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Paraiso Robado. por Seiken

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Cid guardó silencio al escuchar esa pregunta de la diosa de los omegas, la diosa madre, espero su respuesta, colocando sus manos detrás de su espalda, sin presionarlo, pero, esperando por lo que tenía que decirle. 

 

-No… 

 

Cid había pensado que deseaba ser libre de su destino, dejar de ser un omega, para poder afilar su espada, para ser poderoso y no convertirse en un omega domesticado, que caminaba a la sombra de su alfa. 

 

Y al mismo tiempo se preguntaba qué había de malo en amar, en ser correspondido, lo veía con Kardia, con Manigoldo, ellos eran felices, eran poderosos, sus alfas los respetaban, les ayudaban a alcanzar su sueño, justo como ellos protegían de sus amantes. 

 

Por lo que se preguntaba, se decía a sí mismo, si deseaba destruir su lazo con Sisyphus, si quería ser libre, olvidarlo para poder enfocarse únicamente en su espada, comprendiendo, que la única razón por la cual deseaba destruir su vínculo, no era el poder, era la frialdad de su compañero. 

 

Que por fin, después de todo ese tiempo, lo había reconocido como su compañero, como su omega y recordaba, por los sueños que sufrió, que el amor de su arquero era sublime, era cálido, era lo que siempre soñó, lo que se prohibio desear. 

 

-No quiero que destruyas mi lazo con él, con mi alfa. 

 

Fue su respuesta, un poco más firme y segura, porque no lo deseaba, no quería morir sin él, no quería envejecer sin su arquero a su lado, quería conocer el sentimiento que tanto Kardia como Manigoldo describian, los dos sonrojados, suspirando, abrazando almohadas, o alguna clase de prenda, como si fuera su alfa. 

 

Queria saber si era cierto que estar a su lado era el significado de la felicidad, no porque le perteneciera, sino, porque ya no estaba solo, porque era correspondido, porque se tenían el uno al otro, si juntos luchaban por cumplir sus sueños.

 

-Aunque tu alfa no sea ese hombre amable y paciente que conoces, aunque en carácter sea el más parecido a mi esposo. 

 

Hera le advirtió, porque la única razón por la cual Sisyphus no había actuado al sentirle a su lado, como lo hizo el guerrero de acuario, ese soldado de frío corazón, uno de sus alfas favoritos, era únicamente porque Athena controlaba sus sentimientos. 

 

Athena, una diosa justa, la que estaba segura que a pesar de que tenían sus diferencias, las dos querían proteger a la humanidad, ella a sus hijos, la diosa de la sabiduría a todos los humanos inocentes. 

 

Aunque al principio pensó que Athena estaba enamorada de su soldado, del arquero y de una forma así era, la diosa guardiana de la tierra amaba a su guerrero más leal, a quien no quería dejar ir, soltar de su cuidado, pero, se daba cuenta también, que la sabiduría que poseía le hacía comprender que no era justo mantenerlos separados, que su arquero sufrió demasiado. 

 

Debían estar juntos, y una vez libre de su control, Sisyphus deseaba a su espada, lo protegería con su vida misma, del enemigo que sabía que existía en su padre, Zeus, que aun estaba furioso del robo del fuego, de la facultad humana para tomar los conocimientos de los dioses y hacerlos suyos. 

 

El deseaba una humanidad sometida, no una libre, que deseara otros dioses, que buscará otros caminos, que se considerara a sí misma un dios de la creación, de la invención y creía que solamente por eso, los mataria a todos ellos, por olvidar su deber para con los nuevos dioses, que se habían transformado en los viejos dioses, dioses que serían sustituidos pronto, con el renacer de Tifón y Ouficus. 

 

-No me gusta su tranquilidad, no me gusta su paciencia y no me gusta que me ignore.

 

Eso era lo que odiaba más, que Sisyphus actuará como si no existiera, como si no sintiera nada por él, ni siquiera deseo, preguntandose porque era de esa forma, que hacía que su perfume no lo llamara, que no ansiara como el estar en sus brazos, yacer en su cama. ser amado, se correspondido. 

 

-Mi niño, estás seguro de lo que pides, porque no habra marcha atras una vez que suceda lo que tenga que pasar. 

