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Paraiso Robado. por Seiken

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-¡Tu hijo dices! 

 

Pronunció, permitiendo que su odio por ese ser se incrementará, porque era el que lo había amenazado con enamorar a su cangrejo de su enemigo, pero no sabia, que habia enamorado a Aspros de su omega, que por culpa suya, se habían robado a su amado, a su flor de pétalos azules, que crecía en la intemperie. 

 

--¿Ese dios de fuego? 

 

Que había educado a su hijo, le había cuidado, pero todo porque él fue quien provocó la locura de Aspros, el dolor de su cangrejo, que en el mundo de donde venía, se prolongó por meses, meses de torturas, de golpes, de violencia, de vejaciones. 

 

-¡Eros, el dios que puedo señalar como el destructor de mi paraiso! 

 

El ladrón de nidos, aquel que Minos odiaba tanto, que había condenado a muchos otros al mismo sufrimiento que ellos habían pasado y si bien, gracias a eso había logrado vencer al veneno, a su necesidad de regresar por el, sabia que no tenia perdon, que sus acciones fueron corruptas, sin importar que le orillo a eso. 

 

-¿El enemigo de Minos de Grifo? 

 

Ella asintió, era el enemigo de Minos, que sabía no le mostraria piedad a su hijo cuando volvieran a enfrentarse, por eso acudía con su última rosa, esperando que le tuviera un poco de piedad, sin embargo, sabía que era casi imposible lograrlo, después de traicionarlo. 

 

-Mi único hijo forjado con amor, al que más quiero y por quién me atrevo a pedir piedad. 

 

Manigoldo escuchaba esas palabras con detenimiento, pensando en lo dicho por la diosa de la belleza, que pedía piedad por su hijo que enamoro de esa forma a Aspros, que convirtió a un buen hombre en una pesadilla, que se encontraba en las manos de Shion. 

 

-Tenemos que salvar a Aspros… 

 

Pronunció de pronto, llamando la atención de los dos, especialmente de Albafica, que no entendía la forma de pensar de su cangrejo, que se levantó del suelo, para pararse frente a él, cubierto con la sábana, ignorando a la diosa del amor. 

 

-Shion secuestro a Aspros, él está perdido, pero debe haber una forma de salvarlo de la locura, de la flecha, si lo hacemos, él despertara, estoy seguro que me dejara en paz, y si es un poco parecido a lo que recuerdo de mi niñez, antes de que le tuviera miedo nos ayudará a destruir a Shion, podremos ser felices, sin que nadie más se meta en nuestra vida. 

 

Aunque deseaba castigarlo, al Aspros que le hizo daño, si podía ayudarle al que fue su amigo y evitar que siguieran interfiriendo en su vida, lo haría, podían destruir dos pajaros de un solo tiro, detener a Shion y a geminis al mismo tiempo que ganaban un aliado poderoso. 

 

-No puedo perdonar a Aspros, Manigoldo, es algo que no puedo hacer, aunque me lo pidas tu… 

 

Manigoldo asintió, él tampoco podría perdonarlo y no le estaba pidiendo que lo hiciera, sólo que destruyeran al demente que lo secuestró, liberando al que fue su amigo, cambiando a un enemigo por un aliado, que esperaba no estuviera orgulloso de sus acciones, de ninguna de ellas, traicionar a Cid, darle la espalda al santuario, dañarlo a él… 

 

-Cid… tengo que ir por Cid… 

 

Cómo pudo olvidarse de Cid, de su buen amigo, el que había caído de forma sospechosa, por quien llamó su armadura, dispuesto a salir cuanto antes, dejar todo e ir a buscarlo, necesitaba su ayuda, era su amigo, tenía que salvarlo.

 

-Está a salvo. 

 

No obstante Albafica negó eso, colocando sus manos en sus brazos, dándose cuenta que su omega era sin duda la mejor persona de ese mundo, porque pensaba en los demás antes que en él, quería salvar a su amigo de las fauces de la locura y a su hermano omega, sin importarle nada más, vistiendo su armadura. 

 

-Cid está a salvo, Sisyphus lo ha reconocido, Kardia también está a salvo, los que siguen leales a la diosa Athena están a salvo… 

 

Manigoldo había visto la armadura que portaba y no era la de piscis, era una coraza que nunca había visto, pero, no lo acusaría de traición hasta no saber el motivo de sus actos, creyendo que su alfa era bueno, era amable, era puro, 

 

-Yo le he dado la espalda… 

 

El cangrejo suspiro, llevando una mano a la mejilla de su alfa, pensando que tenía que atender su herida en el rostro, pensando que seguramente Albafica no lo había hecho como debería y temía, que pudiera infectarse. 

