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Paraiso Robado. por Seiken

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-¡Me duele! 

 

Asmita estaba a lado del omega, tratando de atender sus heridas, Kagaho le veía atender a su amigo y cuando pronunció esas palabras creyó que eran debido al dolor que sentía, un dolor físico, no, uno psíquico. 

 

-Dohko… 

 

Pronunció Sylphide retorciéndose en la cama, llevando una mano a su pecho, como si sintiera una fuerza llamando por él, pidiéndole acudir, sentándose, para observar la ventana por donde podía ver el resplandor iluminando el cielo. 

 

-Dohko… 

 

Sylphide quiso levantarse, pero Kagaho lo sostuvo de los brazos, no lo dejaría ir con ese soldado que lo encadenó a su cama, que le había hecho daño, notando como la mirada de su amigo estaba casi perdida. 

 

-¡No vayas! ¡No quieres ir! 

 

Sylphide reaccionó de pronto, llevando sus manos a su cabeza para tratar de acallar esa necesidad de acudir con su alfa, de dirigirse a esa luz que iluminaba el cielo, recogiendo sus piernas, haciéndose un ovillo. 

 

-¿Qué está pasando? ¿Qué sucede? 

 

Sylphide sentía dolor, como su cuerpo se estremecía y como sus sentidos le pedían a ese alfa, ese aroma, esa voz, ese cosmos, como si fuera un animal salvaje, peleando con su mente, con sus deseos, él no deseaba acudir con el guerrero de Athena. 

 

-Es Zeus, él está tirando del hilo del destino que te une con Dohko, tal vez… como pago a sus servicios. 

 

Kagaho rodeo a Sylphide con sus brazos, para que no se levantara de su lugar, elevando su cosmos, por si acaso deseaba pelear con el, apartarse de su lado e ir con Dohko, ese enano de sonrisa burlona. 

 

-No me dejen ir con él… por favor, no quiero ir con él. 

 

Sylphide estaba atemorizado, le tenía terror a Dohko, porque se había dado cuenta que no era más que un objeto para él, un trofeo o una mula, algo que le daría hijos, pero no lo veía como un ser humano, como un igual y su único sueño era ser tratado como su señor, por un alfa que lo amara, que lo respetara, que le viera como un igual, no un simple regalo de los dioses. 

 

-No te dejaremos ir con el. 

 

Albafica asintió, no tenía que verlo para reconocer su miedo, recordando bien el temor de Manigoldo y como nadie lo escuchó, permitiendo que le hicieran daño, una culpa que nunca se quitaria, una mancha en su existencia, pero, este muchacho estaba seguro en ese templo, no dejarían que Dohko le dañará, aunque fuera su propio alfa, por lo que pensaban. 

 

-No te hará daño y no te dejaremos ir con él, por eso no debes preocuparte. 

 

Kagaho veía la expresión del que dijo era su alfa, que le había protegido durante su celo y que no le había tocado ni una sola vez sin su permiso, apenas cuando el mismo se sentó en sus piernas, sintiendo ese aterrador cosmos levantarse. 

 

-Asmita… él te ayudará, no debes tener miedo. 

 

Asmita le sonrió al escuchar esas palabras, buscando algunas pomadas, algunos lienzos, debían atender esas heridas, sin notar que Kagaho se sonrojaba, cuando le vio sonreírle, a lado de su amigo, que seguía luchando contra ese llamado, recordando que Dohko estaba seguro que acudiría a él por su propia voluntad. 

 

-Eres muy bueno… 

 

Susurro, pasandole uno de los vendajes, viendo como Asmita únicamente curaba a su amigo, sin tocarlo de formas indebidas, mostrando una bondad que nunca antes había visto, que no creía que pudiera existir, mucho menos en un alfa. 

 

-No lo soy, pero intento modificar eso. 

