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Paraiso Robado. por Seiken

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-Ese no es mi hermano, mi  hermano es amable, es gentil, no desprecia a los omegas, es como si fuera otra persona, completamente diferente. 

 

Hasgard y el rentaron una habitación, Sage no tenía que escuchar a los clientes asiduos para saber qué hablarían de la reciente unión de dos santos dorados, comprendía también que lo mencionarian como algo bueno, una acción largamente esperada, como hablaban de su posible unión con el patriarca, así que, no quería escucharlos. 

 

-Alguien lo esta manipulando, temo que han usado el satán imperial y solo se de dos personas que podrían hacerlo, una de ellas es Aspros, pero mi hermano no habría bajado la guardia con él, otro es Shion, el ataco a mi hermano y ni siquiera me di cuenta. 

 

El santo de tauro le escuchaba sin decir nada, como su alfa lo hizo en el pasado, cruzando sus brazos, sentandose en una silla, ya habian comido, un poco de potaje con algo de aguamiel y ahora, solo tenían que esperar a que amaneciera, esperar porque el patriarca diera su visita habitual a las calles de Rodorio. 

 

-No es tu culpa esto que paso, Sage, eres un buen líder, a quien seguiriamos sin pensarlo siquiera, por quien yo daré mi vida sin dudarlo. 

 

En ese momento Sage se levantó de la cama, cubriendo su boca con su mano, negando eso, sabía que tarde o temprano perderian la vida, pero, no quería escucharlo, no quería que le recordaran que tarde o temprano lo perdería, se perderían, de nuevo. 

 

-Te prohíbo que hables de esto Hasgard, no quiero escuchar nada de muertes o dolor, no mientras estemos juntos. 

 

Sage se sentó en sus piernas, viéndolo de frente, para sostenerse en sus hombros, besando sus labios, gimiendo al verle allí, sonrojado, esperando una orden suya. 

 

-¿No deseas tocarme? 

 

Hasgard había pensado que su patriarca querria esperar hasta que su alumno estuviera a salvo, así que negó eso, si quería tocarlo, pero también sabía que no era tiempo para eso, pero sí, podían estar juntos, sus brazos rodeando el cuerpo de su amor, que al sentir esa dulzura, se recargo en su pecho, cerrando los ojos. 

 

-Deseo más que tocarte, lo sabes no es verdad, así que, no vamos a apresurar nuestras caricias, no tenemos porque, primero, debemos salvar a Manigoldo y evitar que Aspros caiga todavía más, se que no se ha portado como un buen hombre, pero sigue siendo mi amigo. 

 

Como Sisyphus, que había partido en compañía de la espada, quien actuaba de forma posesiva, como un hombre completamente diferente, haciéndole temer por su cordura o la seguridad de la espada, pero era un guerrero, podía cuidarse solo. 

 

-Aspros nunca se atrevió a dañar a Manigoldo, pero, algo lo orillo a eso y espero saber qué fue, antes de llegar a conclusiones anticipadas. 

 

Era como su patriarca, un dia era el líder amable al que seguirian al infierno, especialmente él que lo admiraba por no negarle la educación que su hermano tendría, pero, al siguiente se convirtió en su peor pesadilla, como si fueran dos hombres diferentes, como si los dioses jugaran con sus almas, con sus vidas. 

 

-El también está bajo mi protección, tendrá un trato justo. 

 

Hasgard asintió, porque confiaba en Sage, no porque fuera su omega, sino porque se trataba de un hombre justo, un gran líder y tambien conocia a Hakurei, el anciano maestro no era de esa forma, era un hombre amable, algo estricto, pero no pensaba que los omegas fueron cosas. 

 

-Se que no se lo merece, pero, gracias Sage. 

 

Sage de nuevo lo beso, pensando que pronto amanecería, era momento de visitar las calles principales de Rodorio, donde el patriarca todos las mañanas transitaba, dándole consejos a los habitantes, mostrándoles que el santuario los protegía, en cambio ellos se encargaban de llevarles todo lo que necesitaban para sobrevivir, lo que era agradecido con las bendiciones de sus dioses, el cosmos que le daba vida a los cultivos, animales, todo ser vivo. 

 

-Es lo minimo que puedo hacer después de fallarle tanto a esos niños. 

