Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Asmita no se sentía digno para hablar con Manigoldo, así que se retiró tan rápido como pudo, cuando habían regresado al cangrejo a las habitaciones del patriarca, donde tomó asiento en uno de los pequeños sillones, no había pronunciado una sola palabra en todo el camino, ni siquiera cuando Sage le ofreció un poco de té o chocolate. 
 
Sabía que eso pasó por su culpa, que pudo evitar que Manigoldo acudiera con su maestro, como lo hizo con Albafica, pero no lo hizo y no comprendía la razón de eso, de su crueldad, al haber abandonado al cangrejo a su destino, pensando en un bien mayor. 
 
Que no existía realmente, porque no había información que pudieran rescatar, no era un golpe de estado, ni trataban de derrocar a Sage, solo era lujuria disfrazada de afecto, locura, muerte, sentimientos malsanos que no podían ser considerados amor y se preguntaba, porque un dios que se suponía simbolizaba el amor, únicamente pudiera despertar esa clase de sentimientos en los mortales. 
 
Ingreso en su habitación con un paso lento, cerrando las puertas detrás de sí, ya no tenía el collar que le hacía compañía, pero aun asi, lo sentía muy cerca, al omega que habían elegido los dioses para él, o tal vez, el era el alfa que habían elegido para ese omega, porque no creía que no hubiera igualdad en esas uniones, en el destino, a menos que tú mismo quisieras destruirla. 
 
-No merezco ser el patriarca, no si no pude defender a un inocente. 
 
Suspiro hondo cuando sintió el cosmos de ese pequeño a sus espaldas, creyendo que lo estaba imaginando, porque lo extrañaba demasiado, lo necesitaba a su lado, supuso, aunque no se lo merecía, no después de todos sus crímenes contra Manigoldo, contra el amor de esos dos. 
 
-Te siento y ni siquiera estas aqui, pequeño, asi que me pregunto si este dolor es lo que Albafica siente, esta pesada carga, que no me deja concentrar, que me dice que debo acudir a ti, ayudarte. 
 
Asmita escuchó entonces un movimiento a sus espaldas, volteando, aunque no veía, podía sentir el cosmos de un intruso, su corazón se aceleró creyendo que era él, que había vuelto por alguna razón que no alcanzaba a comprender, pero agradecía como temía, tal vez, estaba en peligro, tal vez, lo necesitaba. 
 
-¿Estás aquí? 
 
Pregunto estirando la mano, sintiendo como unos dedos pequeños la tomaban, guiandolo a su habitación, en donde pudo sentir otro cosmos, otro perfume delicado, otro omega, tal vez, aquel que le acompañaba en su búsqueda por su collar. 
 
-¿Qué ocurre? ¿Qué necesitas? 
 
Asmita por unos instantes pensó que se había marchado, que solamente se lo había imaginado, la presencia del espectro en su habitación, sin embargo, cuando sus manos volvieron a las suyas, para que pudiera tocar otro cuerpo, se sorprendió. 
 
-Es… es mi amigo, no se que le hicieron, pero necesita ayuda, necesito tu ayuda. 
 
Asmita inmediatamente tomó una de sus túnicas, para cubrir el cuerpo desnudo en su cama, buscando al espectro con sus sentidos, quien estaba junto al otro, que yacía inconsciente. 
 
-¿Nos ayudaras? 
 
Por supuesto que lo haría, asi que asintió, le ayudaría porque su omega se lo pedía, pero también, porque no quiso ayudarle a Manigoldo y creía que así, aliviaría su culpa, sus pecados de omisión. 
 
-Los ayudaré, no temas, puedes confiar en mi. 
 
Kagaho por un momento quiso abrazarlo, pero se contuvo, no era momento para eso, no tenía que bajar la guardia, mucho menos, cuando ese santo dorado, seguramente buscaría su botín. 
 
-Estaba encerrado en el templo de libra, creo que fue él quien le hizo daño y estoy seguro que deseara venir por el. 
 
Asmita supuso lo mismo, asi que pensaban atacar muy pronto, seguramente, después de reorganizarse, de encontrar una manera de usar al demente santo de géminis, pero por el momento, estaban a salvo, supuso. 
 
-No temas, yo los protegeré de cualquier daño. 
 
