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Paraiso Robado. por Seiken

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-Parece que no tienes la fuerza para sostener tus palabras Minos, eso te transforma en una marioneta, muy fácil de romper. 

 

Eros sostenía el cuello de Minos con una de sus manos, aun seguía torturandolo, haciéndolo gritar, rompiendo más huesos del brazo que ya había quebrado, viendo como con su brazo libre intentaba soltarse de su agarre, pero no podía, él era demasiado débil.

 

-Tal vez por eso, te gusta tanto hacerles bailar con tus hilos, pero ya me aburri y ya es momento de que mueras. 

 

Minos sostuvo su mano, sintiendo como sus dedos iban apretando cada vez más fuerte su cuello, esperando pronto escuchar un crujido, que le demostrara que ya no podía respirar, que ya no podría mantenerse de pie, que al fin había muerto. 

 

-Unas últimas palabras… 

 

Minos tenía razón, Eros apreciaba su dolor, le era muy divertido verle sufrir, pero escuchar sus gritos, ese era un placer mucho mayor aún, especialmente, cuando después de esto, Radamanthys al fin sería suyo, sería libre de su destino, de su lazo. 

 

-Pero que digo, no puedes hablar… 

 

Eros empezó a reírse, al ver la desesperación de Minos, como intentaba atacarlo, usando sus alas monumentales, pero no podía, el aire, el oxígeno, era necesario para que una criatura como esta pudiera sobrevivir, los humanos, eran tan frágiles, que sin duda alguna, en pocos segundos el grifo dejaría de existir. 

 

-¡Gran caución! 

 

Lo que detuvo el golpe de Eros, lo que evitó que rompiera el cuello de Minos, y lo soltara, fue la sorpresa de ser atacado por su señor, que inmediatamente creó una de sus lanzas, impactandola contra su mano, haciendo que se encajaran pequeñas astillas en su piel, sin dañarlo lo suficiente, pero sí, haciéndole retroceder, al sentirse traicionado por su señor. 

 

-¡Alejate de Minos! 

 

Eros vio como Minos, sostenía su cuello con sorpresa, tan extrañado como él, cuando Radamanthys lo protegió del dios del amor, usando su mejor tecnica, tambien una de sus lanzas, sin hacerle demasiado daño a su enemigo, porque su celo lo debilitaba. 

 

-¿Porque? 

 

Radamanthys se sentía mucho más confundido que nunca, porque no sabía que pensar en ese momento, al recuperar todos sus recuerdos, aquellos de su primera vida, y aquellos de las demás. 

 

-Porque lo recuerdo todo, Eros y se que tu no eres Valentine, como Minos, no es el demente que lo asesinó frente a mis ojos. 

 

Aquiles al escuchar esas palabras quiso intervenir, pero Tifón lo sostuvo de los brazos, esperando ver el resultado de ese encuentro, escuchando lo que Radamanthys tenía que decirle al dios que dejó que su madre muriera, que su padre perdiera la vida, que le daba agua del olvido a su amado cada noche, de tal forma, que su psique estaba quebrada en mil pedazos. 

 

-Y porque Minos, está bajo mi proteccion, asi que si quieres matarlo, tendrás que pasar sobre mi primero. 

 

Radamanthys había caminado hasta detenerse frente a Minos, que aun sostenía su brazo, mirándole fijamente, sin poder comprender, mucho menos, creer en sus palabras, porque no entendia la razon detras de esa seguridad, de esa actitud desafiante, especialmente, cuando estaba dedicada a proteger a un ente, que debía odiar, por el que no debía sentir compasión, una agresividad que era proyectada hacia quien pensaba elegiría si tuviera todas sus memorias intactas. 

 

-¿Vas a protegerlo? 

 

Radamanthys asintió, abriendo los brazos, como si fueran una barrera que podría proteger al alfa hincado en el suelo, que le miraba en absoluto silencio, sosteniendo su brazo, el que estaba destrozado, al mismo tiempo que Eros, negaba eso, apretando los dientes, desviando la mirada, sin comprender porque protegían a Minos. 

 

-¿Vas a traicionarme? 

 

Eros comenzó a respirar hondo, tratando de controlar su enojo, su decepción, especialmente al ver que Radamanthys ya no tenía esa mirada perdida, como de un cachorrito abandonado, volvió a ser el guerrero que destruyó su cuerpo en más de una ocasión, el soldado que se enorgullecia de proteger a la señorita Pandora, de servirle al dios Hades, una expresión que conocía bien, que no le agradaba tanto ver en su futuro omega, en su omega, porque Valentine no fue más que una marioneta que quiso dominarlo, pero al final, no pudo. 

