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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

Avisos:

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje, por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.
***5***

Cid pudo ver la desagradable muestra de territorialidad del que se decía futuro Patriarca, el siempre controlado Aspros que no era diferente a todos los demás Alfas que veía en esa taberna, muchos de ellos asustados por la agresividad o el poder que mostraba Manigoldo, quien ante sus ojos estaba demasiado nervioso, podría decir asustado.

El santo de sagitario pudo escuchar lo que Shion le decía a Manigoldo, como debía acatar las órdenes de alguien a quien no deseaba, olvidarse de Albafica, por quien todos sabían latía el corazón del cangrejo, de quien nunca se separaba y quien podía jurar lo amaba profundamente.

No sabía de cierto si el hermoso santo de piscis era un omega, pero qué más daba, si ellos se querían porque no podrían estar juntos, si sus sentimientos eran tan puros como los suyos lo eran por Cid, lo que los demás pensaran era irrelevante, siempre y cuando sus sentimientos no interfirieran con su deber.

Se amaban, eso era todo, por lo cual decidió sentarse junto a su amigo, quien había dejado de beber mucho tiempo atrás, desde el primer instante en que Aspros ingreso a esa taberna, probablemente notando como él que Manigoldo parecía temer a uno de sus más viejos amigos, con quien desde hacía varios años ya no frecuentaba como en el pasado, no desde que todo su tiempo era consumido por su sobrino, o el mismo Cid.

— Manigoldo está asustado.

Pronuncio Cid, dispuesto a levantarse para brindarle ayuda a su compañero de armas y porque no, de juergas, sin embargo, Sisyphus no creía que su temor estuviera fundamentado, Aspros era un buen hombre, algo insistente, pero no creía que alguna vez se atreviera a hacerle daño a Manigoldo, sólo no entendía un no por respuesta.

— Aspros es poderoso, cualquiera lo estaría en su lugar, pero yo lo conozco, él no se atrevería nunca a lastimar a uno de nosotros, solamente no sabe cómo demostrar que sus sentimientos son reales.

Cid no dijo nada en un principio, mirándolo de pies a cabeza con una expresión tan difícil de leer como todas las que usaba, aunque muchos dirían que su amigo era tan inexpresivo que nunca sabías o comprendías lo que estaba pensando.

— Pero que hay de Manigoldo, él ha mostrado en más de una ocasión que no comparte su amor, ni su deseo, debería dejarlo tranquilo antes de que despierte la furia del cangrejo.

Sisyphus asintió, eso era cierto y tanto él como Hasgard, siendo los más cercanos al santo de géminis, los únicos que sabían de la existencia de su hermano, se lo habían dicho en más de una ocasión, debía dejarlo en paz, ya había perdido su amistad, de segur así, se ganaría su temor o su odio.

— Hablare con él.

Cid negó aquello con un movimiento de la cabeza, finalizando su bebida con rapidez, sorprendiendo a Sisyphus, quien no podía dejar de admirar el movimiento de su garganta o como de sus labios escurría una pequeña gota de cerveza, sonrojándose al imaginarse besando la boca de su amigo, limpiando su garganta de aquella gotita de cerveza.

— Sera mejor que yo lo haga, no creo que te escuche o que tú lo hagas.

Inmediatamente se levantó, dejándolo en aquella mesa, solo con su bebida en la mano, avanzando con rapidez en dirección de Aspros, quien en ese momento sostenía la muñeca de Manigoldo, quien dudaba entre partirle la cara o permanecer en silencio y marcharse, seguro que no deseaba que lo tocara por más tiempo pero que no debía iniciar una pelea en un sitio público.

— Manigoldo te ha dicho que no en más de una ocasión, porque no puedes dejarlo tranquilo.

Cid pronuncio sosteniendo la muñeca de Aspros para que soltara a Manigoldo, quien retrocedió varios pasos, agradeciéndole en silencio, o eso pensó el santo de capricornio al verle marcharse con rapidez, una actitud contraria a la del santo que conocían.

