa que sus bebes no son de géminis, sino suyos, cree que el patriarca les hará daño una vez que nazcan.

Regulus al ver que había fallado, que no había llegado a tiempo trato de retirarse, pero Yato lo sostuvo del brazo, bastante molesto, evitándole que se marchara, casi maldiciendo su indiferencia.

— ¿No piensas ayudar? ¿No piensas salvar a uno de los tuyos? ¿Es porque es un omega?

El deseaba salvar a otro omega, pero no tenia porque decirle nada, así que tirando de su brazo se soltó, apartándose de un movimiento, caminando en la dirección que pensaba sentía el cosmos de Cid.

— ¡Así que el pescadito por fin mordió el anzuelo!

Albafica volteo a ver hacia donde se encontraba la voz que gritaba hacia él, viendo como un muchacho enloquecido se acercaba a ellos, el que deseaba convertirlo en su omega, a su lado, el mismo muchacho demente, solo que mucho más viejo.

—Shion…

Una diosa lo protegía, lo que significaba que estaba a salvo del santan imperial, aun así, Albafica actuaria con cautela, no se dejaría capturar tan fácilmente, porque de hacerlo, le ordenarían matar a su amado cangrejo.

—Regulus, llévate a Yato, a Cid no le gustaría que dejaras atrás un omega que no puede defenderse.

El aspirante se molesto al escuchar esas palabras, pero Regulus escucharía al santo de la rosa, pensando en marcharse, sin embargo, sabía que Shion era poderoso, que él podía vencer al guerrero de la rosa en un combate justo, siendo dos, Albafica no tenía una oportunidad, al menos, no hasta donde sabía, por lo cual, lo mejor era quedarse, ayudarle a defenderse, eso era lo que Cid hubiera deseado.

—Me quedare a darte una mano, aunque nos hayas traicionado…

Shion apretó los dientes, pues sabía que Regulus era sin duda uno de los santos más fuertes, de sobrevivir la guerra santa habría sido legendario, sin embargo, eso no paso, y debía recordarse, que aunque nadie aceptaba el poder inmenso en el cuerpo de su amada rosa, este era por mucho mayor, que el del mismo Aspros, en especial, si su veneno ya había regresado, con el final del celo de Manigoldo.

— Aunque la verdad, no te culpo por ello, lo que han hecho con ustedes ha sido monstruoso.

Albafica sonrió, al menos Regulus era lo suficiente justo para darse cuenta que si había traicionado a su diosa, era porque ella le había dado la espalda, porque no podía dejar a su cangrejo solo, en las manos de Aspros, su deber como alfa era proteger a su omega.

— ¡Satán Imperial!

Grito Shion, pero como antes, una serie de mariposas detuvo el golpe del patriarca, quien maldijo a la diosa del amor, que apareció detrás de ellos, cubriéndolos con sus alas, para llevárselos de ese campo de batalla, no era el momento de pelear, aun no, lo mejor era llevarse a esos guerreros con ella.

—No lastimaran a mis hijos, soy una madre que cuida de ellos.

Afrodita no solo era hermosa, también era muy fuerte, aunque jamás peleaba ella misma, todas sus batallas eran realizadas por sus ángeles, por su amante Ares, o cualquier otro, en algunas ocasiones, Hefesto creó ejércitos únicamente para ella, cuando el dios herrero le amaba, antes de encerrarla en la red que demostró su infidelidad en el Olimpo, cuando ella comenzó a verle de otra forma, con deseo, pero, eso no lo admitiría nunca.

—Tienes nuevos amigos mi niño, un omega y un alfa, los dos demasiado pequeños para reaccionar al perfume natural de sus contrapartes.

Albafica guardo silencio, porque si se atrevía a pronunciar cualquier cosa, le preguntaría porque no mato a Shion, si eso era mucho más útil para ellos, para que recuperara a su cangrejo, que simplemente protegerle al último minuto, preguntándose si era cierto, que le ayudaría a recuperar a su omega.

—No te molestes conmigo, mataría a ese hombre si pudiera hacerlo, pero él tiene la protección de Athena y la de Zeus, mi promesa a mi padre me evita lastimarlo, pero de poder hacerlo, ya lo habría asesinado…

Shion tenía la protección de dos dioses, lo que le hacía invulnerable de momento, pero no inmortal, aunque, de todas formas, quien lo asesinara, seria destruido en ese instante, ya fuera un dios, un mortal o un demonio, para matarlo, esa persona, debía morir y ella no estaba dispuesta a sacrificarse, mucho menos era justo que su rosa muriera, únicamente para proteger a su familia.

— ¿Cómo puedo matarlo?

La respuesta era sencilla, un arma que tuviera una bendición de la esposa de su padre, de la diosa Hera, un arma fabricada por Hefesto, pero su esposo ya no le amaba y el, se había aliado con Eros, con su hijo, que a su vez, fue quien provoco el amor desquiciado que condenaba a ese apuesto hombre a perseguir al cangrejo de la rosa, porque en un momento creyó que se trataba del alfa de aquel que amaba, pero la verdad era mucho peor aún, su alfa era quien siempre dijo serlo, sin importar los lazos que les unieran.

—Con un arma fabricada por mi esposo, que ya no me ama, la que debe tener una bendición de su madre, que me odia, por humillar a su único y deforme hijo…


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