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Paraiso Robado. por Seiken

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-¡No pueden estar hablando de traicionar a nuestro padre Zeus! 
 
Esa voz fue la de Itia, que elevo su cosmos, sintiéndose completamente furioso, indignado, en especial, al ver que otros alfas no estaban igual de molestos que él, tan enojados como él, de tan solo pensar lo que estaban diciendo, esa traición que planeaban. 
 
-¿Porque no? ¿Acaso no sabes que el odia a los omegas tanto como odia a su padre? 
 
Aquiles le preguntó, su flecha a punto de ser disparada, liberándose cuando Itia quiso golpearlo, esquivando la flecha, al mismo tiempo que él retrocedía con varias saltos, retrocediendo lo suficiente para esquivar sus técnicas. 
 
-¡Pensé que querias un estúpido Omega que dominar! ¡Un pobre imbécil que se crea la patraña de que pertenecer a un alfa es encontrar el paraíso! 
 
Itia era un patriarca, un soldado leal a la diosa Athena que tenía mas de medio milenio de vida, no era un mocoso estúpido durante su primer combate y no los hubiera seguido de saber que estos eran sus planes, que uno de ellos era Tifón. 
 
-¡Su lugar es con un alfa! ¡Les guste o no! ¡Fueron creados para nosotros! 
 
La flecha que parecía haberse perdido en el combate regresó como si fuera un boomerang, clavándose en la espalda de Itia, ya que Hefesto, su bondadoso abuelo la hizo especialmente para él, un arma que siempre daba en su blanco, sin importar lo que pasara y ese era Itia, al que odio apenas puso sus ojos en él.
 
-¡Mi lugar es con Tempestad! ¡Yo soy su fiel edecán, su soldado más leal! ¡Su heraldo! 
 
Itia al recibir la flecha en su espalda cayó de rodillas sosteniéndose de la ropa del Omega sin darse cuenta, de su collar, que cayó al suelo frente la mirada sorprendida de todos los presentes, una esfera que rodó hacia sus pies, de color blanco nacarado.
 
-¡Y nada del mundo me separara de él! 
 
Tempestad quiso apartar a Itia de su hermano usando su cosmos, lanzando lejos al hombre impertinente que atacaba al menor de ellos, por apenas unos días, porque según decía su padre, los dos nacieron por la misma época oscura. 
 
-¡No lo toques! 
 
Gritaron al unísono, pero era tarde, Itia como por reflejo tocó la esfera que rodó hasta sus pies como en un mensaje divino, al mismo tiempo que se escuchaba el grito de un águila, sintiendo una extraña energía recorrerle, al mismo tiempo que cambiaba tomando la forma de un ave de largo plumaje, un ave del paraíso. 
 
-Eres… eres tu… 
 
Aquiles negó eso, disparando otras flechas que no pudieron impactar contra nada, porque un muro de cristal se había levantado de pronto, producido por un santo de cabello verde que les miraba con una expresión serena, observando con detenimiento al guerrero de cabello celeste, para después volver a fijar su vista en los dos recién llegados. 
 
-Te imaginaba mucho más impresionante, Tifón. 
 
Albafica inmediatamente atacó a Shion, usando sus rosas, cortando la mejilla del anciano con esa detestable expresión de superioridad, haciendo que sonriera con algo de burla, tomando la rosa para admirar su aroma. 
 
-Así que… 
 
Le había ordenado eliminar a la diosa de los matrimonios, pero parecía que ella convenció a Camus de negarse a ello, mucho menos pudo destruir al escorpión y al acuario, pero, eso no importaba Zeus abriria los ojos, su destino estaba decidido, regresaría al monte Olimpo en donde pagaría su ultima traicion. 
 
-¿Que sera diosa Hera? 
 
Tifón le observaba en silencio, al igual que Shion, uno de los hijos de su esposo, al mismo tiempo que Albafica se preparaba para enfrentarse al asesino de su omega e Itia sostenía el collar con una expresión incomprensible. 
 
-¿Me estás ordenando que hacer? 
 
Le pregunto la diosa Hera sin mostrar su furia, con un paso lento, dirigiéndose a la barrera que destruyó con tan solo soplar en ella, sonriendo poco después, al destruir el golpe de Itia con un simple ademán de su mano, abriendo sus alas de pavo real, usando su cosmos para cegar a sus enemigos. 
 
