Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Sisyphus inmediatamente sostuvo los brazos de Cid con delicadeza, no lo dejaría marcharse de su lado, cómo podría si no había sido un buen alfa, si no lo defendio y no lo protegio del peligro, si había dejado que un dios secuestrara demasiadas vidas a su omega.  

 

-¿De que estas hablando? ¿Porque quieres visitar solo a la diosa Hera? 

 

Sabía que sonaba desesperado, que simplemente debía permitir que su amado hiciera lo que deseaba, sin embargo, qué podía hacer si le pedía a la diosa creadora de los omegas que cortara el vínculo que los unía. 

 

-Necesito comprender esto y no quiero a nadie más escuchando lo que ella me diga.

 

Cid no se soltó, pero se dio cuenta que todos los presentes los observaban en silencio, especialmente Albafica, que dio un paso hacia ellos, preparándose a detener a Sisyphus, si este trataba de lastimarlo.  

 

-No, no puedo dejarte solo. 

 

Sisyphus no lo dejaría ir, aunque Cid lo necesitara, porque pensaba que seria apartado de su omega y entonces, se quedaría solo, un castigo que sabía que se había ganado, pero no aceptaba, de ninguna manera lo aceptaba. 

 

-Se que pediras que destruya nuestro lazo, lo siento, y no puedo permitirlo. 

 

Cid desvió la mirada al escuchar esas palabras, porque era cierto, la única razón por la que daría a luz a la serpiente, era porque deseaba que ella destruyera su lazo, pero, ya no estaba tan seguro y quería que la diosa Hera le ayudará a comprender sus sentimientos, que también habían llegado con mucha más fuerza que antes. 

 

-¿Estas escuchandote Sisyphus? 

 

Esta vez Albafica decidió que no permitiria que Sisyphus siguiera acorralando a Cid, quien se veía indispuesto, escuchando esa locura del lazo roto, preguntándose si no comprendía la relación que tenían los alfas con sus omegas, y estos con sus alfas, sin entender porque hacía unos días se comportó como si no tuviera corazón, para ahora, actuar como un alfa celoso e inseguro. 

 

-Al principio actuabas como si no sintieras nada y ahora, actúas como si tu lazo te dominará… 

 

Como cuando los alfas eran niños y llegaban a conocer a su omega, como el hizo con su cangrejo, como Degel hizo con Kardia y sabía que esa actitud no era agradable, pero eran niños, no sabían cómo manejar sus sentimientos, en cambio, ellos eran adultos, eran más que capaces de controlar sus deseos, sus temores o sus anhelos, de no ser así, su cangrejo habría muerto envenenado hacía mucho tiempo. 

 

-Si no confias en tu omega, como puedes decir que lo amas. 

 

Albafica estaba dispuesto a luchar con Sisyphus, pero también estaba dispuesto a darle su consejo, a compartir lo que había aprendido en su corta vida respecto a los omegas, a su pareja y cómo debían atesorarla, no como si fuera un objeto que guardas en un cofre, sino brindándole lo que desea, lo mismo que su omega le daba, a quien le había fallado demasiado. 

 

-Lo dice quien no teme al veneno. 

 

Eso era un golpe bajo y una acusación que no tenía base alguna, porque le temía al veneno, como odiaba su maldición, pero aun asi, no responderia como deseaba hacerlo, compartiendo su dolor con el santo de sagitario. 

 

-Le temo al veneno mas de lo que cualquiera de ustedes puede comprender, pero eso lo mantiene seguro, solo a mi me importa mi cangrejo y no espero que tu comprendas mi sentir, cuando claramente no confias en tu omega. 

 

Sisyphus por fin liberó los brazos de Cid, mordiendo su labio, para hacerse a un lado, temiendo lo que sucedería una vez que hablara con la diosa Hera, que los esperaba en ese templo. 

 

-Cid quiere abandonarme, romper nuestro lazo… 

 

Se quejó, hablándole a Albafica, quien le veía sin culpa ni resentimiento, como si no sintiera nada por él y tal vez, así era. 

 

-¿Y de quien sería la culpa si eso es verdad? 

