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Paraiso Robado. por Seiken

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Aspros dejó de levitar, pisando el suelo verde bajo sus pies, la serpiente le observaba, pensando que tal vez, se había recuperado, especialmente cuando la jaula se abrió, aquella que no pudo abrir y casi se lleva la vida de Albafica, quien, inmediatamente al ver que su enemigo caminaba en dirección de su omega, que solo sabían que estaba vivo era porque respiraba, se interpuso en su camino, listo para pelear. 
 
-Que… 
 
Pero esta vez, la expresión de Aspros fue una de completo terror, de asco y vergüenza, hacia sí mismo, observando sus manos, completamente desencajado, mientras cada una de sus acciones pasaba frente a sus ojos, como una horrible broma del destino. 
 
-Cid… 
 
Había vendido a Cid, a un alfa, por un collar, que aún portaba en su cuello, un collar que cambio cuando lo toco, pero no le dio importancia, observando a Manigoldo en el suelo, cubierto de moretones, llorando, sin moverse un solo milímetro, después de torturarlo por lo que parecía una eternidad. 
 
-Yo no quería hacerlo… 
 
Albafica estaba cubierto de marcas rojas, su belleza había desaparecido junto a su veneno, porque no había muerto, sus ojos antes pacíficos eran todo un poema de odio y desprecio, estaba seguro que de dar un paso más, trataría de matarlo, no trataria, lo mataria, asi que dio un paso, esperando que ese alfa cobrará su venganza, pero Ouficus lo detuvo, colocando dos dedos en su cuello, en un punto que podía evitar que se moviera. 
 
-Deja que me mate… yo me lo merezco… 
 
Pronunció volteando hacia sus espaldas, observando la destrucción, a los jóvenes santos malheridos, la sangre de Regulus, que era atendido por Yato, que estaba demasiado asustado, parando la hemorragia, la mirada de dolor de Tenma, que no lo odiaba y no sabia porque. 
 
-Yo merezco morir en sus manos… 
 
Cuando todos los demás le veían como el monstruo que era, especialmente Albafica, que apretaba los dientes, sin comprender qué estaba pasando, escuchando los pasos de Kardia, que era sostenido por Degel, al mismo tiempo que un guerrero pelirrojo, que nunca había visto se preparaba para pelear con él. 
 
-Yo soy un monstruo. 
 
Tenma al escuchar esas palabras y ver como Albafica estaba a punto de dañarlo, corrió, sin importarle su seguridad, para colocarse entre ellos, sus ojos cubiertos de lágrimas, no dejaría que lastimaran al señor Aspros, no lo creia justo, ademas, sentia su dolor, todo ese tiempo sintió su dolor, uno sordo, que no se detenía, que le evitaba pensar con claridad. 
 
-No lo hagas… 
 
Pronunciaron evitando que la rosa matara a Aspros en venganza por lo que le había hecho a su omega, no era una súplica, sino una orden amable, que provino del propio cangrejo, que aún estaba en el suelo, no había perdido la razón, pero no se atrevía a ver directamente a los ojos a quien pensaba era su amigo. 
 
-No ha sido su culpa, la diosa Afrodita lo dijo y creo que es cierto, tal vez… tal vez mataron al dios del amor… a Eros. 
 
Aspros y Albafica jadearon al mismo tiempo, los dos desviando la mirada, Aspros retrocediendo, la rosa corriendo al encuentro de su omega, para ayudarle a levantarse, cargandolo entre sus brazos. 
 
-Y por eso… él está libre de su mal. 
 
Aspros que aún tenía el brazalete en su muñeca, se lo quito, separándose de otros iguales a él, que fueron desvaneciendose conforme aparecían, como un espejismo, hasta que solo se quedo el que había sido el culpable de todo el dolor del cangrejo, que se refugiaba en los brazos de Albafica. 
 
-No ha sido su culpa. 
 
Volvió a repetir, bajito, sin atreverse a ver a nadie, escuchando los pasos de la diosa Athena, así como los de Sage, que acompañando a la diosa Hera, habían tomado una decisión. 
 
-Aspros, entregame la centella. 
 
Era Hera, la diosa de los matrimonios quien estiraba su mano, esperando que Aspros obedeciera, algo que hizo, liberando su cuerpo de aquel poder tan inquietante, escuchando los pasos de Cid, que había observado todo ese intercambio en silencio. 
 