-Estas muy equivocado si piensas que yo peleare a lado de mi esposo, Zeus será destruido, de eso puedes estar seguro, porque mis hijos y sus alfas, aquellos alfas que se rindan ante mí, tendrán mi bendición, tendrán su paraíso, pero si me dan la espalda, no tendrán nada. 
 
Ella tomó el collar en las manos de Itia sin siquiera perturbarse, el que brilló, borrando la imagen en su interior, regresando a su color original, que era rosa, como si en su interior hubiera un corazón, una imagen rara para ser el grifo dorado. 
 
-Puedes tener lo que siempre has deseado Itia, o puedes traicionarme, porque solamente yo puedo darte el amor que tanto buscas, aquel que el tiempo te ha robado de tus brazos, o puedes perseguir una ilusión que solo te hará infeliz, tu decides, pequeño alfa. 
 
Shion apretó los dientes, esperando que Itia no fuera un traidor, sintiendo como el cosmos de la diosa de los matrimonios lo empujaba, sin siquiera prestarle atención, notando como Albafica se arrodillaba frente a ella, él pelearía por su omega, por su amado, no por Athena, mucho menos por Zeus, su decisión estaba tomada y de pronto, una armadura de color negro con grabados de plumas lo cubrió. 
 
-Lo único que quiero en esta vida es a mi compañero, a mi dulce cangrejo, diosa de los matrimonios, de los nacimientos, es tan poco lo que pido, pero a cambio, daré mi vida, mi cuerpo y mi cosmos, todo en su nombre. 
 
Degel y Kardia estaban seguros de lo que harían, así que tambien se arrodillaron, sosteniendo sus manos, para recibir una armadura, cambiando la suya dorada por una completamente diferente, negra, con los mismos grabados de plumas. 
 
-Camus ya ha tomado su decisión, pero la suya vino antes. 
 
Pronunció, notando como el soldado de hielo vestía la armadura que usaba Degel en ese momento, la misma, como si hubiera sido heredada, sonriendo al posar su mirada en los otros, Yato era un omega, esperaba que le siguiera y eso hizo, después de presenciar la injusticia realizada contra Manigoldo, sabía que solo su madre se preocupaba por ellos. 
 
-Regulus… 
 
Regulus deseaba proteger a su espada, alejarlo del peligro, pero no estaba dispuesto a traicionar al dios Zeus, así que retrocedió, elevando su cosmos sin comprender como guerreros que conocia, a los cuales admiraba, decidían con tanta facilidad darle la espalda al Olimpo, haciendo que la diosa Hera se sintiera decepcionada, atacandolo con su cosmos, extendiendo su mano hacia él, lanzándolo lejos. 
 
-¡Son unos traidores! ¡No son dignos de pisar el santuario! ¡Tampoco de luchar por el Olimpo! 
 
Hera al recibir esos gritos arqueo una ceja, encontrandolos sumamente molestos, atacandolo como lo hiciera con Regulus, lanzándolo lejos con su cosmos, un golpe que de no ser ambos guerreros tan poderosos, hubieran caído en ese sitio, al igual que Shion, que contaba cuántos soldados iban sumándose a la diosa de los matrimonios, con su cruzada contra su esposo. 
 
-Aún no responde mi pregunta, diosa Hera, esposa de Zeus, madre de los omegas, matrona de los nacimientos… 
 
Ella por un momento pareció estar a punto de atacar a Tifón, que se hacía llamar Tempestad, quien sostenía a su hermano de los hombros, quien apenas comprendía lo que había pasado con su collar, porque había cambiado y porque la diosa lo regresó a su estado original. 
 
-No hagas preguntas que te hagan quedar mal, mi querido muchacho, porque sabes que no puedo iniciar esta batalla sin ti, o sin la serpiente. 
 
Le había ordenado a Regulus que no naciera, pero no porque no quisiera que la serpiente fuera concebida, sino, porque no deseaba que su padre fuera un dios del sueño, prefería un alfa leal, que escuchara sus designios, pero el joven león decidió traicionarla, su amor por ese omega no era tan puro. 
 
-Pensé que no querías que naciéramos, ustedes ya me han destruido en varias ocasiones, a mi y a mi compañero. 
 
Lo sabía, pero en el pasado aún creía en el amor de Zeus, en su cariño y que de alguna forma ella significaba algo para él, pero ahora, después de ser prisionera por tanto tiempo, custodiada por su único hijo, sabía que necesitaba de los dos monstruos para destruir a su esposo. 
 