 

Albafica no dejaría que obligarán a ningún omega a realizar cualquier acto en contra de su voluntad, así que se quedaría, al menos durante los minutos que su amigo, el más cercano amigo de Manigoldo, lo necesitara, pero confiaba que el arquero comprendiera que sus actos no eran los de un alfa enamorado, que eran mucho más parecidos aquellos que realizaría esa rata o su enemigo. 

 

-Cid, mi cangrejo me necesita, pero no voy a darte la espalda como hicieron con mi cangrejo, así que, dime si quieres que aparte por la fuerza a Sisyphus. 

 

Cid negó eso, no quería que lastimaran a Sisyphus, quien ya se había hecho a un lado, porque no deseaba que le hicieran daño, solo quería saber comprender sus sentimientos por el arquero, si era lo correcto dar a luz a la serpiente, si decidía conservar su lazo con su alfa. 

 

-No, no quiero que lo apartes, solo quiero ver a mi madre solo, para entender esto. 

 

No podía explicar con claridad que necesitaba comprender, pero Albafica asintió, a punto de marcharse de nuevo, caminando en dirección del santuario, sin despedirse de sus aliados, pensando que primero visitaría a Manigoldo y después, acudiría con el grifo, suponía que algo había cambiado, que tenían que apresurar aquello que tenía planeado. 

 

-Sisyphus… 

 

Cid deseaba decirle que tenía que marcharse con Albafica, que no podían dejar que lo atacaran enmedio del camino, sin embargo, Sisyphus se arrodillo, llevando su cabello a sus zapatos, pidiendole perdon de una forma muy antigua y humillante. 

 

-No me marcharé, no es que no confie en ti, pero le temo a él. 

 

Cid se apresuró a ayudarle a levantarse tomándolo de las manos, no le gustaba que su alfa se humillara, no era correcto. 

 

-¿De quien estas hablando? 

 

Cid no entendía lo que Sisyphus temía, lo que sabía que ocurriría debido a la conversación con el alfa demacrado, como su padre le amenazó arrancar la vida del vientre de su espada, para después poner su semilla en ese sitio, únicamente porque podía, supuso, porque su omega se reveló ante los dioses al actuar de esa forma. 

 

-De Zeus claro… 

 

Era ella, que al sentir la llegada de la serpiente, tuvo que presentarse, para observar a la espada, que al fin estaba en compañía de Sisyphus, un acto que no le gustaría a Zeus, quien deseaba manipular a sus últimos hijos, al arquero, a la rosa y al grifo, hijos de sangre, creaciones suyas, cuya sangre tenía oculto el poder de manejar el rayo que su esposo blandia. 

 

-Diosa Hera. 

 

Athena tenía que sellar los sentimientos de su arquero y la muchacha lo hacía, de cierta forma, para proteger a la espada de la intensidad de dichos sentimientos, sin embargo, por alguna razón los liberó y al ser la sabiduría, suponía, que era lo mejor para ellos, el cangrejo debía morir, la sangre envenenada lo mataría, si no lo hacía la flecha de Eros actuando en ese alfa enloquecido, al mismo tiempo que su esposo le presento al hijo de Afrodita un omega que desear, al que debía poseer, a quien amaba, era cierto, pero al mismo tiempo lo mantenía lejos del nido del cruel grifo, a quien le temía su hijo, pero ella creía que como los otros dos alfas, no se atrevería a dañarlo, después de todo, ella fue quien eligió un alfa para cada uno de sus hijos, aunque algunos se dejaban dominar por su esposo, esos no le servían de nada. 

 

-Espada, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi, cuando intente evitar que el dios del sueño te secuestrará, pero, no podía hacer mucho desde mi prisión, donde mi amado esposo me encerró. 

 

Ella sabía que Albafica, Minos y Sisyphus eran hijos sanguíneos de Zeus, que usando su cosmos, embarazo a los omegas que les dieron a luz, para crear tres armas contra ella, dos almas reencarnadas y una recién nacida, esa era la rosa, el único alfa de un linaje que se suponia debia dar únicamente omegas, que mantuvieran el veneno en su cuerpo, la maldición de Athena de generacion a generacion. 

 

-Ven conmigo, hablaremos tu y yo solos, mi querido niño. 

 

Hera usando su cosmos, partió con Cid a su lado, dejándolos solos, Sisyphus dio la media vuelta, para encarar a la rosa, que intentaba marcharse de ese sitio, encontrar a su cangrejo, que lo esperaba en el santuario. 

