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Paraiso Robado. por Seiken

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Sage había meditado que hacer, a quien salvar, por quien debía ir primero y se odiaba por ello, pero, había tomado una decisión, comprendiendo que todo cuanto hiciera en ese momento, traería demasiadas consecuencias, porque no había una respuesta correcta, o una forma de proteger a sus muchachos, no sin dejar a uno de ellos atrás. 


No obstante, Manigoldo era su pequeño, a quien trajo al santuario y le enseñó todo cuanto sabía, ese omega, ese niño en particular era su hijo, aunque debía atender a todos los que vivían en el santuario y lo hizo, el pequeño cangrejo atolondrado era el más cercano a él, a quien le fallo más, por permitir que ese alfa, Aspros le acosara sin decir nada. 


Haciendo que tuviera que guardar silencio de su amor, de su compañero, ocultarse en las sombras, tal vez, porque pensaba que lo apartaría de Albafica de saber que tan profunda era su relación, que lo entregaría a Aspros como su hermano se lo pedía. 


-No puedo permanecer oculto ni esperar a que Itia por fin deje de respirar, mi alumno, mi niño me necesita, mi pobre niño que está sufriendo el destino del cual escape, todo por mi culpa, por permitir que sucediera esa cacería. 


Hasgard le veía en silencio, él también era culpable, todos eran culpables por eso, por permitir que esa cacería se realizará, por no intentar salvar al cangrejo y no ingresar al templo del patriarca, temeroso de ser considerado un traidor. 


-Le fallamos. 


Eso era verdad, le habían fallado, pero no por lo que pensaba su hermano, que siempre había sido el más débil de los dos, mucho menos por lo que pensara el toro, que actuaba como un guardaespaldas de su hermano menor, que se veía como un muchacho, apenas salido de la niñez, como cuando dio inicio su celo y tambien dejo que se corrompiera con pensamientos ajenos a un buen omega.


Los que repetía sin detenerse, de los cuales estaba cansado, demasiado arto, porque un omega debía ser obediente, cariñoso, consagrado a la voluntad de su alfa, algo que no era su hermano menor, que nunca fue y eso le hacía sentir furioso. 


-Si, todos le fallamos, al permitir que su cabeza se llenara de toda esa basura, él debió aceptar a su alfa cinco años atrás, cuando sucedió su primer celo, cuando Aspros te pidió su mano la primera vez, pero le dejamos creer en esas mentiras del corazón, enamorarse de la muerte, de una viuda negra, dándole la espalda al justo Aspros.


Porque les habían fallado, a los alfas negandoles su paraíso, a los omegas al dejarles creer que podían apartarse del camino elegido por los benevolentes dioses, aquellos que decidieron que dieran vida, que fueran protegidos por sus compañeros, pero, eran demasiado orgullosos para aceptar que se trataban de criaturas creadas para la felicidad de los alfas. 


-Hakurei. 


Sage apenas pudo reconocer esa voz, comprender esas palabras pronunciadas como si fueron ciertas, ese hombre no era su hermano, que tenía justo la edad que él tenía, era un anciano, pero debía recordar que el ya no lo era, se trataba de un muchacho, pero, había recuperado a su alfa, que dio un paso, para situarse a su lado, esperando una orden suya como patriarca del santuario de Athena. 


Hakurei ignoro a Hasgard, que había tratado de evitar que Manigoldo estuviera con Aspros, diciendo esa locura, esa tontería de que era el omega de Albafica, que estaban destinados a estar juntos, que eran uno solo, cuando sabían que no era posible, que solo estaban mintiendo y que Manigoldo, siguiendo los pasos de su hermano, optaba por la soledad, por vivir apartado de quien le amaba con sinceridad. 


-He venido por ti hermano, para regresarte al santuario. 


Hakurei no era un soldado que gustaba de alardear, pero esperaba que su hermano, por una vez en su vida obedeciera sus órdenes, que lo siguiera sin hacer mas preguntas, si lo hacia, sabia que aun podían salvarlo de la locura del omega, pero, si se negaba, entonces, tendría que demostrarle porque se trataba de un alfa, y el un omega, que siempre había sido superior, que podía derrotarlo con facilidad. 


-¿Regresarme al santuario? 