 

*****

 

-El conocimiento es poder, siempre lo pensamos y ahora lo se, porque tengo todo el poder. 

 

Minos podía verse a sí mismo, su cabello largo despeinado, barba descuidada, su ropa rasgada, tal vez sucia, su armadura, era todo lo que se asemejaba a lo que vestía en ese momento, pero sus ojos, sus ojos reflejaban un dolor inconmensurable. 

 

-Pero no lo tengo a él.

 

Minos comprendió inmediatamente de quien hablaba, de Radamanthys, a pesar de tener todo el poder, él no tenía a su hermano consigo y se preguntaba la razón de ello, se negaba a comprender lo que le habían dicho hasta ese momento. 

 

-Al omega en tu cama que duerme confiado ignorando que su alfa es el más inútil de todos, el más estúpido y el más ingenuo. 

 

Minos se odiaba a sí mismo por permitir que le arrebataran a su omega, aunque fuera una dulce criatura dependiente de sus cuidados, aunque el agua del olvido quebrara su mente en mil pedazos, que no pudieron unirse, confundiendo sus recuerdos, sus decisiones, haciéndole dudar de todo cuanto le rodeaba, menos, del pequeño en sus brazos, porque la ruptura sucedió durante su embarazo. 

 

-¿Quien fue? ¿Quien se lo ha robado? 

 

Minos podría decirse que el mismo se robó a su omega permitiendo que Zeus lo lastimara, pero no lo dijo, recargándose en una superficie cercana, sujetando un artilugio que Hefesto, el viejo dios humillado de su época le dio, una simple piedra, una joya de color morado, que guardaba sus memorias, la única forma en que pensaba, su yo más joven, podía actuar como debía hacerlo. 

 

-Quieres saberlo todo, ve, vive, sufre, lo que yo he padecido. 

 

Minos le ofreció entonces la joya para que su yo más joven la sostuviera, quien al principio no confío en él, estirando su mano, con lentitud, sintiendo como esa cosa caía en su mano, apartandolo del Inframundo, para sumirlo en los recuerdos del viejo Minos, los sucesos que podían pasar en el futuro. 

 

El movimiento de la cama fue aquello que le despertó, sintiendo como Radamanthys se levantaba de su cama, llevando sus manos a su vientre, lleno de vida, pues su omega tenía seis meses y una semana de embarazo. 

 

Se veía tan hermoso y perfecto, tan dulce, haciendo que se sintiera orgulloso, dichoso al saber que su primogénito, ese al que tanto había esperado, con el que tanto había soñado pronto nacería. 

 

No le importaba si era un alfa o un omega, tal vez un beta, el únicamente deseaba a un hijo fruto de su amor por su omega, que era hermoso como ninguno. 

 

Quien se sumergió en el agua de la alberca, sosteniéndose de los bordes, sus ojos cerrados, parecía que no tenía una buena noche. 

 

Minos lo siguió cubriéndose con una túnica de color negro, hincándose delante suyo, para acariciar su mejilla, sorprendiendo a su hermano, que le veía en silencio. 

 

-¿Estás bien? 

 

Radamanthys comenzaba a acostumbrarse a esa vida, pero, aún no le gustaba demasiado vivir con él, no podía perdonarlo por su venganza en el ladrón de nidos. 

 

-¿Cómo está nuestro Aquiles? 

 

Le pregunto, observando cómo desviaba la mirada hacia su estómago, su embarazo ya avanzado, llevando una mano a este con lo más cercano que Minos podía ver de una sonrisa con su omega, cuyos recuerdos estaban revueltos, pero aún seguía siendo él. 

 

-Inquieto, no quiere dejarme dormir… 

 

Esas palabras las dijo con cariño, sintiendo como Minos acariciaba su cabeza, para alejarse unos pasos y quitarse la túnica que cubría su cuerpo, ingresando en el agua poco después, a su lado, para sentarse en las escaleras de esa alberca, haciéndole un espacio a Radamanthys, para que se sentará entre sus piernas, algo que hizo, sin que se lo ordenará.

 

-¿No es mejor esto? ¿Esta paz que tenemos? 

 

Radamanthys no le respondió, permitiendo que besara sus hombros, su cuello, suspirando, dejando que el agua tibia relajará sus músculos.

