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Paraiso Robado. por Seiken

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Ver a esos dos niños le hizo recordar el pasado, como luchaba por mantener a su cangrejo a su lado, su collar, como si fuera una cuerda de salvamento, ansioso, determinado, sin pensar en nada más. 

 

Sin embargo , como decía ese soldado, muchas veces se preguntó si era un crimen o un pecado mantener a su cangrejo consigo, atarlo a el, luchar por su lazo, por su omega, por su paraíso. 

 

Albafica fue de los primeros en obtener su armadura y en ocasiones, lograba escabullirse de Shion, ese gusano traidor, que lo cazaba como Aspros caso a su omega, pero a él no lo había atrapado aun. 

 

Cuando lo hiciera, su omega ya no existiría más, ya no lo volvería a ver de nuevo, porque su sangre lo asesinaría, así que se preguntaba, cuánto tiempo estaría libre del veneno, esperaba el suficiente para ver a su omega, para abrazarlo entre sus brazos. 

 

Recordando una ocasión, seis meses antes de que esa pesadilla iniciara, antes de partir a una misión que esperaban lo mantuviera lejos del santuario, para que Aspros hiciera su voluntad con su cangrejo. 

 

El sostenía unas flores de color blanco, pequeñas, nada llamativas, estas flores crecían en las praderas, entre pasto y plantas comunes, se veían preciosas para él, tanto que pensó en llevarle un pequeño ramo a su cangrejo. 

 

Quien a su vez, al sentir su cosmos aproximarse, fue a buscarlo inmediatamente, vestido con su ropa de entrenamiento, que era de color claro, demasiado sencilla para ser el alumno favorito del patriarca, pero así era su cangrejo, nada presumido. 

 

El que tenía una marca en la mejilla, parecía que tuvo un entrenamiento interesante y hubiera revisado sus heridas, si no supiera que podía matarlo con ese simple gesto que sabía, los amantes compartían.

 

Albafica estaba sentado a los pies de la tumba de su omega, que no tenía planta alguna creciendo sobre esta, tampoco había insectos, era tierra imperturbable, tal vez, por el veneno y eso le hacía pensar, que aun después de fallecer, la ponzoña no lo abandonó. 

 

-Te ves muy triste hoy. 

 

Manigoldo casi siempre sonreía, con una expresión que encontraba preciosa, llena de vida, como todo el, que le veía fijamente, rascando su mejilla con la punta de su dedo y después el interior de su oreja, algo nervioso, acercándose lo suficiente pero no tanto, como para poner su vida en peligro. 

 

-Estaba pensando si es justo lo que te estoy haciendo… 

 

Manigoldo ladeo la cabeza, como si no entendiera lo que le estaba diciendo, agachándose, recargándose en sus rodillas para verlo a la cara, que estaba oculta debajo de su cabello, pero nunca podía engañar a su cangrejo que le veía fijamente. 

 

-¿De qué hablas? 

 

Manigoldo tenía la curiosidad de un niño pequeño, la vivacidad de uno también, y de poder tocarlo, estaba seguro, que no dejarían de besarse, o abrazarse, que no pasaría un solo momento sin demostrar o sentir el amor que se tenían, pero eso no era asi, el estaba condenado, su destino estaba sellado y era el de sus rosas. 

 

-Si fue justo luchar por conservar tu collar, si debo mantenerlo conmigo.

 

Manigoldo ladeo la cabeza de nuevo, pensando en sus palabras, sentándose enfrente de él con las piernas cruzadas, recargando su barbilla en su mano derecha, con una expresión molesta, sintiéndose un poco rechazado. 

 

-¿Te arrepientes de lo nuestro? 

 

Estaba nervioso supuso, porque no sabia de que estaba hablando, porque pensaba que lo mejor era marcharse, cuando su corazón ya le pertenecía, después de casi lograr dar a luz a un pequeño cangrejo, o una rosita, un niño de ambos. 

 

-No, eres mi razon de existir, pero… estaba pensando, que tal vez lo mejor era que me mantuviera apartado… 

 

Manigoldo negó eso con fuerza, con seguridad, moviendo su cabeza de un lado a otro, para cruzar sus brazos, porque no deseaba que se mantuviera apartado, después de todo, el siempre soño con su alfa destinado, con su alfa de una brillante armadura y eso era lo que tenía su lado, aunque no pudieran tocarse, sabía que lo querían.

 

-No, me niego a eso. 