Asi que Sage deseaba fingir que no entendia nada, que no comprendía que lo mejor era regresar al santuario, en donde lo esperaría Itia, el primer patriarca, aunque en este momento, sería uno interino, pues, Aspros, el justo Aspros, ya tenía ese puesto y no podían robarle su lugar, pero sí podían, realizar un acto de verdad, de justicia absoluta, al entregarle a su omega, el que tanto tiempo quiso ignorarlo, por quien enloqueció sin duda alguna. 


-Tu alfa te espera, aún te busca y ya no eres un anciano, ya puedes cumplir con tu deber. 


Hakurei estaba comenzando a cansarse de esa actitud, como si no comprendiera que Itia estaba vivo, que debía aceptar su destino y entregarse a él, seguía actuando como ese muchacho cruel que le negó su cuerpo a quien más le amaba en ese mundo, quien enloqueció por culpa suya, todo porque no quiso amarle, tal vez, pensando que si rechazaba a su alfa, podría dejar de ser un omega. 


-¿Mi alfa? 


Sage estaba en compañía de su alfa, que se limitaba a guardar silencio, a esperar por lo que tuviera que decir, pero al mismo tiempo, le daba su apoyo, su sola presencia le daba la fuerza suficiente para enfrentarse a sus enemigos, a su propio hermano. 


-Itia, el piadoso Itia, que sufrió tanto por tu culpa.


De nuevo esa locura, Itia no era su alfa, y el no era quien había sufrido por causa suya, era el que sufrio una cacería, que tenía miedo de ser violado, de ser lastimado, así que negó eso, no era su alfa, no era su compañero, su alfa estaba a su lado, siempre, aunque no era poderoso en el pasado, si le hizo conocer el paraíso, si disfrutaron de su amor, aunque con miedo de ser descubiertos, Sage sabía bien, que tu alfa era aquel que seguirias deseando fuera del celo, que amarias, que sentirias como parte de ti, era un sentimiento tan puro, que era comparado con conocer el paraíso. 


-¡Itia no es mi alfa, nunca fue mi alfa!


Le grito, aunque bien sabía que Hakurei, ese Hakurei no lo escucharía, alguna oscura niebla le evitaba comprender sus palabras, le hacía comportarse como nunca lo hizo, actuar como uno de los alfas que tanto aborrecía, quienes les veían como simples objetos, como esclavos, alfas de los que intentó proteger a sus pequeños, pero había fallado. 


-Sigues pronunciando esa mentira. 


Era la misma necedad que mostró cuando le dijo que Manigoldo no era el omega de Aspros, cuando intento ingresar al templo del patriarca para proteger al pobre cangrejo, evitar que su amigo se terminara de convertir en un monstruo, pero no se atrevió a ser señalado como un traidor, le dio la espalda, como todos en el santuario lo hicieron, todos y cada uno de ellos que seguían pensando que los omegas no comprendian la realidad, que eran peores que niños, que no debían ser libres, odiándose por ser tan cobarde, pero ya no, ya no le daría la espalda a ningún afligido, a ningún omega. 


 -Mi alfa era ese santo de bronce con el que pasaba tanto tiempo, ese santo de bronce, que regreso a mi como un santo dorado, como Hasgard de tauro, mi alfa, mi dueño. 


Sage aun tenia esperanza de ser escuchado, pronunciando su verdad, una que no quiso compartir, porque sabía que Itia mataría a su alfa, como al final hizo, como lo apartó de sus brazos, dejándole solo, pero al menos el monstruo que mató a su compañero también había muerto, al menos, lo estuvo por muchos siglos. 


-No es verdad, tu no eres el omega de Hasgard, y aunque el diga lo contrario, mentiría por ti, como Albafica mintió por Manigoldo.


Al escuchar esas palabras, Sage no pudo creerlas, su pequeño niño, su atolondrado alumno confío en su hermano, le dijo la verdad, le dijo que Albafica era su alfa, pero no lo escucharon, como Hakurei no quiso escucharlo en ese momento, preguntándose, qué tan bajo había caído, para abandonar a un muchacho inocente en las garras de su acosador. 


-Así que te lo dijo, te dijo la verdad y no quisiste escucharlo. 


Manigoldo había sufrido en las manos de Aspros, había sido señalado por los demás, que en vez de ayudarle, le dieron la espalda, tal vez, hasta rompiendo su espíritu, llenándolo de angustia por ello. 


-¿Porque no lo escuchaste? 


Estaba completamente horrorizado de tan solo pensar por lo que estaba pasando su alumno, su pequeño cangrejo, que confiaba en el, que creía que ser un omega era una bendición. 


-¿Porque no le creíste cuando te dijo la verdad? 


