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Paraiso Robado. por Seiken

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Algunos meses después aún dentro del santuario, Manigoldo se recuperaba de su parto, dos pequeños estaban acostados no muy lejos de él, los dos se veían iguales, como si fueran mellizos, aunque no lo eran. 

 

Albafica estaba feliz, radiante, brindando con el hermano de su omega y el patriarca del santuario, que había sido el partero de su omega, que se veía cansado, estaba durmiendo en una cama limpia, Sage también estuvo presente, al ser un omega tan viejo había ayudado a traer al mundo a varios pequeños y con su cangrejo no era diferente, Luco bebía en su compañia, Sage estaba viendo a los dos pequeños. 

 

-Son hermosos… 

 

El era el único que sabía que uno de ellos no era su hijo y no sabia que decirle a la rosa, que se levantó, para acariciar las mejillas de ambos, al mismo tiempo con una sonrisa tierna, recordando lo que le había prometido a Tempestad, cuidaría de ambos, como si fueron sus hijos.

 

-Son identicos a mi cangrejo, son preciosos, nuestros bebés, nuestros dulces tesoros, Tempestad y Temporal. 

 

Manigoldo abrió los ojos en ese momento, observando a su maestro, a su alfa y después a sus pequeños, con una sonrisa delicada, pues, estaba muy cansado. 

 

-¿Están bien? ¿Están sanos? 

 

Luco le había dicho que sí, que estaban sanos, que eran dos pequeños perfectos, los dos eran un milagro, así que Albafica asintió, dándole los dos bebés a Manigoldo, que los cargo con demasiado cuidado. 

 

-Son perfectos… 

 

Eran hermosos, y eran suyos, se dijo Albafica, besando la frente de su omega, que lloraba debido a la felicidad que sentía. 

 

*****

 

Al mismo tiempo, en el Inframundo, Minos cargaba a un pequeño recién nacido, a quien llamarían Aquiles, una preciosidad, una pequeña criatura que había llorada con tanta fuerza que casi los había dejado sordos, o así lo explicaría, una exageración, por supuesto. 

 

-Tiene la fuerza de los dioses y una voz para comandar ejércitos. 

 

Pronunció lleno de orgullo, sentándose junto a Radamanthys, que le veía de reojo, algo cansado, demasiado pálido, después de un parto adelantado por unos días, un parto que había sido largo. 

 

-Mira como me lo dejaste Aquiles, tu omega esta muy palido, todo por tu culpa, aunque… estamos felices de tenerte entre nosotros de nuevo. 

 

Radamanthys al escuchar las quejas de su pequeño, se descubrió el pecho y comenzó a darle de comer, sintiendo como Minos se levantaba de la cama, para acomodar la cuna donde dormiria su pequeño. 

 

-Me has hecho el alfa más feliz del mundo, mi pequeño orgullo, nacido de mi gran orgullo, de mi hermoso omega, de mi pequeño hermano… recupere mi nido, mi paraiso. 

 

Radamanthys, cuando Minos colocó a Aquiles en su cuna después de haberle alimentado, cuando era momento de que durmiera un poco, una muy cerca a su cama, le llamó, para que se sentara a su lado, abrazandolo por el cuello, besando sus labios. 

 

-Minos, tu tambien me haces muy feliz y sé que lo harás feliz, porque serás un buen padre... ya que por fin estamos juntos. 

 

Minos sonrió, aún temía despertar solo en ocasiones y al abrir los ojos buscaba a su omega frenético, una ocasión tuvo que buscarlo en su alberca, para respirar tranquila una vez que le vio, sano, seguro, contento, pero con Aquiles en su cuna, sabía que solo era una pesadilla que no ocurriría de nuevo. 

 

-Por fin nuestro nido tiene vida. 

 

*****

 

Algunas semanas después Cid había dado a luz a un niño saludable, era de noche y ambos dormían, el pequeño se movía despierto, escuchando unos pasos, eran los de Oneiros, que al verle, quiso cargarlo. 

 

-No hagas ruido… 

 

Le pidió al pequeño, sin embargo, el alfa ya estaba despierto, quien le veía en silencio, con una expresión que no pudo descifrar. 