 

-No importa eso, tu sigues siendo mi alfa y yo te sigo amando… 

 

Afrodita veía ese intercambio con celos, sintiendo unas ganas incontenibles de separarlos por la fuerza, preguntándose porque ella no podía poseer eso, porque Ares nunca le amo, porque nadie se quedó con ella y porque Hefesto, el dios de la creación mecánica, la despreciaba, cuando antes hubiera dado todo por ser correspondido. 

 

-¿Cómo podemos salvar a Aspros? 

 

Pregunto Albafica, resignado, le odiaba y deseaba destruirlo, algo que haría si su cangrejo no le hubiera solicitado salvar su vida, sin contar, que su cangrejo tenia razon, era un excelente estratega, les serviria mucho más un soldado arrepentido tratando de purgar sus pecados, que un demente suelto, siguiendo las órdenes de Shion. 

 

-¿Como podemos quitarle los grilletes que tu hijo colocó sobre mi enemigo? 

 

Solo había una forma y por eso era que llego a ese sitio, para pedir piedad, para que mataran al guerrero de géminis, no a su hijo, aunque las flechas no se desvanecían después de muertos, como se pensaba en el pasado, prueba de eso era la locura de Itia, que después de regresar al mundo de los vivos, seguía persiguiendo a ese otro cangrejo. 

 

-Matando a Aspros… 

 

Pronunció, esperando que Albafica le creyera, pero Manigoldo no lo hizo, el se dio cuenta que mentía, que ocultaba algo que podía servirles para escapar de esa locura, sin el temor constante de que regresarian a separarlos de nuevo. 

 

-Estas mintiendo… 

 

Afrodita, que era tan voluble como hermosa, elevo su cosmos, tratando de intimidar al cangrejo, que sería capaz de golpear a la muerte y reírse en su cara, quien simplemente sonrió, con algo de burla, las mariposas azules nunca le había causado miedo. 

 

-Al que deben de matar, no es a Aspros, es a Eros… 

 

Pronunciaron de pronto, el grifo anciano que los había seguido al sentir la unión de cosmos y tratando de evitar que su aliado atacara a la rosa cuando intentaba llegar con su omega, ignorando los actos del otro Shion, el que había llegado con él, porque él ya tenía la forma de vencer, sabía cómo evitar que la locura se extendiera por el mundo y aunque no lo hacía por la nobleza de su corazón, porque nadie ni nada le importaba, si lo hacía, por el bien de su omega, de su polluelo, de su nido. 

 

-Si el muere, las flechas dejarán de existir, no serán más que cenizas, malos recuerdos y Aspros no volverá a ser un peligro para ustedes, ninguno de los enamorados lo será. 

 

*****

 

Aiacos fue el primero en ingresar a la habitacion de Minos, a sus espaldas caminaba Violate, y detrás de ellas tres soldados que eran leales al tercer juez de las almas, el ejército de Radamanthys había sido diezmado. 

 

-Minos.

 

Minos estaba señalando uno de los valles del Inframundo, recargado en el escritorio, a su lado se encontraba Radamanthys, escuchando lo que tenía que decir el grifo, el primer juez de las almas, el soldado de cabello blanco y ojos fríos. 

 

-Aiacos. 

 

Minos le vio fijamente, esperando por lo que tenían que decir, con demasiada seguridad, al mismo tiempo que Radamanthys desviaba su atención de los valles, para fijarla en ellos, no estaba seguro si los recordaba, sin embargo, sabía que lo habían traicionado, una acción que no sabía si debía agradecer o no. 

 

-Vienen a comprobar el resultado de sus actos, de su traición, aunque no se si debo odiarlos por eso, o estarles agradecido, porque le ayudaron a él a matar a Valentine, pero me reunieron con mi alfa, con mi hermano mayor, así que… no se, realmente no se que hacer con ustedes. 

 

Violate dio varios pasos en su dirección, sosteniéndolo de ambos brazos, para comprender de qué estaba hablando, sacudiendolo un poco, acto que permitió, sin defenderse o intentar soltarse, era como si se tratase de un ser completamente diferente. 

 

-¿De que estas hablando? ¿Te has olvidado tan rápido de Valentine? ¡De tu alfa elegido! 

 

Minos observaba ese intercambio con seguridad, esperando que tuviera la misma respuesta que tuvo con él, cuando compartieron su cama, escuchando un suspiro de Radamanthys, uno muy dolido, pero no llego a mas su molestia. 