 

Había dejado a un omega a su suerte, pero eso ya no volvería a ocurrir, un mejor hombre de lo que era él nunca lo hubiera permitido y él deseaba ser esa clase de hombre, de alfa, de humano, para poder sentirse orgulloso de sí mismo, para que su omega pudiera sentirse seguro a su lado. 

 

-Para mi si lo eres. 

 

Kagaho era un joven testarudo y creía que Asmita estaba equivocado, que él era un buen hombre, una buena persona, aunque no quisiera aceptarlo. 

 

-Eres bueno, muy bueno. 

 

Pronunció terco, sosteniendo la mano de Asmita, sonriéndole, una expresión que su alfa no pudo ver, pero esas palabras le hacían sentir más tranquilo. 

 

-Y me alegra que hayas sido tú. 

 

No tuvo que darle otra explicación, por que Asmita entendían sus palabras, le alegraba que fuera su alfa y eso le hizo sentir orgulloso, digno, dichoso.

 

*****

 

Defteros cubrió el cuerpo de Lune, tratando de protegerlo de los relámpagos de Zeus, con la perla en una de sus manos, el espectro no sabía que estaba pasando, porque atacaban el Inframundo, ignorando de momento el collar en las manos de ese alfa moreno que cubría su rostro. 

 

-¡Hades! ¡He venido por tu cabeza! 

 

Lune vio cómo destruian a su ayudante, calcinandolo con los relámpagos, despues de proferir un grito de dolor, Zeus se dio cuenta que su hermano no se encontraba en su dimensión, observando al alfa que sostenía al omega vistiendo esas coloridas ropas. 

 

-¿Dónde está Hades? 

 

Defteros se levanto, aun manteniendo a Lune a sus espaldas, con el collar del omega en su mano, sin poder ver el cambio realizado, pero seguro de que había pasado algo, que era su omega, por lo que lo protegeria sin dudarlo siquiera. 

 

-El maldito se escondió… pero aun puedo sentirlo. 

 

Zeus como si no le importara su respuesta, decidió apartarse, transportado por el dios Sol, Apolo, cuya lealtad era conocida y cantada, el primer dios en acudir a su llamado, pero estaba seguro que no sería el único en hacerlo. 

 

-Llévame con él Apolo, mi hermano debe pagar muy caro su traición. 

 

Aun esperaba que Minos, Albafica y Sisyphus acudirían a él, tenía grandes planes para ellos, debían tomar su lugar a su lado, como reemplazos de los dioses que le habían traicionado varios siglos atrás. 

 

-Athena, Hades y Poseidón serán los primeros en caer. 

 

Se detuvo de pronto, observando a Defteros, reconociendo su parecido con aquel que lo despertó, pensando que sería leal a él, como su hermano, aunque parecía proteger a un omega con su propio cuerpo. 

 

-¿Cómo te llamas? 

 

Lune no respondió, porque no pensaba que quisiera hablar con él y temía ser asesinado, al ser uno de los guerreros de Hades, cuya lealtad sin duda le pertenecía a Minos, el primer juez de las almas. 

 

-Defteros. 

 

Los omegas serían destruidos, tarde o temprano, aquellos que no aceptaran su lugar a los pies de sus hijos, que no fueron buenos omegas, esclavos más que compañeros, los que obedecieran los mantendria con vida, se quedaría con los mas hermosos, los demás los repartiría entre sus hijos, como debía ser. 

 

-Defteros, siendo uno de mis hijos, tu deber es pelear para mi, lo aceptas. 

 

La sombra no supo qué responder, observando al omega a sus espaldas, que no se atrevía a pronunciar ningún sonido, cuyo collar estaba en su mano y podía ver que había tomado una forma diferente pero definida, un demonio entre las llamas, única razón por la cual estaba dispuesto a obedecer, de momento. 

 

-¿Cuales son mis órdenes? 

 

El no tenia ninguna armadura, pero con tan solo un movimiento de la mano de Zeus, recibió una coraza blanca, con alas de pájaro, con detalles dorados, con relámpagos surcando el metal, figuras que simbolizaban al dios que obedecía. 