-¿Qué harán con eso? 
 
Hera vio la centella con una expresión dubitativa, escuchando los pasos de Cid, como se acercaba a la serpiente, que había evitado que mataran a Aspros, después a Tifón, que estaba muy malherido. 
 
-Yo la cuidare, hasta que Tifon tenga la edad suficiente para blandirla, tiene un buen corazón, se merece este poder. 
 
Aspros vio entonces como Albafica se marchaba con su omega entre sus brazos, sin ver a nadie, ya no le interesaba lo que decidieran, el no deseaba permanecer en el santuario, tampoco Manigoldo, supuso, que se protegía ocultando su rostro, rodeando el cuello de su rosa con sus brazos. 
 
-Cid… 
 
Cid negó eso, no quería escuchar lo que tenían que decirle, estaba molesto, pero suponía que si Manigoldo no lo culpaba por sus acciones, él tampoco debía hacerlo, aunque, de no suceder esa locura, Sisyphus no le habría hecho saber sus afectos y la serpiente no habría nacido. 
 
-Manigoldo piensa que no tuviste la culpa, Aspros, solo por eso no te ejecutamos aquí y ahora, le tienes que estar agradecido. 
 
Pronunció, con una expresión fría, serena, antes de darle la espalda, pero era obvio lo que pensaban de él, todos le estaban dando la espalda, todos, menos uno de ellos, el joven pegaso que aún le veía con ternura. 
 
-No fue tu culpa… 
 
Le repitió, tratando de tocarlo, pero Aspros negó eso, era su culpa, debió luchar contra las flechas, no dejar que estas le dominaran, nunca debió dañar a Manigoldo, nunca debió escuchar a Shion, pero, no servía de nada buscar culpables, tratar de compartir sus errores con los demás. 
 
-Eso no importa… yo lastime a Manigoldo, lastime a mi conejito, le hice mucho daño, lo cace hasta que pude hacerlo mío, destruí mi amistad con el… yo… yo lo lastime. 
 
Tenma sentía mucha tristeza por Aspros, cuyas manos quiso sostener, pero el santo de géminis no se atrevió a permitirlo, escuchando los pasos de las diosas, esperando que tuvieran piedad de él, que lo mataran. 
 
-Yo lo lastime tanto… 
 
En ese momento empezó a llorar, llevando sus manos a su rostro, cayendo de rodillas, esperando que alguien sintiera odio suficiente para castigarlo por sus actos, sintiendo las manos de Tenma, que lo acariciaba, que lo abrazaba con delicadeza. 
 
-No fue tu culpa, no fue tu culpa. 
 
Sage, que era el patriarca, se acercó a ellos, viendo llorar a Aspros, que cubría su rostro debido al dolor y vergüenza que sentía, viendo como Tenma trataba de hacerle sentir un poco mejor, asegurandole que eso no era culpa, que era obra de alguien más. 
 
-Aspros… 
 
Sage pronunció con furia, con frialdad, observando al santo de géminis con el mismo desprecio con el que le vio Albafica, con una expresión que Aspros aceptaba, él había dañado a Manigoldo y a varios más, no merecía la piedad de nadie, mucho menos la de Tenma. 
 
-¡No fue su culpa! 
 
Grito Tenma al patriarca, quien no sabía porque sentía el dolor de Aspros, porque sentía que debía defenderlo, aunque este hombre tenía el poder de las galaxias en su cuerpo, podría matar a todos los presentes con tan solo desearlo. 
 
-¡Por favor! ¡No lo miren así! 
 
Sage por un momento pensó en darle ese acto de piedad por el cual suplicaba Aspros, que comprendía muy bien aquello que había hecho, cuanto dolor le había causado a Manigoldo, cuán bajo había caído en ese momento, en el santuario. 
 
-¡No ha sido su culpa! 
 
Sage no entendía porque Tenma lo protegía de esa forma, Aspros tampoco, pero Tenma si lo hacía, porque había reconocido su collar en el cuello del que fuera el patriarca, de esa pobre criatura llorando en el suelo, de rodillas, rasgando el suelo. 
 
-¡No lastimen a mi alfa! 
 