Por un momento escucharon un grito, más un estallido de cosmos, proveniente del templo de libra, quien había regresado por el chico que dejó desnudo en su cama, encadenado, el que ya no estaba. 
 
-No tengo miedo por mi, sino por el, no es el mismo. 
 
*****
 
Después de recuperar las prendas de Manigoldo, regresaron a su templo, extrañamente no el de Albafica, donde su alumno se quedó en silencio unos instantes, observando los muebles, la cama, alguien había destruido las pertenencias de su rosa y sabia quien fue, 
 
-Volverá por mi… 
 
Pronunció en el templo de Piscis, agachándose para recoger las dos tazas que usaban para tomar té, una de ellas era la de Lugonis, que estaba en perfecto estado, la otra la suya, la que Albafica le consiguió, era de color azul, con una figura de una jaiba en ella, esta estaba rota, en varios pedazos, apenas pudo sostener la figura a medias de color naranja, la que guardo en su bolsillo, siguiendo su camino hacia su templo. 
 
-Se que apenas se recupere volverá por mi. 
 
Manigoldo se quitó su abrigo, su saco y su camisa, lanzándolos al suelo, como si estuvieran fabricados de espinas, sin darse cuenta que su maestro veía todas las marcas del amor de Aspros, llevando una mano a su boca, apretando la otra, furioso, pero controlando su ira. 
 
-Manigoldo, pequeño, tienes que ir con un sanador, debemos curar tus heridas. 
 
Manigoldo encontró unas prendas en el suelo, las olió y como vio que no estaban demasiado sucias, decidió ponerselas, cambiando su ropa, por una que tuviera su aroma, que no hubiera sido tocada por Aspros. 
 
-Existe… 
 
Manigoldo negó eso, sentándose en su cama, llevando sus manos a su rostro, cubriéndolo con pesar, para después, escuchar los pasos de su maestro, como se sentaba a su lado, tratando de tocar su hombro, pero se hizo a un lado. 
 
-No quiero, no iré, no les dejaré ver mi vergüenza… 
 
Sage no comprendió sus palabras, sujetando la mano de su alumno, para que lo siguiera, como cuando era un niño pequeño, caminando con pasos lentos, desconfiado, ajeno a su presencia, solo pensando en lo ocurrido. 
 
-Tenemos que averiguar si no… 
 
Sage le hizo sentarse en una silla, al mismo tiempo que comenzaba a prepararle agua caliente, para que pudiera darse una ducha, empezar a contar sus heridas, a intentar encontrar una forma de curarlas. 
 
-Estoy embarazado, Aspros me embarazo, pero también lo hizo Albachan.
 
Respondió, como adivinando sus temores, era un omega, fue violado durante su celo, durante varias ocasiones, era probable que se hubiera embarazado y lo sabia, el sabia que estaba esperando gemelos, de dos padres, no sabía si así se decía, pero sabía que había vida dentro de su cuerpo. 
 
-Albachan… 
 
Albachan se daría cuenta que uno de ellos no era su hijo, que a su vástago lo vendió a un dios, que había hecho demasiados actos detestables en su ausencia, ni siquiera pudo mantenerse fiel a su alfa, aunque lo intento, realmente lo intento y si no se hubiera vendido por un poco de libertad, para salir de su celda, podría sentirse orgulloso, decirle que luchó, que intentó mantenerse firme, pero no fue así. 
 
-¿Que le diré a Albachan? 
 
Manigoldo de nuevo comenzó a llorar, encajando sus uñas en sus brazos, tratando de ser fuerte, pero no pudo, derrumbándose al pensar en qué podría decirle a su rosa para que lo perdonara, que podía pronunciar para que su alfa le creyera cuando le decía que hizo todo lo posible por no rendirse. 
 
-¿De que estas hablando? 
 
Sage no entendía nada de lo que decía Manigoldo, sosteniendo sus manos, para que no se hiciera daño, observando sus lágrimas, sus temblores, maldiciendo a Aspros, que había dañado tanto a quien decía querer, a su alumno, apenas él se ausentó y la anarquía reinó el santuario. 
 
-Le fui infiel, tuve sexo con Aspros… me… 
 
Se había vendido por unos bollos de higo y unas prendas de bebé, porque sabía, en ese momento comprendió, que Aspros no perdonaría a su alfa, que lo castigaría por amarlo como lo hacía. 
 