 

-¿Has hecho esto porque te evité ir por Manigoldo? ¿Porque obedecí a nuestra diosa? 

 

Suponía que ya era el momento en que les dijera su decisión, esa ocasión era la última vez que pisaba el santuario de Athena, rechazaría la orden dorada, a su diosa y se llevaría consigo a su cangrejo, el santuario únicamente les había traído dolor. 

 

-Tu diosa, esa deidad ya no es mi señora, yo rechazo mi juramento a ella, pero no, no es por eso que he evitado que sigas a la espada, es porque pienso que es lo mejor, intentar mantener a tu omega a tu lado, no hará más que te tema, que te odie y aunque te lo mereces, no te deseo eso, no se lo deseo a ningun alfa. 

 

Su respuesta fue sencilla y clara, sin importarle que sus aliados y amigos pensaran que había perdido la razón, él quería marcharse del santuario, ya no lo veía como su hogar. 

 

-No salve a Manigoldo, no pude protegerlo, no puedo tocarlo y ya no soy hermoso, estoy seguro de que no podrá perdonarme, ya no tengo nada que ofrecerle, pero tu aun puedes darle lo que Cid necesita de ti, Sisyphus, así que, por favor, escucha los consejos de un alfa que se ha equivocado demasiado. 

 

Albafica le dio la espalda entonces, tratando de emprender el camino, pero de nuevo Sisyphus parecía empeñado en no dejarlo marchar. 

 

-¿Porque debería creerte? 

 

Albafica sonrió con burla, una expresión que nunca habían visto en su cara, para después seguir su camino. 

 

-No existe razón alguna, solo espero que lo hagas. 

 

Kardia al verlo marchar se preguntaba si hablaba en serio, si el tambien dudaba de seguir sirviendo a la diosa de la sabiduría, hija favorita de Zeus, el bastardo que mataría a su familia, que le arrancaría a su hijo de sus brazos. 

 

-Nosotros nos quedaremos aquí Albafica, pero dile a Manigoldo que si Aspros le ha hecho daño… 

 

Permanecerian en ese sitio, para evitar que Sisyphus se comportara como un demente, pero también deseaba castigar a Aspros, por hacerle daño a su amigo. 

 

-Si Aspros le ha hecho daño y se que lo hizo, seré yo quien lo mate, es mi derecho y mi obligación como su alfa. 

 

Eso lo pronuncio fríamente, observando de reojo a Kardia, haciéndole estremecerse, debido a que nunca pensó, que tanto odio, tanta ira, tanto sadismo podía caber en el corazón de Albafica, quien encendió su cosmos para marcharse por fin, seguido de los dos muchachos que habían desobedecido al dios Eros. 

 

-¿Crees que a Manigoldo le guste este Albafica? 

 

Kardia le preguntó entonces a Degel, sintiendo por primera vez la necesidad de que su alfa rodeará sus hombros o su cintura, temiendo al guerrero de, Athena, Afrodita, Hera, no estaba seguro, en realidad, pensaba que solo se obedeceria a sí mismo desde ese momento hasta el final de sus vidas. 

 

-¿De qué hablas? 

 

Degel preguntó, rodeando el cuerpo de Kardia, protegiendo a su omega con su cosmos, quien se sentía demasiado perturbado por esa mirada, encontrandolo gracioso, porque él era el más sanguinario de los doce, hasta ese momento. 

 

-Es demasiado sanguinario para ser el buen Albafica… 

 

Tal vez lo era, pero quién podría culparlo después de lo que habían sufrido, seguro de que Aspros le había hecho mucho daño a su omega, que varios de ellos no hicieron nada por detenerlo y de estar en su lugar, él encontraría una forma muy larga, muy dolorosa, de matar a quien tocara a su familia. 

 

-Es su alfa, lo ama desde que son niños, lo que sé es que Manigoldo querrá quemar hasta las cenizas a Shion por atreverse a lastimarlo. 

 

Degel pensaba que Manigoldo al ver en qué estado regresaba su alfa a su lado, querría vengarse, no pensaba que culpara a su rosa de lo sucedido, en realidad, estaba seguro que pensaría en esa cabeza de crustáceo suya, que él había hecho algo que incitara a Aspros a lastimarlo, pero era absurdo, por supuesto. 