-Solos no lograrán sobrevivir, juntos, puedo protegerlos y evitar que sus omegas sufran en su lugar, tambien tengo un ejercito y le odio mucho más, de lo que le ame alguna vez. 
 
En ese lugar había cuatro de sus guerreros, un dios, un humano y tres enemigos, tan poderosos como un semidiós, quienes comenzaban a recuperarse de aquel golpe de cosmos, levantándose lentamente escuchando el grito de un águila, observando en su mente como el mismo Zeus se les presentaba, tan imponente como siempre lo imaginaron. 
 
-Destruyan a Tifón, el desea encerrarme por toda la eternidad en la cueva en donde mi vasija está oculta, donde me retiré a dormir, esperando el nuevo milenio, dejándole a mis hijos la tarea de proteger el planeta de la humanidad. 
 
Esa era una mentira por supuesto, porque les había ordenado castigar a los ladrones del fuego, destruir a los omegas, pero no lo habían escuchado, sin embargo, cuando despertara, él mismo haría lo sus hijos no pudieron hacer. 
 
-Y como pago a sus servicios, una muestra de mi generosidad, tendrán al humano que desean, tu rosa, tu perla inmaculada y tu espada, mi hijo favorito no se la merece. 
 
Itia aun deseaba al hermoso Sage, al inmaculado Sage, cuya perla sería suya, cuyo cuerpo sería suyo, Shion jamás dejaria de luchar por obtener el amor de Albafica, sino su amor, su cuerpo y Regulus, que aunque respetaba los deseos de Cid, sabía que él podría hacerle feliz, le liberaría de la maldición que significaba ser un omega, pero, a cambio, su amigo, su admirado compañero de armas, tendría que aceptarle en su cama, como su esposo.
 
-¿Zeus? 
 
Tifón sintió el cosmos de Zeus y supo que si no se apresuraba, si no llegaba pronto a donde se encontraba su prisión, sería liberado cuando aún ni siquiera había nacido, su compañero, él, serían destruidos, por lo cual, no tenían tiempo que perder. 
 
-No tenemos tiempo que perder. 
 
*****
 
Asmita se limitaba a observar con su tercer ojo, con su cosmos, al joven espectro sufriendo su primer celo, aquel que tanto había esperado pero no lo sabía. 
 
También sintió como Aspros elevo su cosmos para encerrar una parte del santuario en otra dimensión, suponía que dejando a Manigoldo a su lado. 
 
-¿Qué fue eso? 
 
Preguntó el espectro, que aún se mantenía alejado de el, con una apariencia que decía claramente que le pensaba un monstruo dispuesto a hacerle daño. 
 
-El cosmos de Aspros. 
 
Pero el pequeño negó eso, no hablaba de ese cosmos tan poderoso, sino, uno más, de al vez dos.
 
-Esos dos cosmos… 
 
Asmita empezó a sentirlo de también, con mayor fuerza el cosmos de Zeus, al ser su hijo, pero también estaba presente el cosmos de la diosa Hera, un cosmos cálido que le hacía sentir dichoso, el cosmos de su padre, del padre de los alfas le hacía tener miedo por la seguridad de su omega. 
 
-Son dioses… 
 
Fue su respuesta sin saber muy bien qué más decirle, sintiendo un tercer cosmos, uno oscuro, que no era para nada alentador. 
 
-Es ella… es la diosa Hera. 
 
Pronunció Kagaho sin saber muy bien que pensar al respecto, acercándose a Asmita, notando como se mantenía quieto en ese cuarto, con la misma postura. 
 
-El otro es Zeus… 
 
Asmita asintió, no le gustaba esa energía, que tan rápido como pudo sentirse se opaco, se acabó, como si regresara a donde fuera que estaba encerrado, aún estaban seguros. 
 
-Zeus nos odia. 
 
Cuando el pequeño espectro se detuvo a su lado, como buscando su valor, su calor y protección, Asmita acaricio su mejilla, con una sonrisa que parecía hermosa. 
 
-No temas, yo voy a protegerte. 
 
Susurro, sintiendo como el niño se sentaba junto a él, tal vez por el celo, tal vez por los cosmos que podían sentir a lo lejos, tal vez, por la paz que irradiaba, permitiendo que rodeará su pequeño cuerpo con sus brazos, acomodando su cabeza en su pecho, recibiendo un cariño y unas caricias que nunca había sentido en toda su vida. 
 