-Me vendí a Aspros… 
 
Recordaba como se agacho frente a él, como le brindo placer con su boca, cómo se preparó a sí mismo para cabalgar a su secuestrador, únicamente, por unos bollos de higo, por unas prendas de niño. 
 
-Yo me entregue a Aspros… 
 
Como se había vendido, como le había dado placer tantas veces, como le suplico piedad, como se humilló a si mismo, permitiendo que Aspros le hiciera suyo, borrando el aroma de Albafica de su cuerpo, mordiendo su cuello, haciendo lo que él deseaba únicamente para no sentir dolor, para no perder a sus niños, uno de ellos de Aspros, al que no vendió a un dios. 
 
-Yo deje de luchar…
 
Ni siquiera sabía qué hacer, qué decir, porque sabía que no tenía perdón alguno y no deseaba ver la decepción en sus hermosos ojos, ni ver su rostro contorsionarse con el desagrado que sentiría por él, una imagen que le hizo llorar, perdiendo la esperanza, temiendo su rechazo. 
 
-Y mi alfa, mi alfa, el no podra perdonarme, porque no soy un buen omega, no le fui fiel, no pude mantener mi cuerpo limpio… 
 
Sage trataba de hacerle reaccionar, pero Manigoldo estaba sumido en su propio mundo, hablando del odio de Albafica, de su desprecio, porque no pudo mantenerse fiel, culpandose por lo ocurrido, creyéndose indigno del amor de su alfa. 
 
-El apenas puede tocarme y se que ha luchado por no traicionarme… en cambio yo… yo no pude cumplir mi promesa, no pude cumplir mi deber… yo hice tanto… 
 
Sage sus muñecas, para que pudiera verle a los ojos, esperando que comprendiera que lo que estaba diciendo era una locura, además, tenían que curar sus heridas, tenían que atenderlo, porque podía ver, que recibió un fuerte impacto a la altura de las costillas, que Aspros le había golpeado en más de una ocasión. 
 
-Manigoldo, debemos atender tus heridas.
 
Pronunció Sage, esperando que esta ocasión permitiera que un sanador fuera a ese templo, para curar sus heridas, cerrar las que estaban abiertas, colocar sus costillas en su lugar, pero su alumno no lo permitió, haciéndose a un lado. 
 
-No, no quiero que nadie más me toque… 
 
No quería que nadie más lo viera, ni que lo tocara, así que su maestro suspiro, empezando a quitarle la ropa con delicadeza, recordando cuando llegó con ellos, como le ayudo a bañarse, era un pequeño muy desconfiado. 
 
-Solo dejenme tranquilo… por favor… 
 
Sage le indico que ingresara en la tina y como su alumno era muy bueno, le obedeció, sumergiéndose en el agua caliente, permitiendo que Sage comenzará a lavar su cuerpo, descubriendo otras marcas, encontrando que después de ver esas heridas, no podría perdonar a Aspros, jamás. 
 
-Me dejarías a mí curar tus heridas, ver si no tienes algún hueso roto… 
 
Sage le preguntó, poco tiempo después, ayudándole a salir de la tina, rodeando su cuerpo con una toalla, sentandolo en la cama del cangrejo, para buscar algunas medicinas, sabía que siempre tenía de esa clase de objetos consigo, por si acaso, por si su alfa los necesitaba o si él requería de ellos. 
 
-Yo… no quiero que se avergüence de mí, por lo que he permitido que pasara.
 
Sage empezó a aplicar los ungüentos, las vendas, atendiendo cada herida de su alumno, aun aquellas que eran mucho más íntimas todavía, preguntándose la clase de persona que lastimaba a un aliado de esa forma. 
 
-Pero si esto no ha sido culpa tuya, Aspros es quien ha cometido estos crímenes y yo lo permití, debi ordenarle que dejara de acosarte cuando pude, antes de que esto pasara.
 
Manigoldo negó eso, no creía que fuera la culpa de su maestro, nadie mas tenia la culpa, más que el, de eso estaba seguro, porque si hubiera luchado un poco más, si se hubiera enfrentado con Aspros, de no haberse vendido a el, seguramente, aún podría ver a su alfa a la cara. 
 
-Además, estoy seguro de que tu alfa está desesperado por regresar a ti, por verte de nuevo… 
 
Pronunció, esta vez ayudandolo a colocarse un poco de ropa ligera, para que pudiera acostarse en su cama, notando como su mirada seguía perdida, sus ojos fijos en la nada. 
 