 

Hera sabía que en esa tierra su esposo pronto despertaria, no entendia la razon de eso, pero su cosmos estaba resurgiendo, como la lava de un volcan, como el Vesubio cuando destruyó Pompeya con su fuego y cenizas, destruyendo todo a su paso. 

 

-Estoy seguro, yo amo a Sisyphus, pero una parte de mi deseaba que sea un poco más como Degel, que no pueda dejar de admirarme un solo instante o como Albafica, que me siga a todas partes, que siempre esté a mi lado… 

 

Ella sonrió, acaso no era lo que deseaba todo enamorado, ser correspondido, acaso no fue lo que ella deseo cuando cayó en las manos de su esposo, comprendiendo poco después, que solamente la utilizo, que no le amaba, que no amaba a nadie, que solo deseaba poseer, de alguna forma, su hambre, su gula, era idéntica al dios que le dio vida. 

 

-O como Hasgard que sigue los consejos de Sage, o tal vez Minos, que destruiría el mismo universo por estar con Radamanthys, tal vez como hubiera deseado que fuera Itia, el que estaba destinado a guiar la locura de Aquiles por un camino de paz, como muchos otros alfas, que amaban con locura a sus omegas, que harían todo por ellos. 

 

-Si, eso deseo. 

 

Cid asintió, un poco más emocionado, sonrojándose al pensar en el cambio en la actitud de su alfa, que buscaba protegerlo del peligro, que aunque no estaba conforme con sus decisiones las aceptaba, quien sabía que deseaba, o al menos, quiso por un momento destruir su unión, su vínculo con él. 

 

-Tu tienes la misma dolencia que el amado de mi esposo, ese pobre niño cuyos sentimientos están enterrados, que deben ser excavados como si se tratase de un tesoro, para poder encontrarlos, por un omega especial, que siente por los dos, cuyo ímpetu, cuyo deseo y amor, funciona para ambos, un pobre chico que no sabe que es correspondido, asi eres tu con tu arquero, pero quien amara, deseara y actuará en la mayoría de los casos, casi todo el tiempo será él. 

 

Hera pronunció, colocando una mano en el pecho de Cid, donde se encontraba su corazón, esperando que comprendiera lo que le decía, observando como la espada asentia un poco confundido. 

 

-Así que… soy yo quien carece de sentimientos… 

 

Ella negó eso, no era que no tuviera sentimientos, pero su control sobre los mismos era tan sublime, que podían apagarlos como si de un fuego se tratara, como si estuviera hecho del mismo metal de su armadura. 

 

-Tu que eres tan frío como el acero, necesitas de alguien que sea tan cálido como el fuego de una forja, así es tu alfa, estás seguro, que eso es lo que deseas. 

 

Cid no tuvo que pensarlo demasiado, porque llevo una mano a su pecho de nuevo, pensando que ese cálido sentimiento era Sisyphus, pero también podía sentir su miedo a ser rechazado, a que cortaran su vínculo, como quiso que pasara. 

 

-Estoy seguro de eso, pero… qué hay de él.

 

Hera se detuvo junto a un pasaje donde podía verse un árbol con una manzana dorada, la que estaba a punto de caer al suelo, la única que quedaba del árbol que su hijo hizo para ella, un fruto que tardaba mucho en madurar, del cual podían obtener un líquido, un brebaje llamado ambrosía, el que curaba todos los males que aquejaban un cuerpo o un alma. 

 

-¿El? 

 

Cid tocó el fruto dorado, sintiendo su poder, apartándose cuando el cosmos en su cuerpo, la serpiente se removió, un dios que aguardaba el momento de nacer, una criatura que apenas se estaba gestando, pero al ser un ente divino, parecía, que ya estaba consciente de sus alrededores, quien a su vez, no temía a la diosa Hera, que le advirtió de su nacimiento. 

 

-Mi hijo, la serpiente, el que nacerá para destruir a los dioses, el compañero de Tifón, con el cual tendrá hijos, supongo. 

 

Hera sopeso su pregunta, la serpiente ya había elegido un cuerpo, el de la espada, que seria presa de la cacería de Zeus desde ese momento hasta que lo arrancara de su cuerpo, o su esposo fuera destruido, por la misma razón por la cual Cronos devoraba a sus hijos, miedo a ser reemplazado, miedo a ser derrotado. 