-Confía en mi, yo voy a cuidarte…
 
El espectro no dijo nada en un principio, dejando que Asmita acariciara su cabello, sus hombros y su cuello, cerrando los ojos. 
 
-Kagaho, mi nombre real es Kagaho… 
 
Le informo entonces con un susurro, apenas audible, haciendo que Asmita sintiera la mayor de las ternuras, que sonriera con delicadeza, sintiendo que si le hicieran decidir, decidiría proteger a su pequeño omega. 
 
-Yo soy Asmita. 
 
*****
 
Cid también lo sintió, el aterrador cosmos de Zeus, como éste se elevaba y se apagaba, como una estrella fugaz. 
 
El cosmos en su cuerpo, creciendo en su vientre se estremeció, reconocía a su enemigo y creía que este no estaba dispuesto a dejarle nacer. 
 
De no ser su madre, quien le daría a luz en el futuro, eso mismo haría, matar al niño antes de nacer con todo y el omega, supuso. 
 
Si este se empeñaba en mantener vivo a su pequeño monstruo, al que crecía en su vientre, sería su enemigo, debía ser asesinado. 
 
-¿Lo sentiste? 
 
Cid asintió, ese era Oneiros, que llegaba a su lado colocando sus manos en sus hombros, besando su cuello, su nuca y después su frente. 
 
-Si, lo sentí, son ellos. 
 
Oneiros sabía que se estaba enfrentando a dioses antiguos, a poderes que no podían enfrentar, pero su espada valía ese dolor, ese sufrimiento, en especial si en el futuro, se entregaba a él, como había visto que ese otro espectro se entregaba a su momentáneo aliado. 
 
-Yo… yo te mantendré a salvo. 
 
Cid se mantuvo firme, sin mostrar miedo, porque ya no era momento de eso, ya no era momento de sentir miedo, porque ya estaba embarazado de la serpiente, el compañero de Tifón, aunque muchos lo imaginaban como una pareja femenina, pero si los omegas podían dar a luz, está criatura bien podría ser como ellos. 
 
-No a mi, sino a mi pequeño, si él vive, yo seré tuyo por el resto de mis días, de mi eternidad. 
 
*****
 
Sisyphus escuchó el grito de su padre, como le ordenaba a tres de sus hijos que lo despertarán, que abrieran la vasija en donde estaba encerrado, pensando que aún no era tiempo, que liberar a Zeus era peligroso, sería un terrible castigo para los humanos. 
 
-Te di una orden muchacho. 
 
Le había ordenado buscar a Cid, embarazarlo para que la serpiente no naciera, pero su lealtad de igual forma le dictaba proteger a su diosa que no era más que una niña. 
 
-Athena depende de mí, y yo debo encontrar un lugar seguro para ella antes de buscarlo, antes de dar con mi espada. 
 
Zeus lo sostuvo de la cabeza, al menos en la dimensión a donde llevaba a sus dos hijos favoritos, para acercarlo a su rostro, con una expresión de completa ira, de furia salvaje, su rostro viejo, demacrado marcado con arrugas, sus dientes apretados, haciendo que aún el arquero sintiera temor por unos instantes. 
 
-Ya es tarde, muchacho, la serpiente ya fue concebida y tu misión, ha cambiado.
 
Zeus lo lanzó lejos, escuchando un quejido cuando el arquero chocó en contra de unas columnas, que fueron derribadas debido a la fuerza con la cual se estrelló contra estas. 
 
-¿De qué hablas? 
 
Sisyphus quiso levantarse del suelo, con demasiada dificultad, pero inmediatamente empezó a recibir puntapiés en el torso, cuando su padre lo golpeaba sin miramientos, furioso, pues había sido desobedecido. 
 
-Tu misión muchacho es terminar con ese embarazo, buscar a esa ramera, ese omega estúpido y hacerle perder a la blasfemia que espera. 
 
Zeus sostuvo a Sisyphus de la cabeza para elevarlo de nuevo, quería ver su rostro, cuando le dijera sus órdenes, las que no podían ser contradecidas, de ninguna forma.
 
-Cid… Cid está… 
 
Pero Sisyphus era demasiado necio, no escuchaba sus órdenes, como siempre, su hijo a diferencia de los otros, de Minos, era un mal hijo, un mocoso que desobedeció sus órdenes, aunque eran muy fáciles, aunque le arrebató la espada a Hefesto, para que fuera su esclavo, su mascota, su omega, un justo regalo por lo que había perdido por culpa de su esposa. 
 
