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Paraiso Robado. por Seiken

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Eros vio con demasiado placer como Minos se quitaba la flecha del hombro, lanzandola al suelo, para cubrirse con su armadura, respirando hondo, sintiendo como la sangre caía sobre su piel, formando un charco en el suelo, pero no era suficiente, aun deseaba causarle mucho más dolor. 

 

Así que ataco, pero esta vez usando sus puños, golpeando el rostro de Minos, así como su estómago, con dos ganchos, seguidos de un golpe cruzado a su barbilla, viendo como sangre roja brotaba de su boca, al morderse el labio, siendo lanzado lejos, cayendo a varios metros de distancia. 

 

Relamiendo sus labios cuando quiso usar su marioneta cósmica con él, cortando los hilos con su cosmos y sus alas, para sostenerlo del cuello, elevandolo en el aire, sus ojos fijos en los grises, que sostuvo su muñeca, para aletear con su armadura, o eso intento, porque Eros lo azotó contra el suelo, creando un surco de tierra a sus pies. 

 

-Jamás pensé que podría darte las gracias por algo Minos. 

 

Parecía que Minos no estaba peleando, que se dejaba golpear por él y eso le hacía enfurecer mucho más, porque no le daba el placer de humillarlo, de destruirlo usando su cosmos, demostrarle que no era más que un humano, un estúpido mortal que se creía un dios. 

 

Que pensaba que podía enfrentarse a los designios de los dioses, arrebatarle a su omega, a su amado señor, una vez que su marioneta ya no le estorbaba, que podía recuperar aquello que su madre le robo, ese dulce omega entregándose a él, por un poco de afecto. 

 

Minos se levantó, limpiando su boca con el dorso de su mano, observandole fijamente con los dientes apretados, respirando hondo, no quería llamar demasiado la atención, porque si Zeus lo sentía, sabria que lo había traicionado, que trataría de defender a su omega y con esté fuera del Inframundo, era una presa fácil. 

 

-Pero gracias a ti me libere de ese títere, sin tener que manchar mis manos con su sangre. 

 

En ese momento sintieron dos cosmos elevarse en ese mundo, uno era el de Hades, el otro el de Zeus, quienes empezaban su cruel combate, haciendo que la tierra se estremeciera y cada portador de cosmos se diera cuenta que una batalla de mil días, o mil años daría inicio. 

 

Un combate que podría usar a su favor, supuso Minos, ya que su padre estaba distraído con su justo hermano, que había comprendido su petición, tener una oportunidad para recuperar a su amado, una que a él siempre le negaban, porque sólo cuando triunfaban en las guerras, era que su esposa era liberada de donde su madre la mantenía prisionera. 

 

Hades vio su amor y le tuvo piedad, no podía hacer que su omega le amara, o que se apartara del ladrón de nidos pero si le daba una forma de ganarse su perdón, de tenerlo a su lado, aunque fuera de lejos. 

 

-Tú serás quien pague las consecuencias de su muerte y yo volveré a convertirme en su ancla, en su sostén, el dios que siempre lo escucha, que siempre está ahí, a quien le dará su amor, su lealtad, lo que me merezco. 

 

Minos respondió con un aleteo de sus alas, usando su tecnica mas poderosa, la que provocó una onda de choque que lanzó a Eros lejos de su cuerpo, destruyendo parte del bosque donde se encontraban, pero, sin llegar al pequeño pueblo cercano al santuario. 

 

Buscando a su enemigo, que regresó usando sus alas, golpeando su rostro con su puño cerrado, para después, uniendo las dos manos, azotarlas contra la espalda de Minos, que no tuvo tiempo para defenderse de un rodillazo en su estómago, quejándose, perdiendo la respiración. 

 

Usando su marioneta cósmica de nuevo, apartando esta vez a Eros de su lado, a quien lanzo lejos, usandolo las cuerdas, para azotarlo contras varios de los árboles, soltandolo, solo para aletear de nuevo, impactando su cosmos contra el cuerpo del dios, que cayó de pie, con varias heridas superficiales.

 

-Así que lo que dijo mi pequeño hermano es cierto, Valentine está muerto y no regresara.

 

Susurro Minos, esquivando otra flecha usando sus alas, para después arrancar varios árboles a su alrededor, lo que quedaba de estos, los que usó en contra de Eros, como si fueron espadas o garrotes, chocando contra su cuerpo, escuchando algunos quejidos, cuando se impactaban con el dios del amor, que sin duda era por mucho más fuerte que él. 