 

-Busca a mis hijos, Sisyphus, Minos y Albafica, los quiero en el Olimpo, tengo trabajo para ellos. 

 

Sin más se apartó, sus pisadas retumbando alejándose, marchándose en el carruaje de Apolo, que lo llevaría en busca de Hades, el primer dios que caería víctima de su venganza. 

 

-Mi señor Hades… mi señor Minos… el sabra que hacer… 

 

Defteros se sintió de pronto un poco molesto, algo celoso, porque estaba seguro que ese omega había sentido el cambio de su collar, pero actuaba como si fuera indiferente, por lo cual, se lo enseño, el collar que antes colgaba de su cuello con la figura de un demonio, ahora este era protegido por las llamas. 

 

-Eres… eres tu… 

 

Lune retrocedió unos pasos, siendo sostenido por Defteros, que aún tenía su máscara cubriendo su rostro, dándole una apariencia sumamente aterradora, especialmente, por la molestia que sentía al no ser aceptado o recibido, como esperaba que pasara. 

 

-Solo eso vas a decirme… 

 

*****

 

-Es tan extraño, todo es una locura, lo que planea hacer ese sujeto… 

 

Después de escuchar las palabras de Minos, quien había hablado oculto en el templo de la diosa de la sabiduría, Albafica y Manigoldo, pidieron unos momentos para estar solos, para comprender lo que estaba pasando, que debían hacer con las nuevas responsabilidades que tenían. 

 

-Temo por tu seguridad. 

 

Albafica trato de recoger algunas de las pertenencias de Manigoldo, pero estaba arruinado su templo, en un estado que rivalizaba con lo que Aspros dejo del suyo, lo unico que tenia en sus manos era la taza que el alfa de su padre le regaló, donde le gustaba servirse té. 

 

-No lo hagas, yo soy muy fuerte. 

 

Lo era, pero qué más podía hacer que preocuparse por su cangrejo, que era amenazado por Shion, que deseaba asesinarlo y por Aspros, que deseaba violarlo, convertirlo en su omega, sin importarle los deseos de su compañero. 

 

-Zeus ha despertado y estamos en peligro. 

 

Trato de explicarle, porque su hijo era Tifón y tal vez querrian arrebatarlo de su cuerpo, su amado corría peligro, temía que lo asesinarian, que él no podría evitarlo, sin embargo, no entendía a su flor, como sonreía, como si no le tuviera miedo a nada, siendo demasiado optimista. 

 

-Yo digo que lo veamos del lado amable.

 

Pronunció, comprendiendo bien el peligro, Shion, Aspros, aun Zeus, si el era el omega que daría a luz a Tifón era seguro que desearían matarlo, arrancar al niño de su vientre, con demasiada sangre de por medio, pero si dejaba que el temor se apoderara de él no podría pensar con claridad, así que prefería ver el lado amable de aquella situación. 

 

-¿Lado amable? 

 

Manigoldo asintió, sosteniendo las manos de Albafica, para que rodeara su cintura, haciéndole un espacio entre sus piernas, porque estaba sentado en una mesa, de mármol, que no pudieron destruir. 

 

-Al menos ya no tienes el veneno y si me lo preguntan, eres aún más apuesto que antes, porque se cuanto estas dispuesto a sacrificar por mí. 

 

Le respondió besando sus mejillas, sus labios, suspirando cuando Albafica se recargo en su hombro, acariciando su cintura con sus manos, de su cadera hasta su espalda, en círculos, por debajo de la ropa. 

 

-¿Mas apuesto? 

 

Albafica se vio en el espejo roto de la pared, notando la marca del cristal, como estaba aun roja, desfigurando la mitad de su rostro y su cabello le llegaba hasta la barbilla, revuelto, cortado con prisa, para que vieran que tanto le había fallado a su omega. 

 

-¿Te gusta esta fea cosa en mi rostro? 