 

-Yo aun quiero cortarle sus joyas a ese maldito bastardo, pero, me conformare con las de Zeus. 

 

Hablando de sadismo, se dijo en silencio, encontrando esas palabras divertidas. 

 

-Esas son palabras muy fuertes Kardia. 

 

Le dijo, pero él también destruiría a Zeus por lo que le había hecho a su hijo, por lo que le haría a su omega y por lo que le haría al que también estaba por nacer, nadie se meteria con su familia.

 

-Nadie tocara a mi bebe. 

 

Pronunció Kardia, haciendo que Camus se sonrojara ligeramente, aunque estaba sorprendido, porque ninguno de esos actos habían pasado antes y eso le asustaba. 

 

-No dejaré que los lastimen, ni que toquen a mi familia, a Milo y a mis gemelos, Skat y Albali, dos estrellas de la constelación de acuario… fui tan estúpido. 

 

*****

 

Asmita apenas tuvo tiempo de ponerse su armadura, sintiendo el cosmos enojado de libra acercarse a su templo, buscando al muchacho en los brazos de su omega, para obligarlo a regresar con él, supuso. 

 

-Colocate detras de mi espalda. 

 

Le ordenó a Kagaho, que por un momento quiso negarse, pero, sosteniendo el cuerpo de Sylphide que aun estaba inconsciente, obedeció a Asmita, que recibió un fuerte golpe en el pecho, por Dohko, que entre los santos dorados, era el segundo en poder, siendo Shion, el más fuerte de los doce. 

 

-¿Que le has hecho? 

 

Asmita no resultó lastimado por ese golpe en su cuerpo, desviando con su cosmos el siguiente golpe, preguntándose, porque Dohko actuaba de esa forma, tan atípico de el soldado amable, que siempre sonreía, que era jovial, en ocasiones demasiado amistoso. 

 

-¿Qué le hiciste tu maldito? 

 

Kagaho le pregunto a Dohko, que observo al pequeño omega con su basilisco en sus brazos, haciéndole enfurecer, pensando que fue él quien lo apartó de su cama, de donde esperaba tomarlo, para que estuviera con él. 

 

-Es mi omega, yo no lo he lastimado y él desea estar conmigo. 

 

Kagaho negó eso, no deseaba estar a su lado, lo sabia, algo le habían hecho y por eso estaba inconsciente, porque no quiso marcharse, cuando intentó ayudarlo. 

 

-¡No es cierto, nadie querría estar contigo!

 

Asmita estaba preparado para pelear con Dohko, quien al escuchar esas palabras, se enojó un poco más, sin embargo, Shion le había dicho que si no estaba en su habitación, tenían que retirarse, cuando despertara Zeus, le entregarían a su basilisco, como una recompensa y él creía en su amigo. 

 

-Parece que se acercan los refuerzos Asmita, así que, nos veremos después, disfruta de tu omega, como no me dejaste disfrutar del mio y tu, pequeña alimaña, aprende a elegir tus batallas, mi basilisco me necesita y vendrá a mi, aunque tu trates de evitarlo. 

 

Antes de que Defteros y Hasgard llegarán en su auxilio, Dohko se marcho, escapando de su templo sin atreverse a enfrentarse a los tres al mismo tiempo, dejando a su basilisco en los brazos de Kagaho, que se preguntaba si eso era cierto, si tendría que obligar a Sylphide a mantenerse en ese templo. 

 

-¿Crees que sea cierto? 

 

Pregunto Kagaho, manteniendo su guardia, al ver que dos santos dorados ingresaban en ese templo, pero, Asmita no se movió, sabía que reconocerían esa armadura negra como la de un espectro, pero también era un niño pequeño, esperaba que fueron gentiles. 

 

-¡Asmita! 

 

Pronunció Hasgard, retrocediendo un paso al ver a los dos espectros, que eran protegidos por Asmita, al mismo tiempo que Defteros se daba cuenta que también había omegas en el Inframundo, tal vez, aquello que lo llamaba, era un omega nacido bajo una de esas estrellas, lo que seria logico, porque era una estrella de la desgracia, su pareja debía ser un ente de sombras. 

 

-¿Un espectro? 