Que decía ser un buen omega, una frase graciosa que escucho varias veces, tal vez, lo decía por el amor que sentía por su alfa, por Albafica, que también era señalado como un omega, de allí, que seguramente no lo escuchaban. 


-Ni siquiera a Albafica. 


Que no vio la pureza de su amor, y si era un alfa, un beta o un omega, que mas daba, esos dos muchachos se amaban, debían poder permanecer juntos, con la bendición del patriarca, sin importarles lo que los demás dijeran. 


-Decirnos que era un alfa. 


No debían ser separados, uno de ellos escapando del santuario, perseguido por ese demonio poderoso, ese pequeño lunatico que había sido educado por su hermano, que tenía pensamientos sumamente desagradables, que veía a los omegas como cosas. 


-Que pelearía por Manigoldo en una justa. 


Que fue entregado a Aspros, en contra de su voluntad, que posiblemente peleo, pero fue derrotado, aún estaba bajo los males del celo, no podía defenderse y se preguntaba, porque no acudieron en su ayuda, porque ignoraron sus lamentos. 


-Que eran compañeros divinos. 


Eso ultimo lo dijo con tanta saña, con tanta burla, que logro que Sage comenzará a incendiar su cosmos, no le importaba enfrentarse a su hermano, él salvaría a su alumno, sin importar lo que pasará con su cuerpo, ni con su enemigo, su hijo, al que sentía como si él mismo le hubiera dado a luz, no sufriría esa pena. 


-Por alguna razón piensan que les creeremos, cuando los omegas son débiles, son ilusos, deben ser protegidos, para evitar que la locura se apodere de su mente. 


Sage atacó a su hermano, impactando su puño contra el suyo, esperando que su juventud le diera la ventaja, escuchando las palabras insidiosas que eran vociferar como una verdad, haciéndole odiar a Hakurei por eso. 


-¡No lo escuchaste! ¡Te lo dijeron y no los escuchaste! 


Sage siguió golpeando a Hakurei, que retrocedía, sin responder a su ataque, sintiendo como un cosmos conocido iba acercándose, sonriendo, cuando logró impactar su puño en el estómago del menor, sosteniéndolo del cabello. 


-Solamente eran mentiras, desvaríos, la debilidad de un omega, pero, Manigoldo lo entenderá cuando dé a luz a su primer hijo, aunque Aspros está seguro que serán gemelos. 


Si ya esperaban un hijo, era que Aspros había violado a su alumno, que lo permitieron y aunque sabía que eso pasaría, que eso pasaba cuando un alfa demente atacaba a un omega, quiso creer, que al menos, no tendría que soportar un embarazo de un niño fruto de una violación. 


-Y cuando Albafica de a luz, cuando se lleve la vida de mi alumno, también tendrá que aceptarlo, por doloroso que sea, no es un alfa, solo es muerte. 


Albafica no iba a dar a luz, era un alfa, aunque, seguramente el demente alumno de su hermano, no su hermano, de su enemigo ya lo sabía, pero no le importaba, su belleza era deslumbrante, era mucho más hermoso que la diosa Afrodita. 


-¡Tu no eres así, nunca fuiste asi, porque ahora dices tantas estupideces! 


Sage respondió con varios ataques, que dieron en su cuerpo, que lo lanzaron lejos, después de todo era el patriarca, era mucho mas joven, tenia mucha mas vitalidad que su viejo hermano, quien se levantó de un salto, para verle fijamente, limpiando su boca con el dorso de su mano. 


-Porque me di cuenta que tan equivocado estaba. 


Esta vez fue Hakurei quien atacó, pero se enfrentó contra una barrera invencible, siendo sostenido por Hasgard, que lo lanzó lejos, usando su hombro, apartandolo de su omega, pensando que ya habian escuchado suficientes locuras, de un hombre, que antes respetaba. 


-Me di cuenta que dos hombres justos perdieron la razón por culpa suya, uno de ellos murió, pero ha regresado a la vida, aún pueden fecundarte, para que den a luz a un guerrero poderoso. 


Hakurei sintió el golpe, pero, logró detenerlo con su cosmos, pronunciando lo que pensaba era la verdad, esperando que su hermano lo aceptara, que regresara con ellos, pero si no lo hacía por las buenas, lo harían por las malas y si Hasgard se atrevía a enfrentarse a ellos, entonces, también tendría que morir. 


-Aún podemos arreglar todo esto. 