 

Manigoldo beso su cicatriz con delicadeza, viendo como aun le dolía, para después besar sus labios, recibiendo otro beso de su alfa, uno un poco más apasionado, para apartarse, acariciando la mejilla de su cangrejo, que vestía algo de su ropa, le quedaba un poco ajustada, pero no se pondría nada que hubiera tocado Aspros. 

 

-Te lo he dicho varias veces, puedes ser cojo, tuerto, jorobado y aun así te encontraría perfecto. 

 

Albafica sonrió al escucharle, negando eso, sus caricias ya no solo cubrían su espalda, también sus muslos, sus nalgas, notando como su cangrejo se sonrojaba, relamiendo sus labios. 

 

-No puedo creer que digas algo como eso. 

 

Albafica lo regaño besando la punta de su nariz, después sus mejillas, desabrochando el pañuelo con delicadeza, para quitarse su abrigo, dejándolo caer en el suelo, relamiendo sus labios, cuando Manigoldo se quitó su abrigo también. 

 

-Lo siento Albachan, estoy enamorado de mi alfa. 

 

Respondió con un poco de vergüenza, fingida, rodeando la cintura de su alfa con sus piernas, recordando que solo habían podido estar juntos, una sola ocasión, antes de que quisieran robarles su paraíso. 

 

-Que es valiente, fuerte y varonil. 

 

Susurro en sus labios, desabrochando la camisa de su alfa, con delicadeza, porque no sabía si tenían otras y sería demasiado complicado conseguir nueva ropa, además de explicar porque razón sus prendas se destruyeron repentinamente. 

 

-¿Varonil? 

 

Asintió, lo encontraba sumamente varonil, mucho antes de perder la belleza superficial de su rostro, porque aun lo encontraba sumamente guapo, era hermoso, cada parte de su alfa le era encantadora. 

 

-Un alfa que escucha cada una de tus peticiones por absurdas que sean, te protege, te cuida y nunca levanta una sola mano en tu contra, es muy atractivo, muy varonil. 

 

Tuvo que explicarse, para que su alfa comprendiera que era lo que tanto amaba de él, como lo volvía loco y cómo le amaba, encontrandolo perfecto en cada sentido, especialmente, porque no tenía las fallas de Aspros, al que no le importaba en lo más mínimo sus deseos. 

 

-Otros prefieren brutos estúpidos que no escuchen tus palabras, pero yo prefiero los alfas dedicados al bienestar de su omega y su familia. 

 

Albafica asintió, comprendía las palabras de Manigoldo, porque él mismo había sufrido esa clase de acecho, de locura, de persecución que no se había buscado, de una persona que considero su amigo alguna vez, sin embargo, era agradable saber que su cangrejo lo consideraba de esa forma. 

 

-Gracias, necesitaba escuchar eso. 

 

Albafica terminó por desabrochar la camisa de Manigoldo, dejando su torso descubierto, sin prestarle atención a las marcas de su enemigo, se agacho para lamer su torso, deteniéndose en uno de los pezones de su cangrejo, escuchando un gemido de su amado. 

 

-No miento, eres el mejor alfa de todo el planeta. 

 

Tuvo que decirle llevando sus manos al cabello corto de su alfa, el que le pediría después que se dejara crecer de nuevo, le gustaban demasiado los hilos celestes, la suavidad del mismo, le fascinaba sentirlo entre sus dedos cuando hacían el amor. 

 

-¿Y si te gustan tanto los alfas dedicados a su omega? 

 

Albafica se agacho delante suyo y comenzó a deslizar sus botas, para descubrir uno de sus pies, el que beso con delicadeza, lamiendo la planta de su pie, para después besar sus tobillos, mirándole de reojo. 

 

-¿Eso quiere decir que aún me deseas? 

 

Manigoldo se sorprendió al escuchar esa pregunta, apartando con su pie a su alfa de su cuerpo, jugando con él, porque ya estaba medio desnudo y sabía que era lo que deseaban, porque el tambien queria sentir las caricias delicadas de su amado sobre su cuerpo.