 

Asmita asintió, era un espectro, pero no diría más, hasta no hablar con Sage, suponiendo que pronto abandonaría el templo de cancer, porque un cosmos familiar se acercaba a ellos, sorprendiendo al notar, que Shion no se presentaba, no lo atacaba por la espalda, seguramente, lo que fuera que estaba haciendo era mucho más importante y creía que le daría a la rosa, lo único que movía su corazón o su espíritu corrupto. 

 

-Estos niños están bajo mi cuidado. 

 

*****

 

Lune sintió como algo tiraba de él, un ente de llamas, que le pedía encontrarlo, sabía que estaba fuera del inframundo, pero también sabía que no deseaba verle, no necesitaba de ningún alfa, no lo quería. 

 

-¿A qué se debe esa mirada tan larga? 

 

Le sorprendía ver a Aiacos en esa sala, quien le había dado su ayuda a Minos, cuando sucedió su venganza, su pareja estaba detrás de él, la omega de muchas cicatrices, un guerrero poderoso, pero demasiado obediente de su alfa. 

 

-Lo mismo puedo preguntar, señor Aiacos, a que se debe su visita a este soldado leal a nuestro señor Minos. 

 

Aiacos deseaba saber si Radamanthys aún estaba vivo, si quedaba algo del tercer juez de las almas, preguntándose, si fue lo correcto traicionarlo, si no habían debilitado el Inframundo, especialmente, con la noticia del asesinato de la dama negra demasiado fresca todavía. 

 

-Es sobre Radamanthys… 

 

*****

 

El mismo sintió el dolor de Minos a través de su lazo, cuando le abrazaba con fuerza, pegándose a su cuerpo, sintiendo aun el dolor de haberle perdido demasiado fresco, temiendo lo que pasaría si llegaba a equivocarse, si bajaba su guardia. 

 

-Te duele… te duele demasiado… 

 

Pronunció con un susurro, acariciando su cabello blanco con sus manos, sintiendo su dolor, su desesperación, compartiendola de cierta forma, mirándolo fijamente con sus ojos amarillos, preocupado por él. 

 

-Temo perderte mi amor, mi omega, temo que te arrebaten de mi lado y que yo no haga nada para evitarlo, temo perder a nuestro polluelo, a nuestro Aquiles y temo tambien al dia que mi padre despierte de su letargo. 

 

Radamanthys acaricio su mejilla, suspirando, relamiendo sus labios, para besar los de su alfa con delicadeza, quien volvió a llorar, pensando que había soñado con el día en que su omega lo besara, que le rodeara con sus brazos y que todo eso lo perdería, porque su padre no deseaba compartir su lealtad. 

 

-¿Polluelo? 

 

Minos asintió, eran dos criaturas aladas, un grifo y un wyvern, los dos debían tener un nido, los dos debían poner huevos, pero como la imagen se asemejaba más al tótem de su armadura, entonces, lo imaginaba mucho más como un ave de presa, lo que le transformaba en un polluelo. 

 

-Es difícil de explicar, mi wyvern. 

 

Respondió, recibiendo un suspiro de su hermano, quien tomando una de las manos de Minos, quiso regresar a sus habitaciones, aún había muchas cosas que deseaba comprender, que aun estaban muy borrosas. 

 

-Ven conmigo Minos, aun tengo muchas preguntas que hacerte. 

 

Minos lo siguió con un paso lento, sin darse cuenta que Byaku les observaba desde lejos, con una sonrisa, esa era una gran noticia, que debía compartir con Lune, para que pudieran decir, que su señor había triunfado, era momento de que los viejos dioses perecieran y unos nuevos se levantarán. 

 

-Parece que hay nuevos monarcas en el Inframundo. 

 

*****

 

Sage sintió el cosmos de Dohko elevarse en la casa de virgo y por un momento pensó en abandonar a su alumno, que aún estaba despierto, abrazando esa almohada, aun temblaba debido a sus sollozos silenciosos, el sentimiento de culpa que Aspros logró implantar en su alumno. 

 

La luna estaba plantada en lo alto del cielo, sus rayos iluminaban los escalones del santuario y las tres figuras que avanzaban con rapidez, cuyo cosmos sintieron poco después, era sin duda Albafica, que regresaba al que esperaba aún considerara su hogar. 