 

Albafica sonrió, él tampoco deseaba perderlo, pero se daba cuenta, su destino estaba sellado, su destino era morir como las rosas, ser hermoso, ser admirado por su belleza, pero ser mortal para quien lo tocaba, él debía marchitarse solo. 

 

-Yo soy una rosa. 

 

Esperaba que esas cuatro palabras fueron suficiente para Manigoldo, que aún le veía con una expresión molesta, con el ceño fruncido, como si no le gustara escuchar esas palabras, ni a dónde iba esa conversación. 

 

-No soy como esta flor… 

 

Albafica entonces le entregó el ramo de flores a Manigoldo, para que lo viera, quien lo alio, suspirando, sonrojándose al pensar que esa era la primera ocasión que le regalaron un ramo de flores, pegandolo a su pecho, como si fuera un tesoro de valor incalculable. 

 

-¿Es diferente? 

 

A Manigoldo no le gustaban las flores, siempre las había relacionado con la muerte o las pérdidas, y las rosas eran aún peores, las detestaba con ganas, porque era por culpa de esas plantas, que su alfa estaba encerrado en ese horrible templo, siempre solo, pero estas flores, eran hermosas, porque Albafica se las había regalado a él. 

 

-La encontré creciendo en las praderas, no se como se llama, pero es hermosa y es fuerte, logró resistir el viento, los embistes de la naturaleza. 

 

Le explico, admirado por la voluntad de esa flor, cuyo nombre desconocía, pero logró resistir los embates de la naturaleza, que podía creer en cualquier parte, admirar el mundo a su alrededor, en cambio, las rosas estaban condenadas a vivir en los jardines, en los viveros, solas, aisladas. 

 

-Y tu la cortaste…

 

Eso lo dijo demasiado divertido, oliendo la fragancia de las flores, para suspirar, encontrandolo divino, observando su expresión, que era una de sorpresa, riendo de pronto, con esa risa que era contagiosa. 

 

-No me malinterpretes, me gusta mucho, es preciosa… 

 

Albafica asintió, era hermosa, y era libre, como su cangrejo, como el no lo era, y eso le hacía demasiado infeliz, porque deseaba poder crecer en compañía de su alfa, de su amado compañero. 

 

-Me gustaría ser como una de esas flores de la pradera, que nadie conozca mi nombre ni de donde vengo… pero… 

 

Guardó silencio por algunos momentos, sintiendo ganas de llorar, pero debía ser fuerte, debía soportar su destino, mirando como Manigoldo le observaba con detenimiento, preguntándose, qué estaba pasando por su mente. 

 

-Tendría libertad, podría admirar todo a mi alrededor, sentir el viento sobre mi…

 

Podría estar con su cangrejo, que era como esa flor silvestre, tan cálido, tan hermoso y libre, quien empezaba a comprender sus pensamientos, pero aun seguía mirándole, sintiendo su dolor, borrando su sonrisa. 

 

-Ese seria mi anhelo, ser libre de esto. 

 

No dejaba de pensar en eso, en su destino y en su vida, como iba terminandose y el seguía sumido en la soledad, aunque su cangrejo le hacía compañía, anhelaba poder tocarle a sus anchas, poder ver el mundo a su lado, salir de allí, del jardín, para crecer bajo el sol de otras tierras. 

 

-Pero mi destino se selló y debo vivir como una rosa, marchitarme como ellas. 

 

Se daba cuenta que estaba arrastrando a Manigoldo con él, en su soledad, quitándole la oportunidad de tener su descendencia, otro alfa, porque no podía cumplir con esa misión, tampoco podía amarle por más de cinco días, a veces mucho menos, sin embargo, en su anhelo, lo ató a él, como su padre dijo que pasaría. 

 

-Nací con un destino fatal, de ser como las rosas con espinas, tan hermoso de observar, pero peligroso al tocar… 

 

Albafica tomó entonces una rosa, que aplastó en su mano, cortando sus dedos, sangrando apenas una gota, que al caer al suelo, marchito las plantas a sus pies, relamiendo sus labios. 

 

-Las rosas florecen tan dignamente y se marchitan con esplendor…

 

 Esperaba que Manigoldo entendiera lo que deseaba decirle, a lo que le estaba condenando, pero, no lo entendió, o no le importo, porque seguía con el, mirándole con algo de tristeza y un poco de molestia, había olvidado lo testarudo que era cuando se trataba de un chiquillo. 