 

-Si no estuviéramos en peligro y a punto de iniciar una guerra con el patrón de los dioses del Olimpo, te pediría que me hicieras el amor hasta el amanecer. 

 

Albafica se sorprendio cuando lo empujaron, riendose bajito, para gatear en su direccion, besando el dorso de su pie, avanzando en dirección de la hombria de su cangrejo, que aun estaba cubierta por su ropa. 

 

-¿No quieres ni un solo beso? 

 

Le pregunto, abriendo sus pantalones, para besarle una vez, esperando la respuesta de su omega, que tomándolo de las mejillas, le hizo levantarse, besándolo con fuerza, ingresando su lengua en el interior de su boca, gimiendo un poco más cuando empezaron a acariciarlo. 

 

-Que sean dos besos. 

 

Le respondió, siendo él quien en ese momento empezaba a descubrir el cuerpo de su alfa, bajando sus pantalones, que no deseaba estropear, dejando puestas sus botas, para besar ahora el su sexo, que comenzaba a despertar al sentir su cercanía, al recibir sus caricias. 

 

-¿Solo dos? 

 

Manigoldo asintió, besándolo dos veces, escuchando un gemido de su alfa, que sostuvo con delicadeza su cabello, dejándole acariciarle a su antojo, mirándole fijamente, jadeando cada vez con mayor fuerza, sintiendo las caricias de su omega brindarle un placer que extrañaba, que necesitaba. 

 

-Si, porque si no terminaremos haciendo el amor en este mismo templo… 

 

Le informo, apartándose unos pocos centímetros, para levantarse de nuevo y besar sus labios, divirtiéndose con esas palabras, porque ya estaban haciendo el amor en ese mismo templo. 

 

-Y eso sería tan malo… 

 

Albafica susurró, levantandolo de la cintura, para sentarlo de nuevo en la mesa de mármol, agachándose ahora él, para lamer el sexo de su omega, que se dejó recostar en el mármol, gimiendo sin vergüenza alguna, dejándose acariciar por el. 

 

-Una locura… 

 

Manigoldo pronunció, gimiendo fuerte, arqueando su espalda cuando su alfa ingreso dos dedos dentro de su cuerpo, esperando ver su reacción, escuchar su placer, riendose cuando al detenerse, su cangrejo se quejo. 

 

-¿Eso quiere decir que debo detenerme? 

 

Le pregunto, acomodándose entre sus piernas, besando sus labios, lamiendo su cuello, donde dejó una mordida, que marcó su piel, pero no le causo dolor a su cangrejo, que se sostuvo de su cabeza con ambas manos. 

 

-No… eso quiere decir que si mi maestro nos regaña, será tu culpa… 

 

Su maestro no podía regañarlo, eran una pareja destinada y ya no se ocultarian más, además, eran adultos, eran dueños de su destino, podían amarse donde quisieran, cuando lo desearan, sin temor a que nadie los criticara. 

 

-Estoy dispuesto a recibir el castigo por hacerte el amor en este mismo templo. 

 

Estaba dispuesto a envenenar a todo el mundo, de cubrir sus mares con ponzoña, destruir a los dioses, todo, por estar a su lado, asi que debían tenerle miedo, porque ya no era el mismo alfa que abandonó el santuario, era un alfa que haría lo que fuera por su cangrejo, su flor. 

 

-En ese caso… 

 

Manigoldo susurro, sintiendo la hombría de su alfa dibujando la entrada de su cuerpo, gimiendo cuando apenas le rozaba un poco y después se apartaba, deseando una confirmación suya, que le dijera lo que esperaba escuchar. 

 

-¿En ese caso?

 

Albafica preguntó sintiendo como Manigoldo rodeaba su cintura con sus piernas, como si le pidiera que lo poseyera, pero no era suficiente para él, necesitaba que su cangrejo lo dijera fuerte y claro, que le dijera que lo necesitaba en él, como él necesitaba estar en su interior. 