— ¿Acaso lo quieres para ti?

Pregunto Aspros maldiciendo por lo bajo, notando como todos los miraban fijamente con una sonrisa de medio lado, suponiendo que para el día de mañana se habría corrido la voz de su falta de control, como este llegaría a los oídos del patriarca, pero el mensaje estaba enviado, Manigoldo era su omega y cualquiera que quisiera tenerlo para él, tendría que enfrentársele.

— No seas ridículo.

Fue la respuesta de Cid, quien solamente le dio la espalda a Aspros, suponiendo que el santo de géminis no se atrevería a seguir a Manigoldo, a menos no en ese momento por lo cual tenía tiempo de buscar un santuario, aquel lugar seguro en donde se protegía durante los días que duraba su maldición, aunque Sage había dicho bendición, una pronunciada por una diosa benevolente, cuya finalidad era que santos como su amigo tuvieran la oportunidad y la dicha de tener una familia, aunque para él se trataba más de una maldición, una que gracias a su diosa en él no era tan visible como con el escorpión o el cangrejo.

— Manigoldo es mío y cualquiera que desee llegar a él tendrá que enfrentarse a mí, aun tú, Cid de Capricornio.

El santo de cabello negro se sentó en la mesa que ocupaba con Sisyphus, ignorándolo al principio, de pronto se sentía enfermo, furioso, pero no lo demostraría, no le daría al santo de géminis el gusto de verlo quebrarse, él era una espada, una que aun carecía del filo suficiente, pero que aun así no se mellaría por unas cuantas palabras de un santo que comenzaba a comportarse de una forma demasiado irracional.

— Hasta donde yo sabía Manigoldo le pertenecía a Manigoldo.

Le informo, tratando de ignorar su propio temor a ser descubierto, los únicos que sabían su verdadera condición eran Manigoldo, Kardia y Sage, los demás la desconocían, permitiéndole mantener su libertad, así como el respeto de santurrones hipócritas como Shion, quien actuaba según sus propias creencias, tratando de obligar a quien debía ser casi su hermano o su primo, a someterse a la voluntad del santo de Géminis.

— Lástima que nació siendo un omega.

Aspros finalizo aquella discusión, dándoles la espalda, en esta ocasión no permitiría que Manigoldo lograra rechazarlo por más tiempo, así que lo seguiría a cualquier parte, Cid se dio cuenta de su actitud, perseguiría a su amigo hasta que se le entregara, por lo cual intento levantarse de su asiento para poder evitarlo.

— Déjalos, Cid, ambos deben arreglar sus diferencias.

Cid inmediatamente se soltó, levantándose en un instante, estaba acostumbrado a escuchar esa clase de comentarios de cualquiera, menos de su amigo, quien siempre se había mostrado como un hombre amable, respetuoso de los demás, muy diferente a cualquier otro alfa.

— ¿Sus diferencias? ¿Llamas a eso diferencias?

Para muchos su actitud era tranquila, demasiado compuesta, pero para Sisyphus demostraba que tan molesto estaba de pronto con él, mirándolo como si fuera un monstruo, como si no fuera mejor que Aspros.

— Aspros es un buen hombre, se ha enamorado de Manigoldo, él debería…

Cid le dio la espalda en ese instante, alejándose de aquel sitio, finalizando aquella frase por Sisyphus en su mente, el debería estar agradecido de que un santo con tanto poder, que un alfa cuyo rango sería el del patriarca, se fijara en un omega, uno cuyo poder ya no valía nada, como sus sacrificios y sus esfuerzos, cuya libertad terminaría el día que el santo de géminis pudiera someterlo, que era una forma de decir tomarlo a la fuerza, violarlo durante su celo, un acto ruin, que sería recompensado con su mano, si el patriarca fuera otro y no Sage.