 

-Así yo me marchitare… 

 

Era lo que más temía cuando era un niño, pero suponia que tenia que aceptarlo, no obstante, su cangrejo nego eso, levantándose del suelo, colocando sus manos a pocos milimetros de las suyas, como si lo tocara, pero sin hacerlo. 

 

-Me tienes a mi, yo estoy a tu lado. 

 

Le respondió, acariciando su mejilla, al menos, fingiendo hacerlo, porque no lo tocaba, pero casi podía sentir como si lo hiciera, haciéndole sentir mucho más miserable todavía, porque sabia que solo podían estar juntos de esa forma, cuando cualquier otro tendría la libertad que él no tenía. 

 

-Me gustaría tener un poco más, ser como estas flores de pradera… 

 

Manigoldo al ver las flores en sus manos, lo acarició con ellas, como si fueran sus dedos, recorriendo sus mejillas, sus labios, su nariz, besando una parte del ramo, a la altura a la que se encontraban los labios de Albafica. 

 

-Pero soy una rosa, una rosa venenosa del jardín de Athena.

 

También recogió las lágrimas de sus mejillas con las flores blancas, tragando un poco de saliva, pensando que de ser posible, besaría su tristeza para alejarla de su alfa, que le veía sorprendido, notando que el tambien estaba triste, que su cangrejo ya no sonreía como antes. 

 

-Y este cangrejo se quedará con la rosa, porque la ama y no le importan las espinas y no desea una flor de pradera, sino a su rosa roja, más hermosa que cualquier rosa de cualquier jardín, sin importarle las espinas o el veneno. 

 

Manigoldo por un momento olvido que no debía besarlo y acercó sus labios a su boca, pero Albafica se apartó, asustado,  porque sabía que podía matar a su cangrejo, que se detuvo al comprender lo que estuvo a punto de realizar. 

 

-¡Pero yo no lo deseo! 

 

Le gritó, comprendiendo que si no encontraban una forma de pelear con el veneno, de enfrentarse a este, los dos se marchitarian, ese era su destino, pero no el de su cangrejo, que le miraba desesperado, llorando tambien, apretando sus puños sobre sus rodillas. 

 

-Si pudiera te llevaría conmigo, veríamos todo el mundo, bailariamos una dulce tonada en los salones franceses, te haria el amor enfrente de la playa, te cargaria en mis brazos y visitariamos todo el mundo. 

 

Le explico, esta vez siendo él quien fingió acariciar la mejilla de su cangrejo, que ladeo la cabeza, como si de verdad pudiera sentir los dedos de su alfa en su mejilla, pero no era así, solamente sentía el calor de su cosmos, que brillaba muy ligero, no deseaban que los interrumpiera nadie. 

 

-Podemos hacer eso... 

 

Podían viajar y bailar, tal vez si usaban guantes o trajes de máscaras, había escuchado que estos cubrían todo su cuerpo, o tal vez, un traje de médico, sus cuerpos no estarían juntos, pero, podrían tocarse, tal vez, tal vez si se cubrían con un lienzo de seda, pero donde podrian encontrar uno que pudiera cubrir todo su cuerpo se preguntaba. 

 

-No, no podemos y es por culpa mía. 

 

Albafica se apartó, dándole la espalda, recargándose en una de las columnas, mirando la tumba de su padre, la ponzoña que evitaba que algo viviera sobre esta, por eso era la tumba más pulcra, por el veneno, porque le costaba mucho trabajo visitarlo, tardó meses en verle de nuevo. 

 

-Los dioses saben sus razones… 

 

Los dioses no sabían nada y él odiaba a los dioses que le pusieron en ese predicamento, preguntándose porque le dieron un omega tan hermoso como ese y le evitaban tocarlo, porque le hicieron hermoso, pero tan mortal como sus rosas. 

 

-¡No! 

 

De nuevo le dejaba ver su desesperación, como era de esperarse su cangrejo no la compartía, el siempre pensaba en el futuro de una forma optimista, pero el no, el no dejaba de pensar que los dioses se reían de su dolor. 

 

-¡Ellos no saben nada! 

 

Y de poder matarlos, de poder darles de su veneno para que comprendieran el significado del dolor se los daría, porque eso era lo que él sufría, el sentía el no poder estar con su omega, el temer que con un error, su cangrejo perdería la vida, el saber que era muy probable que si lograban otro milagro, este tambien perderia la vida a causa del veneno. 