 

-Eres su padre, tienes el derecho de verlo si eso quieres… 

 

Pronunció entonces el arquero, escuchando como el bebé lloraba, de pronto estaba hambriento, sorprendiendolos a ambos, aun a Cid, que se levantó, para ver al dios del sueño cargando a su pequeño en sus brazos. 

 

-Se llama Ouficus, él eligió su nombre supongo, porque así se llamaba en el pasado… 

 

Le informo, alimentandolo, sin molestarse con su presencia, sorprendiendolo, especialmente, cuando el arquero se levantó, buscando algo que beber, un poco de licor, ofreciéndole al dios menor, para que pudieran brindar como no lo hicieron durante su nacimiento, como se acostumbraba hacer en esas tierras. 

 

-Creemos que te necesitaremos para criarlo, así que, bienvenido a la familia… 

 

Oneiros no entendió aquellas palabras en un principio, pero cuando el arquero le sonrió, se dio cuenta, que le dejarían criar a su pequeño. 

 

-No es justo apartarte de su lado. 

 

Cid hablaba con ternura, viendo a su pequeño, pensando que toda la ayuda seria bienvenida, ademas, queria mantenerlo seguro hasta que pudiera defenderse por sí mismo, tres guerreros eran mejor que dos.

 

-Asi que… podras verlo cuando quieras. 

 

*****

 

Algunos años después, Yato era el santo de unicornio pero no llevaba su armadura puesta, sino sus pantalones negros, botas, camisa arremangada, él esperaba en el templo de Leo, con los brazos cruzados, recargado en una de las columnas, era medio dia, casi después de un mes de una larga misión realizada por el erudito del santuario. 

 

Quien sonrió al verle, llevando su armadura a sus espaldas, dejándola en el suelo para recibirlo en sus brazos, cuando saltó hacia ellos, besándolo, apenas unos segundos antes de sonreírle, pues, al entrenar bajo su tutela se dio cuenta que no era tan molesto como lo imaginaba. 

 

-¿Me extrañaste? 

 

Regulus siempre hacia la misma pregunta, con un delicado sonrojo en sus mejillas y una sonrisa que iluminaba su rostro, él respondía con una sonrisa que era una clara imitación de la que usaban Kardia y Manigoldo, algo cínica. 

 

-¿Tu que crees? 

 

Estaba en sus brazos, sus piernas rodeando el torso de Regulus, sosteniéndose de sus hombros al mismo tiempo que el erudito, el genio del santuario, lo sostenía de la cintura, como si fuera lo más valioso de toda su vida. 

 

-¿Que si? 

 

Siempre respondía algo inseguro, una actitud que le parecía tierna y molesta al mismo tiempo, así que volviendo a besar sus labios, le demostró que si lo extrañaba, que lo deseaba a su lado. 

 

-¡Por supuesto que sí, grandísimo idiota! 

 

Esa respuesta recibió una sonrisa de Regulus, quien lo dejó bajar, con un suspiro, pensando que después de conocerse mucho mejor, había triunfado, porque Yato le correspondía, al menos, hasta que no cometiera alguna estupidez que lo alejara de su lado. 

 

-Eso es lo que necesitaba escuchar, que el dulce unicornio me extraña. 

 

Yato estaba a punto de quejarse, decirle que no era un dulce unicornio, solo era un unicornio, pero al ver la expresión del joven león, simplemente suspiro, llevando sus manos a sus caderas, para pegarlo a su cuerpo. 

 

-Ven, quiero mostrarte algo… en tus habitaciones. 

 

Yato empezó a tirar de él, con esa sonrisa que tanto amaba, así que, tragando un poco de saliva lo siguió, sin hacer más preguntas, esperando que le enseñara cuanto le había extrañado. 

 

-Deberíamos darnos un baño primero… 

 

Yato únicamente rio bajito, tirando de nuevo del prodigio de leo, que lo siguió sin hacer más preguntas. 

 

-Solo obedece, gatito. 

 

*****

 

Aspros había tratado de reparar el daño que le había hecho a todo el santuario, a sus habitantes y a su honor, aunque todavía no se sentía digno del perdón, aun no comprendía porque Tenma cuidaba de él como lo hacía, porque lo visitaba, porque era gentil, cuando le había hecho daño, cuando no lo reconoció. 