-Mi alfa… mi Albachan… 
 
Ese apodo en ese momento significaba mucho más para Sage, que en el pasado, ahora comprendía porque le ponía apodos, porque parecía que siempre estaban juntos, en misiones, en algunas reuniones, ellos tendían a estar hombro con hombro. 
 
-Yo siempre quise decirle, sabe, intentaba hacerlo, pero nunca estaba solo y pensé que si lo sabían, nos obligarian a separarnos… 
 
Quiso explicarle a su maestro, recordando como temía que los separaran, justo como pasó y se preguntaba, si tuvo caso el ocultar su amor, su deseo, su unión, si de todas formas iban a separarlos como lo hicieron. 
 
-Y Albachan siempre está tan solo, con esas horribles rosas haciendole compañía… 
 
Se quejó, dejando que su maestro cepillara su cabello, haciéndole pensar en su primera noche en ese sitio, como Sage hizo lo mismo que en ese momento, bañarlo, vestirlo, peinarlo, atender sus heridas. 
 
-Mi niño, tienen mi bendición, la tendrían aunque no fueran una pareja destinada, si ustedes se aman, eso es lo único que importa.
 
Manigoldo sonrió, con algo de tristeza, completamente seguro de que su alfa lo rechazaría después de serle infiel, de venderse a Aspros, por unos bollos y unas prendas, como entrego a su hijo, creyendo que solo asi podría escapar, por perder la esperanza. 
 
-Gracias, pero, me temo que Albafica cuando regrese ya no querrá esa bendición, se dará cuenta que no soy lo que pensaba… 
 
De todas formas Shion había vencido, al igual que Aspros, ellos pudieron separarlos, después de hacerle caer como lo hizo, romper sus promesas, entregarse a su enemigo, llevar un hijo suyo en su vientre y entregar a su único hijo a un dios sin forma, ni nombre. 
 
-Llevo un hijo de Aspros en mi cuerpo, como podría perdonarme y si lo hiciera, únicamente lo haría para mantener su palabra, para no dejarme solo. 
 
Estaba seguro de eso, porque un buen omega no dejaba que otro alfa que no fuera el suyo tocara su cuerpo, y ni siquiera Albachan, que era un ángel, podría perdonarlo por ello, lo sabía, porque ya lo había visto con otros alfas, cuando era niño, cuando aún vivía en su aldea. 
 
-No soy más que basura… 
 
Sage comenzaba a desesperarse al escuchar esas palabras, sosteniendo las mejillas de Manigoldo, que aun lloraba, que se culpaba por lo que había pasado y creía que su alfa se marcharía de su lado, lo culparía de su dolor. 
 
-Mi niño, Albafica nunca pensara algo asi de ti, nadie lo haría, tu eres un buen chico, Manigoldo, eres su omega, el te ama. 
 
Manigoldo quería confiar en su maestro, porque él aún amaba a su alfa con locura, lo amaría aunque no pudiera tocarlo, aunque no fuera hermoso, aunque no fuera tan bueno, el sabia, que su corazón le pertenecía, su alfa era todo lo que soñó sería su compañero cuando era un niño pequeño, pero aún así, temía que no lo deseara más. 
 
-Acaso has olvidado como peleó por ese collar, como se enfrento a Lugonis, por mantenerte a su lado y estoy seguro que cuando están separados, no deja de pensar en ti, en regresar a tu lado, porque el te ama. 
 
Sage intento hacerle ver esa realidad, como era el cariño de Albafica, que era un muchacho muy afortunado por tener el amor de Manigoldo, que no le temía al veneno, no le tenía miedo a la soledad, que había luchado por llegar con su alfa, estaba seguro de eso, porque veía cómo resplandecían sus ojos al pensar en él, como lo recordaba con cariño y su mayor temor era perderlo. 
 
-Dejará de hacerlo cuando sepa lo que hice y no lo culparía por eso. 
 
Sage negó eso, sosteniendo a Manigoldo de los brazos, pronunciando lentamente lo que sabía era la verdad, como su alfa no lo culparía por eso y si lo hacía, no era la persona que esperaba, como lo buscaría, como su alumno era inocente, no provocó ese daño recibido, el únicamente rechazo a Aspros, como estaba en su derecho de hacerlo. 
 