 

Manigoldo al sentir su cosmos, se levantó, cubierto con la sábana, imitando la apariencia que tenía cuando lo encontró en ese pueblo fantasma, como si pensara que con ese lienzo no podrían verlo. 

 

Sage no pensó ni por un instante en permanecer en ese sitio, tenía que dejarles solos, para que pudieran compartir sus corazones, sabía, que la madre Hera les diría que hacer, aunque, lo que vio en la entrada del templo fue una imagen que nunca podría olvidar. 

 

El hermoso Albafica de piscis, no vestía ninguna armadura que pudiera reconocer, una amalgama de plumas negras, de metal como el que nunca había visto, una materia que le recordaba la obsidiana, pero, mucho más oscuro aún, en su rostro había una máscara de porcelana, como aquellas que usaban las amazonas. 

 

-Manigoldo te necesita. 

 

Albafica no respondió a esas palabras, únicamente siguió su camino, cerrando las puertas detrás de si, pensando en que podria decirle a su cangrejo, a su flor, para que le perdonara por abandonarlo, como explicarle que le obligaron a darle la espalda, que lo atacaron y que tuvo que pelear para llegar a él. 

 

-Manigoldo… 

 

Manigoldo al escuchar esos pasos, al sentir ese cosmos, salió al patio para escapar de su alfa, de su mirada de desaprobación cuando viera todas las marcas en su cuerpo, cuando se diera cuenta que era una vergüenza, que no pudo cumplir con su deber. 

 

-Manigoldo… mi Flor… he regresado. 

 

Albafica se ocultó en las sombras al principio, esperando que su omega se acercara a él, quería pedirle perdón, antes de que viera su fea apariencia, que lo único que pudo ofrecerle alguna vez, había sido destruido. 

 

-Estoy… estoy embarazado… 

 

Manigoldo pronunció, cubriéndose un poco más con la sábana, sin acercarse a su rosa, que no se vio demasiado sorprendido, que no se atrevía a salir a la luz de la luna, pero lo hizo, portando una máscara de entrenamiento femenina. 

 

-Aspros me embarazo… 

 

Albafica dio los pasos que faltaban para estar a lado de Manigoldo, que no había dejado de llorar, quien no quería que lo viera, por eso se cubría con esa sábana, lo sabía, porque era una actitud que en ocasiones tomaba, cuando se enojaban y llegaban a pelear. 

 

Pero... pero también espero un hijo tuyo, lo sé… 

 

Manigoldo no dejó que le viera, dándole la espalda, aun cubriendo su cuerpo, todas las marcas en el mismo, esperando escuchar su enojo, o su decepción, no sentir sus brazos rodeando su cintura, el estremecimiento de su alfa cuando toco su cuerpo. 

 

-¡Lo siento tanto Manigoldo! ¡Lo siento tanto!

 

Podía escuchar el llanto de su alfa, como se pegaba a su cuerpo, notando la mascara de ceramica que cubría su rostro, angustiandose inmediatamente, pensando que algo malo le había pasado cuando estuvo lejos de sus brazos. 

 

-¡Perdoname por no protegerte, pero me apartaron de ti, me obligaron a marcharme y no he dejado de luchar por regresar a tu lado, para estar contigo! 

 

Manigoldo se soltó, haciendo que Albafica jadeara, creyendo que no deseaba tocarlo, que no deseaba estar con él aunque había vencido al veneno, ya podía tocarlo, aunque, no lo culpaba si no deseara estar a su lado por más tiempo. 

 

-¿Que te han hecho? 

 

Manigoldo llevó su mano a la máscara, angustiado, tragando un poco de saliva al verle retroceder, pensando que tal vez, no había sido perdonado como supuso, al escuchar esas palabras, ver ese llanto. 

 

--He dejado de ser hermoso… lo único que podía ofrecerte, porque no pude protegerte y rara vez puedo complacerte, se ha perdido… ya no tengo nada que ofrecerte y no te culparía si ya no me quieres a tu lado… pero no puedo vivir sin ti, no me apartes de tu lado, aunque lo merezco, lo merezco por todo lo que te han hecho. 

 

Manigoldo sin decirle nada, removió su máscara de su rostro con delicadeza, sorprendiendo a Albafica, que desvió la mirada, al mismo tiempo que le mostraba su marca, la de su deshonor y sus fallas como alfa. 