Hakurei atacó a Hasgard, quien cayó a pocos metros de Sage, levantándose sin esfuerzo, notando como Sage no podía comprender las palabras de su hermano, mucho menos su comportamiento, desesperado, al ver que su gemelo pensaba de esa forma. 


-¡Eres un demente!


Era un grito desesperado, que fue recibido por una risa, y unos pasos, de un demonio que esperaba no se hubiera levantado de su tumba, un ser, al que apenas vio Hasgard y le odio profundamente. 


-El que se trata de un omega descarriado eres tú Sage, al negarte a obedecer las órdenes de tu patriarca. 


El ya no era el patriarca y nunca fue su alfa, así que no estaba dispuesto a obedecerle, nunca, no en esa vida, ni en las siguientes. 


-¡Itia! 


El ojo de Hasgard se posó en los de Itia, los de este en el de Hasgard, mirándolo de pies cabeza, reconociendolo en ese instante, era el mismo gigante que mandó a una muerte segura, uno de los santos de bronce, todos alfas, entre quienes pensaba, se encontraba su rival. 


-¡Alejate de él! ¡No toques a mi omega! 


Fue lo único que Hasgard atino a decir, esta vez colocándose entre su patriarca y el intruso, cuya mirada lujuriosa y hambrienta le hizo sentir náuseas, porque nadie tenía el derecho de ver así a un omega, mucho menos a su patriarca, a su líder, a Sage, a quien amaba cuando era un anciano, a quien seguia amando y respetando, por quien daria la vida sin dudarlo un solo instante. 


-¿Tu omega? 


Itia entrecerró los ojos, asintiendo, lo sabía, entonces, Sage no estaba mintiendo, si tenía un alfa en esa época, en esta época, pero que importaba, él no deseaba al demente omega que eligieron para él, no era hermoso, no era fuerte, no era sumiso, no era lo que deseaba en un compañero, en cambio, Sage lo era, Sage era perfecto para él, debía ser suyo. 


-Mi omega, mi amado patriarca. 


Los dos eran patriarcas, otra razón más para estar juntos, pero, si tenía que destruir a los estorbos, lo haría, mataría primero al alfa de cabello blanco y después al omega que se atrevió a enfrentarse a él, cuyo collar despreciaba, además, Zeus arreglaria lo que la estúpida Hera arruinó, le daría a su Sage, porque se lo había prometido. 


-¡Ya te maté una vez, te mataré una segunda ocasión y esta vez Sage sera mio!


Itia le anunció, elevando su cosmos, utilizando sus espadas, que aun le obedecian, aunque habia decidido traicionar a la diosa Hera, tal vez, porque el dueño de las armaduras no era ella, sino Hefesto. 


-¡No lo tocaras!


Sage le grito, tratando de ir en auxilio de su alfa, pero su hermano se puso en su camino, elevando su cosmos, no lo dejaría pasar, ya no mentiría más, Itia era su alfa elegido por los dioses, tenía que aceptarlo. 


-¡Ya le hiciste suficiente daño!


Ese grito fue proveniente de Hasgard, que defendería a su omega, a su patriarca, a su líder, sin importar lo que pasara, ni las consecuencias, no lo abandonaría esta vez, se dijo, una voz más joven, que había hecho una promesa. 


-¡Sage sera mio! 


Itia solo pensaba en una cosa, y de pronto, si alguien lo hubiera visto a sus espaldas, habría notado, un resplandor dorado, como si las plumas de una flecha dorada pudieran verse entre su cabello, como reflejadas por los rayos del sol. 


-¡Sage será mi omega!


*****


Manigoldo despertó sintiendo un brazo rodeando su torso, un cálido cuerpo a sus espaldas, un aliento acariciando su cabello y por un momento, quiso pensar, que se trataba de Albafica, que habían derrotado al veneno, la maldición de los dioses, pero, no era así, lo sabia, porque esa era no era su habitación, ni la de su rosa, esa era la cama del patriarca, Aspros de Geminis. 


Intentó separarse de esa brazo que lo rodeaba, sin embargo, Aspros se aferró un poco más a su cuerpo, acomodando su barbilla contra su hombro, suspirando, como si tuviera el mejor sueño del mundo, recordando que hacía cinco años, fue el primer celo de su conejito, cuando le dio placer en el campo de entrenamiento. 


Pero lo asustó, quiso huir de su lado, sin embargo, después de cinco años, cinco largos años, cinco celos, su conejito estaba a su lado, estaba embarazado, esperando gemelos, dos hermosos hijos. 