 

Y se dieron cuenta que solo se marcharon, porque Zeus los retiró del combate, de lo contrario no se habrian detenido hasta asesinarlos, aunque, también se daba cuenta que prefería que Aquiles fuera quien los matara, tal vez como otro castigo por ser el alfa de su pequeño hermano. 

 

-Y todo gracias a ti. 

 

Eros pudo liberarse de sus hilos y destrozar los árboles con sus manos, incendiándose, creando un círculo de fuego alrededor de ellos, el que lentamente comenzaba a consumir otras plantas, haciendo que los pocos animales que aún quedaban en esa zona huyeran por su vida.  

 

Haciendo que Eros se viera mucho más aterrador, si fueras un mortal común, pero Minos no le temía, porque sabía que no podía dejarle llegar a su omega, era el dios del que deseaba protegerlo, quien deseaba matarlo, para apoderarse de él, sin importarle que su omega hubiera perecido bajo las manos de Zeus, sin importarle su misión, únicamente su deseo por su pequeño hermano. 

 

-Mi hermano los ha separado, el siempre tiene razon, despues de todo, es mucho más sabio de lo que todos le dan crédito. 

 

Su hermano siempre tenía razón, era un soldado poderoso, y su instinto era infalible, su hermano que supo que él era el otro monstruo del que debía protegerlo, que supo que Valentine estaba muerto, que en ese momento estaba solo en el santuario, acompañado de su polluelo, a quien le habían enseñado a odiarlo. 

 

-Pero no importa eso Minos, porque tu lo mataste, tu cargaras con esa culpa, con ese acto de traición. 

 

Eros había sido apartado de su amado, del pequeño omega de Creta, por su títere, por el envase que eligió, usando el Inframundo como una barrera, aunque en ocasiones podía salir, como cuando se marchaba del abismo para crear su hogar para su omega, un sitio en donde estaría seguro, en donde encerraron a la espada y de donde era muy difícil escapar. 

 

Cualquiera podría pensar que era su propio laberinto del minotauro, con la excepción que su amado no querria escapar de ese sitio, no querría marcharse, porque su dios habitaba esas paredes y comenzaba a pensar, que era mucho más fácil quebrarlo, darle unas gotas de agua del olvido, para tenerle dócil a su lado, que enamorarle de nuevo. 

 

Aquiles no lo permitiría, pero como lo había traicionado, esa copia del grifo, no tenía nada que decir, no tendría que seguir cuidándolo y aunque, en el pasado lo cuido como su hijo, aunque lo quiso como si fuera su propio vástago, al ser traicionado, decidió borrar cualquier afecto que le tuviera. 

 

Después de todo era un pequeño grifo, no un pequeño dragón, era un traidor, un mentiroso, un falso, justo como Minos, justo como Hefesto o su madre, como lo era este Radamanthys, nacido del olvido, que prefería su vínculo creado por los dioses, que aquel que forjaron por vidas enteras. 

 

Aunque eso no era del todo cierto, después de algunas vidas, su títere fue cada vez más fuerte, cada vez más independiente, Valentine se hizo con su cosmos, con su fuerza, pero apartó su mente consciente de su cuerpo, apoderándose de aquel que necesitaba su amor, cuyas plegarias escucharía, porque las conocía al pie de la letra. 

 

Deseaba que su alfa destinado le amara, quería su amor, su confianza, quería que le mirara como algo más que un hermano, como un omega, su sueño era ser correspondido y por ello suplicaba. 

 

Súplicas que su madre había escuchado, que haría realidad, pero él no pudo permitirlo, así que movió sus hilos, por decirlo de alguna forma, su influencia para que el senador lo atacara, para que Gracchus quisiera casarse con él, para que la bella Pasifae se perdiera en un amor demencial por Minos, para sumirlo en la desesperación y así, cayera en sus brazos. 

 

Pero el omega de Creta no quiso aceptar su amor, su suplica por ser el quien fuera su amado, así que tuvo que forzarlo, tuvo que hacerlo suyo y al ser un omega, sabía que un alfa, un dios como él, tenía derecho sobre su cuerpo, lo aceptaba, era su amante, era su amado, pero aun esperaba sumiso por el afecto de su alfa destinado casado con una mujer que amaba humillarlo, a quien desterraron de Creta, para hacerle olvidar con las aguas del olvido. 

 

-¿Porque no te marchaste cuando pudiste hacerlo? ¿Porque esperar a que lo matara?