-¡Guarda silencio, maldito estúpido! 
 
Zeus esperaba que Sisyphus por fin escuchará sus palabras y guardó silencio, pero no creía que le escuchará, era un inútil, un necio, además, sabía del amor impuro que su hija favorita sentía por su arquero, sin embargo, ella debía obedecer sus órdenes, quería que su hijo tuviera su regalo, que fuera libre, por lo que ella tenía que hacerse a un lado. 
 
-Tienes que matar a la serpiente, a la pareja de Tifón, esos dos no pueden nacer, no deben nacer y más te vale que me obedezcas.
 
Sisyphus le vio en silencio, tratando de comprender lo que se le ordenaba, sintiendo como Zeus le dejaba caer, pero lo sostenía un cosmos cálido, el de su diosa, que le protegía aún en el sr momento. 
 
-No lastimare a Cid.
 
Sisyphus le advirtió, haciéndole enfurecer, porque no le escuchaba como era su deber, su hijo favorito no era más que un traidor, alguien indigno, pero todavía tenía una oportunidad de ganarse un lugar en el Olimpo. 
 
-No tienes porqué lastimarlo, solo quiero que le arranques a esa blasfemia de su cuerpo.
 
Zeus empezaba a debilitarse, pero aún así, quería escuchar la respuesta de Sisyphus, esperaba que por fin escuchará sus órdenes. 
 
-¡Obedece a menos que desees que yo mismo le arranque a esa criatura con mis propias manos!
 
Sisyphus por fin fue liberado por su padre, había escuchado esas órdenes, pero no estaba dispuesto a obedecer, no sin antes saber, qué había pasado con Cid, si acaso sus visiones eran ciertas. 
 
-Debo marcharme Sasha, aquí estarás segura. 
 
Estaban en Lemuria, estos nobles guerreros le protegerían el tiempo que estuviera fuera, eso era lo mejor. 
 
-Tengo que ir por Cid. 
 
Aunque, probablemente ya fuera demasiado tarde, si sus visiones eran ciertas, si su padre no era solo una ilusión y estaba en lo correcto. 
 
-Ese es mi deber. 
 
*****
 
Minos fue el último hijo que fue visitado por su padre, su omega dormía en su cama, desnudo debajo de las cobijas, el vistiendo una túnica negra, su túnica de juez, que usaba como una bata comía unos cuantos manjares.
 
Su túnica estaba abierta, porque estaban solos, su omega y él, después de haber hecho el amor como siempre fue su derecho, aún pensaba si debía visitar a su esposa, a Pasifae en el círculo de la lujuria, solo para hacerle saber que su dulce hermano si le amaba y que por fin estaba a su lado. 
 
-Veo que eres el único de mis hijos dispuesto a escuchar a su padre, Minos, me enorgulleces. 
 
Minos volteo para ver a Zeus a su lado, observando a su omega, que estaba perfectamente bien cubierto por sábanas gruesas, no quería que nadie más que el pudiera admirar su belleza. 
 
-Dices que mi Aquiles ya se está gestando, que pronto tendré lo que siempre soñé, padre, y por ello te estoy agradecido. 
 
Minos también sabía que su padre tenía una lujuria aterradora y sin tratar de ocultarlo, corrió las cortinas del dosel, para que su pequeño hermano, no pudiera ser admirado por nadie más que sus ojos. 
 
-¿Que puedo hacer por ti? 
 
Zeus no esperaba que su hijo sintiera recelo de sus intenciones y que escondiera a su omega de sus ojos, como si Minos fuera el único que podía verle, sólo él y nadie más. 
 
-Tengo que advertirte, Minos, que aquel que desea robarte a tu omega aún está vivo y que él, no solo se conformará con robar a tu omega, también intentará arrebatarte a tu hijo, si no lo detienes, porque me temo que sólo destruiste su cuerpo mortal, mas no el divino.
 
Minos merecía mucho más de lo que le había dado hasta el momento y se parecía mucho más a él físicamente, que cualquier otro de sus hijos, por lo cual, suponía que comprendía la lujuria que sentía por ese esclavo en su cama, pues era la misma que él tenía por el esquivo príncipe de hielo. 
 
-Eso no es posible… 
 
Pero lo era y lo había sido, por lo cual, debían tomar sus precauciones.
 
-¿Quieres arriesgarte? 
 

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