 

-¿Me obligaras a pelear contigo? ¿A lastimarte? 

 

Minos trato de advertirle que no se atreviera a dañar a su omega, pero este le vio de reojo, con una expresión que claramente le decía que guardara silencio, que no dijera más estupideces, porque no deseaba escucharlas. 

 

-Solamente pelearas si tu deseas lastimarme. 

 

Eros extendió entonces su mano, como si se la ofreciera, esperando que llegara a él, que fuera en su encuentro, que se marcharan juntos, porque solo así no pelearía para mantenerlo a su lado, en su compañía. 

 

-Entonces ven conmigo, así no tendremos que pelear y sabes que mi amor es mucho mayor que cualquier deseo que cualquiera pueda albergar por ti. 

 

Radamanthys de nuevo negó eso, no se marcharía, porque ya habían hecho esa clase de promesa, Eros le había prometido que de entregarse a él, tendría el amor de su alfa, sabría cómo complacerle, como llamar su atención, pero eso no sucedió, solo se apartó cada dia mas de su hermano mayor, que se casó con Pasifae, quien amaba con locura a Minos, tanto que sospechaba la presencia de una flecha en su espalda o en su cuerpo.

 

-Tampoco voy a ir contigo, si te doy la espalda, matarás a Minos, como mataste a Valentine, como mataste a ese guerrero que me dejo escapar del laberinto, como mataste o enamoraste a cada uno de los alfas que alguna vez creíste era el que esperaba, por quien oraba en esos templos. 

 

Jamás le dijo el nombre de quien pensaba era su alfa, siempre guardó silencio, así que Eros nunca supo que Minos era el alfa a quien deseaba, de saberlo, le habría matado, por lo que ya estaba decidido, sí tenía que pelear con Radamanthys, para apartarlo de Minos, asi seria. 

 

-Entonces, si yo te lastimo, solo será culpa tuya, Radamanthys. 

 

Eros elevo su cosmos frente a la mirada sorprendida de Aquiles, que aún era sostenido de los brazos por Tifón, evitando que se interpusiera entre ellos, deteniendo a su amado, quien no quería creer que su padre, quien lo crió, se atreviera a lastimar a Radamanthys, a su omega. 

 

-¡No! ¡No lo hagas! 

 

Grito tratando de evitar ese combate que no debería pasar, pero no fue escuchado porque los dos guerreros inmediatamente se enfrascaron en una batalla de fuerzas de voluntad, de cosmos encendidos, Radamanthys no debería tener suficiente cosmos para enfrentarse con Eros, pero después del regalo de Hades, si lo tenía, sin saber como, sostuvo el puñetazo que el dios del amor trato de darle en el rostro. 

 

-¡Toma a tu padre y marchate ahora mismo! 

 

Radamanthys pudo escuchar ese grito, pero sabía que no solo estaba enfrentándose con Eros por el bienestar de Minos, que les observaba, con un brazo roto, con varias heridas, vivo, pero no sabía por cuánto tiempo, tambien lo hacia por él, por Aquiles, el que comenzaba a crecer en su vientre, el pequeño perdido que trataba de proteger a una criatura que le odiaba.

 

-¡El no es mi padre! ¡Es Eros! 

 

Pero había sido dañado por su padre adoptivo, lo sabía, tenía la expresión rota que su hermano mayor usaba en el pasado, bebía de esa agua del olvido, lo había escuchado cuando pensaban que no era más que un demente. 

 

-¡Yo no soy tu padre!

 

Eros golpeó entonces el costado de Radamanthys, como si quisiera hacerle un agujero, pero de nuevo, el cosmos del dios de la muerte lo protegio, evitando que le hicieran daño, aunque sí tuvo que retroceder, recibiendo otros golpes, otros puñetazos, impactos que le hacían retroceder un poco más, un paso a la vez. 

 

-¡Y de haber sabido que no me agradeceria este acto de amor a él, no te habría recogido! 

 

Las facciones de Aquiles se contorsionaron debido al dolor, sin entender porque parecía que Eros le odiaba, porque atacaba a su omega, que podía defenderse apenas, no era tan fuerte como un dios, pero, podía defenderse debido al regalo de despedida del dios de la muerte. 

 

-Aspros tenía razón, siempre tuvo razon, tu no me agradecerias mi sacrificio, los omegas deben ser apartados de sus alfas, los lazos deben ser destruidos, sólo así, podremos defenderlos del dolor, de la muerte, aunque no nos lo agradezcan al principio. 