 

-Que esa mentira en la que te dejaste envolver, para olvidarme y abandonar nuestro nido. 

 

Radamanthys asintió, recargándose contra su pecho, esa vida era buena y aunque aún le dolía la muerte de Valentine, este alfa que estaba a su lado era su hermano mayor, el que pensó había perdido. 

 

-Esta vida es agradable… 

 

Admitió casi en un susurro, logrando que Minos sintiera, rodeando el cuerpo de Radamanthys con sus brazos, pegando a él, besando su cabeza. 

 

-El solo tenerte a mi lado me hace tan feliz, mi omega, mi dulce omega, no sabes que tan feliz me haces. 

 

Radamanthys volteo con algo de torpeza, sentándose sobre sus piernas, sosteniéndose en sus hombros, su crecido vientre rozando el pecho musculoso de Minos, que le veía con detenimiento, con cariño que sabía era sincero o al menos eso pensaba el mayor.

 

-¿Que ocurrira si es como yo? 

 

Esa pregunta sorprendió a Minos, que aun acariciaba sus hombros, esperando porque se explicara mejor, aunque bien sabia que haria si era como su amado. 

 

-Por supuesto que se parecerá a ti, eres hermoso y su creación te pertenece a ti, yo solo hice una pequeña parte. 

 

Eso no era lo que deseaba escuchar Radamanthys, ni a lo que se refería, por lo cual acomodándose un poco mejor sobre el cuerpo de Minos, acercó su rostro al suyo, como si quisiera besarle. 

 

-¿Qué harás si nace omega? 

 

Pregunto un poco más claro, esperando la respuesta de Minos, recordando bien que su padre decía que su único error había sido nacer omega, que de no serlo, habría sido el mejor emperador, aunque él nunca quiso el trono y su padre a pesar de eso, le dio su corona, únicamente para separarlo de su alfa destinado, en ese momento lo comprendía con tristeza. 

 

-Entrenarlo, conocerá todas mis técnicas, le enseñaré todo lo que se, después de todo, es mi primogénito y si se parece a ti, mi querido hermano, será alto, fuerte, decidido, todo aquello que admiro en un guerrero. 

 

Minos beso sus labios, apenas unos instantes, sintiendo la molestia de su hermano, que se apartó, recargándose en sus hombros, esperando una respuesta mucho más clara, a una pregunta que no se atrevía a realizar. 

 

-¿No le buscarás un alfa? 

 

Esa pregunta logró que Minos riera bajito, negando eso, el no era un buen hombre, sabia que habia cometido muchos actos que podrían condenarse, que era un pecador, aunque siempre quiso verse como alguien puro, honesto, al menos, su sentido de la justicia era admirado por los dioses, pero, entre los actos detestables que cometería, separar a un omega de su alfa destinado, no era uno de esos pecados. 

 

-No, se que el encontrara a mi primogénito, cuando una pareja está destinada, ni los dioses pueden separarla. 

 

Estaba seguro, porque el ladrón de nidos no pudo apartarlo de su omega y en ese momento, estaba sentado en sus piernas, su cuerpo creciendo debido al embarazo, se veía hermoso, tan saludable y sereno, todo por que al fin estaba con su alfa. 

 

-Lo sabes no es cierto, los dioses no pudieron separarnos. 

 

Fue lo único que alcanzo a pronunciar, escuchando un estruendo, viendo cómo las paredes eran destruidas con un montón de llamas, sintiendo un cosmos agresivo que no pudo reconocer, observando a un gigante alado de temible apariencia, fuego en vez de cabello, ojos rojos, inyectados de sangre, era sin duda un dios, uno muy enojado. 

 

-¿Que le has hecho? 

 

Radamanthys sintió como Minos trataba de atacar al intruso, usando su cosmos, sus hilos, pero lo apartaron de su lado, después de clavar una serie de flechas negras en el cuerpo de su alfa. 

 

-¡Radamanthys! 

 

Minos pudo ver cómo se llevaban a su omega e inmediatamente, ignorando sus heridos y aunque trato de alcanzarlos, voló durante horas, apenas pudo llegar a tiempo para ver como bebía de una botella de cristal, gritando su nombre, pero, era tarde, el daño ya estaba hecho, lo supo cuando su omega cayó al suelo, sosteniendo su cabeza, gritando como nunca antes lo habían escuchado. 