 

-Tu rostro...

 

Su hermoso rostro estaba marcado con una larga cicatriz que recorría la mitad de su cara, había perdido un ojo, creía que aún estaba fresca y que de tocarla, volvería a sangrar, era un corte doloroso, hecho con saña, con demasiado odio, como todo lo que supuso el autor de esa traición hacia, debido al despecho de no ser el amo de su alfa. 

 

-Fue él verdad…

 

Su largo cabello, que era resplandeciente y sedoso había sido cortado de forma brusca, estaba desordenado, dándole una apariencia completamente diferente a la que recordaba, a su alfa le habían hecho mucho más daño que a él, pensó Manigoldo, fingiendo que recorría su rostro, con delicadeza. 

 

-Fue Shion… 

 

Pero eso no le sorprendió tanto como su mirada, el dolor y la desesperación que sentía, que le hizo estremecerse y dar un pequeño brinco, cuando Albafica sostuvo su mano, llevándola a su rostro, jadeando debido al dolor, pero, al menos, ya no era venenoso. 

 

-Lo siento, mi flor, mi cangrejo, lo siento tanto… 

 

Manigoldo apenas podía comprender lo que pasaba, pensando que aún seguía vivo, aunque sabía que tocaba a su alfa, su sangre, viendo como él, con delicadeza, descubría su cuerpo de la sabana, para ver la extensión de sus heridas. 

 

-Pero no es ni la mitad de lo que merezco por permitirle hacerte esto… 

 

Albafica de nuevo lo abrazó, pegandolo a su cuerpo como siempre quiso hacerlo, sin temor a su veneno, a verle perecer en cualquier momento, agradeciendole a los dioses, que se habían llevado su odiada belleza, pero a cambio lo liberaron del veneno. 

 

-Lo he vencido mi flor, lo he derrotado al fin mi cangrejo, el veneno se ha marchado… por fin se ha marchado, pero no tiene caso si no me deseas a tu lado y aunque se que no meresco tu perdon, soy tan egoísta como para suplicar por el. 

 

Manigoldo negó eso, besando los labios de Albafica, sosteniéndolo del cabello corto, gimiendo al sentir el mismo sabor, el mismo aroma, sentir su calor, la fuerza de sus brazos, suponiendo que los dioses comprendían sus caminos infinitos, puesto que después de ese martirio, le regresaron a su alfa, que no estaba enojado con él, que no lo culpaba, que ya no era venenoso. 

 

-Albachan… sabes que no podría apartarme de ti, se que algo debió evitar que vinieras por mi y me alegra tanto que Shion, ese bastardo no diera contigo, que los dioses nos compensen al quitarte el veneno… 

 

Su alfa siempre le había dicho que odiaba su belleza, pero el sabia que se sentía orgulloso por ella, en ocasiones creía que era lo único que lo atrajo a él, pero eso no era cierto, decía la verdad cuando le decía que podía no ser hermoso y aun le desearía. 

 

-Y sobre esto… no importa, sigues siendo guapo, yo ya soy el más bonito de los dos, pero tu sigues siendo muy guapo, esa marca le da un aire nuevo a tu rostro, un toque misterioso... 

 

No sabia porque cuando estaba en situaciones como esa trataba de alegrar a Albafica o a cualquier otro, quien al escucharlo, sonrió, besando sus labios de nuevo, aspirando su aroma, pensando que seguía siendo el de su cangrejo, un aroma dulce, que no podría ser ensuciado por el de su enemigo, aquel que sufriría una muerte dolorosa bajo sus manos, sin importar el veneno, él seguía siendo un guerrero y sabía que la única manera de proteger a su omega, era destruyendo a la rata y a ese bastardo. 

 

-Han pasado tantas cosas, en tan pocos días mi flor, que necesito decirte… pero, la más importante, es… necesitó que conozcas a alguien. 

 

Manigoldo al principio se preguntó de quién hablaba, sin embargo, Albafica lo sostuvo de la mano con delicadeza, para llevarlo al interior de su habitación, del templo de cáncer, donde dos sombras ocultas en la oscuridad los esperaban, una era demasiado alta, la otra era mucho más pequeña. 

 

-Tempestad, por favor, sal de allí. 