 

-No es justo que tengas un alfa como yo a tu lado… 

 

Casi siempre trataba de hacerle ver a Tenma que estar con él era una carga, un castigo, mucho más que un premio, sin embargo, el pegaso nunca lo escuchaba y siempre regresaba, para ver qué era lo que necesitaba. 

 

-No podrás ser feliz a mi lado… 

 

Tenma había crecido mucho, ya era todo un soldado, un santo de la diosa Athena, muy fuerte, demasiado poderoso, suponía, al sentir su cosmos, pero al mismo tiempo era dulce con el, demasiado tierno. 

 

-Como sabes si puedo ser feliz o no a tu lado si no me das una oportunidad para intentarlo. 

 

Aspros no le dijo nada, en ese momento tenía una trenza recogiendo su cabello, pero no se rasuraba muy seguido, tampoco tenía mucho cuidado con su persona, no se consideraba merecedor de nada. 

 

-Soy un traidor, soy un monstruo, tú lo sabes. 

 

Pero el sabia que no era así, Aspros no era un monstruo, no era menos víctima que Manigoldo en esa maldición, porque Tenma sabía que ninguno de los dos se merecía lo que les paso, que los dos habían sufrido demasiado. 

 

-No, no es asi, tu eres un guerrero justo, eres una buena persona, porque te arrepientes de tus pecados, no eres como otros que no han aprendido nada de sus maldiciones, como Dohko, él escapó del santuario, deserto y no comprendió que ese pobre chico se mató porque no deseaba estar a su lado, tu si lo hiciste, tu si entendiste el temor de Manigoldo y yo se, que tu eres una buena persona. 

 

Aspros no dijo nada, pensando en que pasaría por la cabeza de Dohko al saber que su omega prefirió morir antes de estar a su lado, mientras que el, que era uno de los peores alfas de la historia, recibia el cariño del pegaso, que trataba de hacerle ver, que eso que pasó no fue culpa suya. 

 

-Porque no intentas perdonarte por mi, por mi bien, como yo y Manigoldo te hemos perdonado, aún el señor Albafica lo ha hecho. 

 

Aspros suspiro, llevando una mano a su barbilla, asintiendo, trataría de darse una oportunidad, únicamente porque Tenma se lo pedía y deseaba ser digno de su afecto, aunque no entendía porque lo quería. 

 

-Por ti… solo por ti, tratare de perdonarme por lo que hice… 

 

Aunque sería sumamente difícil hacerlo, se dijo, viendo como Tenma tiraba de él, para ayudarle a darse un baño, rasurarse, para que pudiera vestirse como en el pasado, cuando era un guerrero orgulloso de sí mismo, cuando lo recibió en el santuario, diciendole que no tenia porque tener miedo, que ese era un paraíso para todos los que pisaban ese sitio. 

 

-Por ti también, no mereces cargar con este dolor. 

 

Aspros no supo qué responderle, mucho menos, cuando Tenma besos sus labios, con delicadeza, con demasiada suavidad, apartándose poco después, con una expresión tímida. 

 

-No eres esa persona, lo se. 

 

*****

 

En el primer celo no sucedió el milagro, tampoco el segundo o el tercero, sin embargo, el cuarto celo Kardia al fin estaba embarazado, a los veinticinco años, después de perder a su primer hijo a los dieciséis. 

 

Su embarazo fue un momento muy cansado de su vida, aunque lo disfruto mucho, pues Degel estaba pendiente a cada instante de su salud, de sus deseos, de sus antojos, era el mejor padre del mundo y el mejor enfermero también. 

 

Pero Kardia sabía muy bien porque se esmeraba tanto en cuidarle, porque le veía como nadie jamás vería a un omega, de eso estaba seguro, después de leer uno de sus pergaminos, el unico que leyo, enamorándose un poco más de su alfa, que le veía nervioso, pensando que de leerlos todos, se enamoraría de sí mismo, como sucedió con Camus. 

 

Habían pasado tres meses desde que diera a luz, a un pequeño pelirrojo con muy buen apetito, un pequeño que en ese momento se encontraba en sus brazos, apenas moviéndose, pero pegado a su cuerpo, alimentandose, un niño que olía como a panque, como a pan de dulce, una criatura perfecta en todos los sentidos. 