 

-¡Los dioses no saben sus razones y no tienen perdón por esto, por burlarse de nosotros, divertirse a nuestras espaldas, con la vida de mi familia, con la vida de mi omega y con la tuya, si me atrevo a tocarte! 

 

Manigoldo se levantó del suelo para seguirle, caminando algunos pasos, pensando que pronto sería su celo, que podrían estar juntos una vez más, y que tal vez, si lograba encontrar a su maestro solo, sin el anciano Hakurei, Shion o Aspros, le pediría que le diera su bendición, le diría que Albafica era su alfa, no podía apartarlos, no era justo. 

 

-¡Los maldigo por esto, por lo que nos han hecho! 

 

Manigoldo suspiro, recargándose al otro lado del pilar, como si se recargara en el pecho de Albafica, quien recargo su frente en el mármol, igual que hubiera hecho de poder tocarle, su frente contra la suya, sus manos en sus hombros, las de su cangrejo en su cintura, siempre imaginando una vida sin el veneno. 

 

-Yo no los maldigo, porque si mi familia hubiera sobrevivido, si los espectros no hubieran destruido mi aldea, Sage no me hubiera encontrado y no habría pisado el santuario, si no pisó el santuario Aspros no habría perdido la cabeza, y de no perder la cabeza, no me habría dado cuenta de que tu existías, me había pasado toda mi vida esperándote, sin saber que no podías llegar a mi. 

 

Albafica se encontraba llorando, un llanto que aumento de volumen, que acompañaba al de su cangrejo, que era más silencioso, el siempre había sido el más fuerte de los dos, quien veía como unos fuegos fatuos volaban alrededor suyo, pequeñas esferas que los rodeaban con sus voces susurrantes. 

 

-Así que no me arrepiento por nada y estoy seguro que los dioses son sabios, que de alguna manera, podremos derrotar al veneno, sino, para que naciste siendo un alfa, cuando yo… 

 

Albafica término esas palabras por su cangrejo, que se mordió los labios, para guardar silencio, comprendiendo bien que seguía, cuando su omega podía morir al dar a luz, al tocar su cuerpo. 

 

-Cuando mi omega morirá si cometo un error, si doy un paso en falso. 

 

Pronunció entonces, viendo como Manigoldo negaba eso, pero era exactamente lo que deseaba decirle, porque no era justo, sin embargo, creía que los dioses tenían sus motivos, no podía ser tan crueles para jugar con su destino de esa forma. 

 

-No… no quise decir eso. 

 

Se disculpó, limpiando sus mejillas, aunque Albafica hubiera deseado poder hacerlo él en persona, quien a su vez, desvió la mirada, preguntándose, si había una forma de vencer al veneno o solo estaban pensando en lo imposible. 

 

-Lo se Manigoldo y me encantaría abrazarte, llenarte de besos delicados, pero no puedo…

 

Se quejó de nuevo, sintiéndose miserable, notando como Manigoldo se sonrojaba de tan solo pensar en eso, recordar las pocas caricias que habían disfrutado. 

 

-No puedo hacerlo.

 

Pero también recordaba el Yomotsu, su misión a Venecia, como Albafica pudo escapar al menos unos momentos del veneno en la tierra de los muertos. 

 

-Podríamos pisar el Yomotsu, allí nuestras almas pueden encontrarse. 

 

No quería que sus almas se encontraran, porque podía perder a Manigoldo, además, ingresar en ese plano por mucho tiempo gastaba demasiado su cosmos, lo perdería de todas formas, si no tenían cuidado. 

 

-Es peligroso para ti. 

 

Era la respuesta que siempre obtenía de su alfa, que no deseaba ponerlo en peligro, no dejaba que lo tocara y tenían cuidado con el veneno, así que solamente durante sus celos podían estar juntos. 

 

-Faltan seis meses para mi celo… 

 

Manigoldo deseaba alegrar a su alfa y le dijo lo que sabía le haría sonreír, su celo estaba próximo y si no había ninguna misión, podrían estar juntos, los cinco días que duraba, entre los dos podrían pedirle a Sage su bendición, explicarle que eran una pareja destinada, que su rosa era un alfa, el más hermoso de todos, aunque eso significaba que ya no habría más veneno para el santuario, estaba seguro que Sage lo comprendería. 

 

-Lo se, cuento los días para estar contigo de nuevo, esta vez, si lograremos nuestro cometido. 

 

Le anuncio, pensando en un bebé de ambos, un pequeño milagro propio, aunque bien sabía que no existía la forma de que su cangrejo concibiera, el veneno también lo evitaba, el veneno que le había quitado todo cuanto deseaba en ese mundo. 