Yato al ver que Tenma estaba desesperado, se acercó a ellos, cargando a Regulus, que se sostenía de su cuerpo, jadeando al escuchar ese grito, como todos los demás, especialmente Aspros, que llevó una mano al collar en su cuello, la perla por la cual vendió a Cid, que veía a la serpiente en silencio, quien a su vez, no se atrevía a mantenerle la mirada. 
 
-No lo lastimen… por favor… 
 
Sage le había prometido a Hasgard no juzgarlo tan severamente cuando lo detuvieran y parecía que Manigoldo no le odiaba, no lo culpaba por sus acciones, además, esa desesperación en el pequeño Tenma era realmente extraña, pues era su omega, o asi se decia a si mismo. 
 
-Es cierto aquello que dicen… 
 
Pronunciaron de pronto, cinco guerreros que llegaban a ese santuario, uno de ellos el hermano menor de Aspros, que defendería a su hermano con su vida, de ser precisos, asi como los nuevos monarcas del Inframundo, uno de ellos, el joven Minos, que estaba muy malherido. 
 
-Eros maldijo a demasiados soldados, todos ellos han sido inocentes de sus actos, uno de ellos fue aquel que se llama Itia, el otro Aspros, su locura, su embrujo, le hizo actuar como alguien que no era. 
 
No diría más, ni diría que se debía a que deseaba su afecto, no creía que eso ayudara demasiado en su caso, o para defender a ese pobre soldado, que les veía en silencio, sin entender muy bien qué era aquello de lo que hablaban. 
 
-Es tan culpable como los juerguistas del dios del vino, o los que caen presos del cinturón de Afrodita, puedo asegurarlo. 
 
Hera sabía que no estaba mintiendo, porque era cierto, el dios del amor era o fue un dios enamorado del omega de Minos, del hijo de su vástago, que había desaparecido sin dejar rastro, pues, quien estaba a su lado era un dios, que desapareció apenas murió Eros, apenas cambiaron el futuro, o en su caso, el pasado. 
 
-Tendrá que vivir con lo que hizo, como todos aquellos que han sido maldecidos por el dios del vino, por Afrodita, o por Pan, tantos dioses, que es difícil contarlos. 
 
Sage no podía ignorar las palabras de los recién llegados, tampoco la información compartida por las diosas, así que acepto esa disculpa, Aspros no fue culpable, pero, tendría que vivir con su locura por el resto de su vida, comprendiendo el daño que había realizado, justo como Hakurei lo hacía. 
 
-En el momento en el que vuelvas a acercarte a mi alumno, sufrirás un castigo, mientras tanto, Tenma, quien dice ser tu omega, tendrá el control sobre tu vida, si lo desobedeces, serás expulsado del santuario. 
 
Si es que su alumno deseaba permanecer con ellos, aunque no lo creía, de todos los que le traicionaron, solamente Aspros lo hizo en contra de su voluntad, todos los demás, estaban conscientes, cuando lo hicieron. 
 
-Conservaras tu armadura, pero no serás patriarca, ya no se quien debe serlo. 
 
Aspros quería morir, eso era lo que se merecía, pero la mirada tierna de Tenma, ese afecto que parecía sentir por él, ese calor que experimentaba su cuerpo, su corazón, al estar a su lado, le hizo cambiar de opinión, recordando la corriente eléctrica recorriendo sus dedos, la chispa, tal vez, solo por el pequeño niño que confiaba en él, era que les demostraría, que podía ser una mejor persona, que ese demente no era él, no era un monstruo.
 
-Es usted muy generoso, patriarca Sage. 
 
Su vida estaba en las manos de ese pequeño, que confiaba en él, al que haría sentir orgulloso, al que protegeria de cualquier clase de daño, como le hubiera gustado hacer con Manigoldo, quien no era su omega, pero si alguien a quien quiso mucho, a quien amo, por quien habría dado su vida, pero, no era su omega, su omega era Tenma, que le ofreció su mano para que se levantara, y la aceptó, era una cuerda de salvamento, ese niño era su refugio, y el seria su guardián.
 
-Esto es más de lo que yo me merezco.
 
*****
 
Kardia veía esa discusión sin decir nada, creyendo en las palabras de Manigoldo, sintiendo los brazos de Camus, que se sostenía de su cintura, pero poco a poco, como si solo se tratase de un sueño, se desvaneció en la nada, tal vez, porque ya no era necesario que regresara al pasado, pues, no existía Shion, mucho menos Zeus. 
 