— El debería dejarlo en paz, comprender que no está interesado.

Sisyphus abandono su bebida, maldiciendo en voz baja, dándole la razón a Cid, Aspros debería dejarlo en paz, pero no lo haría porque si su viejo amigo deseaba algo, era aquello que en un principio no podía tener y mientras más se lo negaban, más lo deseaba.

— No Cid, no has entendido lo que deseaba decirte.

Cid no se detuvo hasta que Sisyphus lo sostuvo de la muñeca con fuerza, percibiendo en ese momento el más dulce, el más delicioso de los aromas, una esencia que inundo sus sentidos con tanta fuerza que casi lo derrumbo al suelo, retrocediendo unos cuantos pasos.

— ¿Qué te ocurre?

Pregunto el santo de capricornio, aun impasible, mirándolo con extrañeza, preguntándose qué había ocurrido para que Sisyphus no pudiera terminar su explicación, porque parecía concentrado en algo más, cerrando los ojos para poder localizarle.

— No lo percibes Cid… ese maravilloso aroma, uno como el que nunca había olido…

Cid permaneció impávido, para marcharse poco después, dándole la espalda, dispuesto a encontrar a Manigoldo, escuchando como los pasos de Sisyphus se apresuraban a darle alcance, parecía que había olvidado aquel aroma, o por el contrario, trataba de seguirlo.

— Cid, por favor… déjame explicarme.

Sisyphus agito su cabeza como si quisiera ignorar sus propios pensamientos, aquel aroma que le incitaba a seguirlo, recordando que en el pasado, ningún omega lo había llamado a él, no como en esta ocasión, en la cual ni siquiera Cid lograba despertarlo de aquel trance que amenazaba con engullir su sentido común o su decencia, deseoso de tomar a esa criatura como su compañero, preguntándose de pronto si así se sentía Aspros cada vez que estaba cerca de Manigoldo.

— Lo mejor será que descanses Sisyphus, parece que has bebido demasiado.

Le insto Cid, manteniendo su distancia, como si tuviera miedo de lo que pasaría si daba un paso más en su dirección, Sisyphus respiro hondo tratando de controlarse, pero aquella deliciosa fragancia seguía presente, sólo que no había nadie cerca, solo su amigo, el santo de capricornio, por quien mucho tiempo atrás su corazón ya latía desenfrenado.

— Sabes que no he bebido más que medio tarro de cerveza, Cid, sólo que…

Para Cid sus celos nunca habían sido un problema, la mayor parte de las veces pasaban desapercibidos, las otras, apenas los notaban y al ver su apariencia, al sentir su poder, los alfas que lo sentían simplemente lo ignoraban, convenciéndose de que se trataba de un error, como había ocurrido con Manigoldo hasta esa misma noche.

— Porque no vas y buscas a tu omega, yo me asegurare de que no le hagan daño a Manigoldo.

Sisyphus negó aquello, le demostraría a Cid que no era lo que pensaba, creía que debía darle una oportunidad, pero si no estaba dispuesto, Aspros tenía que buscar a alguien más, darle espacio, respetar sus deseos.

— No… yo te acompañare…

Cid se dio cuenta entonces que aquel aroma que percibía Sisyphus debía ser el suyo, pero no estaba en celo, eso nunca había pasado con él, aunque Sage le advirtió que no era lo mismo con todos los omegas, sin embargo, en ciertas ocasiones cuando varios estaban en el mismo lugar, por alguna razón que nadie comprendía, terminaban ocurriendo sus ciclos casi al mismo tiempo.

— No quiero tu ayuda Sisyphus, solo márchate.

Kardia finalizaba unos días antes de que comenzara el de Manigoldo, cuyo celo terminaba cuando el suyo estaba casi a la mitad, eran tan pocos días los que les separaban, que sus dos amigos decían que su descendencia azotaría el santuario al mismo tiempo cuando eran mucho más jóvenes.