 

Un muchacho demasiado alto, con cabello pelirrojo salió de las sombras, sujetaba su brazo izquierdo, se veía demasiado nervioso, sin atreverse a ver sus ojos, un chico, que Manigoldo observó en silencio, acercándose a él, notando cuánto se le parecía, pero lo que vino a su mente no tenía sentido alguno. 

 

-Mis ojos me engañan… y mi cosmos… además, las almas no pueden estar en lo correcto. 

 

Alrededor de Manigoldo había una docena de fuegos fatuos, que lo rodeaban, como si fueron luciérnagas, girando alrededor suyo, susurrando algo en idiomas desconocidos, empujando al cangrejo a detenerse frente al chico enorme, que era demasiado joven, pero demasiado alto. 

 

-Eres… eres él, verdad… eres mio… mi Tempestad… 

 

Una de las habilidades que Albafica más admiraba de su omega era su sexto sentido, era como si adivinara el futuro, si pudiera verlo, tal vez eran los fuegos sobrevolando su cuerpo, tal vez su lazo con la muerte, pero siempre sabía, entendía lo que ocurría, sin que se lo dijeran. 

 

-Pero… ¿Como? 

 

Manigoldo recorrió las mejillas del muchacho, sin saber porque lo reconocía como propio, cuando apenas llevaba unos días de su embarazo, tal vez, porque tenía el cosmos de la tormenta, del ser que le visitó para darle la posibilidad de sobrevivir al parto, al que decidió llamaría Tempestad, el otro se llamaría Temporal. 

 

-Tus sentidos no te engañan, es nuestro niño, uno de los dos que tendremos, porque yo me haré responsable de ambos si eso es lo que tu deseas. 

 

Manigoldo abrazo al gigante frente a él, que se estremeció al sentir sus brazos rodeando su cuerpo, imaginandose que debieron huir de un futuro temible, recordando una misión que tuvo con Shion, antes de que esa locura, ese odio aterrador iniciara, recordando al soldado Avenir, quien decía habían asesinado a la diosa Athena, comprendiendo como muy pocos hacían, que los caminos eran infinitos, tantos como las decisiones que podían tomarse, una cualidad que comprendía debido a su lazo con el Yomotsu. 

 

-Pensé que no podría tener hijos nunca, pero aquí estás y eres enorme… 

 

Manigoldo observó entonces a su acompañante, que les veía de reojo, como si no quisiera interrumpirlos.

 

-¿Quién es él? 

 

Aquiles quiso huir, pero Tempestad le indico que se acercara, colocando una mano en su espalda, para presentarle a su omega, que era tan dulce y cálido como siempre se lo imagino, y como decía su alfa, era casi idéntico a él. 

 

-Mi omega… su nombre es Aquiles. 

 

Manigoldo busco a alguien más en esa habitación, pero no lo hayo, preguntándose, porque solo había uno de ellos, sin embargo, Tempestad, desviando la mirada, supuso que era momento de decirle la verdad. 

 

-Temporal no sobrevivió… 

 

Manigoldo cerró los ojos, diciéndose que en esa vida si lo haria, pero, eso no importaba en ese momento, lo único que le importaba era que su sueño se volvería realidad, su alfa no tenía veneno, daría a luz. 

 

-Pero esta vez… esta vez no tendrá que morir. 

 

*****

 

Eros había sido abandonado por sus hijos, ellos habían desobedecido sus órdenes, sus consejos, lo único que deseaban era ver a sus omegas, al cangrejo y al wyvern, que en ese momento se encontraba en los brazos de esa bestia, ese monstruo. 

 

-Así que se han marchado, te han dado la espalda, de nuevo… 

 

*****

 

Hola chic@s, trate de abarcar lo máximo que pude de parejas, espero les guste el capitulo, como siempre gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas, me dan ánimos para seguir con esta historia. Por fin la familia cangrejo esta junta y deben tomar decisiones muy importantes, Dohko está seguro de su victoria y de que su basilisco irá a él, por cierto, hasta la fecha no sabe siquiera cómo se llama, pero sabe que es suyo. ¿Que creen que le pida Cid a la diosa Hera? y ¿Que creen que le digan a Aiacos sobre el tercer juez de las almas? Nos vemos en el siguiente capitulo, muchas gracias por leer esta historia. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).