 

-Debemos aprovechar el tiempo que tenemos libre. 

 

Manigoldo utilizó sus piernas para que pudiera penetrarlo de un solo movimiento, arqueando su espalda, gimiendo su placer, uno genuino, que liberaba gemidos sonoros, porque así era él, cuando sentía a su alfa no podía dejar de gemir, de retorcerse. 

 

-Y cuando está guerra termine visitaremos muchos lugares diferentes…

 

Albafica empezó a moverse lentamente, de manera profunda, escuchando mas gemidos de su cangrejo, que no dejaba de disfrutar de aquellas caricias, encontrándose en el cielo, besando los labios de su alfa, que lamia y besaba su cuerpo, todo lo que estaba a su alcance. 

 

-Starhill 

 

Susurro Albafica, sintiendo las uñas de Manigoldo clavándose en su espalda, como dejaba marcas que le habían preocupado en el pasado, pero no en ese momento, que ya no podía lastimar a su omega, que podían amarse sin descanso. 

 

-Si… 

 

Manigoldo arqueo su espalda, cuando Albafica cambió su postura, abriendo las piernas de su cangrejo, acomodando una de estas en su torso, la que abrazo, empujando ahora en círculos, escuchando mas gemidos placenteros de su cangrejo, cuya hombría rodeo con su mano, acariciandole al ritmo de sus embistes. 

 

-El templo del patriarca… 

 

Pronuncio Albafica riendose al ver la expresion de Manigoldo, como le veia sorprendido, relamiendo sus labios, para besarle, ingresando su lengua en el interior de su boca, sintiendo como su alfa se movía sobre él, buscando nuevas formas de complacerlo, lamiendo su muslo, besando su rodilla. 

 

-Frente a mi maestro… 

 

Manigoldo fingió sentirse indignado, haciendo que Albafica negara eso, no era capaz de dar semejante espectáculo, además, sabía que Hasgard tuvo suerte, podía verlo en su actitud, era un alfa en vela, uno que había sido correspondido.

 

-No, esperaremos hasta que tu maestro y Hasgard estén ocupados… 

 

Pero creía que su omega no se había enterado de nada, así que lo volteo, para empujar de nuevo en sus caderas, elevandolas ligeramente, para chocar contra ellas, acariciando sus nalgas, sus muslos, lamiendo su cuello. 

 

-¿Que? 

 

Manigoldo pronunció con un grito de placer, sintiendo como su alfa no dejaba de moverse sobre él, acariciando su cuerpo, con el ritmo que tanto le gustaba, gimiendo en su oido, preguntandose como era que nadie se habia dado cuenta que su cangrejito era un ser inocente y dulce. 

 

-Hasgard está enamorado del patriarca, siempre lo ha estado y su aroma estaba cubriendo a tu maestro, creo que estuvieron juntos. 

 

Albafica sentía el cuerpo de su omega estremecerse, estaba cerca del orgasmo, pero no deseaba terminar tan pronto, así que empezó a moverse mucho más lento, escuchando una maldición de su compañero. 

 

-Debo darle la charla que se que Kardia te dio cuando regresamos de esa misión… 

 

Manigoldo sintió entonces, como Albafica salía de su cuerpo, para recostarlo de espaldas en el mármol, recordando la con cariño la conversación que tuvo con Kardia, porque lo admitía como el alfa de su amigo. 

 

-¿La plática? 

 

Le pregunto, ingresando en su cuerpo de nuevo, besando sus labios, recordando que Kardia y Cid fueron a advertirle lo que sucedería si solo estaba jugando con su amigo, si acaso se atrevía a lastimarlo, cuando él estaba en su jardín, entrenando. 

 

-En la que también participó Cid. 

Manigoldo asintió, recordando que no le habían dicho nada al respecto, gimiendo cuando los embistes de su alfa aumentaron su intensidad. 