— No, yo sé que puedo manejar a Aspros mejor de lo que tú lo harás.

Respondió Sisyphus dando los pasos que faltaban para ingresar en su espacio personal, notando que aquel aroma aumentaba con la cercanía a su amigo, quien estaba visiblemente perturbado, tratando de mantener su distancia.

— ¿Cid?

***6***

— Espero que sepas lo que estás haciendo.

Sage había perdido la cuenta de todas las ocasiones que su hermano le había hecho ese comentario, él sabía lo que estaba haciendo, estaba protegiendo a los omegas que creían en el, al no forzarlos a tomar una pareja.

— Ellos confían en mí.

Fue su única respuesta, estaba cansado de tener aquella conversación con Hakurei, quien últimamente abogaba por Aspros, diciéndole que debía dar la orden, decirle a Manigoldo que su deber era darles santos poderosos, no perder su vida en los brazos de Albafica.

— Te das cuenta que Albafica matara a tu alumno y que Aspros desespera por el amor que siente por él.

Pero su alumno había manifestado en más de una ocasión su desesperación por el que llamaba un alfa demente, quien lo seguía a todas partes, del que se escondía en los celos, casi como el hizo cuando tenía su edad y su patriarca trataba de seducirlo.

— Que me ha prometido en más de una ocasión que será un buen esposo, un compañero ejemplar.

Sage había escuchado esas mismas palabras de Aspros y él había respondido de la misma forma que a su hermano, sí deseaba ser el compañero de Manigoldo, el debía aceptarlo primero, pero si no tenía una respuesta afirmativa, en ese caso no podía dar ni la orden ni la bendición que deseaba recibir.

— A tu alumno le conviene ser el compañero del patriarca y los estas traicionando a ambos al permitirle rechazarlo y soñar con el amor de Albafica.

Tal vez era cierto, Manigoldo podía morir y tanto Aspros como Albafica terminarían con un corazón roto, pero suponía, tal vez porque ya estaba demasiado viejo, demasiado esperanzado con el futuro, que eso era mejor que una vida de esclavitud, la cual de todas formas llevaría a su alumno a engañar a su compañero en los brazos de la rosa, al santo de géminis a sufrir esa pena y el santo de piscis tarde o temprano sufriría el destino de su padre, sólo que esta vez no habría un pequeño milagro.

— Albafica por hermoso que sea... por mucho que lo desee Manigoldo, lo matara.

Le recordó su hermano como si no lo supiera, con aquella actitud que últimamente tomaba con él, como si supiera mucho mejor qué decisión tomar, tal vez porque era el mayor, tal vez porque era un omega, tal vez, porque pensaba que estaba haciendo lo mejor para lo que consideraba un bien mayor.

— ¿Acaso no te importa la vida de esos tres muchachos que confían en ti para que los guíes?

Un bien mayor para el futuro de la tierra, del santuario o de la paz, porque ambos sabían que si Aspros y Manigoldo llegaban a tener herederos que tuvieran su sangre, las características de su cosmos, su poder sin duda sería invencible, no sólo eso, sino que nacerían dos guerreros cuando de lo contrario, uno de sus santos perdería la vida la noche de bodas.

— Es por ellos que he tomado esta decisión.

El tampoco quería arriesgar la vida de su alumno pero sabía que esa unión tarde o temprano se realizaría, Manigoldo de una u otro forma trataría de vencer al veneno, no era justo inmiscuir al santo de géminis en esa desgracia.

Un santo que su alumno temía por razones que no quería confesarle, del que se escondía, no era para menos, el celo era una fuerza poderosa que muchas veces nublaba el juicio de los alfas y de los omegas, orillándolos a cometer actos que no realizarían fuera de aquella época del año, siendo esta la única forma en la cual parecía que Aspros podría tener a su alumno, quien usaba las rosas como su protección.