-Mi niño, no digas eso, tu eres inocente, tu no has hecho nada malo y yo no dejaré que vuelvan a separarlos, porque yo se que el te ama. 
 
Manigoldo fingió escucharlo, pero no lo hizo, seguía culpandose por lo sucedido, seguro que Albafica ya no querría estar a su lado, que se refugiaria en su jardín, que lo despreciaría por lo sucedido. 
 
-¿Que haré si ya no me quiere a su lado después de esto? 
 
Le volvió a preguntar, seguro de que así sería, su alfa lo rechazaría de saber que permitió que Aspros lo tocará, pero no deseaba seguir pensando en nada más, quería dormir, su cuerpo le dolía, su alma le dolía, necesitaba descansar. 
 
-No digas eso pequeño, el ansia regresar contigo, lo sabes, no es verdad.
 
Manigoldo se acostó en su cama, cubriéndose con las cobijas, escondiéndose en ellas, escuchando un suspiro de su maestro, que por un momento pensó en dejarlo solo. 
 
-Estoy muy cansado, maestro, solo quiero descansar. 
 
Se quejó, escuchando los pasos de su maestro, como se alejaba de su lado, volteando en su dirección, no quería estar solo, pensaba que de un momento a otro, Aspros regresaría por él, o le vería en sus sueños. 
 
-Puede quedarse un rato conmigo. 
 
Le pidió avergonzado, un sentimiento que pensaba lo sentiría desde ese momento, hasta el último día de su vida. 
 
-Como cuando era un niño… no quiero estar solo. 
 
Sage se acostó a su lado, acariciando su cabello, con delicadeza, esperando que trajeran pronto a Albafica, y que este le demostrará que sus temores eran infundados. 
 
-Descansa mi niño, yo cuidare de ti en tu sueño. 
 
Manigoldo asintió, abrazando una de sus almohadas, pensando en su alfa, en su Albafica, esperando verlo pronto, pero también sintiendo temor de hacerlo. 
 
-Albachan… lo siento tanto… 
 
*****
 
Albafica decidió cometer un suicidio, probablemente estaba enfermo y era un demente, porque después de su molestia inicial, supo que Camus tenía razón, la única manera de hacer salir a Shion, era dejar que lo sintiera, presentarle una carnada. 
 
Eso era él, aunque su cabello ya no era largo y sedoso, su rostro estaba destruido y su apariencia en general estaba demacrada, eso hacia en el una vida sin su cangrejo, temiendo perderlo a cada instante. 
 
Kardia, Degel y Camus estaban preparados para darles el golpe de muerte, asesinar a Shion, cuya cabeza adornaria su jardín de rosas con una inscripción que diria que era un ladrón de paraísos, que era una bestia y sería una advertencia de lo que pasaría con los que quisieran apartar a su amado de sus brazos de nuevo. 
 
O tal vez la lanzaría al escritorio de Aspros, como un florero sangriento con sus flores más venenosas, para hacer que ese bastardo no pudiera moverse y matarlo lentamente, mostrándole su dolor,  que era un alfa con el que no debían meterse. 
 
Clavaría cientos de rosas en su cuerpo hasta que no fuera más que un alfiletero ensangrentado, un bonito adorno que se marchitaria en su jardín, abonando sus plantas y pobre de aquel que quisiera protegerlo, porque en esta ocasión, el querría destruir a su enemigo. 
 
-¿Acaso has perdido la razón? 
 
Esperaba por la rata de cabellera verde, pero llegó uno de cabellera castaña, quien actuaba como si lo supiera todo, como si tuviera algún derecho de evitarle realizar su venganza, pero, no se movió, se mantuvo en la misma posición, de pie frente, en un claro, a simple vista, sosteniendo una de sus flores entre sus dedos. 
 
-Eso pasa cuando te roban tu paraíso, cuando sientes el dolor de tu omega a través de nuestro lazo, sientes como cada hilo se va desprendiendo y sabes, que perderás la razón si no lo regresas a tu lado, porque no puedes curar a tu omega, porque no eres más que un inútil, una falla como un alfa. 
 