 

-Hacer el amor en cada superficie de tu templo. 

 

Manigoldo lo dijo con diversión, recordando cierto momento en que Albafica le menciono que seria divertido utilizar el escritorio de su maestro o tal vez, los baños del templo del patriarca, haciendo que su alfa se sonrojara, pensando en algo, que no quiso decirle. 

 

-Tener un hijo, pero, hacerte el amor en cada superficie del santuario tampoco es una mala idea. 

 

Aunque para eso, tenían que ser sigilosos, no tener veneno y creía que un poco exhibicionistas, porque sus colegas, siempre estaban presentes en el santuario, aunque, se rió al ver el sonrojo de su cangrejo. 

 

-Eres un pervertido… 

 

No era un pervertido, a menos, no se imaginaba de esa forma, solo tenía mucho tiempo libre y nada que hacer, en algunas ocasiones, lo mejor era pensar qué haría con su hermoso cangrejo, de tener una oportunidad para eso. 

 

-Y tu tienes la culpa de eso, Manigoldo, por ser tan lindo, tan sexy, tan hermoso…

 

Albafica respondió con una voz que esperaba fuera seductora, delineando la mejilla de su cangrejo, que se sonrojo mucho más, haciendo que se viera como un tomate, o un cangrejo de costa. 

 

-Solo tu me ves de esa forma. 

 

No era cierto, su enemigo le veía de esa forma, el sujeto de cabello negro que le pidió lo abandonara en esa taberna también pensaba eso, lo veía hermoso, pero su cangrejo era suyo, completamente suyo. 

 

-Estas equivocado, cualquiera que te vea sabe lo hermoso que eres.

 

Le hubiera besado en ese momento, pero se limitó a verle, admirar su belleza, que era solamente suya. 

 

-Eres por mucho, muy hermoso. 

 

Aunque, su cangrejo no se sentía hermoso, para nada hermoso, lo sabía bien, así que se preguntaba, cómo era su posible. 

 

-Como una de esas flores de la pradera, tan fuerte, tan libre, tan hermoso.

 

Que después de tocar su sangre, se habían marchitado, como lo haría su omega a causa del veneno, como lo haría el mismo, igual que las rosas de su jardín, cuyo destino compartía, ser hermoso como ellas, pero mortal. 

 

Sin embargo, estaba decidido a no dejar atrás su paraíso, y aunque no pudiera tocar a su omega, no lo abandonaría con Aspros, el no se lo merecía, él no lo trataría con delicadeza, no lo mimaria como su cangrejo se lo merecía. 

 

Y después de que los dos niños se calmaron, así como los dos jóvenes también abandonaron su presencia, él se puso a meditar, preguntarse qué estaba pasando, en quien debía confiar, si debía escuchar a Minos, o a Hefesto. 

 

Preguntándose, dónde estaría Shion, como podria matarlo, ser libre de él de una vez por todas, no el Shion viejo, sino el joven, cortarlo desde la raíz, como a la mala hierba, antes de que floreciera y se expandiera, que llegara a lastimar a su cangrejo, usándolo a él como un recipiente. 

 

Suponía que lo mejor era asistir a su cita, en tres meses, en el laberinto del minotauro, escuchando unos pasos a sus espaldas, reconociendolos como aquellos de Degel, que se sentó frente a él, esperando porque le hablara primero. 

 

-Tiene a mi cangrejo, le está haciendo daño… 

 

Degel no supo qué decirle, quitándose los lentes, recordando lo que Camus le había dicho, que era su hijo, que los matarían para arrebatarlo de sus brazos, uno de ellos el demente Shion. 

 

-Debemos terminar con la maldad del santuario de raíz… 

 

Degel sabia que tenian que hacer, al menos lo suponía, porque quien había hecho posible la irrupción en el santuario, quien había secuestrado a su hijo y quien, seguramente trataría de matar a Manigoldo, ahora que su alfa estaba fuera del santuario, era Shion, Shion de Aries. 

 

-Shion tiene que morir.

 

*****

 

Hola chic@s, espero que les guste este nuevo capítulo, basado en parte en los openings de la rosa de versalles, que @HikaruZatara tiene razon, se parece mucho a la vida de nuestra rosa venenosa. Este capitulo esta dedicado a el por enseñarme esta cancion. Como siempre, espero saber su opinión de la historia. Muchas gracias por leerla. 


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