 

-Valentine ha muerto, dejando en su lugar una sombra que me ha mentido por más de mil años, que no me dijo nada, que no me mostro su verdadera apariencia y que intentó dañar a mi alfa, mi lazo con él, es extraño, pero siento… siento como si pudiera respirar con facilidad, como no lo había hecho antes desde mi despertar. 

 

El despertar era su resurrección como jueces de las almas, eso lo sabían bien, sin embargo, Violate no podía creer que eso fuera cierto, que quisiera abandonar a su alfa elegido con tanta facilidad, porque en ese caso, qué sería de ella, de su alfa elegido, de su señor Aiacos, si llegaba el momento en que su alfa diera con ella o él conociera a su omega. 

 

-La ira que se apoderaba de mí se ha borrado, mi ansia por sentir dolor también, aunque lo extraño…

 

Minos aun parecía seguro de sí mismo, Aiacos podía verlo en la forma en que esperaba por que su omega respondiera a sus preguntas, observando el collar que tenía en su cuello, el cual, no tenía una forma en especifico, solo eran manchas, comprendiendo lo que los dos hacían, no eran una pareja destinado, en algún lugar de ese planeta, su verdadera pareja esperaba por ellos. 

 

-Se que me encuentro en el lugar indicado, donde debo estar, con Minos y ahora espero un hijo suyo, que mi collar ha tomado su forma verdadera, supongo que eso es lo mejor. 

 

No lo decía emocionado, ni lleno de júbilo, únicamente como si no tuviera otra opción, con una actitud tan distante, tan diferente a la del dragón de Hades, que se preguntaban si aún quedaba algo de ese soldado en ese cuerpo, si acaso no era una persona diferente, alguien que el propio Valentine encontraría aburrida. 

 

-¿Qué diría tu padre sobre esto? 

 

Le pregunto esta vez Aiacos, suponiendo que no podía dejar sola a su pequeña, que aun sostenía los brazos de Radamanthys, como queriéndolo hacer entrar en razón, viendo como Minos, únicamente se mantenía en el mismo sitio, pero sus dedos empezaban a encajarse en la madera de su escritorio. 

 

-¿Asterion que se encuentra en el círculo de los paganos estaría conforme con tu decisión? 

 

Su padre no estaría contento, pero su padre le dijo que ser un omega era un error, su padre quiso separarlo de Minos, quiso desposarlo con un anciano repulsivo que deseaba dominarlo, de quien lo salvó su hermano, como lo protegió al desterrar a Sarpedón de Creta, un acto por el cual estaba agradecido. 

 

-¿Estaría orgulloso de que su hijo favorito haya decidido cometer ese pecado? 

 

Probablemente no lo estaría, pero eso no importaba, los designios divinos se cumplian, tarde o temprano y el estaba en su lugar, eso lo comprendía, esperaba que pronto empezará a sentirse agradecido por ello, al menos, contento por estar en ese lugar, en esa prisión que llamaban Inframundo. 

 

-Asterion cometió varios errores en vida, uno de ellos actuar en contra de los designios divinos, los dioses quieren que yo y Minos estemos juntos, de tal forma que yo he sido seleccionado como un juez de las almas. 

 

Radamanthys se soltó de pronto, observando el collar de Aiacos, que no tenía la forma que debería, ninguna forma en realidad, para después observar a Violate, acariciando una de sus mejillas, como con lastima. 

 

-Tarde o temprano tu alfa dará contigo, Violate, en ese momento comprenderás lo mismo que yo se ahora, los lazos son eternos, no podemos enfrentarnos a los dioses y las mentiras siempre terminan saliendo a la luz. 

 

Minos sonreía cuando Radamanthys terminó de pronunciar su discurso, caminando hasta detenerse a su lado, rodeando su cintura, besando su mejilla y después sus labios con delicadeza, suponiendo que esa había sido otra prueba, que no tenía porque molestarse con ellos, que les veían con cierta sorpresa, con un poco de desagrado. 

 

-Radamanthys comprende que soy su alfa, que debo estar a su lado y yo esperaba que tu comprendieras mi sentir, cuando estaban derrumbando mi paraíso, sin embargo, como podrías hacerlo cuando ustedes mismos se niegan a buscar a sus elegidos. 

 

Violate retrocedió, sintiendo como Aiacos la cubría con sus brazos, con sus alas, esperando un golpe de Minos, que empujó a radamanthys contra el escritorio, haciendo que se recargara en este, aun sosteniéndolo de su cintura, besando sus labios esta vez. 

 

-Sin embargo, como me ayudaron a destruir al ladrón de nidos, es que disculpó su interrupción y no los obligo a buscar a su pareja destinada, que seria lo correcto. 