 

-¿Cómo crees que conozca a su omega sí él nacerá en los siguientes dos siglos? 

 

Degel no estaba seguro de eso, de cómo conocería a su pequeño el siguiente escorpión, pero lo que sabía era que su pequeño pelirrojo esta vez, no cometería los mismos errores, que estaría preparado para cuidar de él, para amarlo como cualquier otro haría, sin tener esos terribles traumas, ese demente como maestro. 

 

-No lo sé, pero se que esta vez no cometera ningún error, al menos, no como en esa vida. 

 

Pronunció con una sonrisa, besando la mejilla de Kardia, que beso sus labios con un suspiro, observando la mirada de Degel con una expresión curiosa, porque su alfa estaba pensando en alguna de sus locuras. 

 

-¡Por los dioses, dejame cuidar de mi pequeño con tranquilidad! 

 

Se quejó, dándole un codazo cuando Degel quiso descubrir su pecho, quien simplemente se rio, apartándose de su omega, para sentarse en su sillón, uno de color rojo, para empezar a escribir un poco más de su amor por el. 

 

-No es mi culpa que te veas tan lindo con el entre tus brazos. 

 

Kardia suspiro, porque para Degel, cualquier gesto suyo, cualquier palabra, era suficiente para enamorarlo un poco más y no quería saber que estaba escribiendo respecto a su embarazo, o a su cuidado de su pequeño Camus. 

 

-No entiendo como te tolero. 

 

Se quejó, arrullando al pequeño en sus brazos. 

 

*****

 

Ouficus en ese momento tenía seis años y corría en el interior del templo de capricornio, riendo, usando su cosmos a su conveniencia, porque era muy poderoso y su omega le había enseñado a controlar sus dones desde una edad muy temprana. 

 

Su omega, que entrenaba muy duro, todos los días, siempre esperando afilar un poco más la espada que tenía en su mano, deteniéndose únicamente, cuando ya era la hora de que el comiera, de darle alguna de sus lecciones o era el momento de jugar con el. 

 

Un sujeto de cabello blanco lo cuidaba durante las noches, le enseñaba a canalizar su cosmos, como ningún mortal podría lograrlo, sus padres sabían que lo visitaba, pero no decían nada, en ocasiones, le dejaban algún refrigerio, alguna nota. 

 

En las mañanas, Sisyphus, cuidaba de él, preparando su desayuno y su comida, él era el alfa de su omega, era el arquero del santuario, un hombre gentil, que cuidaba de ellos, que sabía eran visitados en ocasiones por su padre. 

 

Ouficus lo sabía, aunque no le hubieran dicho nada, como sabía que alguien más hablaba a través de su cosmos, contándole cómo se veía la playa, como se veían los castillos y a que sabían las frutas exóticas que en ocasiones comían. 

 

Era un niño feliz, disfrutaba de su vida, pero, no era igual a los demás, aunque sí se divertía cuando visitaba al niño pelirrojo, de pocos años de edad o al niño de cabello blanco, el primer hijo nacido del patriarca, que los visitaba de vez en cuando, para saber cómo iba su entrenamiento. 

 

Su nombre era Ouficus, pero su omega le llamaba Ficus como una muestra de cariño, cuando lo cargaba y le cantaba, cuando lo vestía para ir a dormir, cuando le enseñaba lo que suponia que debia aprender, cuando jugaba con él, como cualquier omega lo haría con su pequeño. 

 

-Ficus, ven, es hora de comer. 

 

Ficus sonrió, pues en ese momento regresaba a ser un niño común, corriendo en dirección de su madre, que ya estaba poniendo la mesa, esta vez su padre estaba sentado con ellos, parecía que le permitirían quedarse en la mañana, cuando el sol aún alumbraba sus cabezas, mientras que el alfa de su omega, terminaba de preparar la comida de ese dia, que para sus jóvenes ojos se veía como un banquete. 

 

-Después de todo, hoy es un dia especial, hoy hace seis años, naciste. 

 

Ficus al escuchar esas palabras, al ser sentado en la cabecera de la mesa por su omega, sonrió, emocionado al ver un pastel enorme, que su amigo, el que hablaba con él a través de su cosmos, debía ver. 