-No pude despedirme… 
 
Se quejo, con una sonrisa alegre, observando a su alfa que también le sonreía, pensando en el futuro, en el hijo que tendrían, en los hijos que tendrían, porque no había sido la culpa de la enfermedad de su omega su pérdida. 
 
-Me gusta el sitio que elegiste, quiero una casa de… tres pisos, con un enorme jardín… con plantas y esas cosas que tanto te gustan… libros… todo el tercer piso estará atiborrado de libros, además, me darás a leer tus diarios, quiero verme como tu me ves. 
 
Eso lo dijo rodeando el cuello de Degel, quien se sonrojo esta vez, tragando un poco de saliva, sintiendo los labios de Kardia sobre los suyos, quien comenzaba a contar cuantos días faltaban para su celo, lamentablemente, era demasiados, casi un año. 
 
-Y tambien… quiero tener una niña, son muy lindas o un omega.
 
Pero antes que pasara todo eso, tendrían a Camus, lo educarian con amor, con afecto, le enseñarian todo sobre como cuidar a su omega, o cualquier otro, le enseñarian el significado del afecto, asi, podria darselo a los demás. 
 
-Pero antes, quiero volver a ver a ese estúpido pelirrojo y esta vez, hacer un trabajo decente como padres. 
 
*****
 
Albafica llevó a Manigoldo al interior de su templo, depositandolo con cuidado en su cama e intentó apartarse, para ser sostenido por su omega, que aún tenía su rostro cubierto de lágrimas, sintiéndose un cobarde, que había humillado a su rosa. 
 
-¿Podrás perdonarme algún día? 
 
Albafica no entendía sus palabras, acariciando su mejilla, para besar sus labios, aun no veía con su ojo herido, pero al menos, ya no tenía la herida abierta, ya no le dolia, y creia, que era un poco menos feo que en el pasado. 
 
-Yo soy quien debe pedirte perdón, por no poder protegerte, por ser el peor de los alfas, el mas inutil de todos ellos… 
 
Manigoldo negó eso, no era un alfa inútil, era su alfa, quien había dado todo de si para protegerlo, a quien apartaron a la fuerza, evitando que pudieran protegerlo, quien había sido curado de sus heridas, y era tan hermoso como aquella primera vez en que lo salvó de Aspros. 
 
-No es verdad, tu me protegiste, siempre me has cuidado y yo te humille, al pedirle piedad a Aspros… al… no dejar que lo mataras. 
 
Albafica negó eso de nuevo, abrazando a su cangrejo con fuerza, pegando su cabeza a su pecho, como si quisiera ocultar su rostro en esa parte de su cuerpo, sintiendo todo el amor de ese mundo, dedicado a su amado cangrejo, que esperaba a dos pequeños. 
 
-No dejaste que me convirtiera en un monstruo, no seré un asesino, aunque realmente deseaba lastimar a Aspros, matarlo por lo que te ha hecho, pero no era culpable, ese maldito dios provocó todo esto, pero ha muerto, al fin estamos a salvo… 
 
Manigoldo asintió, estaban a salvo, gracias a él, pero, no se sentía seguro en el santuario, no deseaba permanecer en ese sitio, a menos que fuera necesario. 
 
-Podríamos ver el mundo… viajar solo los dos, disfrutar de las maravillas que nunca hemos visto, como una pareja, bailar un vals, hacer el amor en la playa… cumplir nuestras promesas. 
 
*****
 
-Tenemos que irnos… 
 
Fueron las palabras de la serpiente, que esperaba que sus compañeros de viaje, simplemente aceptaran marcharse, pero Aquiles no estaba del todo contento, porque sabía, que su pasado no sería el mismo, que no estaría a lado de Tempestad, a quien amaba. 
 
-Pero no estaremos juntos… 
 
*****
 
Hola chic@s, espero que les guste el capitulo, como pueden ver, estamos a punto de llegar al final, después de varios años interrumpidos, de esta historia, este es el momento de la verdad, hablen ahora, o callen para siempre, no es cierto, pueden hablar todo lo que quieran… pero la pregunta del millón de dólares, ¿les gustaría leer algo en específico? antes de que termine la historia, l@s leo, por cierto gracias por sus lecturas, estrellas y comentarios, me hacen muy feliz. Recuerden que l@s adoro. SeikenNJ. 
 

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