 

Minos se separó unos centímetros de los labios de Radamanthys, que en vez de permanecer inmóvil como lo esperaban, empezó a besar la mejilla de su alfa, sus manos deteniéndose en su cintura, para lamer su barbilla, observandolos de pronto, con una mirada indescifrable. 

 

-Radamanthys acepta su lugar a mi lado, me desea y pronto me amara como yo ya le amo, lo se, porque fuimos creados para estar juntos. 

 

Volvió a besar sus labios, gimiendo cuando Radamanthys tiró de su cabello, para ser él quien ahora dirigiera unas palabras a quienes facilitaron la destrucción de Valentine. 

 

-Déjenos solos y no vuelvan a menos que deseen que tome mi venganza por su muerte, ya que ahora mismo, me muestro amable, como agradecimiento por estar con mi alfa. 

 

Minos no rechazaría esa seductora actitud de su omega, así que cuando Aiacos y Violate optaron por marcharse, cerrando las puertas a sus espaldas, lamió su cuello, descubriendo lentamente su piel, desabrochando cada uno de los broches que sostenían su túnica, dejándola caer al suelo. 

 

-Así que… ¿Estás donde siempre debiste estar? 

 

Radamanthys relamió sus labios antes de besarle, ingresando su lengua dentro de su boca, empezando a quitarle el también su túnica, dejándola caer en el suelo, sin responder a su pregunta de forma verbal, sino, con su cuerpo. 

 

-Eso dije. 

 

Minos creía que su hermano se había vuelto loco, pero aun no estaba quebrado, aún existía una persona, una mente en ese cuerpo, una criatura que mantendría segura, que no dejaria caer en las garras del ladrón de nidos, no destruiría a su amado como en esa vida. 

 

-Y también dije que deseo vengar su muerte. 

 

Radamanthys encajó sus uñas en los brazos de Minos, lamiendo su cuello, mordiendo la piel a la altura de su manzana de adán, con tanta fuerza, que dejó sus dientes marcados, pequeñas gotas empezaron a recorrer su piel blanca. 

 

-¿Deseas matarme? 

 

Minos le preguntó lanzando los pergaminos y todo lo que había en el escritorio en el suelo, escuchando como Radamanthys desgarraba su ropa, desvistiendolo con demasiada rapidez, apartándose, para quitar su ropa de su cuerpo, usando su cosmos, para quemarla. 

 

-Pero no puedo hacerlo, ya lo intente, y no pude. 

 

Se quejó, sintiendo como Minos lamia uno de los dedos de su pie, chupándolo, restregándose contra su tobillo, para meter la punta de sus dedos en su boca, gimiendo cuando él mismo llevó su otro pie a su hombría, acariciándola con sus dedos. 

 

-Porque soy tu alfa. 

 

Eso lo dijo emocionado, siguiendo un camino hacia su humedad, donde sumergió su lengua, escuchando mas gemidos de su compañero, que tenía una pierna sobre su hombro, la otra colgando del escritorio, su espalda arqueada, sosteniéndose de los bordes del escritorio. 

 

-Porque eres mi alfa. 

 

Tuvo que admitirlo, abriendo sus piernas para que Minos ingresara en el, cosa que hizo, habia esperado mas de mil años por tenerlo entre sus brazos, por hacerle suyo sin descanso, así que no se negaría a recorrer el cuerpo de su omega, si este lo deseaba. 

 

-Porque soy tu alfa… 

 

Tuvo que repetirlo, eufórico, moviéndose con delicadeza sobre su cuerpo, sintiendo como rodeaba su cuerpo con sus piernas, encajando sus tobillos en su cadera, sus uñas en su espalda y sus dientes en su hombro, gimiendo su placer, acompañándolo en sus gemidos, en sus jadeos guturales, sonidos casi animalescos, del más profundo placer. 

 

-Porque eres mío… 

 

Radamanthys lo beso en ese momento, sintiendo los embistes desenfrenados de Minos golpear su próstata, su cuerpo moverse sobre el suyo, hacerle ver estrellas debido al placer que sentía, observando esos ojos grises, pensando una unica ocasion, que el color era el equivocado, que debían ser rosas, pero ese presentimiento se borró, con demasiada rapidez. 

 

-Al fin… eres mio… 

 

Minos pronunció eufórico, sin importarle nada más que el cuerpo de su omega, que gemía en sus brazos, que encajando sus uñas en su espalda dejaba un mapa de tesoro en su piel, sintiendo como debido a su frenesí, aún su escritorio empezaba a moverse, rechinar, pues, usaban su cosmos, el que resonaba como uno solo. 