Sisyphus quiso acercarse a él, pero Cid no lo permitió, dando un paso en su dirección, colocándose frente a él, se trataba del mejor amigo de Manigoldo, Albafica lo sabía, él había estado con ellos en varias ocasiones, como un intruso de su felicidad, así que cuando vio el rostro de la rosa, no solo su cabello, jadeo, al igual que la rosa, que se acercó a él, parecía contento de verlo. 
 
-¿Estas vivo? ¿Estás a salvo? 
 
Muchos temían lo que había pasado con él, después de escuchar las historias de Regulus, como lo habían secuestrado, un dios menor del sueño, pero aquí estaba la espada, en compañía de Sisyphus, que se veía distante, algo molesto, como pendiente de sus alrededores. 
 
-Si y Manigoldo tambien lo esta, te necesita, se que lo hace después de lo que ese monstruo debió hacerle.
 
Al mismo tiempo que eran pronunciadas esas palabras, dos niños salían de su escondite, uno de ellos para saber mas del señor Manigoldo, otro para abrazar a Cid, porque aun temía por su vida y le alegraba demasiado verlo a salvo. 
 
-Estaba muy asustado por ti, Cid, de verdad… 
 
Cid se sorprendió demasiado al sentir el abrazo de Regulus, correspondiendo a este como lo haría un hermano mayor, notando la forma en que Yato los veía, un poco dolido, para después desviar la mirada. 
 
-Siempre has sido muy valiente Regulus, pero… tu tío me ha reconocido, el es mi alfa. 
 
Regulus asintió, no sabía cómo interpretar ese cambio de sentimientos, no cambió, sino esa claridad de sentimientos, comprendiendo que lo que sentía por Cid nunca fue amor, no amor sexual, sino afecto por su amigo, por alguien que admiraba, pero ahora comprendía, no le correspondería, porque su omega era el unicornio, que no deseaba saber nada de él. 
 
-Sage ha regresado con nosotros, liberará a Manigoldo, pero me ha pedido que te llevemos con él, teme que no soporte lo que le han hecho, no sin ti, sin su alfa dándole valor. 
 
Albafica al principio no dijo nada, apenas pudo procesar lo que se le decía, pero después, asintió, primero tenía que ver a su cangrejo, después, cazaría a Shion, quien no se presentaría si había tantos soldados esperando por él, después de todo, era un cobarde. 
 
-Espera… primero tengo que ir por alguien, se que le dará fuerza a Manigoldo. 
 
Sin embargo, antes de que pudiera llamarle, ese alguien tosió, acercándose a ellos, había desobedecido a su padre adoptivo, los había seguido y detrás de él, se encontraba su amado, que muchos decían se comportaba como su sombra.
 
-Pensé que permanecerias haciendo guardia en el templo de la diosa Hera. 
 
Le pregunto al joven pelirrojo, que estaba acompañado de otro chico de cabello blanco, cuya mirada era demasiado difícil de sostener, era como la de un demente o eso podrían pensar, si no estuviera sereno, aparentemente no era peligroso. 
 
-Nosotros nos quedaremos aquí, para proteger a la diosa Hera, ustedes vayan con ellos, no dejen que lastimen a nuestra rosa. 
 
Cid pronunció, observando de reojo a Degel, a Kardia y al doble de Degel, uno de cabello rojo, uñas rojas y ojos rojos, preguntándose que había pasado en esos días que estuvo a lado del dios del sueño. 
 
-¿Podemos ir? 
 
Albafica asintió, podían ir, a Manigoldo le gustaría conocer a Tempestad, asi se daría cuenta que no le molestaba que estuviera embarazado, que tuviera un hijo de Aspros o que haya hecho los sacrificios que tuvo que hacer. 
 
-Si, me gustaría que me acompañaran. 
 
Cid deseaba ver a la diosa Hera, necesitaba pedirle algo, aunque no creía que Sisyphus estuviera de acuerdo, sin embargo, qué más daba, él era libre, él era un soldado, era un guerrero, no deseaba ser un omega domesticado. 
 
-Yo me quedaré, pero deben partir ahora mismo, Sisyphus, llévalos contigo. 
 
*****
 
Hola chic@s, espero les guste el capitulo, pronto habrá muchas reuniones, que son importantes, espero les guste el capitulo y el próximo capitulo es el gran número 100, que les gustaría leer en este capítulo. muchas gracias por leer esta historia, por sus comentarios y estrellas. Pregunta: ¿Cuál es su omega favorito? SeikenNJ
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).