 

-¡Asi no sabra que tu existes y volverá a amarme como lo hacía antes de que lo destruyeras! 

 

Minos se lanzó en su contra, cortando el rostro del ladrón de nidos con su daga dorada, haciéndole retroceder, pero no hiriendo su cuerpo para llevarse su vida, solo su belleza y uno de sus ojos, escuchando como unos relámpagos le daban cabida a Zeus, que golpeó a Eros, alejandolo de su hijo, quien empezó a gritar, cuando se dio cuenta que el ladrón de nidos se marchaba de allí, como un cobarde y como su padre, no lo detenía. 

 

-¡Te mataré! ¡Te mataré! ¡Voy a destruirte! 

 

Liberándose al ver a su omega levantándose del suelo para tratar de socorrer a su omega, aun sosteniendo su cabeza, observando su rostro, sin reconocerlo, para gritar elevando su cosmos, un alarido que heló su sangre, antes de que su omega perdiera el sentido.

 

-Radamanthys… 

 

Minos estuvo a punto de maldecir a su padre, que no detuvo al ladrón de nidos, pero observaba a su omega en silencio, como si le despreciara, un sentimiento que no reconoció al principio, cargandolo en sus brazos, para llevarlo de regreso a su cuarto, a su cama. 

 

-Es la tercera vez que bebe de esas aguas, sabes lo que pasara, tu omega está roto. 

 

Zeus pronunció, como si lo pensara inservible, pero el negó eso, no le importaba nada más que la seguridad de su omega, que aún respiraba, que aún estaba a su lado y tal vez, con el tiempo, podría recuperar su mente, si es que se había escapado de sus manos. 

 

-Debe haber alguna forma de curarlo, es mi omega padre, es lo único que deseo en este mundo, en cualquiera de ellos, tu lo sabes. 

 

Zeus se marchó, pero tenia razon, despues de unas semanas en cama, al abrir los ojos, no supo quién era él, no comprendía que Valentine hubiera muerto, en ocasiones, sabía que ya no estaba con él, que había sido la culpa del juez, pero creía en su hermano, confiaba en él y le permitía atenderlo. 

 

Todo el tiempo Minos estaba a su lado, procurando el bienestar de su omega como no lo hizo hasta ese entonces, viendo como su omega estaba concentrado en su embarazo, después en su hijo, en su Aquiles, al que no le dejo cargar, hasta que pudo convencerlo de que también era su hijo, porque se trataba de su alfa. 

 

Minos escuchaba rumores que hablaban de su padre, de la guerra, de la destrucción de Hades y Athena, de la que no formó parte, también escuchaba que habían asesinado al arquero, pero no a la espada, que era prisionero de Zeus, su padre, el padre del alfa de la espada, lo tenía como su amante, nunca quiso verlo, pero sabía que era cierto, que era un esclavo que no dejó de luchar hasta que encontró la muerte. 

 

-Te quiero gobernando el Inframundo Minos, no aquí de rodillas frente a un omega. 

 

Minos negó eso, no deseaba apartarse de su omega y sabía que llevarlo al Inframundo, con las almas, sería demasiado doloroso para él, que en ese momento jugaba con un niño de dos años, sosteniéndolo de las manos. 

 

-Apenas he logrado que me deje acercarme a él, ayer hablo, yo debo cuidar de él. 

 

Zeus guardó silencio, observando a su hijo, un omega, a su esposo, que vestía ropa negra, una túnica que dejaba algunas partes de su cuerpo al descubierto, sin notar el brillo en sus ojos. 

 

-Estoy perdiendo el orgullo que sentía por ti, Minos, justo como pasó con ese malagradecido, pero, aun estoy dispuesto a darte tu lugar destinado, si empiezas a comportarte. 

 

Minos no deseaba un asiento en el olimpo, eso era claro, al menos, creyó que era claro, lo que deseaba era un lugar junto a su omega, que sonreír con su hijo, a quien cargó en sus brazos, para acunarlo. 