 

-Tuyo… 

 

Respondió Radamanthys, sintiendo que Minos le llenaba con su semilla, derramándose en su interior, mientras que el hacía lo propio entre sus cuerpos, arqueando su espalda, casi gritando su placer, acariciando la mejilla de su alfa, cuyo largo cabello cubría sus cuerpos. 

 

-Soy  tuyo… 

 

Minos se apartó de su omega, cargandolo entre sus brazos, para regresar a su alcoba, acercándose demasiado al cuarto que en ese momento estaba oscuro, la puerta cerrada, un cuarto que Radamanthys no habia visto aun. 

 

-Ese cuarto… 

 

Susurro, logrando que Minos sintiera temor, ya que era un cuarto que había creado en su locura, una sala que no debía existir, que destruiría apenas tuviera una oportunidad. 

 

-¿Que tienes en ese lugar? 

 

Minos quiso ignorar la pregunta de Radamanthys, quien se soltó de sus brazos, caminando hacia ese sitio, logrando que su alfa sintiera pánico, terror, porque no podría explicar esa creación, esos aparatos creados para el tormento, donde deseaba castigar a su omega. 

 

-Yo… yo en mi locura pensé en crear ese cuarto, esperando compartir mi dolor. 

 

Radamanthys ingreso en el, observándolo con detenimiento, llevando una mano a su boca, jadeando, escuchando los pasos de Minos a sus espaldas, quien esperaba que de un momento a otro su omega lo rechazaría de nuevo, al ver su locura, su sadismo, sus planes de venganza. 

 

-Esto es… 

 

Minos al verle no supo qué pensar, ni que decir, porque ese no era el cuarto que él construyó, de alguna forma que no podía comprender, su cuarto de torturas había desaparecido, para dejar en su lugar una habitación blanca, con plantas con flores, pájaros que volaban libres, mariposas. 

 

-Es hermoso… 

 

Le recordaba a una pequeña parte de los jardines colgantes, era hermoso, un jardín donde antes se encontraba su cuarto de juegos, donde muchos perdieron la vida, donde pensaba que su omega volvería a odiarle. 

 

-Lo cree pensando en ti… 

 

Pronunció, de una forma que no alcanzaba comprender, desde la última vez que piso ese lugar, antes de que su omega bebiera el agua del olvido, alguien lo había transformado en algo completamente diferente y ni siquiera sabía a quién debía agradecérselo. 

 

-Piensas mucho en mi… 

 

Radamanthys ingreso en el jardín, descalzo, observando unas cortinas blancas que cubrían una cama de sábanas del mismo color, acercándose a ella, tocando las cortinas de seda, para después descubrirlas, sentándose en el suave colchón. 

 

-Todo el tiempo… 

 

Minos apenas comprendía cómo era que su habitación había cambiado tanto, aun asi, estaba agradecido con el que hizo posibles esos cambios, preguntándose si había sido Lune, Byaku o el mismo, sin decirse nada. 

 

-Nunca he dejado de pensar en ti. 

 

Radamanthys observó entonces una nota, con la letra de Minos, una nota que el joven alfa que estaba a su lado no escribió, pero, el que había perdido todo si, una nota con pocas palabras escritas en él. 

 

“Radamanthys, luz de mi existencia, sentido de mi vida, mi todo, mi alma, mi omega, te amo, te amo, te amo” 

 

Era todo lo que había escrito en esa nota, abandonada en esa cama en medio del jardín de blanco puro, una nota que Minos había escrito en alguna parte de su vida, que sentía como suya, porque él mismo amaba a su omega, como aquel que escribió esa carta. 

 

-Y algun dia... 

 

Pronunció Minos, besando el hombro de Radamanthys, que aun sostenía la carta entre sus dedos. 

 

-Tu me amaras también… 

 

*****

 

En la dimensión que solamente Hera podía habitar, donde sus soldados esperaban el momento en el que la guerra iniciara, Cid caminaba a su lado, observando a demasiados guerreros, alfas y omegas, hijos de la diosa del matrimonio, matrona de los nacimientos, hijos de Zeus, tantos de ellos que no podía creer que alguna vez, en algún momento, ellos vivieron. 

 

-¿Acaso deseas que disuelva tu lazo con tu alfa? 

 

*****

 

Hola, espero que el capitulo les haya gustado, como siempre espero sus comentarios, saber que opinan de la historia y la pregunta sería… ¿Qué pareja les gusta más hasta el momento? Muchas gracias por leer esta historia. SeikenNJ. 


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