 

-Solo para que a Kardia no se le fuera la mano… 

 

Suponía que era cierto, pero ese dia fue feliz, al saberse aceptado por su cangrejo que era lindo y dulce, tan delicado como una flor, pero igual de fuerte. 

 

-Cuando me amenazó con cortarme algunas partes de mi cuerpo si acaso te hacía daño.

 

Una parte de su cuerpo, con la cual podía ver que Manigoldo sentía mucho placer, especialmente, cuando le veía arquear su espalda, apretando su cadera con sus piernas, gimiendo en voz alta. 

 

-Si, esa platica, necesaria y justa.

 

Susurro Manigoldo, viendo estrellas, sintiendo como su próstata era arremetida sin descanso, sus labios besados por su alfa, que no dejaba de brindarle placer, esforzándose hasta el límite por hacer durar ese momento. 

 

-¿Le darás la platica a Hasgard? 

 

Le pregunto Albafica con una expresión que decía claramente que no le creía, que no pensaba hacer algo como eso. 

 

-Si lastima a mi maestro lo mandare al Yomotsu y lo lanzaré al Inframundo. 

 

Una expresión que decía claramente que se estaba esforzando demasiado en poder prestarle atención, en sonar relativamente coherente, cuando lo único que deseaba era perderse en ese placer. 

 

-Tu maestro se enojara mucho contigo. 

 

Le advirtió, apretando los dientes, con un sonido gutural, que volvía loco a Manigoldo, quien besó sus labios, mordiendo su labio debido a su deseo, su ansia por sentir a su alfa en sus brazos, en su cuerpo. 

 

-Pero… pero no creo que sea necesario. 

 

Manigoldo de pronto dijo, porque no quería que su alfa pensara que Hasgard no quiso ayudarle, porque si lo intento, si trato de apartarlo de Aspros, llamando la atención de Albafica, que le veía fijamente, deteniéndose unos instantes, porque de seguir esa danza, no podría controlar su cuerpo.

 

-El intento ayudarme, sentí su cosmos… él es bueno. 

 

Le explico, tratando de hacer que su alfa se moviera sobre el, pero no lo hacía, su expresión sombría, por unos instantes, recordando que aún estaban en peligro, que debía destruir a sus enemigos, para proteger su paraíso.

 

-No le he dado las gracias de forma adecuada. 

 

Pronunció de pronto, recargando su frente contra la de Manigoldo, que le veía fijamente, relamiendo sus labios, esperando que su alfa volviera a moverse, lo necesitaba, quería que marcará su cuerpo.

 

-Pero… 

 

Albafica susurro, moviéndose de nuevo, esta vez sin detenerse, de una forma salvaje, casi, porque no lastimaba a su omega, que le recibía con gusto, llevando sus manos a las nalgas de su compañero, para que llegara más profundo, empujandolo contra su propio cuerpo.

 

-Pero ya no deseo saber nada más, no quiero hablar de nada más que no sea esto… 

 

Albafica pronunció, sosteniendo las rodillas de su omega, para llegar más profundo, besando sus labios, marcando sus dientes en su cuello, escuchando los gemidos de su amado, que encajaba sus uñas en sus brazos.

 

-Mi flor… 

 

Susurraba perdido en el placer, en los ojos de su omega. 

 

-Albachan… 

 

Manigoldo no dejaba de gemir, de recibirlo en su cuerpo, pidiéndole un poco más con sus movimientos cadenciosos.

 

-Manigoldo… 

 

Albafica levantó el cuerpo de su omega, para sentarlo sobre él, para que su amado pudiera cabalgarlo, algo que hizo, sin que tuviera que pedírselo, llevando una mano a su cabeza, jalando un poco su cabello.

 

-Albachan… Albachan… más… 

 

Manigoldo subía y bajaba sin descanso, dejándose caer en la hombría de su alfa, que no dejaba de poseerle, que estaba a punto de llegar al clímax. 

 

-¿Que tanto? 

 

Pregunto Albafica, aunque ya lo sabía, ya entendía que deseaba su omega.