— Pero aunque tú carezcas de sentido común en este asunto, te imploro que tomes la decisión correcta, sabes que después de la unión de un alfa y un omega viene el amor.

Un desagradable dicho que en muchos casos era cierto, las uniones de aquella índole eran las comunes, pero él deseaba realizar una diferencia, tal vez porque pudo escapar de aquel destino, o porque ese cangrejo testarudo era su alumno, lo que fuera, no permitiría que lo cazaran como si fuera un animal.

— Entonces, supongo que yo amaría al viejo patriarca de haber sobrevivido lo suficiente para domarme, si no lo hubieran asesinado.

Hakurei en aquella ocasión le respaldo, el patriarca era un hombre justo, un pacifista, pero también era un alfa lujurioso y que lo vio a él como el candidato perfecto para dejar un legado, para que su sangre no se extinguiera.

De la misma forma que Aspros él intento seducirlo, darle regalos, mostrarle su afecto, actos que más que alagarlo le asustaban, mucho más porque un simple santo de bronce era aquel a quien deseaba, él, un santo dorado.

— El te quería, creo que su amor era sincero después de todo, tal vez hubiera sido lo mejor.

Hakurei recordaba aquellos días, su hermano estaba asustado, rehuía el cortejo del patriarca y algunas ocasiones temía que aquel hombre justo realizara un acto en contra de su naturaleza, pero espero a que su hermano aceptara su destino, era el patriarca, su hermano un hermoso omega con una armadura dorada, a quien ahora que ya era mucho más maduro, podía ver que en realidad amaba.

— De esa forma no te habrías aferrado a la soledad y no actuarias como lo haces ahora.

Sin embargo, fue asesinado, uno de los suyos lo mato antes del siguiente celo de su hermano y este, aun temeroso de su don, tal vez con la ferviente idea de que era una maldición de la diosa Hera, se consagro en cuerpo, alma y espíritu a su diosa, rechazando a cualquier otro alfa que alguna vez mostro interés en él.

— Manigoldo es un omega y Aspros lo ama, deberías aconsejarle que acepte su protección.

Esperaba que su hermano cambiara de opinión, Aspros como el viejo patriarca amaba a su cangrejo, quien como su hermano le temía a su poder para dar vida, al don de la diosa Hera, un acto que no podía tolerar por más tiempo.

— ¿Qué hay si Manigoldo no lo ama?

Aquella pregunta de nuevo, porque Manigoldo no amaría a su compañero una vez que estuvieran juntos, que sintiera la vida creciendo en su cuerpo, que viera que no solamente la lujuria era aquello que movía al joven santo de géminis, sino un amor genuino, pero la oportunidad debía darse de la forma en que sus antepasados lo habían hecho desde siempre.

— Tu no lo conoces como yo, se que le tiene miedo, no me lo dice, pero es obvio por la forma en que se oculta en el templo de Piscis cada año, por cómo trata de esquivarlo.

El miedo no era más que inseguridad, ese muchacho no deseaba abandonar su armadura y no lo haría, lo necesitaban para la siguiente guerra santa, como necesitaban que cumpliera con sus otros deberes.

— Sí, es cierto que está asustado de lo que puede hacer su cuerpo, seguramente tú les dijiste que esto era una maldición y ellos te creyeron.

Hakurei sostuvo a Sage de los brazos recordando otras ocasiones en las que él mismo llamo su don una maldición, cuando le decía que le gustaría que estuviera en su lugar, que fuera un omega a punto de unirse a un alfa viejo pero poderoso, un hombre justo que lo amaba, que le hubiera dado hijos sanos, algunos portadores de las armaduras doradas, una pequeña muestra del paraíso de la diosa pavorreal de no haber sido asesinado.

— No sería la primera vez.

Sage se soltó, diciéndose que tampoco sería la primera vez que a un alfa no le importaban los deseos de un omega, sin importar que tan justo se dijera, cuando deseaban algo simplemente lo tomaban, eso no había cambiado desde su juventud, creía que nunca lo haría.