 

-Ouficus, él no es el omega de Tifón, ni la tormenta es el omega de la serpiente, ellos son compañeros de armas, hermanos de la creación, de su odio a Zeus, de su amor por la humanidad…

 

Habían hecho a la humanidad temerle a Tifón, a la serpiente, por la única razón por la cual los que estuvieron antes de ellos, le temían a su esposo, a sus hermanos, porque sabían que una vez que ellos nacieran, serían reemplazados. 

 

Ouficus era el conocimiento, el que más tiempo había acompañado a la humanidad, Tifón el poder para levantarse como sus propios seres, olvidando a los viejos dioses, que dejarían de existir, todos los que se enfrentarán a ellos, al menos. 

 

Y comenzaba a pensar, que eso era lo mejor, porque el regreso de Zeus no significaba nada más que muerte, dolor, penas, locura, todos los males que ese dios podia infligir en los humanos. 

 

-¿Estás diciendo entonces que no son lo que pensábamos? 

 

Cid creía que cuando la diosa de los matrimonios, la que los creó a ellos hablaba del peligro del nacimiento de la serpiente era debido a su maldad, a la destrucción que traería con ella, con la tormenta sin forma, no porque ellos amaran a la humanidad, que se trataran de sus benefactores. 

 

-No son alfa y omega, porque no lo son, no son nada y son todo al mismo tiempo.

 

Ellos podían crear vida usando su propio cuerpo, el de un compañero, o ninguno, eran dioses en su propio derecho, seres que habían sido detenidos, que Zeus no deseaba dejar nacer o crecer, expandir su semilla por el mundo, porque como Cronos lo comprendió en su momento, él, que era el amo de todas las vidas, de todas las criaturas, sería destruido por los nuevos dioses.  

 

-Y me temo que no desean destruir a la humanidad, no como Zeus les ha hecho creer. 

 

Hera le diría lo que sabía a Cid, porque sabía que en esa dimensión su esposo no podía escucharla y al salir, Sisyphus sentiria el miedo de su omega, en sueños podría ver lo que ella le mostró, así se aseguraria de que no se aliara con su padre. 

 

-En cambio, mi esposo desea castigar a los herejes, a los apóstatas, a los que no crean en el, que no sigan sus preceptos, él si es el enemigo de la humanidad y a los omegas que no destruya, los ultrajara. 

 

Pero, quería que su hijo comprendiera, como lo hizo Manigoldo cuando lo visitó, y Kardia, cuando él acudió a él, lo que les esperaba en el futuro, asi podrian decidir, si deseaban enfrentarse a ese destino, o preferían escapar de ese dolor que les esperaba, que tenían deparado. 

 

-Tu seras uno de ellos, cada uno de los omegas de sus últimos hijos. 

 

Hera acarició la mejilla de Cid con delicadeza, esperando que comprendiera lo que veía en su futuro, que se diera cuenta que aún tenía una forma de huir, de no sufrir ese dolor, si le daba la espalda a su alfa, si destruía la vida en su vientre. 

 

-¿De que estas hablando? 

 

Cid deseaba comprender de quienes estaba hablando, quienes eran los últimos hijos de Zeus, porque parecían ser tan importantes para ella. 

 

-Sisyphus, Albafica y Minos son sus hijos de sangre, nacidos de los remanentes de su cosmos en esta tierra, de allí que su poder sea como ninguno antes visto.

 

Cid no conocía a ese Minos, asi que no le importo su omega, pero a la rosa si, su compañero era Manigoldo, su amigo, que estaba seguro que de no ser víctima de la locura de Aspros, él habría tratado de dar con su paradero. 

 

-Manigoldo… 

 

Pronunció Cid, pensando en el cangrejo, en lo feliz que estaría al ver a su alfa, al saber que no había más veneno, que eran libres, como Sisyphus, esperaba fuera libre de su deber para con la diosa de la sabiduría, al menos, sus sentimientos, que eran suyos por derecho. 

 

-Así es, él quiere destruir a los omegas que yo cree para poder dominar a sus hijos, comprender la razón de su amor por ustedes de la única forma en que puede hacerlo, pues mi esposo está imposibilitado para amar. 

 

Zeus los casaría, los violaria y los destruiria, porque eso era lo unico que podia sentir, lujuria, deseo, pero no amor, ella lo sabía bien, su esposo era un dios despiadado. 