 

Minos lo despertó de sus pensamientos, golpeándolo varias veces en el torso, en el rostro, sosteniéndolo del cuello con sus hilos, para lanzarlo lejos, haciendo que su caso cayera al suelo, observando las diferencias que existían entre su títere llamado Valentine, y el dios Eros. 

 

-Porque mi títere quería liberarse de mis cuerdas, sabes cómo es eso, no es cierto Minos, asi que debia morir. 

 

Los rasgos de Eros eran por mucho más hermosos que los de Valentine, era mucho más fuerte, mucho más alto, su cabello era de fuego, sus ojos eran más oscuros, con un aire rapaz que nunca había visto en el pequeño alfa, si es que era un alfa, su rostro estaba cargado de superioridad, de soberbia, con un aire de sadismo, ese dios, no era el mismo que a quien odiaba de sobre manera. 

 

-Valentine te aparto de sus brazos, por eso estabas encerrado en ese templo, ajeno a lo que sucedía con ellos, ahora entiendo, el títere se convirtió en titiritero. 

 

Eso lo dijo sorprendido, porque no pensaba que Valentine tuviera ese poder, esa fuerza de voluntad, era imposible para él y sin embargo, allí estaban, dos criaturas diferentes, una de ellas mortal, a quien destruyo con su daga de oro, que no pudo defenderse porque el dios que le daba su cosmos se lo evitó, y el dios, un ente de furia, una amalgama de la ira y la lujuria, que esperaba poder matarlo, para apoderarse de su omega. 

 

-Y tu lo mataste, por lo que te doy las gracias. 

 

Eros hizo estallar su cosmos, antes de lanzarse en contra de Minos, para golpearlo con sus puños, tratando de encajarlos en su cuerpo, destruirle, pero no solo eso, también deseaba hacerle sufrir, hacerle desesperar, porque se trataba de un humano, que deseaba quitarle a un dios lo que había elegido para él. 

 

-Pero ahora que ya no está, yo puedo matarte y ser libre de ti. 

 

Minos era un humano, un simple humano cualquiera, un don nadie, que no podía enfrentarse a él, porque era débil, carecía de la fuerza de voluntad, como una marioneta cuyos hilos han sido cortados, y eso le daba tanto placer, casi tanto como el saber que Radamanthys regresaría a sus manos, como un omega obediente, como un amante sumiso, cuyo mundo sería él. 

 

-Mi omega está embarazado, si mueres, ya no vas a regresar. 

 

No tendría porque criar a la pluma del cuervo, al traidor que le dio la espalda después de cuidar de él, de quererlo como su padre, para evitar que su amado regresara a sus brazos, lanzando el agua que le entregaría su voluntad, cuando debió hacer que la bebiera. 

 

El pequeño grifo no existiría, únicamente su amado omega, que tarde o temprano daría a luz a los hijos de un dios, todo gracias a su aliado insospechado, que después de ser convocado por Zeus, se encontró con él, comprendiendo lo que otros no, que él era el dios del amor, que podía lograr lo que tanto deseaba, despertar el amor del cangrejo en su corazón.

 

Aspros conocía la forma de destruir a Zeus, a los dioses, tenía un arma que le dejaba reescribir el universo a su antojo, un dios del tiempo a su merced, como su esclavo, quien inició esa guerra, creyendo que podría destruir a los dioses y el coronarse como el amo del mundo entero. 

 

Pero en algún momento sería capturado por Aspros, que usaría su cosmos a su ventaja, su poder, reescribiendo el pasado, para lograr su propósito, el amor de su conejito sería suyo y todos pensaban que la rosa fue el detonante de la guerra. 

 

-¿Esa es tu fuerza Minos? ¿Este es el patético orgullo de Zeus? 

 

Eros sostenía a Minos del cuello, arrancando un ala de su armadura, la que lanzo lejos, despues la otra, preguntándose si primero debía romperle todos los huesos de su cuerpo, o era mejor matarlo, destruir ese cuello, o tal vez su espina, dejarlo a la merced de las fieras del bosque, para que lo devoraran vivo, las aves se comieran sus ojos, esos con los que se atrevía a mirarle desafiante. 

 

-¿Unas últimas palabras? 

 

Minos se sostenía de las muñecas de Eros, tragando un poco de saliva, observandole fijamente sin saber qué hacer, preguntándose si ese era el poder de un dios, o era porque traicionó a su padre y sin Hades, sin los dioses a los que servía, su cosmos no era tan brillante como debería serlo, como lo era con su versión más joven. 

 

-¿Porque Radamanthys? ¿Porque mi omega? 