— Por eso mande a Albafica a una misión lejos del santuario.

Le informo Hakurei, dándole la espalda, llevando sus manos detrás de su espalda, esperando escuchar lo que Sage tenía que decir, si es que había algo que decir.

— El hijo de Lugonis no llegara a tiempo y tampoco despertara con su amado muerto entre sus brazos.

Esa decisión estaba tomada, no perderían a ningún santo, menos a un omega que tenía un alfa esperando porque lo aceptara como era su destino, para darle una buena vida una vez que tomara la decisión correcta, la cual tendría que ser forzada, porque de otra forma, ese joven necio no cambiaria de opinión, era tan testarudo como su hermano.

— Lugonis fue feliz, el me dijo que esa única noche fue suficiente para él.

Había sido suficiente para el porqué Albafica había nacido, su pequeño milagro como le llamaba, el que sin duda hasta ese momento era el santo de piscis más poderoso que había nacido nunca, tanto por su cosmos, como por su veneno.

— Pero dos omegas no tienen descendencia.

Esperaba que Sage no hubiera olvidado ese detalle, por alguna razón que nadie alcanzaba a comprender, dos omegas no tenían descendencia, mientras que un beta y un omega la tenían.

— ¿Eso qué importa?

Sage estaba comportándose especialmente inconsciente en esta ocasión, como si no comprendiera en realidad su preocupación, ni cuál era su inquietud con permitir que esos dos muchachos se unieran, era como si estuviera dispuesto a esperar todo el tiempo del mundo para que Cid también tomara un compañero, cuando solamente tenían tres omegas de ese nivel en su santuario.

— Los regalos de la diosa Hera son tan pocos…

Trato de hacerlo reaccionar, debía comprender que si tomaban la oportunidad que se les presentaba, eso sería lo mejor para el santuario.

— Cada generación nacen menos.

Era cierto, cada generación nacían menos omegas, era como si la diosa pavorreal estuviera molesta con ellos, pero aun así, a pesar de que de un momento a otro ya no nacieran más, debían aprovechar los pocos que aun tenían entre sus filas, hacer lo correcto.

— Es un sacrilegio desperdiciarlos permitiendo que dos de ellos estén juntos, mucho más cuando el veneno que corre por las venas de Albafica puede matar a tu alumno.

Esperaba que eso hiciera el truco, que la vida de Manigoldo, si su don no lo era, funcionara para que al menos le prohibiera a esos dos omegas el reunirse a solas, en la oscuridad, como ya lo hacían en esos momentos.

— Si eso quiere nuestra diosa, no hay nada más que hacer.

Pero su diosa no deseaba eso, su querida Athena era una niña, eso era cierto, pero de ser una adulta apoyaría su forma de pensar, le pediría a su hermano que anunciara esa unión, el cangrejo y el primer hermano estaban hechos para estar juntos, Aspros estaba convencido de aquello.

— Tu alumno morirá por una ilusión sin sentido.

De la misma forma en que Cid, cuando llegara un pretendiente que no se amedrentara con su actitud fría, que lo deseara lo suficiente para pedir su mano, ellos al ser los mayores lo entregarían a su pretendiente.

— No es seguro que Albafica sea un Omega, podría ser un beta o un alfa, su veneno hace imposible distinguirlo.

Eso era absurdo, Shion sabía que se trataba de un omega, uno tan hermoso que había hechizado a su alumno de la misma forma que con el cangrejo, a quien le había suplicado que no se acercara a la rosa y él, al ser un alumno ejemplar, al tener la madurez necesaria para comprender su petición, se hizo a un lado, no así Manigoldo con su debilidad omega.

— Aunque fuera un beta, algo que lo dudo en demasía, su belleza lo delata como un omega, Shion ha visto su collar.


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