 

-¡Es hermoso! 

 

*****

 

-¡Es hermoso!

 

Eso fue lo que gritó Tempestad cuando vio la playa, no por primera vez, ya habían visitado varias playas en su vida, pero esta era diferente, se suponía que estaban en el caribe, pues esa agua era azul, la arena era suave, casi luminosa. 

 

Temporal, que era más pequeño que el, pero no menos activo, corrió hasta rodearlo de la cintura, riendo, tratando de cargarlo, lográndolo, para caer en la playa poco después, frente a la mirada de sus padres, que por alguna razón estaban bailando una música imaginaria. 

 

Algo que siempre hacían cuando podían, en cualquier momento o lugar, escuchando su risa, que era contagiosa, su alfa era un hombre muy hermoso, con algunas cuantas marcas en su piel, su omega era sin duda una belleza sin igual, su cabello corto, su sonrisa siempre presente. 

 

-No jueguen en el agua, no quiero que nada malo les pase. 

 

Fueron las palabras de su omega, que giraba en los brazos de su alfa, recordando la primera vez que bailaron un vals, poco después del nacimiento de sus gemelos, o aquella ocasión que hicieron el amor en la playa, bajo la luz de la luna. 

 

-Solo tengan cuidado, deben cuidarse entre ustedes. 

 

Les recordó su alfa, que cargando a su omega entre sus brazos, lo sentó en una frazada, para después acompañar a sus pequeños, quienes reían y se colgaban de sus brazos, pidiéndole que los elevará. 

 

-No olviden que son hermanos. 

 

Finalizó Albafica, riendo cuando entre los dos, una vez que les dejó en el suelo, pudieron tirarlo en el agua y poco después, corrieron a los brazos de su omega, para protegerse con el. 

 

-No creo que lo hayan olvidado. 

 

Manigoldo encontraba esa actitud encantadora, la forma en que atacaban juntos, para después huir a sus brazos, cuando tenían problemas, como el hacia cuando era pequeño, cuando se protegia en los brazos de Sage después de hacer alguna maldad. 

 

-Si son idénticos. 

 

Y en verdad lo eran, los dos se le parecían demasiado, aunque uno era alfa y el otro un omega. 

 

-Verdad mis pequeños Temporal y Tempestad. 

 

*****

 

Minos el viejo, al regresar a su dimensión aún temía que su omega le odiara, que su hijo estuviera perdido, sin embargo, al dar unos cuantos pasos en la que sabía era su habitación, una amplia, luminosa, como si fuera una réplica de su laberinto, sonrió, pensando que lo habían logrado, que en realidad lo habían logrado. 

 

Escuchando unos pasos, como alguien ingresaba en esa habitación, era su omega que se veía resplandeciente, con algunos meses de embarazo, que le veía con preocupación, puesto que se veía demasiado demacrado, por alguna razon habia dejado de comer, estaba demasiado asustado. 

 

-Minos, si me dijeras que te pasa, porque estas asi… porque no dejas de mencionar al ladrón de nidos, como si aún estuviera vivo…podría ayudarte.  

 

Minos no entendió de que le estaban hablando, pero no importaba, tarde o temprano, recuperaria sus recuerdos, o crearía unos nuevos, en compañía de su amado omega, de su familia. 

 

-Aun Aquiles está angustiado, está aquí… quiere verte. 

 

Minos beso sus labios con desesperación, tratando de fundirse con él, para escuchar un carraspeo y observar a su pequeño, vistiendo una armadura digna de su orgullo, que les veía con desagrado. 

 

-¿No pueden pasar cinco minutos sin hacer eso? 

 

Lo decía fastidiado y antes de que Minos le dijera que eso pasaría cuando conociera a su alfa, escucharon unos pasos, de dos intrusos, que no deberian estar alli, eran dos hermanos, Minos sabia quien era uno de ellos, Tempestad, Tifón, el otro suponía que era el que murió, Temporal, los dos eran muy parecidos a su omega, al cangrejo del santuario, así que no se notaba que eran hijos de diferente padre. 

 

-¿Quien diablos son ustedes? 