 

Fue lo único que Minos pudo pronunciar, esa pregunta que se hacía cientos de veces, porque deseaba saber la razón detrás del robo de su amado, del robo de su nido y del secuestro de su pequeño. 

 

-¿Porque? 

 

Eros le pregunto, tomando uno de las muñecas de Minos, relamiéndose los labios antes de apartarla por la fuerza, retorciendo su brazo hasta que escuchó un crujido, escuchando un grito de dolor, tomando una decisión, lo mataría lentamente. 

 

-¡Porque estás empeñado en apartarme de mi omega!

 

Eros soltó el brazo de Minos, viendo cómo colgaba en una postura extraña, sosteniendo entonces los dedos del juez de las almas, los que machaco entre los suyos, escuchando más gritos de dolor. 

 

-¡Porque deseas robarme a mi omega! ¡A mi hijo! 

 

Eros lo dejó caer de rodillas, observando con placer, pensando que era muy agradable ver a un humano que se sentía superior a los dioses de rodillas, sosteniendo su brazo, cubierto de marcas, de heridas. 

 

-¡Mi familia! 

 

Tal vez había perdido la razón, porque no dejaba de pronunciar lo obvio, era su omega, era su hijo, era su nido, pero no era merecedor de ellos, aunque, Aquiles no tenía porque nacer, porque él no tenía porque criar a un traicionero grifo que le daría la espalda al final. 

 

-¡Mi nido!

 

Su nido, su nido, no dejaba de decir estupideces, pero no importaba, dentro de poco moriría y él recuperaria a su amado señor, que si no deseaba estar a su lado por las buenas, le haría olvidar, depender de él a todo momento, pero no se apartaria de ese humano, era un dios, sus deseos eran designios divinos. 

 

-Pense que era obvio… 

 

Eros llevó sus labios a los oídos de su enemigo, para decirle la razón de sus actos, de su deseo, de sus designios, esperando que Minos lo comprendiera, lo aceptara, aunque sabía que no era tan inteligente. 

 

-Porque soy un dios y mis deseos se convierten en designios divinos, porque ese omega imploraba por se reconocido por su alfa, yo soy ese alfa, porque yo lo deseo. 

 

*****

 

Aquiles estaba a punto de ingresar al templo en donde podría ver a los espectros caídos, quienes le harían ver que tan equivocado estaba de escuchar a su padre. 

 

-Piénsalo Aquiles, no habrá marcha atrás después de esto… 

 

Aquiles guardó silencio, para sentir de pronto el cosmos de su omega, elevándose con tanta rapidez, con tanta fuerza que le hizo detenerse antes de ingresar en el templo de virgo.

 

-¿Madre?

 

Como si sintiera mucho dolor, volteando, para regresar tan rápido como podía, pues su omega le necesitaba a su lado, lo sabía, al escuchar ese grito desesperado y furioso. 

 

-¡Madre! 

 

Tifón le observó en silencio, corriendo detrás de él, esperando que nada malo pudiera pasarle a Radamanthys, que vestido con su armadura, seguía sosteniendo su cabello, caminando a su vez, en la dirección donde sentía el cosmos de Minos y Eros. 

 

-¡Madre! 

 

Aquiles llego a tiempo para ver como su omega abría sus alas y se marchaba, sin prestarle atención a sus gritos, a sus llamados, como si estuviera sordo, alejándose de allí, siguiendo el cosmos incendiado a lo lejos, un enfrentamiento, que podía lastimar a su omega. 

 

-¡No vayas! 

 

Radamanthys se detuvo por unos instantes, observándolo como si pensara escucharlo, pero no lo hizo y sin más, simplemente se alejó, tratando de llegar a donde se realizaba ese combate tan rápido como pudiera.. 

 

-¡Madre! 

 

Volvió a gritar, pero como no quería escucharlo ni detenerse, se dio cuenta que tenía que seguirlo, sin importar que ocurriera, tenía que proteger a su omega del peligro. 

 

-¡Madre! 

 

*****

 

Aspros una vez que Zeus partió para destruir a sus enemigos, una vez que se quedó solo en el Olimpo, sonrió, llevando sus manos detrás de su espalda, su cabello negro, sus ojos rojos inyectados de sangre, su expresión una plagada de crueldad, de furia, porque sabía que el dios del olimpo deseaba destruir a los omegas. 

 

Un acto que no permitiría, porque su conejito era un omega, su hermoso conejito embarazado, esperando gemelos, que perdería la vida debido a la sangre envenenada de la rosa. 