 

-Padre, estoy agradecido por lo que me ofreces, pero no puedo apartarme de Radamanthys, ese ladrón aún está afuera, ve lo que le ha hecho, no dejaré que se lo lleven, que lo arrebaten de mi nido, que aparten a mi Aquiles de su omega. 

 

En ese momento Minos aún cuidaba de su apariencia física, era como un clon de su padre, cuando era joven, era idéntico casi en todos los aspectos, menos en la estatura monumental que poseía. 

 

-Existe una forma de curarlo, pero, como te gusta tenerlo dependiendo de ti, no creo que te interese saber donde puedes localizarla. 

 

Minos volteo sorprendido, enojado, a punto de atacar a su padre, pero se detuvo, al notar que Radamanthys los veía, con sus hermosos ojos amarillos sin brillo, no sabía si comprendía lo que estaba pasando, pero, no podía seguir viéndolo así. 

 

-Dime donde esta… 

 

Zeus negó eso, no le diría, si no se comportaba a la altura de su sangre, si dejaba de ser un sirviente de su omega, atento a cada instante de su vida, cada deseo, humillandolo de esa forma, a él, al señor del olimpo. 

 

-Te lo diré, si tu empiezas a realizar tu deber para con tu padre, querido hijo. 

 

Después de esa charla, pasaba cada dia más tiempo alejado de su omega y cuando regresaba este parecía un poco más distante, como si se estuviera encerrando en su propio mundo, siendo Aquiles al único que le hablaba y a quien, de alguna forma, le empezaba a enseñar sus técnicas. 

 

-Radamanthys… 

 

No fue hasta ese momento, en que su omega lo rechazó, apartándose de sus brazos, como si le tuviera miedo, que pudo ver varios moretones, marcas que no deberían estar allí, tal vez, el mismo se había lastimado durante algún entrenamiento. 

 

-¿Que le ha pasado? 

 

Luco al principio no quiso verlo, pero cuando lo hizo, pudo sentir su desprecio, su enojo e ira, una que quiso esconder, pero le había visto, sorprendiendo a Minos, que apenas comprendía que estaba pasando. 

 

-¡Tu única orden es mantenerlo a salvo y mira lo que le ha pasado en mi ausencia! 

 

Luco se mantuvo firme, observándolo con desprecio, para después, apartarse, preguntándose si debía decirle lo que deseaba o no, decidiendo que lo mejor era guardar silencio, curar esas heridas un poco mejor, heridas que Radamanthys decía que le hizo su alfa cuando no quiso complacerlo y este mismo alfa decía no saber que eran esas marcas.

 

-Lo curare un poco mejor la próxima vez, señor Minos, pero le suplico que sea más cuidadoso con su omega, debe tenerle paciencia, su mente no mejorará si… si no le muestra bondad. 

 

Pasaron varios años más, Minos trataba de cuidar a su omega, pero este casi nunca dejaba que se le acercara, enfocándose únicamente en la crianza en su hijo, que entrenaba muy duro, pues quería hacer que se sintiera orgulloso.

 

-Quiero que vayas por mi coopero, necesito que lo lleves con Shion, el sabra entrenarlo para mi. 

 

Le importaba muy poco el dolor de los demas, lo unico que esperaba era que la cura a la dolencia de su omega le fuera entregada, su padre decía, que esa era la última misión que tendría que realizar y que dentro de poco, las manzanas del jardín darían de su fruto, con ellas podrían fabricar un poco de ambrosía, eso curaría los males de su amado.

 

-Es solo un niño, menor que mi Aquiles… 

 

Zeus no le dijo nada, no le interesaban sus consejos, así que se fue, era una misión que le daria la cura del mal de su omega, lo necesitaba, aunque pensaba que era un acto reprobable, su deber era proteger primero a su omega. 

 

-Radamanthys… 

 

Tuvo su recompensa, por supuesto, le dieron su ambrosía, pero no fue hasta que ingresó en su nido, buscando a su omega y a su hijo, que se dio cuenta de la gran traición, revisando una cajita donde guardaba su collar, el que no era más que una esfera sin brillo, que se desmoronó en sus dedos, dejando su cuerda como única muestra de que alguna vez existió.

 

-¡Radamanthys! 