 

Aspros, hablaba del mortal a quien había maldecido con una de sus flechas, quien no era consciente de sus actos, que eran realizados debido al deseo, a la locura del propio Eros, que atacaba sin tregua, sin piedad, recibiendo daño, eso era cierto, pero provocando mucho mas daño aun. 

 

-Los actos que realiza este Aspros no son más que obra tuya, Eros, tu le clavaste una flecha por la espalda, un golpe a traición. 

 

Era cierto, pero en su maldición, cuando él atacaba a un mortal, sus deseos, su afecto y su lujuria se veían incrementados, superaban a sus temores, sus dudas, actuaban de una forma pura, primaria, porque él no podía hacer que naciera el amor en un mortal, de poder hacerlo, haría que su Radamanthys le amará, pero si podía hacer que los sentimientos en el fondo de su corazón se magnificaran, liberandolos de esa forma. 

 

-Aspros ama a ese mortal y nunca se hubiera atrevido a realizar su cortejo de no ser por mi, Itia deseaba a ese cangrejo de lemuria, pero era un anciano sin nada que ofrecerle, necesitaba un empujón, el tigre de los cinco picos se creía un beta, como podría intentar alcanzar a su omega, si él es un espectro, si debía matarlo. 

 

Entonces, pudo darle el amor de quien sabía era su alfa, cuando se lo suplico en ese templo, cuando acudió a él y rechazó su oferta de amor incondicional, cuando apenas era un muchacho, orando a la diosa del amor, que pensaba escuchó su plegaria el mismo dia que inicio su celo, si las palabras de Minos eran ciertas, si en verdad lo reconoció en ese momento. 

 

-Y tú, enamorado de un alfa destinado, sin saber quien era, orando por la piedad de la diosa del amor, suplicandole que te miraran con deseo, con lujuria, pero era imposible, porque yo te deseaba, yo te amaba, asi que tuve que alejar a Minos de ti, Pasifae ha sido la mujer mas hermosa de Creta, el senador Gracchus debía acorralarte para que me pidieras ayuda, después de que ese otro senador te atacara, haciendote temer a los alfas, haciendo que comprendieras que a Minos tu no le importabas, aceptandote como tu amante cuando te diste cuenta que nadie te amaria como yo. 

 

Lo que decía era una locura, porque eso significaba que cada momento doloroso de su pasado, de su primera vida había sido realizado por el dios Eros, que le contaba todo eso, tal vez creyendo que asi, dejaria que matara a Minos, cuando solo le daba razones para enfrentarse a él, para no ser derrotado. 

 

-Pero mi madre te hizo olvidarme, tu fuiste elegido como uno de los jueces de las almas, así que tuve que usar una marioneta para poder seguirte, al que llamabas Valentine, a ese guerrero que intentó apartarme de ti, porque yo, al ser un dios no puedo ingresar en ese sitio, no sin ser repelido por la barrera de Hades, por los dioses gemelos. 

 

Minos se levantó con demasiado esfuerzo, tratando de comprender todo lo que les era pronunciado, preguntandose quien era ese Aspros, porque parecía que Eros le tenía en alta estima, o por lo menos, eran aliados, porque de donde él venía, ese guerrero no existía, no era un problema y eso cambiaba demasiado el panorama de esa guerra, agregándole enemigos nuevos, destruyendo sus planes. 

 

-¿Porque nos dices todo esto? 

 

Radamanthys recibió entonces otro golpe poderoso, otra técnica que reconocía muy bien, sintiendo como parte del brazo de Eros se encajaba en su torso, haciéndolo retroceder, hincarse en el suelo, llevando una mano a su pecho. 

 

-Qué más da lo que piensen en este momento.

 

Aquiles veía la sangre manando del cuerpo de los dos guerreros, de Minos, a quien odiaba como a nadie, de Radamanthys, que era su omega, que trataba de proteger a su alfa, llevando una mano a su cabeza, lágrimas cubriendo sus ojos, sin saber muy bien que estaba pasando, porque deseaba lastimar a su madre, porque estaba haciendo todo eso.

 

-Radamanthys no me ama y te protegerá del peligro, lo que significa que tengo que pelear con él como si quisiera matarlo, para hacerle retroceder, permitirme librarme de ti, matarte, ahora que por fin han concebido, así ya no regresaras y mi omega me amara, porque con el As bajo la manga de Aspros, puedo obtener toda el agua del olvido que necesite, aún, el cinturón de mi madre, si yo le ayudo a recuperar a su cangrejo de las garras de la muerte. 