 

-En cambio sus hijos, ellos, como casi todos los alfas, aman con locura a sus omegas, solo tienen ojos y corazón para ustedes, pues, los dominan, como pueden dominar a otros más, dioses o semidioses, o estoy equivocada. 

 

Cid pensó en Oneiros en ese momento, comprendiendo que su amor podía ser real, el deseo que decia que sentia, su amor, su lujuria, el interés que demostró por el, cuando dijo querer liberar para que pudiera elegir permanecer a su lado, como su esposo, su compañero. 

 

-¿El amor de Oneiros es real? 

 

Sin embargo, a pesar de creer que era verdadero, quiso que la diosa de los matrimonios se lo dijera, necesitaba escucharlo de otros labios, para no pensar que se había vuelto loco por siquiera pensar en ese dios, en su afecto, en las palabras que le dijo. 

 

-A su manera lo es, mi pequeño, pero eso no es lo importante, lo que me importa más, es que deseas tu mi niño. 

 

De nuevo le daba a elegir que deseaba, estar con su alfa o darle la espalda, cuando ya se lo había dicho, él amaba a Sisyphus, el deseaba estar a su lado, sentir sus caricias, su calor, su cuerpo, su sexo, sonrojándose al darse cuenta de la intensidad de sus deseos, pensando que aún seguía esperando el momento en el que su arquero se apoderara de su ser. 

 

-Quiero estar con mi alfa, con Sisyphus. 

 

Ella sonrió, era la respuesta que esperaba escuchar, que Cid, a pesar de todo, aun deseaba estar con su alfa, que no deseaba destruir su lazo, porque los necesitaba en su ejército y porque ella esperaba que pudieran hacerse compañía, ser felices juntos. 

 

-Entonces, así será mi niño, tendrás tu paraíso. 

 

Le informo, para emprender su camino de regreso, esperando que Cid fuera feliz en compañía de su alfa, que desesperaba al pensar que serían separados. 

 

-Y tendrás a tu pequeño si así lo deseas mi niño, será un guerrero poderoso, un dios, pero sufrirás para darle a luz, para estar con tu alfa... 

 

Hera repitio, sin saber porqué lo hacía, esperando escuchar la misma respuesta que antes, notando cómo Cid veía a todos sus hijos, como el descanso en los jardines era cierto, como el futuro que les esperaba era una eternidad haciéndose compañía, amándose, como decían los cuentos de hadas que se decían entre omegas. 

 

-¿No traeré un ser oscuro al mundo? ¿Es correcto que desee que nazca?

 

De nuevo esa duda, o tal vez, simplemente deseaba que le dijera que no era un acto egoista, que podía imaginarse cuidando de ese niño, que estaba bien quererlo, porque no era un monstruo, sino un dios, uno benigno. 

 

-¿Qué es lo que sientes tu? 

 

Hera le pregunto, esperando escuchar su respuesta, que deseaba Cid, si quería darle a luz, o no. 

 

-Yo quiero que nazca… 

 

Entonces, no había nada más que decir, si una madre, o un omega deseaba al niño en su vientre, en ese momento, podía decirse, que habia encontrado su paraíso, porque en el nacimiento de niños deseos era que se reflejaba la justicia de ese mundo. 

 

-Parece que ya conoces la respuesta mi niño y nosotros podemos regresar, tu alfa debe estar muy asustado.

 

Le informo, colocando una mano en su hombro con delicadeza, para seguir su camino en dirección de la entrada a su mundo, donde ella se encerró para escapar de su esposo, donde cuidaba a sus omegas. 

 

-Temiendo perderte, que destruyas su lazo. 

 

Cid no deseaba que Sisyphus desesperara por culpa suya, que pensara que lo abandonaría, aunque, pensaba, que estaba en su derecho, sin embargo, de pronto se preguntó qué ocurría con el alfa que perdía su lazo, si es que eso podía pasar. 

 

-¿Qué ocurre cuando un lazo se rompe? ¿Qué ocurriría con él? 

 

Hera nunca había roto un lazo y creía que solo uno de sus hijos estuvo a punto de romperlo, su hijo más distante, aquel que era alejado de su influencia por un cosmos familiar, parecido al de Afrodita, cuyo lazo, de alguna forma que no alcanzaba a comprender, se había regenerado, sin que ella hubiera intervenido. 