-¿Dormiste bien conejito?


Le pregunto besando su hombro y después su cuello, recorriendo su vientre con sus manos, suspirando de nuevo, esperando una respuesta suya, con una sonrisa satisfecha, haciéndole ver a Manigoldo, que no se movería hasta que le respondiera. 


-Si, dormi bien. 


Respondió, tratando de levantarse de la cama y apartarse de su alfa impuesto, pero Aspros seguía rodeando su cintura, jalando su cuerpo hacia el suyo, para que se acostara sobre él, sorprendiendo a Manigoldo, que se recargo en la cama, abriendo ligeramente las piernas, solo para no tocar el cuerpo del lunático enamorado debajo suyo. 


-¿Solo bien? 


Aspros pregunto, recostandolo de espaldas en la cama, usando su fuerza y su sorpresa, acomodando sus piernas entre las suyas, para abrirlas un poco más, besando su cuello, lamiendo su mejilla, apartándose lo suficiente, para poder ver su rostro. 


-Yo dormí como nunca, solo por estar a tu lado, conejito. 


Manigoldo no se atrevía a moverse, desviando la mirada, sintiendo más besos de Aspros, que recorría su rostro con delicadeza, llevando una mano a su vientre, después un poco más adentro, escuchando un gemido, viendo como se estremecía. 


-Tengo mucha hambre… 


Manigoldo pronunció, tratando de apartarse, pero sin fuerza, sintiendo como las caricias de Aspros iban tomando más fuerza, sus dedos ingresaban un poco más profundos y tomando una de sus manos, la llevó a su sexo, para que viera que tanto lo deseaba en ese momento. 


-Lo sé, lo sé, yo también estoy hambriento conejito. 


Manigoldo quiso apartar su mano de la hombría de Aspros, quien aun seguía sosteniendo su muñeca, perdiendo lentamente su buen humor, de eso se daba cuenta, por lo cual, deseando escapar otra ronda de sexo violento, el cangrejo, rodeo su sexo con sus dedos, desviando la mirada, tratando de acariciarlo, para que se viniera pronto, escuchando sus gemidos. 


-No sabes… no sabes cuanto espere por sentir esto, por tenerte en mis brazos… 


Lo sabía, bien lo sabía, porque era el mismo tiempo en el que el intento escapar, pero había sido derrotado, había sido derrotado y ahora, su único deseo era mantener a esos niños con vida, comprendiendo bien, que Aspros podía provocarle un aborto, si volvía a enojarse lo suficiente como para atacarlo. 


-Creo que lo se… 


Susurro, sintiendo como Aspros lo tomaba del cuello y le besaba con fuerza, acercandolo mas a él, elevandolo de la cintura, para sentarlo en su hombría, que él mismo había acariciado. 


-Si lo sabes, entonces, comprenderás que no tenga suficiente de ti. 


Le informo, antes de hundirse en su cuerpo, con otro gemido gutural, escuchando un gemido delicado de su omega, que se aferró a sus hombros, cerrando los ojos, dejando que eso pasara, gimiendo bajito, tratando de pensar en su alfa, en su Albafica, que lo buscaba, que era el único que trataria de salvarlo. 


-Conejito… mi conejito… 


Manigoldo cerraba los ojos, sintiendo los embistes de Aspros, que pronto llegó a su clímax, llenando su cuerpo con su semilla, jadeando fuerte, para separarse, observando como gotas blancas escurrían entre sus piernas. 


-Ven conejito, debemos darnos un baño… 


Por un momento quiso negarse, pero, estaba cubierto de esa semilla, durante la noche y ahora en la mañana, habían compartido su celo, deseaba bañarse, pero solo, sin embargo, eso no pasaría, no en mucho tiempo.


-Si, si Aspros. 


Aspros le dio la mano entonces, para llevarlo a su cuarto de baño, para seguir con sus placeres en medio del agua caliente y el vapor, sintiéndose el alfa más afortunado del planeta, porque, estaba en compañía de su conejito, era el patriarca y dentro de nueve meses, nacerian sus gemelos, los primeros en venir. 


-Tenemos toda una vida por delante… 


Para Aspros era una promesa, para Manigoldo una amenaza, pero aun asi lo siguió, esperando que solo se bañaran, pero, no creía que tener tanta suerte, no creía tener alguna clase de suerte. 


-Seremos una familia… 


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