 

Las garras de la muerte, eso significaba que deseaban destruir a su alfa, se dijo Tifón, aún sin interferir en esa batalla, necesitaba que Aquiles comprendiera sus acciones, si debía enfrentarse con su padre, con su guardián o con su carcelero, dependiendo como quisieras verlo, ya que los mantuvo seguros, pero encerrados y de no ser por Ouficus, ellos nunca habrían visto la luz del sol, protegidos en el templo de Afrodita, aunque el más bien diría, encerrados.

 

-Aquiles no tiene porque nacer, o porque llegar a viejo, no es más que una copia de su padre, una pluma del grifo, aunque me esforcé mucho en cuidarlo, en quererlo, ahora se que no fue más que un error protegerlo como lo hice. 

 

Aquiles se soltó por fin, elevando su cosmos, atacando a Eros con sus hilos, o eso intento, porque el dios del amor los sostuvo con sus manos, para que el cuerpo del mortal se acercara al suyo e inmediatamente lo golpeo con el dorso de la mano, un fuerte golpe que lo lanzó lejos, como si no fuera más que basura, cayendo en los brazos de Tifón, que le veía con una expresión indescriptible. 

 

-¿Tu tambien me atacaras Tifón? ¿Estás dispuesto a descubrirte antes de tiempo? 

 

De todas formas lo matarían, de todas formas Zeus daría con él, pero aun asi, no le quedaba nada más que defender a su Aquiles, a sus padres, al anciano de la mirada quebrada y al joven omega, que les veía con los dientes apretados, sus ojos fijos en su pequeño, que sangraba de la boca, para recibir un golpe tan fuerte. 

 

-¡No lo toques! 

 

Radamanthys sintió como el cosmos de Hades, le regresaba su fuerza, como curaba sus heridas y de pronto, el casco que le brindaba la invisibilidad, así como su espada, como un último regalo a su soldado más leal, se elevaron donde cayeron, donde la sangre del dios de la muerte pereció, para viajar a la velocidad de la luz a las manos del omega, que sorprendido las vistió, sin entender muy bien lo que estaba ocurriendo, solo que tenía que defender a la vida que daría a luz. 

 

-¡No toques a mi Aquiles! 

 

Era su omega, le daría a luz y sabía que le necesitaba a su lado, que necesitaba su protección, la que le daría, usando su cosmos, el casco del dios de la muerte y la espada, un último regalo del dios por quien daria la vida cuantas veces fuera necesario, al ser él, su más cercano sirviente, su más leal soldado. 

 

-¡No toques a mi hijo! 

 

Eros apenas pudo comprender lo que estaba pasando en ese momento, porque el casco y la espada, con el cosmos del dios de la muerte, que había sido destruido, acudían a las manos del omega que deseaba, quien desapareció instantáneamente, al igual que la espada, cuyo corte sintió en la espalda, una advertencia, un mensaje tal vez. 

 

-¡Lárgate! ¡Lárgate antes de que cambie de opinión! 

 

Sabía que tenía que matarlo, que debía destruirlo y que ese no era su amado, no era su dulce arpía, como Minos no era el demente que deseaba destruirlo y aun así portaba el rostro de quien asesinó a amor, pero al mismo tiempo, su amor, las vidas transcurridas con su alfa elegido le evitaron darle el último golpe al dios que retrocedió algunos pasos al saberse derrotado, cuando no pudo destruir a Eros, quien furioso extendió sus alas, sus dientes apretados, maldiciendo a los dioses, especialmente al dios Hades, por darle ese regalo al segundo juez de las almas. 

 

-Te recuperare, te recuperare pase lo que pase. 

 

Fueron sus palabras de despedida, antes de marcharse, elevándose en el aire, con el batir de sus alas, apartándose de su omega, de su enemigo y del muchacho que crió para que le ayudará a recuperar a su amado, pero le traicionó, los dos lo traicionaron.

 

-Debemos llevarlo a un lugar seguro, atender sus heridas. 

 

Ordenó a Tifón, cargando a Minos en sus brazos, aun con el casco puesto, no deseaba que vieran el dolor que esa decisión le causaba, porque sabía que no era Valentine aunque tenía su rostro, su voz, su Valentine, quien fue traicionado, destruido por Minos, por Eros y por él, por culpa de su amor. 

 

-El santuario es el sitio más cercano para eso, para curar sus heridas. 