 

-Todo… lo quiero todo… 

 

Susurro, sintiendo como su alfa se derramaba dentro de su cuerpo, marcando sus dientes en su hombro, acariciando su sexo, para dejarlo ir de pronto. 

 

-Albachan… Por… Por favor 

 

Observando cómo manaba su semilla, el moviéndose todavía en el cuerpo de su omega, que no dejaba de suplicarle por más, sin pudor alguno. 

 

-Mi flor… mi bella flor… mi dulce flor… 

 

Albafica se movió unas cuantas veces más, su semilla llenando el cuerpo de su omega, que encajaba sus dedos en sus hombros… 

 

-Mi alfa… mi rosa… mi dulce rosa… 

 

Sintiendo el orgasmo, los últimos instantes de este, como golpeaban su cuerpo, su psique, haciéndole caer sobre su alfa, que le miraba con una expresión satisfecha, besando su frente, preguntandose que habia hecho para merecerse a su cangrejo. 

 

-Te amo… te amo tanto… 

 

Y aunque no lo hiciera, no pensaba devolverlo, su cangrejo era suyo, su flor era suya, nada ni nadie lo apartaria de ella, sin importar a qué dioses tuviera que matar, que tuviera que cubrir valles enteros con su veneno, no se lo apartarian, no se lo robarían. 

 

-Te amo… 

 

No quería vivir sin él, no lo haría, su amor era de su cangrejo y no le dejaría rechazarlo. 

 

-Te extrañe tanto… 

 

Aunque bien sabía que su cangrejo nunca le daría la espalda, nunca lo dejaria solo, porque su amor era todo suyo. 

 

-Cada minuto sin ti fue el infierno… 

 

Pronunció Manigoldo, besando su mejilla, acariciando su pecho, suponiendo que debían vestirse, pero, le gustaba estar así con él, en sus brazos.

 

-Sabía que vendrías… que no me dejarías solo… 

 

Albafica lo cargo, esperando que su tina al menos estuviera en pie, tenían que bañarse.

 

-Me lo prometiste… 

 

Era cierto, se lo prometió y de no ser por Asmita, él había acudido a su amado, pero, el veneno aun seguiría corrompiendo su cuerpo, el veneno, que se daba cuenta no lo dañaba, no lo portaba, pero aun le obedecía.

 

-Jamás volverán a apartarme de ti, nunca, y no me importa que tenga que cubrir el mundo de veneno para destruir a mis enemigos, yo no te dejaré solo, jamás. 

 

Pronunció Albafica, acomodando a su cangrejo en el agua caliente, para ingresar en la tina a su lado, acariciando su espalda, ayudandole a lavar su cuerpo. 

 

-¿También visitaremos el mundo? 

 

Albafica asintió, visitarian el mundo, verían todas sus maravillas, todo lo que nunca habían disfrutado, cumpliria cada una de las promesas que le hizo a su cangrejo.

 

-Antes de que lo cubras de veneno. 

 

Manigoldo no le creía, supuso, pero lo haría, de ser necesario, para proteger a su cangrejo. 

 

-En una luna de miel. 

 

Pero no tenia porque decirselo, llegado el momento, comprendería que eso era lo mejor para los dos, para sus hijos. 

 

-Juntos veremos todo el mundo mi flor, mi cangrejo, como te lo prometí. 

 

Visitarian el mundo entero, bailarian, harían el amor, cuidarian de sus pequeños, serian libres. 

 

-Me gustaría mucho eso. 

 

A los dos les gustaría, los dos amarian esa libertad, de eso estaba seguro. 

 

-Sera perfecto, tu, yo, nuestros mellizos… juntos. 

 

*****

 

Hola chic@s, Defteros encontró a su omega, Sylphid no desea acudir con Dohko, que le llama a su lado, y nuestra rosa ya no es tan dulce como en el pasado. Espero les guste el capitulo, muchas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas. SeikenNJ


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