 

Minos busco a su padre, encontrandolo enfrente del templo que tanto odiaba, viendo los restos de su amado enfrente del templo de Afrodita, el mismo templo que siempre habitarian sus peores sueños, sus pesadillas más atroces, tocando la sangre, tocando la mejilla de su amado, viendo el agujero en su cuerpo, a la altura de su corazón. 

 

-¡Aquiles!

 

Su hijo no estaba, e intentó ingresar al templo de Afrodita, siendo sostenido por su padre, que le evitó entrar, como si tuviera lástima de él, escuchando sus gritos, sus lamentos. 

 

-Eros no soporto que tu omega estuviera a tu lado y lo mató, tu hijo… ese omega, no querrás ver lo que dejó de su pequeño cuerpo. 

 

Minos ingreso en el templo, después de atacar a su padre, para ver mas sangre, en el altar, como si algo hubiera caído en esa piedra, sintiendo que su cordura se le escapaba, pero, aún se mantenía consciente, un sentimiento frío recorriendo su cuerpo. 

 

-Eros mato a tu hijo y a tu omega, pero no temas, Minos, te ayudaré a vengar su muerte, a reparar el daño que te han hecho. 

 

Minos cayó de rodillas, cubriendo su rostro, desesperado, pero la locura no se mostraba piadosa, no lo arrebataba de los brazos del dolor, comprendiendo que tenía la ambrosía en sus manos, su omega se curaría, ya no volvería a lastimarse, lo regresaría a su lado. 

 

-Un hijo mío, no debe llorar Minos, levántate y prosigamos con nuestras tareas.  

 

Minos recordaba los mitos, todos los que habían sufrido en las manos de su padre, como secuestro a la espada y mató a Sisyphus para poseerle, Minos, que estaba seguro que Eros no se atrevería a lastimar a Radamanthys, no lo mataría, estaba en contra de su naturaleza hacer eso, los dos le querían a su lado, por siempre, Minos, que recordó las ocasiones que regreso a casa, para ver a su omega lastimado, como lo culparon a él de esos terribles actos, pero él pensó que se trataba de su locura. 

 

-Minos. 

 

Entonces lo entendió, había sido su padre, su padre mató a su omega y lo lastimó, lo hirió, le hizo daño, para después arrancarlo de sus brazos, arrebatarle a su hijo, su Aquiles, con una treta monstruosa, que volvía inútil la cura que había obtenido, que le haría saber que Zeus había usado su forma para destruir a su omega.

 

-Ahora entiendes...

 

La razón por la cual Radamanthys ya no estaba con él, por la cual, él había buscado la forma de matar a su padre, de librar al mundo de su presencia, en ese momento, cuando aún estaba su omega a su lado. 

 

-Te dejare solo, ahora que has visto mi dolor, tu futuro dolor, si no hacemos algo para evitarlo... 

 

Minos lloraba, exactamente igual que lloraba el Minos viejo, que ya no cuidaba su apariencia, que deseaba evitar ese dolor, esa injusticia. 

 

-Te necesito en tres meses, en el centro del homenaje a nuestro amor, si queremos salvarlo, si es que deseo despertar de esta pesadilla. 

 

Minos asintió, dejando que el otro simplemente se marchará, tratando de comprender lo que había visto, escuchando unos pasos a su espalda, era él, Radamanthys, que al no verle, salió en su búsqueda. 

 

-¿Qué ocurre? ¿Porque lloras? 

 

Minos no le respondió, abrazando el cuerpo de Radamanthys, tratando de fundirse en uno solo, dejando ir todo el dolor que sintió, que sabía otro igual a él sentía, prometiendose que Zeus sería destruido, no lo dejaría arrebatarle a su omega, ni a su hijo, su Aquiles, que era identico a el, pero con los ojos de su amado. 

 

-Tu ve una pesadilla… 

 

*****

 

Hola, espero que les guste este capítulo que responde a una de las preguntas por el capítulo número 100 y es importante para la historia, ahora, seguiremos con las partes del Asmita/Kagaho, del pasado de Camus, el patriarca con su toro, y cualquier peticion que me hagan, que sirva para la historia. Pregunta: ¿De los alfas cual es su favorito? Muchas gracias por leer mi historia, por dejarme sus comentarios, favoritos y lecturas. Nos vemos. SeikenNJ. 


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