 

-Perderá la razón, su fuerza de vida y una parte de su alma, morirá… 

 

Se trataba de un sentimiento que no deseaba que ninguno de sus elegidos sufriera, que pensaba uno de los alfas estuvo a punto de sufrirlo, pero ya no, podía verlo en su vínculo, en el lazo rojo que los unía, en el cosmos de su creación, que de nuevo brillaba con fuerza, con el cual podía comunicarse, el que días antes había estado separado de ella. 

 

-Pero tu no quieres eso, no es verdad, no quieres que tu alfa sufra o muera, aunque estas en tu derecho. 

 

Pronunció con pesar, a lo que Cid, asintió, él no deseaba que su arquero sufriera eso, estaba listo para aceptar su amor, su cariño y deseaba creer en su promesa, en que le ayudaria a proteger a la serpiente, que no era un monstruo, una maldición, sino, una bendición para los suyos. 

 

-Llévame con él, quiero ver a Sisyphus… 

 

Esta vez estaba mas seguro, queria ver a su alfa, queria sentir sus brazos alrededor de su cuerpo, sus labios, su calor, su cosmos, queria estar a su lado, lo deseaba, lo necesitaba. 

 

-No quiero destruirlo. 

 

No, él quería amarlo, queria ser correspondido y sabia, que asi seria desde ese dia hasta el final de sus vidas. 

 

-Yo… 

 

Susurro, sin darse cuenta que ya estaban de pie frente a sus aliados, que había anochecido, que Sisyphus estaba angustiado, que no se atrevía a dar un paso en su dirección, porque pensaba que sería rechazado. 

 

-¿Tu deseas su amor?

 

Hera pregunto, observando a Sisyphus, que esperaba escuchar la respuesta de su espada, que sin ver a su amado, asintió, el deseaba su amor, el deseaba estar con él. 

 

-Si, yo deseo su amor. 

 

Pronunció, escuchando los pasos de Sisyphus, viendo como caminaba hacia él, para rodear su cuerpo con sus brazos, pegándose a su cuerpo, besando sus labios, apasionado, como siempre supo que sería. 

 

-Tu ya tienes mi amor.. siempre lo has tenido. 

 

*****

 

-¿Que te perturba? 

 

Tempestad pregunto sentándose junto a su amado, que abrazando sus piernas, no dejaba de ver el infinito, tratando de recordar cómo era su omega, sin lograrlo, cerrando los ojos, sacudiendo su cabeza, como si eso pudiera darle lo que buscaba. 

 

-No lo recuerdo, no lo recuerdo… 

 

Tempestad abrazó los hombros de Aquiles, besando su frente, deseando poder hacer algo por el, ayudarlo de alguna forma, sin embargo, no sabía como, no entendía cómo proteger a su chico especial, a su amor. 

 

-Quiero verlo… quiero ver a mi omega, aunque me odie, aunque no me reconozca, quiero verlo. 

 

Aquiles pensaba que si visitaba a su omega, si lo veía, si sentía su cosmos, o escuchaba su voz, podría recordar lo que sabía perdido, aunque también comprendía, que era demasiado peligroso para él ingresar en el Inframundo. 

 

-Ayúdame a verlo, Tempestad, se que si lo veo recordaré, al menos… al menos quiero saber si era como lo recuerdo. 

 

No le importaba que no reaccionara como lo hizo Manigoldo, el omega de su amado, lo único que deseaba era recordarle, al menos, verle de lejos, como un espía, como un intruso. 

 

-No te preocupes, yo te llevaré a verlo, te ayudare a ver a tu omega. 

 

Quiso explicarle un poco más, sin embargo, Tempestad beso sus labios, silenciando cualquier palabra que quisiera pronunciar, su omega deseaba ver a su madre, al que le dio a luz, entonces, eso tendría. 

 

-Yo te daré lo que tu desees… 

 

*****

 

Hola chic@s, espero les haya gustado la historia, a mi me esta gustando como va, como siempre espero sus comentarios, sus estrellas y sus lecturas, muchas gracias. Pregunta: ¿Que piensan que seria la reaccion de Radamanthys al ver a su hijo? Si es que lo ve.  Nos leemos luego. SeikenNJ


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