 

Minos colocó una mano en el hombro de Aquiles, para que no los atacara, esos muchachos eran bienvenidos en su hogar, porque sabía, que tarde o temprano, Tifón, lograria seducir a su orgullo y no había nada que pudiera hacer, no haría nada para evitarlo, porque su pequeño merecía ser feliz con aquel que deseara a su lado. 

 

-Son mis invitados… 

 

Radamanthys no dijo nada, aunque no entendía esa actitud, solo que su alfa ya no estaba angustiado, ya no parecía tener miedo. 

 

-Si tu estas de acuerdo. 

 

*****

 

Algunos siglos después, el anciano patriarca del santuario, un hombre joven de unos aparentes veinte años, de cabello rojo como el fuego había hecho acudir a Milo a su sala del trono, parecía nervioso, observando todo a su alrededor.

 

-Patriarca Camus…  

 

Kanon le había ofrecido acompañarlo, pero no quiso que eso pasara, Camus era un buen hombre y el santuario era un paraíso para los omegas, donde todos eran iguales, así que no estaba asustado, no había nada que temer. . 

 

-Milo… quiero que sepas que puedes tomar la decisión que tu desees… 

 

Milo estaba nervioso, podía verlo, no se atrevía a sostenerle la mirada y sus mejillas estaban pintadas de rojo. 

 

-Creo que tu sabes de la intensidad de mi afecto por ti, mi admiración por el mejor de los santos dorados, pero, tal vez no sabes que soy un alfa y que estoy enamorado de un omega, que puede rechazarme en el momento en que lo desee. 

 

Milo trago un poco de saliva, observándolo fijamente, sin comprender muy bien de que le estaba hablando, pero el tambien sentia un amor especial por un alfa que pensaba estaba fuera de su alcance. 

 

-Yo te amo… yo te amo Milo… y creo que soy tu alfa… 

 

Milo sintió como sus lágrimas brotaban de sus ojos, al darse cuenta que sus deseos se habían vuelto realidad, que el patriarca lo amaba, que lo deseaba como él deseaba al hermoso hombre mayor, que era gentil con ellos, que había prohibido ocultar a los segundos nacidos, una palabra que debía olvidarse, así como las justas o cualquier cacería, así que caminó algunos pasos, para sentir los brazos de Camus rodear su cintura, sus labios sobre los suyos. 

 

-¿Milo me aceptas entonces? 

 

Le pregunto a Milo, quien asintió, besándole de nuevo, vestido con su armadura dorada, gimiendo en su boca. 

 

-Lo acepto mi patriarca, lo acepto, mi alfa. 

 

*****

 

En otro lugar un anciano mucho más parecido a un cadáver aún aguardaba el momento en el que su omega saliera del Inframundo, un acto que jamás ocurriría, puesto que Sylphide, el soldado leal de Radamanthys, nunca lo buscaría, jamás acudiría a él, no mientras que está alma no perdiera la vida. 

 

Cuyo último respiro escapó de sus labios, cuando el amanecer iluminó la roca en donde aguardaba la guerra, que nunca más volvería a ocurrir, como nunca volvería a ver a su omega, que era un ser libre de su lazo, libre de las ataduras divinas. 

 

Aunque, muchas parejas divinas aun nacían, aún descansaban en los brazos de su madre, y otras más se forjaban con su afecto, con su cariño sincero, como aquella de Aquiles y Tempestad, que como hubiera adivinado Minos, nada podría separarlos y él no cometería el mismo error que su padre, el no condenaría el amor de su orgullo por Tifón. 

 

Fin. 

 

Hola chic@s muchas gracias por seguir esta historia, por leerla, por todos sus comentarios, por todas sus estrellas, por ayudarme a terminar esta historia, por todo. Y aunque han pasado muchos años, con 130 capítulos, por fin llegó a su fin. Espero que el final haya sido de su agrado, a mi me gustó escribirlo. Por lo cual, ha llegado la hora de empezar otra historia, pronto subiré el siguiente capítulo. Muchas, muchas gracias. SeikenNJ. L@s adoro, no lo olviden. 

 

P.D. 

 

Que pareja les gustaría leer en la siguiente historia, ocurrirá en la época de Lost Canvas. 

 

Muchas gracias. 


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