 

Había conversado con Eros, largamente, usando a Kairos, su cosmos, encerrado en la prisión que creó para él, el mismo dios que pensaba podía jugar con ellos, con Aspros de Géminis, el patriarca del santuario. 

 

Shion había hecho lo que tenía que hacer, su obsesión por el veneno le hizo muy util y casi no tuvo que hacer nada, sólo ver, esperar el momento en el cual esa sirena fuera apartada de su omega. 

 

Se vio a sí mismo disfrutando de los placeres que su lindo conejito le brindaba, los siguió hasta Rodorio y vio, como el destino cambiaba, Sage lo apartaba de nuevo de su amado, alejandolo de su cariño, de su protección. 

 

-Dohko. 

 

Tenía dos santos de libra bajo su control, uno de ellos el patriarca de un pasado remoto, el otro, el anciano maestro de las futuras guerras, un guerrero poderoso, sabio, gentil, un estorbo, del cual se deshizo, porque sabía que no les brindaría ayuda, el siempre fue muy justo, además, la armadura de libra le mostraba la realidad de sus actos, lo ruines o justos que podían ser.

 

-Patriarca. 

 

Shion el viejo atacó a su omega, usando el satan imperial modificado, pero al mismo tiempo él hizo lo propio, golpeó la psique de Dohko sin ser descubierto, quien era uno de sus soldados, quien solo pensaba en su omega, llamando por él, para que le hiciera compañía. 

 

-¿Quieren apartarte de tu omega? ¿Lo vas a permitir? 

 

Sin embargo, Asmita usaba su cosmos, el santuario lo apartaba de su amado y eso le hacía sonreír, porque sin proponérselo, se había convertido en el enemigo del santo dorado más poderoso del futuro. 

 

-No, no me quitaran a mi omega. 

 

Aspros sonrío, porque no era necesario saber más, todos los guerreros que estaban postrados delante de él, sabían que tendrían lo que deseaban, porque había conseguido un aliado poderoso, al mismo dios del amor. 

 

-Todos tendremos nuestra justicia.

 

*****

 

Zeus momentos antes, sostenía el cuello de su propio hermano entre sus manos, quien había sido derrotado y estaba cubierto de sangre, respirando hondo, comprendiendo muy bien lo que seguiría. 

 

-Tu esposa te destruirá Zeus, nuestro tiempo ha llegado, es momento de que nazcan dioses nuevos, para la nueva humanidad. 

 

Zeus ladeo la cabeza, acariciando la mejilla de su hermano, llevando su frente a la suya, con un gesto que podía ser cariño, pero no lo era, solo se trataba de una burla. 

 

-Esa vaca no podrá derrotarme, yo la destruiré a ella y a toda su progenie, hasta el último de ellos. 

 

El último de ellos era Aquiles, el primero Hefesto, aun Radamanthys, que era el omega de Minos, el pago que esperaba recibir por su lealtad, así que Hades, sintiendo que la vida se le escapaba, hizo un último acto de justicia. 

 

-Tus hijos aman a sus omegas, no les darán la espalda para servirte a ti, eso tenlo por seguro. 

 

Hades lo pronuncio como una profecía, como una maldición, que hizo que Zeus enfureciera un poco más, asi que siguio apretando el cuello de su hermano, escuchando como este iba quebrándose ante su fuerza. 

 

-Destruiré a sus omegas primero, asi no me estorbaran. 

 

Hades ya no podía hablar, pero sonrió, usando su cosmos, lo que quedaba de su esencia vital para mandarla lejos, a tres omegas en particular, como una última rebelión a su hermano, donando su cosmos, restaurando los males que les aquejaban y en uno de ellos, restaurando su memoria. 

 

-No importa lo que hagas, ya intentaron destruirme antes, no lo lograran. 

 

*****

 

Radamanthys cayó al suelo, cuando el cosmos de Hades ingreso en su cuerpo, reparando sus heridas, todas ellas psíquicas, terminando de curar lo que iba recordando lentamente, haciendo que llevara sus manos a su cabeza, respirando hondo, sintiendo esos dos cosmos enfrentarse y reiniciar su vuelo. 

 

-¡Madre! 

 

Ignorando los gritos de Aquiles, que no dejaba de perseguirlo. 

 

-¡No vayas! 

 

Pero tenía que ir, tenía que confirmar aquello que recordaba, ese dolor y esa decepción tan grandes, esa traición de quien pensaba amaba y le correspondía. 

 

-¡Por favor! ¡Para!


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