 

*****

 

Habían sido felices, eran felices y sabía que en alguna realidad, fueron felices, estaban juntos, estaban enamorados, pero la sirena no lo soporto, no los dejo tranquilos, no les dejó ser felices y mató a su omega, a su conejito. 

 

Cada vida sucedía lo mismo, cada una de las vidas mataba a su conejito y no soportaba cuando no era correspondido, en esa vida, en ese hermoso sueño, Manigoldo le amaba, pero la rosa lograba apoderarse de su vida.

 

Sabía que se equivocó al tratar de forzar a su conejito a aceptar su afecto, sus caricias, pero era hermoso, lo deseaba demasiado y debía cuidar de él, pero, en esa vida en la cual soportó su deseo, en la cual no recibió la flecha en su espalda, fueron felices. 

 

Sin embargo, de alguna forma, después de la misión de Venecia, en la cual fueron juntos, su paraíso, el que había conquistado, se lo arrebataron, Albafica lo seducía, lo apartaba de sus brazos y como en todas las vidas que había visto, lo mataba.

 

En su universo, de donde venía, Albafica mataba a Manigoldo, con su sangre envenenada, despues le seguia Shion, al cargar el cuerpo inerte de la rosa que se mataba después de arrancarle la vida a su amado. 

 

-Esto es un error… 

 

Un grave error, como los dioses jugaban con los mortales, como usaban sus vidas y como los unían a seres que no los amarían, que no los apreciaban y que no los respetaban, no era justo, no era correcto que sucediera. 

 

-Uno que voy a reparar. 

 

Estaba solo, en una habitación en el Olimpo, lejos de Dohko, de Hakurei o de Itia, no deseaba verlos, no deseaba hablarles, estaba sentado en un trono, o algo parecido a eso, podía ser una silla común, no estaba seguro, tampoco le importaba, los dioses eran superfluos, usaban oro, usaban piedras preciosas, todo eso creado por otro más, por Hefesto. 

 

-Por favor… ya basta… déjalo ir… 

 

Un hombre le veía al otro lado del espejo, estaba sentado enfrente suyo, su cabello era azul, sus ojos del mismo color, su piel pálida, su expresión angustiada, o al menos, eso pensaba, porque se cubría el rostro con una de sus manos. 

 

-Guarda silencio. 

 

Lloraba, sin entender sus acciones, su locura, pero qué más daba que no lo entendiera, él era quien le ordenaba a sus semejantes, él era el patriarca oscuro, su cabello negro, sus ojos rojos, su voluntad fuerte, él era quien protegeria a su conejito del veneno. 

 

-Nos odia… nos teme… dejalo ir. 

 

El nego eso, quitando una mano de su rostro, para observarse en el espejo, con una sonrisa extraña, difícil de describir, una que hablaba de locura y odio, de su desesperación, sus mejillas mojadas con sus lágrimas, pero, qué más daba, quien debía gobernar era él, quien debía tener el poder era él, quien debía cuidar de su amado, de su conejito, era él. 

 

-No… no voy a dejar que lo maten. 

 

Aspros se levantó de su trono, recordando que se quebró una vez que lo vio morir, cuando cargó su cuerpo sin vida, vio el niño de su sangre en el suelo, como si no fuera más que basura, dándose cuenta que ese niño tenía unas marcas en el cuello, lo habían destruido, para llevarse al que tenía el cosmos de Tifón en su interior. 

 

-Esta vez no morirán. 

 

Su conejito iba a vivir, su hijo iba a vivir, esta vez, no fallaría, Aspros podía jurarlo, quien escuchó unas pisadas a sus espaldas, unos pasos decididos, con un ligero cojeo, quien tenía un frasco, algo parecido a un frasco, con un liquido morado, era veneno, no cualquier veneno, sino aquel destilado de la sangre de la rosa. 

 

-¿Es el veneno de la sirena? 

 

Su aliado asintió, lo era, una sustancia con la cual podían destruir lo que fuera, podían matar dioses, mortales, demonios, un arma, que sería ocupada por quienes la necesitaban de verdad, para usarla a su conveniencia, como era su derecho. 

 

-Lo es. 

 

*****

 

Hola, muchas gracias por leer esta historia, por sus comentarios y por sus estrellas, espero que el capitulo sea de su agrado, disculpen la tardanza y demora con el capitulo, pero, he tenido algunas cosas que hacer esta semana, sin embargo, aquí está un nuevo capítulo, con las que considero son las parejas, o los arcos principales, aunque, pronto vendrá más del poderoso Kardia. SeikenNJ. Nos vemos. 


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